miércoles, 9 de abril de 2014

Susurros

Me emocionan los susurros porque me calman. Me resultan placenteros. Me puedo concentrar en reflexiones y en ideas de cada día, de todos los días y de todos los años. Luego de los susurros el libro de ficción se convierte en libro fantástico. Y luego, al fin, lo dejo en la estantería de releer. Con los otros clásicos imprescindibles. 
Me despierto y te pienso. Y me acuerdo de que antes de despertarme ya te pensaba.
Un sol tímido de primavera entra por la ventana de mi habitación. Como siempre que el sol sale antes de que me despierte. Depende del gallo de mi vecino que hay días que parece que todavía no ha cambiado la hora. Kikirikea una hora más tarde. 
Desayuno algo y salgo a caminar. Luego me siento enfrente de la mesa y escribo unas líneas en unas hojas grises de papel reciclado o en una libreta. Resulta curioso que los rayos del sol entren casi de forma horizontal e inciden sobre el plumín y la hoja. La sombra es asombrosamente alargada. El plumín y la sombra se unen cada vez que escribo. Se persiguen sobre el papel. Cuando separo la pluma la sombra también se eleva un poco y descansa. Sólo se juntan si escribo. Es la curiosidad de la sombra por saber lo que escribo. Es un baile entre plumín y sombra. Me entretengo y no pongo atención a lo que escribo sino al trazado de lo que escribo. 
Y como quien no quiere la cosa he llenado la hoja de escritura con todas las ganas y todos los sentimientos que tenía a mano. Luego no quiero reclamaciones. La culpa es del sol y de la sombra que proyecta. Mientras lo escribo me pertenece. Cuando lo leas o lo escuches también será tuyo. Formará parte de tu memoria. El placer de la escritura con la radio puesta. Me hace compañía. Me dice cosas y no me replica. Será por eso que seguimos siendo amigos. Porque no me lleva la contraria Como el perro o el periquito. Algunos espacios radiofónicos absorben mi atención. La televisión no lo ha conseguido nunca. Por cierto que recuerdo que cierto día me cambiaron de presentador. Me molestó. No era capaz de ponerle cara. Me venía a la mente la del otro. El de siempre. Cogí un cabreo justificado. A los pocos meses el presentador de siempre falleció. Cuando dejó la radio ya estaba enfermo de muerte. Me sentí un poco culpable como si de una manía adecuada se tratara. Hacía una radio con elegancia. Son escritores que hablan bien. No les lees pero les escuchas.
Me gustaba escuchar al director del Zoo de Santillana del Mar. Apasionado del mundo animal. Gran observador que contaba las cosas como quien mantiene una conversación. Siento nostalgia de José Ignacio Pardo al que conocí personalmente en una visita al zoo que dirigía. Precisamente le reconocí por la voz. Camuflado entre mariposas que parecían hojas secas en las ramas de un árbol. Las cosas de  misterios, de tumbas y de los muertos de Nieves. Cuando salía de trabajar de las trincheras me informaba Àngels Barceló de camino a casa. 
Un día de estos voy a incinerar todas las ideas que ya no me sirven. El humo formará parte de las nubes porque siempre hay alguna nube que acompaña. Y cuando llueve, cuando llueve se enfatizan las emociones y se entretienen las preocupaciones. Son quimeras de andar por casa. Susurros al viento de cuando estas solo. Aunque siempre me quedará el mar. Porque hay días que son ambiguos. Cada día la vida te da cosas y te quita cosas.  Tengo un amigo que en un mismo año la vida le dio una gripe y un nieto. Y le quitó un padre. Esas cosas ambiguas que no se comprenden.
Recuerdo también aquel día que el río perdió la memoria y no recordó el cauce a seguir. Cogió otro y se desbordó inundando parte de un pueblo. Le habían cambiado el curso varias veces. El día que se desbordó cogió el de verdad. Ahora me doy cuenta de que el río tiene memoria. 
Dije en un tuit que uno llega a la adolescencia cuando pasa de la indiferencia a la pasión. Cuando todo importa. Ahora las decepciones ya forman parte de la normalidad diaria. Acaba de aparecer una densa niebla de esas de primavera que me ha cercado. La luz ha huido. Estoy aislado y no recuerdo ninguna poesía. He perdido la libertad. Luego callejeo por el pueblo y fantaseo con la realidad. Eso siempre ocurre cuando uno le susurra a las farolas. Salud.  

jueves, 3 de abril de 2014

Aguas mil


Perfecta noche
entre frio y calor
brisa y viento
susurro de ramas
nubes en movimiento
ojos abiertos 
de un dormir lejano
oscuridad invisible
luna presente
las cortinas de la ventana
entran y salen
 vuelan y caen
habitación en penumbra
niebla infinita
sudor de pasión
y sábanas revueltas
sonidos de olas
crujidos de cama
sin disimulos
 necesidad y ganas
dura poco la noche
el gozo que trae
un corazón acelerado
 bellos recuerdos
momentos sublimes
 sin heridas
tú y yo
la pasión y la noche
momentos protegidos
 por el silencio

martes, 1 de abril de 2014

Silenciado

He sido Hackeado y Twitter me ha cerrado.
Mi palabra secuestrada desde anoche.
 

Ideas calladas

           Difíciles amaneceres cuando se cruzan con el futuro. Siempre seguro el amanecer. Siempre incierto el futuro.
La brevedad de llegar al futuro. A cada día que pasa más cercano. A cada día que pasa más imprevisible. Al amparo de hoy, porque el futuro empieza hoy.
           Hemos llegado a un punto en el que necesitamos una inteligencia rápida. Que conteste a cualquier cosa. Al momento. Inmediatez sin reflexión. Nos hemos desprovisto del escuchar pausado. Del pensar reflexivo. Del hablar calmado. No tenemos tiempo para una generosa reflexión. Vivimos rápido. Sin saborear los momentos. A menudo sin atención. Los detalles pasan desapercibidos. Y parece que no hemos vivido. Lo efímero de la vida y la brevedad del tiempo que nos separa del futuro. La angustia del amanecer cuando te lleva al futuro. La tristeza del atardecer. La melancolía del anochecer. Con su oscuridad y su silencio. Pero contigo es distinto.
           No sé dónde acumulamos la edad. Parece que la llevamos en las pestañas. Cada año los ojos un poco más cerrados. Pienso esto mientras camino. Preocupado por el futuro. Aprovechando un descuido de mi cansancio he sacado los zapatos viejos y cómodos a pasear. He dicho pasear. Con las manos despreocupadas y en los bolsillos. La mirada ociosamente perdida en cualquier parte y con cualquier cosa. La mente entretenida en la idea de lo que ahora escribo. Estrenamos primavera lluviosa sin dejar del todo el invierno. Con frío y nieve. Lluvia y viento. Mar embravecido con olas amenazantes. Y yo con el sombrero y el paraguas camino del futuro. Mezcla de emociones gratas y miserables tragedias que me rondan la cabeza. Aprovechando la vigilia del insomnio. El descuido de la pereza. Un camino bacheado por la vida. Por favor, que nadie me niegue la virtud del talento.
           Mis ojos quieren mantener una conversación con tus ojos. Porque los ojos entienden. Tienen memoria y saben transmitir. También saben escuchar con la mirada atenta. Es el calor de la voz de los ojos. Imagino yo. Sé que a las nubes les gusta más llover al atardecer. O cuando es noche cerrada.  No apetece llover por la mañana. La lluvia protege la conversación.
A orillas del mar también te protegen las olas. Es la rutina del susurro. Quieres pisar la ola y se te escapa. El calendario marca una primavera que no es. He oído una señora decir que cuando el dinero se deprime se va de compras. Ella le acompaña porque no se fía. La sensatez de la señora.
           Luego llegará la noche. Como siempre. Cuando termina el día. ¿Y si no llega la noche? Dice la señora. No puede ser, le contesta otra. No podemos impedir que salga la luna y sus estrellas. Que el sol tiene que acostarse para descansar en el mar. Tampoco podemos impedir un sueño. Los sueños son libres y vienen de noche. La calidez de algunas personas es como el viento de verano que se comporta como brisa. Y el futuro va llegando con el mes de Abril. A la noche de hoy le pondré nuestros nombres. Será nuestra noche pues. Nos contaremos inocencias y desfachateces. Sentados en la arena junto a la barca. Que llegue antes la noche. En la madrugada buscaremos la luz a tientas. O seguiremos esperando el futuro con ideas calladas.
           Quimeras de ratos libres. Ideas calladas que han aprendido del silencio. Con colores vivos copiados del mar. Y del bosque. Y del amanecer y de la puesta de sol. Con una mirada completa de adolescencia. Pasional y todo eso. Como cuando estás a punto de llegar a la última página del libro. Pero no quieres porque se habrá acabado. Cuando el futuro se insinúa cercano. Huyendo de la indiferencia. Mi libro de mano y el dedo índice atrapado entre hojas marcando punto. Y es que hay cosas que todavía me emocionan. La brevedad del tiempo que me separa del futuro, por ejemplo. Salud.
 

sábado, 29 de marzo de 2014

Con encanto

Últimamente leer la prensa resulta aburrido. Nada nuevo. Más de lo mismo cada día que pasa. Pasan cosas porque la vida sigue. Pero no pasa nada. Uno de los contertulios que están a mi lado habla. Les dice a sus amigos que eso es cosa del frío de la primavera. El tópico de los más viejos del lugar. Todas las primaveras son invernales cuando empiezan. Pero a ellos ya les cuesta recordar. Yo pienso que seguramente será esto. Sí. Seguro que será el frío de invierno que cuando aparece en primavera aletarga. Este comentario sólo lo puede hacer alguien que vive en un mundo metafísico. Es una forma de vida cautelar. Como si las cosas no fueran con ellos ni con nosotros. Esto nos protege. Evitamos sufrimientos absurdos en forma de cabreos. Es bueno. Si te tomas las cosas demasiado en serio es un sin vivir. Sólo interesa aquello que afecta directamente. Nada más. Con esto se consigue una felicidad relativa y a tiempo parcial. Pero mejor eso que nada.
Todo viene a raíz de una publicación sobre la longevidad y la felicidad. También pueden ir por separado. Hay un pueblo donde la gente vive muchos años y con salud. Llevan una vida ecológica. Son pocos. Se dedican a la agricultura y a la ganadería. También al turismo rural. Las dos primeras actividades les ayuda a ser autónomos. Han restaurado todo el pueblo con ilusión y ganas y materiales, claro. El pueblo tiene encanto y ellos simpatía. Han puesto de moda lo del turismo con encanto. Ofrecen lo que tienen. Buena comida. Compañía. Senderismo. Tertulias. Callejear. Tranquilidad. Simpatía. Y esas cosas. Nada de cobertura. Sólo productos de la tierra. Es lo que hacen ellos y así les va. Su concepción de vivir es simple a primera vista pero complicada de entender para los que nos la hemos complicado. Ellos viven para disfrutar de la vida y pasarlo bien. Qué remedio. No como otros que nos complicamos la vida para sobrevivir medianamente bien. Con felicidad artificial.
Son libres en todos los sentidos. No tienen ataduras. No necesitan aparentar. Sólo importa lo de cada día. Se afanan para quedar bien con los visitantes porque son su fuente de ingresos. Son inteligentes porque han conseguido eso sin modificar nada del pueblo. Ni siquiera sus costumbres. Si vas te adaptas fácilmente. Dan envidia, qué quieres. Te contagian. Su existencia es estética, funcional, ecológica, elegante, inteligente, con experiencia y todas esas cosas. Te propones hacer como ellos y funciona mientras estas allí con ellos. Te vas y vuelves a complicarte la vida para ser feliz. A vivir permanentemente cabreado. Si es que no aprendemos. A nuestra inteligencia compleja y densa se une el frío invernal de primavera. Será eso. Salud.

lunes, 24 de marzo de 2014

Color de algo

Me decían esta mañana que todas las cosas tienen un color de algo. Me lo decía Eugeni. No le falta razón. Incluso las cosas derrotadas pueden llegar a tener colores vivos de algo. Un presidente fallecido con color a valentía. Por poner un ejemplo. Un alcalde inerte que devolvió el color a una ciudad en blanco y negro de carboncillo. Pues de eso se trata. Color de algo.
El color define. Igual que el aroma o las palabras. El comportamiento de las personas y la sensatez de las cosas. Que todas las cosas y sus colores miran al infinito. Y que éste es pequeño cuando las cosas son pequeñas. Y grande cuando las cosas son grandes. Matizaba Eugeni esta mañana. Al final el infinito está más cerca de lo que parece y es tan grande como el mar. O más. O quizá el mar es el infinito porque llega hasta el horizonte. Como mínimo. Aunque dicen que el horizonte está lejos porque nunca nadie ha llegado hasta él. Eso me han contado. Ese color de algo tan característico.
El infinito y el horizonte existen desde siempre. Desde que empezó el mundo a ser mundo y nosotros a habitarlo. O incluso antes. Y todo en el mundo tiene un color de algo. Eso dice Eugeni esta mañana que viene inspirado porque ha dormido bien y ha soñado cosas bonitas en color. Yo tengo una idea aproximada d mi infinito. He navegado hasta el horizonte y lo he pisado en sueños. Porque iba descalzo. Y a todo esto el sol amanece. El viento de ayer se ha retirado. Las nubes se mueven despacio porque no tienen prisa. Son nómadas del cielo. Lo contrario que las estrellas. Lo que no tenemos claro es quien puso el horizonte dónde está. Ni porque lo puso tan lejos. Serían unas manos esclavas de alguien que así lo quería. Le conté a Eugeni lo de la mili. Me dice que él también la hizo y que ganó la batalla. Se escondió en la garita y el enemigo de la patria no supo contra quién luchar. El enemigo no atacó. Se aburrió y se marchó.
Recordé una anécdota de cuando era niño y monaguillo. Antes de ser ateo. El padre Mut era mi confesor particular. Era el responsable de fabricar el "Licor de Randa" que los franciscanos vendían a los turistas como recuerdo de la Isla. Era dulzón y mareaba. Y no diré cómo lo sé. El padre Mut siempre probaba lo que fabricaba. Luego iba al confesionario y se dormía. Momento en el que iba a confesarme. Pero no se enteraba porque el licor le había nublado la mente y no le dejaba abrir los ojos. Yo, mientras largaba pecados por mi boca pequeña y se los enumeraba por orden de importancia, le ataba los cordones de los zapatos. Los del zapato izquierdo con los del derecho. Luego venía el momento petardo inofensivo dentro del confesionario. Salida precipitada del padre Mut con los ojos cerrados. Y morrazo sobre la cripta de un santo. Una vez se rompió dos dientes y se partió el labio. Sangró por la boca y le dieron unos puntos. Me impactó porque soy pacifista y no lo hice más. No me gusta la sangre. De ahí me viene, dice Eugeni, eso de que hay cosas que es mejor hacerlas sin zapatos. Seguramente.
Esas cosas de niños que a veces resultan incomprendidas por los adultos. A partir de ese día no más cordones. Una lagartija en el confesionario que se saldaba con un grito y un susto. Y nada más. Que al fin y al cabo Dios, el azar y la casualidad son uno mismo y hacen fiesta el día de Pentecostés. El licor de Randa hace que hables más lenguas de las que sabes. Eso recordaba yo esta mañana en la tertulia del desayuno. Salud

jueves, 13 de marzo de 2014

La garita

Esta mañana ando perdido en algún sitio escondido de la nada. O pongamos que se trata de algún paraje remoto a orillas del mar. Arena y rocas. Sirimiri y viento. Y las atractivas e insistentes olas que te recuerdan que el mar está vivo. La ceremonia de sentarte y recuperar la concentración. Y la memoria que ha estado desconectada toda la noche. La serenidad del pensamiento libre que sólo el mar puede darte. Y el bosque, a veces. La tenacidad de la escritura. El aroma del café y de un pan reciente. La costumbre de descalzarte. Y todo eso. Y con todo esto juraría que he visto el destino apostado sobre un horizonte limpio.
En el bolsillo llevo una foto que miro. Estamos unos amigos y yo en un acuartelamiento delante de la garita del cuerpo de guardia. Con la risa en la cara, el Cetme FR-7 en la mano elevada y posición de desmadre. Pues eso. De cuando me tocó defender la patria vestido en verde caqui según tendencia en moda militar de aquellas fechas. Pues si. Yo defendí la patria de un enemigo invisible pero temido. Algo parecido a un ser mitológico de siete cabezas echando fuego por la boca, humo por la nariz y que puede matarte de una pisada si antes no lo hace de un susto. Interminables guardias nocturnas donde la oscuridad era más negra que nunca y vigilando que el enemigo no se acercara. En caso de que lo hiciera tenía que advertirle tres veces y luego disparar a las piernas. En plena oscuridad, claro. Y que el cabo no te pille durmiendo. Momento en que el enemigo aprovecharía para entrar en el acuartelamiento y apoderarse de la patria. Era responsabilidad.
Todavía tengo este malestar interno por no haberle visto nunca la cara. Ni la silueta. Ni la sombra. Ni el nombre. Ni nada de nada. Pero sé que existía porque de lo contrario yo no hubiera hecho la mili. Contando balas para que no se pierda ninguna o se te cae el pelo. Y cuidado con disparar sin motivo que terminas en "Illetas" (islote reconvertido en cárcel militar). Los días de permiso no tenías que preocuparte de nada. El enemigo sólo se haría con la patria a través de los cuarteles. Año y pico defendiendo la patria de todos desde la garita de un cuartel y con un Cetme. Lo hice bien. Nadie nunca atacó la patria y la devolví como me la habían entregado. Sin muertos de por medio. Que debió de haberlos porque había un monolito con una corona de laurel que ponía "a los caídos por la patria".  Que la mili era esto. Defender la patria como un niño y licenciarte como un hombre. Palabra de sargento. Y yo fui feliz porque me lo pase bien y ahora tengo un montón de amigos.
Que a veces demasiada luz te ciega y no te deja ver. La justa, siempre. Yo nunca perdí el valor ni tuve miedo. Seguramente no tenía conciencia del daño que podía hacerme un enemigo de la patria. Yo ambicionaba terminar y que me sellaran la cartilla. Ser hombre e iniciar una vida nueva. Sacar a pasear mis ojos claros y el panamá color marfil. Mirar el mar desde la ventana de mi habitación. Que me despertara el gallo de mi vecino antes que un cornetín de órdenes. Ahora mismo todavía se me ponen los pelos de punta cuando recuerdo las misas de los días de guardar. La banda tocando el himno nacional. Una rodilla en el suelo y el Cetme apuntando a tierra. Con la gorra sujetada con la mano izquierda. Un recuerdo a los caídos por Dios y por la patria. Esto significaba que el enemigo existía y que tenía capacidad de matar.
Ahora mismo se ha puesto a llover pero no me preocupa porque ya no tengo que defender la patria. Lo hacen otros. Espero que con la misma eficacia que lo hicimos mis amigos y yo. Ahora son profesionales y tienen ojos de radar, ordenadores, satélites y misiles. Es evidente que el enemigo, ahora, es más peligroso. De la mili sólo me quedan recuerdos, fotos, amigos y muchas anécdotas. La sensación del deber cumplido porque no perdimos la patria y sin pegar ni un solo tiro. Cuando me ataca el desasosiego me refugio en mi garita. Me siento seguro en ella. Escribí poco en la mili y casi no leí. Llevaba botas militares rígidas y callos y ampollas en los pies. Con las botas puestas se puede morir por la patria pero no se puede leer ni escribir. Si vas descalzo los pies son libres y la mente se inspira. Pues queda dicho. Salud.

martes, 11 de marzo de 2014

11 - M

Una mañana más.
Mañana maldita.
No pude ver tus ojos
ni coger tu mano.
No pude andar tu camino
ni estar en tu compañía.
No escuche tu palabra
tu lamento o tu ira.
 
Tengo la esperanza
de conocerte algún día.
La muerte se llevó tu vida
y me dejó con la añoranza.
Eras amante, familia,
persona desconocida.
Ya no me eres ajeno
y te sigo recordando.
Te veo en las nubes
y en el mar el calma.
Te oigo en el viento
y te siento. Siempre.

lunes, 10 de marzo de 2014

Hablar

La boca habla igual que besa. O besa igual que habla. O debería ser así. Si lo hace bien, claro. No creo que una boca pueda hacer las dos cosas mal. O si. No sé.
La boca dice verdades igual que miente. Habla fuerte para luego susurrar. Puede insultar igual de bien que luego recitar un precioso verso. La boca incontinente que no para de hablar. Porque no sabe callar. Razona cuando puede y reivindica a gritos cuando no le queda otra. Habla alto o bajo y calla cuando toca. Aunque la boca está hecha para hablar y no para callar. O también.
Pero cuando calla a veces también dice. Cosas del lenguaje. Propaga rumores. Grita verdades. Calla secretos. Susurra intimidades. Sonríe miradas. A veces, antes de hablar, se humedece los labios. Sus movimientos se interpretan. Sus muecas se entienden. Se le invita a callar a las buenas, "mejor no digas nada". Y a las malas, "cierra el pico". A veces las invitaciones son reales, "porqué no te callas". O también, "tiene la palabra".
Cuando muchos hablan al mismo tiempo se produce un griterío. No se entiende. En las tertulias todas las bocas quieren hablar y se interrumpen. Es para molestar. Como en el congreso. Pero está la vicepresidenta que también tiene boca, "no tiene usted la palabra, señoría". Lo repite mucho la vicepresidenta del congreso porque no tiene otra cosa que decir. Tiene una boca tonta y no da para más.
La boca infanta o infantil que ha aprendido a hablar para ocultar a sabiendas. "No me acuerdo". "No lo sé". "No tengo constancia". Una boca no debería de abusar de estas cosas porque se nota que son para mentir. Luego está la boca que habla para agradecer un premio. Elegante siempre. Una boca debería tener estudios de oratoria. Pero no es así.
Cuando nace sólo babea. Luego balbucea. Pasa a decir sus primeras palabras que todos sabemos cuales son. Porque nos esmeramos en enseñarlas. Con el tiempo se va independizando y ya no repite. Improvisa. Recita. Habla tranquilamente. Insulta con toda libertad y con ganas. Y esas cosas.
Es cuestión de que lo que haga, lo haga bien. La boca de quien reconforta y la de quien te desespera. La que se despide para siempre cuando es el último día. La que dice buenos días venga como venga la mañana. La que dice buenas noches incluso cuando hay tormenta.
La que es agradable y la que es odiosa. Que a veces es la misma. La que recita versos en voz alta para que el eco y el viendo los difundan. La que habla educadamente los domingos y las fiestas de guardar. Las bocas que susurran piropos en la intimidad. Son bocas clandestinas que luego besan.
Las bocas que hablan de los recuerdos porque tienen memoria. Las bocas que hablan inspiradas en horas mágicas. Las horas que van desde el búho al gorrión. Las horas primeras de la mañana. Las que están reservadas para el amanecer. La boca del profesor que explica y pregunta. La del sacerdote que sermonea. O la del militar que sólo sabe dar órdenes.
La más peligrosa es la que sube a la tribuna y se pone a mentir. Aunque no lo parezca. La boca no tiene piel y por eso es más sensible a todo. La boca que se siente libre y molesta cuando habla. Pero yo formo parte de la libertad y lo siento si molesto. La boca callada cuando corríamos delante de los grises. No se fueran las fuerzas. Luego fuimos buenos corredores de Sanfermines. Correr y callar. Como el libro que es libro y se acostumbra a vivir cerrado entre otros.  En un estante. 
No tiene culpa la boca de ser así. Habla lo que sabe o lo que le indican. Aunque a veces se le escapa alguna espontaneidad, "parece que va a llover". Hay que armarse de palabras para la oratoria. Porque hay que hablar bien. Ser formal y educado que insultar no tiene futuro. Si tienes boca habla. Y si no tienes prisa, piensa antes de hablar. Salud.

jueves, 6 de marzo de 2014

Flores secas

El anciano era mayor, o viejo,
le vi los años en un descuido
de un negro descolorido oxidado
le vi la memoria en su hablar
de azul turquesa de mar
le vi sus ideas en su mirar
de vida caducada y objetivos cumplidos.
 
De corazón caliente que vive
escondido en vísceras y sangre
que piensa y escribe libre, siempre.
Con la cabeza perdida y la mente en penumbra
una voz negra con estertores de agonía
ajeno a su futuro por culpa de Morfeo
y por fin la luz blanca que hay al final.
 
La prosa de los muertos que huelen a nada
letras escritas sin tinta y sin rima
agradeciendo las flores secas
de su jardín en calma cubierto de hojas
agradecidos al viento por su compañía
con sonidos de flauta y susurros afónicos
en su memoria.
 
La escritura no es indiferente
siempre comprometida y quieta
como las nubes y su lluvia
como las noches de insomnio protegido.
Escritura que huele a calle estrecha
a tierra húmeda y a pino
a incienso y a oraciones de penitencia.
 
Estuve en la calle blanca
donde las losas se despegan
y los epitafios hablan por los que allí moran
donde la noche releva a la noche
porque ya nunca será de día
 el frío y el moho pasan desapercibidos
entre flores secas, llantos y oraciones.

sábado, 1 de marzo de 2014

Benito

Es mi momento relaxing cup of café con leche y ensaimada. Como cada mañana en el bar de Pepe. Junto al mar. Faltaría. Es de todos sabido que me gusta Umbral, y otros. Su estilo, y también otros. Por todo ello digo que estoy en uno de los pasajes del libro cuya lectura me ocupa. Uno que Manuel Rivas escribió en "las voces bajas".
No cito textualmente aunque entrecomille porque me lo he adaptado y hay añadidos y desmentidos y parecidos y esas cosas pero viene a decir que "su padre, ya mayor, fue a examinarse para obtener el certificado de Estudios Primarios. Se preparó con ayuda y estudió mucho. Uno de los ejercicios fue escribir una redacción. El tema era Mis vacaciones. Sigue diciendo que su padre dejó el bolígrafo y se levantó de la mesa para irse del examen. La profesora al verlo lo llamó y se dirigió hacia él para pedirle alguna explicación. ¿Porqué abandona ahora? Y él respondió: Nunca fui de vacaciones. La maestra se quedó pensativa y le dijo: Siéntese y escriba lo que quiera, hombre. Escribió las aventuras de su tío Benito. Toda una leyenda. Empleado de la compañía de electricidad que iba leyendo contadores a falta de libros y cobrando kilovatios. Educado y con voz de tenor. A su padre le gustaba mucho Sevilla aunque nunca fue". Bonito fragmento que he querido reproducir, más o menos, para deleite de todos. Porque el andar de Benito se hizo famoso por las calles de Sevilla. "Sobre todo en verano cuando el suelo era de brasas que le quemaban los pies".
Hoy mucha gente tampoco sabría qué decir sobre las vacaciones. Tendría que recurrir al recuerdo o a la improvisación. El lucimiento vendría de escribir sobre penurias de crisis. Sobre papeleo en la era digital. O sobre temas de conversación en las interminables colas del paro. Por citar algunas cosas. Y aprovechando el momento y la ocasión digo que yo también tuve un tío cobrador. También se llamaba Benito. Mágicas coincidencias. Estaba empleado en una empresa funeraria. Iba recorriendo calles. Subiendo pisos. Tocando timbres. Y hablando sobre las bondades de morirse con su empresa. Esquela en blanco y negro y recordatorios con fotografía en color. Las esquelas en periódico de papel. Que a los muertos no les gusta publicitarse en internet. Caja de pino lacada con guata en el fondo forrada con tela de raso. Seis cirios de cuarenta centímetros en el velatorio. Una corona y un ramo de flores con cinta morada y frase a elegir. Todos los medios de transporte utilizables de la marca Mercedes Benz. Como los ricos. Y otros detalles. Mi tío también se pagó el entierro y funeral a plazos y por adelantado. Arriesgando a que el fin del mundo llegara antes de morirse.

Pero la memoria se le fue oscureciendo poco a poco. Como llega el atardecer. Y en su mente se hizo la noche con oscuridad y silencio. No recordaba los nombres de los clientes ni sus direcciones. No reconocía sus caras. La funeraria lo jubiló del trabajo activo y responsable. El paisaje desapareció de su mente y se quedó sola en un desierto sin oasis. Con tormentas de arena. Llevaba una vida sin sentido. El tiempo dejó de avanzar en un invierno permanente. Frío y lluvioso. Siempre tenía un libro en la mano. Como antes. Pero ahora, al final, ya no leía. Sólo lo miraba y lo volvía a cerrar. Sería la costumbre. La vida le envolvió la memoria con papel de olvido. Para siempre. Un día regresó a la funeraria, se paseó en mercedes, y no volvió a casa. Se fue a un territorio artístico por descubrir.
Todo esto viene a cuento porque mi tío Benito siempre quiso ser escritor. Pero nunca escribió una frase. Eso me decía y así lo cuento. Su madre -mi abuela- quedó afectada y le quisieron comprar un regalo. Un detalle. Pensaron en regalarle un artilugio doméstico del que ella hubiera sido depositaria solamente. Dijo que no. Que quería ser como el tío Benito. Quería un libro, y de poesía, que fuera suyo. Y poder leerlo cuando quisiera. Y llevarlo de la mano donde fuese. Y memorizar versos para recitar con las amigas. No como hasta ahora que lo hacía en la clandestinidad. Como si fuera algo malo. Así las cosas. Descansa en paz tío Benito que la abuela ya tiene su libro de poesía. Salud.   
 

martes, 25 de febrero de 2014

Operación Palacete

     Yo estuve en el Palacete. Sé la verdad y os la voy a documentar. El primer amor es el que vale pero la primera verdad no tiene porqué ser la que cuenta. Quien no esté preparado que no siga leyendo. Las cosas no siempre son como han dicho que son. Vamos a afrontar la verdad de una puñetera vez.
El mundo de la cultura y la literatura anda revuelto estos días y con sobrados motivos. No es para menos. En el Convento de las Trinitarias situado en el Barrio de las Letras de Madrid se están llevando a cabo unas obras de remodelación y adecuación de espacios. Los obreros, en unas dependencias no habitadas desde no se sabe cuánto tiempo, han encontrado unos folios antiguos manuscritos. Expertos y estudiosos contratados por el ministerio de cultura se han puesto a analizar el material encontrado. Se trata de unos cincuenta folios de papel bien conservado pero muy antiguo escritos a pluma. Estaban bien colocados y bien guardados en un arcón. A primera vista y después de leerlos detenidamente parece que hay pocas dudas. Este manuscrito podría ser obra del mismísimo Cervantes. Los intelectuales piensan que esto podría desvelar algo más sobre nuestro insigne escritor, pensador y humanista. Ahora es el turno de los que restauran, copian, fotografían, microfilman, estudian detenidamente y luego de todo esto nos dirán. Hay buenas vibraciones y mejores perspectivas.
     Se desprende que Don Miguel de Cervantes vendría de hacer un crucero por el mediterráneo. Digo que vendría en muy buen estado de salud después de doce días por el mar y con paradas en dos puntos del norte de África. Aunque no queda claro y mucho menos después de haber empezado a analizar estos escritos a los que hago alusión. Antes de partir hacia el crucero habría mandado un wassapp a su hija que por aquel entonces era la madre superiora del Convento de la Santísima Trinidad en Madrid. Como quiera que se trataba de un convento de clausura y no teniendo Don Miguel a dónde ir cuando llegara a Madrid y dado que su hija era la madre superiora del convento, habría pedido licencia al arzobispado -que tenía y sigue teniendo potestad en estas cosas- para que su padre pudiera albergarse en el convento al cuidado de las monjas y de su hija lo que le quedara de vida. Estamos hablando de una persona mayor con una salud de hierro que viene de un crucero y de un viaje en AVE. Sabemos, no obstante, que está aquejado de una hemiplejia izquierda que le obliga a andar con muletas y que habla con dificultad. El arzobispado en cuestión habría accedido y convenido en que así fuera y que estuviera atendido por su hija y es resto de las monjas hasta su muerte. Queda claro -por lo leído- que no era manco ni que sufriera heridas de guerra. Padeció de una embolia que le provocó una hemiplejia izquierda y de la que ya estaba recuperada la movilidad de la mano aunque no tanto de la pierna. Queda medianamente claro que desembarcó en algún punto del levante español y que viajó en AVE hasta Atocha. 
     Los primeros expertos en hablar han dicho que la escritura está hecha con mano temblorosa y que habría escrito estos folios poco antes de morir y después de haber sido confesado y haber recibido la extrema unción. Era de izquierdas pero se hizo católico en la vejez. Es una especie de ensayo autobiográfico escueto en el que resalta sus ideas y sus pensamientos con momentos de gran lucidez y brillante en el fondo y en la forma y otros pasajes algo confusos producto de su avanzada edad que contaría según estimaciones los noventa y tres años.  Estaría Don Miguel en su mundo y su universo atemporal donde la necesidad le obligaría a coger la pluma y plasmar sus vivencias y sus creencias. El escrito es asombroso y versiona los últimos momentos de su vida.
 
     Mantiene su creatividad habitual y sugiere anécdotas inéditas de su vida que los historiadores datarán y pondrán en su sitio. Un documento de enorme importancia y trascendencia para las letras españolas y para conocer un poco más sobre su vida y sus padecimientos; "pronto ha de llegar la noche que borre mi memoria y se haga la oscuridad más absoluta. Tengo la  certeza porque la presiento y porque es ley de vida y mientras pueda ver mi sombra seguiré escribiendo lo que piense. Estoy preparado para partir. Tengo ya, un pie en el estribo". Podría parecer impreciso pero puntualiza algunos pasajes de su vida de forma breve pero intensa. Da gracias a Dios -al que blasfemó tanto como pudo- porque le ha procurado este final y no otro peor. El crucero han trasformado sus sufrimientos y su angustia vital en reconfortante vitalidad y ganas de escribir un bonito final para su carrera. Es un escrito muy personal y apasionado. El momento lo requiere. Es un biografiado a modo de ensayo o viceversa. No escribe para un público. Escribe para él como si de una confesión se tratara.
     Esta construcción literaria se restaurará y se guardará celosamente en algún sitio donde cualquiera de nosotros podamos contemplarla. Será lectura obligada y los críticos harán versiones para todos los gustos. Sin duda alguna se trata de un gran hallazgo después de que las mismas monjas perdieran sus huesos en otra remodelación anterior del convento. No siempre las cosas son lo que parecen y alguien debe proporcionar luz. Esta vez me ha tocado a mi. Basta de mentiras y de manipular la historia.  Salud.  


Tweets

Estaré al lado del mar
quiero perder la noción del tiempo.
 
Palabras con música
para los días de fiesta.
Individuos sin palabras.
Palabras en blanco y negro
sólo palabras.
Palabras con memoria
palabras olvidadas.
Palabras ahogadas
en la amargura de la vida.
Palabras plañideras
que sólo hablan de penas
y te hacen llorar.
 
Amor a primera sombra
encontrado por casualidad
cuando seguía una silueta
silenciosa y sin sombra.
Hemos quedado
con las últimas luces
estaremos juntos
hasta las primeras luces.
Mirar el mar y esperar
no todo es leer y escribir.
 
Ajeno a santos, héroes y mitos
y a alguien más.
Pasión que grita con voz afónica
melancolía triste de ojos cerrados.
Acordes de guitarra, toque flamenco
ritmo de tacones y voz desgarradora.
Silencio que habla la música
sin orquesta de cante gitano.
 
En la noche cerrada
reconozco tu perfume de mar
espoleado por el viento.
Me enamoro de una estrella
no habrá descanso esta noche.
Sombras mudas de la oscuridad
que hace invisibles las huellas.
 
El mar viene manso, sin romperse y sin espuma.
Las campanas suenan a ocaso y a retiro.
 
 
 
 


martes, 18 de febrero de 2014

Mirada

Me quedé con su mirada. Con sus ojos desnudos que permiten ver los secretos que encierran. Esos ojos de esa mirada. Maravilla de la creación. Que dejan pasar la luz de la mañana y le dan color. Color de cielo y mar. De música y viento. De ganas. De esperanza. Mirada de aire fresco. De fantasía. De mar y de olas.
Esos ojos y esa mirada puestos en un rostro serio. De brillo melancólico. Mirada pensativa, a ratos. Mirada profunda que se pasea solitaria por los caminos solitarios. Para dejar huellas distintas. Y las deja. Ojos que insinúan.
De persona divertida, ocurrente y atrevida. Mirada con imaginación de otros tiempos. Muchas veces incomprendidos porque no son de este tiempo. Que hacen que la normalidad esté en la diferencia. O que la diferencia sea normal.
Ojos que miran a todas partes. Mirada acomodada a los caminos alternativos. Mirada de discurrir y darle vueltas a las cosas sencillas. Para descomplicarlas.  La estética de los ojos y de la mirada puesta en la vida. Momentos y hechos que quedan. 
Y pienso cuando de pequeño te espetan esta maldita frase, "a ver si eres lo bastante hombre". Que error. Porque tu decides seguir siendo niño porque te va bien. Y porque no sabrías ser otra cosa, todavía. La niñez y su mirada. Porque la niñez tiene su mirada. Distinta a la de cuando eres adulto.
Se nota enseguida en cuanto ves unos ojos. Los ojos. La mirada de las personas que emigran es distinta. Se nota la necesidad aunque no siempre las ganas. Los ojos alegres del que se va por primera vez. O eso parece. En contraste con los ojos y la mirada del que se queda. Porque no le queda otra. Huérfano y desatendido.
Mi amigo Eugeni escribió un libro titulado "El emigrante". Trata del que regresa y no del que se va. Tardó meses en poner el título. Quería reivindicar el emigrar desde cualquier sitio para volver a tus orígenes. Cuando las cosas te han ido bien. Y cuando no ha sido así. Porque cuando las cosas te van mal, vuelves.
Benito cuando regresó tenía poco dinero. No lo dijo y pensaron lo contrario. Compró un televisor y lo puso en lo alto de una estantería en un sitio privilegiado del bar. Empezó a ir más gente por el bar para ver la televisión. A ratos apagada y otros en niebla de puntitos inquietos y ruido monótono. No llegaba señal en el pueblo. Pero a la gente no le importaba. El bar siempre lleno y la gente consumiendo mientras hablaban del televisor. Aunque nunca se vio nada.
El simbolismo del emigrante cuando vuelve fracasado y disimula. La prosperidad del que vuelve sin nada. Expectativas insatisfechas. Todavía está el televisor de la niebla y los puntitos inquietos con su ruido monótono. Pero no hay otro televisor en el pueblo. La gente no tiene tanto dinero. Benito emigró y no le fue bien. Pero compró una tele. Ahora tiene clientela. Miran y se dejan hipnotizar.
No es lo único que hipnotiza. Hay una sombra que se ha instalado en el pueblo en forma de ironía de la vida. En el aula de la clase de primaria había dos cuadros sobre la pizarra y al lado del maestro. Uno representaba a Jesucristo agónico y moribundo. Daba lástima. El otro era Don Francisco y también daba lástima por su aspecto agónico y sin futuro. Ahora no están ninguno de los dos. Ya dije que no tenían futuro. Lo supe por su mirada.
Las clases de gimnasia y deporte eran más propias de un campamento militar que de un centro educativo. El maestro tenía los ojos hundidos y mirada penetrante. Como todos los maestros. Mirada de las que imponen. Un hablar bíblico y determinante. Incuestionable como por mandato divino.
Espero un detalle de la vida. El único detalle que tiene la vida y que todos conocemos es la muerte como requisito para darte una mejor vida. Es lo que dicen, pero ya veremos.
Nos decía el maestro que cada mañana nos miráramos al espejo. Que cambiásemos lo que hiciera falta hasta que estuviéramos satisfechos con nosotros mismos. Era complicado hacer eso cada mañana. Él también emigró cuando era joven. Encontró algo mejor cuando volvió. Emigrar no ha resultado ser un buen atajo para encontrar algo mejor.
Me asustaba el maestro cuando me miraba fijamente. Y más aún cuando espetaba, "sé en lo que está pensando, Sr. Negre". Nos habían dicho que los pensamientos eran secretos. Pero el maestro los sabía. Por lo menos sabía los míos. El ciprés también mira. Su mirada dura lo que su sombra. La sombra del ciprés, al ser éste delgado, dura ocho minutos. En verano jugábamos debajo de la encina. Su sombra duraba todo el día. Salud.
 
 

 

viernes, 14 de febrero de 2014

Rimar en Febrero

Palabras regaladas de deleite inmenso
de la lumbre de la sabiduría
con la esperanza venida desde abajo
a consumarse en el presente
agonía de lágrimas y suspiros
gemidos de esperanza contenida
espinas de rosal ensangrentadas
dando palabras de belleza consentida
que llevan melodías de cantares.
 
Cortina oscura que trae la noche
derrama silencio en calles y casas
apagando los enojos que los ojos miran
quedando los aromas de la mañana fresca
que el aire trae al vuelo del alba
iluminando mar, montañas y valles.
 
Resplandecen los sentidos desde dentro
gloriosos de fuego los sentimientos
el poder de los sabios que no saben
socorrer al vencido sabiendo vida
ciego de tinieblas convertidas en ti
arrimadas al olvido polvoriento
que no sople el aire o vendrá el olvido.
 
Forma, figura y sombra
del dolor interior que desfallece
viviendo la esperanza entre borrascas
cansado de soledades y engaños
disfrutando la grandeza de la letra
escrita con sangre esperanzada
que tampoco rima en Febrero.
 


miércoles, 12 de febrero de 2014

Palabras

Las letras y las palabras despertaron. De su larga noche. Noche intemporal, pero despertaron. Volvieron al equilibrio del momento. Se situaron a dónde está el sentimiento. A la vida escrita. Volvieron a ser metáforas y eufemismos. Realidades y utopías. A decir cosas que son. Que no son. O decirlas de otra manera a lo que son o no son. Creo que me he liado pero sé que me has entendido. Pues eso quería decir. Despertaron y volvieron a ser palabras poéticas. Con un punto de melancolía. Románticas. Bonitas. Volvieron a ser cultura literaria.
Despertaron de su noche. De su sueño. De la pradera del olvido. De la casa donde viven en habitaciones separadas. Es el invierno de la literatura y a ratos hace frío. Las noches poéticas tienen luz propia. Como las estrellas. Con el significado de siempre. Porque nunca han dejado de ser. Simplemente dormían el sueño de las letras, las palabras, las ideas, las frases, los textos. El sueño de la prosa y de la poesía. Y esas cosas.  Se han insinuado al papel y se han aliado con la pluma. Ahora se han dejado plasmar con libertad y han vuelto a los libros y otros textos. A las historias bien escritas y bien contadas. Palabras que huelen a primavera porque lucen con todo su esplendor. La brisa del mar las perfuma. Y se nota. Cuentan su despertar y lo que ocurre a su alrededor.  Porque las letras y las palabras no tienen olvido. Somos nosotros si acaso. Ordenadas en líneas y cautivas entre hojas en espera de ser leídas.
Han despertado para ocupar el ocio y su tiempo. La necesidad. La curiosidad. Aligerar las penas y provocar tormentas.  Peleando para que el marcapáginas duerma entre sus hojas. Y siempre entre hojas distintas. Hojas que se dejan acariciar por los dedos. Para sujetarlas o girarlas. Palabras que se conforman con ser protagonistas de algún acontecido. Algún mensaje. Una biografía. Una historia, o lo que sea. También pequeños relatos en un blog.
Recuerdan haber soñado mientras dormían. Que formaban parte de grandes historias y bonitas. De batallas ganadas. De biografías excelentes. De libros con premio. Normal. Tienen asegurada su inmortalidad. Siempre habrá alguien que las escriba y las lea. No desaparecerá la escritura y los libros. Esto también lo han soñado. Se repiten en distintos textos para decir lo mismo. O cosas distintas. Que esta es la riqueza de las palabras y las letras. Y además de ser escritas también son habladas en conversaciones entretenidas. Tienen vida propia siempre a merced de una idea. De una pluma. De una hoja. De un lector en definitiva. De las últimas en despertar formarán parte de un discurso de un premio Cervantes. Qué grande.
Algunas son  más importantes que otras. Relevantes. Imprescindibles. De rellenar para alargar. Describen la condición humana. Tienen la obligación y la necesidad de relacionarse entre sí. Y lo hacen lo mejor que pueden. Se juntan para asegurar un significado. Sólo la pluma lo sabe hacer con maestría. Los labios que las pronuncian con diplomacia y entonación precisa. Han despertado las letras y las palabras. De su noche. Ahora han vuelto a llenar páginas. Con distintas ideas y estilos. Han vuelto a ser pronunciadas por bocas grandes y pequeñas. Otra vez a la rutina del día a día. Ejercerán la crítica sobre ellas mismas.
Ampliar horizontes literarios. Cada una en su libro o escrito. Siempre con dignidad. Tienen timbre. Tono. Matiz. Sensibilidad. Exquisitez. Empeño. Excelencia. Y otras cosas. Cualidades culturales y literarias propias de un despertar. Tuvieron un sueño. El sueño de los sabios. Y ahora, al despertar, lo escriben. Salud.

viernes, 7 de febrero de 2014

Reflejo

El lenguaje no sólo es texto. Eso ha dicho el poeta justo antes de empezar a escribir en una esquina de la boca del metro.  Enfrente del músico saxofonista. Amigos que son en las aventuras y desventuras.
Conoce muy bien el poeta que hay un recodo moral en un paraje del bosque. En un alto de la Serra de la Tramontana Mallorquina. Casi arriba del todo. Un lugar para perderse antes del anochecer. Es mirador de s'Archiduc.  Se puede ver un resplandor en el mar. Pero se resiste. No lo consigue escribir. Este resplandor es como un muro donde choca el eco y se rompe en miles de silencios. Porque el lenguaje no es sólo texto.
Hay un vacío de siglos. Reflejos de fantasmas del pasado que el viento agita desde el vértigo de la altura. El mar, ajeno a todo, contiene el reflejo y lo mueve con las olas hasta perderse en la orilla. Pero la dignidad del poeta no está vacía. Rebosa valores de escritura útil y serena. Que gusta porque dice y cuenta. El reflejo es silencioso y guarda secretos. Celoso de sí.
Es arte el reflejo. Y el mar. El eco roto en silencios y el vértigo de la altura. El lenguaje es arte porque no es sólo de texto. Escucha el poeta una música. O un canto. O el murmullo de las olas camino de la orilla. Quizá el roce del mar sobre la arena. Mira y escucha el poeta. Son los sonidos de tiempos pasados. De una historia silenciosa y silenciada. Que se intuye. Viven en este recodo moral que no se pervierte. Con el reflejo. La herida ya no está pero queda la cicatriz. La huella. Las ruinas. Los pinos y las encinas. El aire que es el mismo. Lo sabe el poeta y @Trampagos que lo respira. Suben a estos sitios con la facilidad de las cabras.
Da para mucho mientras se acomoda en la esquina de la boca del metro. Prepara lápices y papel. Pluma y tinta. El músico templa el saxo para que no desafine. Y el ruido del vaivén de la gente apresurada y falta de tiempo. Porque siempre corren y siempre dicen que llegan tarde. El temblor de la tierra cuando pasa el metro. El poeta no tiene prisa. Le ha ganado la batalla al tiempo. Pero tiene sus momentos de tristeza porque no puede ver el mar ni el bosque. Y ese reflejo que quiere escribir y no puede.  Es que el lenguaje no es sólo texto. Siente rareza porque un niño se acerca y se detiene delante. Escucha atento los versos que pronuncia. Cuando termina abre los ojos y levanta la mirada. Observa que el niño ha dejado la mochila al suelo y le aplaude. Y se va corriendo para no perder el metro.
Es compleja la vida pero el poeta hace tiempo que se propuso hacerla fácil. Sale fuera y ya no llueve. Hay un charco y en él un reflejo. Se mueve el reflejo porque se mueve el agua. Si no se está quieta no hay quien lo escriba. Parece un paisaje con fantasmas aunque estos últimos no se ven. Es la frustración del poeta  callejero que en todo ve el arte y lo quiere escribir con rima o sin ella. Pero no tiene mar. Ni barca. Ni acantilado de vértigo. Sólo un reflejo urbano. Sin algas marinas. Tampoco el olor acompaña. Le cuesta al poeta subir a la superficie urbana. Las escaleras han envejecido con él. Si cambiaran los escalones por unos nuevos seguramente sería distinto.
El poeta y el músico del saxo mantienen una relación de amor y odio con sus cuartillas y sus pentagramas. Curiosidad e indiferencia. De necesidad. Escribe sobre cosas marinas. Sobre los restos que los temporales arrastran hasta la orilla. Pero cuando piensa en el reflejo se para y queda pensativo. De qué estará hecho el reflejo que no lo puede escribir. Sólo ve unas aves marinas surcar el cielo mar adentro. Se tiran al mar y salen con un pez en el pico. Luego vuelan de regreso al acantilado donde tienen su nido inaccesible. El mar cuando se pone violento se llena de cadáveres. La tierra también. La gente les llora y se estremece el poeta. El mar es como lo han hecho no como querría ser.
Ahora el poeta se sienta y escribe. Maneja el tiempo poético de la rima. Pero no el de la prosa. A veces recita con voz marina de color turquesa y olor a sal. El músico le acompaña imitando la tempestad de las olas. Salud.  

miércoles, 5 de febrero de 2014

Restos de poesía

Paraje remoto.
Sin nada en la orilla.
De sueños y de horrores.
Con treguas de perdedores.
Con aguacero y viento.
Y nuestra voz con su memoria.
 
Cenizas de una pasión.
Restos de momentos poéticos.
Con el destino quemado.
Sobre la cuerda de la nada,
soportando la vida.
Con desmesuradas emociones.
A las luces de la ensoñación.
Dejando que pase el tiempo.
 
De la mano, mar adentro.
Soportando un fuerte oleaje.
Porque nos quisimos sin poder querernos.
Inseguridades que a nadie importan.
Momentos entre la niebla.
Sólo el faro alumbra el humo.
Que desaparece con el aire.
 
Mil razones para querernos.
 Atenazados a una vida imaginaria.
Que sortea el abismo con nostalgia.
Rodando como una piedra de rio.
 
Enterramos las cenizas.
Las regamos con lágrimas.
Las abonamos con miradas.
Cuando llegue la primavera.
Nacerá una pasión fortalecida.
Mimada por el sol y el aire.
Por la oscuridad y el silencio.
En un paraje remoto.
 
 
 


domingo, 2 de febrero de 2014

La casa

Anda escorado del lado izquierdo por una cojera. La guerra le había roto un tobillo. Además le había provocado un cansancio anatómico de brazos caídos con joroba desproporcionada.
Cuando llegó de hacer la guerra -en los bandos para no herir sensibilidades- se construyó una casa pequeña colindante con la de sus padres. En un solar compartido con un huerto y un corral de animales con una caseta. La casa tiene los muros gruesos de esos que insonorizan el ruido para darle espacio al silencio.  De esos que no dejan pasar el frío del invierno ni el calor del verano. De esos que no escuchas cuando el vecino tose o cierra la puerta. Está situada en un alto del pueblo y se accede por un camino de tierra. Más o menos en condiciones. En verano es un desierto de polvo. En invierno, cuando llueve, pisas un barro espeso que te dificulta la llegada. A cinco minutos a pie de las casas que conforman el núcleo antiguo del pueblo.
Desde este alto se puede ver un mar con genio. Que calmado casi nunca está. Casi dos años le duró construir la casa. Pero ha quedado bien y bonita. Los vecinos se acercan para verla. Es una copia casi exacta de otra que había visto en otro sitio donde había estado haciendo la guerra. Un día le enseñó un dibujo al alcalde. En uno de esos papeles arrugados de envolver. Al alcalde le gustó y le dio permiso para construirla. Así, de palabra. Sin más papeles ni planos. Como se hacían las cosas antes. Con honradez. La casa forma parte del entorno natural. Un anexo de unión entre el pueblo y el bosque. El mar está al otro lado. La separa del mar un terraplén de matorrales y chumberas peinadas tierra adentro. Es el viento que peina así.
Mientras duraron las obras vivió con sus padres. Se ganaba la vida arreglando bicicletas. Aprendió el oficio en el ejército en los ratos libres que no había guerra. Un pequeño taller céntrico. Para moverse por el pueblo es el mejor medio. Es alto, robusto y ágil. Habla tranquilo sin gritar. Tiene una sordera de los cañonazos de la guerra. Algunas noche se despierta pensando estas cosas. La conciencia tiene menoría. Hay cosas que no se olvidad. Yo personalmente creo que necesita un poquito ruido de ternura. Le ha ido bien construir la casa. Lo ha hecho solo. Alguna vez ha necesitado ayuda y se la han ofrecido.
Después de un día duro de trabajo se acerca al terraplén y mira al horizonte. Espera que el sol se ponga. Lo mira detenidamente. Y luego cuando la oscuridad empieza a rodearle se recoge en la casa de sus padres. Más pronto que tarde tendrá la suya. El alcalde se acerca, a veces, para ver cómo avanzan los trabajos. Toman una copa de licor de hierbas. O dos. Que tampoco es cuestión de contarlas. Templan los nervios, espantan las enfermedades y matan los microbios. Y si te pasas se te suelta la lengua y ya no puedes parar. Lo hizo un día y antes de que el alcalde se fuera ya había conseguido una subvención para las vigas de madera y las tejas árabes. Junta la pared con el techo y deja una ventana en medio. O una puerta.
Otro día deshizo la tierra para construir un pozo de agua fresca. Con la tierra que sacó allanó el huerto. Dos años acumulan mucho trabajo. Trabajo hecho en silencio porque necesitas oírlo mientras lo haces. Los golpes en la piedra te hablan de la piedra. La interesante conversación de un cincel o una gubia con la madera. Para conocer su calidad y sus cualidades. El sonido ambiental lo pone el aire y el mar cuando el viento lo maltrata. Ahora la casa está terminada. La satisfacción del trabajo hecho y bien hecho. Ha venido el párroco a bendecirla porque es la tradición. Sigue con su trabajo en el taller de bicicletas y cuando termina hace vida social. Frecuenta lugares buscando moza para compartir la casa y su vida. Le resulta más difícil de lo previsto porque le faltan horas de sociedad. Por cierto, no me he olvidado de poner su nombre. Me ha dicho que no lo ponga porque quiere vivir en el anonimato. Salud.

miércoles, 29 de enero de 2014

El desamor

He cremat les paraules.
Les que no vols escoltar.
I els sentiments que no vols sentir.
El vent ha llevat el fum i l'olor.
No vui guardar recorts.
Perque ja no em fan compañía.
I mentres tú, dormint,
 
No puc evitar el meu patiment.
Saps que t'estimava.
Aquest hivern han plogut llàgrimes.
Sent l'olor de la terra homida.
L'angoixa de no veure papallones
n'hi de sentir cantar els gorrions.
 
Horabaixa vora el mar.
Les muntanyes ocres al darrera.
El sol a punt de tocar l'aigua.
I l'enyorança que no em deixa alenar.
Ja ni el mar em dona condol.
 
Demà començarem de bell nou.
Ara mateix he bufat l'espelma.
Vull el silenci i la foscor de la nit.
Viuré com un viatjer solitari.
Caminant pel desert de la vida.
 


viernes, 24 de enero de 2014

El viento

Esos días de invierno el aire corta la cara aprovechándose del frío. El viento lucha con la morera del jardín y puede con ella porque no tiene hojas. En verano no podrá con la morera ni con los otros árboles de hoja espesa. Las noches de tormenta se pasan en la cama. Es distinto todo. Los truenos no se oyen igual y el frío pasa desapercibido debajo de las sábanas. A la mañana el cielo está nervioso. Descolorido y llorón. Algún trueno quejica. Pero al bosque esto no le importa porque en invierno duerme. Cuando llegue la primavera el cielo volverá a ser el de siempre. Y sólo habrá uno. Ahora hay varios y el más alto que casi nunca se ve es el de color azul. Y se comportará como siempre lo hace después de haber pasado el invierno.
Un poco más lejos hay una casa con un viejo tejado que el viento ha tirado. No tiene miramientos el viento. No vive nadie en esta casa de tejado viejo y derruido. Sólo se aprecian signos de abandono como únicos moradores. De día vive el aire y el silencio. Cuando el sol se pone la oscuridad se acerca a pasar la noche. Duerme en ella. Aquí nadie molesta a nadie. No hay persianas ni cristaleras en las ventanas. Tampoco hay puerta en la entrada. Por eso entra la niebla y el frío. El viento y la luz de la luna. Y el ruido del mar cuando se rompe contra las rocas. Hay unas gallinas, un gallo y otros animales que habitan los alrededores de la casa. Pero no entran. Duermen sobre las ramas de la morera. Hasta el alba. El gallo se despierta y nos despierta. Esta noche ha llovido mucho y la tierra se ha ablandado. El sol es tímido y quiere secarla. Pero es un sol de invierno y no puede. El viento también lo intenta pero la lluvia insiste. Así no se puede.
Hoy he entrado en la casa para oír y oler el pasado. Nadie quiere acompañarme. Estremecen las pisadas y el ruido de la madera vieja. Son crujidos de dolor. El eco no sale de la casa. No quiere que se sepa lo que allí paso. Yo paro un momento la lectura y pienso en la historia de la casa del tejado por los suelos. De esos ratos que ya estás encamado esperando que el sueño venga. Y no viene. Y sigo leyendo que hay un anciano muy mayor que vive muy cerca. En una casa con un faro justo sobre el acantilado. El mar de frente. Dice que vive en los confines de la tierra. Está orgulloso. Sabe que después de él nadie seguirá allí. Después del faro ya no hay tierra. Todo el mar a sus pies. Hasta dónde le alcanza la vista. Cuenta que el viento llega hasta el faro y se da la vuelta. Vuelve tierra adentro con más fuerza. Coge humedad y salobre y regresa sobre sus pasos.
El faro donde vive el anciano muy mayor y que se encuentra en los confines de la tierra está colindante con una ermita. Dicen los lugareños que los santos de la ermita están petrificados por el frío que el viento trae. Cada domingo el cura dice misa y la ermita se llena de gente que reza y canta. Cuando llega el sermón el cura libera su imaginación ante el silencio de los feligreses. En estas aguas fue dónde Noé soltó la paloma. Oh! Y que al rato volvió al arca con una rama de olivo en el pico. Ahora no hay olivos, pero antes, si. Desembarcaron todos los animales y se quedaron las gallinas, unas vacas, ovejas y poco más. Son las que cuida en anciano del faro y que se pasean por la casa derruida. Sin tejado. Todo cuadra. Es una señal inequívoca que manda Dios. Los parroquianos no parpadean. Viven en lugar sagrado.
No todos los pueblos costeros están en los confines de la tierra. Ni en toldos ellos hay un anciano que cuida un faro y algunos animales. Y mucho menos tienen un trozo de mar donde Noé dejó ir a los animales después de llover tanto. Por todo esto se levantó la ermita que llaman de Noé y que tiene los santos petrificados de frío. Es fácil de reconocer porque el viento aprovecha el faro para dar la vuelta. Acaba de llegar el sueño. Salud.  

domingo, 19 de enero de 2014

La ruta

Hoy he desayunado con Sampedro. Bueno, con un libro suyo y una historia. De esas de leer y pensar. Y darle vueltas para volver a pensar. Sampedro es así cuando escribe. Al final ha sido un desayuno ameno. Agradable. Tranquilo. Una historia que engancha y emociona desde el primer capítulo. Cuando lees: "Todo empezó cando yo nací". Y ya no lo dejas hasta que terminas. Sé que sabéis a qué me refiero.
Después he ido a caminar como cada día porque me lo ha dicho el médico. Yo estas cosas me las tomo muy en serio. Si me hubiera dicho de correr no le habría hecho caso. Pero caminar me gusta y me da tiempo para pensar. Que de eso se trata, además. Un paisano mío no le hace caso y va acumulando enfermedades. Ya está cansado de todo esto y de tomar pastillas. Que de cada vez son más. Llevaba una muleta en el lado derecho para curarse de una cojera. Ahora le han puesto un cabestrillo en este mismo brazo por una artrosis en el hombro. Resulta que ahora tiene que llevar la muleta en el lado izquierdo. Es casi gracioso. La pierna buena y la muleta contra la pierna mala. Así no se puede andar, dice. Tiene razón. Ha aborrecido las enfermedades, la cojera, la artrosis y las pastillas. Ha dicho a su familia que le lleven a urgencias a morirse. Todo por no hacerle caso al médico.
Decía, antes de que interrumpiera mi paisano. Me fui a caminar por el bosque. Para no repetirme demasiado en los lugares aunque los pasos son los mismos. Los pensamientos también van cambiando según el lugar, la hora y el día que hace. Casi cualquier cosa me influye. He seguido la ruta de las hojas caídas en otoño. Es la única ruta posible porque no hay camino. Y si lo hay las mismas hojas secas se encargan de taparlo. No es que me guste en exceso pero tampoco me desagrada. Las hojas secas crepitan y las mojadas, que las hay, me mojan los zapatos y los pies. Como para coger una pulmonía. El otro día llovió fuerte y no bastó ni el paraguas. Ni el chubasquero ni las botas. Las nubes se explayaron y se ensañaron conmigo. Tampoco había motivo, la verdad.
Casi a punto de llegar a casa y cruzo sin mirar. Una imprudencia que no hay que hacer. El susto monumental. Casi me atropella un coche fúnebre. De los de llevar los muertos de un sitio a otro. Un mercedes. Me ha entrado la risa de pensar los titulares. Creo haber visto a Kafka conduciendo. Que ya podría ser. Peatón despistado e imprudente atropellado por coche fúnebre. Se ha tenido que posponer el entierro. El susto de lo que no llegó a ser todavía lo llevo en el cuerpo. Bueno. Yo aquí largando con la pluma y tengo un montón de recados que hacer. Uno de ellos es ir a la plaza a comprar. Me encanta porque las señoras no se cortan. ¡Venga guapo llévate unas frutas que están buenas y son maduras! ¡Mira qué andares lleva desde que me compra la verdura! ¡Tengo pollo campero para caldo que espanta la gripe! Yo dando vueltas y mirando el género. Y rojo como un tomate. Eso son señoras. Con delantal y ganas. Atrevidas y educadas. Las miro y se me va la imaginación tanto como para pecar de pensamiento. A veces he comprado para verlas de cerca y hablar con ellas. Con los morros pintados del color de mis mejillas.
Esas compras las hago cuando llego de caminar. Con cara saludable y color subido. Esas caminatas por esas rutas inexistentes por culpa de las hojas caídas. Ahora en casa toca ponerse cómodo. Batín y calcetines gruesos. Descalzo. Butaca de mirar al jardín y pensar en Sampedro y el desayuno. El aire pasa rápido. Va y vuelve y mueve las ramas. Te dejas conquistar por el sosiego. Mañana seguiré otra ruta. Salud.

martes, 14 de enero de 2014

Poesia de Enero

En todo caso la palabra,
la mirada y los gestos.
Y la lluvia fina que acompaña.
Que moja los versos escritos en el aire.
 
Desahogándome de mi.
De los sentimientos importados.
Y de los exiliados.
Para que no me duelan.
 
Viento quieto de terciopelo.
Un caminar nocturno a tientas.
La calle mojada de lágrimas.
Conversar despacio para evitar la sombra.
Dejando que el tiempo se aleje.
Perseguir la luna sin que se entere.
 
Siempre la palabra y la mirada.
Sudor frio que se agota como la noche.
Cuando el espejo calla.
Y el libro habla por las páginas.
 
Asombros nuevos cada día.
Senderos de hojas caídas.
Intercambiando ideas con palabras y miradas.
Sobre la arena que el agua no cubre.
Sigue hablando, sigue.
Me emociona escucharte.
 
Esto siento en Enero y con viento del Este.
Con las nubes bajas y el frio en el cuerpo.
Mientras el tiempo se aleja.
Después de grabar su huella.
En todo caso la palabra.


domingo, 12 de enero de 2014

Con permiso

Con vuestro permiso. Voy a tomarme unas libertades. Es cada ocho horas y ahora toca. Vivo en un país delicado de estas cosas y necesita tratamiento. Ahora mismo está amaneciendo en sepia y con una densa niebla. Realmente no estoy muy seguro de que amanezca. Si no es así es que he madrugado mucho.  Pero lo han dicho por la radio y yo me fio. Ni siquiera hay paisaje porque está borrado. Las nubes han pintado un fondo color chatarra metalizada. El cielo ha colaborado. Es como una señora sin curvas y con exceso de maquillaje. O con mucha falta de cosmética. En este preciso momento no me atrevo a aventurar lo qué es. No es envidia de sol y moscas. Es lo que hay y nada más. La camarera que me sirve el desayuno tiene una mirada gótica. Yo le doy las gracias con mi voz barroca. Me doy cuenta de que hacen juego y ella también. Por todo lo escrito -que sólo es el comienzo- puedes hacerte una idea de que hoy intentaré parecerme lo más que pueda a mi. Sin llegar al peligro del plagio.
Antes de salir de casa he realizado unos estiramientos como de costumbre. Que dice un científico que es cosa buena para la circulación y las articulaciones. Unas muecas delante del espejo para colocar la cara de siempre. Seria. Y unos bofetones de broma para lucir colorete que demuestra salud. El espejo me ha dado permiso para salir de casa. Más que un espejo de cristal parece una fotografía envejecida de mi mismo. No se trata de hacer el ridículo que para eso están los frikis. Estrafalarios de la vida porque carecen del sentido del buen gusto. Gente sobre la que ningún opinador con pedigrí se ha pronunciado todavía.
Salgo de casa abrigado convenientemente para hacerle frente a la ciclogénesis de hoy. Es una mezcla de frío, niebla, humedad, viento quieto y humo tóxico de los coches. No sabría decir a qué huele la calle hoy. Tampoco estoy seguro de estar en la calle en estos momentos porque sólo adivino siluetas que quieren vivir dignamente el momento aunque el tiempo no acompaña en absoluto. Alguien ha plagiado mi cara porque alguien que no conozco de nada me ha saludado efusivamente. Ha estado un rato callado y al poco, el anónimo, me ha pedido disculpas porque se ha confundido. Y se ha confundido porque me ha dicho que soy alguien calcado a alguien que él conoce. O más o menos esto es lo que he querido entender. Y yo, mientras, haciendo recados pendientes. Si los hago todos tendrá su mérito.
Esta es la crónica de un día sin decorados. De gente sin maquillaje. De siluetas andantes y otras quietas. De confusiones de niebla. De humedad que empaña los cristales de las gafas y los del coche. De escaparates vacíos y echados a perder porque no se ve nada. Ojo que no me atropellen porque tengo todas las de perder y ellos las de ganar con sólo decir que no me han visto. Resulta obvio decir que no me gusta nada lo que no veo. No me gusta no ver. Esto es un vivir a tientas y no soy persona de tener los sentidos muy desarrollados.
Hoy con esta niebla leería o escribiría. Pero no se hacen olimpiadas de leer y escribir. Ni de pensar. Si lo hago no será por medallas sino por convicción. Que es lo bueno. La niebla es espesa y el frio entra por el escote del abrigo y hoy no llevo bufanda. Hoy mi carácter va con el día. Esta noche me acostaré sin una historia que contar. Porque hoy no la he visto. Un día no vivido o vivido entre tinieblas. Llego a casa. Pijama y batín. Música de canto gregoriano que pega con el día. Releer algún clásico. Termino con Umbral y algunas de sus ilustres groserías. Personajes que van de putas y fornican. Que son maricones porque ya tienen doce años y todavía no fuman. Señoras de tetas grandes y culo a juego. Que fuman, tosen y follan y mueren de tuberculosis. Señoras católicas que se benefician de lo que es obispo tiene debajo de la barriga. Después de misa y de un "ego te absolvo a peccatis tuis".  Y muchas cosas más. Que bien describe las guarrerías para estos días de niebla y frio. De esta no me salva nadie de ir al infierno. Salud.

miércoles, 8 de enero de 2014

A vueltas

Dice Rafael que en el fondo es un romántico. Dice bien. Todos pensamos igual. Es un adicto a la rutina. Ambas cosas vienen a ser connaturales a una persona que no ve. La familia. Los amigos. Los cupones. Sus limitaciones. Sus cosas. Tiene la ventaja de que no necesita cerrar los ojos para pensar e imaginar. Tampoco necesita la oscuridad de la noche ni la compañía del mar. Sólo necesita el silencio de la noche que ésta le presta cada noche. Y el susurro de las olas. A los demás nos resulta más difícil. Un algo complicado. Porque tenemos que cerrar los ojos y hacer un esfuerzo extra.
Pero ahora resulta que el silencio de la noche no basta. Ni la oscuridad teñida de negro. Que es cómo se viste la oscuridad más absoluta. Eso dice Eugeni. Se lo cuenta al filósofo, escritor y profesor de universidad casado con Doña Maruja. Hemos inaugurado año y hemos dado por terminadas las fiestas de navidad. Han resultado un poco estresantes para la mente , los estómagos y la cartera. Pues nos queda un año para reponernos. Cuando vuelva ya no nos acordaremos. Vale pues.
Ahora el campo ya no es el mismo. Queda invierno todavía pero la hierba crece fuerte y rápido y algunos almendros ya tienen flor. Muy hermosas ellas. Pero es un suicidio. Cualquier día hará un viento de los demonios o una lluvia pertinaz y serán arrebatadas del árbol. Ellas no lo saben y si lo saben les pueden las ganas de engalanar el almendro. Como si quisieran llamar la atención y llamar a la primavera. Que de todas formas llegará a su debido momento. Salvo que este año no tengamos por culpa de la crisis. Vete a saber. Pero sigue siendo invierno y lo que  queda todavía. El mar también es distinto aunque sea invierno. Frío y calculador. Con su temperamento. A veces hostil y otras amistoso y calmado. Aunque siempre se deja acompañar. Le gusta cambiar el color de sus aguas. Y de las olas. Según haya sol o nubes. Las noches de luna y estrellas o noches apagadas. Lo que no ha cambiado es su perfume. Ese olor a mar. Por mucho que pase el tiempo. Incluso a veces con prisas.
Los sembrados son grandes. Casi tanto como el mar. Verdes. Altos. Se mueven con el viento como si de olas se tratara. Relaja igual si lo miras mientras dejas que pase el tiempo. Y dónde termina el sembrado empieza el bosque. Con el suelo lleno de hojas secas y algunas ramas. El mismo viento que las tiró las cambia de lugar cuando sopla con fuerza. A veces la niebla las tapa y no las deja ver. Y los días de sol éste se cuela por entre las ramas desnudas y cambia el color de invierno por otro también de invierno. Pero el perfume también es el mismo. El sol seca las hojas del suelo que la noche vuelve a humedecer. Ni el mar, ni el sembrado ni el bosque entienden de fiestas. Qué suerte ellas.
A todo esto ya hemos desayunado un café con leche y una ensaimada. Una buena tertulia para alimentar la mente y pulir las ideas. Desintoxicarnos de fiestas, de ruidos, de villancicos y de comidas abundantes. Y la prensa viene como siempre. Las noticias no tienen vacaciones. Siempre las mismas y siempre diferentes según quien las escriba. A vueltas a la normalidad. Los que vinieron se van. Los que se fueron regresan. Los poetas ven gestos en la naturaleza y los escriben. Día. Noche. Sol. Sombra. Mar. Bosque. Sembrado. Acantilado. Olas. Hojas. Cada cosa con su aroma. No es la rutina. Es la normalidad. O no. Qué más me da. Esos gestos que me gustan y me hacen sentir cómodo. Libros que la Navidad ha traído. Hay que leerlos sin prisa. Con lápiz de anotar.
El viento de estos días ha ido acumulando letras en el horizonte. Donde descansan las nubes. Donde sólo se puede llegar en barca pintada de versos. Donde empiezan las mareas y habita el silencio. Donde no hay sombras ni tinieblas, ni penumbras. Donde la madrugada nunca se queda dormida. Donde no hay lluvia. Pero si muchos sentimientos. Donde el atardecer se junta con el anochecer. Porque debe ser lo mismo. El aire vuelve a pasar por entre las ramas de los árboles creando música ambiente. Para leer y escribir.  Para pensar y hacer acopio de consuelos para cuando los necesite. A vueltas a la normalidad. Decía. Salud.  

viernes, 3 de enero de 2014

Estas fiestas

Todo empezó con una misa de gallo concelebrada por muchos ensotanados. El coro de niños de primaria con sus canciones religiosas. Las señoras cantando los estribillos sincronizadas con los niños. En el primer banco las autoridades y el señor alcalde. Un alcalde entrado en años y que padece del corazón y toma medicamentos que le hacen orinar. Tuvo que ausentarse tres veces y una de ellas durante el sermón. Esta ausencia fue mal interpretada por el grupo de la oposición. Hay quien le saca punta a todo. Luego cantó la Sibila que lo hizo muy bien. Como casi siempre. Y luego de haber cantado la iglesia se quedó medio vacía. Esto no le gustó nada al párroco que se puso de muy mala hostia. Con perdón. Días después anunciaría que el año que viene la Sibila cantaría al final. Con permiso del obispo en funciones que dio su aprobación. Una vez más se ha puesto de relieve que la iglesia y el estado están obligados a entenderse. Por lo menos en apariencia.
Cuando terminó la misa ya era de noche. Noche cerrada. Con tanta oscuridad acumulada que ya no cabía más. Por esto lo de cerrada. Sólo rota por la luz de las farolas y las luces navideñas que son pequeñas y chispeantes. La gente salió casi en silencio aprovechando la noche. Sólo los susurros de conveniencia. En las casas había luz y música de villancicos. Y cena de Noche Buena. Sopa rellena y pavo y otras cosas que hacen tradición porque se repiten cada año. Ruido de tacones en  la acera y de palabras en el aire que se iban esparciendo y alejando. Y callando. El señor párroco se fue a su casa. Vive con su hermana y su madre. Ambas mayores pero la madre mucho más. Él es un ser oscuro -lo digo por la sotana- y escaso. Pequeño en todo. Paseando delgadez extrema. Su mente inescrutable como los caminos del Señor.  La lengua era lo más largo que tenía pero era inofensiva. Sus sermones podían durar más de media hora pero no creaban ningún problema. Cosa que aprovechaban algunos hombres para salir a fumar fuera. Pero era un hablar por hablar y repetirse sin mas. Una vez hubo apuestas en el bar de Pepe sobre qué era lo más escaso o menguado del cuerpo físico del párroco. No puedo decir de qué se trata. Ya podéis imaginar de qué hablan los hombres cuando están solos. Sólo puedo anticipar que hubo unanimidad en reconocer que nadie la había visto nunca. 
Y como quien no quiere la cosa nos plantamos a las puertas del Año Nuevo. A golpe de campanadas y uvas. Un pispas y lo estrenamos. Nuevecito, eso si. Recién llegado. Sin experiencia. Ya ves con la que está cayendo con la crisis. Hace unos días que el alcalde había unificado concejalías para ahorrar. Iba acompañado por el flamante concejal de bromas, despropósitos, festejos, tonterías, hacienda y cultura. Una cartera multidisciplinar en toda regla. Tiró diez cohetes justos. Unos petardos y una traca de rueda con más humo que fuego y ruido. Nos dio la tos con tanto humo. Y mientras también lanzó su ocurrencia a título personal que para esto se estrenaba en el cargo. Podríamos mandar el año que hemos terminado a los negritos de África que igual no tienen. Como si del Domund se tratara. A las señoras les gustó y cosechó algunos aplausos pequeñitos. Casi clandestinos. Apenas se escucharon. Cualquier cosa para allanar el camino a la alcaldía.
Poco más duró la fiesta. La gente se retiró haciendo un poco de ruido con juguetes y adornos comprados en una tienda que los chinos tienen montada en el pueblo. No faltó la tradición de tomarse un chocolate con ensaimada antes de acostarse. A los más pequeños se les subían a una silla para que recitaran la poesía navideña que habían aprendido en la escuela y escrita por la mismísima maestra. Nunca las entendimos porque se daban mucha prisa en recitar. Pero eran muy graciosos. Se hacían con unos euros que en días sucesivos iban a intercambiar por chuches en la papelería de Fran. Así se pasan las horas previas y los días posteriores al cambio de año en el pueblo.  El amanecer y la puesta de sol siguen igual porque no se dejan influir por los años. Igual que el mar y sus olas. Un beso de buenas intenciones que dura lo que un Sugus en la boca de un niño.  
A la mañana del día uno y antes del Concierto de Año Nuevo llegó la noticia triste. La jubilada más mayor de todas que se encargaba de la iglesia y de las misas se había atragantado con una uva. Prisas, risas y uvas a su edad no puede ser nada bueno. Dicen que dejó de respirar y se puso morada. Ni un estertor. Cuando llegó el médico y la examinó dijo que era éxitus. Nadie entendió nada y nunca supimos si esto era bueno o malo. Lo único cierto es que estaba muerta y ya con rigor. Para mi, y que no quede dicho, lo hizo adrede para joder. Mira que tiene días el año. Y noches. Y ocasiones. Y formas de morirse. Pues tuvo que hacerlo de esta manera (con una uva) y un día tan señalado. El párroco muy afectado propuso los funerales para pasado fiestas. La enterraron el primer día hábil que era el día dos. El sucesor en el cargo era un señor que declinó tanta responsabilidad. Estas cosas se llevan por rigurosa fecha de nacimiento. Fue otra mujer quien se hizo cargo de la iglesia, de las misas y de organizar las excursiones de los jubilados. Es una señora viuda con perrito que dispone de tiempo.
La remodelación de las concejalías y el fallecimiento de la señora más mayor salió publicado en "La hoja Municipal" que firma el alcalde. Algo parecido a "La hoja Dominical" que firma el obispo. Son dos estilos de entretener y distraer al pueblo. Así se funciona en democracia. Por lo demás el tiempo acompañó las fiestas. Ratos de sol. De nubes y lluvia. Alguna tormenta aislada y un poco de viento. Chimenea a media tarde y a esperar la noche. Ahora nos queda Reyes. El concejal correspondiente y del que ya he hablado antes lo está preparando. Ha ido a un pueblo cercano a buscar voluntarios. No quiere problemas con los niños. Aunque estos no se enteran. La verdad. Vendrán en coches engalanados para la ocasión. Con disfraces de profesional y bengalas de fuego y humo. Esperemos que todo vaya bien. Feliz Año Nuevo. Salud.

miércoles, 1 de enero de 2014

Dol mil catorce

Lo veo. Ya llega.
Un portazo y doce campanadas.
Yo mismo he abierto la puerta.
Con doce uvas en la mano.
 
Todo un año por delante.
Sin poder salir.
Estrenando tiempo.
Desde el primer momento.
El año ya acosa.
Desde el primer día.
 
Me levanto medio dormido.
Y torpeza de movimientos.
Que es pronto todavía.
Empezará con el concierto.
Como cada año.
 
Miro la luna y no está.
Sólo nubes de plumas y algodón.
Y fuegos de artificio.
El aire soplando las cortinas.
De las ventanas y del balcón.
 
Ruidos y suspiros.
Celebraciones anticipadas.
Sin saber cómo será el año.
Ojos abiertos. Turbados.
Llueve una lluvia fina.
De buenos propósitos.
De citas y reseñas.
De títulos de libros.
 
Tempestades que llegan.
Con ruidos de truenos.
Y silencios nocturnos.
Año atrevido que nos hace prisioneros.
Olor de Enero y pensamiento abstracto.
 
Zapatos del año pasado.
Cómodos y libres.
La pluma elige las palabras.
La mirada mar adentro.
Hasta que se pierde.
Que ya volverá.
 
Improvisa el día uno.
Unos cuantos versos.
Son los primeros del año.
Hoy tocan felicitaciones.
A partir de mañana, ya se verá.