jueves, 18 de octubre de 2018

Hojas de otoño

Sueño,
 con días remotos que ya han pasado y son nostalgia.
Te sueño,
con silenciosa constancia otoñal.
Tu presencia muda,
porque escucho el mar, la lluvia y el viento.
La vida real es austera y sosegada,
como la naturaleza en otoño.
Lo caduco y lo eterno se juntan en el infinito.
Comienza la noche,
y las nubes sustituyen a la luna y las estrellas.
Las hojas,
reposarán en la tierra con las cenizas de los dioses.
Los peces y los temores,
se escapan de las redes cuando son pequeños.
Cuando llegue la última ola no habrá nadie para verla. 
Es posible que no haya última ola,
porque el mar esté en calma.
Nadie sabrá que ha pronunciado la última palabra,
porque será de noche.
El azul del cielo es la cicatriz que deja la tormenta.
La tierra huele cuando se moja,
y la madera huele cuando la cortas.
En otoño,
mi pulso se acelera cuando no encuentra una mano,
ni una mirada.
Si quiero cambiar de aires lo hago con un libro.
Regresaré a un lugar solitario,
donde el mar baña la arena blanca de la playa vacía.
Ahora que es otoño.

lunes, 8 de octubre de 2018

Declaración

Hoy no es un buen día. Un muy mal día para la gente de bien. Y otros. 

Leo estupefacto, "La Audiencia Provincial de Madrid ha absuelto al ginecólogo EDUARDO VELA  por prescripción aunque le consideran autor de todos los delitos en el primer juicio de un caso de bebés robados que llega a los tribunales.  La Sección Séptima ha determinado que el ginecólogo es responsable de los delitos de detención ilegal, suposición de parto y falsedad en documento oficial por la sustracción de Inés Madrigal en 1969, pero no le condenan al señalar como fecha de inicio de la consumación de los hechos el momento en que esta mujer alcanzó la mayoría de edad. 

Las magistradas consideran que "ha quedado probado de forma incontestable" en el juicio que el ginecólogo del sanatorio San Ramón entregó, "una niña de pocos días de edad fuera de los cauces legales, simulando la existencia de un parto que no se había producido y estableciendo una filiación falaz, y todo ello sin que conste que hubiera mediado consentimiento ni tan siquiera conocimiento por parte de los progenitores [biológicos] del recién nacido cuya identidad no consta en parte alguna". 

Asimismo en este escrito, las magistradas reseñan que "fue el acusado la persona que hizo la certificación falaz acerca del supuesto parto de la menor que habría realizado Inés Pérez, a sabiendas de que tal hecho no era cierto". 

Se supone que este delincuente, de profesión médico ginecólogo, se debería al "Juramento Hipocrático", hecho público que pueden hacer las personas que se gradúan en la carrera universitaria de Medicina. Tiene un contenido de carácter ético, que orienta al médico en la buena práctica de su oficio. 
En mi oficio, a menudo, lo he pasado muy mal por no haber podido salvar algunas vidas pese a los esfuerzos realizados. Hoy tengo la convicción de que alguien creó el infierno, con un fuego eterno, para este tipo de homínidos. Espero y deseo que los que dictan las resoluciones judiciales tengan que dormir, a partir de ahora, con los efectos de sustancias químicas. Y también espero que no les falte tiempo a los políticos que hacen las leyes para rectificarlas y hacerlas justas. 
Ante este tipo de cosas yo no me pongo de perfil. No me es indiferente. Por lo que me he visto en la obligación moral de hacer esta declaración. Simplemente me resulta repugnante. Salud para la gente de bien. 



viernes, 5 de octubre de 2018

Recordando Formentor III

Este relato no estaba previsto. No debía de existir. Otro ocuparía su lugar no sé qué día. Pero tengo unas amigas que me inquietan por varios motivos. Elena anima. Aída provoca con otros textos. Gloria desafía con descaro y me veo obligado. Ángeles no se rinde. Luego hay otros que sé que me leen y me motivan a seguir en el intento de seguir diciendo. No puedo nombrar a todos, pero venga.
Después de repasar las anotaciones hechas en mi libreta he sido consciente de que he hablado poco de Mircea Cartarescu. Se merece más. Recuerdo que al comunicarle el Premio Formentor de las letras pensó que seguramente se debería a una confusión. Es un grán premio destinado a un escritor consagrado. Esas grandes plumas para los cuales existen los premios. 
Dijo públicamente que ser escritor no es una profesión. Uno sólo puede escribir de la vida como una religión practicada con devoción y desde la soledad en la búsqueda de uno mismo. Lejos de la notoriedad y la gloria. "Nunca quise ser escritor. Sólo quiero escribir". Fue tajante en su discurso de agradecimiento. 
Su idea, desde siempre, era abdicar de todo y sentarse en una mesa con papel amarillento y lápiz. Pensar y escribir. En una habitación íntima donde el sol entrara por la ventana y llegara hasta la mesa y un poco más. Escribiría un manuscrito infinito que duraría toda la vida alimentado por los fantasmas de su mente. Sin necesidad de publicar. Y al final el papel sería devorado por los insectos que viven de comer hojas. Pero la realidad está siendo otra.
"Me consideraré un amateur dotado de genio como tantos otros. Pero con suerte. O no. No sé qué es la suerte". Seguramente no existe la suerte. Es posible que la vida se reduzca a un complicado algoritmo matemático que nadie ha podido descifrar. No lo sé. "La gente se conforma en leer copias de un original". Piensa que quizá tendría que hacer como Virgilio que pidió que quemaran la Eneida a su muerte. 
"Somos una civilización centrada en la cultura, una cultura centrada en el arte, las artes centradas en la literatura y la literatura centrada en la poesía. El núcleo de la poesía es el núcleo de la condición humana. El núcleo de la humanidad". Así piensa Mircea Cartarescu y así lo dice en voz alta para que todos le entendamos y tomemos conciencia. 
Añadió algo que me cautivó. Soy facilón en ciertas cosas. Ya lo sabéis. "La casa de su infancia estaba pintada de color azul intenso. En ciertos momentos del día, cuando el cielo adquiría el matiz exacto del azul del revoque, la casa se fundía en el azul universal y se volvía completamente invisible". Una genialidad irrepetible. 
Se muestra humilde y mortal. Admite que en su adolescencia era muy pobre y no podía comprarse libros. Del dinero que su madre le daba para el bocadillo lo guardaba y cada cinco o seis  bocadillos equivalían a un libro. Y con cien bocadillos no comidos se compró una estantería donde empezó su biblioteca. 
En otras ocasiones de esos días compartidos en Formentor ha dicho cosas interesantes. Le preocupa y destaca que "cada día que pasa la belleza es más efímera hasta el punto de ser algo marginal. Se ha abandonado el humanismo y la gente se muestra más agresiva". Ya cuesta distinguir la poesía de una noticia falsa. La gente vive de escuchar bulos. Se ha rendido a Formentor porque aquí las letras de la literatura y la poesía siguen vivas. 
Los dioses fueron benévolos con el clima en el sentido más amplio. Temperatura adecuada. Brisa marina suficiente para anular el calor. Aroma a pino y salitre y otros olores diversos que llegaban de los jardines. El color del mar y el color de algunas nubes de paso a juego con las letras y la calma. Todo es lo mismo y todo es rompedor. La literatura sobrevuela sin fronteras. El paraíso terrenal antes del pecado. Salud.  

miércoles, 3 de octubre de 2018

Recordando Formentor II

Después del almuerzo y el café vienen conversaciones entre los asistentes y entre estos y algunos de los escritores invitados. Habla una de que no hay frontera entre la novela de ficción y la historia real. O viceversa. Que siempre hay de todo entremezclado. Carrère añade que el ingenio y la estupidez habitan las mismas mentes y las mismas personas. Lo contrario no es posible y no podría  distinguirse.
Soy consciente de que esto es una segunda parte. Pero seguiré aún a sabiendas de que no será tan buena como la primera. Tengo un fulano sentado a mi lado que escucha con atención y toma notas. Como hacemos todos. Y alguna vez se gira y me hace un comentario. A propósito de una ponencia, me explica que debería ser normal que cada uno hiciera su propia lápida y que dejara escrito el epitafio que pueda honrarle una vez muerto. 
Él ha pensado en algo así como "Viví intensamente. Ahora déjame descansar en paz mientras busco un lugar mejor a dónde ir". Le he dicho que era precioso y se ha venido arriba. Precisamente una de las ponencias iba en esta dirección. Si una cosa te gusta cópiala. Para qué te vas a poner a pensar genialidades si ya te identificas con algo de otro. Una vez muerto nadie te criticará. 
Un texto que se precie tiene que ser una mezcla, embrollo, amasijo, desorden o cóctel de tipos. Al final, cuando quites las barreras que los separan siempre quedará una zanja que mantendrá la separación. En definitiva, la literatura siempre se hace espesa. Aciertos, lamentos, admiraciones, desconciertos, aproximaciones al futuro y vueltas al pasado. Palabras, frases, párrafos, páginas, capítulos... y por fin el libro. Y el lector. 
Después de un día ajetreado uno espera una noche tranquila. La desea. Pero aún siendo del todo sosegada puede aparecer el fantasma del insomnio. Me dijo uno que hay muchas maneras de combatirlo. La mejor es la de carácter reivindicativo. Plantarle cara. Que en lugar de mostrar nerviosismo me levantara de la cama, cogiera lápiz y papel y me pusiera a escribir. Qué queréis que os diga. Pienso que un poco de química tampoco le quita mérito a la cosa. 
También tuvimos los momentos seriamente distendidos. No todos administramos de igual manera la ocurrencia. El escritor en cuestión manifiesta que un día llegó a su casa a las tantas. Ya era de día y tenía el corazón contento y lleno de alegría. Sobre un estante de los libros tiene una postal de una Sibila que pintó Anglada Camarasa. La Sibila de la postal le dijo que dentro de cinco años te llamarán para que vayas a Formentor a hablar de mi. Decidió dejar la bebida aunque no lo cumplió. 
Pero se puso a buscar bibliografía. A leer libros y a preparar la ponencia de diez minutos. 
Hay que ver lo que se puede conseguir cuando se juntan el sueño con una bebida espirituosa. Estuvo bien. Esto también es literatura. Igual que las conversaciones que tenían las señoras cuando acudían al lavadero público que había en las afueras del pueblo. Hablaban cosas serias mientras hacían la colada y antes de preparar la comida para el marido, los hijos y los abuelos. Lo malo de este último caso expuesto es que no queda constancia escrita. 
Ahora que ha terminado y nos hemos ido de Formentor sigo escuchando ecos de las conversaciones. Hay que tener constancia y paciencia. Falta menos para volver a recorrer los senderos de pinos junto al mar. Salud. 

martes, 2 de octubre de 2018

Recordando Formentor I

Recuerdo, hace unos días, que estaba sentado donde la tierra termina y tenía los pies metidos en el mar mediterráneo justo en el punto donde se baña Formentor. Se acercó uno de los escritores y poeta de los convocados para las Conversaciones y se puso a mirar la inmensidad al atardecer. Se sentó a mi lado. A la sombra de los pinos que allí son muchos. 
Me contó su historia de Mallorca. Hace millones de años, dijo. Cuando lo del diluvio universal. El agua lo cubrió todo. Toda la tierra. Y el archipiélago desapareció. Cuando terminó de llover salió el sol y las aguas se fueron retirando. Apareció la Serra de Tramuntana y otras tierras más bajas. 
No le gustó a Dios cómo quedaba la cosa y mandó que se retiraran más las aguas hasta que apareció la península de Formentor. Entonces le gustó a Dios cómo quedaba y crecieron los pinos y se formó un bello paisaje. Ahora, aquí, honramos las letras. Ahora, también es mi historia. Pero sé que hay otras distintas. 
A menudo la imaginación es como una brisa. Pero a menudo, también, la imaginación es como un vendaval. Pero uno se acomoda. Disfruta de esta brisa y disfruta del vendaval. O no. Pues según venga saldrá prosa o poesía. Drama o comedia. Pero que discurra. En la vida hay aciertos y desaciertos. Simplezas y complicaciones. Unas cosas y las contrarias. O las otras cosas. 
Me contaron un día que en los conventos de clausura no hay espejos. Me contaron muchas teorías pero una me hizo pensar más que las otras. Resulta que una vez una monja que llevaba muchos años enclaustrada se miró en uno de ellos y se vio sola. Se sintió sola. Pensó que estaba sola. Descubrió la soledad. Los hizo quitar todos y nunca más se pusieron. Insisto que tengo más teorías. 
Creo que mi mayor lucidez apareció después de cumplir los cincuenta y cinco. También podría no ser cierto del todo. A raíz de un amanecer de esos que no olvidas y después del cual inicias una búsqueda del camino. He querido decir el camino, no uno cualquiera. 
Cuando te cansas de reír cuando toca llorar o cuando te entra una angustia vital cuando lloras por no reírte. Cuando no consigues hacer lo que te apetece. Lo contrario de lo que toca. También de esto se habló en Formentor. Porque cuando estás conversando entre amigos haces estas confidencias. Y los escritores saben lo que esto significa. Otra cosa es la libertad. Lo que viene después de la obligación.
Como el necio que se acobarda y se arrodilla a los pies de la cama y le implora a la muerte justo en el último momento. Todo es simple. Si luego resulta complicado es que el ser humano sapiens está detrás. 
La de veces que me ha costado dibujar un paisaje con letras y cuantas veces sólo habré conseguido hermosos contornos de la naturaleza. Si te fijas con la corteza de los pinos que habitan en Formentor entenderás su existencia. No siempre fácil. Pero el lugar bien vale la pena. Mientras las raíces buscan la humedad las ramas buscan la luz. No es una competición. Se trata de complementarse. 
Todo va más allá de un hotel y un pinar junto al mar donde se llega por una carretera contorsionista de grán belleza. Formentor es un jardín de calma. El epicentro literario por unos días. Pasión sin límites donde el mediterráneo siempre es azul.