Puedes verte volar si te miras en el cristal
del mar en calma.
Aroma de lluvia y de tierra.
Las alegrías
casi siempre matan las penas.
Delicado equilibrio el de las lágrimas
que resbalan las mejillas
y se secan antes de caerse.
Después de la niñez y en plena juventud
llegaron las primeras tormentas
en un vaso de agua.
Cuando miro el camino que tengo que andar
el silencio me observa con detenimiento.
Siempre me entiendo con la gente
que tiene la soltura
de quien habla lo justo y calla lo adecuado.
Las estrellas también se miran
en el mar en calma antes del anochecer.
Yo las miro fijamente mientras pienso
la forma de alcanzar la luna.
Algunas noches noto
cómo se abren algunas heridas.
Luego me duermo y se cierran solas.
Como las tormentas que llegan y pasan.
Pero dejan charcos que tardan en secarse.
Cuando llego al final del camino
busco una piedra silenciosa para sentarme.
Pienso lo que he visto y vivido
mientras caminaba el sendero.
El alma necesita estar segura.
Cuando subo a la cima de la montaña
veo más cielo que bosque
y también estoy más cansado.
Pero vale la pena porque los pensamientos
a la intemperie
siempre son más verdaderos.
El viento trae olas a la playa sin parar
y luego ellas solas vuelven al mar.
Hay muchos caminos que se adentran en el bosque
y no siempre entro por el que está alfombrado.
Hay un momento en que la belleza lo arrasa todo.
Se trata del bosque silencioso.
El único que hace ruido es el viento
cuando se mueve entre las ramas y las hojas.
Los charcos están para pisarlos con fuerza.
La vida está para vivirla a tope.
No nos queda otro remedio.
El descanso acompaña a la noche.
El alba y el gallo le pondrán fin.
Tengo sueños clandestinos
con tus palabras, tus gestos y tu mirada.
El viento llega hasta la ventana y mira.
Abro la ventana y entra con fuerza
para recorrer todos los rincones de la casa.
Es libre porque desconoce las fronteras.
Luego regresa al mar y lo agita. A veces vuelve.
Estoy en eso de averiguar quién manda más.
Si el corazón y el alma, la mente y la conciencia
o el atrevimiento y la necesidad.
Pensando todos los momentos de mi vida.
Los días no se hacen esperar.
El amanecer llega aunque esté dormido.
Cuando el caos me supera
camino despacio por las aceras.
Las temperaturas nocturnas son adecuadas
por eso duermo con la ventana abierta.
Puedo oler la noche y los sueños
que se pasean a la luz de las farolas.
La humedad moja la tierra y desprende un aroma.
Alguna chimenea humeante huele a ceniza.
El pueblo está en calma y los perros descansan.
El mar que baña el paraíso también susurra.
Ahora que tengo lucidez, conciencia y memoria
tengo la impresión de que las cosas importantes
ya han pasado. Pero no es así.
La poesía es como el mar que aún estando en calma
puede llegar a ser trágico si no sabes nadar.