Los libros son una fuente inagotable de conocimientos. Éstos que se encuentran atrapados en su interior y que al abrirlo se escapan hacia el corazón y la mente del lector. Miles de imágenes pasarán, como si de una película se tratara, por la imaginación y los recuerdos de cada uno.
Al leerlo evocaremos lugares, aromas, entornos, amistades, paisajes y amores de felicidad. Todo aquello que querremos conservar en nuestra memoria infinita. El contacto con un libro me deja un aroma a papel y tinta que me predispone. Un tipo de letra que me trae recuerdos. Cuando empiece a leerlo veré grises en una escala grande. También podré observar amarillos, verdes, azules, lilas, granates hasta llegar al negro más profundo.
Como los matices de las pinturas o los agudos y graves de la música que también puedo escuchar en plena naturaleza. El libro es la vida misma escrita por alguien y leída por uno mismo. Mis ojos leen mientras mi mirada se sitúa en contexto y mi espíritu se libera de mi mismo para entrar a formar parte del contenido que el libro mantiene en su interior y que mi mente le dará forma.
Por estas fechas de primavera los días empiezan a ser cálidos y apetece sentarse junto al mar. El sonido de las olas cuando llegan a la playa son el mejor fondo para concentrarse en la lectura. Eso hice. La atmósfera se hace acogedora, espiritual y azul. Con eso os tendría que ser suficiente para entenderme. No es sólo el libro ni su contenido. Es todo lo que envuelve el arte y la disciplina de concentrarse y leer pausadamente para comprender al autor y su obra. Y de repente, el libro empieza a regalarte una paz interior que te absorbe y te mantiene concentrado. Dijo el poeta una vez que no sólo de pan vive el hombre. Aquí tenéis la respuesta.
Abrigué mi estado de ánimo para que estuviera cómodo. Me senté en una mesa de bar de los de antes. En la terraza y bajo un parasol. Sólo el aroma de un café humeante llegaba hasta mi. Cogí al azar uno de varios libros que suelo llevar conmigo. Me acomodé, abrí el libro y me transporté a su contenido. Lugares de mi Isla que conocía muy bien pero que por un momento me resultaron novedosos. Una concentración de creatividad y sensibilidad del autor me crearon escalofríos de quietud y calma con la historia. Abrir un libro y empezar a leerlo es como entrar en el aula de la vida para aprender.
Reconozco que a veces somos coautores del libro. La historia y la ubicación está escrita. Nosotros ponemos la cara de los personales, su perfume, su voz y sus gestos solemnes. Así se completa la trama y así nos gusta más porque nos sentimos copartícipes con el autor. Es una bonita forma de dar paso a la imaginación y a los recuerdos. Sin ellos nuestra colaboración sería infructuosa. Los niveles de fantasía cada cual con sus gustos. Igual que los niveles de romanticismo o crueldad. Mucha o poca ficción y mucho o poco realismo.
Cuando ya lo has leído lo sacas a pasear en las tertulias o en las conversaciones con familiares, amigos y allegados. Las sonrisas y los tonos de voz, los rostros y las miradas, los sentimientos y las sensaciones me los ha prestado el recuerdo de mi gente cercana. Los detalles creativos minuciosamente descritos son propiedad del autor que nunca conocerá mis añadidos.
Cuando cerremos la última página del libro se cerrará una etapa de nuestra vida. El libro será depositado con cariño en la estantería de nuestra biblioteca en el lugar que hayamos decidido. Según la huella que haya dejado en nosotros. En una Isla del mediterráneo donde estamos rodeados de mar es fácil crear un vínculo de unión entre el autor y el lector y esta historia de colaboración que durará siempre. Cada libro leído es una perspectiva de la vida que se forma en nosotros. Por muchos libros y por muchos años. Salud.