Estos desayunos de estas mañanas de estos días de primavera. Hoy con contertulio de lujo, Tomeu. De profesión sus lecturas, sus escritos y sus tertulias con café incluido. De estos de conversar mucho. Como yo. Por la boca y por los codos. La boca que no para y los codos que no se están quietos. Ninguno cede y nos pisamos las palabras y las frases. Es un conversar a dos bocas y a cuatro codos. Pero no nos interrumpimos porque es de mala educación. Tantas cosas que decirnos en el tiempo que dura un desayuno. El café con leche y la ensaimada que se enfrían porque alargamos el periodo o momento desayuno y tener más tiempo de hablar. Nosotros a lo nuestro y la tele muda a lo suyo que a estas alturas ya ni acompaña. Siempre hablan de lo mismo y mienten. Mueven los labios con desespero pero no se comunican con nadie. Mi contertulio Tomeu y yo compartimos mesa y tema de conversación. Me dice que lo único que funciona en este país es la crisis. Creo que tiene razón.
La conversación se desarrolla pausada como un suave murmullo de riachuelo que no molesta. Una especie de chismorreo a media voz entre dos vecinos que se llevan bien porque nunca han tenido una reunión de vecinos de escalera. Unos dimes y no me digas entre personas anónimas que esperan pacientemente haciendo cola en la caja del supermercado. De estos de cajera afectada de verborrea sin tratar. Los dos somos conocedores de la vida y hablamos de ella. Ponemos encima de la mesa nuestro punto de vista. O lo tiramos al aire y quien quiera que lo coja. De forma amistosa, inofensiva y profesional. La sangre no llega al río pero la tinta llega a la hoja en blanco que es su destino natural. La conversación es tan completa que hasta los gestos dicen tanto o más que la voz. La verdad es que no tenemos prisa y echamos mano de la parsimonia. La pluma se desliza rápido sobre el papel. A veces lo rasga un poco por culpa de la rapidez. Hay mucho que escribir y el tiempo es limitado. Lo que nos dura el desayuno. Hablamos inteligentemente por lo que no hay necesidad de palabrotas mal sonantes ni de insultos a terceros que no están presentes. Bueno, algún político o ensotanado. Pero de buen rollo. Me doy cuenta de que mis puntos de vista pueden cambiar con el estómago vacío o cuando ya lo llevo a rebosar. Las cosas se ven diferentes. Diríamos que tengo un punto de vista cambiante.
Tomeu también es funcionario. Me pregunta si los del Constitucional también lo son y también han sufrido recortes escandalosos de sueldos y subidas escandalosas de impuestos. La verdad es que no lo se. Pues sería bueno que fuera así y les copiaran la sentencia a sus colegas de Portugal. Los de Bruselas se darían cuenta de que las economías pueden funcionar de forma distinta a como ellos se la imaginan. Mi contertulio Tomeu me comenta que ayer se fue a la cama leyendo un poco a Santa Teresa. Tenía necesidad de letras clásicas. Letras con alas y alma que siempre están volando. Libres y sin ataduras. Como si las palabras de Teresa se alimentaran de la contemplación. Es lo que tiene leer a ciertos clásicos. Pero no tuvo una vida de primavera. Su vida siempre fue otoñal y tormentosa con algunos días claros de sol. Ella con su silencio y su vida interior a través de la contemplación. Esa fe patológica. Esas alucinaciones en la intimidad. Ese ver al Creador a todas horas, en todas partes y en todas las personas y cosas.
Yo suelo cambiar de contertulio para enriquecimiento personal, me decía Tomeu. Ella siempre con el mismo. Un hablar e imaginar respuestas. Un decidir que la vida es un penar continuo. Con miedos, temores y esperanzas. Y sin embargo ser feliz con sólo esto. Un susurrar continuo a media voz con quien fuera que ocupaba su imaginación. Me dice Tomeu que si en aquellos tiempos la lectura y la escritura hubieran estado al alcance de todos -como ahora- los escritos de Santa Teresa habrían sido Best-Sellers. Y con una cuenta de twitter con cientos de miles de seguidores. No se lo pienso discutir. Cada uno puede pensar lo que quiera de lo que pudo ser y no fue ni será. Para mi que le pilló la lectura en este momento limbo de la noche. Cuando estás en trance. Cuando Morfeo empieza a socavar la lucidez. Este trozo de camino que te lleva del estupor a la inconsciencia del sueño. Pero hoy ha venido inspirado y con ganas. Voy a aprovecharme tanto como pueda. Por cierto que el limonero de mi jardín está repleto de flores. No me cabe la menor duda de que estamos en primavera. No tengo noticias del verano, pero seguro que viene. Salud.