Dice Rafael que en el fondo es un romántico. Dice bien. Todos pensamos igual. Es un adicto a la rutina. Ambas cosas vienen a ser connaturales a una persona que no ve. La familia. Los amigos. Los cupones. Sus limitaciones. Sus cosas. Tiene la ventaja de que no necesita cerrar los ojos para pensar e imaginar. Tampoco necesita la oscuridad de la noche ni la compañía del mar. Sólo necesita el silencio de la noche que ésta le presta cada noche. Y el susurro de las olas. A los demás nos resulta más difícil. Un algo complicado. Porque tenemos que cerrar los ojos y hacer un esfuerzo extra.
Pero ahora resulta que el silencio de la noche no basta. Ni la oscuridad teñida de negro. Que es cómo se viste la oscuridad más absoluta. Eso dice Eugeni. Se lo cuenta al filósofo, escritor y profesor de universidad casado con Doña Maruja. Hemos inaugurado año y hemos dado por terminadas las fiestas de navidad. Han resultado un poco estresantes para la mente , los estómagos y la cartera. Pues nos queda un año para reponernos. Cuando vuelva ya no nos acordaremos. Vale pues.
Ahora el campo ya no es el mismo. Queda invierno todavía pero la hierba crece fuerte y rápido y algunos almendros ya tienen flor. Muy hermosas ellas. Pero es un suicidio. Cualquier día hará un viento de los demonios o una lluvia pertinaz y serán arrebatadas del árbol. Ellas no lo saben y si lo saben les pueden las ganas de engalanar el almendro. Como si quisieran llamar la atención y llamar a la primavera. Que de todas formas llegará a su debido momento. Salvo que este año no tengamos por culpa de la crisis. Vete a saber. Pero sigue siendo invierno y lo que queda todavía. El mar también es distinto aunque sea invierno. Frío y calculador. Con su temperamento. A veces hostil y otras amistoso y calmado. Aunque siempre se deja acompañar. Le gusta cambiar el color de sus aguas. Y de las olas. Según haya sol o nubes. Las noches de luna y estrellas o noches apagadas. Lo que no ha cambiado es su perfume. Ese olor a mar. Por mucho que pase el tiempo. Incluso a veces con prisas.
Los sembrados son grandes. Casi tanto como el mar. Verdes. Altos. Se mueven con el viento como si de olas se tratara. Relaja igual si lo miras mientras dejas que pase el tiempo. Y dónde termina el sembrado empieza el bosque. Con el suelo lleno de hojas secas y algunas ramas. El mismo viento que las tiró las cambia de lugar cuando sopla con fuerza. A veces la niebla las tapa y no las deja ver. Y los días de sol éste se cuela por entre las ramas desnudas y cambia el color de invierno por otro también de invierno. Pero el perfume también es el mismo. El sol seca las hojas del suelo que la noche vuelve a humedecer. Ni el mar, ni el sembrado ni el bosque entienden de fiestas. Qué suerte ellas.
A todo esto ya hemos desayunado un café con leche y una ensaimada. Una buena tertulia para alimentar la mente y pulir las ideas. Desintoxicarnos de fiestas, de ruidos, de villancicos y de comidas abundantes. Y la prensa viene como siempre. Las noticias no tienen vacaciones. Siempre las mismas y siempre diferentes según quien las escriba. A vueltas a la normalidad. Los que vinieron se van. Los que se fueron regresan. Los poetas ven gestos en la naturaleza y los escriben. Día. Noche. Sol. Sombra. Mar. Bosque. Sembrado. Acantilado. Olas. Hojas. Cada cosa con su aroma. No es la rutina. Es la normalidad. O no. Qué más me da. Esos gestos que me gustan y me hacen sentir cómodo. Libros que la Navidad ha traído. Hay que leerlos sin prisa. Con lápiz de anotar.
El viento de estos días ha ido acumulando letras en el horizonte. Donde descansan las nubes. Donde sólo se puede llegar en barca pintada de versos. Donde empiezan las mareas y habita el silencio. Donde no hay sombras ni tinieblas, ni penumbras. Donde la madrugada nunca se queda dormida. Donde no hay lluvia. Pero si muchos sentimientos. Donde el atardecer se junta con el anochecer. Porque debe ser lo mismo. El aire vuelve a pasar por entre las ramas de los árboles creando música ambiente. Para leer y escribir. Para pensar y hacer acopio de consuelos para cuando los necesite. A vueltas a la normalidad. Decía. Salud.