El anciano era mayor, o viejo,
le vi los años en un descuido
de un negro descolorido oxidado
le vi la memoria en su hablar
de azul turquesa de mar
le vi sus ideas en su mirar
de vida caducada y objetivos cumplidos.
De corazón caliente que vive
escondido en vísceras y sangre
que piensa y escribe libre, siempre.
Con la cabeza perdida y la mente en penumbra
una voz negra con estertores de agonía
ajeno a su futuro por culpa de Morfeo
y por fin la luz blanca que hay al final.
La prosa de los muertos que huelen a nada
letras escritas sin tinta y sin rima
agradeciendo las flores secas
de su jardín en calma cubierto de hojas
agradecidos al viento por su compañía
con sonidos de flauta y susurros afónicos
en su memoria.
La escritura no es indiferente
siempre comprometida y quieta
como las nubes y su lluvia
como las noches de insomnio protegido.
Escritura que huele a calle estrecha
a tierra húmeda y a pino
a incienso y a oraciones de penitencia.
Estuve en la calle blanca
donde las losas se despegan
y los epitafios hablan por los que allí moran
donde la noche releva a la noche
porque ya nunca será de día
el frío y el moho pasan desapercibidos
entre flores secas, llantos y oraciones.