lunes, 12 de septiembre de 2016

Personalmente

Entre tanto seguimos en verano. Ha llovido una vez y no se ha repartido como debería de ser. Por tanto no refresca. Este verano algunos se han muerto. Si lo han hecho en el otoño de sus días no habrá nada que objetar.
Me gustaría saber quién maneja de forma obstinada los minutos de mis horas y de mis días. Y con qué criterio. Lo ideal sería hablarlo y llegar a un entendimiento. Al fin y al cabo son mis días.
Convivir implica alternancia de aprecios y desprecios. Acuerdos y desacuerdos. A veces nos dañamos el corazón y el alma sin darnos cuenta. O a sabiendas.
La vida de los demás se puede ver a través de los cristales. La mía la veo a cada momento. Aunque no siempre le hago caso. Así comenzamos a vivir sin conocer el final. Pero un día lo descubrimos. Y en vez de asustarnos seguimos como si nada. Será que la muerte no nos quita el sueño.
Al final del verano la luna se ve más pálida. Pero no es nada grave. Ya volverá la primavera.
Será cosa de este desgobierno sombrío del gobierno que lo hace en funciones. Los contertulios jubilados ya no leen ni la prensa. Ni los titulares. No hay nada nuevo. El interés está en la vida porque ellos no viven en funciones.
Cada día tengo una hora terrible. La he elegido personalmente. No es una imposición. Es una forma de asediar la rutina que me puede matar. Luego la tengo que compensar con momentos tranquilos. De los de andar con pantuflas o descalzo. De pensar y darle vueltas a las cosas y a las personas. Tengo una mente metafísica que no para. Camilo José Cela Conde me introdujo en la Antropología Social.
No creo que nadie pueda moldear el agua del mar. Ni el viento cuando sacude las ramas de los árboles. Pero podemos aprovechar ese tiempo. Yo me dejo acariciar por ambos. A veces tengo la sensación de que hay cosas de la naturaleza que nunca se dejarán dominar. Quizá es que me falta tener una mente Potteriana. Será.
La noche siempre es dócil . Nunca me ha aturdido la noche ni cuando ladran los perros. He sido transeúnte de la noche incluso con tormenta. Pero nunca se la llega a conocer del todo. Y cuando termina sé que nunca nadie ha podido impedir el amanecer. Será por eso. La luz gana a la oscuridad lo que la oscuridad ganó a la luz.
El cielo y la tierra se juntan para tratar sus cosas. Lo hacen sobre el horizonte, Lo sé porque lo he visto. Dice el poeta que quién pudiera llegar a ese punto podría reencontrarse con sus antepasados. Si no lo consigues siempre te quedará el recuerdo.  
Ahora mismo no se me ocurren demasiadas cosas. Mira la hora que es. Pronto será mañana y yo necesito dormir y soñar. Estoy enjaulado en mi tiempo, en mi campo, en mi ciudad y en mi mar. Las cosas se solucionan por la mañana al amanecer. En el bar de Pepe.
Un fulano por la radio dice que nos tocará vivir una vejez occidental. Que en oriente se vive de otra manera. A mi personalmente no me molesta. He visto que todos lo hacen así. Salud.

jueves, 28 de julio de 2016

Aventuras

Los diálogos pausados y certeros entre personas coherentes y del todo insobornables me atraen. Instalados en la realidad y en la profesionalidad. Amparados en aquello de que igual la utopía no existe. Y esas cosas de es verdad o no es verdad.
Capaces de conocer el mérito donde lo hay y reconocerlo. De las pifias lo mismo, si es el caso. La mirada estudia la persona y su entorno. La gestualidad de una silueta. El tono de una voz sin prisas. Enredados en la supervivencia de la vida. Así comenzó el día.
Entre palabras, miradas y gestos de los de siempre. Y el café que era de verdad. Que quienes seguís este blog ya sabéis quienes son los de siempre. Esta gente mayor y madura. Inteligente y sabia por los años. Que sólo dejan de hablar para degustar su café con sacarina. Una idea sobre la mesa en un día que amenaza más calor todavía. Estas próximas navidades tiene que haber libros.
Estamos en verano y se anticipan. Porque el tiempo tiene mucho valor a cierta edad. Uno no sabe. Ningún niño sin un libro de aventuras. Es cuestión de organizar el tinglado. Recogida de libros en donación. Catalogarlos. Y en navidad repartirlos a los niños y no tan niños. Muchos son abuelos y saben de qué hablan.
A través de los colegios si damos por hecho que son la cuna del saber y de la conciencia del saber. Otros reparten comida. Que también. Nosotros cultura que mucha falta hace. Máxime cuando el ministro del deporte hace tiempo que ha puesto el chiringuito en venta porque está contratado eventual.
No es un tema menor aunque es posible que los haya más importantes. La conciencia de ciudadano libre tiene que venir a través de la cultura. De la cultura en general. Es un trabajo que ya se ha hecho en otro orden de cosas. Será fácil pues siempre que tengamos suficiente voluntad y voluntariado para acometer el empeño.
Hay que llegar a todas las sensibilidades de la comunidad educativa inteligente como clave del éxito. Se excluyen libros religiosos y de política porque en ambos casos se miente más de lo imaginable. Además es algo muy personal y secundario. Prima la aventura. No haremos ascos de la narrativa, poesía, ensayo o teatro. Pero los niños necesitan aventuras para afrontar con garantías la edad adulta responsable.
Alguien apunta a la colaboración de los intelectuales. Ya empezamos con más de lo mismo. Como si la intelectualidad fuera algo exclusivo de los que han escrito un libro, han sido protagonistas de una película o tienen un premio de su ayuntamiento o comunidad autónoma. Cavilaciones y discusiones constructivas para el éxito de la empresa.
Dicen que vivir y escribir van de la mano. Leer y vivir dignamente, también. Que nadie ponga pegas a la libertad de pensar a través de la lectura de un libro. Pues eso pensamos todos los que pensamos. Incluso nos hemos permitido extravagancias. Una pequeña dosis de lucha para que la utopía se haga realidad. Es un paso más en la actitud ante la vida.
Queremos empezar fuerte y con tiempo para asegurar el éxito y la permanencia.
Las palabras atrapan. Si son de aventuras, en los años jóvenes,  más y mejor. La necesidad de imaginar empieza en la infancia. De pequeños. Vamos a apartar por unas fechas los utensilios electrónicos para volver al papel escrito. Letras gastadas de haber sido leídas. Esquinas de hojas amarillentas de haber sido manoseadas o acariciadas. Algún subrayado que ya tiene dueño. Hacer un robado de alguna anotación al margen que nos gusta.
Pero nos da igual. La idea para vender la idea es la del perro de Sebas. Cicerón. Que viene hasta ti con un libro en la boca. Te lo deja encima para que se lo leas. Se sienta delante con mirada de interés en espera de que empieces la lectura de la aventura. Será un buen reclamo.
A todo esto no ha cesado el bullicio de la gente que pasa con prisa por aquello de no llegar tarde. Los conductores que tocan las bocinas de forma llamativa para ganar minutos en lugar de levantarse un poco antes. El sol ha salido de escándalo. Veremos lo que ocurre el resto del día.
Salud.

miércoles, 22 de junio de 2016

Fogatas

Viene Eugeni tranquilo. En sus zapatos cómodos y relajados. Con cara de no tener prisa ni pasar pena. Viene de preparar la fogata de Sant Joan. La del fuego agitado en la noche más corta. La que quita las penas del alma. Y esas cosas que se dicen.
Ha ido al bosque ha recoger leña. De los árboles caídos y de las ramas secas. Ahora que estamos en verano son un peligro. Arderán controladamente en la noche de Sant Joan. Sobre la arena de la playa y en el fresco del mar. La brisa de poniente que te relaja del bochorno del día.
A pocos metros del bar de Pepe. Hoy hemos tratado el tema en la tertulia. Tendremos fiesta y verbena. Música y mojitos para los mayores. Los jóvenes estarán en la playa sobre sus toallas. Detrás de las barcas. En la intimidad de la negrura de la noche. Casi en la clandestinidad. A desearse cosas bonitas. Se tocarán y besarán a tientas entre las algas y las olas.
Es la noche mágica por excelencia. Se prometerán cosas próximas y lejanas. Pedirán deseos y cosas parecidas. Se jurarán todas las cosas posibles. Arderán en deseos. Esos cuerpos que se anhelan en lo que queda de luna.
Yo dejaré velas encendidas en el porche. Protegidas en frascos de cristal que viene el aire y las sopla y apaga. Noche profunda y merecida. Con música de habaneras que los mayores cantan porque las aprendieron de pequeños.
Nadie pone límites a la noche. Ningún acontecimiento la desplaza. Ninguno. Los minutos se hacen fugaces y nuestros cuerpos se atraen. También los sentimientos y los buenos deseos. Es la noche de las fogatas. La de pedir imposibles.
Este año me han prescrito una madurez adecuada y sin sobresaltos. Lo cumplo a rajatabla. Intercambiaremos discretas miradas de complicidad entre algunos. Los padres ya no preguntan por los hijos. Están donde deben estar. Donde hemos estado todos cuando éramos jóvenes. En algún lugar secreto de la playa y las rocas. Aprovechando el cuerpo. Consumiendo hormonas.
Algunas parejas son como náufragos en islas desiertas. Esta noche de las fogatas la sociedad no existe. Cada uno y la nada. Luego serán bonitos recuerdos en el tiempo. Armoniosa noche de siluetas intermitentes. No hay sueños. Todo es un sueño. Quizá cuando despierte el día. Cuando sólo será visible el humo y las cenizas. Y la mente tortuosa nos recordará con insistencia lo ya inalcanzable.
Llegará la madrugada y la música se irá a otra parte. La gente en sus casas. Eugeni tomará el primer café con Pepe y otros contemporáneos. El mar nos devolverá la brisa cautiva de la noche. Los jóvenes apagarán sus ansias como puedan.
La noche está pensada para ciertas cosas. La razón se queda en casa. Salimos vestidos de instintos. Esta noche de fogatas vale la improvisación. Según vengan las cosas. Yo me acostaré sin ti. Pero te pensaré hasta el alba. Salud.   

jueves, 9 de junio de 2016

La esquina

Héroe tardío porque se lo debía a la vida. Viniste a mi para secarme las lágrimas. Pero yo no tenía lágrimas y tu no tenías pañuelo. Así fue como empezó todo.
La historia te engulle o te perpetua. No siempre depende de nosotros. Son cosas que pasan al margen o a pesar de todo. La imaginación de la nada y de la ausencia sólo se filtra a través de la oscuridad y las penumbras. Y aparece el vértigo. De tanto oler el humo lo seguí y me condujo a las cenizas. Porque sólo había cenizas.
Intenta el poeta neutralizar la muerte consumiendo lo eterno. Pero naufraga. Con la certeza del color blanco descubrí el color negro. Ahora he conseguido convivir con todos los colores.
Después del centro de la vida hay más vida. La siguiente. Pero es tardía y tiene que vivirse de otra manera. Yo he aprendido. Más tranquila y sosegada. Donde no basta una gota para colmar un vaso. Donde no basta una tormenta para buscar refugio. Donde en un minuto puedes tener varias sonrisas.
No quiero ocupar la mente y el alma pensando en el vacío. Que luego no me basta el tiempo para ver los sembrados y disfrutar de la sombra de las encinas y las higueras. Dicen que la niebla enlentece los pasos. Que más da cuando no tienes prisa. Cuando el mar llega a mis pies me intimida. Es demasiado grande.
He leído libros. Pero no todos los libros. Camino por las calles, pero no piso todos los adoquines. He vivido días, pero no todos sus minutos. Ahora no valen lloriqueos de plañidera. No me preocupa que los perros ladren a mi paso mientras no me falte el aire.
Oigo música. Quizá es el viento. O el eco de algo pasado. Me he propuesto empezar a vivir lo que me queda pendiente. Y mañana haré lo mismo. Y así cada día. No tengo porqué regalar nada.
Ese oficio de escribir lo aparente. Como dos vidas paralelas. La real y la de la pluma y papel. Sobre las líneas y entre líneas. Con notas al margen. Mientras mi mirada perdida se concentra en todo lo que me rodea. Y la imaginación que no para. Mientras siga teniendo deseos.
Ese día que perdí las llaves y un gracioso me dijo que estaban en el fondo del mar. Quité la cerradura y mi casa permanece siempre abierta. El viento es el más atrevido. No pide permiso. Levanta las  cortinas y los visillos y pasa.
El tiempo es invisible de noche. Por eso están las farolas y la luna. A veces le sigo el rastro. A veces la vida viene en sentido contrario. He visto el sol del verano al final de la primavera. No sé si es bueno. Pero es así. Necesito que otros ojos estén pendientes de los míos.
Sólo perdura lo que tiene un porvenir. Ahora la humedad se ha pegado a mi. Igual que mi sombra. Las aventuras duran poco. A veces duran toda una vida. Todo eso que acabas de leer es verdad porque lo sé de buena tinta. Todas las guerras son miserables. Igual que el que las manda.
Hay momentos en que cuesta mucho defender tus recuerdos frente a la desmemoria. Enfundado en mi cuerpo provisional. A solas conmigo. He escuchado ese sonido erótico de una cremallera cuando se abre. Salud.

miércoles, 1 de junio de 2016

Turaida II

Turaida le comunicó al general que la pretendía que su corazón ya estaba comprometido. Esto desató las iras del militar. Un día el general le hizo llegar una nota a Turaida mientras se hacía pasar por el joven aprendiz de jardinero citándola en una pequeña casa de madera de un bosque cercano a palacio.
Una trampa de la que la princesa no se percató. El general se vistió de jardinero para pasar inadvertido. De lo contrario la petición de la cita hubiera sido rechazada. Cuando Turaida llegó advirtió el engaño. Era tarde. Antes de ser deshonrada se quitó la vida.
Las historias que no gustan son convertidas en leyendas por el mismo pueblo lo que hizo posible que un amigo del joven jardinero fuera testigo de todo lo que allí pasó alertado por los gritos que el eco esparcía por el bosque. Fue el propio general el que procuró que todos supieran del caso y de que el autor de tan horrible crimen había sido el discreto pretendiente y aprendiz de jardinero.
Inmediatamente fue apresado y juzgado. Murió inútilmente cuando una afilada hacha le separó la cabeza del resto del cuerpo y su cabeza estuvo expuesta como advertencia en la entrada de la fortaleza.
La mente puede esclavizarte y el general quedó atrapado por los remordimientos y dejó el ejército. Entró de obispo después de pagar una buena suma de dinero a la iglesia. Dice Vladimir que es lo que hacía en aquellos tiempos y quizá también en estos aunque no lo puede afirmar pero lo puede imaginar.
Pasó a vivir de forma holgada y con servidumbre en un pequeño palacete para obispos anexo al castillo y destinado a esos menesteres de confesar y decir misa. De vez en cuando daba consuelo al rey que murió al poco tiempo de la enfermedad de la pena. El obispo empezó a pasar demasiadas noches en vela atrapado en sus recuerdos. Formaba parte de un tribunal eclesiástico y sus decisiones valían la vida o la muerte.
Ya he dicho que cuando la historia no es buena lleva aparejada una leyenda. Bendita leyenda. Vladimir la conoce bien y nos la hizo saber.
El amigo del joven aprendiz de jardinero ejecutado siguió todos los pasos del general convertido en obispo. Le siguió día y noche. Memorizó todos sus pasos. Cuando, cómo, porqué y con quién hacía todo. Conocía bien el castillo, el palacete de los obispos y el bosque. Un día el obispo se ausentó de su casa para unos trabajos que requerían su presencia. El amigo que había presenciado todo le siguió.
Se apostó en el bosque casi al anochecer. Una luz tenue debido a los grandes árboles y una niebla que iba a más. Iba disfrazado con los vestidos de Turaida. El obispo iba rápido sobre su montura cuando la luz de un rayo lo iluminó de forma fugaz. El obispo se percató de ello y se alteró de tal forma que perdió el control de su caballo y cayeron muriendo aplastado. 
Por la noche, en la cena, un amigo de Vladimir me dijo en voz baja que conocía la verdadera historia y que era de otra manera. Le dije que no me la contara porque no quería saberla pero después de la tercera cerveza la contó. Desde aquellos tiempos incuantificables el pueblo rinde, una vez al año, un sentido homenaje a Turaida. La que estaba llamada a ser reina. El bosque lleva su nombre y han sembrado un robusto y hermoso árbol en su memoria.
He dado esta historia o su leyenda por buena. No quise saber más y no contaré más. Me ha parecido de un romanticismo que ya no se lleva. Algo poético para recordar y contar. La literatura se nutre también de la imaginación. Salud.

jueves, 5 de mayo de 2016

Turaida 1

Había una vez una niña que el tiempo convirtió en una bella joven y que, como en tantos cuentos o leyendas, terminó sus días de una forma trágica.
Empezaré con una aproximación a Umbral cuando dice que ha revisado su vida y ha descubierto que ya es mucha aunque las pruebas médicas dicen que está bien y el médico así lo ha firmado. 
A mi me pasa lo mismo y como quiera que esto es así intento aprovechar el tiempo al máximo. Casi hasta la esclavitud. Mientras el tiempo sea mi aliado y me favorezca quiero aprender y conocer mundo y culturas.
Antes de la dichosa pandemia en la cual estamos inmersos estuve por unos lugares fríos próximos al norte de Europa. Para contar una leyenda o una historia no importa tanto el lugar dónde ocurrió sino lo que realmente dice la gente qué pasó o que supuestamente pasó. 
Vladimir es un lugareño atento y vestido de negro con una gorra incluida. Mano temblorosa y voz potente de fumador de toda la vida. Buena memoria que suele ser imprescindible para esos menesteres de guiar a los turistas. Niveles de cerveza en sangre adecuados para la ocasión.
Dice Vladimir que en uno de esos lugares al norte de Europa había dos pueblos con sus respectivos reyes, señores con sus feudos y vasallos y el pueblo. Rivalidad típica de la época y un  ejército y un pueblo deprimido por todo tipo de carencias típicas de la edad media. Opulencias y carencias. Hambre y enfermedades. 
Un día parece ser que hubo un mal entendido. Y decidieron invadirse mutuamente para aclararlo todo y cambiar el curso de la historia a través de las armas y la sangre ajena. Reunieron a sus generales y a su ejército. Prepararon la tropa. Entrenaron a los jóvenes para la lucha pero no para la muerte. Y consultaron a sus dioses para ser bendecidos.
Buscaron un lugar adecuado para hacer una guerra como dios manda y decidieron los días más propicios. Los dos se sabían vencedores pero ninguno fue a pensar que el que gana también pierde mucho.
Fue un día cualquiera como cualquier otro día, dice Vladimir, que decidieron dar voz a las armas. Día gris con viento y nieve que habitualmente suele darse por esos lugares del norte de Europa. La guerra sólo duró unos meses porque no había hombres para más tiempo. Entre batallas y descansos retiraron los muertos y los heridos. Prendieron fuego a las casas y a los sembrados. Hubo pánico entre el pueblo sufridor y perdedor y el pueblo sufridor y superviviente.
Al final, como siempre, el ganador quedó totalmente diezmado y sometió a los pocos que quedaban del otro pueblo. Una mañana el rey vencedor se paseaba por entre cadáveres y heridos que gritaban su dolor y lloraban su pena entre la niebla impregnada de humo y olor a sangre seca. Se escuchó el llanto incesante de una niña que seguía cogida con los brazos de su madre muerta. La cogió como pudo y se la llevó a su castillo. No tenía descendencia y adoptó a la niña como a su hija legítima.
Fue educada como se merecía una princesa. Creció y se convirtió en una bella joven. Admirada por todos y pretendida por muchos. Ella entregó su corazón a un joven aprendiz de jardinero de palacio. Los dos llevaron esa relación con gran secreto. La joven princesa rescatada de los brazos de su madre muerta en la plaza de un pueblo en llamas fue bautizada con el nombre de Turaida.
Un influyente general la pretendía para convertirla en su esposa. Solicitó la aprobación de un rey muy mayor, enfermo y en decadencia que dio su consentimiento. Salud.

lunes, 14 de marzo de 2016

Las rimas

Dice un estudio que cada vez pensamos menos. Que por eso hemos ido adquiriendo cualidades inútiles. Una obsesiva búsqueda de lo superfluo. Desechamos lo importante por desconocimiento. Queremos lo fácil y rápido. La supervivencia del pensamiento.
Soy poeta. Le dedico tiempo a la poesía. Y a la filosofía. Necesito saber la verdad. Aunque no rime. Sobretodo si es importante y me permite pensar. Necesito saber si es útil lo que hago. Quizá la culpa sea de las rimas. Ahora mismo no sé si una proeza poética merece un reconocimiento o es preferible huir de los aplausos.
Seguramente tengo cualidades inútiles por culpa de pensar menos. Como plantar alfalfa en vez de rosales. Como los arqueólogos que estudian ruinas. Para saber cosas que a la mayoría no nos interesan. Que la vida anda unos caminos al margen de los pensamientos y de la sabiduría útil.
Ya no sé si quiero tener un jarrón para mirar o para usar. Es evidente que no basta que una cosa sea bella. Tiene que ser útil, además. Aunque sea para decorar.
Dice el estudio que pensamos menos. Yo creo que pensamos lo suficiente. Pensar más de lo necesario podría ser absurdo. Estaba pensando que cada uno podría pensar una cosa distinta. Siempre sería más provechoso que todos pensemos lo mismo. O quizá no. Lo dejo para los que hacen estudios de esos. Cuando la filosofía se pone pesada pasa eso. Piensas. La mirada inútil de la memoria sólo ve olvido.
Le das vueltas a las cosas y luego no sabes salir. Por eso lo escribo. Soy un liante. Me quieren liar.
Si miro el mar con detenimiento puede llegar a ser monótono aunque el aire que respiro sea el mejor. El aire de la montaña es excelente para el cuerpo pero sólo ves árboles y matorrales. Sería bueno poder combinar todo lo útil y dejar el resto. En este caso la poesía tendría que tener rima y leerla en un entorno idílico. En silencio o con música de Mari Trini.
El ser humano hace cosas inútiles que le reconfortan. Los sabios lo han dicho y hecho. Como aquello de plantar un árbol aunque te vayas a morir al día siguiente. O aprenderte el Quijote de memoria aún siendo mudo y nunca podrás recitarlo. No sé si pensar más es bueno para la humanidad. Tal cual están las cosas. O las cosas están tal cual por pensar menos.
Puede ser que la poesía sea inútil. Pero soy poeta. Y la seguiré leyendo y escribiendo. Aunque no tenga rima. Eso estoy pensando un día discreto y fluido. Con un comportamiento habitual. La cuestión es que el corazón tiene que latir. Y la sangre tiene que fluir. Y el aire tiene que oxigenarme. Los sentimientos tienen que aflorar a cualquier acontecido.
Después de haber leído que de cada vez pensamos menos la vida me parece distinta. Porque los ignorantes desconocen la ética y la moral. Viven al margen. No se enteran ni ellos ni los demás. Y después de eso que venga alguien y me diga que cada vez pensamos menos. Es que cuando escuchas a Mari Trini no puedes pensar. Salud.

viernes, 11 de marzo de 2016

Impertinencias

La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no hay trincheras donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego. No es por el frío. Este invierno está domesticado y ha venido cálido. Ni siquiera el mar, a estas horas, lleva olas. También está manso y domesticado. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que hacemos historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo junto. Leo que el poeta ha desnudado su alma. Es un fraude. Solamente escribe poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que borra las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella. Los acontecimientos también. A veces las cicatrices tardan en desaparecer.
El gorrión de todos los días ha venido a comer las migas que le dejo en el suelo. Picotea un rato y luego se va. Yo le observo detrás de la cristalera. El gorrión carece de pasado. Sólo vive el momento sin más impertinencias.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. Los cálculos para los que no son de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada. Salud.

jueves, 3 de marzo de 2016

Curiosidad

Dice el poeta que la elegancia de la vida radica en su color. El que cada uno le quiera dar. En llevar sombrero y en llevarlo bien puesto. En llevar bufanda, abrigo, botas, faldas o pantalones. Pero en llevarlos bien puestos y de forma elegante. Que cuando el fuego empieza a ser impertinente es cuestión de ahogarlo en agua. A ser posible de mar que es salada.
Hasta que el pulso del solemne destino al que estamos sometidos vuelva a coger el ritmo adecuado. Que cada uno tiene el que tiene.
Las tormentas siempre han sido ruidosas y curiosas. Mandan rayos a la tierra para saber cómo son las mañanas, las tardes y las noches. Cómo son las personas y lo que hacen. Sobre todo, las tormentas, quieren información del mar. Que el molino sólo gira cuando sopla el viento. Y el perro mueve la cola cuando le acaricias el hocico.
La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no tengo donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego y no es por el frío ya que este invierno parece domesticado y ha venido cálido. Incluso el mar se presenta manso y casi no lleva olas. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que por tanto estamos obligados a hacer historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo esto. Leo que el poeta ha desnudado su alma mientras escribía poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que elimina las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella y los acontecimientos también. Por eso las cicatrices tardan en desaparecer.
Los gorriones de todos los días han venido a comer las migas que les dejo en el suelo. Picotean un rato y luego se van. Yo les observo detrás de la cristalera. Los gorriones carece de pasado. Sólo vive el momento, sin más.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. No sé hacer cálculos porque soy de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen gracias al viento.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada. 
Mientras tanto los niños juegan en la calle. Hay algarabía pero los enfados  duran el tiempo que dura volver a poner la pelota a rodar. Por cierto que esta mañana he vuelto al lugar protegido. Ese lugar semi escondido entre barcas y alcobas y donde nos dijimos cosas bonitas por primera vez.
He visto tus sueños. Tan de tu estilo. De navegar hasta el horizonte por la simple curiosidad de ver lo que hay detrás. Las tormentas, en su curiosidad, también quieren saberlo. Pero ellas lo tienen más fácil. Hay cosas que desaparecen sin saber cómo. Incluso los recuerdos. Cuando eso ocurre no nos queda otra que aullar en la noche para mostrar nuestra tristeza y enfado. Llenamos los ojos y las mejillas de lágrimas mientras buscamos otro recuerdo parecido.                                   
El hielo necesita frio para mantenerse. Nosotros necesitamos minutos para vivir. Sabernos orientar en la bruma. Aguantar chaparrones y sirimiris. Es fácil tambalearse si no tienes buen equilibrio. Pero cuando falta el frio la nieve se derrite y el agua corre a refugiarse al mar igual que hacen las lágrimas.                                                                    Yo he vuelto al lugar protegido. He dormido plácidamente en tu recuerdo. Mientras el tiempo pasaba con parsimonia. Al despertar he sentido tristeza por lo que no fue y debió ser. Como cuando las personas se pierden en la niebla o se comportan como extraños. Con una razón que no razona y una voluntad que no responde.
La decepción del niño cuando descubre que dentro del agua no se puede respirar y casi se ahoga. Estremecedor abismo interior. Ese que se vive cuando acabas un libro y el final no es el que te habías imaginado. No es el que esperabas. Y te molestas con el autor. 
Ahora mi pluma tantea el papel mientras se mueven las ideas. La imaginación se hace atractiva e insoportable y la tormenta me acompaña y me marca el ritmo con su curiosidad. 
Dice el poeta que cuando la muerte no se soporta abre las tumbas y sale para escaparse. Porque la muerte no sabe lo que pasa fuera mientras está enterrada. En verano no habrá heladas y los pájaros seguirán durmiendo en las montañas
He cogido un vaso de agua medio lleno y he apagado la luz en busca del silencio y del sueño. Como cada día. Salud.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Hoy

Hoy, en la tertulia de las mañanas, los contertulios no nos poníamos de acuerdo en quién era el más antiguo. No usamos la palabra viejo. Si acaso, senior. El poeta ha mediado y ha puesto orden. Ha pedido seriedad y que nadie mintiera. Todo el mundo ha dado su palabra y eso basta. Ha decidido que el más antiguo será aquel que tome más pastillas y que además tenga más cosas prohibidas por el médico.
Nos hemos reído un rato hasta que hemos empezado a contar pastillas y prohibiciones por orden facultativa. Hemos hecho recuento y ha salido el más antiguo. Un honor para el que ha salido elegido y un choteo para los demás. Hemos tenido que repetir café porque la cosa se ha alargado. No había mucha diferencia entre todos. Ya sabéis, la tensión, el azúcar, la reuma, la próstata, dolores articulares, el corazón, los pulmones, los riñones y poco más. De las prohibiciones y recomendaciones había pocas y algunas repetidas. Comer poco y bien y andar mucho. Lo típico.
Hoy, que el invierno está muy avanzado, es cuando pisamos más hojas secas en las aceras. Y es que este año todavía no han caído todas y los árboles y plantas ya insinúan las nuevas. El más antiguo ha dicho que son cosas del tiempo. El cambio climático. Si lo ha dicho el más antiguo es que será verdad.
Hoy ha amanecido un día con tonos rojizos y amarillos. Adecuado para vivir un día intenso. Que por mucho que te pases te morirás el día que te haya tocado en suerte. Con los ojos cerrados y sin derramar una lágrima. Porque será una muerte consentida. Como todas. 
Los días como hoy existe la misma calma en el fondo del mar que en la cima de la montaña. Y el mar no te chilla. Te habla flojito o te susurra. El aire de la cima de la montaña hace lo mismo. Como quien no quiere la cosa me he dado cuenta que detrás de mi venía un fulano pisando mi sombra y algunas de mis huellas. A ver si las van a confundir.
Los despojos de la noche se los ha llevado el amanecer sin hacer ruido. Sin casi darnos cuenta. Como debe ser. Hoy ha llegado con conocimientos, sabidurías y algunos descuidos. También han vuelto algunas carencias. Pero bueno. Las expectativas del mar, hoy, es llegar a todas las costas. Yo procuraré estar en alguna de ellas.
Una parte del día de hoy será doméstico. De andar por casa. Tengo electricista y fontanero y me tengo que comportar como buen anfitrión. Recuerdo que el más antiguo de los contertulios ha dicho que cuando se jubiló abolió la rigidez de los horarios. Ahora no lleva reloj y vive mejor que antes.
Antes de que se me olvide tengo que decir que el más antiguo ha dicho que el médico le tiene en la lista de las personas más sanas del pueblo. El poeta ha salido al paso y le ha espetado que no le extraña con tanta pastilla que toma y con tanta cosa que ya no puede hacer. Ha habido tensión y ha quedado claro que irá al médico para pedirle explicaciones.
Tengo una amiga de esas de hacer senderismo y hacer cima en las montañas de la Isla. La llamamos María Aspirina cuando realmente se llama Dolores. Lleva vividos más de setenta y se viste "vintage style". Llega a la cima como si la hubieran subido a hombros. El resto va dejando el alma por el camino para quitar lastre. Su médica le ha dicho que todas las pruebas han salido bien. Que no tiene nada malo, sólo años acumulados. Lleva unos días angustiada pensando que si no llega a tener nada nunca se morirá. Esto le preocupa sobremanera.
Bueno, que se me hace tarde y el electricista y el fontanero me necesitan para la cerveza de cortesía. Voy a seguir viviendo. Salud.

domingo, 14 de febrero de 2016

Silencio

El silencio
es la voz de nadie.
La palabra callada.
El ruido de la noche.
El amante de la oscuridad.

Ni el viento se atreve.
Intimida y acompaña
y forma parte del tiempo.
Del tiempo entre palabras.
Algunos momentos de silencio
te ayudan ha hacer camino.

Pero con el día
amanece el ajetreo
mientras la noche
se va despacio
y se lleva su silencio.

Aguarda en los huecos de la mañana.
Transita sin hacer ruido.
Consume nuestros minutos.

Cada uno tiene su silencio.
El silencio es nuestro.
Salud.

viernes, 12 de febrero de 2016

Imaginar

Eugeni es un estudioso del origen del mundo y del hombre. Y del origen de otras cosas interesantes. Todo el día leyendo, pensando, soñando y dudando. A distintas velocidades según el día y la hora. Y las circunstancias, por supuesto. Imaginar todo eso y buscarle la lógica o la razón. Siempre dice que le resulta complicado saber cómo empezó todo. Se refiere a las cosas en general.
Va diciendo que el día que lo descubra igual pensará de otra manera. Últimamente parece que ha tirado la toalla. Piensa despacio y selecciona. Hay días que ni piensa. Se deja llevar por los instintos y el viento si sopla. Está convencido de que muchas cosas nunca se sabrán.
Un día en la tertulia en el bar de Pepe y con el sol insinuándose me dice que le haga una pregunta. Complicada a ser posible. Yo que soy de cosas sencillas. Quería verse obligado a tener que pensar una respuesta meditada y que entrara en lo razonable. Era cuestión de poner a prueba su memoria. Y la mía.
Entonces me acordé de que en mi niñez estaba yo en tratos con el amigo íntimo de mi abuelo por parte materna. A menudo me preguntaba si sabía dónde guarda una persona los años cumplidos. Esa era la pregunta que le trasladé. Ha estado un rato pensando. Se ha puesto triste porque no sabe la respuesta. Acaba de descubrir que es un enfermo crónico de mucha edad.
Tampoco es para tanto, le digo. Le he contado que yo nunca supe contestar y que el amigo íntimo de mi abuelo por parte de madre, con sonrisita y a la broma, me decía, "los años cumplidos se guardan en el banco. Cada año te hacen uno más de interés. Es lo único que te dan los bancos además de disgustos. Nunca entres en un banco ni para dar los buenos días". Un adelantado a su tiempo. Eugeni ha sonreído y se ha girado hacia el mar para contemplarlo.
Eugeni es mi amigo. A estas alturas ya lo conocéis todos. Incluso he conseguido que le guste la música de Mari Trini. Vivimos en un mundo de pupurris. Juntar cosas dispares para conseguir un algo homogéneo. Luego lo tratamos en tertulia con el café con leche. Todos sabemos que hay temas que se tratan y son pura invención, ficción o imaginación desmesurada que da para intercambiar opiniones.
Las ilusiones se hacen a medida. La vida de cada día también. Como los zapatos, la ropa, la cama de dormir cada día y que utilizaremos para morir una vez en la vida. He decidido no hacerle más preguntas comprometedoras a Eugeni. Ni a nadie más. La vida de cada uno tiene una parte privada. Después de mirar un rato largo el mar, se gira y me mira, sonríe y me dice que los bancos van a quebrar. ¿Y eso? La mayoría de mis amigos habitan en el cementerio por lo que los bancos ya no les hacen intereses.
Sabemos dónde están los huesos y habrá que evitar que los bancos se enteren o harán negocio de esto también. Le comento a Eugeni que seguiré escribiendo de él hasta que se haga famoso. Algunos personajes han llegado a ser más famosos que su autor. Los días que mejor se piensa son los de lluvia y los de niebla.
Nos despedimos porque vamos justos de tiempo. Por eso nos levantamos cuando todavía es de noche y caminamos a la luz de las farolas. Los sueños son para la noche. El día se ocupa de otras cosas. A más edad el tiempo pasa más rápido. A ver si hoy podemos cuadrar el día. Salud.      

sábado, 2 de enero de 2016

Dos mil 16

Dice el poeta que la historia se escribe sola. 
No la puedes manipular. 
Siempre te quedará la posibilidad 
de contarla de otra manera y que te crean.
Se ha hecho de noche 
y la oscuridad no me deja distinguir 
la realidad de lo demás. 
Hay días que contienen una pequeña porción de la felicidad 
que nos toca en toda la vida. 
A veces llega con vientos insuficientes. 
Por eso la felicidad puede llegar a ser efímera. 
En cambio la artrosis es para siempre.
La oscuridad atrae el silencio. 
Las luces atraen el ruido.
De repente han llegado unas nubes negras 
y se ha hecho de noche. 
Me he puesto a pensar en días remotos y pasados.
Al principio del día me siento rodeado de indicios. 
Luego serán verdades o ficciones. 
Es cuestión de ser precavido y preventivo.
Llegados a final de año hay gente con prisas 
para ser el último en morirse. 
A principios de año hay gente con prisas 
para nacer el primero. 
Pero un día se acaban las prisas y buscas lentitud.
A veces intercalamos momentos innecesarios en la vida. 
Al poeta no le gustan los rellenos.
Y la vida también cumple años 
con un corazón que late sangre anónima. 
Cuando ya no existamos 
hablaran bien de nosotros y en pasado. 
O no hablarán de nosotros. 
El marinero se puso a llorar porque el mar dejó de mandar olas. 
El mar suele guardar las olas para el amanecer. 
Al sol le gusta ponerse con el mar en calma.
Para dormir tengo la costumbre de desalojar el cuerpo. 
Me quedo inerte. 
Es la mejor forma que conozco de poder soñar en serio.
Huyo de las tonterías que están de moda. 
Y de las que ya no lo están. 
Piso caminos y calles como evasión del hastío de ciertas cosas.
Si no entiendes lo que te digo es que no comprendes 
los gestos del silencio. 
Pueden ser los miedos del invierno o del pasado. 
Miedo de las tormentas infantiles.
Cuando las perezas de la noche persisten durante el día. 
Me refugio en el mar y le pido consejo.
Es casi mediodía y algunos árboles del bosque 
siguen estremecidos por la escarcha. 
La noche llegará despacio y el día llegará sin prisas.
Voy donde me lleve el camino. 
Por cierto que me ha venido a la cabeza 
que anoche me quedé dormido sin darme cuenta.
Los amaneceres fríos voy hurgando en los libros. 
Con la mirada puesta en el mar 
amaneció primavera y anocheció otoño. 
El poeta encantado de todo esto porque se siente libre.
Cuando conseguí entender el mar me sentí capacitado 
para navegar entre olas y tormentas inmensas. 
Tampoco puedes estar navegando todo el día 
por mucho que te guste el mar.
Dice el poeta que no podemos estar huyendo siempre de la lluvia. 
No pasa nada si un día nos mojamos. 
Tenemos que aprender a secarnos.
Que el tiempo es pequeño y la vida es grande. 
A todas horas el viento entre las encinas y los pájaros entre los pinos.
Le pregunté quién era y me respondió que un recuerdo de la noche. Quizá un sueño.
El poeta vive la melancolía en los jardines. 
En las playas sin olas. Entre las humedades de una bodega.
Cuando termina el día algunas flores son antiguas. 
Las flores hacen bonitas las tumbas. 
La muerte está dentro y el sufrimiento está fuera.
Desde el alba hasta que sale el sol 
el cielo permanece espeso y exagerado. 
De un rojo subido.
He pasado el día juntando soledades 
mientras los sueños esperaban en la trastienda de la noche.
Te espero donde empieza la oscuridad 
y donde se escuchan los latidos. 
Donde forjamos nuestra historia.
Esperaré la tormenta.
Dice el poeta que el mendigo vive la madrugada en la calle.
Resistiendo o sucumbiendo.
Ahora lo veo. Lo daba por perdido. 
Un extraviado pensamiento flotando en el mar. 
Lo que nos hemos dicho ha sido bonito. 
Que no lo olvidemos.
Cuando la historia se parece a otra puede confundirnos. 
Cuidado con la hojarasca del bosque 
que oculta las piedras que pueden hacernos caer.
Momentos de vida retrospectiva. Salud.

martes, 24 de noviembre de 2015

Despertar

Por un momento he percibido una extraña sensación de bienestar. De felicidad. Simplemente amanece. Antes he soportado la angustia de pensar que el amanecer se retrasaba. La infelicidad suele llegar a lo largo del día. En todo caso hay tiempo.
Dice uno que escribe denso y bien que cuando uno muere cierra los ojos. Parece que no interesa observar el momento de morirse. Parece normal. Tienes que concentrarte con lo del túnel y la luz y esas cosas que dicen que pasan. No es cuestión de poner aditivos cuando no sirven de nada.
Es curioso que quienes dicen lo que he dicho en el párrafo anterior todavía no se han muerto. Eso significa que improvisan. Un hablar por hablar. Meterte miedo o esperanza. Si es que en esos momentos hay miedo o esperanza.
Por cierto que me ha llamo un amigo. Me pregunta que quién soy. ¿Es que no sabes a quién llamas? Le digo. Me dice que como tengo una voz de presentador de programas de radio había pensado que se había equivocado al marcar. Lo he catalogado como un cumplido y una posible alternativa laboral. Tal cual están las cosas nunca se sabe.
Se pregunta Masoliver si en el cielo se habla o sólo se piensa. Dará por seguro que le va a tocar cielo. A mi me da lo mismo lo que me toque. En el paraíso ya estoy. El infierno lo contemplo casi todos los días. Yo lo único que quiero es poder pensar con serenidad en un lugar tranquilo. Donde sea que eso esté.
Tengo incertidumbres y pocas confianzas en esas personas que hablan de esos temas tan a la ligera. Me consta que nunca han estado en esos sitios. Y si alguien ha estado no ha tenido narices de volver para contar algo. Por poco que sea.
Y estaba pensando que si no hay noches tampoco debe de haber sueños. Si tampoco hay días no habrá amaneceres ni puestas de sol. Sólo de pensar esas cosas ya me estoy cargando de buena mañana. Igual ni siquiera hay mar. Vamos a otra cosa.
Si eso de la vida es un trámite o una cosa de pasada tendríamos que saber lo que nos espera después. Que nuestro comportamiento sería uno u otro según quisiéramos estar luego. Sin engaños ni sobresaltos. Sin malentendidos. Que todos sabemos que no nos podemos llevar nada.
Después de un rato que ha durado el alba ha salido el sol. He visto el sol y las dudas se han disipado. O más o menos.  Un sol muy débil. Enfermo de otoño. Con un poco de viento del norte que hace refrescar. Y los días así y con estos pensamientos uno pilla nostalgia.
Ahora en el coche estoy en un atasco. No suele ser normal en la Isla. Son los operarios del ayuntamiento que colocan adornos de Navidad en la calle. La nostalgia se cronifica. Ahora cuando llegue a la tertulia en el bar de Pepe tendré que disimular mi estado de ánimo. Vaya despertar que llevo hoy.
Pero Pepe nos pondrá a Mari Trini y no nos pondremos nerviosos. Será un desayuno como otros. Voy terminando porque algunos de vosotros no me leéis porque escribo largo. Lo sé. Un tertuliano ha dicho que está preparando un viaje al fin del mundo. No sé que ha querido decir. Estaré preocupado todo el día. Salud.


martes, 17 de noviembre de 2015

A escondidas

Hoy toca hablar de Andreu. Se llama igual que mi vecino. El maestro de escuela jubilado que se pasa el día pintando el tiempo. Ya he hablado de él en otras ocasiones. El Andreu que hoy presento también está jubilado. De pescar. Pero sigue diciendo que es pescador.
Su barca está amarrada en puerto. No puede con los aparejos porque la edad le ha deformado las manos. Y el tiempo también. Tiene nostalgia. Ser amigo del mar tiene ese inconveniente. Mucha añoranza. Por las noches antes de acostarse se pasea por el muelle. A veces lo hace antes de amanecer. Porque el mar es más grande que la tierra.
Cuando caen cuatro gotas lo mira desde el porche. Una casita casi al borde del acantilado. En la Isla siempre caen cuatro gotas. O diluvia para inundar. Estos días toma café con nosotros y cuenta historias. Las nubes vuelan bajo. Las mira y sabe el tiempo que hará. No ha perdido el olfato marinero.
La vida se le va sin que lo note. Le abandona como a todos. Casi a escondidas. Él se refugia en el mar porque está para siempre. Es como los gallos que no sueñan porque están pendientes del amanecer. Que los dioses que habitan el mediterráneo tienen el sueño profundo. El mar, por cierto, llega a todas partes.
El dato histórico de sus años no le quitan sabor a la vida. Porque todas las mañanas amanece. Tiene su vida íntima y la otra. La de compartir con los demás. Dice que su horizonte sigue estando lejos. Cada mañana coge aliento y vive.
Es el cuarto y último hermano. Nació fácil, pues. Cuando su madre rompió aguas dijo aquello de "tranquilos que hay tiempo". Nació en el pasillo que lleva al paritorio y cayó al suelo. Todavía se acuerda de esa caída que le cambió su vida. No sirvió para estudiar y tuvo que ser marinero y pescador.
Ha fotografiado su vida con los ojos. Ahora los mantiene medio cerrados. Tanta luz le molesta a estas alturas. Descendiente del mar y heredero de su magia. En las tormentas y en la calma.
Todos los pueblos necesitan tener un héroe. Nosotros que vivimos en un pueblo costero tenemos a Andreu. Hace unos años que está raro. Por lo del nacer precipitado y de malos modos que tuvo. Dicen.
La cuestión es que le diagnosticaron una ideación delirante de tipo místico religioso cronificada y con repercusión emocional.  Las adherencias al tratamiento han sido irregulares por lo que ha precisado de reajustes constantes en su medicación.
No hace mucho, desde su jubilación, tuvo un ingreso urgente después de que tuvieran que desalojarlo de la iglesia parroquial. A la hora de cerrar no quiso salir y se enfrentó al párroco. Mantenía una conversación con Dios y no quería ser interrumpido. No lo entendió así el cura.
Ahora toma una medicación excesiva que no le dejan pensar. Mira el mar y balbucea cosas. Que sin ser yo un santo soy su amigo ateo y conversamos lo que podemos. Si queréis saber algo más del mar se lo preguntáis. Porque estamos en otoño y el mar está cambiando. Salud.

miércoles, 21 de octubre de 2015

Formentor IV

Dice uno de los contertulios que "las apariencias sí son lo que parecen". Si uno parece que es imbécil es que lo es. O cualquier otra cosa que parezca.
El mal o la maldad en la literatura se remonta a los principios de la escritura. O antes si consideramos escritura a ciertos dibujos y otras cosas. Lo importante es que el malo termine mal. Si no es así el autor tendrá que convencernos de las bondades de la maldad. Todos coinciden en que es bueno exagerar lo malo.
En esto estábamos cuando empezó el otoño en Formentor. Se notó porque no hacía viento ni frío. Un solecito de sentarse en los porches a contertuliar y a consumir el tiempo con un café. Yo diría que el plato fuerte se dejó para el último día. Como suele ser una costumbre.
En la antigüedad alguien dejó para el final el mejor vino. Cuando ya todos iban empapados. Los católicos me habréis entendido a la primera. Los demás procurad hacer un esfuerzo, por favor. Las maldades en la literatura son obra del autor, del actor o de los lectores. O varios al mismo tiempo.
Hay una maldad que sobrevuela Formentor. No tiene nada que ver con la literatura. Las moscas sobrevuelan los espacios y nos llegan a poner de los nervios. Nos inducen a hacer cosas malas. Descubro para mi asombro que soy capaz de hacer varias cosas al mismo tiempo. Escuchar, pensar, escribir, sujetar la libreta y espantar moscas. Según criterios científicos alguna de esas cosas no la hice bien.
La maldad es algo exclusivo del demonio que encarna el mal. Por tanto cualquier actor malo es el mismo demonio. O quizá Satán sea el escritor. Ahí queda eso. Incluso se comenta que podamos ser los lectores los malos. Los que vemos maldades en los actores de forma equivocada. Pues no lo se.
Uno defiende que el infierno está en el fondo de las profundidades. Bajo tierra y con un fuego abrasador. Además no se puede salir nunca de él. Otro entiende que el infierno y sus maldades están en la tierra. Entre nosotros. Que es algo reversible pero hay que luchar por ello. De esa manera se va forjando la literatura más mala del mundo.
Carme Riera habla de Manuel Machado. El que defiende que se puede morir por unas ideas pero que no se puede matar por ellas. La maldad está en los lectores que dan por malo lo que escribe Machado por ser lo que fue en los tiempos que vivió. O sea que se puede ser bueno o malo según le gustes al régimen de turno.
La maldad, en la literatura, también puede venir de la naturaleza. Enfermedades de los actores. Catástrofes naturales y esas cosas. Habrá que saber a quién le damos la culpa. Incluso ante esos extremos algunos lectores podrían dar lo malo por bueno. Salud.

 

sábado, 10 de octubre de 2015

Formentor III

Hoy toca profundizar en planos filosóficos y metafísicos. Resulta que estamos en la cultura de lo desconocido y del desconocimiento. Y en la sabiduría de la casi nada. Es extraño. Al final del café de la mañana he llegado a la conclusión de que el sol sale para los lagartos y los guiris. Los isleños consumimos sombra y aire fresco que despeja mas.
Me llama la atención cómo huele la naturaleza de fuera. Mar. Aire. Pinar. Montaña. Luz y colorido pintado acertadamente. En el salón Orfeo huele a perfume multimarcas que la gente se ha puesto para la ocasión. Dicen que la atracción de juventud es pura química hormonal. En la edad adulta es otra cosa. Son muchas cosas.
Pasamos de algo primitivo y casi instintivo a otra cosa madurada. Los personajes literarios también pasan por esas etapas. Y aparece la maldad. Otra vez. Va de esto.
Dijo Umberto Eco. "Desengáñate. El lector sólo entiende un veinticinco por ciento de lo que escribas". Los neurólogos han demostrado que tenemos problemas para interpretar lo que leemos o se nos dice. Tenemos un sistema cognitivo sin actualizar. Nos cuesta reproducir lo que leemos.
Asumimos que los lectores mienten cuando dicen lo que leen y cuanto leen. El panorama es desolador para los escritores. Habrá que escribir poco y bien. Sencillo y ameno. Leo el ciego en la ventana de Masoliver y es denso. Cada frase es un pensar largamente. Prescinde de aditivos. Importa lo breve y bien cargado. Como un café y un brandy. Sus personajes mas que ser malos tienen un punto de amargura y mala leche.
Personajes malos y muy malos. Crueles a veces. Y si son importantes mejor. Ya no nos sirve un personaje literario malo y mediocre. Casi nos convencen de que no compramos libros para leer. A veces quizá sea mejor releer. La importancia no estará tanto en entender sino en la capacidad de imaginar.
Escribir para estimular nuestra mente y nuestra imaginación. Entonces cada libro serán tantas historias como lectores tenga. Si las instituciones no cubren las necesidades básicas del pueblo entonces habrá malos. Y los escritores escribirán de ellos. Los malos de la sociedad y con los cuales convivimos son los personajes de los libros.
El escritor incorpora personajes reales a sus libros de ficción. Malos de verdad. Pero el lector lo podrá hacer más malo todavía o empatizar con él. Según nos convenga o entendamos. En literatura ser malo puede ser tan bueno como ser bueno. O viceversa. Hay maldades que un lector puede justificar.
A todo esto se ha hecho hora de almorzar. Me acerco al puerto de Pollensa. Junto al mar. Sobre la arena. Un chiringuito de esos que te permiten ir descalzo. Buen provecho. Salud.



 

sábado, 3 de octubre de 2015

Formentor II

Quienes conocieron a Ricardo Piglia hablan de él. Todo son alabanzas. Como si ya estuviera muerto y necesitara un homenaje. Pero sólo está ausente. Con algún problema de salud que no afecta a su inteligencia.
El autor escribe. El editor edita. El librero vende y el lector lee. Entre todos está el agente literario que gestiona la obra del escritor y parte de su agenda. El de Piglia está y habla. Esto toca en las Converses Literàries a Formentor. Paro antes de llegar paro el coche y miro el mar bien de mañana. Y el cielo medio tapado. Las olas siempre llegan a la orilla.
El mar también trae susurros que a ver si serán verdad. Algunas higueras, entre pinos y matorrales, van perdiendo las hojas porque ya dije que estábamos en otoño. Ahora tocan castañas. Piglia no quiere escribir según le dicte su editor. Escribe según le vengan las ganas y la necesidad. Ahora, medio impedido, tiene más tiempo. Y corregir.
Dicen que está informado de todo. Le mandarán el premio y un resumen de lo acontecido. Le dirán que el aire venía del mediterráneo y era de fiar. Hemos gestionado bien el tiempo porque no nos ha faltado. Hoy he dejado el cansancio en casa. Sólo me lo pongo para dormir.
He llegado con la radio de la música. No pongo la de las noticias porque es complicado de llegar a Formentor tan de buena mañana. Un madrugón porque hay gente que necesita la carretera para montar en bicicleta. No sé para qué puñetas hicimos el Palma Arena con mangoneo incluido.
El salón Orfeo está lleno y callado. Escuchamos la maldad en la literatura. Hay malos para todos los gustos. Autores con maldad y protagonistas de libros que hacen el mal. Con tanta maldad literaria el aire queda viciado de letras. Hasta que llega la oscuridad del anochecer. Esas Converses son una especie de monstruo de muchas cabezas. Perfidia. Espanto. Crueldad. Infamia. Desprecio. Las maldades son muchas.
El poeta insiste en que en un mes las tumbas lucirán flores y el cementerio será camposanto por unos días. El anochecer es pura sabiduría porque tiene experiencia del día. El amanecer, en cambio, es un estrenarse constante. El día ha pasado rápido o ha sido breve. No sabría matizar. Ficción y realidad académica. Poca naturalidad o improvisación.
Realidades extravagantes sobre autores y actores. Que la maldad parece no tener límites. No se puede hablar de sueños. Son para los que duermen o escriben cosas románticas. Que bien suena el órgano del pueblo. Lo sé porque se oye desde fuera.  
Protagonistas locos, extravagantes y estrafalarios. Como algún autor que se cita. Perdidos de la vida. Sin sentimentalismos que no hay que influir al lector. Uno no deja claro si empezó a escribir para hacerse escritor o se hizo escritor y empezó a escribir. Pero es igual para el caso.
En Formentor todos estamos bajo sospecha porque todos parecemos malos. No se habla de otra cosa esos días. Queda claro que no se escribe sobre lo que ocurre sino sobre la memoria y los recuerdos de lo que ha pasado. Finalizamos con un cóctel infinito de exquisiteces y en compañía de la gente de letras que en el fondo es buena gente. Salud.


 
 

jueves, 1 de octubre de 2015

Formentor I

El mes pasado estuve en las Converses Literàries a Formentor. Escuché a los que tenían cosas que decir. Me relajó la proximidad del mar. Y escribí en torno a un café. El aire transitaba tranquilo en cualesquiera de los lugares del Barceló Formentor. Sus jardines y sus porches. Su escalinata y su Orfeo.
Esta podría ser la crónica de las Converses. Pero en todo caso no es la oficial ni es la autorizada. Es la mía. Es literatura de bloguero donde tienen cabida todos. Desde los clásicos hasta los más contemporáneos. Narrativa, poesía, ensayo, artículos de opinión, anécdotas y palabras rebuscadas. Importa el contenido como una historia paralela.
Nos quedó claro desde el primer día que hay más escritores que lectores. Eso parece. Se edita demasiado si nos comparamos con otros países de nuestro entorno. No se puede cambiar todo un escaparate cada dos semanas. El que escribe piensa que lo hace bien y debe ser leído. El que edita piensa en lo que la gente busca y en que sea beneficioso. Siempre la dificultad de encontrar la armonía.
Seguramente hay gente que miente cuando dice que lee mucho. O bastante. Que lee lo suficiente. En todo caso, si esto es cierto, los ciento diez mil nuevos títulos que se publican cada año son demasiados.
No podemos obviar el dato siguiente. Además de los libros hay revistas culturales semanales, quincenales, y mensuales que aportan artículos buenos. Algunos escritores y otra gente interesada en este mundo literario prefiere la revista.
Yo me apunto a eso. Un buen relato corto o un artículo de opinión. Quizá un ensayo breve. Algunas de esas cosas que se leen bien y dan mucho más qué pensar que un libro. A veces. Son cómodos de imprimir y contienen diversidad. Son accesibles a un gran público. Pocos gastos de producción y de distribución.
Creo que ha llegado la hora del blog. Escritos con inteligencia. Con letra entretenida y que no necesita diccionario. Que trasmite como un sirimiri y penetra profundo. Es un café que saboreas con calma y te deja con ganas de más. Siempre hay riesgos. Con la crisis hay más. Esto justifica mi exposición que vendría a ser la opinión de todos los implicados en el mundo de la literatura.
Si todo lo dicho resulta caro nos quedan las bibliotecas, las salas de espera, las cafeterías y lo último inventado que son las librerías donde tomas algo, contertulias y puedes leer cada vez que acudes porque una parte de los libros están al alcance como si de una biblioteca se tratara.
La educación desde una edad temprana a la cultura de la lectura. Los clásicos desde un profesorado selecto que no permita que se aborrezca la lectura. Y unos impuestos altos a esos libros basura que están escritos por los mismos que hacen la tele basura y demás tonteces de la vida.
A todo esto se hizo de noche y se entregó el premio Formentor a Ricardo Piglia. Mientras la brisa marina impregnaba el ambiente y entraba, sin darnos cuenta, el otoño. Sin lluvia, sin viento, sin frío. Luego compartimos la noche hasta las tantas. En buena compañía. Salud.

  

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Bochorno

Yo vivía y me crucé con la literatura. Los tebeos y las vidas ejemplares. El capitán trueno y Astérix. También Mafalda. Luego las fantasías de Julio Verne y otros. Por fin la literatura de la escuela. Homero, Cervantes, Bécquer y los clásicos obligados del régimen. Ahora los míos. Los que mi voluntad elige sin más.
Atrapado en las aventuras y desventuras de cada libro y sus estilos. La vida y sus formas de vivirla. Emociones en estado salvaje y sentimientos domésticos. La historia o la biografía de la vida. Las formas de unos y otros.
Contar la vida vivida, imaginada o escuchada. Pero con elegancia. Que siempre hay alguien que lee. Mi amigo Julio, por ejemplo. Ha cumplido años y el estado le ha regalado tiempo remunerado. Gestiona todos los minutos de cada día sin tener que dar explicaciones. Hasta que la muerte los separe como dicen. Que esto ocurre.
Cada mañana se repone del silencio de la noche. Se levanta con la oscuridad del nuevo día. Madruga, para entendernos. Se ha unido a las tertulias del café con leche en al bar de Pepe y los otros jubilados. Del amanecer junto al mar mientras el resto del pueblo duerme.
El momento gratificante de las primeras olas que llegan. Vete a saber de dónde. De mar adentro o de la otra orilla. Se quedan un rato por la playa y luego aparecen por el acantilado. Se rompen en espuma y esparcen el eco. Para que todo el mundo lo sepa.
Yo espero y Julio también. Que al otro lado está la impaciencia. Y ya no le consiento a nadie que me quite la calma a ninguna hora del día. A veces no es obediencia. Es convencimiento. Que para ver el día hay que atravesar la penumbra sin miedo. A mediodía el sol que las encinas dejan pasar es agobiante y genera bochorno.
Las rugosidades de la voz aparecen con la edad. Pero se llevan sin complejos igual que las desmemorias y todo eso. Por muchos años que pasen siempre queda algo del cordón umbilical. Que hay puentes que duran toda una vida. Ahora mismo he cruzado uno que está seco. Pero vendrán más lluvias y me quedaré quieto mientras veo pasar el agua. Porque el agua tiene prisa para llegar al mar. En cambio hay zonas en las que el agua se estanca.
Estoy corriendo el riesgo de llevar una vida normal y justificada. La vida no supone un peligro porque no tiene secretos. Como tampoco lo tienen los libros abiertos. Y la agonía de la letra justo antes de que la lleve el olvido. La vida normal no hay que justificarla. La otra tampoco.
Que por cierto. El otro día le repliqué un tuit a Don Arturo. El que fuera condenado por la Audiencia Provincial de Madrid por plagio. El que se despacha a gusto con majaderías. Pues resulta que el que incuba en el asiento te mayúscula me ha bloqueado. Pues nada. Como decía antes, bochorno.
Salud. 

miércoles, 12 de agosto de 2015

Ahora mismo

El aire también nos acompañó toda la tarde. Hasta que en el paraíso terrenal se hizo de noche. En la mochila llevábamos literatura y agua. Un viaje literario decía Paolo. Total era subir el acantilado para ver la puesta de sol.
Cada día igual. Mil fotos habré hecho y ninguna igual. Ni el color, ni la forma, ni el aroma. Detrás del horizonte del mar o detrás del horizonte de la montaña o el campo. Dice Paolo que el sol cuando se pone se queda en su purgatorio hasta que se hace de noche. Ves la luz pero el sol ya no está.
Y quiero concentrarme y escribir. Las anécdotas se convierten en historia, leyendas o relatos breves. Pero no me puedo concentrar. Tengo en la mesa de al lado a un capullo con un móvil que llama y llama. No para. Compulsivamente marca y pregunta "qué hase"? Dice "ajá" y cuelga. Luego llama a otro y a otro. Quizá otro día esté libre de capullos ociosos.
Paolo me espera al comienzo del camino. Es tortuoso y empinado. Pero el viento corre y refresca. Subimos a la sombra de las encinas y de algún pino desubicado. Paramos en un recodo para mirar el mediterráneo y beber un poco de agua fresca. El silencio estremece.
Le queda poco al sol para ponerse. El mismo tiempo que tenemos nosotros para llegar arriba del acantilado y sentarnos para verlo. Otra gente hace lo mismo. Seres humanos sensibles que venimos a deleitarnos. A que se nos ponga la piel de gallina. Ese momento supera al amanecer. Paolo piensa igual. Luego de todo bajamos con el estado de ánimo tranquilo.
En el pueblo nos esperan otros en el bar de Pepe. Que son las fiestas patronales y hay verbenas y entretenimientos. Grupos musicales que amenizan la noche pero que no ponen canciones de Mari Trini. Los medio adolescentes están semisentados sobre sus motocicletas. Vaso en mano y un pie sobre el casco. Un pamboli y una cerveza. Ya hablé del paraíso.
La vida en verano, a veces, sólo es eso. Y ya es mucho. Salud.

sábado, 1 de agosto de 2015

Contrastes

Lo ha dicho Jaume esta mañana en la tertulia. La de cuando todavía no ha salido el sol pero se insinúa. La tertulia del café con leche. La de cada día distinto pero que se parece al anterior. Ha dicho Jaume, decía, que esta noche ha soñado que era sombra. Que ha recorrido la oscuridad de las calles. Ha estado con el silencio del pueblo.
Ese silencio que se hace cuando duerme la gente y los perros. Hasta que los gallos anuncian el alba. Jaume duerme lento y los sueños le duran más. Es lo que tiene.
Ha dicho el poeta que esta noche ha soñado que se moría melancólicamente y con ganas de rima. Ha subido al paraíso y ha conocido a San Pedro. Lo ha visto muy mayor. Son años. Le ha pedido el certificado de defunción que no llevaba. Es que mucha gente quiere colarse en el paraíso y eso no puede ser.
San Pedro ha consultado papeles y después de mucho tiempo de espera le ha dejado entrar. Las puertas del paraíso han tardado todo un día en abrirse y otro en cerrarse. Son grandes y pesadas y no hay otra forma de entrar. Una vez dentro ha vivido la rutina del paraíso. No le ha gustado pero era un sueño y se ha despertado. Dice que es empalagoso.
Lo he visto preocupado. A ver si será verdad. Prefiere el paraíso terrenal donde están sus amigos.
Sebas ha dicho que una noche también soñó. No quería ser menos. O una tarde de siesta larga en la tumbona del porche. Navegaba con su barca rumbo al horizonte. Cicerón estaba sentado en la proa con el viento de cara. Les gustan esas cosas a los perros.
Tardó toda una vida en hacer la travesía. También duerme lento. Es una costumbre. Una ola movió la barca desde la amura y la transportó al otro lado del horizonte. De donde ya no se puede regresar. Pero despertó sudando y con la tensión alta. Ya no está para según que tipo de sueños. Habrá que seleccionar.
Fran dice que hay que tener mucha imaginación para vivir sin sobresaltos. Cuanta más imaginación menos se sueña y más se duerme. Tiene buen olfato y sensibilidad para disfrutar de la literatura. Los sentidos poetizan la vida. También los sueños. Pero sin pasarse. Es que la belleza sólo existe si uno la puede ver. 
A todo esto el profesor de filosofía que tiene por esposa a Dña. Maruja no tiene nada claro esta mañana. Escucha pero no piensa. Los mosquitos no le han dejado dormir y está traspuesto. El mundo está lleno de ocasiones perdidas y momentos desaprovechados, dice. Se refiere a su caso.
Pepe sonríe, como siempre, y le ha puesto música a la tertulia. Nada menos que a Celine Dión. Enseguida nos hemos amansado. El sol todavía estaba detrás del acantilado pero se podía ver su luz. Ese crepúsculo que altera la sangre en verano. El mar está de vacaciones y remolonea sobre la playa. Sin más.
No me molesta empezar un mes de Agosto así. Todo el pueblo durmiendo y nosotros con las ideas por las ramas del pensamiento y de los sueños. Es el ocio dice uno. El aburrimiento y la rutina, dice otro. Seguramente es el calor y el bochorno pegajoso. Pues así era el paraíso ha añadido el poeta.
Fran se ha ido el primero. Dice que tiene que abrir el quiosco. Que el fulano del reparto le ha dejado la prensa y otras cosas en la acera.
La penumbra también se va y aparecen cosas que no estaban visibles. Aparecen los primeros rayos del sol. Pepe ha montado una sombrilla enorme. El aire corre entre nosotros y refresca. No se puede devorar la vida. Hay que degustarla. Encontrarle los sabores. Los contrastes. Como un día de mar revuelto y otro de mar abandonado. O una calle vacía de domingo y otra calle de feria llena de gente.
Unas letras dormidas en las páginas de un libro olvidado en la estantería y otras en la punta del plumín a punto de ser escritas en una hoja. Saber observar los contrastes de la vida y disfrutarlos.
Si vives a contracorriente como los salmones puedes perder la vida. Déjate llevar manteniendo tu criterio. Pero necesitas sosiego. Busca quietud. Vive el otoño. Cuando los días refrescan en los amaneceres de tertulia. La vida siempre guarda secretos por descubrir. Salud.   

viernes, 24 de julio de 2015

Luis María

Luis María lee en verano. Lo ha escrito él. Y ha dicho a quién lee por aquello de quedar bien. Dice que lee, a quién lee y que le ha gustado mucho lo que ha leído. Aunque podría ser que nada fuera verdad. O si. Vete tú a saber. En unos días le llamarán para darle las gracias.
A esto se ve Luis María porque nadie le da conversación y nadie tiene interés en sus escritos. A nadie le importa su vida actual. Ni la pasada. Está solo. Pero le dejan que se explaye escribiendo cosas interesantes. Como decir que lee. Que ya es mucho. Seguramente le funciona.
Ha escrito que es consciente de que la edad no perdona. Pero lo ha dicho sin matizar. Quiero pensar que se habrá portado mal y lo sabe. El tiempo se le acaba y ha decidido convertir sus sentimientos en reflexiones profundas. Eso es bueno si es verdad. Y si no tienes a nadie que te escuche lo escribes. Que alguien lo leerá aunque sea sin querer en la consulta del dentista.
Pero cuando no ha habido sentimientos no puede haber reflexiones profundas ni interesantes. A no ser que te las inventes. Eso dicen las malas lenguas que ha hecho Luis María. Escribir relatos cortos para leer en verano. Tumbado en la hamaca de la playa y con los auriculares puestos con música de las experiencias religiosas de Enrique Iglesias.
Se me antoja una buena combinación. Verano, calor, bochorno de chorrear sudor, arena, moscas y eso. Los escritos breves en clave de reflexión profunda y música del tal Iglesias. Es todo un chollo si hacemos caso de las estadísticas que dicen que el autor más leído en verano junto al mar o a la piscina es Kent Follet y Pilar Urbano. No todos podemos llegar a estos niveles.
Al final todo el mundo sabe que la literatura está hecha para leerla. No debería de importar dónde. Sé de gente que también lee en el metro. Entre abrir y cerrar de puertas y voces que te indican la próxima estación. O sea. Sin olvidar al cantautor de turno que ameniza el trayecto. Cada autor es responsable de lo que escribe y el lector es responsable de lo que interpreta.
Pero qué pasa cuando el autor ha carecido de sentimientos y se ha inventado las reflexiones profundas. Pues eso. Carece de importancia. Lo utilizas para llamar la atención de Morfeo tumbado en la hamaca playera. Y la música de Enrique con sus experiencias religiosas.
Y en esto estaba yo, amigo lector virtual y no tanto, cuando me di cuenta de que el sol estaba a punto de ponerse. Se resistió lo que pudo. El viento soplaba desde el horizonte del mar. Pero el sol pesa mucho a ciertas horas tardías. El agua del mar le atrae. Contra esto no se puede luchar.
En ese momento observé una puesta de sol digna y bella. De estas que conmueven. Una estampa de paraíso. Un sueño de verdad. Y es cuando llegas a la conclusión de que Luis María nunca ha visto una puesta de sol. Si lo hubiera hecho tendría sentimientos y los podría escribir en forma de reflexiones profundas. Y las leeríamos sin necesidad de la música del Tal Iglesias. Salud.