Luis María lee en verano. Lo ha escrito él. Y ha dicho a quién lee por aquello de quedar bien. Dice que lee, a quién lee y que le ha gustado mucho lo que ha leído. Aunque podría ser que nada fuera verdad. O si. Vete tú a saber. En unos días le llamarán para darle las gracias.
A esto se ve Luis María porque nadie le da conversación y nadie tiene interés en sus escritos. A nadie le importa su vida actual. Ni la pasada. Está solo. Pero le dejan que se explaye escribiendo cosas interesantes. Como decir que lee. Que ya es mucho. Seguramente le funciona.
Ha escrito que es consciente de que la edad no perdona. Pero lo ha dicho sin matizar. Quiero pensar que se habrá portado mal y lo sabe. El tiempo se le acaba y ha decidido convertir sus sentimientos en reflexiones profundas. Eso es bueno si es verdad. Y si no tienes a nadie que te escuche lo escribes. Que alguien lo leerá aunque sea sin querer en la consulta del dentista.
Pero cuando no ha habido sentimientos no puede haber reflexiones profundas ni interesantes. A no ser que te las inventes. Eso dicen las malas lenguas que ha hecho Luis María. Escribir relatos cortos para leer en verano. Tumbado en la hamaca de la playa y con los auriculares puestos con música de las experiencias religiosas de Enrique Iglesias.
Se me antoja una buena combinación. Verano, calor, bochorno de chorrear sudor, arena, moscas y eso. Los escritos breves en clave de reflexión profunda y música del tal Iglesias. Es todo un chollo si hacemos caso de las estadísticas que dicen que el autor más leído en verano junto al mar o a la piscina es Kent Follet y Pilar Urbano. No todos podemos llegar a estos niveles.
Al final todo el mundo sabe que la literatura está hecha para leerla. No debería de importar dónde. Sé de gente que también lee en el metro. Entre abrir y cerrar de puertas y voces que te indican la próxima estación. O sea. Sin olvidar al cantautor de turno que ameniza el trayecto. Cada autor es responsable de lo que escribe y el lector es responsable de lo que interpreta.
Pero qué pasa cuando el autor ha carecido de sentimientos y se ha inventado las reflexiones profundas. Pues eso. Carece de importancia. Lo utilizas para llamar la atención de Morfeo tumbado en la hamaca playera. Y la música de Enrique con sus experiencias religiosas.
Y en esto estaba yo, amigo lector virtual y no tanto, cuando me di cuenta de que el sol estaba a punto de ponerse. Se resistió lo que pudo. El viento soplaba desde el horizonte del mar. Pero el sol pesa mucho a ciertas horas tardías. El agua del mar le atrae. Contra esto no se puede luchar.
En ese momento observé una puesta de sol digna y bella. De estas que conmueven. Una estampa de paraíso. Un sueño de verdad. Y es cuando llegas a la conclusión de que Luis María nunca ha visto una puesta de sol. Si lo hubiera hecho tendría sentimientos y los podría escribir en forma de reflexiones profundas. Y las leeríamos sin necesidad de la música del Tal Iglesias. Salud.