Yo no debería de estar aquí ahora. O si.
La verdad es que en otoño y con este fresquito no podría dar una respuesta seria. Podría ser que fuera una circunstancia adecuada, o errónea. Un nacer antes de tiempo o fuera de plazo. Pero resulta innegable que estoy.
Este es un pensamiento que me ha venido a la mente mientras el peluquero me corta el pelo. A tijera, por favor. Este pensamiento no es poético, pero es filosófico. La filosofía, como muchas cosas de la vida, se presentan sin avisar. También podría ser que la peluquería estuviera ligada con la filosofía. Por aquello que te masajean la cabeza. Y las ideas que hay dentro.
Tengo tiempo para pensar. El peluquero Joan es de pocas palabras. Yo, en esto, estoy a la altura. Incluso puede ser que le supere. El profesor Saoner nunca nos habló del dualismo peluquería-filosofía.
A lo mejor estoy fingiendo y no deberías tomar en serio lo que pienso y escribo. Una especie de broma. Se me acaba de ocurrir que quizá quiera asumir la responsabilidad de un liderazgo y lo quiera compartir. La vida, he dicho antes, no te consulta sus cosas. Ocurre. Puedes ponerte a favor o en contra. Yo voy a lo fácil que no quiero problemas. Siempre a favor.
Igual es el destino que ha decidido que esté aquí y ahora. No creo. El comienzo de algo grande o el final de una tontería con categoría de sueño. He oído decir que el universo es grande. Y nosotros pequeñísimos comparados con el universo. Y yo dejándome que Joan me corte el pelo. Es que ahora mismo no tengo otra cosa más importante qué hacer. La verdad.
Tengo asumido que yo soy yo y que estoy aquí. Ahora me hace falta saber para qué. No sé si dejarlo para otro día. Pero me preocupa estar para otras cosas de las que realmente hago. A eso se le llamaría perder el tiempo, pues. Por si acaso aprovecha las ocasiones por si no se repiten.
Mientras, Joan termina. Yo sumergido en esa especie de luz crepuscular que el sol deja cuando ya se ha puesto. Que ensilueta el horizonte del mar y el acantilado. Una filosofía básica y simplona. Porque el día ya está herido de muerte. La belleza del momento dura hasta que la oscuridad se interpone.
El peluquero Joan me dice, ¿Cómo lo ves? La pregunta de siempre. Yo creo que es un pasaje literario que le gustó y que me repite siempre. Significa que ha terminado. Como un día la adolescencia. Que cuando se termina también se acaba lolailear. Como dicen los jóvenes, hay que levantarse, pagar y abrirse.
Ha llegado el momento de tomar un café y pensar en si lo que pasa es real o una alucinación que se repite. Si vengo cuando salgo de las trincheras me quedo dormido. El sueño también aparece sin avisar.
Que ya dijo el poeta o el filósofo que la vejez no sólo es cuando te salen pecas en el dorso de la mano. También cuando observas unos claros en la cabeza después que el peluquero termina su trabajo. Me voy a seguir viviendo. Aquí o dónde sea. Sea yo u otra persona. Sea real o no.
¡Ah, se me olvidaba! Le pide un adolescente a Joan que a qué edad empieza uno a afeitarse. Eso si que es filosofía de doctorarse. Salud.