Dice el poeta que la elegancia de la vida radica en su color. El que cada uno le quiera dar. En llevar sombrero y en llevarlo bien puesto. En llevar bufanda, abrigo, botas, faldas o pantalones. Pero en llevarlos bien puestos y de forma elegante. Que cuando el fuego empieza a ser impertinente es cuestión de ahogarlo en agua. A ser posible de mar que es salada.
Hasta que el pulso del solemne destino al que estamos sometidos vuelva a coger el ritmo adecuado. Que cada uno tiene el que tiene.
Las tormentas siempre han sido ruidosas y curiosas. Mandan rayos a la tierra para saber cómo son las mañanas, las tardes y las noches. Cómo son las personas y lo que hacen. Sobre todo, las tormentas, quieren información del mar. Que el molino sólo gira cuando sopla el viento. Y el perro mueve la cola cuando le acaricias el hocico.
La memoria tiene una deuda conmigo sobre un acontecido entre tú y yo. De nuestra juventud. A lo mejor tú te acuerdas y me ayudas.
He encendido la chimenea porque no tengo donde ir y el fuego me hace compañía. Menos mal del fuego y no es por el frío ya que este invierno parece domesticado y ha venido cálido. Incluso el mar se presenta manso y casi no lleva olas. Bueno, no siempre.
Se me ha ocurrido que también somos tiempo y que por tanto estamos obligados a hacer historia. De repente me he sentido abrumado por la responsabilidad de todo esto. Leo que el poeta ha desnudado su alma mientras escribía poesía.
En la Isla no tenemos ríos. Pero tenemos torrentes para cuando llueve. Este año, algunos, no se han estrenado. Otros han llevado un poco de agua que ni siquiera ha llegado al mar.
La neblina del amanecer no me deja ver el esplendor de la luz. Pero la presiento. La luz viene con el amanecer y esto ocurre todos los días. Esa luz que elimina las cicatrices del día anterior. Dice el poeta que la ansiedad y la esperanza tienen un contrato de interinidad. Se alternan. Porque los días hacen mella y los acontecimientos también. Por eso las cicatrices tardan en desaparecer.
Los gorriones de todos los días han venido a comer las migas que les dejo en el suelo. Picotean un rato y luego se van. Yo les observo detrás de la cristalera. Los gorriones carece de pasado. Sólo vive el momento, sin más.
Hoy aprovecho para curarme de mi cansancio semanal. Sobre todo de la parte emocional. Aunque el invierno parezca primavera. Que los días de la vida tienen momentos y minutos. Pero no tienen atajos. Reconozco que algunos días improviso. No sé hacer cálculos porque soy de letras.
Ya dije en un tuit que las monjas de clausura no tienen espejos. No ensayan miradas y no saben cómo es su sonrisa. Pero ven cómo envejecen las otras monjas y no pueden decirlo porque viven en silencio.
Un día le voy a poner voz a tu silencio impertinente. Y saldrás de dudas. Sabrás porqué el sol duerme en el mediterráneo. Aunque algunos mantienen otras teorías que quizá no sean ciertas. Cuando el viento viene del norte el mar susurra también a los que no oyen gracias al viento.
Cuando ponga voz a tu silencio impertinente sabrás porqué los pájaros duermen en la montaña y el gallo canta al amanecer. Pero una cosa te digo, no me veo capaz de ponerle voz a tu mirada.
Mientras tanto los niños juegan en la calle. Hay algarabía pero los enfados duran el tiempo que dura volver a poner la pelota a rodar. Por cierto que esta mañana he vuelto al lugar protegido. Ese lugar semi escondido entre barcas y alcobas y donde nos dijimos cosas bonitas por primera vez.
He visto tus sueños. Tan de tu estilo. De navegar hasta el horizonte por la simple curiosidad de ver lo que hay detrás. Las tormentas, en su curiosidad, también quieren saberlo. Pero ellas lo tienen más fácil. Hay cosas que desaparecen sin saber cómo. Incluso los recuerdos. Cuando eso ocurre no nos queda otra que aullar en la noche para mostrar nuestra tristeza y enfado. Llenamos los ojos y las mejillas de lágrimas mientras buscamos otro recuerdo parecido.
El hielo necesita frio para mantenerse. Nosotros necesitamos minutos para vivir. Sabernos orientar en la bruma. Aguantar chaparrones y sirimiris. Es fácil tambalearse si no tienes buen equilibrio. Pero cuando falta el frio la nieve se derrite y el agua corre a refugiarse al mar igual que hacen las lágrimas. Yo he vuelto al lugar protegido. He dormido plácidamente en tu recuerdo. Mientras el tiempo pasaba con parsimonia. Al despertar he sentido tristeza por lo que no fue y debió ser. Como cuando las personas se pierden en la niebla o se comportan como extraños. Con una razón que no razona y una voluntad que no responde.
La decepción del niño cuando descubre que dentro del agua no se puede respirar y casi se ahoga. Estremecedor abismo interior. Ese que se vive cuando acabas un libro y el final no es el que te habías imaginado. No es el que esperabas. Y te molestas con el autor.
Ahora mi pluma tantea el papel mientras se mueven las ideas. La imaginación se hace atractiva e insoportable y la tormenta me acompaña y me marca el ritmo con su curiosidad.
Dice el poeta que cuando la muerte no se soporta abre las tumbas y sale para escaparse. Porque la muerte no sabe lo que pasa fuera mientras está enterrada. En verano no habrá heladas y los pájaros seguirán durmiendo en las montañas
He cogido un vaso de agua medio lleno y he apagado la luz en busca del silencio y del sueño. Como cada día. Salud.