domingo, 21 de abril de 2013

Cariño

Veo cariño verdadero
 
En tu mirada.
Que derrite el hielo.
En tu caricia.
Que me eriza el vello.
En tu compañía.
Que relaja mis sentidos.
En el tacto.
Que calienta mi mejilla.
En el beso.
Que me deja sin aliento.
En tu silencio.
Que me provoca desvelo.
En tus labios.
Que descubren mi cuerpo.
En tu voz.
Que me habla bonito.
En tus ojos.
Que me enamoran.
En la lluvia.
Que moja nuestros cuerpos.
En la tempestad.
Que atrona mis oídos.
En el mar.
Que llega a oleadas.
En el bosque.
Que cobija los sueños.
En la memoria.
Que guarda mis recuerdos.
En el sol.
Que amanece del agua.
En la luna.
Que guarda mis insomnios.
En el viento.
Que aleja mis pesares.
En tus dedos.
Que escriben en la piel.
En la brisa.
Que me recuerda el mar.
En el silencio.
Que me cuenta cosas.
En la primavera.
Que florece el jardín.
En los pájaros.
Que acompañan mi lectura.
En el fuego.
Que consume pesadillas.
En el calor.
Que enciende mis deseos.
En el arcoíris.
Que me indica el camino.
En el relámpago.
Que ilumina la noche.
 
 
En todos ellos
y en muchas cosas más.
Veo cariño verdadero.

jueves, 18 de abril de 2013

Controvertida vejez

En algún momento de nuestra vida descubrimos que somos mortales. Que algún día nos tendremos que morir. Vale. Parece ser que no queda otro remedio. Pues vale. Entre una cosa y otra habrá que vivir la vida a tope, al máximo y lo mejor que podamos. Sin excesos. Lo malo del asunto es no saber cuando ni de qué manera. A partir de eso uno tiene la esperanza de poder morir de viejo, cuando uno sea realmente viejo y cuando se sienta viejo. Pero sin perder ni un punto de vitalidad, dinamismo y cordura hasta el día anterior. Sin molestar pero sin que nos molesten. Una muerte digna, para entendernos. Pensad que seremos viejecitos y desearemos cierta tranquilidad y cierta intimidad. Nuestro espacio vital, vaya.
Los jóvenes, por propia naturaleza, viven en constante controversia sobre su existencia. Planes de futuro. Cómo sobrevivir el presente. Las hormonas que les someten a cierta dictadura natural. El amor, la amistad, los estudios, el trabajo, las relaciones, el ocio, la convivencia, el desempleo, la propia existencia, la hipoteca, la movilidad exterior y todas esas cosas que les quita el sueño a los adolescentes. Es normal. Todos lo hemos vivido y no pasa nada. Tener este tipo de problemas existenciales a partir de los ochenta y pico llama la atención. No tendría que pasar pero no siempre es así.
Ahora resulta que un anciano de ochenta y tantos ha matado a su mujer y a su perro y luego se ha quitado la vida. Este es el gran interrogante de la mente humana. No se cómo se llega a esta situación. Me preocupa no saberlo y me preocupa que se pueda llegar. Como decía al principio uno entiende que cuando llegue a viejo tendrá que morir, pero que te maten o que te pegues un tiro no entra, supuestamente, en los planes de nadie. Ni siquiera en la controversia de la adolescencia, de la madurez o de la vejez. Es una ironía que a cierta edad uno se vea desprovisto de las habilidades sociales que te impiden afrontar la vida sin tirar la toalla de esta manera. Problemas existenciales cuando sólo te quedan dos páginas de tu vida para escribir o para vivir. Es que no lo entiendo y me pone los pelos de punta el pensarlo. No hablo del perro porque como se corra la voz dejará de ser el mejor amigo del hombre. A ver.
El objetivo y la meta es vivir lo más dignamente posible y morir de la misma manera. Sin sobresaltos. La vida te genera muchas cosas. Entre ellas hay problemas que intentas superar o resolver lo mejor posible y de la manera menos traumática. Lo que no te esperas es que tu pareja te mate por ser viejo. O porque la quería, como dicen otros. Habrá que elegir bien a la pareja. La Eutanasia bien entendida para por una ligera sedación en el momento puntual. Si no va a ser así, por lo menos que la pareja de uno tenga buena puntería. Salud.

martes, 16 de abril de 2013

A media voz

Estos desayunos de estas mañanas de estos días de primavera. Hoy con contertulio de lujo, Tomeu. De profesión sus lecturas, sus escritos y sus tertulias con café incluido. De estos de conversar mucho. Como yo. Por la boca y por los codos. La boca que no para y los codos que no se están quietos. Ninguno cede y nos pisamos las palabras y las frases. Es un conversar a dos bocas y a cuatro codos. Pero no nos interrumpimos porque es de mala educación. Tantas cosas que decirnos en el tiempo que dura un desayuno. El café con leche y la ensaimada que se enfrían porque alargamos el periodo o momento desayuno y tener más tiempo de hablar. Nosotros a lo nuestro y la tele muda a lo suyo que a estas alturas ya ni acompaña. Siempre hablan de lo mismo y mienten. Mueven los labios con desespero pero no se comunican con nadie. Mi contertulio Tomeu y yo compartimos mesa y tema de conversación. Me dice que lo único que funciona en este país es la crisis. Creo que tiene razón.
La conversación se desarrolla pausada como un suave murmullo de riachuelo que no molesta. Una especie de chismorreo a media voz entre dos vecinos que se llevan bien porque nunca han tenido una reunión de vecinos de escalera. Unos dimes y no me digas entre personas anónimas que esperan pacientemente haciendo cola en la caja del supermercado. De estos de cajera afectada de verborrea sin tratar. Los dos somos conocedores de la vida y hablamos de ella. Ponemos encima de la mesa nuestro punto de vista. O lo tiramos al aire y quien quiera que lo coja. De forma amistosa, inofensiva y profesional. La sangre no llega al río pero la tinta llega a la hoja en blanco que es su destino natural. La conversación es tan completa que hasta los gestos dicen tanto o más que la voz. La verdad es que no tenemos prisa y echamos mano de la parsimonia. La pluma se desliza rápido sobre el papel. A veces lo rasga un poco por culpa de la rapidez. Hay mucho que escribir y el tiempo es limitado. Lo que nos dura el desayuno. Hablamos inteligentemente por lo que no hay necesidad de palabrotas mal sonantes ni de insultos a terceros que no están presentes. Bueno, algún político o ensotanado. Pero de buen rollo. Me doy cuenta de que mis puntos de vista pueden cambiar con el estómago vacío o cuando ya lo llevo a rebosar. Las cosas se ven diferentes. Diríamos que tengo un punto de vista cambiante.
Tomeu también es funcionario. Me pregunta si los del Constitucional también lo son y también han sufrido recortes escandalosos de sueldos y subidas escandalosas de impuestos. La verdad es que no lo se. Pues sería bueno que fuera así y les copiaran la sentencia a sus colegas de Portugal. Los de Bruselas se darían cuenta de que las economías pueden funcionar de forma distinta a como ellos se la imaginan. Mi contertulio Tomeu me comenta que ayer se fue a la cama leyendo un poco a Santa Teresa. Tenía necesidad de letras clásicas. Letras con alas y alma que siempre están volando. Libres y sin ataduras. Como si las palabras de Teresa se alimentaran de la contemplación. Es lo que tiene leer a ciertos clásicos. Pero no tuvo una vida de primavera. Su vida siempre fue otoñal y tormentosa con algunos días claros de sol. Ella con su silencio y su vida interior a través de la contemplación. Esa fe patológica. Esas alucinaciones en la intimidad. Ese ver al Creador a todas horas, en todas partes y en todas las personas y cosas.
Yo suelo cambiar de contertulio para enriquecimiento personal, me decía Tomeu. Ella siempre con el mismo. Un hablar e imaginar respuestas. Un decidir que la vida es un penar continuo. Con miedos, temores y esperanzas. Y sin embargo ser feliz con sólo esto. Un susurrar continuo a media voz con quien fuera que ocupaba su imaginación. Me dice Tomeu que si en aquellos tiempos la lectura y la escritura hubieran estado al alcance de todos -como ahora- los escritos de Santa Teresa habrían sido Best-Sellers. Y con una cuenta de twitter con cientos de miles de seguidores. No se lo pienso discutir. Cada uno puede pensar lo que quiera de lo que pudo ser y no fue ni será. Para mi que le pilló la lectura en este momento limbo de la noche. Cuando estás en trance. Cuando Morfeo empieza a socavar la lucidez. Este trozo de camino que te lleva del estupor a la inconsciencia del sueño. Pero hoy ha venido inspirado y con ganas. Voy a aprovecharme tanto como pueda. Por cierto que el limonero de mi jardín está repleto de flores. No me cabe la menor duda de que estamos en primavera. No tengo noticias del verano, pero seguro que viene. Salud.

viernes, 12 de abril de 2013

A veces

Es de todos sabido que la vida -a veces- se comporta así. Como la vida misma. Como si -a veces- la vida fuera un mar en calma un ratito antes del amanecer o unos minutos después de la puesta de sol. Y como si este mar en calma llegara incansable a la orilla con pequeñas olas mansas sin hacer ruido ni espuma. Esas olas de ese mar recorren la arena de la playa y regresan como si tal cosa. Esta vida -a veces- se comporta como un mar embravecido que llega con fuerza a las rocas del acantilado. Esa ola que se eleva cuanto puede y se tira con fuerza contra las rocas para romperse en mil espumas y con todo el ruido posible. Sea de una forma o de otra -a veces- la vida se comporta así de extraña. Es cuestión de que te pille preparado para cualquiera de estas modalidades. Mirándole a la cara como hacen los valientes. Las consecuencias ya se verán. Será por cicatrices que te procura la vida.
Cada ola es una historia, un día de nuestra vida, un suceso o acontecido. Con su decorado, sus personajes y sus diálogos. Tiene un comienzo y un desenlace. Me dice un amigo que es carpintero y que hace imposibles con la madera que con la vida tendríamos que hacer lo mismo. Adaptarla a nosotros en lugar de que sea ella la que pueda moldearnos. Lo suyo con la madera lo veo claro. Lo de la vida, es otra cosa.
A veces me censuro actitudes cobardes para afrontar aspectos de la vida. Cobardía social o grupal y cobardía individual o privada. Esta falta de coraje. Esta situación de impotencia con uno mismo. He decidido que las personas tenemos un punto de fragilidad emocional en momentos puntuales. Un miedo que llevamos escondido por vergüenza. Miedo furtivo pero que al final acaba por florecer. Pues pienso que esto es bueno antes que malo y que no tiene porqué ser una fatalidad. La fatalidad es el conformismo ante injusticias de gran calado que la vida -a veces- nos presenta disfrazadas de personas o de cosas. Y somos incapaces de hacer algo. Llámalo miedo, cobardía o falta de coraje. Palabras malditas que tengo que erradicar de mi vocabulario y de mi persona. Vacilamos -a veces- de una valentía paradójica o anémica. Nos hacen falta momentos de esos de levantarse y dar un manotazo sobre la mesa. Decir basta. Gente sin trabajo. Gente sin casa. Jóvenes sin estudios. Justicia injusta. Gente sin patria. Dineros en lugares equivocados. Mentiras y demás cosas de esas. La vida -a veces- es así. Incomprensible. Y nosotros nos mostramos inválidos de ideas y de actos. El conformismo es una droga peligrosa que paraliza voluntades.
Quisiera desempeñar otro papel. Poder decir lo que pienso sin llegar a la crispación. Pero formo parte del reino animal. Y dentro de éste, en el grupo del animal racional. La razón es la que -a veces- nos detiene. Porque el instinto nos conduciría por otros caminos bien distintos. Hemos domesticado los instintos y nosotros con ellos. Pensar y razonar se ha convertido en un acto hipnótico cuando tendría que ser todo lo contrario. Esta vida no puede alimentarse, exclusivamente, de música clásica. A veces necesita Pop e incluso Rock Duro. Pero es muy ruidoso y puede alterarnos los nervios. Por tanto volvemos a poner el concierto de año nuevo y disfrutamos dando palmas cuando llega la Marcha Radetzky. Pido otro café descafeinado para que no me despierte del todo. Soy mejor persona si estoy un poco sedado y a no molestar.
Me entran ganas de acariciar mi rebeldía. Pero está obsoleta. No reacciona y le falta una puesta a punto. Soy consciente de que andamos bastante con la cabeza agachada y la mirada perdida. Con los ojos vendados -a veces-. He leído de un librepensador que hay que crispar al contrario pero sin molestar. Ahora mismo no sabría cómo se hace esto. Dice el librepensador que hay que darles con la almohada. No es una cuestión de hacer daño físico sino de pinchar la moral de forma continuada. Así se comporta la vida -a veces-. Creo que me ha faltado brillantez pero el tema no está para poesías. Pero la pluma -a veces- escribe sola. Hoy ha sido un día de estos. Salud.

lunes, 8 de abril de 2013

Esa primavera

Floreciendo primavera
allí dónde estés.
Lo veo en tu mirada
y en el color de tus ojos.
En tu retina de arena
dónde llegan las olas
de ese mar en calma.
Tengo pruebas de primavera
dondequiera que estés.
 
Se abrió paso entre los últimos días
 del invierno.
Casi no la oigo.
Pero veo su luz.
Arroyo de agua fresca.
Días tranquilos de niñez.
Ropa blanca.
Aroma a romero,
a menta y a brisa de mar.
Al aire tranquilo
que viene de la montaña.
Huele a ti
y lleva tus andares.
 
Aparece de día.
Se esconde de noche.
Lleva tu rostro.
Lo se por la luna.
La escucho cuando me hablas.
La veo en tu mirada.
La noto cuando te ríes.
Decora mis días.
Como alas de mariposa
y patas de saltamontes.
Revolotear de abejas
en la flor silvestre.
 
Los pájaros lo saben
y vuelan de otra manera.
El día lo sabe
y se hace más largo.
La palabra lo sabe
y calla para escucharla.
 
La tierra que huele a primavera.
Luz, agua, verde.
El árbol que florece
y saca hoja nueva.
Viento renovado
ahora nace en el mar
y se adentra en el bosque.
 
Esa primavera
que llevas en los labios.
Amanecer temprano.
Anochecer tardío.
Atrás quedó el invierno,
la nieve y el frío.
Abro puertas y ventanas
y que entre la primavera.
 

viernes, 5 de abril de 2013

Escritos al viento

Os autorizo a que no le hagáis mucho caso a esa entrada. Muchas de las cosas que me rondan la cabeza podrían ser descritas como escritos al viento. Pero también podría ser que no fuera así. Ya tenemos dilema porque, la verdad, es que no estoy muy seguro. Creo que en estos casos lo mejor es escribir y que sea el que lo lee quien decida sobre el particular. Pues eso estaba pensando yo.
Sé que esto es así de la misma manera que confieso mi ignorancia sobre el tema. Ahora mismo en lo único que estoy seguro, porque lo estoy viendo, es en la luz de la luna que entra por la ventana de mi cuarto sin ni siquiera rozar la cama que permanece en penumbra. Lo considero todo un detalle. Esta situación me permite entrever las cosas al tiempo que me mantiene en el anonimato. Ser reservado y distante en mis cosas previene mis emociones y sentimientos para que estén sobre aviso. Las cosas se insinúan, se susurran, se dejan entrever. Esas medio miradas o miradas furtivas. Esos silencios inacabados o no empezados todavía. Qué cosas. Incluso en este momento juraría que el aire que he respirado ya lo había respirado en otras ocasiones. No tengo la certeza pero apostaría. Es como el ruido del mar que ahora mismo entra por la puerta entreabierta. El sonido de unas olas que seguramente estuvieron aquí en otra ocasión. Hace algún tiempo. Que vienen de vez en cuando porque les gusta.
Todo esto que digo de la luz de la luna y su penumbra, del mismo aire respirado varias veces y del mismo sonido del mar escuchado otras veces, casi me atrevería a decir que la vida, posiblemente, no sea real y por el contrario forme parte de una imaginación mía. Esa certeza que a veces me falla o ese presentimiento que a veces doy por seguro. Las cosas de la vida son así. Con la vida cuento para muchas cosas pero también desconfío de ella porque sé de buena tinta que cuando menos te lo esperas, te falla y te deja. Seguridad, inseguridad. Luz, penumbra. Sonido, silencio. Cosas que te salen bien en esta vida y otras que no.
Todo lo que ahora escribo el otro día lo estaba hablando con Sebas. Me dijo que pensaba tonterías y que si lo escribía serían escritos al viento. Aquí están. Ya lo dije en otra ocasión. A veces escribo y no corrijo. De borrador para directamente a publicarse. Espontaneidad o cosas del directo. Mira el tronco del pino que lleva armadura. Pero el pino, en sí mismo, es extremadamente sensible. Si le golpeas o le haces daño enseguida llora resina. Como la ironía. Es fácil para el que la escribe y puede llegar a ser complicada para el que la lee y no la entiende.
Hoy cuando ha empezado el día he decidido andarlo con la dignidad que me caracteriza. Para caminarlo me he puesto los zapatos más cómodos que tengo. Te cansas mucho menos. Que hay días que la vida es como es. Como las lágrimas de los ojos. Son todas iguales y quien las ve no puede distinguir si estas lágrimas son de alegría o de tristeza. O como el viento que puede soplar desde distintos puntos y con varias intensidades, pero siempre se llama viento. Los gorriones también cantan igual los días de sol que los de lluvia y frío. Cuantas cosas parecen iguales y luego resulta que no lo son en cuanto conocemos el contexto. Es bueno que las lágrimas salgan . No se pueden acumular. Sean para algo bueno o malo hay que dejarlas salir.  Igual que digo esto también digo que los labios dibujan sonrisas. De las buenas y de las disimuladas. A simple vista no se distinguen y son contagiosas. Y sean de unas o de otras todas crean arrugas en la cara.
Pienso, pues, que las ideas que me rondan la cabeza a veces son complicadas pero sólo lo se yo y nadie más. Como esa justicia escrita y que se somete a interpretación de varios jueces. Automáticamente se convierte en justicias -plural-. Una misma justicia distinta para cada ocasión y para cada juez que la interprete sin descuidar a quién se le tengan que aplicar. Qué mala cosa es eso. Sensación de impunidad para unos y de indefensión para otros. Y para complicar más esta tarde tontorrona en la que sólo me rondan tonterías por la cabeza puedo leer que el jefe del estado también tiene cuentas y dineros en paraísos fiscales. Voy concluyendo con la brillante idea de un político que dice que los antidisturbios lucirán un número en la espalda que cambiará cada día. Justo lo contrario de lo que marca la ley. A esto lo llamo yo escritos al viento. Salud
 

lunes, 1 de abril de 2013

Lunes de Recuparación

Es día uno. Lunes de Pascua. De toda la vída. Esa trilogía perfecta incluso para los que nos mantenemos al margen de la religión. El Viernes de Pasión, el Domingo de Resurrección y el Lunes de Recuperación. Porque aquí, hoy es fiesta. Hay poca actividad en el pueblo. La gente duerme hasta tarde y cuando se levanta sale a comer por ahí para despedir este minipuente. He desayunado en el bar del pueblo. En uno de ellos. Doña Ángela vive en el piso de arriba. Es su casa de toda la vida porque ha nacido allí. Abajo, en la planta baja, está el bar que regenta su hijo con su mujer. Ellos viven en el segundo. A veces han hablado de mudarse para poder tener una escalera de acceso directo al bar. Doña Ángela no ha querido. Aquella es su casa de siempre y no se hable más del asunto. Es mayor y está impedida. Sólo puede moverse con ayuda. Casi no sale y pasa las horas sentada detrás de un gran ventanal que da a una calle y a la plaza de la iglesia. Se entretiene viendo la gente pasar y escribiendo. Lo de escribir le viene de hace tiempo. Empezó como un pasatiempo y publicó bastantes cuentos para niños. Literatura infantil. Cosechó éxitos y premios. Se vendía bien y era muy conocida y querida por todos. Siempre que podía contaba los cuentos en el mismo bar. En una especie de reservado. Ahora quedan los recuerdos. Enviudó pronto y el bar de la planta baja pasó a su hijo que es quién lo lleva ahora. Es un bar de barriada como otro cualquiera. Tiene dos hijos crecidos que le ayudan. Se atreven con menús diarios y económicos. Comida casera que elabora su mujer. Es buena. No se harán millonarios pero el negocio familiar da para todos que, tal cual están las cosas, se agradece y hay que conservarlo.
En las paredes poca cosa. Un par de posters y alguna fotografía de las primeras que se hicieron en el pueblo. Blanco y negro y el pueblo con cuatro casas y las calles sin asfaltar. Sin coches y alguna bicicleta. Un espejo en una pared lateral y en otra una foto grande del equipo local con bufanda por encima que resalta. Se trabaja mucho. Más que de sol a sol. Abre a las seis de la mañana y algunos días es más de medianoche cuando echa el cierre. Todo por mantener el negocio familiar. Doña Ángela, antes de que las piernas le fallaran, bajaba y se sentaba en una mesa al lado de la barra donde está la cafetera. Por las tardes venía su hermana y estaban horas hablando de sus cosas. Su hermana es maestra de escuela jubilada. Daba clases en primaria. Al final de sus conversaciones siempre terminaban hablando de lo mismo. Su hermana, la maestra, se quejaba de que no se sentía querida por sus alumnos. Doña Ángela, en cambio, era muy querida por su público infantil. ¿Dónde está la diferencia? A ti te han visto como una persona que imparte disciplina y conocimientos y que no les consiente hacer cualquier cosa que quisieran. Yo no les impongo nada y además les entretengo con mis cuentos y algunas golosinas. No te lo tomes a mal, mujer. Es normal que sea así.
Doña Ángela ya es mayor y casi no baja porque está impedida y es complicado de bajarla y luego subirla a su casa. Su hermana la sigue visitando en el piso de arriba donde vive. Su hijo se afana por atender el bar lo mejor posible con su mujer y sus hijos que empiezan a tener responsabilidades sobre el futuro del establecimiento. Quieren renovar un poco y cambiar cuatro cosas. De momento se han hecho con un piano y una guitarra de segunda mano a buen precio. Algunas noches tocan y cantan canciones de otros y las suyas que componen a ratos libres. No lo hacen mal. Incluso han conseguido llenar el local de jóvenes atraídos por la música en vivo. Algunos clientes también se atreven con la guitarra o el piano. Ha sido una buena iniciativa y cada día hay más clientela que abarrota el bar. Doña Ángela lo escucha desde el piso de arriba dónde vive. El padre ha comentado que le gustaría ampliar el local y sacar un dinero extra. Están en ello pero para eso hay que hacer muchos números y las cuentas no siempre salen. Los hijos ya se han posicionado al respecto y prefieren formar un grupo de música y dedicarse a ello por completo. Desligarse del bar en cuanto puedan. Hay un conflicto generacional, de gustos y de futuro. La cosa está incierta. Doña Ángela está al tanto de lo que ocurre y de lo que se decide. Ya se verá en qué termina todo y yo procuraré estar informado para dejar constancia por escrito.
De momento, hoy toca disfrutar del último día de las vacaciones de Pascua. Aquí en la Isla empiezan el Jueves Santo y terminan hoy que es Lunes de Recuparación. Mañana será otro día. Trabajo de siempre y colegio. Los jubilados y los ociosos en el bar del hijo de Doña Ángela. Salud.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Moldear las ideas

Escribir un ensayo es algo así como escribir una experiencia vital individual. Ese moldear una idea hasta convertirla en historia, nueva o recurrente, que deja huella y marca pautas de conducta. Que transmite desde la necesidad de decir y el coraje heroico de decirlo hasta el final del camino. A veces el camino es hostil pero con recodos de pensamiento positivo y relajante. Que se camina ágil y rápido. Ese gusto por la locura convencional transitoria que se cuela en la mente por alguna rendija del alma. Ese ensayo o pensamiento crítico y constructivo fluido, con tintes de humor y dramatismo. Que genera felicidad y desdicha. Tan sincero que a veces te ahoga. Como un andar sobre arenas movedizas y el temor de ser tragado por la conciencia de uno mismo.
Dice un poeta que ser nadie tiene su importancia por ser algo. O sea, nadie. Ser cualquiera no tiene mérito porque puede serlo cualquiera. Ser alguien es ser nada porque todos somos alguien. Ser original pone al descubierto la mediocridad de los demás. Bueno. Después de pensar lo suficiente he decidido que Descartes era un ensayísta dualista metafísico. Que nadie se sienta ofendido porque no era mi intención insultar. Descartes se mostró relevante cuando dijo algo así como: te verso, luego es que te quiero. Y si no lo dijo no pasa nada. Bien pudiera haberlo dicho porque queda bastante bien. Es la ventaja del ensayo metafísico. No tiene sombra porque está hecho de niebla de palabras. Cortina de letras. Poupurri de ideas. Ordenadas. Primero eso y luego lo otro. El ensayo aparece como pensamientos puros o impuros. Ideas buenas, inservibles o paradójicas. Utopías pasadas de moda que ya no se llevan y que tampoco se pueden reciclar. Verdades como puños que te hacen daño cuando las lees. Pensamientos que aparecen cuando los sentidos engañan a la razón y ésta se convierte en mala compañía. Pero que luego rectifica cuando se da cuenta. Porque es la razón.
Descubro con Descartes que, efectivamente, los mensajes vienen en una botella. Pero no debes buscar siempre un papel. Me explica el poeta que tienes que beberte el destilado o fermentado que contiene la botella hasta conseguir dos cosas; verla vacía y la condición de ebrio. Es el Dualismo Cartesiano. En este momento el mensaje se ve claro y doblemente. Te quitas las bifocales y lo sigues viendo igual de doble y de claro.
Este es el ensayo puro. Libre de ataduras, de sobornos y de cautelas. El ensayo nos hace libres y Cartesianos. No por un papel con mensaje en una botella. Por un destilado o un fermentado en una botella. Si te deprimes porque ves la botella vacía, luego significa que llevas el estómago lleno. El lugar natural para depositar el vino después de sacarlo de la bota. Todo huele a Descartes, a dualismo y a ensayo. Te verso, luego te he conocido y me gustas. Secuencia lógica y atrevida. No quiero volver a tener unas palabras con las palabras a propósito de un final desagradable. Ni estando ebrio que viene a ser como una locura transitoria con resaca y dolor de cabeza. Que cuando cierras los ojos todo te da vueltas y te mareas. Pero es la única forma de conseguir leer los mensajes que hay en las botellas.
Voy a escribir ensayo aprovechando la lucidez constructiva. La adaptación a un medio por entender. Antes de que la mente se convierta en ruinas. Un terremoto de pensamientos que no dejan ninguna idea en pie. Sólo sueños soñados que ya no sirven porque están usados, gastados y agotados. Como las suelas de los zapatos se gastan de tanto andar la vida. La conciencia se pule viviendo momentos. Estas vivencias se convierten en ensayo escrito con permiso de Descartes. Con pluma cara y afilada para la ocasión. Ensayos que dejan huella que no se puede borrar. Marcas en la piel que se confunden con cicatrices pero que aportan experiencia y belleza. Como ese mar que a ratos golpea las rocas con tanta fuerza que él mismo se rompe en espuma y que más tarde acaricia la misma roca con delicadeza. Dualismo puro. Esos versos que después de leerlos y llorarlos te reconfortan. Ese ensayo literario que vive en el bosque y duerme a la intemperie para sentir el viento. Que a veces duerme en las profundidades. Según le plazca porque no da explicaciones. Una calamitosa noche de sueños mientras la imaginación navega hacia el horizonte de los pensamientos. Noches de fantasmas que no puedes identificar porque llevan el rostro tapado con una sábana blanca y no tienen ojos. Así lo hago porque así lo aprendí. De lo contrario no hay ensayo. Como tampoco existe un circo sin payasos ni animales peligrosos. Lo he dicho siempre y hoy se lo he dicho a mi psiquiatra. Me ha contestado que tiene cura. Ha sido Cartesiano: te curo esta locura, luego no podrás volver a escribir ensayo atrevido. Sólo cursilerías de náufrago a la deriva en pleno océano. Si lo hago sé que lloraré la pérdida. Quiero ser un Quijote loco por sobredosis de cordura. Ensayos que también contienen espacios en blanco que representan aquellas ideas que no sé explicar. Estos complementos que no llevo porque no me complementan nada. Estorban al camino y me hacen sangre.
Soy la metáfora del perfecto farsante. Lee a Descartes, luego ponte a escribir ensayo absurdo. No hay distinción entre el dualismo y el trastorno bipolar. Los tienes, luego los aguantas. Salud.

domingo, 24 de marzo de 2013

Amanece primavera


Debajo de las cenizas,
raíces de tinta.
Para unos versos,
de pasión y fuego.
Respiración entrecortada
de un amor ilusionado.
Un amor de primavera.
 
Versos sin habla.
Mudos de palabras.
Espejo sin imagen.
Pulmón sin aliento.
Garganta sin voz.
Rosa sin espinas.
Árboles sin fruto.
Páginas sin versos,
pero amor ilusionado.
 
Una casa vacía.
Un grito sin eco.
Un andar sin rumbo.
Una busca desesperada
en un cielo nublado.
Ese primer amor
ilusionado y apasionado.
Pero inexperto.
Falto de horas y de días.
Necesitado de carícias
 y de miradas.
 
Primavera estrenada.
Despedida de invierno.
Amanece este amor
 estrenando sueños,
hasta el verano.
 
Aquí amanece.
Allí anochece.
Mañanas que despiertan
sorprendidas de sol
y por cada flor
que representan las letras.
Las noches huelen a montaña.
Las flores huelen a luna.
Son nuestras noches
y nuestras mañanas.
 
Amores inexpertos
que llegan con la primavera.
Que saltan la verja,
que entran por la ventana
y se meten en la cama.
Se fusionan en uno.
Semilla que germina,
que deja pasar el tiempo.
Una nueva vida
con la primavera.
 
Los vientos del norte
traen palabras y versos.
Traen vida
escrita con la tinta
que hay debajo las cenizas.

loreciendo primavera
allí dónde estés.
Lo veo en tu mirada
y en el color de tus ojos.
En tu retina de arena
dónde llegan las olas
de ese mar en calma.
Tengo pruebas de primavera
dondequiera que estés.
 
Se abrió paso entre los últimos días
 del invierno.
Casi no la oigo.
Pero veo su luz.
Arroyo de agua fresca.
Días tranquilos de niñez.
Ropa blanca.
Aroma a romero,
a menta y a brisa de mar.
Al aire tranquilo
que viene de la montaña.
Huele a ti
y lleva tus andares.
 
Aparece de día.
Se esconde de noche.
Lleva tu rostro.
Lo se por la luna.
La escucho cuando me hablas.
La veo en tu mirada.
La noto cuando te ríes.
Decora mis días.
Como alas de mariposa
y patas de saltamontes.
Revolotear de abejas
en la flor silvestre.
 
Los pájaros lo saben
y vuelan de otra manera.
El día lo sabe
y se hace más largo.
La palabra lo sabe
y calla para escucharla.
 
La tierra que huele a primavera.
Luz, agua, verde.
El árbol que florece
y saca hoja nueva.
Viento renovado
ahora nace en el mar
y se adentra en el bosque.
 
Esa primavera
que llevas en los labios.
Amanecer temprano.
Anochecer tardío.
Atrás quedó el invierno,
la nieve y el frío.
Abro puertas y ventanas
y que entre la primavera.
 
 

viernes, 22 de marzo de 2013

Olfato demagógico

Dice D. Antonio Muñoz a propósito de un artículo periodístico que: "En España existe un desprecio muy extendido, público y privado, hacia cualquier forma de trabajo intelectual o creativo. Que España tiene el yacimiento inagotable de la lengua. Que no contamina ni genera desgracias de corrupción como tal materia prima. La enseñanza del idioma y la industria del libro. Nuestros gobiernos llevan demostrando, incluso antes de la crisis, una mezcla de ineptitud y negligencia. El dinero se tira en nóminas de asesores enchufados mientras se cierran editoriales, revistas literarias, etc. y gravan con abusivos y letales impuestos a las industrias creativas y culturales ya debilitadas. Nuestros profesionales políticos con olfato demagógico desprecian el conocimiento y la imaginación creativa. Abandono y destrucción hacia la tradición literaria, artística, artes plásticas, música, cine y todo eso".
Se le nota molesto al Sr. Muñoz y no es para menos. Incluso tiene razón cuando dice que lideramos la piratería. Pero no analiza porqué. Yo pirateo D. Antonio. Me siento legitimado a hacerlo. Estoy pagando un canon digital por cualquier producto que soporte información. La mayoría de estos productos los he comprado para uso propio y privado y se utilizan con tal fín. Esta multa preventiva, pues, me legitima. Mire por dónde D. Antonio. A priori soy un delincuente y a posteriori también aunque demuestre lo contrario. Ya he pagado por ello. Estoy en paz con la justícia. 
Esto no le gustará al Sr. Muñoz que habrá visto, como todos, que las ventas de sus libros habrán bajado. Es lo que pasa con lo del castigo preventivo. Hay otra cosa que me tendría que explicar D. Antonio y que no menciona en su artículo. Algo que por mucho que pienso, no acierto con la respuesta. Esa cosa se llama precio. No sé dónde comprará el Sr. Muñoz los libros que lee, los cedés de música que escucha o las películas que mira. Lo que si sé es que en las tiendas destinadas a tal efecto están a precios abusivos. Uno mira con lupa estos precios para no favorecer la inflación y observo atónito como no bajan de los veinte y tantos euros. Estos precios rozan el insulto  cuando los firman los Aznares, los Bono, las Ana Rosas, los Ussias, los Dragós y demás fauna analfabeta o mediocre que dibuja garabatos insolentes manchando hojas sin saber muy bien porqué. D. Antonio firma libros a veinticinco euros. Ya ves. Pero esto no se critica. Otros que escriben igual de bien los venden a menos de un euro o poco más.
Este no es un relato cualquiera ni una pequeña historia sin más trascendencia que escribir con brillantez para agradar. Es la crítica de un conflicto. Es una entrada que seguramente no será muy leída ni comentada pero que tenía la obligación moral de escribir. Ni metáforas, ni eufemismos, ni demagogias. Cualquiera que entre en una de las pocas librerías que quedan verá que el mundo editorial, libreros y escritores también están en contra de la cultura. No sólo el gobierno D. Antonio. No entiendo que se critiquen ciertas políticas y se callen estos precios. Sr. Muñoz, esta burbuja pinchará como la del ladrillo. Entonces volveremos a intercambiar libros y revistas como hacíamos con los tebeos. Compraremos en digital y leeremos en digital aunque no sea lo mismo. Esto es la crítica de un abuso que el tiempo volverá a llevar a su cauce desbordado. Sr. Antonio Muñoz, cuando empiece un escrito procure terminarlo. El gobierno abusa de los impuestos y Uds. de los precios. Tenía que contarlo y así ha salido. Salud.

lunes, 18 de marzo de 2013

Aroma y textura

Te bebo en las tinieblas
mientras casi no te veo.
Controlas mis penas.
Comprendes mis carícias.
Destierras mis tristezas.
Recuperas mi memoria.
Acarícias mi desánimo.
 
Vino que entras en silencio,
que sabe expresarse
de forma callada
cuando entra en la boca.
 Estar cerca de lo lejano.
Estar lejos de lo cercano.
Porque el efecto del vino
me ciega la mente.
 
Ando el camino
siguiéndo tu aroma
en el regusto.
Hablarte como siempre.
Tú escuchando en la copa.
Respirando tus aromas.
Desnudando utopías
hasta hacerlas realidad.
Desnudando mi cionciencia
para ser libre a tu lado.
 
Eres criatura de deseo
en la soledad de la bota.
Arropando mis sentidos
en cuerpo y textura.
Soñar deseos
envueltos de pasión.
Olvidar sentimientos
que nunca serán.
Con la mente tocada
y el pensamiento nublado.

Guardo las cenizas
de lo que no fué.
Camino sobre ruínas
siguiendo tu aroma.
Te encontraré al final
entre silbidos del aire,
susurros de olas
y sorbos profundos.
 


viernes, 15 de marzo de 2013

Una mañana

Esta mañana la memoria no ha querido desayunar. Se ha notado a lo largo del día. No se pueden perder las buenas costumbres así de repente. Tengo encerrados bajo siete llaves mis miedos, mis errores y mis miserias. Para que no puedan salir. Que nadie las vea ni las conozca. A veces me dan mala vida, pero en la intimidad. Estas cosas hay que atarlas en corto para que no te den un disgusto. En todo esto he estado preocupado hoy bien de mañana. Cuando el sol manda esa luz antes de asomarse y ver qué pasa. Es orgulloso porque sabe que inaugura el día. No le tosas, aunque no tiene ni furia ni pena a esta hora. El viento, en cambio, no es así. Sopla con fuerza y levanta polvareda. Me ha metido algo en los ojos que me ha dejado ciego. Ese viento sin miramientos que incluso levanta las faldas a las mujeres. Unas lágrimas se han encargado de limpiar mis ojos y ahora veo bien. Tengo que estar alerta. Quienes no descansan son los pájaros. Juegan al pilla-pilla con gran escándalo. Van a lo suyo y presumen de libertad.
Me miro al espejo, como todas las mañanas, y me tranquiliza ver que soy yo mismo reflejado. No he cambiado nada desde la última vez que lo hice. Me dice una compañera que me ve más joven. No tengo esta sensación pero un piropo no se lo discuto a nadie. Yo no. He traicionado mis principios y le he dicho a Juan y a Sebas que me alegraba que los creyentes tuvieran un nuevo líder espiritual en activo, uno en el pasivo y muchos en la recámara. La verdad es que me mantengo al margen porque no va conmigo. No es mi pastor porque yo no soy una oveja. Ni como metáfora. Pero ellos sabrán.
He recibido los buenos días de mis amigos invisibles del otro lado de la pantalla. Mimos, besos, abrazos y algo virtual que llevarse a la boca. Se agradece. Está bien despertarse así. La radio, como siempre cada mañana, habla sola. Ella no lo sabe. Sólo la escucho cuando canta música de la buena. Luego viene el parte meteorológico que resulta ser publicidad engañosa. Es como leerte el horóscopo. A veces no se acierta y otras tampoco. Pero yo ya lo sé. A estas horas de la mañana ya no quedan estrellas en el firmamento. Se han ido a descansar. La última es la de Javi. La conozco porque el payaso me la enseñó cuando dejó de llorar y de tocar el saxo. Saludos Javi. 
A todo esto, y con lo que llevamos de mañana, me doy cuenta de que todavía no he utilizado la palabra. Tengo que afinar cuerdas igual que otros templan gaitas antes de salir de casa. Entro en la ducha y me pongo a cantar "Amores" de Mari Trini. No llueve, no. Mal pensados. Ese ruido que escuchas es el agua de la ducha. Mi vecino golpea la pared. Interpreto que no me oye bien y me pongo a cantar más alto. Oigo que golpea con fuerza la puerta de su casa y se va. Interpreto que no le gusta Mari Trini. Bueno. Cada uno con sus gustos.
Tengo un ramo de margaritas en el baño y empiezo a deshojar una de ellas. Meafeito-nomeafeito. Sale que me afeito. Pero no me afeito porque decido que una margarita no me marca mi agenda de cuidados faciales. Así me demuestro que tengo criterio, autoestima y que puedo ir por la vida con suficiencia. Destierro cualquier resto de la noche que ya es de día y no conviene mezclar los tiempos. Mientras le doy de comer al cuerpo alimento la mente con un poco de lectura y de pensamiento. A la noche escribiré que he quedado con la inspiración para tomar café.
El sol ya ha salido del agua y empieza a calentar cuando me toca. Yo ando con sombrero -ya lo he dicho-. Las calles se llenan de pisadas de gente que acude a su trabajo o en busca de él que ya son demasiados los que hacen lo segundo. Pero los del gobierno no lo saben. El cielo está quieto. Ni se inmuta. Quienes no se están quietas son las nubes que no paran ni un momento de dibujar extrañas formas a cada minuto que pasa. Entretiene mirarlas pero hoy no estoy ocioso y el reloj me hace la puñeta. Me quita un minuto cada sesenta segundos. Que lo tengo calculado. Se mueven rápidas las agujas. Pero a traición. Sólo se mueven cuando no las miras. 
Camino al lado del río y el agua cuando me ve me acompaña. Me habla con su monótono ruido. También apura el tiempo en busca del mar. Caminamos distancias. Cortas o largas. Estas que van de un lugar a otro. Si camino la distancia acompañado se me hace más corta. No ando distraído sino pensativo que la mente no para quieta ni un momento. ¿Has mirado qué hora es? Y qué pensabas. Has tardado menos en leer esto que yo en escribirlo. Te lo puedes creer. Es como la comida. Se tarda más en prepararla que en comerla. Y tantas cosas. Miro la agenda para ver los objetivos y los deseos para hoy. Madre mía. Se me fue la mano. Cierro la agenda. Se hará lo que se pueda. Es cuestión de disfrutar la vida no de tener el alma en pena, el corazón en un puño o el aliento con agujetas. Mira dónde pisas y no te pierdas. Salud.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Llega el alba

Los instintos al alba
se duermen en el pensamiento,
desnudo y prohibido.
 
Son las seis.
Me lo dicen las campanas.
Se va la luna.
Despido la noche.
Saludo al alba.
Despierto la conciencia.
Se esconde el sueño.
Soledad inofensiva.
 
Veo el bosque de versos y poesías.
Con la luz del alba.
Y llega la mañana
animada y arrogante
ocupando espacios oscuros.
Ya sólo quedan recuerdos.
Pienso ausencias
que llevo en la memoria.
Navegando en el pensamiento
cuando llega el alba.
 
Miro al vacio y saludo al aire.
Desnudo la mente y la veo tal cual.
Huracán de ideas, torbellino de palabras.
 
Mojados por la lluvia
los tejados brillan.
La noche ya es recuerdo
en el vientre de la memoria.
Recupero la palabra y la sensación de vida.
El espejo me devuelve la mirada.
La luz me devuelve la sombra.
Cuando llega el alba.
 
La casa queda callada.
El ruído lo ponen los pájaros
que vuelan entre las ramas
desnudas de invierno.
La pasión se asusta
con la vuelta a la vida.
Recupero los sentidos.
 
Son las siete.
Me lo dicen las campanas.
El tiempo es nómada
porque nunca se está quieto.
La duda me hace lento
por eso la dejo en casa.
Cuando llega el alba

domingo, 10 de marzo de 2013

Estrategia

Hoy voy a interpretar mi papel. Tal cual. Sin máscara ni maquillaje ni seudónimo. Como de costumbre, a ver. El de blogero enamorado de las letras y del mar. Y de muchas otras cosas. El que escribe en una libreta con una pluma y sin zapatos. Con los pies descalzos se siente mejor la libertad. El que lleva puesta una armadura para protegerse de sentimientos inoportunos que entran por la piel, por los oídos y las miradas pero que luego llegan al corazón y al alma. El blogero que escribe lo que ve y lo que sueña siempre que sea bonito, romántico o poético. El que escribe descalzo y camina con sombrero. Entre ocioso y entretenido. Entre preocupado y pasota -cómo se dice ahora-. El que todas las mañanas afina su pluma antes de escribir. Hoy voy a interpretar, pues, mi papel como estrategia.
No vayas a seguir leyendo de pie. Siéntate, por favor y disfruta. Sólo son palabras de siempre pero colocadas de distinta forma para que signifiquen diferente. Estrategia sencilla pero complicada de ejecutar. Jugando con la inteligencia de la sensatez, el color del mar, la ironía de los sueños, la sencillez de la noche estrellada, el romanticismo de la luna, el brillo del sol, la fuerza del viento, el tesón de las olas, la pasión del silencio, la contundencia del trueno, la inquietud del viento, la quietud del bosque, la desazón de una mirada, la tranquilidad de la brisa, la molestia de la lluvia, la parsimonia de una nube, la transparencia del agua. La inspiración de hoy es un reflejo de mi semblante y mi nobleza. De las ideas que continuamente me rondan el pensamiento. Susurros comprometidos y cómplices silencios. Aromas de infusiones y café descafeinado endulzado con un terrón de azúcar. Esta mano que acaricia las hojas blancas de la libreta para que se estén quietas los días de viento. No quiero mancharlas con la tinta de mi pluma. Este sentirse querido por la brisa marina y acompañado por las olas que llegan cansadas a la orilla y se tiran sobre la arena después de cruzar el océano. Ese mar que sólo puede entrar en puerto si está tranquilo y manso porque las olas, de siempre, se quedan fuera. Los barcos en el muelle están para descansar.
Y me encuentro a Juan. Mi amigo contertulio, y me dice que la sabiduría la traen los años. También está enamorado del mar. Es isleño como yo y por las noches duerme con las ventanas abiertas. El mar trae noticias que decir y hay que escucharlas con ese silencio de la noche. Algunas noches las noticias no son buenas. Se enfurece y rompe las olas con fuerza contra las rocas provocando ruído y espuma. Sus motivos tendrá. Dice Juan que lo hace para sentirse libre. Juan es menos libre ahora porque anda con muletas. Anda cojo, preocupado y molesto. Pero es libre como el mar. En sus ideas, en su pensamiento y en su alma. Cada día que pasa reivindica vivir la vida de forma heroica y noble. No soporta la indignidad de la indiferencia. Comprometido con buscar el equilibrio mental y la serenidad antes de ponerse a escribir.
Leo de un científico que el funcionamiento del cerebro y de los procesos mentales constituye un misterio. No creo que siempre sea así. De algunos homínidos bípedos nunca se sabrá lo que piensan. De otros se tiene la certeza de que no piensan. Así les va. Así nos va. Otros científicos afirman que pensamos para defendernos. Otros dicen que pensamos para evolucionar. Algunos no saben porqué pensamos. Uno dice que pensar es un proceso perverso porque lo hacemos para mentir. Cuanto más pensamos mentimos más y mejor. No seré yo quien ponga en duda lo que afirma un científico. Que para eso están. Que yo pienso lo justo para vivir y escribir con honradez. A veces, cuando pienso, me vienen malos recuerdos. No puedo evitarlo pero les planto cara. No reniego de ninguno de los días que he vivido. Lo he hecho lo mejor que he sabido y me han dejado y ahora forman parte de mi historia personal. Y cuando llega la noche procuro descansar y soñar. Con la ventana abierta para ver la luna. Para que entre el viento y me arrope. Para escuchar lo que el mar y el silencio vienen a decirme. Este silencio que a veces es tan denso y asfixiante que tengo que toser para romperlo y seguir durmiendo y soñando.
Los días pasan, igual que las noches. Los minutos llegan igual que las olas. Y luego se van, igual que las olas. Yo a lo mio. Esta es mi estrategia. Porque sé que hay ojos y oídos que miran y escuchan. Por eso pienso bien lo que escribo. Hoy hace frío, lluvia y viento. He subido al desván de mi subconsciente. Cuantas cosas he visto que no sabía. Empiezo a quitar el polvo. Letras sueltas. Palabras pensadas pero no escritas ni dichas. Consecuencias de cosas hechas y olvidadas. Ese subconsciente desconocido para mi, pero coherente. Tendré que subir más a menudo al desván. Poner orden a tanto caos de mi vida interior. Cada cosa en su sitio para evitar sobresaltos. Hay recuerdos olvidados porque están tapados por el polvo. Se lo comentaré a Juan cuando lo vea que él entiende de esto. Hay una caja de conclusiones absurdas sin utilizar. De pensamientos inacabados que dejé escapar. De amores furtivos de verano. Hay tantas cosas porque el subconsciente es tan grande como un desván de la memoria y del olvido. No me da miedo lo que veo pero lo quiero ordenado. Ideas y actos de mi infancia mezclados con otros tantos de mi vida adulta y madura. Cartas que pensé escribir pero que nunca lo hice. Ideas inacabadas. Cicatrices de amores de adolescencia. De todo lo que hay sólo puedo aprovechar la experiencia acumulada. La guardaré hasta que ya no sepa dónde ponerla.
De vuelta a la vida consciente. He cruzado momentos de niebla, de frío intenso y de sol. Es la vida misma una mezcla de todo ello. De estrategias para desempeñar un papel digno del que ser recordado. Venga pues. Salud.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Recuerda las palabras

Recuerda las palabras,
de la penumbra,
del sueño,
de lo incierto,
de lo venidero.
De la tierra,
del cielo
y del fuego.
 
Palabras de nosotros,
del comienzo,
del lugar,
de la nada
y de la vida.
 
Palabras de lo grande
 y lo pequeño.
De lo infinito,
de lo eterno.
De lo que la oscuridad atrae.
 
Palabras de memoria.
De lo escrito
y lo olvidado.
De larga espera,
de pisadas de final.
 
Palabras de huellas,
de actos,
de aciertos,
de errores,
de intentos,
de cuestiones
y pensamientos.
 
El sonido de la palabra,
y el cómplice silencio.
 
Del aire,
de la lluvia,
del viento
y del consuelo.
 
Recuerda las palabras
de aliento.
De la tierra
y del mar.
De nosotros mismos.
 

viernes, 1 de marzo de 2013

Javi. El payaso y el saxo.

A la hora en punto la megafonía empezó a gritar aquella famosa frase de, "que empiece la función". Luces de neón, bombillas de colores y focos moviéndose alocadamente jugando con las sombras al azar. Se encendían y apagaban. Por los laterales de la carpa del circo había grandes dibujos murales de trapecistas, animales salvajes peligrosos, payasos y demás motivos circenses. Banderitas de todos los países con vivos colores estaban dispuestas en círculos desde el palo central hasta los laterales engalanando todo el techo de la carpa. Los músicos atentos a la batuta que, después de tres golpecitos sobre el atril, dio la orden de comenzar a tocar una música de fiesta.
El presentador, con traje negro y bombín, dio paso al payaso. Éste entró en la pista con un caminar lento porque andaba con unos zapatos de punta muy larga y no quería tropezar. Llegó hasta el centro de la pista, extendió los brazos y giró sobre sí mismo para contemplar al respetable público que todas las noches abarrotaba el circo. Su sonrisa se quebró de golpe al tener la sensación de que no había nadie. Agitó las manos con fuerza para que los músicos volvieran a dar la entrada pero con más entusiasmo y contagiar al respetable. No estaba equivocado. Después de mirar de izquierda a derecha y viceversa tuvo la convicción de que no había nadie. Sólo escuchó un rabioso plas, plas, plas. Su semblante se mutó porque nadie le había advertido de este extremo. Gracias a uno de los focos individuales miró fijamente entre las gradas y vio a un espectador. En singular. Un niño satisfecho y rebosante de alegría que aplaudía a rabiar. Medio sentado y medio de pie por la emoción del momento. Llevaba una golosina en la boca.
El payaso quedó perplejo, agachó la cabeza y empezó a llorar de forma desconsolada. Estaba muy afectado por la situación. No daba crédito. El niño espectador aplaudía cada vez más al payaso por lo bien que lloraba. La mejor escena posible debajo de una carpa de circo. El payaso lo vio y se sintió turbado. Inmediatamente dejó de llorar. Se frotó las lágrimas con sus guantes blancos y esparció la pintura de su maquillaje por toda la cara. Esta situación le gustó aún más al niño espectador que vivía un momento inolvidable de su vida con la alegría y la inocencia requerida. Los músicos seguían tocando para darle al payaso un poco de tiempo. Tenía que comprender aquella complejidad tan simple. Este día y a esta hora, en el circo sólo había un espectador. Un niño desbordado por la alegría y la emoción.
El payaso levantó las manos y mandó callar a la orquesta. Un foco de luz le iluminaba mientras intentaba sortear los asientos primeros con sus zapatos de larga punta. Llegó al niño espectador y se sentó a su lado. Le pasó la mano por encima y le preguntó su nombre. Me llamo Javier. Pero todos me llaman Javi, y de mayor seré payaso como tú. El payaso nunca se imaginó una situación semejante por muchos años que viviera. ¿Con quién has venido Javi? Solo. ¿Alguien sabe que estás aquí? Espero que no. Las enfermeras han colgado tu fotografía en las paredes del hospital. Pedí permiso para venir a verte y me dijeron que no podía ser. Cosas del tratamiento, añadieron. El payaso forzó una sonrisa de preocupación y dijo con voz calmada. Explícate mejor Javi porque no logro entender nada. Estoy ingresado en un hospital porque estoy enfermo. Quería verte actuar y no me dejaron. Con la almohada simulé mi cuerpo en la cama, apagué la luz,  me puse la chaqueta sobre el pijama y he venido. Le enseñó una pulsera hospitalaria identificativa que llevaba en la muñeca derecha. Estaba su nombre, un número, un código de barras y un nombre escrito en mayúsculas que decía "ONCOLOGÍA PEDIATRICA".
El payaso quedó desarmado, derrotado y sin recursos. No estaba preparado para algo así. ¿Qué es lo que más te gusta Javi? Todo lo que haces me gusta. Así hablaba emocionado el espectador infantil Javi sorprendido por los mimos que recibía personalmente del payaso. La pista central se iluminó. Pintaron la cara de Javi de payaso y le pusieron una nariz roja de espuma. El payaso empezó a ejecutar con maestría sus mejores números. Magia. Gestos de mímica. Malabares, etc. La orquesta tocando alegres piezas de fiesta. Enfrente, sentado en una silla, Javi se lo pasaba de lo mejor. El único espectador miraba para no olvidar. El payaso actuaba con un nudo en la garganta. Un niño enfermo se había escapado del hospital para ir a verle. Le puso unos zapatos de punta larga y bailaron en círculo. Para no caerse se cogieron de la mano. El payaso estaba orgulloso de su mejor actuación. Mandó callar a la orquesta y con voz de terciopelo se dirigió a Javi para preguntarle si le gustaría escuchar una canción. La respuesta fue afirmativa. Se sentaron uno frente al otro. Cogió el saxo y empezó a tocar una desgarradora y tierna melodía de canción de cuna que el alma le pedía en este momento. El saxo interpretaba con su voz ronca. Como siempre hace. A media luz. El niño espectador se acomodó en la silla y se quedó dormido. El payaso tocaba y lloraba emocionado. Javi se quedó dormido. Inició su sueño eterno. En una carpa de circo y al lado de su payaso. Con el sonido afónico de un saxo. Salud.

sábado, 23 de febrero de 2013

Es invierno aún

Es invierno aún.
Frío y nieve.
Lluvia y viento.
Amanecer tardío.
Atardecer interminable.
Con libros y papeles.
Compañeros fieles
 del frío invierno.
Me acompaña la hierba
tapada por la nieve.
 
Escritos de aficionado.
Reflexiones al fín.
Arrastrando cada sílaba.
Componiendo cada verso.
Con un cielo de chatarra
que escribo de azul.
Con un mar de plomo
que escribo de verde.
Pero el agua está fría
y eso, no lo puedo pintar.
 
El sol está cobarde.
Preso del tiempo.
Anhelo de primavera.
De flores y vida nueva.
Resplandor ficticio.
Huella del frío.
Porque es invierno aún.
 
Los días se repiten
y el invierno agoniza.
Las olas se amansan.
La nieve se derrite.
Este frío invierno
es cuestión de tiempo.
 
El brillo de la memoria.
La agilidad de la pluma.
Las ganas del papel.
El influjo del frío.
 El aroma del café.
El calor de las brasas
que anticipan primavera.
 
Grita el invierno
con voz de trueno.
Cada relámpago
es espejismo de sol.
 El sendero lleva a la primavera.
Pero es invierno aún.
 
 
 

martes, 19 de febrero de 2013

El recodo

Hay un recodo en el camino. 
En la inmensidad del bosque. 
Subiendo al acantilado. 
El camino es empinado y exigente. Difícil y tortuoso. Complicado de andar y avanzar. Pero vale la pena cuando llegas al recodo. 
Es el momento de pensar y descansar. Hacer tiempo hasta la puesta de sol. Aquí se viene a estas  cosas. 
Hay una roca a la sombra de las encinas para sentarse. Una fuente de agua fresca para saciar la sed y poder seguir camino.
Es un momento atemporal de un estado de ánimo  infinito. Cabe de todo. Lo real, lo ficticio y lo imaginable. El recodo de las utopías y las verdades asumibles. El recodo de pensar. 
Quise hablarle a la naturaleza. Abrí la boca y de mi garganta salió un silencio muy elocuente que lo decía todo. Esa atracción invisible e inexplicable de mantener una conversación entre mi persona y la tranquila naturaleza que me acoge. 
Somos grandes amigos. Medité largamente y comprendí la libertad. La del árbol, la hierba, la flor silvestre, las piedras, las hojas secas del suelo, las nubes, y la lluvia. La luz, la oscuridad y el silencio. Del aire y el viento. Y el ruido de la vida que el bosque guarda. Que a veces enseña y a veces esconde.
Pero antes hay que andar este camino complejo. De subidas empinadas y bajadas deslizantes. Aún teniendo los ojos abiertos dejé de mirar. Para poder pensar. Luego los cerré para verte. Sabía qué decirte pero no sabía cómo decirte. El viento me daba palmadas de ánimo en la espalda. Sentí frío y calor a la vez. Me vi desnudo y no me importó porque tenía letras y palabras. Formaba parte de esta naturaleza que anda su camino. De día y de noche. 
Vi que el infinito llegó y se fusionó con el horizonte como dos amantes. El sol se pone en este punto y se hunde en el mar para dormir. Cada día, como todos.
El viento no para de agitar ramas y mover hojas. Las nubes empiezan a llorar sobre mi acompañadas de truenos que rompen el silencio y de relámpagos que rompen la oscuridad en mil pedazos. Yo, en el recodo  sentado sobre la piedra sin bienes materiales. Sólo la mente interactuando con lo salido de la nada. Atrapado en el vértigo de la vida. Esa que te domina y que al final te deja. 
Quiero que el instinto y la razón se pongan de acuerdo para encontrar la armonía. No lo consigo. No es posible. Pero encuentro la paz interior. Es evidente que estoy en el camino correcto. En el recodo adecuado.
Me llevo un trozo de pan a la boca con unas flores de romero que le den sabor. Lo ablandé con la saliva y la voluntad. El sabor es agridulce en la boca. Como el sabor de la vida y la naturaleza. Seguí con mi locura y lo normal se convirtió en especial. Lo especial se hizo normal. Llegué a certezas absolutas de la vida a pesar de que la ventisca helaba mis huesos pero no mis pensamientos. 
Un poco de sol después de la lluvia. Justo delante de mi se abrió una flor. Tranquila y sin miedos y me contagió. Su belleza me lo puso fácil.
Mis piernas entrecruzadas y con los pies descalzos sobre la tierra para no olvidar nunca de dónde vengo. Cogí los dedos con las manos para calentarlos. La espalda erguida y la mente audaz atreviéndose con pensamientos prohibidos pero deseados. Tuve la sensación, por un momento, que la naturaleza me hablaba. Escuché atento. Pero necesitaba tiempo para comprender. Falta de costumbre. Experiencia sublime este momento en pleno bosque. Querida soledad que acompaña. Sin intermediarios y sin interferencias. 
Un pájaro vino a posarse junto a la flor silvestre y a mirarla. Esbocé una sonrisa porque me di cuenta del valor de las cosas simples. Ese valor que le negamos a todo aquello que no vemos. Hay que ir al recodo del camino para darse cuenta. Lo escribo para que lo veáis con los ojos cerrados.
El día gastaba minutos hasta llegar al atardecer. El silencio llegó sin hacer ruido y se quedó a mi lado. No experimenté abatimiento sino todo lo contrario. El atardecer se adentró en el bosque, bajó por la ladera y llegó hasta el mar justo en el momento en que el sol lo tocaba. Ahora mi pensamiento se posó en ti y volví a sonreír. 
Encendí un fuego para calentarme. El humo pintó tu silueta y me levanté de la piedra para bailar contigo. Después de un rato te fuiste y del fuego sólo quedó el calor y las cenizas. Estaba envenenado de tanta belleza natural. Toqué la corteza de un pino. Era rugosa. Pero era su corteza natural y aún siendo rugosa lo hacía bello.
Mantuve una relación noble y sincera con mi entorno. Los segundos, minutos y horas pasaron sin darme cuenta. Es el recodo del camino. El momento grato que la vida te reserva si la cuidas. Es el recodo del "Camí de l'Archiduc". Justo en un punto llamado Es mirador. La mejor puesta de sol posible saliendo desde Valldemossa. Aquí y ahora vivo en libertad aunque el sol desaparezca. 
Me despedí de la piedra, las hojas, los árboles y sus ramas. Del aire y del viento. De la tormenta. Del pájaro y de la flor. De la lluvia y del frío. De los relámpagos y sus truenos. Cuando la ciudad me agobie y no me deje respirar. Cuando me sienta encarcelado por los acontecimientos, volveré al recodo. Salud.
 

viernes, 15 de febrero de 2013

Escritor

Este señor casi mayor. Disfrutando con sus años. Con un vestir elegante. Que saluda con madurez intelectual. Que se comporta con experiencia creadora. Sabio en el hablar. Hábil en el arte de la comunicación consciente. Asertivo y convincente en la pose y en la mirada. Que utiliza un lenguaje poético para una conversación normal. Este señor  experimentado de la vida. Buen conocedor de las personas. Explorador de textos que otros han escrito. En busca del significado adecuado a cada palabra. Escritor artesanal a tiempo completo porque ha hecho de la escritura su profesión. Que camina de forma sosegada. Semblante distraído. Constantemente pensativo. Este señor entró en el ascensor del hotel. El que baja al comedor. Se fijó en mi y me habló.

Es usted escritor, dijo convencido. No, respondí. -Ah! ¿Y cómo es que se pasea usted con un libro, unas revistas literarias un bloc y una pluma? El que sólo lee no necesita escribir nada. -Me gusta tomar notas al margen. Hacer subrayados de palabras o frases. Anotar reflexiones. Y cosas así. -Pues eso. De esta experiencia surgen nuevos textos que otros leerán. Yo soy escritor y es lo que hago habitualmente. No entendería que usted no hiciera lo mismo. Por eso se lo he comentado. Nos estuvimos mirando y dudé antes de contestar. Bueno, digamos que escribo algún relato breve en forma de entradas de un blog literario. Me relaja expresarme por escrito. -Lo supe enseguida que lo vi, dijo de forma contundente. Modestias aparte, usted es escritor. Ha sido un placer, añadió. Me estrechó la mano. En la planta menos uno salimos del ascensor. Mas tarde lo vi sentado en la cafetería con algunos libros y unas hojas en blanco que iba rellenando sin dudar con una pluma estilográfica de las caras.
Me sentí bien. Incluso  inspirado. Lo típico, supuse, cuando ocurren estas cosas. Estuve desayunando y pensando al mismo tiempo. Detrás de unos grandes ventanales que daban al jardín y a la piscina. También se veía el mar. El sol no se quiso perder la ocasión y entraba por el ventanal iluminando el momento. Al terminar y antes de levantarme, escribí un tuit que decía: "Más allá de lo que escribo está lo que pienso". Añadí una fotografía de la salida del sol. Una ola en la orilla o una roca en medio del mar cuando se deja acariciar por la marea. O algo así. Todo fue contestado de inmediato por mis amigos invisibles del otro lado de la pantalla. Esta gente que sólo existe de forma virtual. Pero que existe. Salí a la terraza y pedí un café para acompañar la lectura. Con el café se incluía una brisa marina. Un susurro de olas de mar casi en calma. Un sol primaveral que ya apuntaba maneras de verano. Era un día de estos de descansar. De pensar recuerdos y cosas nuevas. Mi voluntad estaba de acuerdo conmigo y me seguía la corriente. Hoy no era día para malos rollos. Las bofetadas de la vida se llevan con dignidad porque no las puedes evitar. Pero tampoco se trata de repetir. Casi sin darme cuenta, y totalmente abstraído, mi pluma empezó a deslizarse por las hojas en blanco de mi libreta. Empezó a teñirlas de tinta en forma de letras. Palabras y frases. Con seguridad experimentada. En algunos momentos dejaba la pluma. El puño cerrado para apoyar la barbilla. Fijar la vista en el mar. Ese mar inquieto que no para de traer olas a la playa. De esparcirlas por la arena. Que tal cual vienen se van. Dejando sitio para la siguiente. Justo dónde se juntan la arena y el mar y dónde aparece la espuma. Arena y mar obligados a entenderse en este punto. Yo contemplando para plasmar por escrito lo que estáis leyendo. O leeréis en otra ocasión.

El día me tenía otra sorpresa. Momento importante para este servidor que se las da de bloguero. El señor mayor, extranjero y escritor. Se levantó y se acercó hasta mi mesa. Me pidió la dirección electrónica del blog con la intención de leerme. A cambió me regaló uno de los libros que llevaba. Era una de sus novelas traducida al castellano. Tomó asiento a mi lado. Abrió la tapa del libro y con su pluma de las caras escribió: "No importa lo que escribas. Lo que importa es que te sientas bien con lo que hayas escrito. Porque te perdurará y siempre habrá alguien que lo leerá". Puso fecha y firmó. Fue el momento del día. La única vez que te dedican algo sin pedirlo. Sin tener que hacer cola. Estos detalles que la vida te regala muy de tarde en tarde. Un pico febril que no necesitó de medicina alguna. De repente me veo con un amigo más del que sólo conozco la cara y su pose impecable. Su caminar sosegado. Su voz segura porque domina la vida con suficiencia. Que viste elegante y habla con madurez intelectual. De quien escribe por necesidad. Igual que necesita el aire para vivir.
Un comunicador de historias literarias como tantos otros amigos de Twitter. Amigos con los que mantengo amistad y relación literaria. De los que no conozco su cara ni su voz. No he visto su mirada ni he escuchado su silencio. Desconozco sus siluetas, sus matices y sus sombras. No he visto sus pisadas. Pero sé cómo escriben y sé que están. Y me gusta. Salud.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La lonja

Hoy es de esos días tranquilos en los que amanece bien. El sol sale puntual como de costumbre después de que la aurora vaya haciendo camino. Sin nubes. Ni lluvia ni viento. Un sol casi perezoso que va borrando estrellas a medida que amanece. Que se sacude el agua del mar donde ha pasado la noche. El mar despierta empujado por la luz. Pero sigue en calma. Es muy pronto y las primeras barcas empiezan a llegar a puerto con el pescado de la noche. Las golondrinas, como de costumbre, salen a su encuentro a ver si pillan algo. Algunos bípedos mortales como yo observamos el paso de los minutos detrás de un gran ventanal del bar del puerto. Las pocas luces que siguen encendidas se van apagando.
A esta hora el puerto mantiene una actividad casi estresante. Gente esperando las barcas y el pescado para descargar y llevarlo a la lonja. Todos se afanan a lo suyo que el tiempo en crisis vale mucho y se ha puesto por la nubes. Apuro el café -que por cierto es de los buenos- mientras tomo nota de todo lo que veo para que nada se quede sin explicar. Esta realidad que pasa desapercibida porque muchos no se fijan en la rutina. Cosas de las prisas. Cosas que pasan a diario y que vivimos en la subconsciencia por falta de tiempo o de concentración. El amanecer es tranquilo pero hace fresco fuera. La gente va abrigada. Botas de agua y algo de lana en la cabeza. Guantes de goma para no gastar las manos. Una vez amarrados los barcos empiezan a descargar cajas de pescado que son transportadas en carritos hasta la lonja. Entre los compradores hay conversación animada mientras se observa el género. Hoy es de esos días que hay mucho pescado porque la noche ha sido buena. Cuando termina la subasta la lonja se queda desierta. Sólo unos mozos con mangueras de agua y unos cepillos limpian los restos de la actividad.
Mientras, fuera, el sol ya brilla con intensidad y va calentando el ambiente. Pero la gente sigue sin fijarse y se muestra ajena. Ahora cargan las furgonetas y se van a sus destinos. No veo intención de vivir sentimientos nuevos por parte de nadie. Han apagado las farolas del puerto. Incluso el bar ya se ilumina con la luz del día. En el bar sólo quedan algunos marineros jubilados que disfrutan de buenas conversaciones y de una pensión de seiscientos euros. No saben en qué gastar tanto dinero. Hablar y recordar no cuesta.
De espaldas al puerto y al mar están las montañas que lo cercan. Una gran sombra avanza desde la montaña y se adentra en el mar apagando la luz del sol. Los hombres que trabajan en los barcos y en las redes lo notan. Miran al cielo y siguen a lo suyo para dejar listo el barco. Pasará en un momento. A media tarde hay que volver a faenar. Nadie se inquieta y el viento tampoco aparece. La nube se deshilacha y el sol aprovecha algunas rendijas para asomarse. El puerto, a esta hora, es territorio tranquilo. Mitad poético y mitad romántico. La lonja ha cerrado puertas y los mozos ponen a punto los últimos aparejos. Las gaviotas también se mantienen ociosas mientras hacen la digestión.
Termino el café y guardo el blog. Salgo a caminar por el muelle tranquilo saludando a los pocos que quedan y que me devuelven el saludo con un movimiento de cabeza. El tiempo no pasa. O si. No lo sé. Yo no he venido a ver pasar el tiempo. Estoy aquí para ver a las personas y observar cómo trabajan. Observar el mar y los barcos enjaulados en el muelle. No escribo retórica vacía. Escribo vida tranquila. Actitudes poéticas de la gente de mar. Esas grandes historias de mar en tormenta que los mayores del lugar recuerdan con pasión. El mar puede llegar a ser tan dócil como malvado. Ese mar que te seduce hasta la locura y que luego te mata para quedarse con tu cuerpo en sus profundidades.
Las olas te llaman. La brisa te relaja el rostro. La inmensidad del mar te hipnotiza. El vaivén de la marea que te mece. Te metes dentro porque quieres alcanzar el horizonte. Persiguiendo sirenas...ese mar...irresistible. A media tarde el muelle vuelve a ser un hervidero de gente que se prepara para zarpar. Hay que faenar una noche mas. Es la vida de esas gentes. Pescando a la luz de las estrellas. O con lluvia y viento. Hasta la madrugada. Un día y otro día. Preocuparse sólo de regresar. Salud.

jueves, 7 de febrero de 2013

Destino

La voz que habla.
El silencio que calla.
La pared que te detiene.
El fondo del mar.
Andar un camino
ambicioso y complejo.
Breve pero intenso.
Largo y supérfluo.
A veces elegante.
Llegar derrotado.
Porque está escrito
en el libro de la vida.
Cuando naces.
Es el destino. 
 
El destino es una imagen.
Quizás sólo una palabra.
Acaso es un lugar.
Puede ser una persona.
Una silueta callada.
Es una consecuencia.
De mis actos.
De mi vida.
No conozco el destino.
Porque será lo último.
 
Es la muerte que espera.
Un empezar de nuevo.
Encontrarme a mi mismo.
Encuentro de muchos.
Lugar para todos.
Destino de memoria perdida.
Brillo de estrellas.
Oscuridad de sombra.
Andaré despacio el camino.
Pensando en el destino.
 
Un mundo consumido.
Con los ojos cerrados.
Sin espejo dónde mirarse.
Firmamento sin estrellas.
Agua quieta.
Piedra muda.
Lluvia que no cae.
Ausencia de aire.
Tormenta de deseos.
Cenizas de lo hecho.
Exilio es el destino.
 
Sin camino de regreso.
La eternidad a oscuras.
Recuerdos invisibles.
Lugar para vencedores.
Consuelo de derrotados.
De la vida.
Y si tu vienes conmigo
lo llamaré cielo.
Caminaremos juntos.
Uniremos nuestras sombras.
Cogidos de la palabra.
Empujados por el viento.
Hallaremos refugio en nuestro dstino. 


miércoles, 6 de febrero de 2013

Convención

Entré en el hall del hotel por una de esas puertas giratorias que ahora ya no se empujan porque son eléctricas y se mueven solas. Resulta divertido andar por dentro de la puerta hasta llegar al otro lado. Un hall espacioso con muchas zonas decoradas de distintos motivos. Con butacas, algunas sillas y sofás. Mesitas, algo de decorar y prensa. Cada zona con un encanto distinto pero igual de acogedor. Mucha gente a esta hora de la mañana. Griterío con sordina para no molestar y parecer educado. Griterío al fin. Todos hemos venido a lo mismo. Intercambiar ideas, encontrarnos con amigos, defender postulados. Trabajos, ocurrencias y un pequeño afán de destacar. Ser o parecer alguien.
Ascensores saturados de gente que sube y baja de sus habitaciones. Cola en los mostradores para conseguir habitación o información. Trasiego de maletas de un lugar a otro y todas esas cosas que ocurren antes de empezar una convención. Los que ya están instalados descansan en butacas o sofás entre amigos y conocidos. Relajadamente. Hablando de temas diversos para entrar en materia o ya metidos en ella. Otros, en lugares separados, manipulan artilugios electrónicos de última generación. Otros hacen como que leen los titulares del día y miran de reojo o por encima del periódico. Hay que reconocer el ambiente antes de mover pieza. Información del evento. Llamadas de móvil para quedar o para decir que ya han llegado y están bien. Cosas, al fin y al cabo, que te permiten estar ocupado cuando quieres que estar desocupado pero no quieres que lo parezca.
En un apartado a la izquierda según se entra por la puerta giratoria que gira sola se encuentra la cafetería. Casi llena. De esas de camareros con delantal blanco hasta los pies. Camisa blanca y pajarita negra, lazo negro en el antebrazo izquierdo y visera. Mesas de hierro y mármol y sillería noble. Un lujo. Grandes lámparas de luz tenue que evita sombras y moqueta roja que esconde el ruido de las pisadas. Gran ambiente entre los asistentes que consumen cafés y bollería diversa. Chocolate con churros y otros combinados de colesterol y pecados de gula. Incluso algunos vacilan dieta con infusiones y tostadas. Todos han dejado claro que a una convención no se va con prisas.
Caras nuevas y caras conocidas. Los consagrados intentando mantener  nivel y los novatos buscando un hueco y una conversación para darse a conocer y, si es posible, impresionar. Algunos que ya están en retirada han venido para dejarse ver y conseguir alguna aparición mediática. Un final digno. Se ha venido a hablar de literatura basada en las humanidades. En la entrada hay un gran mural con el eslogan "La filosofía es una disciplina imprescindible para la iniciación del pensamiento creativo y positivo". Hoy se ha venido a hablar de eso. En el ambiente de muchos preocupa el hecho de que se utilice a la filosofía sólo para hacerse preguntas y que se delegue la respuesta en las ciencias. El sentir mayoritario es que, además de preguntas, hay que ser valientes a la hora de dar las respuestas adecuadas. La ciencia avanza con paso firme y sin parar. La filosofía y la literatura basada en las humanidades llevan un paso más lento y con el nuevo plan de estudios la van a finiquitar. Esto preocupa.
A la gente le gusta los corrillos que se forman. Se paran. Escuchan. Alguno se atreve a decir algo. Los pilares están bien fundamentados. La convención tiene historia. Todo se razona. Pero hay espacio para terreno resbaladizo. La ética y la moral son tentáculos que hace falta domesticar. Hay que tener dominio de la lengua para no decir incongruencias. El punto de vista de partida es especial. Se pueden confundir conceptos y entonces se evidencian disconformidades. Estas cosas dan vida a la convención. Ya no se lleva el "de dónde venimos y a dónde vamos". Ahora se llevan las conductas humanas en un mundo convulso y en crisis. El respeto por las personas y las civilizaciones. Hay margen para discutir y llegar a acuerdos. Doña Pilar es una señora madura que lleva muchos años en esto. Habla con madurez y con la sabiduría del sentido común. Los aistentes la buscan para conocer su opinión.
Doña Pilar toma una caña y unos cacahuetes. Nada de chucherías infantiles. Se concluye la jornada pasando a limpio lo hablado y escuchado. Hay que desechar los pensamientos inútiles, estériles y distorsionadores de la realidad humana a través de esa literatura basada en las humanidades y la filosofía. Salud.