Hoy voy a interpretar mi papel. Tal cual. Sin máscara ni maquillaje ni seudónimo. Como de costumbre, a ver. El de blogero enamorado de las letras y del mar. Y de muchas otras cosas. El que escribe en una libreta con una pluma y sin zapatos. Con los pies descalzos se siente mejor la libertad. El que lleva puesta una armadura para protegerse de sentimientos inoportunos que entran por la piel, por los oídos y las miradas pero que luego llegan al corazón y al alma. El blogero que escribe lo que ve y lo que sueña siempre que sea bonito, romántico o poético. El que escribe descalzo y camina con sombrero. Entre ocioso y entretenido. Entre preocupado y pasota -cómo se dice ahora-. El que todas las mañanas afina su pluma antes de escribir. Hoy voy a interpretar, pues, mi papel como estrategia.
No vayas a seguir leyendo de pie. Siéntate, por favor y disfruta. Sólo son palabras de siempre pero colocadas de distinta forma para que signifiquen diferente. Estrategia sencilla pero complicada de ejecutar. Jugando con la inteligencia de la sensatez, el color del mar, la ironía de los sueños, la sencillez de la noche estrellada, el romanticismo de la luna, el brillo del sol, la fuerza del viento, el tesón de las olas, la pasión del silencio, la contundencia del trueno, la inquietud del viento, la quietud del bosque, la desazón de una mirada, la tranquilidad de la brisa, la molestia de la lluvia, la parsimonia de una nube, la transparencia del agua. La inspiración de hoy es un reflejo de mi semblante y mi nobleza. De las ideas que continuamente me rondan el pensamiento. Susurros comprometidos y cómplices silencios. Aromas de infusiones y café descafeinado endulzado con un terrón de azúcar. Esta mano que acaricia las hojas blancas de la libreta para que se estén quietas los días de viento. No quiero mancharlas con la tinta de mi pluma. Este sentirse querido por la brisa marina y acompañado por las olas que llegan cansadas a la orilla y se tiran sobre la arena después de cruzar el océano. Ese mar que sólo puede entrar en puerto si está tranquilo y manso porque las olas, de siempre, se quedan fuera. Los barcos en el muelle están para descansar.
Y me encuentro a Juan. Mi amigo contertulio, y me dice que la sabiduría la traen los años. También está enamorado del mar. Es isleño como yo y por las noches duerme con las ventanas abiertas. El mar trae noticias que decir y hay que escucharlas con ese silencio de la noche. Algunas noches las noticias no son buenas. Se enfurece y rompe las olas con fuerza contra las rocas provocando ruído y espuma. Sus motivos tendrá. Dice Juan que lo hace para sentirse libre. Juan es menos libre ahora porque anda con muletas. Anda cojo, preocupado y molesto. Pero es libre como el mar. En sus ideas, en su pensamiento y en su alma. Cada día que pasa reivindica vivir la vida de forma heroica y noble. No soporta la indignidad de la indiferencia. Comprometido con buscar el equilibrio mental y la serenidad antes de ponerse a escribir.
Leo de un científico que el funcionamiento del cerebro y de los procesos mentales constituye un misterio. No creo que siempre sea así. De algunos homínidos bípedos nunca se sabrá lo que piensan. De otros se tiene la certeza de que no piensan. Así les va. Así nos va. Otros científicos afirman que pensamos para defendernos. Otros dicen que pensamos para evolucionar. Algunos no saben porqué pensamos. Uno dice que pensar es un proceso perverso porque lo hacemos para mentir. Cuanto más pensamos mentimos más y mejor. No seré yo quien ponga en duda lo que afirma un científico. Que para eso están. Que yo pienso lo justo para vivir y escribir con honradez. A veces, cuando pienso, me vienen malos recuerdos. No puedo evitarlo pero les planto cara. No reniego de ninguno de los días que he vivido. Lo he hecho lo mejor que he sabido y me han dejado y ahora forman parte de mi historia personal. Y cuando llega la noche procuro descansar y soñar. Con la ventana abierta para ver la luna. Para que entre el viento y me arrope. Para escuchar lo que el mar y el silencio vienen a decirme. Este silencio que a veces es tan denso y asfixiante que tengo que toser para romperlo y seguir durmiendo y soñando.
Los días pasan, igual que las noches. Los minutos llegan igual que las olas. Y luego se van, igual que las olas. Yo a lo mio. Esta es mi estrategia. Porque sé que hay ojos y oídos que miran y escuchan. Por eso pienso bien lo que escribo. Hoy hace frío, lluvia y viento. He subido al desván de mi subconsciente. Cuantas cosas he visto que no sabía. Empiezo a quitar el polvo. Letras sueltas. Palabras pensadas pero no escritas ni dichas. Consecuencias de cosas hechas y olvidadas. Ese subconsciente desconocido para mi, pero coherente. Tendré que subir más a menudo al desván. Poner orden a tanto caos de mi vida interior. Cada cosa en su sitio para evitar sobresaltos. Hay recuerdos olvidados porque están tapados por el polvo. Se lo comentaré a Juan cuando lo vea que él entiende de esto. Hay una caja de conclusiones absurdas sin utilizar. De pensamientos inacabados que dejé escapar. De amores furtivos de verano. Hay tantas cosas porque el subconsciente es tan grande como un desván de la memoria y del olvido. No me da miedo lo que veo pero lo quiero ordenado. Ideas y actos de mi infancia mezclados con otros tantos de mi vida adulta y madura. Cartas que pensé escribir pero que nunca lo hice. Ideas inacabadas. Cicatrices de amores de adolescencia. De todo lo que hay sólo puedo aprovechar la experiencia acumulada. La guardaré hasta que ya no sepa dónde ponerla.
De vuelta a la vida consciente. He cruzado momentos de niebla, de frío intenso y de sol. Es la vida misma una mezcla de todo ello. De estrategias para desempeñar un papel digno del que ser recordado. Venga pues. Salud.