jueves, 14 de agosto de 2014

Leyenda

Empieza a atardecer. Es el final de una sobremesa larga. En Valldemossa, además, empieza a refrescar. Siempre lo hace antes que en otros sitios. Cogemos un sendero tortuoso de piedras y tierra. O tierra y piedras según cada cual. Avanzamos a la sombra de las encinas. Y algún pino. También hay algarrobos, por si alguien tiene curiosidad. El camino debió de ser muy bueno en tiempos del Archiduque Luis Salvador de Austria. Ahora son restos descuidados por el Consell de Mallorca. Sólo se preocupan los excursionistas comprometidos y los amantes de la naturaleza y esas cosas. Casi una hora de camino para llegar a uno de los miradores preferidos por l'Archiduc.
Cuando estás allí entiendes el porqué se enamoró de la magia de Mallorca y del mar mediterráneo. Hizo construir una pared seca al borde del acantilado. Con unos pilares laterales a modo de una ventana al horizonte por donde se pone el sol.
Estos sitios se mantienen en silencio. Porque hablan con palabras silenciosas. Sólo disfrutan del lugar los que saben interpretar todo esto que escribo y digo. El movimiento de las ramas. El aire manso y el fuerte viento. El ruido de las olas que llega a duras penas. Revolotear de pájaros y mariposas. Olores de monte seco y de acantilado. Aroma y color de puesta de sol. A estas horas las emociones impregnan el alma. Tanto que se habla de ella y todavía no la tenemos ubicada. El sol se pone rojo antes de entrar en el mar. Y se refleja desde el horizonte.
No hace falta ningún esfuerzo para emocionarse. Desborda belleza todo ello en su conjunto. Recuerdos de niñez cuando subíamos con los abuelos maternos. Los abuelos paternos vivían al lado de un convento de clausura en Palma. Desde un quinto piso podía ver la armonía de un jardín de clausura. Es distinto a los demás. Sus moradoras en silencio como requisito. Como en el acantilado del mirador. El recogimiento como una necesidad en ambos sitios. Ahora en el mirador confundo los recuerdos.
Me siento en una piedra. No hay otra cosa. Es la misma de siempre. Y de cuando era pequeño. Aparece una mágica turbación de la mente. La reflexión. La naturaleza habla con sus sonidos tan característicos. El aire perfumado de bosque y de mar. Y de puesta de sol consumada. La belleza se convierte en fascinación. La sabiduría también se nutre de momentos como este. No te puedes morir sin haber visto una puesta de sol de cualquiera de estos miradores de l'Archiduc.
Las siguientes generaciones también tienen derecho a contemplar esto. Pues a ver cómo gestionamos el mundo para que perdure y sea habitable. Esos colores de después. Como la sonrisa al contemplar los rosales en flor. La mística de la intimidad. Historias y leyendas de estos lugares. Porque son mágicos. El sol cuando se pone te mira igual que tú a él. Te das cuenta. Quedan los colores de los enamoramientos. De cuando el silencio se calla para que hablen las manos. Las miradas sólo ven siluetas de penumbra y a contra luz.
Luego toca bajar. El camino de vuelta es más rápido. Pero no es más corto. Siempre es así. Es el camino de la luz de la luna. Porque no hay otra cosa. Vuelves a caminar por la sombra de las encinas. Tengo que conservar esta ventana que da al mar y a su horizonte. Otros vendrán en verano a lo mismo. Salud.

viernes, 1 de agosto de 2014

Historia

Se le ocurrió crear el mundo en seis días. Descansó el séptimo. Al día siguiente empezó la historia. Y esta mañana he descubierto que el tiempo pasa. Y con él la historia que toma nota de todo. También me he dado cuenta de que las horas, los minutos y los segundos son muy resbaladizos. Esta sensación de que te vas quedando sin tiempo casi sin enterarte. Sin enterarte quería decir. Y con todo esto y la que está cayendo he descubierto que cada mañana amanece. De una forma u otra. Pero amanece. Concluyo que el tiempo y la historia pasan para todos y por todas partes. Que no se diga.
Cuando uno llega a cierta edad empieza a entender el valor del sosiego que produce el mar en calma. Que el sonido del viento va cambiando con los días y te relaja porque te da a entender que no estás solo. Puedes distinguir un olivo, una encina o una higuera por su sombra. Pero me sigue asombrando un amanecer y un atardecer. Me emocionan las puestas de sol. Los andares se vuelven tranquilos. De funcionario veterano que le teme a las prisas y le ha perdido el miedo a lo demás. Cuando el sol se mete en el mar me siento más libre. Porque la noche y sus pensamientos me pertenecen. Le abro la puerta al sueño y a los sueños. La noche es más llevadera si sueñas. En la penumbra. Y si a la mañana los sueños siguen los dejas en la cama y te vas sin hacer ruido. Reconozco que alguna noche el insomnio me tontea y me vacila. Depende de lo que haya pasado en las trincheras. Pero sólo alguna noche. Cuando las cosas te dan vueltas por la cabeza.
Llega un momento en que cumplir años resulta un incordio. Cuando ya son muchos no sabes muy bien dónde ponerlos. Coges la barca y te pones a remar rumbo al horizonte. Y si hace viento despliegas las velas. Luego dejas los años sobre esa línea lejana a la que nunca se llega y regresas a tierra firme. Es el momento adecuado de convertirse en un repertorio de cosas. De sucedidos y acontecidos. De recuerdos y dudas (ya lo dije). Te conviertes en un trozo de historia. De esa que pasa con el tiempo y toma nota de todo. Ya no puedes mirar atrás porque te entra vértigo. Que con lo que tienes por delante es suficiente. De todas formas ya no hay nada que corregir ni retocar. Todo lo importante importa y lo que no, también.
He leído en unas viñetas que a partir de cierta edad el viaje es inverso. Y borroso. Un volver a la infancia. No te valen las previsiones. Simplemente, a lo que venga. Y dice Bonald que el premio por haber vivido es la muerte. Lo saben los vecinos de As Neves en Pontevedra. Es igual cómo hayas vivido porque el premio es el mismo para todos. Profesiones y confesiones a parte. Sin distinciones. Lo que haya después, si lo hay, es un complemento de fe. Reconozco que algunos autores cuando se inspiran te joden la moral. Pero bueno. Hay que elegir la literatura. Y la piedra en la que te sentarás para leer. Nunca podrás ser un vividor furtivo porque la historia toma nota. Y queda. Recuerda que cuando el mar te coge confianza ya puedes vacilar de veterano.
Hay que procurar ser discreto y pasar casi desapercibido. Como en la mili de antes. Hay que evitar ser absurdo. Luego todo se sabe y yo no digo nada. Y a todo esto resulta que el verano de Agosto ya se ha instalado. Pero hoy se ha levantado tontorrón y despistado. Los días son calurosos y alguna noche viene con bochorno que no te deja dormir. Es lo que tiene el verano. No todo es porche ni tumbona. Ni mojito en el bar de Pepe. Que me han pedido dónde está el bar de Pepe. Está en es Port d'es Canonge. Algún día toca arreglar desperfectos. Ver llegar olas depresivas o caminar por bosques inanimados. Para hacer todo lo contrario al día siguiente. Por eso soy cómplice de la historia. Que las horas residuales son tan dignas como las primeras. No puedes perder la voluntad por cualquier tontería.
Y van llegando las primeras barcas con las luces encendidas. Me apresuro hasta el muelle que hoy toca pescado. A estas horas la sombra todavía no me sigue. Estará por algún sitio. Me dice Raúl el pescador que salió ayer y regresa hoy. Que el ayer lo ha dejado en el mar. Lejos de la costa. A partir de hoy habrá que ir con cuidado cuando nos hagamos a la mar. No tropecemos con el ayer y tengamos que repetirlo. O nos pida explicaciones. Salud. 

lunes, 21 de julio de 2014

Una piedra en el camino

Respira el tiempo para no morir.
Sin espacio entre segundos.
Y cuando ya no queda aire.
Sigue pasando el tiempo.
 
Los silencios entre palabras.
Las palabras entre silencios.
La vida mientras tanto.
Entre instantes y momentos.
Inventando sucedidos.
Llenando la historia.
De palabras, silencios y acontecidos.
 
La palabra que se piensa
no siempre es la palabra que se dice.
No sé cual es la verdadera.
Si la que se piensa no es la que se dice,
muere una idea.
El corazón sufre aunque la boca no.
 
La memoria en la oscuridad.
No recuerda. Tampoco olvida.
Simplemente espera la luz.
Palabras imposibles. De momento.
 
Los límites del tiempo.
Ni el viento los conoce.
Porque son invisibles.
Porque no tiene límites.
Pero el hombre si.
O quizá tampoco.
 
No me importa la duda.
No poderla resolver, si.
Es un tiempo sin palabras.
Una boca vacía y una lengua quieta.
Yo soy una duda
que intento resolver a diario.
Limitado por los sentimientos.
Por la palabra y por el tiempo.
 
Mi sombra se quedó quieta.
No supe porqué.
Será porque me paré a mirarla.
Entonces seguí caminando.

martes, 15 de julio de 2014

Viento

Era un atardecer. Un atardecer bastante atardecido. Pero todavía con una luz tenue. De un sol acabado. Ligera brisa marina algo fresquita de las que te invitan a pasear. Es lo que hice. Calles y más calles hasta perderme. Anduve igual que un perro que no sabe dónde está. Mirando con atención y afinando el olfato. Intentaba reencontrar la senda adecuada mientras la luz menguaba. Luego ya, de farola en farola. Con referencias desconocidas y saludos ajenos correspondidos. Me alié con el destino en eso de a verlas venir.
Doblé una esquina y me encontré de frente con el viento. Le pregunté por el camino de regreso y otras cosas que venían a cuento. Él recorre todo y lo sabe todo. Ya no me veía capaz de seguir caminando y perdiéndome más. Sólo de llegar al mar siguiendo el ruido de las olas y el olor que desprenden. Me encontré con un viento receptivo. Con ganas. Lo seguí sin prisas e hicimos amistad. Una experiencia de lo más agradable.
Le pregunté por la tierra en general. Por lo que pasa en otros sitios. También le pregunté por ti. Él va y viene en un momento y lo sabe. Además te conoce. Le pregunté por civilizaciones antiguas que fueron y que ya no son. Por las gentes. Por cómo son los pueblos costeros parecidos al mío. Al viento, cuando le tienes confianza, le puedes preguntar de todo. Te contesta con unos silbidos que al principio cuesta de entender. No quiso entrar en ningún sitio porque no le gusta estar encerrado. Ha conocido a mucha gente y ha vivido muchas historias. Sabe sucedidos que nadie más sabe. Me cuenta cosas increíbles que no contaré aquí porque nadie se creerá que me lo ha dicho el viento.
Luego, incluso, preguntó al mar y a la noche para asegurarse. A la luz y a la oscuridad. A los árboles. A las nubes y a los pájaros. No quiere malos entendidos. Se explica como un libro abierto. Que no siempre encuentra a alguien capaz de escucharle. Aunque parezca mentira a veces exagera. Pero que no se entere. Lo sé porque me tira el sombrero y me despeina. Yo no digo nada. Pocas veces puede estar uno con el viento y mantener una conversación con él. Me dice que vive en la tierra de los sueños incumplidos. Todos los días atraviesa el desierto y levanta polvaredas. Atraviesa el mar y provoca oleaje a su paso. Atraviesa la montaña y arma un revuelo entre las ramas y los pájaros. Luego recorre las calles como un perro perdido. Como yo ahora.
Cuando llega la noche se amaina y se convierte en aire. Menos las noches de tormenta. Cuando ya es sólo brisa sale del mar y mueve las barcas. Termina en la terraza del bar de Pepe para refrescar a la peña que alarga los minutos apurando un mojito. Y se queda a escuchar música. Así todo el verano. Que en invierno es otra cosa y se comporta distinto. En un momento el viento atosiga unas nubes para que se aparten y podamos ver la luna.
Es verano y de día el sol golpea fuerte y deshidrata la tierra hasta que se agrieta. Luego llegarán las primeras lluvias de finales de verano. O ya en otoño. La tierra beberá hasta encharcarse. El viento también seca la tierra en verano. En invierno, no. Resulta entretenido el viento cuando le coges confianza. Si lo notas a la cara, a lo mejor es porque te está hablando. Salud. 

martes, 8 de julio de 2014

Tumbona

Amanece vagamente. Como muchos días este verano. En apariencia, diría yo. Pero amanece. Es verano. Hace calor. De buena mañana estoy en la tumbona del porche intentando perder el tiempo. Y ya de paso pillar un poco de fresco que la brisa marina trae. En uno de estos momentos que te asombran y que sólo pasaban en un pueblecito galo. Aparece la penumbra. El sol desaparece y el día se oscurece. Casi de noche y de repente. Como si todo el pueblo fuera un patio interior de una casa alta.
Siluetas y rostros sin identificar. Pasos de gente que se aproximan. Pasan cerca del porche. Y se alejan. Como corriendo. Alguien enciende las farolas a destiempo y el paisaje cambia. Lo banal y las banalidades, en verano, tienen poca importancia. Pero esto es diferente. Viene y lo aceptas. Como cuando naces. Aceptas la vida que te ha tocado porque no hay otra.
Como era previsible cae una tromba de agua que impresiona. Consulto con el viento por si tengo que preocuparme. Pero no me contesta. Esta ocupado en provocar desastres. Abre y cierra puertas y ventanas. Levanta cortinas. Algunas las arranca. Levanta el polvo. Mueve con ganas las ramas de los árboles. Las rompe y las pasea por las calles. Y esas cosas de tormenta de verano.
Los mosquitos se concentran alrededor de la luz de las farolas. Que es donde habitan. Menos uno que vive en mi habitación y puedo demostrarlo. En un espacio breve de tiempo la tormenta se aleja. Se apagan las farolas. Vuelve la luz del sol. Se hace otra vez de día. Disfruto de un segundo amanecer. El viento se amaina y vuelve a ser verano. Abro puertas y ventanas. Vuelvo a sacar la tumbona al porche para terminar de perder el tiempo.
Dos situaciones totalmente distintas en poco tiempo. La vida se vive en dos partes. Como cuando fríes una tortilla de patatas. En algún momento tienes que darle la vuelta. Tú eliges el momento. Si lo haces pronto la tortilla estará poco hecha y será jugosa. Si tardas más se habrá resecado pero puede estar igual de buena. Cada uno con sus gustos o necesidades.
Pongo música de la mía que tengo almacenada en una memoria externa. Boleros, Luz Casal, Habaneras, Jazz y Mari Trini. Básicamente. El vecino no está. No sé a qué vienen estas risitas. Me encuentro en una situación cómoda y fácil de vivir. Sólo hace falta un mínimo esfuerzo que el mismo verano te proporciona.
Justo cuando empieza el acantilado hay una encina centenaria que ha crecido en libertad. Mira hacia el mar. Tiene una papada de ramas que llegan hasta el suelo. Donde el viento del mar no le llega. Es una zona para siestear, pensar, meditar, leer o escribir. Cuando la naturaleza diseñó la tierra la dibujó expresamente para mi. Es lo que tienen los veranos. Que envejecen con uno.
Y en la tranquilidad de ese lugar la pluma mira al papel en blanco. Se inquietan y yo con ellos. Es el momento de desplegar la vida de los recuerdos y escribirlos. Sujetados con cuatro piedras para que el viento no se los lleve. Que dije que lo haría. Escribí momentos. Instantes. Medios días y días completos. Semanas, meses y años.
Junté conversaciones, miradas y silencios. También escribí algunos olvidos porque tenía especial interés y días de fuerte viento que eran importantes para mi. Me entretuve describiendo las circunstancias. Algunas ruinas y desperfectos ya recuperados.
Intenté separar las realidades de las ficciones. En algunas cosas creo que me equivoqué. Pero nadie se dará cuenta. Escribí sueños de cuando duermo e imaginaciones mías de cuando estoy despierto. También hubo confusiones que nadie se dará cuenta.
Pensamientos de cuando tengo el entendimiento en remojo de mojito. Todavía está todo mojado de la tormenta veraniega. Pero el sol lo secará rápido. Porque es de verano y calienta en serio. El mar mediterráneo no lo secará. Es el mar de Ramón Llull, Villalonga, Costa, Alcover, Quadrado, Bonet, Chopin, Graves, Sand, etc. El mar de romanos, bizantinos, musulmanes y aragoneses. Es mi mar.
Esto pasa cuando bebes agua fresca a la sombra de la papada de ramas de una encina centenaria que hay subiendo por el camino de L'Archiduc. Con vistas al mar y a su horizonte limpio. Bien de mañana y en verano. Como muestra la foto, no sé si el sol es el de arriba o el que está medio metido en el agua. Salud. 

viernes, 4 de julio de 2014

David

Creo que todo el mundo conoce la historia de David y Goliat. Porque está escrito. David era el menor de varios hermanos. El rey Saúl se puso enfermo de una tristeza que le impedía tener sosiego y le aconsejaron que escuchase música. Además de tomar unas tisanas y otras cosas. David era pastor pero además había perfeccionado el arte de tocar el arpa. Por eso fue llamado a la corte de Saúl , el cual quedó prendado de sus cualidades artísticas. Además de deleitarse escuchando música lo tomó como escudero. Por todo esto tuvo que dejar el rebaño al cuidado de uno de sus hermanos.
Había, por aquellos tiempos, otro pueblo de los filisteos que estaban en lucha con el ejército de Saúl a propósito de unos terrenos. Un valle y una montaña que eran apreciadas por sus riquezas en agua, madera y otras cosas. El valor estratégico no era el menos importante. Los filisteos, dice la Biblia, reorganizaron su ejército y fueron a la lucha. Era muy conocido y temido de entre ellos un soldado al que llamaban Goliat. Era grande como un gigante. Un bocazas que todos los días retaba a cualquiera a luchar contra él. Con su armadura de bronce. Una gran jabalina y una espada tan grande como él.
Los ejércitos estaban apostados en los lados de las montañas. Goliat salía cada mañana hasta el valle y retaba gritando y atemorizando al resto de soldados. Un día David vio y escuchó lo que ocurría y fue a su encuentro para luchar. Quien de los dos ganara tomaría la tierra en cuestión y el otro ejército pasaría a ser esclavo. Saúl había prometido a su hija y la exención de tributos al que ganara a Goliat. Ved que la prevaricación y el fraude fiscal ya estaban de moda.
Se pusieron uno frente a otro. Goliat con su armadura. Su espada y su jabalina además de un gran escudo. David llevaba una honda de pastor en su mano derecha y una bolsa con varias piedras del tamaño de un puño. Mientras Goliat gritaba para atemorizar. Movía la espada en círculos y hacía ademán de embestir. David colocó una piedra en la honda y empezó a girarla con velocidad. Lanzó la piedra certera guiada por un ente superior hacia la frente de Goliat. Impactó entre los ojos y quedó incrustaba en el cráneo. Goliat perdió la conciencia y el equilibrio y se cayó al suelo agónico de muerte. David se acercó hasta él. Cogió su espada y con grandes esfuerzos le cortó la cabeza. Eso y el resto ya lo conocéis.
Pero resulta que esta es una de tantas versiones manipuladas que circulan según quien haya traducido y según los intereses de cada cual. Hay un eminente profesor y estudioso de la Biblia al que he conocido recientemente y me ha dado su versión que dice que es la verdadera. Es una traducción sin interferencias y respetando el espíritu del original. Poco se parece a la versión oficial.
Parece ser. Dice mi amigo. Que un tal David se habría molestado con otro soldado conocido como Goliat. Pertenecían al mismo ejército puesto que no había otro. Tuvieron unas palabras a propósito de un acontecido que pasó entre ellos dos sin más relevancia. Cuando en las escrituras se atribuye a Goliat que era grande y fuerte no se refieren a lo que se interpretaría normalmente. Es una especie de metáfora referida a que era inmensamente más sabio e inteligente. Cosa que le generaba gran envidia a David. Éste último tenía un rango superior y puso mucho empeño en echar fuera del ejército y de la ciudad a Goliat.
David hizo un escrito a Saúl para conseguir esta finalidad. Goliat se enteró e hizo lo propio. Escribió entre otras cosas que David era un fascista de lengua marrón. Un minusválido intelectual que está permanentemente en contra de la libertad de expresión de sus subordinados. Añadió que David es un desestructurado cultural a pesar de su cargo en el ejército. Sigue Goliat en su escrito que David es un homínido bípedo al que Dios nuestro Señor le ha negado la evolución y se ha quedado en homo antecesor. Que vive en un submundo de atraso mental constante y que actúa por impulsos de represión. Cosa conocida por los otros miembros del ejército. Saúl, de todas formas, conocía este extremo.
Escribe Goliat otras menudencias sobre los genes de la maldad de David para explayarse y dar a conocer su incompetencia como soldado y más. Todo esto escondido por el cargo. Cuando Saúl recibió los escritos de ambos, y teniendo predilección por David, mandó a uno de los sumo sacerdotes (un enteradillo de nada) de su confianza a que investigase los hechos y decidiera unas medidas oportunas y adecuadas para poner fin a la rivalidad entre ambos. Con una resolución que simplemente pareciese justa. Así ocurrió y el sacerdote enteradillo ocupo un espacio de tiempo algo superior a dos años de los de ahora en resolver. Como quiera que David estaba en posición dominante e influyente no es de extrañar que el sumo sacerdote concluyera que Goliat había dañado el honor de David con sus escritos a Saúl.
El investigador sacerdotal enteradillo tenía total libertad para resolver y decidir el futuro de ambos. Encontró un castigo adecuado, oportuno y equilibrado a la ofensa. Se resolvió que Goliat permaneciera en el ejército pero que fuera expulsado de la ciudad por el espacio de tiempo de una semana y que durante este tiempo viviera en el desierto a pan y agua. Sin ayuda de nada ni de nadie. Que por aquellas fechas el sol era de verano. Así se hizo y David y Goliat nunca más fueron amigos ni se saludaron.
Esa parece ser la verdadera historia que se nos ha ocultado por algún motivo que desconozco. No tiene fundamento que dos ejércitos estuvieran enfrentados permanentemente. Que unos de ellos tuviera un gigante de soldado y otro un pastor que tuvieran que decidir el futuro de los dos pueblos. Pero si alguien no cree esta historia es muy libre. Yo tampoco me creo la otra y nadie me lo ha recriminado. Cada uno es muy libre de apreciar la verdad donde quiera que se encuentre. De la nueva historia con la cual he querido ilustraros para vuestro conocimiento he de concluir que Goliat encontró un oasis en su estancia de una semana en el desierto. Pero lo ocultó y David nunca se enteró. Salud.

martes, 1 de julio de 2014

Instante

Esta mañana me he levantado porque he terminado el sueño o porque ha amanecido. No estoy muy seguro. Lo cierto es que he tomado café y he salido a caminar calles y plazas y a saludar a las personas. En una pared casi blanca de una callejuela estrecha he visto escrito y casi borrado por el tiempo algo así como que, "los instantes aparecen y desaparecen siguiendo la belleza de las cosas y hechos más insignificantes de la vida". Son estos instantes que el tiempo trae y que luego se lleva. Reconocer esos instantes de belleza ponerse a escribir sobre ellos es lo que importa.
En un entorno idílico en el que me encuentro ahora mismo he llegado a la conclusión de que seguramente el cielo no es el paraíso. Seguramente es un sitio importante para las personas que creen en esto. Pero el paraíso tiene que ser mucho más que un trozo de cielo. Lo sé porque ahora estoy en él. Está en la tierra y lo puedes disfrutar si tienes la capacidad de emocionarte con las pequeñas e insignificantes cosas que la vida te proporciona.  
Para pensar esto he tenido que sentarme debajo de una higuera para hacerle compañía a la sombra. A ciertas horas centrales del día la sombra también se cobija debajo de las higueras. Huye del sol como el resto de los mortales. En verano la libertad creativa se encuentra en estos sitios. En el porche con la tumbona, tomando el fresco de la noche en una terraza, razonando con otros seres vivos inteligentes y con el mar en calma al fondo mientras susurra olas que algo de verdad estarán diciendo. 
Quién hubiera dicho que de un mar en calma surgen tempestades y las peores tormentas nunca antes vistas. Si eres libre para pensar llegarás a la sabiduría que precisamente te hace libre para escribir. He leído que los sicomoros también procuran buena sombra. Pero aquí, en la Isla, no tenemos.
Mientras tomo el café en el porche no paro de dar los buenos días a las personas de siempre y a los chavales que ya no tienen clase y han venido a disfrutar del verano en el pueblo. Ahora toca fresquito. Luego ya veremos. La gente trajina sus pensamientos a cuestas y yo con los míos. Son instantes que se suman unos a otros para formar el día. Me han dejado la prensa y todas las miserias que lleva escritas. Las noticias nunca son buenas y nunca lo han sido. 
El sol está bastante alto pero el ramaje que conforma el porche no le deja entrar en casa. El viento viene del mar y trae su aroma. Me gira las hojas del libro que tengo que sujetar con dos pinzas de tender ropa.
A todo esto que se para el marido de doña Maruja. El filósofo, escritor y profesor de universidad amigo mío y que además da conferencias. Hoy viene decidido y fino porque el amanecer ha sido como se había imaginado. Me explica que le está dando vueltas a si fue primero el hombre o el lenguaje. El hombre lo utilizó porque ya existía entre los animales o tuvo que inventarlo para poder comunicarse entre ellos y también entre los animales. Me encojo de hombros exageradamente para que vea bien los gestos mientras le contesto que no lo tengo nada claro y el calor, ahora mismo, no me deja pensar. Pues piénsalo y volveré por la noche para hablarlo. Pues si que vamos bien hoy justo el día de calor extremo. Utilizo la yema de los dedos para frotarme los párpados. El viento me ha resecado los ojos. El filósofo interpreta que estoy pensando. Pero no.
Su alegría insólita por hacerse preguntas contrasta con mi instante de no pensar porque no puedo. Bebo agua para hidratarme mientras pienso que pensaré en esto mañana cuando me despierte. Siempre me queda la oportunidad de preguntárselo al cura. Puede ser que maneje información divina que a mi se me ha negado por ser ateo. Esa gente dice y hace cosas distintas y será por algo. 
El filósofo se dirige al puerto a ver lo que han traído las barcas. Yo me quedo desganado y con la radio a punto de terminar una tertulia con uno de los que hablan que afirma que la Biblia fue la primera novela de corte fantástico. Resulta ser una mañana cualquiera de un día imposible. 
La constancia callada puede hacer mella. Ser constante en el silencio puede llegar a poner nervioso a más de uno. Lo he comprobado. Incluso te puede conducir a la victoria. Como un perfume o una mirada. Este verano ha llegado sosegado y mágico. Con tormenta nocturna incluida. La luz de la noche es tenue para que puedas dormir. El tiempo pasa y nosotros también porque no hemos perdido esa costumbre de acumular años. Los niños piensan que las olas siempre son las mismas. 
Me voy a pensar que mañana tengo que dar adecuada contestación al filósofo sobre el hombre y el lenguaje. Salud.

martes, 24 de junio de 2014

Gaviota

Abandona el nido.
La gaviota.
Desde el acantilado.
Sobrevuela el mar.
Pesca y regresa.
 
Luego otra vez.
Un día y otro.
Mira el horizonte.
Quiere llegar a él.
Vuela durante horas.
Y regresa.
 
El horizonte está lejos.
Por mucho que lo intente.
El mar es inmenso.
Sobrevuela la gaviota.
El mar calmado.
 
La gaviota sabe.
Que nunca llegará.
Sobrevuela las olas.
Pesca y regresa.
 
Mañana saldrá.
Rumbo al horizonte.
Y no regresará.


domingo, 22 de junio de 2014

Paolo

Erase una vez. Un día adecuado y correcto para empezar unas vacaciones. Con la misma valentía que una barca encara el mar en la bocana del puerto. Proa firme y velas hinchadas.
Entra dentro de la normalidad que en unas vacaciones conozcas a alguien. Ese alguien, este año, se llama Paolo y es italiano. Tiene cara rústica. Hace años, me cuenta, se le ocurrió enviudar. Heredó casa, posición, dinero y pena. Mucha pena. Todos los días le pelea un puesto digno a la vida. Ronda los sesenta y pico y se mantiene bien. A parte de su cara rústica. Mantiene un duelo patológico de un enamoramiento truncado a destiempo. Culto. Hablador de varios idiomas. Pensador en todos ellos. También sabe escuchar y callar en todos ellos.
Fuimos esbozando un afecto que se convirtió en amistad. Como quien se asoma a un precipicio para asombrarse del resto del mundo y termina por gustarle. Habla de su mujer y piensa que fue un error que se marchara tan pronto de este mundo. Una injusticia. La echa de menos. Se ha refugiado en la rutina de la vida. Como lo hacen los que llevan hábito de clausura. Su vida es una foto incompleta con imágenes tomadas un día de niebla.

Erase una vez. Unas vacaciones adecuadas con un amigo italiano llamado Paolo. Que enviudó prematuramente. Seguramente porque tiene una cara rústica. Viene de un lugar precioso pero donde el sol no se deja ver. Sólo un par de días al año. Cree en la magia del mediterráneo porque la huele y la respira. Se estira en la playa y se deja acariciar por sus olas. Del sol no se fía. Por eso también lleva sombrero.
Desde la tumbona y entre habladurías miramos el mar. Hoy está hecho de pinceladas de colores y de luces. Pocas sombras. Con contornos de humedad y bochorno. Está hecho de olas mansas. Es ese mar de verano al que no le adivinas la edad porque se le ve jovial. Llega pausado. Está un rato mojando la arena. Se aleja pausado. Pura magia. Sabes que pasa Paolo, le digo, que la mañana nos enseña el camino de la tarde. La tarde nos enseña el camino del anochecer. Y la noche nos transporta al día siguiente sin darnos cuenta porque dormimos. O mientras vives la noche, me responde. Que esta es otra. Empezamos hablando de un tema y pasamos a otro. Sin darnos cuenta. Sin motivo aparente. Cambiamos los temas sin aparentar.
Cuando se ríe, Paolo, no se esfuerza. No deja que el sol le de en la cara. El sombrero se encarga. Y el día va a lo suyo. Sin perder ni un minuto. Eso dicen. Pero a mi me da que pasa más rápido de lo normal. Imaginaciones mías seguramente. El calor aprieta y pide agua sin gas. Para mi una cerveza. Sabes que te digo Paolo, que no me extraña que tengas piedras en los riñones. Tanta agua no puede ser bueno. Y se ríe. Él habla italiano y yo le hablo en castellano. Pues como si nos conociéramos de toda la vida.

Siempre he dado muestras de ser bastante liberal. No suelo meterme con lo que hacen los demás. La libertad es algo sagrado para quienes en algún momento de nuestra vida no la tuvimos. Pero vamos a ver. Son las nueve de la mañana. Desayunamos café con leche y unas pastas. Un poco de zumo natural y conversación. Unos turistas de la mesa de al lado han pedido una paella de marisco. Lo siento pero eso no se hace. No nos dejan oler el café ni el pan tostado de la mañana. Tendrán dinero pero no tienen paladar ni buen gusto. Paolo, al turista de al lado, lo llama "picha breve". Hay una relación directa entre lo que le falta de cerebro y el atributo varonil. Vale. Pero yo no digo nada.
Me describe el mar. Es tan así. Tan él. Va tan a lo suyo. Tan a su estilo que da envidia. Ese es Paolo con su inteligencia y sus sentimientos de verano. Que enviudó a destiempo por tener una cara rústica. Cada día es distinto porque se deja llevar por el color del mar y la forma de las olas. Sus sentimientos se mueven con la brisa marina. Nos contamos cosas de nuestras vidas que incluso a veces nos sorprenden.  No quiere eludir las responsabilidades y los deberes que la vida le pone Ha conseguido memorizar sus huellas. De vez en cuando las recuerda. Por la noche las olas rumorean cosas. Algo habrá de verdad en lo que dicen. Nosotros las entendemos, yo en español y Paolo en italiano. Salud. 
 

jueves, 12 de junio de 2014

Espacio

Está tu sombra. Estás tú.
Espacio. Muro de palabras.
Tiempo de vivir.
Con el aire que viene del mar.
 
Con el mar que habla.
Porque escucha.
Murmullos de vida.
Y de muerte.
Luz de penumbra. Sin imágenes.
 
Vida hueca sin lenguaje.
Negrura de sangre.
Niebla que difumina
el paisaje y el cielo.
 
Voz que acompaña.
Caen las palabras del muro.
Insignificancias acumuladas
que forman un laberinto.
No puedes escapar.
Por culpa de ti mismo.
 
Vida y palabras.
O lo contrario.
Espacio de valles y colinas.
Tiempos nuevos.
Con brillo de memoria.
De bosque y de mar.
 
Nubes y lluvia.
Estrellas ausentes por culpa del frio.
Libro y saxo. Espacio de vida.