Esta mañana me he levantado porque he terminado el sueño o porque ha amanecido. No estoy muy seguro. Lo cierto es que he tomado café y he salido a caminar calles y plazas y a saludar a las personas. En una pared casi blanca de una callejuela estrecha he visto escrito y casi borrado por el tiempo algo así como que, "los instantes aparecen y desaparecen siguiendo la belleza de las cosas y hechos más insignificantes de la vida". Son estos instantes que el tiempo trae y que luego se lleva. Reconocer esos instantes de belleza ponerse a escribir sobre ellos es lo que importa.
En un entorno idílico en el que me encuentro ahora mismo he llegado a la conclusión de que seguramente el cielo no es el paraíso. Seguramente es un sitio importante para las personas que creen en esto. Pero el paraíso tiene que ser mucho más que un trozo de cielo. Lo sé porque ahora estoy en él. Está en la tierra y lo puedes disfrutar si tienes la capacidad de emocionarte con las pequeñas e insignificantes cosas que la vida te proporciona.
Para pensar esto he tenido que sentarme debajo de una higuera para hacerle compañía a la sombra. A ciertas horas centrales del día la sombra también se cobija debajo de las higueras. Huye del sol como el resto de los mortales. En verano la libertad creativa se encuentra en estos sitios. En el porche con la tumbona, tomando el fresco de la noche en una terraza, razonando con otros seres vivos inteligentes y con el mar en calma al fondo mientras susurra olas que algo de verdad estarán diciendo.
Quién hubiera dicho que de un mar en calma surgen tempestades y las peores tormentas nunca antes vistas. Si eres libre para pensar llegarás a la sabiduría que precisamente te hace libre para escribir. He leído que los sicomoros también procuran buena sombra. Pero aquí, en la Isla, no tenemos.
Mientras tomo el café en el porche no paro de dar los buenos días a las personas de siempre y a los chavales que ya no tienen clase y han venido a disfrutar del verano en el pueblo. Ahora toca fresquito. Luego ya veremos. La gente trajina sus pensamientos a cuestas y yo con los míos. Son instantes que se suman unos a otros para formar el día. Me han dejado la prensa y todas las miserias que lleva escritas. Las noticias nunca son buenas y nunca lo han sido.
El sol está bastante alto pero el ramaje que conforma el porche no le deja entrar en casa. El viento viene del mar y trae su aroma. Me gira las hojas del libro que tengo que sujetar con dos pinzas de tender ropa.
A todo esto que se para el marido de doña Maruja. El filósofo, escritor y profesor de universidad amigo mío y que además da conferencias. Hoy viene decidido y fino porque el amanecer ha sido como se había imaginado. Me explica que le está dando vueltas a si fue primero el hombre o el lenguaje. El hombre lo utilizó porque ya existía entre los animales o tuvo que inventarlo para poder comunicarse entre ellos y también entre los animales. Me encojo de hombros exageradamente para que vea bien los gestos mientras le contesto que no lo tengo nada claro y el calor, ahora mismo, no me deja pensar. Pues piénsalo y volveré por la noche para hablarlo. Pues si que vamos bien hoy justo el día de calor extremo. Utilizo la yema de los dedos para frotarme los párpados. El viento me ha resecado los ojos. El filósofo interpreta que estoy pensando. Pero no.
Su alegría insólita por hacerse preguntas contrasta con mi instante de no pensar porque no puedo. Bebo agua para hidratarme mientras pienso que pensaré en esto mañana cuando me despierte. Siempre me queda la oportunidad de preguntárselo al cura. Puede ser que maneje información divina que a mi se me ha negado por ser ateo. Esa gente dice y hace cosas distintas y será por algo.
El filósofo se dirige al puerto a ver lo que han traído las barcas. Yo me quedo desganado y con la radio a punto de terminar una tertulia con uno de los que hablan que afirma que la Biblia fue la primera novela de corte fantástico. Resulta ser una mañana cualquiera de un día imposible.
La constancia callada puede hacer mella. Ser constante en el silencio puede llegar a poner nervioso a más de uno. Lo he comprobado. Incluso te puede conducir a la victoria. Como un perfume o una mirada. Este verano ha llegado sosegado y mágico. Con tormenta nocturna incluida. La luz de la noche es tenue para que puedas dormir. El tiempo pasa y nosotros también porque no hemos perdido esa costumbre de acumular años. Los niños piensan que las olas siempre son las mismas.
Me voy a pensar que mañana tengo que dar adecuada contestación al filósofo sobre el hombre y el lenguaje. Salud.