Erase una vez. Un día adecuado y correcto para empezar unas vacaciones. Con la misma valentía que una barca encara el mar en la bocana del puerto. Proa firme y velas hinchadas.
Entra dentro de la normalidad que en unas vacaciones conozcas a alguien. Ese alguien, este año, se llama Paolo y es italiano. Tiene cara rústica. Hace años, me cuenta, se le ocurrió enviudar. Heredó casa, posición, dinero y pena. Mucha pena. Todos los días le pelea un puesto digno a la vida. Ronda los sesenta y pico y se mantiene bien. A parte de su cara rústica. Mantiene un duelo patológico de un enamoramiento truncado a destiempo. Culto. Hablador de varios idiomas. Pensador en todos ellos. También sabe escuchar y callar en todos ellos.
Fuimos esbozando un afecto que se convirtió en amistad. Como quien se asoma a un precipicio para asombrarse del resto del mundo y termina por gustarle. Habla de su mujer y piensa que fue un error que se marchara tan pronto de este mundo. Una injusticia. La echa de menos. Se ha refugiado en la rutina de la vida. Como lo hacen los que llevan hábito de clausura. Su vida es una foto incompleta con imágenes tomadas un día de niebla.
Erase una vez. Unas vacaciones adecuadas con un amigo italiano llamado Paolo. Que enviudó prematuramente. Seguramente porque tiene una cara rústica. Viene de un lugar precioso pero donde el sol no se deja ver. Sólo un par de días al año. Cree en la magia del mediterráneo porque la huele y la respira. Se estira en la playa y se deja acariciar por sus olas. Del sol no se fía. Por eso también lleva sombrero.
Desde la tumbona y entre habladurías miramos el mar. Hoy está hecho de pinceladas de colores y de luces. Pocas sombras. Con contornos de humedad y bochorno. Está hecho de olas mansas. Es ese mar de verano al que no le adivinas la edad porque se le ve jovial. Llega pausado. Está un rato mojando la arena. Se aleja pausado. Pura magia. Sabes que pasa Paolo, le digo, que la mañana nos enseña el camino de la tarde. La tarde nos enseña el camino del anochecer. Y la noche nos transporta al día siguiente sin darnos cuenta porque dormimos. O mientras vives la noche, me responde. Que esta es otra. Empezamos hablando de un tema y pasamos a otro. Sin darnos cuenta. Sin motivo aparente. Cambiamos los temas sin aparentar.
Cuando se ríe, Paolo, no se esfuerza. No deja que el sol le de en la cara. El sombrero se encarga. Y el día va a lo suyo. Sin perder ni un minuto. Eso dicen. Pero a mi me da que pasa más rápido de lo normal. Imaginaciones mías seguramente. El calor aprieta y pide agua sin gas. Para mi una cerveza. Sabes que te digo Paolo, que no me extraña que tengas piedras en los riñones. Tanta agua no puede ser bueno. Y se ríe. Él habla italiano y yo le hablo en castellano. Pues como si nos conociéramos de toda la vida.
Siempre he dado muestras de ser bastante liberal. No suelo meterme con lo que hacen los demás. La libertad es algo sagrado para quienes en algún momento de nuestra vida no la tuvimos. Pero vamos a ver. Son las nueve de la mañana. Desayunamos café con leche y unas pastas. Un poco de zumo natural y conversación. Unos turistas de la mesa de al lado han pedido una paella de marisco. Lo siento pero eso no se hace. No nos dejan oler el café ni el pan tostado de la mañana. Tendrán dinero pero no tienen paladar ni buen gusto. Paolo, al turista de al lado, lo llama "picha breve". Hay una relación directa entre lo que le falta de cerebro y el atributo varonil. Vale. Pero yo no digo nada.
Me describe el mar. Es tan así. Tan él. Va tan a lo suyo. Tan a su estilo que da envidia. Ese es Paolo con su inteligencia y sus sentimientos de verano. Que enviudó a destiempo por tener una cara rústica. Cada día es distinto porque se deja llevar por el color del mar y la forma de las olas. Sus sentimientos se mueven con la brisa marina. Nos contamos cosas de nuestras vidas que incluso a veces nos sorprenden. No quiere eludir las responsabilidades y los deberes que la vida le pone Ha conseguido memorizar sus huellas. De vez en cuando las recuerda. Por la noche las olas rumorean cosas. Algo habrá de verdad en lo que dicen. Nosotros las entendemos, yo en español y Paolo en italiano. Salud.