lunes, 9 de diciembre de 2013

Poesía libre

Esta es mi palabra.
Libre y sencilla.
De corazón generoso
y de alma en apetito.
De poeta enamorado
de un mar en calma
y espuma en la orilla.
 
Palabra que no es muda.
Que ni turba ni espanta.
Palabra de poeta
que gime al viento.
mientras mueve el aire.
Que busca fronteras
y las traspasa.
 
Palabra de buena mañana
tapada de escarcha
que anida en la soledad
porque se siente herida.
Que escucha y dice.
Una y otra vez con destreza
para que llegue
en forma de poesía.
 
Palabras sin tristeza ni llanto
de cuando la soledad es compañía.
Palabras esperanzadas
dichas con melodía.
Esta es mi palabra
libre y sencilla.
 
Palabras atormentadas
escritas en la niebla.
Palabras de ternura escritas
una noche sosegada.
Con espinas de rosas
para que nadie las toque
y simplemente las lea.
 
Palabras de gozo
acompañadas de vino.
Palabras que guardará el poeta
y que recitará cada día
hasta que se las lleve el olvido.

Se escribe la poesía
en primavera y otoño,
en verano y en invierno.
Versos y más versos
antes de que llegue el sueño
de la noche.
 
La poesía escrita
desde la memoria y el recuerdo.
Describe la bruma del horizonte
y las cenizas 
que el viento se lleva.
Que habla de nosotros mismos
de promesas quemadas
y de pasiones consumidas.
 
Pero fíjate
que aunque sea ceniza
permanece unida.
Que no sople el viento, pues.
 
El sol permanece oculto
por las nubes.
Los versos no riman.
Habrá que recoger las cenizas
y recomponer las promesas.
Devolvernos las miradas.
Cambiar silencio por palabras
y recuperar lo de antes.
 
Volver a encender el fuego
si hace falta.
El que no quema,
pero da calor.
El de la pasión y la ilusión.
Recogeremos estrellas
y nos diremos palabras adultas.
Mientras superamos el vértigo
del momento
De la poesía libre
porque dice la verdad.
Los versos escritos en la noche
antes de que llegue el sueño.
 
Cumpliremos las promesas
e iremos de la mano.
Dónde nos conduzca el sendero
o dónde nos lleve la marea
sin brumas ni susurros.
Que el tiempo es propicio
para que se escriba poesía.
Que los almendros
ya están en flor.

La percepción limitada
del lenguaje de la vista.
En la distancia y en el tiempo.
En los sentimientos.
En la oscuridad de la noche
cuando nos dice cosas calladas.
 
Aceptaremos el infinito
como punto de encuentro
cuando el sol se pone.
Nos haremos invisibles
cuando caiga la nieve
 sobre nosotros.
Quedará la silueta
sobre la nieve blanca.
También la niebla
marcará nuestra silueta
a la luz de la luna.
Aunque sea por un instante.
 
Lo que no comprendo
no existe y no lo escribo.
Por eso
quedan páginas en blanco
de instantes y de recuerdos.
Vamos a revivir sentimientos
para dejar de silenciarlos.
Y que vuelvan.
 
Atrapado en la ventisca
necesito compañía
que amaine la tormenta.
Recuperar el aliento
y ahuyentar miedos
que se van con el viento.

Desgarrador llanto
de silencios de la noche.
 
Palabras al viento
que caen al mar
y éste me las devuelve
con las olas.
Para poder escribirlas.
Dejando huellas de tinta
porque caminan descalzas.
Sobre el papel.
Que no se borren.
Que no se olviden.
 
Pisando caminos.
Nadando océanos.
Pensando lugares.
Imaginando personas.
Llenando espacios.
Descubriendo momentos
mientras acaricio tu cuerpo
con los ojos cerrados
para que parezca real.
 
Los silencios de la vida
son libres.
 

martes, 3 de diciembre de 2013

Woody

Leo un artículo sobre Woody Allen. Me atrae su personalidad. Su forma de expresarse y de hacer las cosas. Y todo eso. Supongo que no soy el único pero seguro que los habrá que piensen lo contrario. Pues muy bien. Cada uno a lo suyo. Dicen que decía al principio de ser él, "lo único que lamento es no ser otro". Menos mal de esto -pienso yo- porque nos habríamos perdido un genio.
Ahora que ya es él y su currículum -que no es poco- ha dicho otra cosa. "Hace tiempo que desistí de leer lo que escriben de mi. No hay distracción a la que se le pueda sacar menos partido". Pues en esto estamos de acuerdo Woody. Entre otras cosas porque yo, a mis años, pienso y hago lo mismo. Tampoco me imagino una forma más absurda de perder el tiempo. Estar constantemente preocupado de lo que puedan pensar o decir de mi. Renuncié a esto hace tiempo y recientemente a la crisis. Ya no admito la crisis porque vivo según mis posibilidades. Cosa que otros no hacen. Y no miro a nadie. Resulta evidente que las personas cambiamos y casi siempre es para mejorar el estado anterior. Hay honrosas y muy honorables excepciones que todos conocemos. Que sepan que dentro de algunos miles de años o más los antropólogos no les dedicarán ni un minuto de su tiempo ni de sus estudios. Estarán descatalogados y sufrirán el olvido de la historia.
Y estando yo concentrado en estas cavilaciones resulta que ha pasado la más ligera de las brisas por mi lado. Me ha despeinado un poco y ha movido una hoja del libro. Estoy sentado en la terraza del bar de Pepe. Esto significa que estoy junto al mar. En este pueblo costero que ya he descrito antes. Lo puedo ver y oler. Oigo sus olas. Y como digo, me seducen sus brisas al pasar junto a mi. Los pájaros están especialmente ruidosos esta mañana. Pero sé que no hablan de mi porque su inteligencia está por encima de estas cosas. El sol hace un rato que amaneció. Sube perezoso con la única intención de alcanzar el mediodía. Luego entrará en decadencia. Un atardecer rápido y vuelta a la calma del mar donde duerme. Y mientras el sol descansa el sosiego y el silencio se hacen patentes. Esto me permite pensar y escribir. Con los zapatos colocados a mi lado en posición de descanso. Y si viene Woody le invitaré a tomar una copa siempre que le sople al clarinete.
Dejo el libro que tengo entre manos y cuyas letras se desparraman por mi mente. Toca mirar un poco de paisaje. Descubro que las barcas son algo más que esto. Los árboles son algo más que árboles. Digo lo mismo del aire. De la luz del día y de las sombras que genera. Mis ojos ven un conjunto de naturalezas y mi mente las interpreta como un bello paisaje. Son muchas cosas en una. Y cada una imprescindible. Abundancia de colores y de aromas. Que por cierto, todavía no he conseguido verle el color a la noche. Hoy habrá viento racheado que moverá ramas y olas. Y formará remolinos de hojas caídas de otoño. La gente se quedará en casa a sus cosas. Los gorriones seguirán volando y haciendo ruido. Pero no hablarán de nosotros porque saben que no nos importa. Desde hace tiempo. Salud.   

viernes, 22 de noviembre de 2013

Un amigo

He decidido que necesito un amigo nuevo. No uno más. Uno distinto a los que ya tengo. Diferente a lo ya conocido hasta ahora. Una especie de lolailo. Un trepa del todo incluido. Un profesional de la adaptación a cualquier circunstancia. Estoy en ello. Me cuesta decidirme porque resulta que hay muchos de estos. He encontrado uno que creo que reúne este perfil. A lo mejor después resulta que no. Tengo que ir conociéndolo. De momento ha llegado cojeando con disimulo. Tuvo un accidente de moto de cuando gastaba juventud. Mirada melancólica de ojos hundidos. Boca inofensiva como si se tratara de un mosquito sin aguijón. Se llama Bartolomé aunque por aquí todos le llaman Tolo. Parece solitario pero vete a saber. No se aprecian pensamientos profundos en las primeras palabras que dice. Tiene un certificado de la vida que pone "apto". Justito, pero apto. Tiene afición por todo lo que sea o aparente superficialidad. No es de hablar mucho y tampoco grita cuando habla. Creo que estoy en el buen camino. No es de repetirse. Dice, queda dicho, y punto.
Espero no haberme equivocado porque necesitaba un amigo así. Accidente con moto robada en sus años mozos. Ingresos. Hospitales. Días perdidos. Rehabilitación. Médicos. Más quirófanos y más rehabilitación. Ahora cuando camina cojea y se apoya en una muleta. Con tanta convalecencia se aficionó a la cría de pájaros. Periquitos y esas cosas. Acaba de inaugurar su edad adulta y tiene montado un centro canino. Me explica. Cuida perros de otros. Aseo y peluquería. Clínica veterinaria. Guardería canina para esos dueños que salen de viaje. Adiestra y asesora. Compra y vende cachorros. Vacunas. Pone chips. Tienda de complementos y útiles varios. Etcétera. Etcétera. Yo en estado de alucinación, evidentemente. Llegados a este punto ya no me parece un trepa del todo incluido. O un lolailo. Que es lo que buscaba para romper algunas de mis rutinas. Tolo es así. No profundiza en casi nada. Le importa un bledo casi todo. Menos la familia, los amigos y la máquina de hacer pesetas en que ha convertido su negocio.
No se complica en las conversaciones en  las que haya que pensar. Cuando llega el momento tiene su frase de "es tarde y tengo cosas que hacer". Y se va. Da trabajo a una decena de personas etiquetadas como inadaptados sociales o marginados. Pero él no le da importancia a la cosa y les ocupa el tiempo. Se postula como creyente y practicante de la libertad. Tiene su vivienda en un chalecito anexo a las perreras. En el jardín de su casa sigue teniendo periquitos que cantan como locos. Tiene un algo que le capacita para tratar con los perros. Les habla todo el rato y no consiente que le ladren. Accidente. Pájaros. Rehabilitación. Perros. Ahora somos amigos. Pero no hablamos de cultura. Ni de literatura. Ni de otras cosas parecidas. Es el contrapunto que necesitaba. Le he dicho que un día le llevaré a navegar con el "Jalluga". Es el nombre de mi barca. Un Llaüt de madera que se mueve por el mar así de bien. Le impone eso de alejarse de la orilla. Pero acepta.
Sin currículo. Criador de perros. Amante de los periquitos. Superviviente del día a día. No lee, ni escribe, ni toma café con contertulios. El otro día -que casi se me olvida contarlo- conoció a Cicerón. El perro de Sebas. Se miraron. Le pasó la mano por el lomo. Cicerón le lamió la mano varias veces y se tumbó a sus pies. Luego le dice a Sebas que se lo deje algún día porque quiere aprender cosas de él. Quedamos de piedra. Para él la literatura es papel mojado de tinta y manchado de letras. Cree que primero tendríamos que aprender a acariciar a un perro. Luego entenderíamos mejor la poesía que leemos. Risa espontanea en el grupo. Si él lo dice. Su biografía es un desafío para cualquier escritor. Es el eslabón invisible del sistema. Pero no lo sabe.
Me dice Tolo que no lo meta en relatos de blog. Ya es tarde para esto. Acabo de darle al botón de publicar. La gente que entra en el territorio de las letras ya podrá degustar la historia de un luchador. Un apasionado de los perros. Un aficionado de los pájaros. Un amigo distinto al resto. Un verso en cursiva. Bartolomé. Si lo encontráis llamadle Tolo. Salud.

martes, 19 de noviembre de 2013

Un regalo

Los diálogos certeros entre personas insobornables me atraen. Instalados en la realidad y en la profesionalidad. Capaces de conocer el mérito donde lo hay y las pifias, si es el caso. La mirada estudia la persona y su entorno. Enredados en la vida y en la supervivencia. Así comenzó el día. Entre palabras, miradas y gestos de los de siempre. Y el café que era de verdad. Que quienes seguís este blog ya sabéis quienes son los de siempre. Una idea sobre la mesa en un día de mucha lluvia. Estas próximas navidades tiene que haber libros. Ningún niño sin un libro de aventuras. Es cuestión de organizar el tinglado. Recogida de libros en donación. Catalogarlos. Y en navidad repartirlos a los niños y no tan niños. A través de los colegios que damos por sentado que es la cuna del saber y de la conciencia del saber. Otros reparten comida. Nosotros cultura que mucha falta hace. Máxime cuando el ministro del deporte hace tiempo que ha puesto el chiringuito en venta.
No es un tema menor aunque es posible que los haya más importantes. La conciencia de ciudadano libre tiene que venir a través de la cultura. De la cultura en general. Es un trabajo que ya se ha hecho en otro orden de cosas. Será fácil pues siempre que tengamos suficiente voluntad y voluntariado para acometer el empeño. Directores de colegio, tutores y profesores. Responsables de servicios sociales de cada barriada. Hay que llegar a todas las sensibilidades de la comunidad educativa inteligente como clave del éxito. Se excluyen libros religiosos y de política. Que esto es algo muy personal y secundario. Prima la aventura. No haremos ascos de la narrativa, poesía, ensayo o teatro.
Alguien apunta a la colaboración de los intelectuales. Ya empezamos con más de lo mismo. Como si la intelectualidad fuera algo exclusivo de los que han escrito un libro o han sido protagonistas de una película. Cavilaciones y discusiones constructivas para el éxito de la empresa. Dicen que vivir y escribir van de la mano. Leer y vivir dignamente, también. Que nadie ponga pegas a la libertad de pensar a través de la lectura de un libro. Pues eso pensamos todos los que pensamos. Incluso nos hemos permitido extravagancias. Una pequeña dosis de lucha para que la utopía se haga realidad. Es un paso más en la actitud ante la vida. Queremos empezar fuerte para asegurar el éxito y la permanencia.
Las palabras atrapan. Si son de aventuras más y mejor. La necesidad de imaginar empieza en la infancia. De pequeños. Vamos a apartar por unas fechas los utensilios electrónicos para volver al papel escrito. Letras gastadas de haber sido leídas. Esquinas de hojas amarillentas de haber sido manoseadas o acariciadas. Algún subrayado que ya tiene dueño. Hacer un robado de alguna anotación al margen que nos gusta. Pero nos da igual. La idea para vender la idea es la del perro de Sebas. Cicerón. Que viene hasta ti con un libro en la boca. Te lo deja encima para que se lo leas. Se sienta delante con mirada de interés en espera de que empieces la lectura de la aventura. Salud.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Poesía de otoño

Nadan los peces,
en el mar,
en silencio.
 
Corre el viento,
sobre el mar,
en silencio.
 
Aparece la oscuridad,
en el mar,
en silencio.
 
Pez, viento, oscuridad.
Mar, silencio.
Y la gaviota sobrevuela.
El mar en silencio.
Tiene su nido
en el acantilado.
Donde pasará la noche.
 
Surca la barca,
el mar en calma.
Hincha las velas de aire.
Se deja empujar por las olas.
Se mueve con la marea.
Nos miramos fijamente.
Y nos estremecemos.
 
Nos mira el sol a lo lejos.
También la luna.
El mar se tiñe de rojo,
y el firmamento.
Aparecen las estrellas
de un atardecer tardío.
 
Olvidados en el fondo.
Esconde el mar un tesoro.
Los versos del poeta.
 
Es un monstruo
dice la gente.
Las noches de luna llena.
Es una poesía de otoño.
Que un día escribió el poeta.
 
 


sábado, 9 de noviembre de 2013

Retuit agradecido

Este blog que no se cansa de editar entradas. Buenas y menos. Pero siempre escritas con el mismo interés. Y con las mismas ganas. De cuando empiezas una cosa por primera vez. El interés por ese libro que te acompaña a todas partes. Que forma parte del equipaje. La afición por el buen gusto literario. Que uno tiene paladar. Hojear un libro y ojear su contenido. Comprar un libro de poesía en la sección de delicatesen de una librería de barrio. Un amigo fiel como el librero de cabecera. El librero amigo que escucha tus inquietudes. Que luego te receta un libro de poesía escrito con pluma cara. O narrativa. Quizá un poco de ensayo de esos de reflexionar. De pensar. La pluma que algunos utilizan para escribir en domingo o fiesta de guardar. Los mismos versos que luego serán dichos susurrando con los mismos labios de besar cariños. Como las lágrimas. Que son las mismas en momentos de alegría o de pena y tristeza. Los poemas memorables que nos pertenecen. Porque los hemos escrito con el alma. Pero dejamos que otros los lean. Pecado, pasión, castigo, agradecimiento. Un poco de todo y algo más.
El libro en papel y luego el otro que no es libro. Conversaciones precisas con contertulios selectos. Subrayar hallazgos íntimos para luego pensarlos. Anotar reflexiones al margen como tradición necesaria. Como gravitación del pensamiento sobre una idea que toma distintas formas. El poeta libre que no entiende de normas y escribe en estado puro. Sin tallar. Sin ataduras ni subvenciones. Sin rima. Reflejar la realidad y la ficción con palabras exactas. Para que sean entendidas por todos. La belleza expresiva del escritor que lleva los genes marcados. La escritura como puro trámite para decir cosas. Nuestras cosas. Sin eufemismos. Sin metáforas. Sin ironía. Ese poeta que recita sus versos en público. Y que luego para para coger aire y te mira. A ti. Te estremeces. El hechizo de la entonación y las pausas. El otro poeta que escribe en servilletas y que vende por la voluntad en la boca del metro. Y mientras el músico le saca una melodía al saxo. Comparten el sombrero para las monedas y se reparten las monedas del sombrero. Que bien suena. Y más si hay monedas.
Moverse por los vientos de las rimas. Versos en calma que se confunden con el mar y lo imitan. Acompañados por el ruido del aire en movimiento. De las ramas secas y de las hojas cuando caen. De las hojas cuando las pisan. Memorias y recuerdos de la barca. Los complicados remos que no te lo ponen fácil. Tempestades vividas. Recuerdos hasta que la memoria se apaga. Porque se apaga. Mirar el bosque frondoso en busca del camino. Y no encontrarlo porque las hojas lo tapan cuando llega el otoño. Ese esfuerzo por imaginar al autor de los textos que nos gustan. Que nos marcan. Que dejan huella. Cerrar el libro con un marcapáginas y una cita evocadora que previamente hemos escrito a lápiz. Que te acabas de inventar. Cerrar los ojos y pensar en lo leído. Esos libros que te llevas en los viajes. Y estos otros que te llevan de viaje. Todos quieren venir. Todos quieren llevarte. Pero no puede ser. Por eso son leídos y releídos con curiosa nostalgia.
El aire que respiras mientras lees. Versos salpicados de espuma porque lees junto al mar. Sentado en la orilla. Las hojas que huelen a tinta y a humo. Porque acabas de quemar la inocencia o la pasión. Luego te calientas con las brasas hasta que sólo quedan cenizas. El viento se las lleva y las esparce. Robar tiempo a escondidas. Al ocio. Para dedicarlo a la poesía. Que no es ocio sino necesidad. Sujetar las hojas cuando el viento del norte las quiere mover. Sujetar las ideas cuando el olvido se las quiere llevar. Vendrá a ser lo mismo. Supongo. Y a todo esto quiero recordar el primer libro que leí y no lo consigo. Quiero recordar el primer beso que di. Ese sí lo recuerdo. El último libro que he leído no era uno sino varios. Esa manía de leer varios libros al mismo tiempo. Saborear la escritura elegante junto a una copa de vino. Las letras y el vino en el paladar. Como el buen café y la buena compañía. Elegir el momento y el lugar que no es cosa menor. Todo lo contrario. Las cualidades de los autores que contrastan entre ellas. Igual que las cualidades de los que leemos. Esa felicidad infantil cuando lees unas letras que acabas de escribir. Escribir la vida que vives y que piensas. Y la que sueñas, pues también.
Textos con carga reflexiva escritos con brillantez. Conseguir el equilibrio entre ensayo y relato. Narrativa y poesía. Textos poéticos que hablan del mar y del bosque o la montaña. De la primavera y del otoño. Del amanecer acompañado y del color del cielo antes del ocaso. Y me fijo en ese lunar que tienes en la cara. Como quien pasea una estrella. Pienso en los encuentros y en las despedidas. Y en los momentos entre ambas cosas. Es nuestra historia íntima,. La que nos pertenece. Momentos de locura que no se pueden contar. Mi agradecimiento al poeta y al músico. Y al payaso que acompañó a Javi. Al escritor y al librero. A los que desayunan conmigo y que ya conocéis. No me olvido de las noches de luna llena. De la luz que entra por la ventana y no me deja dormir. Y qué decir del insomnio que me deja pensar en ti. Incertidumbres que vienen con el viento. Problemas que trae la marea. Sensación de lo bello y lo hermoso. La flor silvestre que nace en un rincón del patio de una cárcel. Vive entre rejas pero es libre. Igual que el viento y el aire y la luz y el silencio y la oscuridad. También viven en cárceles y también son libres.
Si todo lo que escribo ya lo ha vivido tu mente pues lo vuelves a recordar. Si es la primera vez empieza a pensar. Como la barca aficionada y sin experiencia que le teme al mar. Y a las olas y al viento. Le teme a las nubes del horizonte. Pero lo superará cuando sea profesional del navegar. Mientras navega conversará con el mar. Dominará la tempestad y jugará con el oleaje. Hinchará las velas para recoger viento y cortará las olas sin dificultad. Pero mientras es novata y temerosa. Se parece a los adolescentes que se miran por primera vez. Que no saben qué decir de tanto que tienen qué decir. Utilizan la mirada y el aliento. Y el tacto de las yemas de los dedos. El tiempo pasa más rápido de lo normal y nadie sabe porqué. Luego vendrán los diálogos. Largos y certeros. Sin dejar de mirarse. Cada día como si fuera la primera vez. Los labios sustituirán las palabras por los besos. Y vuelta a estremecerse.
Tiene talento el poeta que escribe con elegancia y seriedad. Que sabe mover el viento para que puedas bailar con él. Pulso retuit porque la cultura es de todos. Dice Eugeni que algunas fiestas terminan con resaca. Y con recuerdos. Luego a la mañana te levantas con la obligación de luchar. Y de ganar. Que para esto están los sueños. Las frustraciones se entierran en el jardín para que sirvan de abono para otras experiencias. Las nubes cuando vienen bajas producen reflexiones. Empezó una novela negra. Se fue al lado del mar a escribirla y terminó una novela romántica. Durante años de vida clandestina tuvimos amor del bueno. Me fui a dormir a tu casa y me llevé el pijama. Me dejé los sueños y tuvimos que compartir los tuyos. Nos despertamos con olor a café y a pan tostado. No me olvido de tu aroma. El amanecer huele a otoño tardío. A invierno lejano. A casi verano. Huelo a hojas caídas. Una vez estuve herido y me ingresaron el alma. Me recetaron literatura elegante y poesía con rima. Ahora salgo a pasear para que vea el mar desde el acantilado. Nos sentamos en el recodo hasta que amanece. Cuando se hace de noche aparece la luna. Hoy dormiré con las estrellas. Salud.    

jueves, 7 de noviembre de 2013

Los nombres

A menudo conservo recuerdos porque yo estaba allí. Mucho más que cuando me lo contaron porque no estaba. El nombre de cada persona forma parte de ella misma. Incluso su profesión. Decir Sebas y Cicerón, por ejemplo, es decir mucho más que dos nombres. Es la biografía de una persona y su perro. Que incluso es muchísimo más que un perro. Sus actividades y sus cosas íntimas. Dos historias para enmarcar. La de un anciano encantador y su inseparable perro. Vidas paralelas, como dicen.
Las palabras quieren decir lo que dicen. A veces incluso dicen más o mucho más. Otras, en cambio, no dicen nada. Los acontecimientos alegres o desagradables utilizan el mismo nombre. Las personas buenas o malas, también. Las cosas que nos gustan se llaman lo mismo que las mismas cosas que a veces no nos gustan. Así es. Hay nombres que van a juego con las personas, animales o cosas. A veces, simplemente no pegan.
El otro día había convocada una protesta. Alguien dijo que era una manifestación. Uno de los organizadores del evento lo llamó reivindicación. Y otras cosas. Al final todos hicimos lo mismo. Andar por la calle con banderolas y silbatos en modo festivo. Y como siempre en estos casos, la clase dirigente no se enteró. Esa sordera cortical que padecen. Año electoral, año de bienes. Como dice Sebas que viene con su perro Cicerón. Nos hemos acostumbrado a la crisis. No saldremos de ella en las condiciones de antes. De lo contrario volveríamos a entrar en crisis. Eso pienso yo.
A ratos silencios largos e interminables para aclarar ciertas cosas. Miradas calladas que hablan sin censura. Al final queda aclarado todo y cada uno a lo suyo. Para que luego digan que hablando se entiende la gente. Mirándose también se entiende la gente. Las cosas pueden solucionarse sin gritar ni faltar. La empresa de mi vecino lleva meses sin pagar nóminas. Mi vecino va a trabajar preocupado cada día. Vive de ayudas y busca alternativas. No se morirá de hambre ni de falta de vergüenza. Desde luego no como otros que presumen de tener escaño.  
Y a todo esto parece que el tiempo quiere cambiar. A esta hora sol y moscas como suelo decir muchos días. Veintiséis grados y humedad. A esto lo llaman Noviembre. Dicen que en unos días llegarán nubes que taparán el sol. Se volverán negras y el día parecerá un anochecer. Tendremos tormenta de agua y viento. A esto lo llaman otoño. Que las nubes cambiarán de forma y de lugar. Crearán sombras y las moverán de forma caprichosa. Las calles se llenarán de charcos para que los niños jueguen a mojarse los pies y los mayores saltemos para no mojarnos los pies. A eso le llaman mal tiempo. Otros se alegran de ese buen tiempo otoñal. Así son las cosas.
Con el cambio de hora se dice que ahorramos energía y dinero. Pero lo cierto es que el sol se acuesta antes. El día, por tanto,  es más corto y al final terminas por encender bombillas. El mar lo ha notado y las olas llegan más nerviosas. Precipitadas antes de que anochezca. Con oleaje más alto. Los jubilados han sacado ropa de invierno y vuelven a misa para que el párroco les asigne un sitio en el autocar. Los domingos toca excursión y esas cosas. Desayuno, autocar, guía, almuerzo, fiestorro y bailoteo para digerir, cánticos de juventud y siesta a partes iguales, llegada a casa. No me olvido de la oferta quincenal en el camino de regreso. Algún atrevido ofertando. Mientras los párpados de los jubilados se cierran rendidos.
Tiempos convulsos. Pero nos empeñamos en conservar la rutina del bienestar. A eso lo llamamos "no nos podemos quejar". Es hora de aprender a vivir igual que antes pero con menos recursos. Los mayores se adaptan mejor. Esa luz que algunos ven al final del túnel ha resultado ser, según otros, una bombilla de bajo consumo en mitad del túnel. Por poner nombres que no quede. Cada cual dice las cosas según le parezcan. El nombre resulta ser lo de menos. Los brotes verdes de unos es césped artificial para otros. Lo digo porque los pies descalzos saben lo que pisan. A esto le llamo yo una entrada por la necesidad de escribir. El mar me lo va dictando mientras le miro. Por cierto, el mar se llama mar siempre. Cuando está calmado y cuando está tempestuoso. Salud.

martes, 5 de noviembre de 2013

El Infierno

Andaba con paso firme. Observando cada baldosa que iba a pisar. Con prisas en los pies y preocupaciones en la mente. Atento a las dos cosas. Ese caminar inquieto cuando te esperan asuntos judiciales. Asuntos menores pero con letrados de por medio. Ya ves.
Un ensayo mental para hacerlo lo mejor posible. Que la memoria no se apague en el peor momento. Sorteando obstáculos de forma instintiva. Reivindicándome. La memoria la apaga la vida misma sin consultar. Es sabido de todos que a los jueces hay que contestarles con precisión. Como el bisturí en manos de un cirujano. O el teorema de Pitágoras en boca de un profesor de secundaria.
Nada es o deja de ser. Todo es presunto hasta que dicen lo contrario.
Así las cosas. Resulta que algo obstaculiza el rápido avance de mi persona. Lo intento sortear pero el obstáculo se mueve. Un señor con panfletitos en una mano y repartiendo los mismos con la otra. Será un menú a cuatro euros de un top chef de esos de por aquí. De los de andar por casa. Miro. No es un menú de comer. Es un ejemplar gratuito imprimido en Maundridge, Kansas (USA). "Gospel tract and Bible Society". No era el momento y se fue directamente al bolsillo.
Más tarde, aprovechando el sosiego de la noche. Con la compañía de una fina lluvia. Y el silencio de un viento domesticado. Vuelvo a mirar. "Lo que la Biblia nos enseña sobre el Infierno". Un castigo o una bendición. Lugar exclusivo para pecadores. Los que somos ateos estamos exentos. Sólo pecan los creyentes.
"La Biblia enseña claramente acerca de la temida realidad de un lago de fuego eterno. Se advierte al pecador que haga buen uso de su tiempo para escapar de la terrible condena del Infierno. Un lago de fuego (Apocalipsis). Eternamente en la oscuridad de las tinieblas (Judas). Un pozo de abismo con un humo que sale del horno que hay en el pozo y en el lago de fuego. Un humo tan denso que oscureció el sol y el aire. Que los que allí están es porque han bebido del vino de la ira de Dios que está formado por fuego, humo y azufre por los siglos de los siglos. No hay reposo ni de día ni de noche para sus moradores".
Reconozco que el texto es resultón. Medio acojona. Quién haya escrito esto tiene que tener muy mala leche. Yo leyendo estas cosas de cuarto milenio en una noche lluviosa de otoño. El autor debió sufrir multitud de traumas en su infancia. De esos que están escritos en los libros de psiquiatría. Ya me sobran bondades para ser ateo.
"El infierno está abajo. Los que se portan bien van hacia arriba (Proverbios). Los malos irán directamente al Infierno después de ser abatidos (Mateo). Además no hay forma de moverse de arriba hacia abajo y mucho menos de abajo hacia arriba. El que vaya estará para siempre (Lucas). El camino que va hacia abajo es fácil de andar. Es ancho y está repleto de gente. Además la puerta es muy grande (Mateo)".
Puede ser interesante si uno tiene la capacidad de hacer amigos. Ya una vez dentro, con tanto fuego, humo y azufre tiene que ser chungo. Pero insisto que esto va dirigido a los creyentes.
"Todos los que se olvidan de Dios serán trasladados allí bajo la responsabilidad de los ángeles malos (Salmos). Lugar reservado para los cobardes, incrédulos, abominables, homicidas, fornicadores, hechiceros, idólatras y mentirosos. Allí tendrán su segunda muerte (Apocalipsis)".
Y dicen Mateo y Lucas que "no habrá consolación ni remedio. Que llorarán y crujirán sus dientes. Porque nunca serán liberados de esos tormentos indescriptibles. De esas tinieblas. Y pedirán a Abraham que les envíe a Lázaro con un vaso de agua fresca. Pero será que no. Porque cada pecado tiene su condena".
Estas cosas es bueno no leerlas. Si lo haces que sea de día y acompañado. No recomiendo recoger panfletitos en plena calle. Ahora camino mirando a todas partes y al suelo sólo de reojo. Estoy turbado y confuso. Dejaré pasar un poco de tiempo. Y mientras me portaré bien para alcanzar los jardines de la luz. Salud.  
P.D. Hay mucho más. Pero no se trata de asustar al respetable. Ni de aburrir, que uno va para nota.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Fran y otros

Y así sin más. Y como quién no quiere la cosa. Vamos finiquitando Octubre. No hace mucho que conté cómo fue que Fran -el del Kiosco- le contó a Rafael -el cuponero- que Cristiano Ronaldo no era negro. Por muchos regates y filigranas que hiciera. Ni por muchos goles que metiera. Parece ser que esto ha llamado la atención al respetable que sigue este blog y han contactado con el editor del mismo. Quieren saber más de Fran. Ya lo he dicho. Es el dueño de la única papelería que hay en el pueblo. Librería. Útiles de escritura y esas cosas de leer y escribir. Chuches incluidas. Es pequeña o incluso diminuto. El Kiosco, vamos. Sólo cabe Fran y poco más. La verdad es que tiene más género fuera que dentro. Con una especie de toldo o marquesina desplegable. Los días que llueve, como hoy, pone un plástico por encima. Que casi todo es de papel.
Estudió empresariales. Amplió conocimientos con un Master en Literatura Hispánica. Dedica tiempo a colocar cosas. Es hablador de esos que enganchan porque su trabajo es vocacional. También escucha. Acumula conocimientos a base de leer mucho y escribir otro tanto. Que el día puede ser largo o corto según se presente la clientela. La caja corre a cuenta de periódicos y revistas. Alguna fotocopia. Útiles de escritorio básicos, etc. Pero dónde le dedica más tiempo es a las novedades editoriales que lee y recomienda a la clientela porque la conoce. Sabe a quién venderle un producto. Si un libro no lo tiene te lo consigue en veinticuatro horas. Mantiene un especial interés por autores poco conocidos que se auto publican. Él difunde cultura desde el Kiosco. Ese es Fran.
Para realizar este tipo de trabajos hay que ser una persona tranquila. Tiene tiempo para todo porque no lleva reloj. Por supuesto no es rico de dineros pero se le ve satisfecho. En algún momento tuvo que hacerse cargo del negocio. Él iba para otra cosa. Se lo dejó su padre que enfermó de esas cosas que te matan por dentro poco a poco. Le cogió gusto al asunto y lo ha ampliado hacia la acera con uno de esos toldos llamativos que llevan su nombre. El Kiosco de Fran. Algunos habituales nos paramos cada día a conversar. Comentamos un poco de todo. Siempre tiene algún subrayado a mano para razonar. Si tienes alguna noticia importante se la comentas y la difunde. No se habla de chismorreos. Ni de política ni de religión. Que también son chismorreos. Si sale el tema te manda al bar de Pepe a tomar algo y zanja el asunto. Sólo las buenas letras son compatibles con el aire que se respira en su negocio.
Uno de sus más fieles es el marido de Doña Maruja. Ya he hablado de ella en otras ocasiones. Y de él. El filósofo. Escritor. Profesor de universidad. Y abnegado marido de una portera. Señor de semblante serio. Esta mañana le estaba diciendo a Fran que no tenía la seguridad de que fuera bueno tener que vivir siempre debajo del cielo. Tener que mirar siempre hacia arriba para verlo. Yo no he dicho nada. Que conste. Y sigue. No sé que haremos el día que se encapote mucho y tengamos que agacharnos. ¿No crees? Y Fran le sonríe. Hoy cuando ha empezado a llover las nubes han subido un poco. Menos mal. A veces se le moja el alma y cuando se seca, se encoge. Dice que escribe un artículo dónde le habla al crepúsculo del amanecer y al de la vida. Cosas de filósofos dice Fran -que escucha atento-. Es un artista de las ideas y hace malabares con las palabras que previamente ha conseguido domar.
Están convencidos los dos de que no todos los dioses habitan en el cielo. Algunos son terrenales pero con poderes limitados. Se encargan de que el limonero que tengo en el jardín florezca dos veces al año. Pero este año ya lleva tres. Es cosa de esos dioses terrenales. Hacen que un espejo te reproduzca fielmente y en tiempo real. O que la radio suene música sin que quepa una orquesta dentro de ella. Que en otoño las hojas de los árboles no caigan todas el mismo día o al mismo tiempo. Que el corazón debe latir al ritmo del tiempo.  Que los pájaros hagan un buen nido para el invierno. Que igual se presenta duro.
Fran se ha sentado en el taburete alto y escucha. Interviene poco para no desconcentrar. El marido de Doña Maruja sigue filosofando activamente como si estuviera en clase. Y la gente pasa. Coge algo. Y deja el dinero sobre las revistas. Que ya lo recogerá Fran cuando pueda. Así están sin saber del tiempo que sigue su curso. Y ahora le dice Fran que le preocupa que el horizonte esté tan lejos. Si estuviera más cerca nos invitaría a tomar una copa sobre él. Una tarde de verano. Eso también es cosa de los dioses terrenales le contesta el profesor universitario. Cualquier día de estos que se lo propongan podremos ver nuestras sombras en color y relieve. Estaría bien. Los sueños tienen vida propia. Son autónomos. No dependen de nosotros. Los sueños existen al margen de nosotros. Nosotros lo único que hacemos es meternos en ellos para soñarlos. Y Fran cambia de postura en su taburete alto. Los sueños no deben ser repetidos muchas veces porque podrían aburrir. Hay que estrenar a menudo. Los sueños sólo mueren cuando se hacen realidad. Está escrito. No es posible que se hagan realidad varias veces.
Y siguen hablando entre libros, revistas, útiles de escritorio y chuches. Se hace tarde. Otro día hablarán de los colores y de las notas musicales. Que cada uno percibe a su manera. Eso dicen. Este año el otoño se comporta como un final de verano largo. Nada parecido a un principio de invierno. Quizá más adelante. Ahora que me acuerdo -y termino- que se me ha ido el santo al cielo. El nieto de Pepe -el del bar- quiere una bicicleta. Le dice Pepe que se la pida a los Reyes Magos. El nieto le ha contestado que acepta la mentira. Como mal menor. Es preferible a la verdad. Y así han quedado. Le dice Fran a Pepe que con esta contestación le tendrá que comprar la bicicleta a su nieto. Salud.

viernes, 11 de octubre de 2013

No es negro

Rafael, el cuponero, está fuera de sí. Como si no hubiera nadie dentro de su cuerpo físico. Incluso sin ver lleva la mirada perdida. O lo que sea que su mente le haga ver con sus ojos ciegos. Viene a ser un soplo de aire inocente entre las mesas de "Es Comerç". Ya me advierte que no está para discusiones filosóficas. Me pregunta secamente que cómo está el mundo. -Igual que cada día. Como siempre. La mitad inteligente y la otra mitad prodigando estupidez. Tu que escuchas tanto la radio estarás más al corriente que yo, seguramente. -Escucho cosas pero no las veo. Necesito comparar lo que mi mente oye con la realidad y ver si hay coincidencias. Pues más o menos. De todas formas qué más da, le digo. Serán detalles de baja intensidad como dicen ahora.
Ahí es cuando se suelta. Necesita hablar y se le nota. Me cuenta que la tarde anterior estuvo hablando con Fran, el dueño de la papelería. Hablaron de fútbol que les guata a los dos. Demasiado, diría yo. A propósito de un partido de champions. Mientras Fran lo veía por la tele Rafael lo escuchaba por la radio. Siempre hacen lo mismo. Luego hablan y comentan los detalles. La cuestión -que luego me pierdo-. Que parece ser que Rafael el cuponero le dijo a Fran de la papelería algo así como que "sólo un negro como Cristiano Ronaldo es capaz de hacer filigranas entre la defensa contraria y luego meter un gol de coleccionista". Y va Fran y le dice que el tal Cristiano Ronaldo no es negro. Es blanco. Por eso está abatido y tristón. Se siente traicionado por su mente. Siempre lo había imaginado negro y ahora resulta que es blanco. Esto no puede ser. Es el final.
Me doy cuenta que su mundo es distinto del nuestro. Por lo menos una parte. Entiendo que se moleste cuando aprecia que a veces hay pocas coincidencias, o ninguna, entre lo que se imagina y la realidad. Pero a ti qué más te da, le insisto. Me contesta que necesita más nitidez y veracidad de lo que percibe a través de la mente y otras cosas. Hoy reconozco que se ha llevado una decepción. Le digo en tono desenfadado que los políticos son oscuros. Por si te imaginabas otra cosa. Se ríe. Y Obama es negro, ya lo sé. Gracias. Yo me relaciono todos los días con gente de Twitter a los que nunca les he visto la cara ni he escuchado su voz. Me tengo que imaginar las dos cosas. Seguramente muchos de ellos serán completamente distintos a como me los imagino. Pero me da igual. Me interesa su amistad y las relaciones a través de las letras. Rafael toca los billetes y enseguida sabe de cuantos euros son. Y devuelve el cambio sin equivocarse. Habla de forma expositiva porque quiere normalizarse con los demás. Esos esfuerzos para ser como los demás pudiendo ser singular. Inteligente y sensible. Dotado de gran capacidad para relacionarse con personas a las que no ve. Y algunos de ellos serán negros. La experiencia traumática del color de Cristiano Ronaldo no la supera fácilmente.
El mundo, la vida, les gentes y las cosas son complejas para él por estar privado de la vista. Me resultan chocantes estas amargas reflexiones de buena mañana. Es un personaje con matices que actúa con delicadeza. Que se molesta cuando las cosas no son como él piensa que son. Y a todo esto aparece Eugeni. El poeta. Es profesor de universidad. Que ya lo he contado en otra ocasión. Hoy no tiene clase y viene a desayunar y a saludar. No habla del problema de Rafael. Estas cosas las resuelve cada uno en la intimidad. Sin interferencias. Eugeni también está un poco molesto porque este año tiene menos alumnos. Cosas de las becas y demás. Dice, los payasos tendrían que reivindicarse y denunciar a los políticos por intrusismo laboral. Los tres viven la vida con pasión. Cada uno con sus comportamientos delirantes, sosegados, caóticos o lo que sea.
Cuando se quieren relajar hablan del mar. Rafael lo escucha y lo toca y enseguida conoce su estado de ánimo. Fran, además, puede verlo y disfrutar de sus colores. Eugeni lo quiere con locura porque le inspira bonitos textos literarios y poesía. Y se lo cuentan al cuponero que escucha atento con rostro alegre. Pregunta Rafael si el mar es tan grande como cuentan. Más de lo que puedas imaginar. Y queda hipnotizado cuando escucha esto. Se despiden. Cada uno a lo suyo. Hoy ha sido la mañana más fría desde que empezó el otoño. Ya llevamos manga larga. Salud. 

viernes, 4 de octubre de 2013

Otoño y Paulo III

A todo esto han llamado a la puerta. Con fuerza. Es que como no hay corriente el timbre no funciona. Resulta que es Emili. Viejo amigo. Actor profesional de teatro clásico y que últimamente no tiene trabajo. Ahora se gana la vida haciendo de camarero en un restaurante. Sobrevive con un sueldo de becario que es lo que le pagan. Le hablo de mis filosofías de estreno de otoño. Le han parecido bien. Él también lee a Paulo y sabe conversar. Ya de paso reconducimos y ordenamos nuestras ideas. Nos ponemos de acuerdo en unas cosas y aparcamos el consenso de otras. Me dice Emili que está escribiendo una obra de teatro. A lo clásico. No tiene prisa. Pero cada día coge la pluma y le mete tinta a la obra. Está avanzada, me dice. La escribe a su imagen porque la quiere protagonizar y lucirse. Siempre ha querido lucirse. Está barajando nombres de autores que le ayuden. Deben ser pocos. No hay presupuesto y además quiere que el público se quede con las ideas. Acumular actores en un escenario despista mucho.
Emili no comparte muchas de las cosas que escribe Paulo. Otras si. No cree que existan los ángeles. Ya me dirás para qué sirven o a qué se dedican. Será un invento, le respondo. Aunque está escrito en muchos sitios. Yo no tengo nada que ver con todo esto. Cuando habla conmigo parece que interpreta. Cuida los gestos igual que sus palabras. No sé para qué sirven, sinceramente. Pero reconozco que queda bonito. Que un dios que hace el bien y el mal a partes iguales porque es todopoderoso tenga un ejército de ángeles. Mola. Tendrá muchas cosas que controlar me imagino. Pero no controla las conciencias porque sólo te premian cuando haces el bien. Y además, en otras religiones y creencias no tienen ángeles y les va de coña.
A todo esto llegó la electricidad porque la tormenta estaba en retirada -que ya lo dije antes-. La luz del sol debilitada por el otoño entraba por el ventanal que da al jardín. Ya casi a punto de ponerse aunque no es muy tarde. Pero en otoño el sol se acuesta antes. Puse la cafetera y nos servimos. Emili es un culo inquieto. Mientras habla medio pasea por el salón. Mueve una mano a los cuatro vientos y sujeta la taza con la otra. Va y viene y dirige la mirada a todas partes y a ninguna al mismo tiempo. Todo un espectáculo que contemplo sentado en mi sillón de pereza con orejas y que tengo situado de forma estratégica. Para y me mira. Dice. ¿Y cómo termina la historia del condenado a morir sin dignidad por espiar sin ir vestido de guerrero? Pues que muere lapidado sin dignidad. Al principio sufre bastante hasta que una piedra le impacta en la cabeza y le hace perder el conocimiento. Luego sigue muriéndose pero sin enterarse.
Emili asiente con la cabeza y lo ve lógico. Si le condenaron a esto pues debe ser normal. Estoy pensando que, según cuenta Paulo y tú, lo único cierto es que murió. No veo por ninguna parte que  el gobernador y el sacerdote -con el interés que tenían-  se aseguraran de si poco antes de morir había perdido la dignidad. Aunque sólo fuera para ver que sus órdenes se habían cumplido. De lo contrario lo habrían matado en balde. No me imagino que muriera con un poquito de dignidad. Menudo inconveniente para los gobernantes.
Piensa Emili. Me dice. Creo que incorporaré algo de esto en  mi obra de teatro. Quiero que tenga un peso importante el tema de la muerte. La dignidad. La obediencia ciega. El absolutismo de los mandamases. I las armas. Piensa que las armas, por sí mismas, no tienen ninguna necesidad de luchar ni de matar. No lo hacen. Son inofensivas. Sólo son potencialmente peligrosas en manos de gente sin escrúpulos. Igual que las ideas. Supongo que tampoco habla de la conciencia y la dignidad de los que tiraron las piedras. No, respondí. La conciencia colectiva no siente. No se alegra ni sufre. No se la puede castigar cuando es una conciencia obediente. Tampoco tiene memoria.
Me dice Emili que cuando alguien escribe algo así tiene que posicionarse. Aunque sea a través de un personaje. Un ángel mismo.  Luego cada cual que piense lo que quiera y lo argumente usando la libertad. Emili se fue. Salí al jardín y me quité los zapatos. Empecé a mirar los peces del estanque. Después de una tormenta de principios de otoño nadan de forma más sosegada. Salud.

miércoles, 2 de octubre de 2013

Otoño y Paulo II

Al margen de la llegada del otoño. De las lecturas de Paulo. De la tormenta. La falta de luz. El agua, viento y truenos. El cielo oscurecido. Incluso el mar revuelto con oleaje peligroso. Al margen de si lo peor es morir antes de que lo decida la naturaleza porque ha terminado tu ciclo vital. O si lo peor el morir sin dignidad. Al margen de conocer todas esas cuestiones, decía. Hay otro frente de reflexión y discusión entre el gobernador y el sacerdote. Ahora la cuestión es si la muerte debe ser rápida o lenta cuando a uno se le ha condenado por espiar sin llevar vestido de guerrero. La respuesta depende del pecado cometido, evidentemente.
Quien ejecuta es el pueblo soberano. Y este pueblo, aunque soberano, sigue las indicaciones de sus gobernantes por imperativo legal. Pues el gobernador y el sacerdote serán los primeros en tirar una piedra al condenado. Si la piedra es grande y certera el reo morirá rápidamente y sin sufrimiento. Si la piedra es pequeña y no impacta en lugares vitales, la muerte será lenta y dolorosa. Ambos se miran. Se agachan y cogen una piedra que les cabe en la mano. La lanzan con mediana fuerza porque la conciencia los tiene maniatados. Ambos hierran en el tiro y las piedras se pierden por el fondo. Esto es una cobardía encubierta en forma de mala puntería. 
Pero cada miembro del pueblo tiene siete piedras que puede tirar. Y tiran a dar y a matar porque así se ha hecho siempre. No es cuestión de ensañarse. Es cuestión de que muera sin dignidad. Esta es la verdadera conciencia de un gobernante o un religioso cuando ordenan una acción hostil. Sólo son medianamente poderosos desde un despacho o un púlpito. Sus palabras no hacen daño. Los actos de sus seguidores, sí. Con la conciencia hemos topado y ésta sí que es todopoderosa porque te puede impedir hacer el mal. Pero se la puede engañar me dice el librepensador que sigue en el anonimato. En un pelotón de fusilamiento la mitad tiene munición real y la otra mitad munición de fogueo. Los miembros del pelotón desconocen la munición de su arma. Todos disparan al mismo tiempo y al corazón. Una vez muerto el condenado cada uno piensa que ha utilizado munición de fogueo. Y se retiran con la conciencia tranquila porque ha sido el compañero el que lo ha matado. En realidad quien lo ha matado ha sido el que ha dado la orden. Aunque tiraran piedras pequeñas y no impactaran contra el reo lanzaron la primera.
Pero para de llover. La tormenta escampa porque el otoño quiere entrar con buen pie. El cielo se despeja y el mar vuelve a coger el color turquesa. El sol amansado por el otoño vuelve a brillar y desaparece la oscuridad. Esto sólo pasa en otoño. Y yo con mis filosofías mentales. El libro de Paulo que me da ideas y me da poder. Y escribo lo que pienso porque soy libre y siempre habrá alguien que lo leerá. Antes se ponía precio a la cabeza de uno para conseguirla. Ahora se pone precio a la cultura para que no la puedas conseguir. Qué cosas. Incluso así la cultura es todopoderosa.
Tal cual ha sido pensado ha sido escrito. Ahora ya pueden empezar los rumores. Cuando se fue la luz y llegó la oscuridad se hizo un silencio solidario que valía más que mil palabras. Me dejó pensar y luego, escribir. Salud.

martes, 1 de octubre de 2013

Otoño y Paulo I

He leído que dice Paulo que un ángel dijo que Dios es todopoderoso porque todo lo puede, conoce y domina. Y lo explica. Si sólo tuviera potestad sobre el bien no controlaría una buena parte del universo. A saber, todo lo que está dominado por el mal. Si es verdad que es todopoderoso y que todo lo puede tiene que tener el control absoluto sobre el bien y el mal. Tiene que poder permitir o desautorizar ambas cosas. Y sabiendo esto mucha gente lo venera. Pues se lo consienten. Insisto en que igual que permite el bien también permite el mal. Lo vemos todos los días. En las personas y en las cosas. Los sacerdotes lo justifican. Pero algunos de nosotros no tragamos con estas cosas. Simplemente nos mantenemos al margen.
Sigue escribiendo en un capítulo de uno de sus libros que cierto gobernador decidió que "el espía no es valiente porque no lleva el vestido de guerrero. Esto implica una cobardía. Por todo esto, y con el permiso del sacerdote, le condenó a muerte despojado de su dignidad". A partir de este fragmento mi imaginación se atormenta en pensar y reflexionar. No sé si el castigo radica en la muerte en sí misma o en perder la dignidad antes de morir. Intento pensar que el hecho de condenar a alguien a morir es lo peor que puede pasar. También intento pensar que el morir no es tan grave porque será algo inevitable en algún momento de la existencia de uno. Luego lo malo de la segunda opción no es la muerte en sí misma sino morir sin dignidad.
Todos podemos posicionarnos de alguna manera con estos textos de Paulo. Incluso argumentar. Como que sin dignidad no vale la pena vivir. La muerte, pues, sería un alivio antes que un castigo. La cosa da mucho de sí. La vida ante todo con o sin dignidad. Y esas cosas de la metafísica con las que entretener nuestros pensamientos. He leído de un librepensador que prefiere mantenerse en el anonimato que el poder no radica en matar a otro ni en mandar matar a otro. Eso lo puede hacer cualquiera y es relativamente fácil. Pero sólo alguien todopoderoso y que todo lo puede tiene la potestad de evitar la muerte de otro antes que lo decida la propia naturaleza. El único que puede perdonar todo es el realmente todopoderoso. Ante una desgracia siempre aparece alguien con alzacuellos que dice la frase desteñida -de tanto usarla-, "los caminos de Dios son inescrutables". Y todos tranquilos.
Con estas filosofías estaba yo el otro día justo cuando poníamos los pies en el otoño. Con una tormenta de agua, viento y truenos que azotó la Isla. Se fue la luz y se hizo el silencio. El cielo se oscureció. El ambiente propicio para que el otoño interactuara con la filosofía de la religión de la mano de Paulo. Estas cosas no hay que mezclarlas porque desconocemos los efectos secundarios. No veo la ventaja de ser todopoderoso cuando más de la mitad del resto de los mortales te cuestiona todo. Yo mismo aprovechando que la llegada del otoño vino acompañada de un tiempo desapacible. El otoño, la dignidad y la muerte, la quietud, la tormenta y las ganas de pensar. No se puede pedir más. Salud. 
 

domingo, 8 de septiembre de 2013

Arnau

La tristeza se apoderó de todos nosotros cuando nos enteramos de la noticia. Arnau estaba enfermo. Muy enfermo. Estas enfermedades de morirse en poco tiempo. Unas células malas le estaban destruyendo el hígado. Ahora mismo ya tenía por casi todo el cuerpo. Había adelgazado tanto que se le notaba a simple vista. Él mismo se había especializado en este tipo de cosas. Tenía el doctorado en patologías del hígado. Pero no pudo hacer nada.
Mostraba una cara sonriente en público. En la intimidad tragaba saliva como podía. A veces no podía. Los días que no venía a trabajar es porque tenía una fiebre densa que le consumía. Al rato pasaba a soportar un frío inhumano que lo tenía tiritando un buen rato. Altibajos de síntomas y de estado anímico. Sus amigos más íntimos dicen que dejó de tener la necesidad de relacionarse. Arnau se compró un artilugio de estos de escuchar música con auriculares. Metió música rock. El estridente ruido no le dejaba concentrarse en sus males. Así pues pasó los últimos meses de su vida.
Amigo personal y compañero de trabajo. Desde los tiempos de residente de digestivo. Han pasado años y ha llovido lo suyo. Pero lo tengo en mente como si fuera su primer día. Con su pijama y su bata impecables. Ahora Arnau ha decidido dejarnos sufriendo y haciéndonos sufrir. No ha podido evitar ninguna de las dos cosas. Es jodida la vida, a veces. Le tenía  apego a la vida como hacemos todos. Empezó a cerrar la puerta de su despacho mientras trabajaba. Sintió la necesidad de aislarse. Andaba pasillos abstraído con la música rock y mirando el suelo como si contara las baldosas. Descubrió la oscuridad y entró en ella. Descubrió el silencio y se hicieron amigos. Tomaba muchas pastillas que le absorbían el frío y la fiebre. Incluso a veces no era dueño de su entendimiento. Pero las pastillas no le devolvieron la felicidad ni la luz ni el sonido. Tampoco quiso que le prestáramos de la nuestra.
Nunca fue mala persona. No lo digo porque toque. Lo digo porque es la verdad. Al final andaba descalzo por su casa y por su despacho. Lo mismo que hago yo cuando quiero leer, pensar o escribir. Él lo hacía porque los pies se le hinchaban y no soportaba su presión. Yo lo hago para sentirme libre. Se lo explique. Le pareció bien y empezó a sentirse más libre. Ahora Arnau está libre de toda atadura y sufrimiento. Espero que se lo pase de lo mejor dónde esté. Nosotros estaremos tristes algún tiempo y se nos pasará.
Todo ocurrió de prisa. Estaba bien. O eso parecía. Entonces decidió que su alma abandonara su cuerpo. Un buen día paso una nube y se subió en ella. El viento la alejó llevándose su alma. No hemos rezado porque no creemos en ello. No hace falta chantajear a nadie para hacerse querer. Dónde estés Arnau sepas que te recordamos con cariño. Salud.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

La vuelta

Algunas familias ya se han ido.  Han guardado las tumbonas de verano y han cerrado los porches y las casas. Lo sé porque lo he visto. De otros me he enterado por los chismes que la gente habla en el bar de Pepe. Hemos consumido un verano mas. De los de hacer calor y pasarlo bien. De aprovechar el fresco de la noche para hacer de todo. Vida social y contemplativa.
Los primeros que se van son los que tienen hijos en edad escolar. Hay que preparar la vuelta al cole. Lo ha dicho por la radio una cadena de supermercados. Esto lleva tiempo y dinero. Aunque los fines de semana vuelven. Se trata de apurar unos días mas. Otros se van a trabajar de buena mañana y vuelven a media tarde. Queda tiempo para un baño. Un poco de lectura y una buena tertulia con la rebeca puesta. Siestean tirados en el sofá o en la toalla. Sin sombrilla que el sol está manso. Las olas del mar acompañan, todavía. Lo contrario que las moscas.
Yo he vuelto a desayunar al "café Comerç". Donde siempre. También están los jubilados. Sebas y el cuponero. Eugeni me prometió que vendría algunos días a la semana. Pues bien. Parece que el verano no haya pasado. Las cosas son iguales como siempre. O eso parece. La tertulia a vuelto a las mañanas. De momento nos contamos las vivencias veraniegas. A Sebas le sigue circulando la creatividad por las arterias y el talento por las venas. Ha llovido fuerte estos últimos días y el aire está limpio.  Los almendros, los olivos, los algarrobos y las higueras se han limpiado de insectos. Sus frutos se recogerán con más facilidad. Eso dicen los jubilados que entienden de estas cosas. Han recogido las primeras uvas. Se las comen con pamboli y queso para merendar. Recuerdo cuando Eugeni decía que cada estación viene aparejada con alguna característica. Verano calor. Otoño fango. Invierno frío y nieve. Primavera flores. Y nosotros se lo damos por bueno. Con algunos matices.
Dice Pedro que algunos de nuestros políticos también han pasado el verano a la sombra. Y no de una sombrilla precisamente. Están privados de libertad mientras el aire que respiran sigue libre. Aunque circule por dentro de la prisión. Es el inconveniente que tiene mangonear los dineros de todos. Incluso en el patio han nacido unas flores en libertad. Y es que Pedro es funcionario de prisiones. Trabaja en la enfermería. Hoy viene filosofando aunque  no pasa hambre. Su médico le dice que tiene un ligero sobrepeso. Es un eufemismo de ciento veinte kilos. Casi nada. Hoy en la mesa tenemos un rojillo de esos de liderar reivindicaciones y manis. Ha dicho que en democracia, cuando uno tiene mayoría absoluta, se puede permitir el lujo de practicar la dictadura democrática. Eso ha dicho.
Juanmi es otro de los tertulianos ocasionales. Hoy no ha podido venir porque también está privado de libertad. Esta ingresado en un hospital. Le dan un medicamento para matar un virus que es tan pequeño que no se ve. Qué cosas. Parece imposible que esto pueda ocurrir. Y esto que él no ha hecho nada malo. También toma vitaminas que le da la enfermera. Él toma letras por su cuenta. Sobrevive gracias a la poesía. Cuando esté recuperado volverá a las tertulias. Ánimo Juanmi.
Ayer estuve haciendo limpieza en el cuarto trastero. En el desván. Tengo revistas del tipo cómic de vidas de santos. De cuando era pequeño. Hay un santo que pone que alimentaba su voluntad con la meditación. Mantenía la disciplina de su cuerpo atormentado con la oración. Mantenía limpia su alma gracias a la llama encendida de la fe. Qué fácil era ser santo antes. Este régimen ahora no se lleva. Ahora toca la dieta mediterránea. No está pensada para obtener la santidad. Ni siquiera una bula papal. La superficialidad, en definitiva. Y miro por la ventana y llueve una gota fría. No salgo de casa. Estoy sentado en mi silla menorquina que tengo en el porche. Junto al estanque. Puedo oler la tierra mojada. Esas primeras lluvias evocadoras de recuerdos. Los caracoles dan buena cuenta de mis plantas. Tendré que hacer algo. Pues eso. Salud.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Silencios

Percepción limitada.
El lenguaje de la vista.
En la distancia y en el tiempo.
En los sentimientos.
En la oscuridad de la noche.
Que dice cosas callando.
 
Aceptar el infinito.
Como punto de encuentro.
Cuando el sol se pone.
Me hago invisible.
La nieve cae sobre mi.
Marca la silueta.
También la niebla.
Gracias a la luz de la luna.
Por un instante.
 
Lo que no comprendo.
No existe. No lo escribo.
Quedan páginas en blanco.
Instantes de recuerdos.
Descatalogar sentimientos.
Para dejar de silenciarlos.
Para que no vuelvan.
Si la vida no existe.
Que no lo parezca.
 
Atrapado en la ventisca.
Necesitado de compañía.
Que amaine la tormenta.
Recuperar el aliento.
Moldear el movimiento.
Ahuyentando miedos.
Que se van con el viento.
Desgarrador llanto.
De silencios de la noche.
 
Palabras al viento.
Que caen al mar.
Me las devuelven las olas.
Para poder escribirlas.
Dejando huellas de tinta.
Cuando caminan descalzas.
Sobre el papel.
Que no se borran.
Que no se olvidan.
 
Pisando caminos.
Nadando océanos.
Pensando lugares.
Imaginando personas.
Llenando espacios.
Descubriendo momentos.
Mientras acaricio tu cuerpo.
Con los ojos cerrados.
Para que parezca real.
 
Los silencios de la vida.
 


domingo, 25 de agosto de 2013

Horizonte

Me dice Eugeni, medio bromeando, que no soporta la soledad. Que es un animal gregario y necesita relacionarse. Vivir en sociedad. Pero ahora, en verano, las personas buscan esa tan ansiada intimidad porque están sobre expuestos a las masificaciones. Comidas familiares. Cenas en la calle con los vecinos. Fiestas populares.
En la playa no cabe una toalla ni una sombrilla. Conciertos y cine al aire libre. Las tertulias en el bar de Pepe hasta las tantas. Cuando el sol ya se ha puesto y el aire fresco empieza a correr por las calles y plazas. Y así tantas cosas. Con este panorama resulta normal que la gente busque un poco de intimidad. Por muy gregarios que seamos. Eso dice Eugeni que ya sabéis que pasa unos días de vacaciones en este pueblo costero de la Isla. En su casita con vistas al mar. Como casi todos. Luce bronceado aunque se protege del sol con cremas, gafas y un Panamá extra fino auténtico fabricado en Quito, manufacturado en Panamá y comprado en Pollensa.
Se libera de la tensión y el estrés acumulado a lo largo del año. Que suele ser mucho. Eso dice. Nada de prensa. Nada de tele. Apaga el móvil. Sólo para emergencias. Algún cotilleo para estar al día. Y la música que no falte juntamente con los libros que se trae en la maleta. Notas y más notas escritas en pequeñas libretas que se lleva para pasar a limpio y ordenarlas. Pasear por las calles del pueblo con tranquilidad y sin prisas. Caminatas por la orilla del mar. Con los pies descalzos en la arena. Dejando huellas que las olas se encargan de borrar. Como debe ser. Subir hasta lo más alto del acantilado. Ver la puesta de sol y bajar antes de que se haga de noche.
Se sienta en las rocas y mira el mar. Se pregunta para qué sirve el horizonte. Se responde a sí mismo. El horizonte es el final del mar. No está muy lejos aunque lo parezca. Sirve para que el sol se ponga por la parte de atrás y salga por el mismo sitio pero mirando al Este. El horizonte es el lugar que eligen las barcas para navegar con las velas desplegadas. Donde se posan las nubes y se paran a descansar en su afán de viajar. Donde caen las lágrimas de San Lorenzo. Y todo eso. Eugeni disfruta de estas cosas y yo con él cuando me deja que le acompañe. 
Hace fotos a todo. A la noche, en las tertulias, lo cuenta. Lo cuenta bien. Nos describe la tranquilidad, el sosiego, la luz, la oscuridad, el silencio, el ruido de las olas. El olor a playa. La brisa. Y todas esas cosas que sólo se experimentan en verano.
Eugeni es una persona de bien. Lo digo porque el otro día alguien se interesó por él. Le conozco bien. Honra intacta. Esforzado trabajador. Incansable. Amigo. Educado en el sacrificio y en el trabajo bien hecho. Como muchos, por supuesto. Gran derrochador de energías en soñar con un mundo mejor. Apasionado del presente y de lo que le ha tocado en suerte en esta vida. Eugeni busca la soledad de la madrugada para escribir. Justo hasta que el sol está a punto de amanecer. Luego viene a la playa y nos aseguramos de que sale bien y de que es el mismo de cada día.
Es el momento de olvidar cualquier cosa que huela a negativo, derrota o fracaso. Los primeros rayos del sol que tocan nuestra cara hacen  aparecer los rasgos de lo que realmente somos. Sin trampas. Después de esta sesión matinal de cargar energía positiva subimos al bar de Pepe que ya nos tiene el café con leche y las ensaimadas preparadas.
A finales de mes se irá a la ciudad. A los modales desajustados. A la crispación. Al cabreo como algo normal. A la tensión. Pero antes se habrá despedido del mar. Nunca se iría así, sin más. Sin decir nada a los amigos y al mar. El mar siempre se porta bien. Está cuando lo necesitas. Escucha. Susurra con las olas sin levantar la voz. Aunque a veces viene molesto. Es normal. Nos pasa a todos.
La otra noche estuvimos en Valldemossa. Tomeu nos deleitó con la flauta mientras cenábamos. Geni lo hizo con su voz. Están igual que siempre. Tomeu tiene un sombrero como el mío. O yo como el suyo que no quiero problemas. Se hicieron las tantas de la noche o de la madrugada. Según se quiera ver. Al día siguiente el mar venía revuelto y se rompía contra las rocas. Ya está avisando de que el verano agoniza y queda nada para que termine Agosto. Lo noto porque el sol se pone antes y sale más tarde.
Eugeni se afana en hacer rimar las palabras que escribe. Cambia unas letras por otras y esas cosas que hacen los poetas. Los veranos son para vivirlos. Eugeni y yo lo sabemos y somos expertos en ello. Pronto habrá que cerrar los porches y recoger las tumbonas. Pero mientras seguiremos en compañía del mar. Salud.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Poesía de Agosto

Le he dado trabajo a la poesía.
El Agosto es propicio.
Versos y más versos.
Antes de que llegue el sueño
de la noche.
 
La poesía tiene memoria.
Ve bruma sobre el horizonte.
Y cenizas en suspensión.
De nosotros mismos.
De promesas quemadas.
De pasiones consumidas.
 
Pero fíjate.
Que aunque ceniza,
permanece unida.
Sobre el horizonte.
Que no sople el viento, pues.
 
El sol permanece oculto.
Por las nubes.
Los versos no riman.
Habrá que recoger las cenizas.
Recomponer las promesas.
Devolvernos las miradas.
Cambiar silencio por palabras.
Recuperar el antes.
 
Volver a encender el fuego.
El que no quema,
pero da calor.
El de la pasión y la ilusión.
Recogeremos estrellas.
Nos diremos palabras adultas.
Mientras superamos el vértigo.
De la poesía libre.
La que dice la verdad.
Que escribe versos en la noche.
Antes de que llegue el sueño.
 
Cumpliremos las promesas.
Iremos de la mano.
Dónde nos conduzca el sendero.
Dónde nos lleve la marea.
Sin brumas ni susurros.
Que el Agosto es propicio.
Para que escriba la poesía.


martes, 6 de agosto de 2013

La alcoba

Hoy, de buena mañana, me he acercado hasta la orilla del mar. Extiendo una toalla y me siento. Siempre busco la sombra del porche de alguna de las alcobas que usan los marineros para  sus barcas. Esta especie de casa a pocos metros del mar. En estas calas de la Isla hay muchas. Las barcas están a buen resguardo en ellas. Pues estas alcobas tienen un porche tapado con ramas secas de pino, ramas de palmeras y de matas. El aire, en estos sitios, siempre es fresco. De aquí al agua y vuelta.
El inconveniente a tanto bienestar es que muchos días te ves amoscado. Es el paso previo a estar mosqueado. Una manada de moscas revolotean a tu alrededor a cara descubierta. Provocan incomodidad y te hacen perder la paciencia. También  buscan la sombra y el fresco. Empiezo a dar manotazos sin apuntar. A diestro y siniestro. Son expertas en esquivarte y vuelven a la carga. Aquí es cuando me mosqueo de verdad y me meto en el agua con la intención de no salir. El mar es el único que me entiende. Sólo cabe la esperanza de que al salir el que esté amoscado sea otro. A veces ocurre. Al verano hay que condimentarlo con paciencia.
El que en el porche de una de estas alcobas no haya moscas es lo más parecido al paraíso terrenal. Cojo un libro y leo. El escritor lo ha escrito para mi, entre otros. Mientras leo el aire va cambiando las nubes de sitio. Y yo sin darme cuenta. Decía un poeta que un bonito amanecer está en los ojos de quién lo mira igual que la verdad está en el oído de quién quiera oír y escuchar. Me doy cuenta de que no todos los homínidos han visto todo. Algunos sólo han visto puestas de sol. Deberían ver, por lo menos una vez, un amanecer. Andan por la vida con la glándula pánfila inflamada. No toman tratamiento para su panfilitis.  También deberían estirarse en una tumbona de verano un rato. Por lo menos. Y ponerse a pastorear las estrellas. Contarlas por si falta alguna. Y de día podrían contar las olas que llegan a la orilla de la playa para mojar la arena. Que bueno el verano cuando hace fresco. Yo sé dónde hace fresco. Dónde están las moscas. En los porches de las alcobas de las barcas.
Esa gente invisible que me rodea. La que pasa desapercibida. Existen y no te avisan. Y mientras tomo el fresco miro y los veo. Son muchos. Todos a sus cosas. Como debe ser. Miro y escucho. Sus vidas parecen sencillas y quizá sean complicadas. Hay un grupo de gente que toma el sol, se baña y se divierte. La madre le pregunta al hijo que quién es su tío preferido. Una encerrona cruel para un niño inexperto que está a otras cosas. Su respuesta es de supervivencia. El tío que en este momento tiene más cerca. Le ha salido bien. El tío en cuestión lo aúpa y lo besa. Y todos contentos. El mar es testigo de esto. Le podéis preguntar.
Ese calor bochornoso no es normal de buena mañana. No puede ser bueno. Como era previsible el calor empieza a mover el aire y lo convierte en viento. El viento azota todo y la gente coge y se marcha a sus casas. Se rompen algunas ramas secas y vuelan junto a algunas sombrillas. También mueve las nubes y las concentra encima nuestro. Oscurece súbitamente. El sol ha desaparecido y empieza una tormenta de verano. Un aguacero de mil demonios que algunos piensan que ayudará a refrescar. De ninguna manera. Todos sabemos que cuando escampe hará más calor. Yo por si acaso sigo en el porche. Las moscas, al ruido de los truenos, se han marchado. Al poco escampa y el calor se hace insoportable. Pero pronto se hará de noche. El sol se pondrá y entonces sí que refrescará. Salud.

jueves, 1 de agosto de 2013

Las noches

Como todos los años por estas fechas un grupo de vecinos a los que llamamos "festeros" organiza actividades culturales para entretener las noches del verano y disimular el calor asfixiante que se acumula. Fiestas para todos. Las de los niños se realizan mayoritariamente en el mar. Están todo el día en remojo en una continua diversión. Y luego en tierra se quitan los zapatos y se meten en un castillo hinchable donde no paran de saltar. El castillo realiza unos movimientos convulsivos y unos vaivenes que provocan vértigo.
Para los menos niños nos han organizado un amanecer diario y una puesta de sol mientras uno de ellos recita en voz alta algunos poemas seleccionados de gente del pueblo y otros poemas de autores conocidos y desconocidos. En verano todo se ve distinto. De otro color. Esa textura del atardecer. Saborear el amanecer con la vista. Oler intensamente la puesta de sol. Escuchar los poemas recitados con los cinco sentidos. Estamos en el mismo sitio pero miramos en direcciones opuestas según amanezca o el sol se ponga. Resulta uno de los acontecimientos más concurridos. Esa magia del momento nos une más. Lo hemos catalogado en el libro de las costumbres del pueblo costero con encanto.
Pero las noches se pasan en la terraza del bar de Pepe. Algunos días viene un mago que hace las delicias de todos. Creo que no lleva truco. Que realmente es así. Que tiene poderes de verdad. Sin ir más lejos el otro día transformó un ramo de flores en un par de tórtolas. A ver quién hace esto. Pura magia. Y como todos los años nos quedamos en babia hasta que termina. Otra noche tenemos entretenimiento musical al aire libre y brisa fresca incluida. El músico mejora con los años. Se ha presentado con un teclado. Ha pulsado unos botones y de los altavoces ha salido una orquesta entera. Música sin modernidades extravagantes. Pero con un ritmo de tiempos pretéritos. La noche que hay teatro está a rebosar. Todos quieren las primeras filas para ver y escuchar mejor y para ello llegan pronto con su silla. Es una comedia de enredo. Si es que lo ves venir y te anticipas. Es un no parar de reír. La vida misma, vaya.
Este año los festeros han incorporado algo novedoso. Un fulano que recita historias sin hablar y que previamente ha escrito. Alterna gestos de estos de enamorar y gestos de silencio que lo dicen todo y más. Lo llaman Clown. Mi hermano Miquel hace cosas de esas y a veces colaboran los hijos de Bernardo. Una pasada. Ha interpretado el mar. Se ha vestido como el mar. Se ha movido como el mar. Se desplaza delicadamente por el escenario como si de una ola se tratara. Imita la voz del mar. Es inconfundible. Como si llevaras una caracola en la oreja. Las palabras salen de su boca igual que caen las hojas secas de los árboles en otoño. De forma natural, sin ruido y sin efectos especiales. Las palabras y los gestos son azules. Y dejan una sombra alargada en la mente del público asistente. Palabras vestidas de domingo. De día de fiesta de guardar. De día del patrón. Transmite ideas con sonido agradable. Fino y casi transparente. No ha venido a provocar la risa fácil con abusos y groserías. Utiliza el ingenio y la inteligencia. El público mantiene un silencio antiguo pero adaptado a los tiempos que corren. Tiene que ser así.
A veces dice palabras delicadas que acaricia con la lengua y los labios mientras las pronuncia.  Salen engalanadas. Distintas a otras conversaciones. Es un artista artesano de las letras y de los gestos. Un domador de palabras y frases. Escribe bien y recita mejor. Esta noche nos ha pedido que nos quitáramos los zapatos y hemos perdido la noción del tiempo. Ha coincidido con la luna llena. Ha sido mágico.  El recitador tiene una copa de vino. Sorbe de vez en cuando. Nunca tiene la boca seca y las palabras salen humedecidas de gran reserva con olor a roble. Conoce perfectamente las cualidades de las palabras. Somos el destino final de sus historias. Como una bocanada de aire fresco en el calor de la noche. Todo un éxito.
Me he sentado junto a mi vecino Andreu. El que sabe pintar el tiempo y el color de una mirada. Es un mago de los pinceles. Lo he dicho en otras ocasiones. Es de hablar mucho pero se cansa porque fuma demasiado. Hace un par de años que se jubiló de maestro de artes plásticas de un instituto. Le ha gustado lo que ha visto. Como a todos. Me dice que desde que está jubilado tiene la sensación de envejecer más rápido. Es un jubilado al que le falta tiempo. No es el primero que me hace ese comentario. Tomaré nota. Le hemos dejado hablar lo que ha querido. Que ha sido mucho.
Pero ya terminamos agosto y parece que era ayer que hablaba del otoño y del invierno. Cualquier día volveré a escribir de lo mismo. El tiempo pasa rápido. Pero todavía estamos en verano y toca aguantar calor. Por eso nos juntamos por la noche. Buscamos el fresco. La luna llena. Las estrellas. El ocio compartido sin prisas. Las noches de verano de un pueblecito costero de la Isla son así. Salud.
 

martes, 23 de julio de 2013

Alivio de mar

Hoy me he levantado pronto. Con las primeras luces, como se suele decir. Me he acercado hasta la playa. Allí, sentado sobre una roca, estaba el poeta.  Puesto el sombrero. Con los pies en el agua. Mira el mar y escribe.
Dicen que lo hace para aliviar sus penas. No lo sé. El día se va encendiendo poco a poco. El sol se dispone a salir. Me reconforta mucho esta imagen. Al poeta parece que también. Casi todas las mañanas viene el poeta hasta la orilla del mar y escribe. Y mira. Escribe versos a la persona que ama. Es lo único que apaga su tristeza. La mujer que ama está al otro lado del mar. En otra tierra después del horizonte. La marea le cuenta sobre ella y lo escribe para no olvidarla. Él le contesta cosas bonitas a través de las olas. Se lo dirán. El mar no guarda silencio en estas cosas.
A lo lejos veo moverse unas velas. Serán de alguna barca que está faenando. Luego traerá el pescado. Justo sobre la línea del horizonte hay un barco de carga que cruza hacia el oeste. Lo hace lento y parsimonioso. Se desliza. Y el poeta sigue escribiendo recuerdos que el mar le trae. Para unos segundos y se queda mirando el sol. Luego ya no lo podrá mirar. Nadie puede mirar el sol. Por eso dicen que pasea sus penas al mediodía.
Sólo puedes contemplarlo cuando amanece o cuando se acuesta. Se le ve rojo y mojado. Enseguida proyecta  nuestra sombra que aparece alargada en exceso. El mar cambia el color. Plateado, dorado y luego azul. Las olas despiertan y llegan a la orilla de la playa de otra manera. Al poeta, el mar ya le llega hasta las rodillas. Distinto a como lo hace de noche.
Desde que la persona que ama no está a su lado el mar le parece distinto. Así piensa el poeta. Él escribe para no olvidarla. Por eso viene todas las mañanas. A veces se oye el ruido de alguna lágrima que cae al agua. Las olas la recogen mientras el poeta mira. Se la llevarán mar adentro porque el mensaje está en la lágrima. Ella lo entenderá en cuanto la vea.
Cuando llega la noche el poeta sale a la terraza de su casa. En una tumbona de verano. Las luces apagadas. Mira las estrellas y sonríe. Le transmiten emociones y sentimientos ya vividos con ella. Eso dice y la gente le sigue la corriente. Tiene la costumbre de cenar algo de fruta. Luego, bien entrada la noche, encenderá una lámpara y escribirá para ella. El fresco de la noche y la brisa del mar ayudan a pensar. El poeta no se descalza como yo. Simplemente anda descalzo todo el día. Vaya dónde vaya. Haga lo que haga.
Cuando aparezca el sueño los párpados le avisarán. Entonces recogerá todo y se irá a dormir. Mañana con las primeras luces volverá a estar a la orilla del mar.
Perdonad mi despiste. Yo contando y no he presentado al poeta. Se llama Eugeni. Hombre cabal e inteligente. Aquí le conocen como "el profesor" porque da clases en la universidad. Para mi siempre será el poeta porque yo he leído los versos que escribe. Todos los veranos recala en una pequeña casita de su propiedad a escasos metros del mar. Este año está solo.
La mujer que ama se encuentra al otro lado del horizonte. Este verano toca trabajar. Alguna tarde su mente se rebela y no se inspira. Abandona la pluma y el papel y los mira de reojo desganado. Es el momento de ponerse a coquetear con los recuerdos. A ver si cuela. Son recuerdos de poeta enamorado. Habla con argumentos sólidos por lo que no precisa gritar ni levantar la voz.
Así vive Eugeni. Alguna tarde sale a pasear. Cuando la gente siestea y huye del calor. Sólo algunos niños juegan a sus cosas a la sombra de los portales. Y se acerca hasta el quiosco de Fran. Coge algunos libros ya leídos por otros. Son de segunda lectura y Fran los vende por cincuenta céntimos de euro. Si alguno le llama la atención se lo lleva. Hablan para ocupar el tiempo. Este es el poeta de un pueblecito costero de la Isla. Salud.

jueves, 18 de julio de 2013

Historias

Escribo historias para entretenerme y luego las cuento para entretener a los demás. Para distraer los problemas de cada día y así éste pasa de otra manera y con otras preocupaciones. 
Nos comportamos como indigentes y mendigos apostados en las esquinas o en los portales de grandes edificios con la mano extendida en espera de que algún buen samaritano nos deje una historia. Hay días que son malos de pasar. Mi pluma, que lo sabe, se pone a escribir un combinado de verdades mezcladas hábilmente con invenciones. Se trata de escribir sobre las personas y su comportamiento. El homo sapiens es bastante previsible.
Aprovechando que la cosa va de historias que entretienen o distraen voy a contar que en el jardín de mi casa hay un pequeño estanque, junto a un membrillo,  con una docena de peces de distintos colores y unas cuantas plantas de agua que se mueven según el aire. Junto al estanque he puesto un banco de madera de esos de sentarse cuando uno no quiere hacer nada y a lo más que aspiro es a que el tiempo pase sin molestar. Me siento en el banco, me descalzo, ya llevo el sombrero y mientras el tiempo pasa yo miro cómo nadan los peces que sería como mirar cómo caminan los humanos. Con total libertad y algunos con arte. Diría sin miedo a equivocarme que se comportan como peces en el agua. Pongo escamas de comida en la yema de mis dedos, los chapoteo en el agua y vienen a comerla. Uno detrás del otro y sin molestar. Son silenciosos los peces del estanque del jardín de mi casa. Sólo se escucha el agua que cae por una cascada que hay en una esquina. Constantemente. Sin parar. Y el ruido del agua nos habla a los peces y a mi aunque seguramente no interpretamos igual este sonido. A mi me relaja porque es poético. A ellos, seguramente también.
Tengo a mano unas hojas del suplemento cultural de un periódico. La oferta cultural es mucha y variada. Ahora en verano prima el teatro al aire libre, el cine mientras tomas el fresco o el recitado de poemas musicalizados, teatro al aire libre y conciertos. Todo esto pasa al anochecer y hasta las tantas. Un rato inexplicable sólo superado por la charla de después de la obra. Momento de ocupar una terraza, cenar de un pamboli y aprovechar el fresco que sale cuando el sol está durmiendo. Nosotros alargaremos la siesta porque estamos en verano.
Además del teatro clásico, hoy se oferta teatro post-moderno. Con tintes de vodevil y cuya actriz principal lleva hábito de monja. Comportamiento estilo "lolailo" porque Dios es infinitamente bueno y se lo permite. Ella hace de ella y está de gira en busca de ideas perdidas en la niñez. Es el otro teatro. El vanguardista de cada día. El que se ofrece en verano cuando el calor aprieta. Junto al mar. Chica revolucionaria que acata normas medievales. Anda el camino de un hámster hasta que terminen sus días dando vueltas sobre un rodillo porque su camino siempre es el mismo.
Este año, entretener el tiempo, cuesta tres euro cincuenta además de pauta completa de vacunación, PCR negativa, test de antígenos, distancia de seguridad, mascarilla y silla donde sentarte. Precio post-pandemia. Compro la prensa y me propongo leerla. No todo son artes escénicas. Entretener y distraer al personal a través de las noticias forma parte de las artes mediáticas. Todo son escándalos y toda la frutería de "Sálvame" para variar. Por todo ello me he convertido en un náufrago voluntario. Me he desconectado tanto como he podido. 
A primera hora de la mañana procuro distribuir la felicidad de todo el día para que no se acumule o falte en algunos momentos. Ni siquiera me molesta estar rodeado de mar. Y de noche, por estrellas. Las olas y la brisa también me entretienen cuando estoy en la playa. Igual que el amanecer o la puesta de sol que observo desde la primera fila. En calidad de náufrago sólo dispongo de una sombra que es la mía. Disfruto del mar en calma con intervalos de pequeñas borrascas con olas encrespadas. Tampoco tengo recuerdos que desandar. Es lo que es y hay lo que hay. La vida se vive según se presenta. Salud.

sábado, 13 de julio de 2013

Querida Concha

Noche clandestina.
Sin nada que soñar.
Mendigo de una idea.
En plena oscuridad.
Del silencio de tus ojos.
 
Distraer el alma.
En pleno desierto.
O en alta mar.
Avánzame una palabra.
Que borre la pena.
Y el olvido.
Coge mi mano.
Simplemente.
 
Duermen los sueños.
De inmortalidad.
Brillantes recuerdos.
De un amanecer.
Junto al mar.
 
Una lágrima.
Que grita desgarrada.
Para un recuerdo.
De una vida rota.
Queda la herida.
De la ciega muerte.
Absurda tristeza.
De profundo vacío.