Y así sin más. Y como quién no quiere la cosa. Vamos finiquitando Octubre. No hace mucho que conté cómo fue que Fran -el del Kiosco- le contó a Rafael -el cuponero- que Cristiano Ronaldo no era negro. Por muchos regates y filigranas que hiciera. Ni por muchos goles que metiera. Parece ser que esto ha llamado la atención al respetable que sigue este blog y han contactado con el editor del mismo. Quieren saber más de Fran. Ya lo he dicho. Es el dueño de la única papelería que hay en el pueblo. Librería. Útiles de escritura y esas cosas de leer y escribir. Chuches incluidas. Es pequeña o incluso diminuto. El Kiosco, vamos. Sólo cabe Fran y poco más. La verdad es que tiene más género fuera que dentro. Con una especie de toldo o marquesina desplegable. Los días que llueve, como hoy, pone un plástico por encima. Que casi todo es de papel.
Estudió empresariales. Amplió conocimientos con un Master en Literatura Hispánica. Dedica tiempo a colocar cosas. Es hablador de esos que enganchan porque su trabajo es vocacional. También escucha. Acumula conocimientos a base de leer mucho y escribir otro tanto. Que el día puede ser largo o corto según se presente la clientela. La caja corre a cuenta de periódicos y revistas. Alguna fotocopia. Útiles de escritorio básicos, etc. Pero dónde le dedica más tiempo es a las novedades editoriales que lee y recomienda a la clientela porque la conoce. Sabe a quién venderle un producto. Si un libro no lo tiene te lo consigue en veinticuatro horas. Mantiene un especial interés por autores poco conocidos que se auto publican. Él difunde cultura desde el Kiosco. Ese es Fran.
Para realizar este tipo de trabajos hay que ser una persona tranquila. Tiene tiempo para todo porque no lleva reloj. Por supuesto no es rico de dineros pero se le ve satisfecho. En algún momento tuvo que hacerse cargo del negocio. Él iba para otra cosa. Se lo dejó su padre que enfermó de esas cosas que te matan por dentro poco a poco. Le cogió gusto al asunto y lo ha ampliado hacia la acera con uno de esos toldos llamativos que llevan su nombre. El Kiosco de Fran. Algunos habituales nos paramos cada día a conversar. Comentamos un poco de todo. Siempre tiene algún subrayado a mano para razonar. Si tienes alguna noticia importante se la comentas y la difunde. No se habla de chismorreos. Ni de política ni de religión. Que también son chismorreos. Si sale el tema te manda al bar de Pepe a tomar algo y zanja el asunto. Sólo las buenas letras son compatibles con el aire que se respira en su negocio.
Uno de sus más fieles es el marido de Doña Maruja. Ya he hablado de ella en otras ocasiones. Y de él. El filósofo. Escritor. Profesor de universidad. Y abnegado marido de una portera. Señor de semblante serio. Esta mañana le estaba diciendo a Fran que no tenía la seguridad de que fuera bueno tener que vivir siempre debajo del cielo. Tener que mirar siempre hacia arriba para verlo. Yo no he dicho nada. Que conste. Y sigue. No sé que haremos el día que se encapote mucho y tengamos que agacharnos. ¿No crees? Y Fran le sonríe. Hoy cuando ha empezado a llover las nubes han subido un poco. Menos mal. A veces se le moja el alma y cuando se seca, se encoge. Dice que escribe un artículo dónde le habla al crepúsculo del amanecer y al de la vida. Cosas de filósofos dice Fran -que escucha atento-. Es un artista de las ideas y hace malabares con las palabras que previamente ha conseguido domar.
Están convencidos los dos de que no todos los dioses habitan en el cielo. Algunos son terrenales pero con poderes limitados. Se encargan de que el limonero que tengo en el jardín florezca dos veces al año. Pero este año ya lleva tres. Es cosa de esos dioses terrenales. Hacen que un espejo te reproduzca fielmente y en tiempo real. O que la radio suene música sin que quepa una orquesta dentro de ella. Que en otoño las hojas de los árboles no caigan todas el mismo día o al mismo tiempo. Que el corazón debe latir al ritmo del tiempo. Que los pájaros hagan un buen nido para el invierno. Que igual se presenta duro.
Fran se ha sentado en el taburete alto y escucha. Interviene poco para no desconcentrar. El marido de Doña Maruja sigue filosofando activamente como si estuviera en clase. Y la gente pasa. Coge algo. Y deja el dinero sobre las revistas. Que ya lo recogerá Fran cuando pueda. Así están sin saber del tiempo que sigue su curso. Y ahora le dice Fran que le preocupa que el horizonte esté tan lejos. Si estuviera más cerca nos invitaría a tomar una copa sobre él. Una tarde de verano. Eso también es cosa de los dioses terrenales le contesta el profesor universitario. Cualquier día de estos que se lo propongan podremos ver nuestras sombras en color y relieve. Estaría bien. Los sueños tienen vida propia. Son autónomos. No dependen de nosotros. Los sueños existen al margen de nosotros. Nosotros lo único que hacemos es meternos en ellos para soñarlos. Y Fran cambia de postura en su taburete alto. Los sueños no deben ser repetidos muchas veces porque podrían aburrir. Hay que estrenar a menudo. Los sueños sólo mueren cuando se hacen realidad. Está escrito. No es posible que se hagan realidad varias veces.
Y siguen hablando entre libros, revistas, útiles de escritorio y chuches. Se hace tarde. Otro día hablarán de los colores y de las notas musicales. Que cada uno percibe a su manera. Eso dicen. Este año el otoño se comporta como un final de verano largo. Nada parecido a un principio de invierno. Quizá más adelante. Ahora que me acuerdo -y termino- que se me ha ido el santo al cielo. El nieto de Pepe -el del bar- quiere una bicicleta. Le dice Pepe que se la pida a los Reyes Magos. El nieto le ha contestado que acepta la mentira. Como mal menor. Es preferible a la verdad. Y así han quedado. Le dice Fran a Pepe que con esta contestación le tendrá que comprar la bicicleta a su nieto. Salud.