Este blog que no se cansa de editar entradas. Buenas y menos. Pero siempre escritas con el mismo interés. Y con las mismas ganas. De cuando empiezas una cosa por primera vez. El interés por ese libro que te acompaña a todas partes. Que forma parte del equipaje. La afición por el buen gusto literario. Que uno tiene paladar. Hojear un libro y ojear su contenido. Comprar un libro de poesía en la sección de delicatesen de una librería de barrio. Un amigo fiel como el librero de cabecera. El librero amigo que escucha tus inquietudes. Que luego te receta un libro de poesía escrito con pluma cara. O narrativa. Quizá un poco de ensayo de esos de reflexionar. De pensar. La pluma que algunos utilizan para escribir en domingo o fiesta de guardar. Los mismos versos que luego serán dichos susurrando con los mismos labios de besar cariños. Como las lágrimas. Que son las mismas en momentos de alegría o de pena y tristeza. Los poemas memorables que nos pertenecen. Porque los hemos escrito con el alma. Pero dejamos que otros los lean. Pecado, pasión, castigo, agradecimiento. Un poco de todo y algo más.
El libro en papel y luego el otro que no es libro. Conversaciones precisas con contertulios selectos. Subrayar hallazgos íntimos para luego pensarlos. Anotar reflexiones al margen como tradición necesaria. Como gravitación del pensamiento sobre una idea que toma distintas formas. El poeta libre que no entiende de normas y escribe en estado puro. Sin tallar. Sin ataduras ni subvenciones. Sin rima. Reflejar la realidad y la ficción con palabras exactas. Para que sean entendidas por todos. La belleza expresiva del escritor que lleva los genes marcados. La escritura como puro trámite para decir cosas. Nuestras cosas. Sin eufemismos. Sin metáforas. Sin ironía. Ese poeta que recita sus versos en público. Y que luego para para coger aire y te mira. A ti. Te estremeces. El hechizo de la entonación y las pausas. El otro poeta que escribe en servilletas y que vende por la voluntad en la boca del metro. Y mientras el músico le saca una melodía al saxo. Comparten el sombrero para las monedas y se reparten las monedas del sombrero. Que bien suena. Y más si hay monedas.
Moverse por los vientos de las rimas. Versos en calma que se confunden con el mar y lo imitan. Acompañados por el ruido del aire en movimiento. De las ramas secas y de las hojas cuando caen. De las hojas cuando las pisan. Memorias y recuerdos de la barca. Los complicados remos que no te lo ponen fácil. Tempestades vividas. Recuerdos hasta que la memoria se apaga. Porque se apaga. Mirar el bosque frondoso en busca del camino. Y no encontrarlo porque las hojas lo tapan cuando llega el otoño. Ese esfuerzo por imaginar al autor de los textos que nos gustan. Que nos marcan. Que dejan huella. Cerrar el libro con un marcapáginas y una cita evocadora que previamente hemos escrito a lápiz. Que te acabas de inventar. Cerrar los ojos y pensar en lo leído. Esos libros que te llevas en los viajes. Y estos otros que te llevan de viaje. Todos quieren venir. Todos quieren llevarte. Pero no puede ser. Por eso son leídos y releídos con curiosa nostalgia.
El aire que respiras mientras lees. Versos salpicados de espuma porque lees junto al mar. Sentado en la orilla. Las hojas que huelen a tinta y a humo. Porque acabas de quemar la inocencia o la pasión. Luego te calientas con las brasas hasta que sólo quedan cenizas. El viento se las lleva y las esparce. Robar tiempo a escondidas. Al ocio. Para dedicarlo a la poesía. Que no es ocio sino necesidad. Sujetar las hojas cuando el viento del norte las quiere mover. Sujetar las ideas cuando el olvido se las quiere llevar. Vendrá a ser lo mismo. Supongo. Y a todo esto quiero recordar el primer libro que leí y no lo consigo. Quiero recordar el primer beso que di. Ese sí lo recuerdo. El último libro que he leído no era uno sino varios. Esa manía de leer varios libros al mismo tiempo. Saborear la escritura elegante junto a una copa de vino. Las letras y el vino en el paladar. Como el buen café y la buena compañía. Elegir el momento y el lugar que no es cosa menor. Todo lo contrario. Las cualidades de los autores que contrastan entre ellas. Igual que las cualidades de los que leemos. Esa felicidad infantil cuando lees unas letras que acabas de escribir. Escribir la vida que vives y que piensas. Y la que sueñas, pues también.
Textos con carga reflexiva escritos con brillantez. Conseguir el equilibrio entre ensayo y relato. Narrativa y poesía. Textos poéticos que hablan del mar y del bosque o la montaña. De la primavera y del otoño. Del amanecer acompañado y del color del cielo antes del ocaso. Y me fijo en ese lunar que tienes en la cara. Como quien pasea una estrella. Pienso en los encuentros y en las despedidas. Y en los momentos entre ambas cosas. Es nuestra historia íntima,. La que nos pertenece. Momentos de locura que no se pueden contar. Mi agradecimiento al poeta y al músico. Y al payaso que acompañó a Javi. Al escritor y al librero. A los que desayunan conmigo y que ya conocéis. No me olvido de las noches de luna llena. De la luz que entra por la ventana y no me deja dormir. Y qué decir del insomnio que me deja pensar en ti. Incertidumbres que vienen con el viento. Problemas que trae la marea. Sensación de lo bello y lo hermoso. La flor silvestre que nace en un rincón del patio de una cárcel. Vive entre rejas pero es libre. Igual que el viento y el aire y la luz y el silencio y la oscuridad. También viven en cárceles y también son libres.
Si todo lo que escribo ya lo ha vivido tu mente pues lo vuelves a recordar. Si es la primera vez empieza a pensar. Como la barca aficionada y sin experiencia que le teme al mar. Y a las olas y al viento. Le teme a las nubes del horizonte. Pero lo superará cuando sea profesional del navegar. Mientras navega conversará con el mar. Dominará la tempestad y jugará con el oleaje. Hinchará las velas para recoger viento y cortará las olas sin dificultad. Pero mientras es novata y temerosa. Se parece a los adolescentes que se miran por primera vez. Que no saben qué decir de tanto que tienen qué decir. Utilizan la mirada y el aliento. Y el tacto de las yemas de los dedos. El tiempo pasa más rápido de lo normal y nadie sabe porqué. Luego vendrán los diálogos. Largos y certeros. Sin dejar de mirarse. Cada día como si fuera la primera vez. Los labios sustituirán las palabras por los besos. Y vuelta a estremecerse.
Tiene talento el poeta que escribe con elegancia y seriedad. Que sabe mover el viento para que puedas bailar con él. Pulso retuit porque la cultura es de todos. Dice Eugeni que algunas fiestas terminan con resaca. Y con recuerdos. Luego a la mañana te levantas con la obligación de luchar. Y de ganar. Que para esto están los sueños. Las frustraciones se entierran en el jardín para que sirvan de abono para otras experiencias. Las nubes cuando vienen bajas producen reflexiones. Empezó una novela negra. Se fue al lado del mar a escribirla y terminó una novela romántica. Durante años de vida clandestina tuvimos amor del bueno. Me fui a dormir a tu casa y me llevé el pijama. Me dejé los sueños y tuvimos que compartir los tuyos. Nos despertamos con olor a café y a pan tostado. No me olvido de tu aroma. El amanecer huele a otoño tardío. A invierno lejano. A casi verano. Huelo a hojas caídas. Una vez estuve herido y me ingresaron el alma. Me recetaron literatura elegante y poesía con rima. Ahora salgo a pasear para que vea el mar desde el acantilado. Nos sentamos en el recodo hasta que amanece. Cuando se hace de noche aparece la luna. Hoy dormiré con las estrellas. Salud.