jueves, 10 de noviembre de 2022

Vacaciones.

 

Estoy en la playa. Sombrilla, tumbona y libro. El agua del mar en su punto.     

Llega un señor que se llama Paco con dos hamacas debajo del brazo izquierdo y bolsa grande con toallas, comida y juguetes para los niños. Mesita playera debajo del brazo derecho y neverita pesada en la misma mano. Sombrillas en bandolera. Arrastra los pies por la arena y respira profundamente con estertores de antes de morir.

La mujer de Paco que va unos pasos por delante con su abanico le espeta que cambie la cara de asco que pone. La suegra grita que pare un poco que padece del corazón y le va a dar un síncope. Los dos niños revolotean alrededor del padre levantando arena. Paco lleva unos chorretones de sudor que no se puede secar y deja un rastro. Paso pena de verle.

Después de comer tengo siesta. La señora de Paco y su suegra también tienen siesta mientras él hace castillos de arena con los niños bajo el sol de la sobremesa. Las moscas se pegan a su cuerpo empapado de sudor. Le ofrezco una cerveza fría a Paco que se la bebe sin respirar. Quiero volver a la rutina, me dice.