Otra vez de vuelta a la Villa y Corte a la vez que Capital empezamos a andar tranquilamente por el barrio de las letras. De día no demasiado activo pero de noche se convierte en un bullicio intransitable. Tabernas, comedores, terrazas, restaurantes, bares, teatros y lugares de ocio. Todo lleno y con lista de espera escrita. Todos los sitios son buenos por lo que no cabe aconsejar ninguno en particular para no equivocarme. Ve. Pasea y descubrelo tu mismo que cuando el hambre aprieta cualquier sitio o lugar es bueno o mejor y satisface con creces las expectativas. Al fin y al cabo estás en el centro de Madrid.
Una cosa tengo que añadir. Tienes que visitar el mercado de Antón Martín que luce medio al aire libre haciendo esquina con Atocha y el Pasaje de Doré. Justo en esta esquina esta Casa Viñas. "Viñas, el perfumista de Atocha 62". Hay mil letreros que explican las bondades de los perfumes, jabones, cuchillos, tijeras y navajas de Albacete. Todos de acero inoxidable y a los mejores precios. A la tienda se entra por orden facultativa y así lo reza un letrero luminoso. "Millones de clientes en toda España acreditan el valor de los artículos que se venden en Casa Viñas". No quiero malos entendidos y por tanto huyo de engaños. La tienda en cuestión no pertenece a ninguna multinacional ni tiene la envergadura de una gran superficie. Es una tienda pequeñita de las de antes. La mesa de enseñar los productos y de vender los artículos abarca todo lo largo del establecimiento regentado por la hija de quien fundara todo esto. El perfumista Viñas. La dueña pasea sesenta y siete años encima y no los aparenta. Doy fe. Pelo corto y canoso al natural. Cara sin arrugas que es una envidia. De carácter hiperactivo que para tranquilizarse se toma un café y vuelve enseguida. Está acompañada del inútil de su marido y de un dependiente incapaz. No quiero ofender pero estas palabras no han salido de mi boca sino de la suya. Dentro de la tiendecita caben cuatro clientes y digo bien porque no exagero. El resto espera turno en la calle. Hay género en todas partes. En los que debe de haber y en cualquier otro sitio que pueda molestar y molesta. Pero a la dueña, que es voluntariosa, le da igual y te mima.
Todo con moderación no entraña peligro y procura experiencias que gratifican la existencia terrenal. Quedáis aconsejados de lo que hacer y de dónde ir. Cada cual obre a partir de ahora según le plazca. Andar mucho tiempo por estas calles del barrio de las letras llega a cansar y esto lo remediamos haciendo paradas intermitentes para degustar una tapa y una caña -o una clara de limón-. Que hay muchas tapas y muy variadas y todas buenas. Según la época que vayas puedes encontrar colas de gente ociosa y con ganas de venerar. ¿A quién? Hasta una semana esperando al raso para besarle los pies a la imagen del Cristo de Medinacelli. Si buscas remedio para tu alma hay múltiples lugares de culto. Si buscas remedio para tu cuerpo ya te he contado dónde debes de acudir. No por mucho mover los labios se mejora la oración y no por mucho mover la boca se come mejor. La dependencia gastronómica en este tipo de viajes empieza a ser una esclavitud pero se convierte en aventura y es buena y a ella nos hemos encomendado. Desocuparse de la rutina para ocuparse del ocio es recomendación aconsejada porque así está escrito en los libros.
Si las cosas no salen a la primera es cuestión de repetir y en esto estamos hasta que nos salga bien. No queráis saber mas porque aquí lo dejo. Ni una palabra demás. Dios Nuestro Señor nos ha acompañado y bien que otras ocasiones habrá y lo contaré con todo detalle. El estilo saldrá de una u otra manera según el libro de cabecera que tenga a bien llevarme. Se admiten consejos. Esta vez, insisto, han sido las Moradas de Teresa. Pues así queda escrito y troceado en cuatro partes para mejor lectura. Leedlo con atención para fomentar la cultura. Salud.