Primera hora de la mañana. El sol ya está puesto. Principios de verano. ¡Han llegado las rebajas! Nervios. Gente. Mucha gente. Cantidad de gente. No es para menos. Este año vienen que aprietan. Aglomeración de gente. Rebajas importantes desde el primer día. De hasta el cincuenta por cien o más. Hace tiempo que las anuncian. De todas formas la gente ya lo sabe. Los que esperamos sentimos un cosquilleo en el estómago. Este año vienen con novedades. El gobierno ha aprobado algo que venimos reivindicando desde hace años. Los libros están exentos de IVA. ¡Bien! Hay letra pequeña. Como siempre. Pero no está escrita para miopes como yo. Vale. ¿A qué se considera libro y a qué no? ¿Normal o de bolsillo? ¿De bolsillo y/o rústico? Las revistas no entran. Me dicen desde atrás que las especializadas, si. Las de cotilleo no entran. Los libros con poquitas páginas, muchos dibujos y letra muy grande, tampoco. Son para niños que no saben leer. Que los papas les cuenten cuentos por la noche para que se duerman y los abuelos por el día para que estén despiertos. ¡Qué paradoja! ¿Y los dibujos? ¡Ah! Los del gobierno han perdido el juicio. Bienvenida esta locura. Los editores contentos. Los libreros encantados. Los escritores se frotan las manos. Precio de coste sin más. Nada de subvenciones. El libro bueno se venderá y el otro seguramente no. Habrá que afinar fino.
Estamos a punto de entrar y no consigo aplacar mis nervios. Cada cinco minutos que pasan la megafonía anuncia que faltan cinco minutos menos para abrir. ¡Vale ya! Cada vez hay más gente esperando y ya ocupamos la calle. Como si fuéramos indignados pero sin preocuparnos de la policía. Ésta regula el tráfico que es lo que toca. Esto ya es un caos. Lo nunca visto por mí. Es mi estreno. Soy de los primeros porque llegué la noche anterior. Han reforzado la seguridad en las puertas. Dentro puedo observar a los periodistas que cámara en mano nos están esperando para grabar la entrada masiva de compradores compulsivos. Luego saldremos en todos los telediarios. La megafonía anuncia que falta un minuto. Los vendedores están preparados. Los reponedores contratados para la ocasión también. Fuera damos saltos como hacen los mozos en los Sanfermines. No se porqué. ¡Esto es una fiesta! Empujones. Codazos. Es igual. Pienso gastarme unos veinticinco euros que antes suponía un libro. Ahora podré comprar hasta cinco o seis. De repente empezamos a gritar todos al unísono, ¡tres...dos...uno...Ya! Abren las puertas. Los de seguridad se ven estrujados entre la puerta de cristal y la pared. Literalmente desbordados. ¡Apocalíptico!
Hace unos días vine a ver lo que había. Tengo ojeados los libros que voy a comprar. Se dónde están. Si alguien se cae pasaré por encima y si hay que matar...no me pongáis a prueba. Localizo los libros. Cojo los libros. Los pongo en una bolsa para tener las manos libres y desocupadas. Trajinar de un lado a otro. Empujones. Bueno. ¡Joder señora, no hace falta pellizcar! Es una monja. Lo sabía. Son las que mejor lo hacen. Total por una biblia, ¡que no la voy a coger, que soy ateo! Voy a caja a pagar. Ya hay cola. No lo entiendo porque me he dado prisa. Las cuentas no salen. La cajera se ha equivocado. ¡No señor mio, yo no me equivoco! Las novedades editoriales pagan IVA. Sólo van sin impuesto los libros de bolsillo, los editados en rústico y siempre que haya pasado un año desde su primera publicación. Lo sabía. Mecagondena con la letra pequeña escrita para miopes como yo. Otra vez metido en el embrollo. Dejo los libros y voy a por otros. ¡Ánimo Toni que tu puedes con esto y más! Si quiere el libro digital meta el pendrive en la ranura y seleccione después de haber introducido una moneda de dos euros. Un imbécil detrás de mi pregunta al encargado, ¿cómo disfrutaré más leyendo el Quijote, en papel o con el e-book? El vendedor no contesta porque se está haciendo un reset. Ya tengo lo que quiero. Mejor esto que nada. A partir de ahora esperaremos un año y compraremos libros de bolsillo editados en rústico.
Pip, pip. Pip, pip. Pip, pip. Es la alarma del despertador. Son las seis. Hora de levantarme. Me siento en la cama y espero que todas las conexiones nerviosas de mi cuerpo se activen. Hace un día estupendo. Estamos a principios de verano. Hoy empiezan las rebajas. Seguro que se repetirá lo de siempre. Colas de gente que va a comprar cosas que no necesita. La gente no aprenderá. Tengo la impresión de que he soñado algo y no puedo acordarme. Ya lo recordaré. Los sueños son cosa de Freud. Salud.