sábado, 2 de junio de 2012

La portera

Hay un filosofo que, como tal, no hace otra cosa que preguntarse constantemente cosas cotidianas en clave existencialista   y con puntos de vista metafísicos intercalados. Están las cosas para filosofar. O quizás sí. Si filosofas sufres menos la realidad adversa y esto es bueno. Como decía Don Quijote, "filosófico estás, Sancho. Es que paso hambre". No es el caso. Ahora con la crisis lo que importa preguntarse es cómo salir de ella sin morir en el intento y cuándo los que rigen nuestros destinos se pondrán de acuerdo para sacarnos de ella. Se llama voluntad política. Es un bien escaso. El tal filósofo es el marido de la portera de una finca dónde vive un amigo mío que es quien me cuenta estas cosas. Una portera que hace de portera porque tiene vocación de portera. Le va. Habladurías y chismorreos a todas horas con los vecinos. Juntos y por separado y sin pedir cita previa. Es la mejor manera de ver cómo cambian las consideraciones. Algún ratito de limpieza consistente en coger el plumero y cambiar el polvo de sitio. Es decir, quitarlo de dónde se ve y dejarlo unos días en suspensión hasta que vuelve a depositarse sobre algo en cuyo caso repite la faena. Sin molestar a nadie y sin perjudicarse la salud que es importante. Reparto diario de correspondencia y mucha butaca con telebasura enriquecedora. A todo esto y de forma inexplicable la portera está felizmente casada con el filósofo mencionado que no para casi nunca en casa porque da clases en la universidad y que a ratos libres escribe libros que se publican y venden bien con las respuestas a las preguntas trascendentales que se hace y que se las dicta su esposa la portera.
Ha manifestado, recientemente, en una entrevista, que la mayor fuente de inspiración de las cosas que se cuestiona como temas vitales y a los que busca una respuesta, es su mujer. Se inspira en los chismes que su mujer le comenta que los inquilinos le han comentado en los momentos escalera. El verdadero sentir del pueblo reside en la finca y en cada uno de los vecinos que la habitan. Todos aportan su versión a la portera que a su vez los hace llegar a su marido que es el famoso filósofo que da clases en la universidad. Tener una mujer portera con mucho tiempo desocupado y tratando con inquilinos con demasiado tiempo de ocio y unas ganas tremendas de largar por la boca grande y pequeña es fuente inagotable, ha dicho el filósofo. Yo le creo. Si no fuera por las porteras. 
Anda preocupado y entretenido con la presentación de su último libro dónde se cuestiona cosas como, ¿Qué queda de la política? ¿Y de la literatura y la cultura? ¿Puede el pasado ser un referente para afrontar el futuro más incierto en años? ¿Nos podemos fiar del futuro tal cual está el presente? ¿La vida se vive realmente o es simplemente un cúmulo de efectos especiales? Hay más pero tampoco seré yo quién vaya a desvelar en contenido del libro en cuestión. Las respuestas que da son aceptables porque han salido directamente del pueblo que es quién sufre las consecuencias - o sea, de los inquilinos de la escalera donde vive mi amigo-. Consigue un efecto agridulce porque es un buen filósofo que ya lo he dicho antes. A cada respuesta que da genera una duda en el lector de la que sale una nueva pregunta. Pero como el lector no es un filósofo no sabe manejar su entendimiento para llegar a conclusiones positivas. En algunos momentos te entran ganas de cortarte las venas. En otros te da un subidón de positivismo y sueñas con tantos brotes verdes que los pisas sin darte cuenta. Es lo que yo digo. Hazte preguntas raras pero procura respuestas entendibles y que puedan ser asumidas por todos. Si las respuestas generan dudas y más preguntas es porque no te explicas bien y esto no vende, le ha dicho el editor. El filósofo marido de la portera y eminente profesor de universidad que escribe libros ha entendido el mensaje y ahora prepara otro en plan segunda parte para aclarar todo. En clase habla como un filósofo y en los libros habla como un inquilino más que chismorrea como la portera y ve telebasura. Es que los gustos cambian con la edad pero también con el estatus social y la cuenta corriente, con el trabajo que tienes, con el que tenías y con el que siempre has soñado tener y nunca tendrás.
En algunos momentos de la lectura del libro uno tiene la sensación de que el autor filósofo famoso profesor de universidad y marido de una portera que trata con vecinos ociosos y que ve programas basura ha tirado el manuscrito al aire y ha recogido las hojas según iban cayendo y tal cual han quedado se han publicado. Haceros una idea. Es lo más parecido a un jeroglífico. No lo entiende ni Dios. Otros pasajes recogen fielmente lo que se ha dicho en los momentos escalera. El libro simboliza la ciudadanía. Describe el perfil más limitado del ser humano y el más liberal. Es lo que uno puede leer en cualquier momento en el Facebook. Estamos aprendiendo a vivir en crisis y cuando ya no estemos no sabremos qué hacer. Acostumbrarse a una crisis es una mala costumbre a la que no hay que acostumbrarse.
El filósofo que vive en una portería porque está felizmente casado con la portera y que es profesor de universidad y que escribe libros de éxito ha presentado ante editores, libreros y periodistas del ramo su último engendro titulado "La política vista desde una portería". Ha sido brillante como siempre. Ha utilizado un lenguaje llano y con ejemplos entendibles. Al final ha aceptado preguntas en contra de lo que hacen nuestros políticos. Escribe a un nivel que está entre la tierra y el cielo. Queda recomendado para cuando lleguen las navidades. Salud.