miércoles, 14 de marzo de 2012

Palmaditas

Ha salido publicado un libro. Pura narrativa y de la buena. Estructura literaria y sintaxis impecables. A las pocas semanas se ha convertido en número uno de ventas en varios países y traducido en varios idiomas. Es la obra de estreno de un autor entrado en años y que ha dado el paso definitivo de publicar. Aspiración de todos. Primero va el deleite de la escritura y luego la recompensa al esfuerzo en forma de verse respaldado por un público que te compra la obra para leerla.
Todo esto viene a cuento porque el protagonista de la novela es un octogenario que está en la misma residencia que Catalina M.J. de quien ya hice mención en alguna entrada anterior. A este octogenario lo conocen como el "Palmaditas". Es un revolucionario con ideario republicano que tiene, a su edad, un punto de lucidez permanente que explota para disfrute de su jubilación. Tiene familia pero poca. Son años. Palmaditas pasa de talleres de reestructuración o recuperación cognitiva y de adiestramiento en habilidades sociales, manuales, mentales y todas estas mandangas que algunos psicoterapeutas han puesto de moda para conservar un puesto de trabajo fijo aunque esto suponga tontear a los mayores. Como quiera que sea, Palmaditas tiene inquietudes y ningunas ganas de perder el tiempo sino todo lo contrario. Aprovechar cada minuto de su vida se ha convertido en una obsesión. No se siente cómodo y decide escaparse de la residencia de ancianos donde está alojado. Prepara una mochila con los útiles de supervivencia o subsistencia -según se quiera- y una noche salta por la ventana y se va.
Todo un mundo por delante. Todo el tiempo del mundo. El mundo a sus pies. Demasiadas ganas de ser libre y la convicción de que nadie le creará problemas. El cambio radical que le ha dado a su vida le sienta bien.  El octogenario Palmaditas está sentado en una estación de autobuses y observa como un trajeado se aparta de sus pertenencias. Nunca ha delinquido pero la adrenalina le puede. Necesita esa dosis de morbo en su rutinaria vida. En los baños de la estación abre el maletín que acaba de coger al descuido y observa atónito una gran cantidad de dinero que seguramente nunca podrá gastar. Todo seguro que no. Libre y con pasta podría ser el título del libro. Busca un hostal y una habitación con baño. Aseado. Peluquería. Tienda de moda y ropa nueva con la que parecer un pimpollo. Irreconocible. Parece más joven, más guapo, es más rico y es más libre. Se hace amigo de algunos jubilados que pasan el tiempo -o lo matan- sentados en un bar. Hablan, ríen y se cuentan historias de su vida. No le asusta la novedad ni la soledad del momento. Pasará. Vive a tope y ya le falta tiempo. Se mueve y pasea. Compra cosas para él y sus amigos. Asiste a conciertos. Va al teatro y al cine. Lee las novedades editoriales. Compra un lote de libros y los empaqueta para mandarlos a Catalina M.J. junto con un ramo de flores. Lo que sea porque será lo último. Hasta que el cuerpo aguante o el dinero se termine.
Una mañana aparece la policía. Buscan a alguien que gaste mucho. Los jubilados no saben y no contestan. Nadie sospecha de Palmaditas porque es octogenario. El dinero está guardado donde debe. En un calcetín y debajo del colchón del hostal donde se hospeda. A los bancos ni se entra. Cada día una locura. Cada locura un subidón de vitalidad. Cada subidón un motivo para seguir viviendo en libertad. Esta no es la jubilación que se había imaginado pero no le hace ascos a lo que le ha tocado. Una llamada de teléfono y habla con Catalina M.J. Se citan en una cafetería céntrica. Se alegran de volver a verse y a sus ochenta y tantos años deciden planificar su futuro libres de las ataduras que el sistema ha planificado para los mayores. Qué cosas. La mejor historia de amor está por escribir. Salud.