miércoles, 15 de julio de 2015

Pensamiento

Yo no debería de estar aquí ahora. O si. 
La verdad es que en otoño y con este fresquito no podría dar una respuesta seria. Podría ser que fuera una circunstancia adecuada, o errónea. Un nacer antes de tiempo o fuera de plazo. Pero resulta innegable que estoy. 
Este es un pensamiento que me ha venido a la mente mientras el peluquero me corta el pelo. A tijera, por favor. Este pensamiento no es poético, pero es filosófico. La filosofía, como muchas cosas de la vida, se presentan sin avisar. También podría ser que la peluquería estuviera ligada con la filosofía. Por aquello que te masajean la cabeza. Y las ideas que hay dentro.
Tengo tiempo para pensar. El peluquero Joan es de pocas palabras. Yo, en esto, estoy a la altura. Incluso puede ser que le supere. El profesor Saoner nunca nos habló del dualismo peluquería-filosofía.
A lo mejor estoy fingiendo y no deberías tomar en serio lo que pienso y escribo. Una especie de broma. Se me acaba de ocurrir que quizá quiera asumir la responsabilidad de un liderazgo y lo quiera compartir. La vida, he dicho antes, no te consulta sus cosas. Ocurre. Puedes ponerte a favor o en contra. Yo voy a lo fácil que no quiero problemas. Siempre a favor.
Igual es el destino que ha decidido que esté aquí y ahora. No creo. El comienzo de algo grande o el final de una tontería con categoría de sueño. He oído decir que el universo es grande. Y nosotros pequeñísimos comparados con el universo. Y yo dejándome que Joan me corte el pelo. Es que ahora mismo no tengo otra cosa más importante qué hacer. La verdad.
Tengo asumido que yo soy yo y que estoy aquí. Ahora me hace falta saber para qué. No sé si dejarlo para otro día. Pero me preocupa estar para otras cosas de las que realmente hago. A eso se le llamaría perder el tiempo, pues. Por si acaso aprovecha las ocasiones por si no se repiten.
Mientras, Joan termina. Yo sumergido en esa especie de luz crepuscular que el sol deja cuando ya se ha puesto. Que ensilueta el horizonte del mar y el acantilado. Una filosofía básica y simplona. Porque el día ya está herido de muerte. La belleza del momento dura hasta que la oscuridad se interpone.
El peluquero Joan me dice, ¿Cómo lo ves? La pregunta de siempre. Yo creo que es un pasaje literario que le gustó y que me repite siempre. Significa que ha terminado. Como un día la adolescencia. Que cuando se termina también se acaba lolailear. Como dicen los jóvenes, hay que levantarse, pagar y abrirse.
Ha llegado el momento de tomar un café y pensar en si lo que pasa es real o una alucinación que se repite. Si vengo cuando salgo de las trincheras me quedo dormido. El sueño también aparece sin avisar.
Que ya dijo el poeta o el filósofo que la vejez no sólo es cuando te salen pecas en el dorso de la mano. También cuando observas unos claros en la cabeza después que el peluquero termina su trabajo. Me voy a seguir viviendo. Aquí o dónde sea. Sea yo u otra persona. Sea real o no.
¡Ah, se me olvidaba! Le pide un adolescente a Joan que a qué edad empieza uno a afeitarse. Eso si que es filosofía de doctorarse. Salud.  

sábado, 11 de julio de 2015

Estudios

Uno de los jubilados sacó el tema y lo comentó. Yo escuchaba atentamente y me hizo pensar. De buena mañana y fresquito. El café con leche descafeinado y la sacarina de cada día. Y tuve que ensayar una sonrisa como la que intuyo en vuestra cara.
Decía el anciano Andreu, que de niño, cuando iba a la escuela, tenía un maestro. Nada nuevo porque los allí concentrados eran, más o menos de su misma edad y teníamos el mismo. Lo repitió para darle importancia. Tenía un maestro para todo. Todos los días el mismo y durante todos los años que fue a la escuela. Todos sus estudios los hizo con el mismo libro y un cuaderno cada año. Así sin más.
Mi biografía, en este punto, es casi parecida. Por eso me hizo pensar. En primaria tuve dos monjas de maestras. Sor Juana y Sor Catalina. Que ya he hablado de ellas en otras ocasiones. Las mismas monjas para toda la primaria. Un solo libro para toda la primaria y que luego heredó mi hermano. A todo esto un cuaderno por curso. Lápices y goma de borrar según demanda.
Sobre los nueve años se hacía una especie de curso puente que llamaban "ingreso". Luego de esto venía el bachillerato que duraba hasta los diecisiete años. El PREU que se reconvirtió en COU. Durante el ingreso sólo teníamos un libro que englobaba todas las materias. Un maestro y un cuaderno.
La empatía entre maestro y alumno era singular. Algo más que el señor que realiza la enseñanza exclusivamente académica. Algunas veces tenías dudas importantes sobre la vida. Los padres de todos nos recomendaban este clásico de, "pregúntaselo al maestro". Él sabrá.
Un estudio basado en la comprensión de la vida por parte del alumno. En la capacidad de explicar y darse a entender del maestro. En los ejemplos de andar por casa y que experimentábamos a diario. Preguntas de pensar y respuestas razonadas. Era un estudiar simple. Sin complicaciones. Adecuado y elegante. Válido para después de los estudios. Ameno e interesante. Sobre los valores personales. El esfuerzo colectivo. Ser voluntarios para todo.
Con el bachillerato dejé de tener un libro y pasé a tener uno para cada asignatura. Todo un derroche difícil de entender al principio. Un cuaderno para cada asignatura. Y lo más importante, dejé de tener un maestro y pasé a tener un profesor por cada asignatura. En casa tuvimos que anotar en una hoja todo este batiburrillo. Días, horas, aula, asignatura y profesor. Incluso tuvieron que comprarme una maleta escolar de cuero.
Pero no aprendí más ni mejor. Simplemente aprendí distinto. Disciplina y respeto mutuo. Alguna colleja de dar ánimos o de rectificar actitudes. Pero lo realmente pedagógico y que fue lo que provocó sonrisas al principio de la tertulia fue el cuaderno de pensar. Yo guardo uno de ellos y en la primera página está escrito cien veces "tengo que estudiar más". Si el emérito hubiera tenido un cuaderno de estos y hubiera anotado mil veces "No lo volveré a hacer", las cosas, quizá hubieran sido de otra forma. Salud.
  

miércoles, 8 de julio de 2015

El asunto

Volviendo al asunto que nos ocupa... Esa es la frase que digo mil veces cuando contertulio con varias personas al mismo tiempo. Es lo que tiene. Empiezas un tema de conversación y salen varios asuntos de conveniencia que tienes que tratar aunque sea por educación. Cuando ya estamos por las ramas de los asuntos toca bajar y reconducir. Volviendo al asunto que nos ocupa...
Echo de menos las discusiones. La edad adulta está domesticada y le damos la razón a cualquiera aunque no la tenga. Por no discutir. Un peligro primitivo que acumulas con los años. Por eso practico el razonamiento en privado o con gente a la altura. Razonar aunque al final te des cuenta de que no llevas razón.

De joven luchas y tiras piedras. Gritas para ser oído. De adulto te juegas el alma porque la tienes asegurada. Me da miedo volverme más mayor. A ver si terminaré pisando iglesias y escorado a la derecha.
Hoy el tema era concreto y estaba bien encaminado. Si aquí decimos que tenemos una ola de frío polar o un calor africano en el polo o en África deben decirles que tienen una ola de tiempo típicamente español. Y de repente uno le ha querido dar una pincelada abstracta. El asunto se ha ido al garete.
Porque el de las pinceladas abstractas tiene una lengua bífida y una capacidad de razonamiento escaso. Además no sabe pintar. ¿A qué venía esta intromisión en el asunto? El asunto, que se suponía de gran calado, se ha disuelto en ocurrencias y tonteces de primaria. Se ha desinflado. O mejor aún, se ha derretido. Le hemos dado la razón y nos hemos quedado sin asunto.
Eugeni, que estaba sentado al lado del poeta, ha intentado salvar la tertulia y ha querido hablar de la soledad del mar. Esos inmensos océanos intransitados donde el tiempo parece que no pasa. Todo lo contrario de ese mar de costa y playa que se llena de barcas y bañistas. Hemos terminando hablando de tomateras. Como siempre.
El mes de Julio viene con un "Caloret" sofocante, de bochorno inhumano. Asfixiante. Esas temperaturas que no te permiten pensar ni a primera hora de la mañana. Por eso hemos decidido hacer como en la tele. Repondremos asuntos ya tratados. Con otro enfoque, si cabe. Conocemos el guión y lo readaptamos. A ver.
El poeta ha dicho que la vida es obvia. Cortamos y pegamos los días. Los caminos a seguir también son obvios. Es cuestión de no equivocarse de vida ni de camino. Es la dosis filosófica de buena mañana. Que también es un asunto. Salud.   


miércoles, 1 de julio de 2015

El olivo / L'olivera

El olivo de siglos que aguanta las tormentas. Que se mueve tranquilo cuando escucha la voz del viento. Vive en la pendiente desde los tiempos inmemoriales. Retuerce su tronco áspero en su lucha por sobrevivir en la vida.
Un pintor se acerca y monta un caballete. Coloca el lienzo. Prepara los lápices y los pinceles. Mira el olivo una y otra vez y lo imita con sus pinturas. Desde la tierra hasta las ramas de más arriba.
Luego llega el poeta y se sienta enfrente. Prepara su pluma y su papel. Una mirada cómplice en un silencio que acompaña.
Después de pensar un rato se pone a escribir. Es importante que el olivo rime con el paisaje. Pero le cuesta escribir los años de un tronco hueco y retorcido.
Así el olivo, este día de verano, quedó pintado y escrito. Como tantas veces en su vida.
Pero ni el pintor ni el poeta supieron reflejar el aire que le envuelve. Ni el aroma que desprende. Ni la sabiduría que trasmite. Ni tampoco el sosiego de su ancianidad.
Sólo unas pinceladas y unas líneas de quietud en la pendiente que llega hasta el mar. Salud.  
 
 
L'olivera de segles que aguanta les tempestes. A les possessions de la costa Nort. Amb cases grans, olivars i tafona. Que es mou tranquil-la quan escolta la veu del vent.
Viu en una pendent des dels temps immemorials. Retorça el seu tronc aspre en una lluita per sobreviure a la vida. Oli i olives.
Un pintor s'acosta i munta un cavallet. Col·loca el llenç. Prepara els llapis i els pinzells. Mira l'olivera una vegada i un altre i l'imita amb les seves pintures. Des de la terra fins a les branques de més amunt.
En acabar les feines una rentada de mans i una mica a la cara per llevar la suó.
Després arriba el poeta i s'asseu davant. Prepara la seva ploma i el seu paper. Una mirada captivadora en un silenci que acompanya. Després de pensar una estona es posa a escriure.
És important que l'olivera rimi amb el paisatge. Però li costa escriure els anys d'un tronc buit i retorçat. Així l'olivera, aquest dia d'estiu, va quedar pintada i escrita. Com tantes vegades en la seva vida.
Però ni el pintor ni el poeta van saber reflectir l'aire que l'envolta. Ni l'aroma que desprèn. Ni la saviesa que transmet. Ni tampoc el sossec de la seva ancianitat.
Només unes pinzellades i unes línies de quietud en la pendent que arriba fins al mar. A aquestes hores del capvespre i molt aprop d'un dels miradors de l'Arxiduc. Gairebé sol post. Salut.

domingo, 21 de junio de 2015

Oratorio

Desde el pueblo costero donde Pepe tiene el bar y yo la casita con un porche hay  un camino tortuoso de montaña. Subes por él y justo antes de llegar al acantilado cruzas un pequeño bosque de árboles viejos. Diríamos que son mayores pues ello implica intelectualidad y experiencia. Su sombra anciana es distinta. Se disfruta más. No es difícil encontrar ese tipo de árboles en la Isla. Encinas y olivos. Higueras que crecen en los torrentes de la Sierra.
Los pinos son otra cosa. Altos y perfumados y rodeados de arbustos. Quedan muchos tirados desde la última tormenta de viento de hace unos años. La grandeza de la muerte que los pudre para abonar a los otros. A la intemperie. A la vista de todos. Al paso de los senderistas.
El oratorio de Ramón Llull que se encuentra mirando el mar entre s'Estaca y Miramar sigue roto por un rayo de la misma tormenta. La dejadez de los que gestionan estas cosas enfurece al pueblo y a los que acudimos a menudo. Porque el mediterráneo está a los pies y todo en su conjunto evoca nostalgia.
El bosque es antiguo. Pero de entre sus árboles crecen otros en busca de luz y vistas. Esto que escribo es cultura. La fiesta de la naturaleza con todo su brillo y su aroma de sabiduría. Los escritores que son escritores andan esos caminos para escribirlos. Los pintores que se precian acuden con sus paletas y pinceles para inmortalizar.
Las piedras se están quietas mientras cuentan su experiencia. El mediterráneo se recoge en sus calitas de color azul turquesa y transparencias. La cultura milenaria te presta aire para respirar y te relaja. Cultura atrevida de vida y muerte. De días de viento y días de calma. En este lado de la Isla el sol sólo viene a esconderse detrás del horizonte. Porque es norte y oeste.
Los días que se alargan y las noches que se acortan. Y viceversa, que también ocurre. Simplemente se vive distinto. Cuando me asomo al acantilado el viento me golpea la cara. Me obliga a cerrar un poco los ojos y de ellos sale una lágrima. Será la emoción.
Por eso quise ser poeta y vivir una locura de pasión con el mar. En una barca. Navegar de la orilla al horizonte y regresar antes del anochecer. Según le venga al viento y a la marea. Y escribir versos cuando el mar está en calma. Pero no me sale la rima.
Tengo un amigo del que dicen que es poeta porque es poeta. De los de terraza de bar y parques tranquilos de ciudad aromatizados de Tilos y Eucaliptos. Que valora la palabra escrita sin razonar. Tal cual sale. Conoce a los clásicos y vive los minutos como si fueran días. Que ahuyenta los miedos con sus lecturas y sus estrofas.
A venido a la Isla para quedarse. Prefiere el sol de diciembre al de agosto. Disfruta mucho de una buena lluvia sentado en el porche de casa. Mira el agua cuando está sentado en la tumbona. Y respira hondo. Mi amigo el poeta confunde la realidad mientras argumenta la vida. Porque sabe rimar. Salud. 
 

miércoles, 17 de junio de 2015

Sant Llorenç

Primavera fugitiva rural i marinera
que neix, floreix i se'n va.
Consciència de temps savi i impacient
que fuig amb els seus vents
i les seves tempestes de llum i de renou.

Un dia d'aquests arribarà el sol d'estiu
i olvidarem els somnis de nits de primavera
amb el vi melancòlic
d'una primavera fermentada.

Sercarem camins de muntanya
de pedres, mala herba i ombratjes,
i l'endemà trepitjarem l'arena fina
banyada d'onades lliures
al final d'un mar immens.

Quan les campanes de l'alba
toquin a estiu a sol intens i airet fresc
escoltarem cançons a la meva manera
baix un cel ploramiques
de llàgrimes de Sant Llorenç.

Cançons per a l'ànima
lletres per a la ment
aire de mar per a la vida.
Un dia d'aquests quan arribi l'estiu .


@antoninegre

San Lorenzo

Primavera fugitiva rural y marinera
que nace, florece y se va.
Conciencia de tiempo sabio e impaciente
que se pierde con sus vientos
y sus tormentas de luces y ruido.

Un día de esos llegará el sol de verano
y enterraremos los sueños de primavera
con el vino melancólico
de una primavera fermentada.

Buscaremos caminos de montaña
de piedras y maleza y sombras de arboleda
y al día siguiente pisaremos arena fina
mojada de olas libres al final de un mar inmenso.

Cuando las campanas del alba
toquen a verano, a sol intenso y brisa fresca
escucharemos canciones a mi manera
bajo un cielo llorón de lágrimas de San Lorenzo.

Canciones para el alma
letras para la mente
aire de mar para la vida.
Un día de esos cuando llegue el verano.

Nos quedaremos en las terrazas
hasta las tantas.
Hablando de nuestras cosas
y de las de los demás.

Veremos el sol cómo se pone
bailaremos las verbenas
el mar susurrará habaneras
Hasta que llore San Lorenzo.

@antoninegre

jueves, 11 de junio de 2015

Gijón

Dije que escribiría sobre esa tertulia que nunca tuvimos la oportunidad de mantener Umbral y yo. Fue a mediados de primavera. Un mes de Mayo de un año del señor. Habíamos quedado a una hora temprana. Casi mediodía, para entendernos. Umbral era un ser nocturno, básicamente. De los que trasnochan en casa o fuera de ella.
Escribía a la luz de un flexo o tomando algo cerca de una luz de neón. Luego aparecía el sueño, o no. Y madrugaba sobre las once de la mañana. Pues entre que te arreglas y esas cosas de la rutina de la vida apareció por el café Gijón a desayunar a la hora del ángelus.
Tengo que escribir todos los días. No podría no escribir. Soy como un reloj que lleva el tiempo dentro y debe estar funcionando constantemente. Resulta angustioso un reloj parado con todo ese tiempo dentro. Yo llevo la prosa dentro y la escribo cuando mejor me convenga.
Así es. Nos hemos sentado en una de las mesas de casi al fondo. No quiere estar al lado de la ventana porque se distrae. No ha venido a mirar. Está para su café con leche y hablar de lo suyo. Después habrá paseo y fijarse en la vida misma y la vida que hay a su alrededor. Las personas y las cosas. Que todo en su conjunto genera prosa y comentarios.
Pone un azucarillo con delicadeza en el café y empieza a mover. Tranquilo. A conciencia. De la taza sale un hilillo de humo. Es el aroma que sube para que podamos olerlo. Saca la cucharilla de la taza, la sorbe y vuelve a introducirla para seguir moviendo. Mientras habla y escucha.
La prensa hay que ojearla y leer algún artículo de opinión. Siempre presumía de ser uno de los mejores y prolíficos columnistas. Le interesa la información más cercana porque recoge lo último. Su curiosidad periodística es innata. Pero mantiene distancias porque a veces se magnifica y otras no se llega. Tiene la columna de la última hoja. La gente puede leerle sin necesidad de abrir.
Desplegar un periódico es como desplegar una vela marina. En las páginas está la pluralidad de la vida. Los titulares, sus fotos y todo eso que se acumula en los faldones. El día que me despierte sin ganas de leer el periódico es que me habré despertado muerto. El olor, el tacto del papel, el tipo de letra. De eso se trata.
Yo sí que he madrugado y ya es hora de almorzar. Mientras él termina su desayuno. Su caótica vida con sus caóticos horarios me tienen confundido. Es su vida y la vive a su manera y con sus formas. El camarero le trae un vaso de agua fría. La bebe a sorbos cada vez que necesita humedecer la boca. Que se seca de tanto hablar.
De repente para. Me mira. Medio tose una carraspea. Activa su voz de cuerdas vocales desafinadas y boca llena y dice. Hace unos días tuve la ocasión de leer un párrafo de uno de mis libros en la pared del retrete de un bar. Al principio me molestó. Luego pensé que la cultura no tiene fronteras. Ni lugares, ni espacios, ni tiempos. Alguien se había molestado en escribirlo. Un mecenas anónimo.
La cultura, entre el pueblo, a veces, se expande así.
Nunca he visto párrafos de la biblia, ni cosas de Quevedo, ni trozos de la Regenta. Ni siquiera de Homero. Tampoco de Ansón el de la Real Academia. Había llegado con abrigo y bufanda. Ahora estaba con camisa y americana y pañuelo al cuello. Es una primavera ausente. Disfrazada de invierno cruel y despiadado. Ese frio me obliga a carraspear.
Disfruta lo mismo de la calidez de las multitudes que la frialdad de la noche vacía. Madrid los domingos es para los domingueros. Un Madrid vacío y complicado de encontrar. A la ciudad hay que conquistarla. Su clima y sus espacios. Sus calles y sus bares. Es la única forma de construir literatura real. Que la ficticia la puede escribir uno en el claustro de un convento. Salvo que te llames Forcades o Caram.
Pues así sin más. Sin rodeos ni tapujos. Que Umbral es así. O hubiera podido ser así si alguna vez hubiésemos mantenido una tertulia en el Café Gijón. Qué no daría yo. Parte de lo que aquí se ha escrito es suyo aunque no vaya entrecomillado. Que luego no se diga. Salud.



martes, 2 de junio de 2015

Realidades

El poeta, esta mañana, ha tenido una buena ocurrencia. Ha dicho que "el tiempo me está matando". No le falta razón. Mientras vive y sueña. Pasea por el bosque y mira el mar. "Que me siga matando, pero poco a poco". Que le de tiempo a vivir tranquilo. El poeta es así. Qué os voy a contar que ya no sepáis.
Dije en otra ocasión que había momentos innecesarios en la vida de cada uno. Y momentos insuficientes. Ambos generan sufrimiento. Por estar o no estar. También están los momentos imprescindibles. Los de disfrutar del exterior de uno. Lo que rodea. Hasta ir con la carne de gallina o los pelos de punta.
La soledad de un poco antes de amanecer. La quietud de un poco después de ponerse el sol. Cuando las ideas no te dejan tranquilo y lo escribes o se te olvida. Realidades que superan los sentidos de andar por casa. Los de a diario. Pues a esos me refería.
La certeza del error y la rapidez en enmendarlo. Porque la edad adulta es así. Pequeños placeres entre grandes achaques. O era al revés. Grandes placeres entre pequeños achaques. Suena mejor. Debería ser así. Seguramente es así aunque siempre hay quejicas. Y cada día resulta más profundo que el anterior. Como una sensación adolescente que no te deja dormir de noche.
Ajustar lo que escribo a la realidad. Vivencias y pensamientos. Batallas ganadas y batallas que te enseñan. Aunque sólo sea a pensar. Es la cursilería puntual que llega todos los años por estas fechas. Finales de primavera y periodo vacacional. Cuando los sueños se dejan tocar y acariciar. Aunque sea de día y en plena siesta.
Con las primeras luces del día puedo observar el camino que hay que seguir. Espero al poeta y empezamos a andarlo. Nos refugiamos junto al mar que es el que mejor nos comprende. Porque entiende de poesía. Y de otras cosas.
El cementerio de Deià tiene encanto. El poeta razona contra la muerte. Porque busca la vida. Pero son las flores las que hacen la tumba bonita. Dentro no hay nada. Ni conciencia ni sufrimiento.  En los sueños no hay miedo. En las pesadillas si. Los sueños están hechos de esperanza. Las pesadillas son malos momentos que regresan por la noche.
Pero el sol se pone y llega la calma. Llega el descanso y la lectura. Llega la copa y las palabras sabias que han esperado todo el día. Así nos hemos metido en Junio. Con temperaturas de casi verano y recogiendo brisa marina en el porche. Salud.

lunes, 18 de mayo de 2015

El asunto

Me he levantado cuando se ha hecho de día. Tengo cosas que hacer y me han dicho que me tiene que sobrar tiempo. Esto es novedoso. Vivir la vida tal cual y que me sobre tiempo. Si esto ocurriera, ahora mismo, no sabría que hacer con el tiempo de sobra. A ver si no.
Que me sobre tiempo tiene que ser una metáfora y no sé de qué. Y mira que llevo un rato pensando. El trigo la cebada y otros cereales se han hecho mayores y hay que segarlos. Como resulta que ha hecho más calor de lo normal han madurado antes. Van a segarlos antes de lo previsto. Les ha sobrado tiempo, pues. Igual empiezo a entender y no me doy cuenta.
Las aves migratorias que recalan en la Isla han llegado antes debido al buen tiempo. Han hecho sus nidos y se han apareado. Los huevos han eclosionado antes de lo habitual. Pues también les sobrará tiempo. Podría observar lo que hacen e imitarles. Es que le doy vueltas al asunto sin saber qué hacer si es que me llega a sobrar tiempo.
Supongamos que realmente me sobra tiempo. Hoy y otros días que haga las cosas rápido. Podría prorrogar eso de hacerme mayor. Pero me dicen que la muerte va por libre. He comprobado que, incluso sobrándome tiempo, el sol se ha puesto a su hora. Y al día le he contabilizado veinticuatro horas. Dónde estará el tiempo sobrante, me pregunto. Me impresiona que a estas alturas de mi vida esté pensando en estas cosas que ni siquiera me producen felicidad y no sirven para currículum.
El poeta me ha contado que no se puede vivir más rápido de lo normal. Pero me han pedido que me sobre tiempo. Esto es un lio. Y me confunde. Si me acomodo en la tumbona de pereza que tengo en el porche a lo mejor resulta que pierdo el tiempo. O lo aprovecho para pensar y descansar. Y va un vecino y me dice que se nota que tengo mucho tiempo porque estoy en la tumbona. Estas cosas me alteran y me crean desasosiego. Menos mal del viento. Pero no entiendo el susurro de las olas.
Acabo de llegar de un viaje y estoy impregnado del espíritu de los hombres perfectos y herejes. Me he sentido identificado en muchas cosas. Utilizo mi mente para transportar las ideas de un lugar a otro. Y pensarlas cuando tenga tiempo. Mi vida es mía y la comparto con quien me da la gana. Que de eso soy libre y no tengo conciencia de ir sobrado de tiempo.
He preguntado a algunos de mis compatriotas humanos cómo llevan lo del tiempo. He recopilado respuestas de todo tipo. Sólo del grupo de jubilados he recogido que "ya no me queda tiempo" y "tengo todo el tiempo del mundo". Son raros estos bípedos con bastón y años acumulados. Y a pesar de todo les tengo un especial cariño. Desayuno con ellos y hago tertulia para absorber sabiduría.
Con los jóvenes me ha pasado casi lo mismo. "Tengo toda una vida por delante" y "si tuviera más tiempo haría muchas más cosas que ahora no puedo hacer por falta de tiempo". Ya casi me resulta evidente, a la vista de los resultados, que el raro soy yo. Que tengo el tiempo justo para todo y no voy sobrado de nada. Y por si no bastara resulta que no sé cuanto tiempo me queda. ¿Cómo me va a sobrar?
He decidido que sólo quiero lo
que me toque. Que no me falte pero que tampoco me sobre. Un tiempo para cada cosa. Quién me mandaría interesarme por la filosofía. Recuerdo haber empezado diciendo que me he levantado cuando se ha hecho de día. Pues ahora termino diciendo que se ha hecho de noche. El sol ya se ha puesto y he decidido acostarme. Y todo esto ha ocurrido en un día con el tiempo justo para todo. Ya veré lo que hago con el calor. Salud.

viernes, 1 de mayo de 2015

Reverso

Dice Caballero Bonald en un escrito que ha visto el reverso del aire. Que detrás del aire hay más aire. Seguramente lo ha dicho porque se ha fijado. Conviene fijarse en los días y en su reverso. Luego se habla y se escribe. Porque después de lo dicho y escrito habrá consecuencias. Tendría que ser así. 
El otro día amaneció. Me levanté y salí de casa para ir a otra casa. Era una hora temprana por lo que el día era reciente. Casi ni de día, casi ni de noche. La otra casa es esta que está situada en un pueblecito costero y pintoresco y de la que ya he hablado en otras ocasiones. Le tenía ganas y el tiempo acompañaba. Unas temperaturas vacilantes de primavera y nubes y claros de temporada.
Lo encontré casi todo igual como debe ser en estos casos. En el apartado de mobiliario urbano y otros adornos había novedades. Como cada cuatro años. Que el alcalde parece que quiere repetir y ha renovado cosas. He abierto la puerta y las ventanas. El aire ha entrado por las ventanas y ha salido por la puerta. Los aposentos, pues, se han ventilado. Es lo que hace el aire cuando le das margen. Esa noche hubo temporal y un mar picado. Dormí con la ventana abierta para no sentirme solo. Y me identifiqué con la libertad del viento.
He sacado la tumbona al porche y me he sentado. He cerrado los ojos. He notado la brisa en la cara. He escuchado con atención el susurro de las olas y el silencio que hay entre ellas. He oído sonidos lejanos de otras casas, otras cosas y otros sitios. Han pasado gaviotas hacia sus nidos en los acantilados del fondo. Me he fijado que detrás de las casas hay más casas. Detrás de las cosas hay más cosas. Pero detrás del pueblo está el bosque y el reverso es el mar.
Me he alegrado sobremanera ver a mis vecinos de siempre y de casi siempre.  Entre una ola y otra ola aguardaba el silencio. Igual que entre una palabra y la otra. Después de lo que se diga queda el silencio de pensar que tiene su importancia. O una pausa para escuchar. Pero el reverso de una ola es la misma ola.
El mar tiene un bonito color. El más adecuado de todos los posibles y que puede cambiar muchas veces en un mismo día. Por eso siempre me sorprende. También por su aroma, por su calma, incluso por su brusquedad. 
El día ha sido rápido y el tiempo se ha hecho insuficiente. El café con leche de la mañana con tertulia incluida se ha alargado hasta el  mediodía. El momento café con brandy del almuerzo se ha alargado hasta la siesta. La siesta ha durado hasta el atardecer. Me pregunto cual será el reverso del horizonte o qué hay detrás del infinito. Pero ahora mismo no estoy para pensar la respuesta. No estoy para pensar lo que hay detrás de esto. Y el reverso de esto otro.
El bosque y el mar son como la prosa y la poesía. Se complementan en las cosas que tiene la naturaleza y la vida. Que después del tiempo hay más tiempo, seguramente. Después de los días viene la muerte. Lo han dicho los obispos en su hoja dominical. Y además tendremos que afrontar un juicio final. Pues habrá que espabilar mientras dejamos pasar el tiempo. Lo sabe bien el poeta que continuamente coquetea con la historia.
Después de la memoria vienen los recuerdos. Aunque el reverso de la memoria es el olvido. Dicho esto me he planteado vivir de forma  espontánea y de forma muy seria. La rutina suple la planificación. Pero sólo me iré cuando sea noche cerrada. El reverso del día es la noche. Me marcharé cuando haya visto ponerse el sol. Detrás de la puesta de sol viene la oscuridad y los ladridos de perros anónimos. Quiero asegurarme de que las cosas siguen como siempre. La improvisación genera inseguridad.
Amaina el viento y el día, y el atardecer me seduce. Detrás de mi está la sombra que me sigue y las huellas que se quedan. El reverso de la lectura es la reflexión y muchas cosas más. Una página colinda con otra y ésta tiene un reverso lleno de palabras por descifrar. Salud.



martes, 21 de abril de 2015

La ventana

Una mañana de estas. Creo que fue la penúltima antes de dejar de recordarlas. Me interesé por la poesía nada más salir el sol. Salí de casa tan rápido como una tortuga por senderos de tranquilidad. Esos que van del bosque a la playa. Mañana intensa como una llovizna de sirimiri. Recuerdo que amaneció prosa y calma. Por eso me interesé por la poesía.
Miré la vida por el ojo de una cerradura y no lo vi claro. No es la forma más adecuada de mirar las cosas de la vida. Luego, pues, abrí la ventana de par en par y extendí los brazos y respiré profundamente. Fue otra cosa. Y es que la vida es como un ensayo. Un libro de autor. Con trazos poéticos, párrafos de suspense, fantasía, puntos y aparte y hojas todavía sin escribir.
Narrativa simbólica con mucha plasticidad de luz y color. Acontecimientos históricos, ficción de subconsciente y leyendas de crear intriga. Las cosas de siempre. He empezado el día con compromiso. Con ganas ilusionadas de adolescente. Sorteando tonterías. Me he parado a beber agua y el corazón se ha desacelerado. Dice el poeta que la vida es una carrera de fondo con obstáculos. Y que algunos no los podrás saltar nunca.
La vida necesita sensatez para poder mirar por la ventana y entenderla. Hay que controlar más las adherencias sentimentales. Los apegos y los sueños. La rutina y las costumbres. Y la magia del camino embrujado por el mar. Las tormentas domesticadas para que los días sean adecuados. Puedo hablar con el mar y con el viento porque no me son desconocidos.
La lluvia de barro que ha caído durante la noche lo ha ensuciado todo y ha dejado el camino resbaladizo. Piso con cuidado para no perder el equilibrio. Casi todas las olas que llegan son las mismas que otros días. Algunas son nuevas y delicadas. No me supone un problema estar solo cuando tengo la cabeza llena de cosas en qué pensar. Igual que tampoco me supone un problema vivir rodeado de mar. Aunque no siempre lleve olas.  
He abierto un libro con un comienzo clásico. De esos de "Erase una vez un bosque tan grande que llegaba hasta el mar..." La verdad es que erase una vez un mar tan grande que llegaba hasta el horizonte. Y mira que éste está lejos. La cotidianidad te hace ser más ágil cuando estás en la edad adulta. El poeta, como siempre, observa lo cercano, le pone rima y lo escribe. A veces lo escribe sin rima.
Decía que llevo varias cornadas en el cuerpo. Gracias a ellas he descubierto los burladeros. Que la vida también tiene. Y cuando hay tormenta procuro no estar en el agua ni dentro del bosque. Que los rayos sólo quieren agradar y no entienden de destrozos. Ahora mismo lo que me llama la atención es la actitud de las olas. El sol seca la tierra y se vuelve polvorienta. Hace tiempo que no llueve y la tierra tiene sed. Todos tenemos sed pero no siempre tenemos agua fresca para beber.
Algunos días pasan como el sueño inocente de un niño. A medida que crece los sueños son más responsables y más comprometidos. Desde hace un tiempo hay un mirlo sobre una rama de laurel que le canta al amanecer. Antes de que salga el sol. Libré una batalla conmigo mismo. El ganador y el perdedor fueron el mismo. Mi parte ganadora estaba satisfecha y la perdedora también por lo que había aprendido. Y yo tan contento. Salud.


martes, 14 de abril de 2015

Brisa

Acantilados
que emergen del agua
danza de olas
remolinos de espuma
brisa orgullosa
horizonte de nubes
cielos ocultos
desaparecido infinito.
 
Instantes
barca varada
remos dormidos
senderos de agua
duelo de tormentas
vientos a la deriva
que agitan sus alas
moviendo la marea.
 
Pensamiento
siempre vivo
siempre libre
de día de sol
de día de lluvia
de noche de luna.
 
Oscuridad
cuando los sueños
sobrevuelan la vida. 

jueves, 9 de abril de 2015

Vértigo

Vertiginoso paso de los días. La libertad de las olas cuando llegan a la orilla y se esparcen por la arena. Para recogerse entre espumas mar adentro. Otra vez. El mar, desde la cima de la montaña, parece más grande. Y más sereno. Prisionero de playas, acantilados y continentes. La arena huele a sal y a cuerpo desnudo. A puesta de sol. Horizonte rojizo que el sol enciende al atardecer.
Y la poesía de Machado sabe de otra manera cuando las encinas te cubren de sombra. La del olivo centenario huele a sosiego y a tiempo perpetuo. No me olvido de la huella que hoy me toca dejar. Me preocupan las pisadas de ayer. No las encuentro. La fisonomía de la vida se parece a mi. Incluso los gestos que el escritor pone en prosa y el poeta pone en rima.
Hemos vuelto a las rutinas y a las costumbres. Hemos dejado atrás los tambores y las trompetas. Los pasos y las saetas. El incienso y los capirotes. El futuro se acerca rápido. Lo noto en cada amanecer. Otro día para seguirle la corriente a la vida. Toca aprender de las nubes y del viento. Interpretar el ladrido de un perro. Las miradas. Hoy toca aprender de la naturaleza.
Recuerdo ese día que Umbral entró en el Gijón. Tomó asiento y pidió un café con leche y una aspirina. Tenía un dolor de reuma insufrible. Comentó que debería culpar a Dios del sufrimiento. Pero esto sería otra forma de fe. Y habló de otras cosas. Como que crear el cielo y la tierra en siete días había sido algo precipitado. Ahora las consecuencias de los acabados.
Pero un poeta joven le replicó  que el sufrimiento está para poder buscar consuelo. Luego quiso hablar del futuro. Pero cuando se dio cuenta ya había pasado. Porque era joven el poeta. Además, en una cafetería no se debe hablar de sufrimientos ni de Dios. Sobre todo si te levantas antes del amanecer.
Yo no me cuestiono la vida porque existe el mar. Así, tal cual. Camino por entre la oscuridad como si fuera de día. Las ortigas de mar saben a marea. A olas y tormentas. A brisa de atardecer. A versos que transporta el aire. Para conocer el mar también hay que tener paladar. Ahora me iré caminando por la calle porque está tranquila de trajín de gente.
Ese vertiginoso paso de los días se nota en cada cosa. El membrillo ya está florido. El limonero y el cerezo. Y tantos otros árboles frutales. El aire ya viene caliente. Y el sol se pone delante de Miramar. Resulta complicado hablar de la vida y de los días. Pero a veces, no. Sobre todo si puedes contemplar la primera luna llena de la primavera. Salud.   


miércoles, 1 de abril de 2015

Florecer

Tiempo adolescente que no acaba de madurar. Primavera de mediterráneo. De cambio de hora. De tiempo inestable. De lluvias de entretiempo. De temperaturas que no son de fiar. Primavera de incienso y de procesiones. De florecer de lo árboles. La primavera de cada año que este año es más cálida. El sol aprende a ser primavera cada día. Desde que amanece hasta que se acuesta.
El tiempo se repite y nosotros con el tiempo. El sol se hace mayor para cuando llegue el verano. Gentes en sus días. Días con sus cosas. Siempre iguales y siempre distintas. En esas estamos de buena mañana. Y la tertulia que no falte. Un amanecer en falso porque el sol no está. Pero se le espera. La lluvia, mientras, lo moja todo. Y el bosque en su verdor. Igual que los campos con sus sembrados. El color del mar es distinto aunque no su aroma. No es cuestión de mojarse y ponerse enfermo. Al mar no le importa la lluvia.
Hoy toca hablar de desgracias y qué hacer con las pitadas. Pepe sube el volumen de la música vintage o antes de Radio Murta. Nos batimos en retirada y cambiamos de tema. Sacamos a pasear algunos secretos. Ya no volverán a serlo. Algún día serán olvidos o leyendas. Secretos de años pasados que agobian a los jubilados. Hablan en pesetas y me lían. Me queda claro que muchas pesetas son pocos euros. Los silencios son aprovechados para tomar el café. Que luego se enfría y ya no es lo mismo.
Ha salido el tema tabaco. Ninguno fuma. Su voz ya no es de nicotina. Han cambiado su paladar de barro por uno muy fino. Porque están jubilados y los minutos son más cortos. Y los días. Y los años. Los sentimientos también son reversibles. Pasan de la alegría a la tristeza y viceversa. De la desolación a la esperanza. Se puede hacer. Es una primavera de turismo de avalancha. De si se fuera a terminar el mundo. Ahora que hemos cambiado la hora tenemos más día y menos noche. Pero amanece más tarde.
El mar también nota la primavera. Sus olas son menos agresivas. Menos violentas. Llegan mansas de buena mañana. Se entretienen en la arena antes de recogerse mar adentro. Entre espuma y remolinos. La gente pasea y pisa las olas. El despertar del bosque también es distinto en primavera. Las gaviotas vuelan mejor porque el viento es más cálido. El otro se ha ido al norte. Ahora sopla del sur y del este. Primavera larga de mediterráneo. Puedes llegar al horizonte si tienes una buena barca y unos buenos remos.
Hoy a vuelto a llamar a la puerta un señor con traje y corbata. Me ha dejado un panfleto y me ha invitado a que el viernes santo vaya con ellos a celebrar el funeral por la muerte de Nuestro Señor. He declinado la invitación porque yo no voy a funerales. Eso son cosas de creyentes. Los ateos escuchamos las chicharras, por ejemplo. Tengo planificado una puesta de sol para el jueves santo. Desde Miramar de l'Arxiduc. Salud.

martes, 24 de marzo de 2015

Capvespre

El día es troba malalt de cansament.
Esperant la posta de sol
damunt uns penyals imposibles.
Abans uns ombratges
d'alzines i oliveres,
de pins, garrovers i figueres.
I un caminet de carro
vorejant la inmensitat del mar.
He baixat fins les roques
on les ones murmuren
mentres el sol va baixant dolçament.
Alguns instants després
el sol ja es post i queda una petita claror.
I uns núvols esperen sobre l'horitzó
abans que aparegui la foscor de la nit.  

jueves, 19 de marzo de 2015

Más comienzos

Pasó el tiempo entre papillas y arroces y otras cosas. Crecí y me hice niño. Fui escolarizado el día cuatro de Octubre del año del Señor de mil novecientos sesenta. A la edad de seis años, como estaba mandado. Me tocó en suerte, por vecindad, las monjas franciscanas de la Plaza Quadrado de Ciutat. Aquí empecé a tomar conciencia de que hay vida más allá de la familia y los amigos del barrio.
Al principio de convivir en la escuela con otros niños no resultó fácil. Un ambiente hostil del que sobrevives sin ayuda de los padres. Todavía tengo cicatrices que llevo con orgullo y dignidad. Aprendí lectura, escritura, matemáticas, artes plásticas, ciencias naturales y cosas del espíritu con Sor. Juana y Sor Catalina. También recibí collejas y castigos que forjaron mi carácter. Algunos reconocimientos fueron premiados con estampitas de santos. El Domund, el mes de María, los ejercicios espirituales y excursiones a Randa donde descubrí a Ramón Llull. 
Conviví con la adversidad y ahora aprecio la vida. De aprender a escribir y la caligrafía pasamos a las redacciones de lo que fuera. Un escribir la biografía a cada rato pero sin faltas de ortografía. O tirón de orejas. Mi mundo vivido y mi mundo escrito. Como diría Umbral "en el redondo de la luz de un flexo. El resto son círculos de sombra que están de incógnito". Mejor esto que los números. Ahora sigo escribiendo en las noches y en los amaneceres con el aire que respiro. La noche también se ha hecho para vivir de espaldas a la vida. Un día cambié los tebeos y las vidas ejemplares por los libros. El Quijote y el Decamerón. No digo más.
Seguí madurando en la niñez y con siete años -antes de hacerme ateo- me dieron la primera comunión. El mismo Padre Font que me bautizó. Ya puestos. La prosa de mi vida está encuadernada para que no se pierda ninguna hoja y ninguna palabra. Mi abuelo materno me regaló un reloj de pulsera de la marca omega. Como mandaba la tradición. También se abrió una libreta en la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Palma de Mallorca. Empecé a perder niñez.
Será que me hago mayor pero mis letras respiran sinceridad como recurso innato. He andado mucho y lo que me queda. Procuro dejar huellas para que otros las vean. Pero me quedan dudas razonables e impertinentes que me rondan la cabeza. Desde siempre y cada vez más. Ahora repito aventuras porque le temo a las nuevas. El viento me viene de poniente pero me deja mirar al Este. A veces sueño que mis realidades han sido ficción. Y me despierto sudando. No quiero vivir mirando al espejo continuamente. El espejo es sólo para un rato. Cuando el olvido empuja.
El otro día he pensado en demorar algunas horas cada día. Posponerlas para más adelante cuando llegue al horizonte. Aprovecho los momentos que el día descansa para esconderme en el bosque. Ahora me doy cuenta de las calles se llenan de pisadas ya de buena mañana. De voces, susurros y silencios. El aire corre sin molestar. Personas anónimas con mentes ausentes en un despertar lento. Mientras camino las manos descansan en los bolsillos y el cielo amenaza lluvia. Todos los días es un envejecer y volver a la infancia y a la niñez.
El campanario de la iglesia va marcando las horas, los cuartos y las medias. Yo me vuelvo un poco más loco como instinto de supervivencia. El reloj fulmina el tiempo que hemos vivido y el que hemos perdido. Que no distingue. Las pisadas de la calle ya se superponen de tanto trajín de gente. Pero mi camino es silencioso y mis saludos son un movimiento con la cabeza. La alegría va por dentro igual que las ideas. El veneno va por la sangre pero lo llevo controlado. Un volver a la niñez cuando nadie nos ve. Escribo en la pizarra mil veces "el calendario no engaña", como si fuera un castigo. Salud.

sábado, 14 de marzo de 2015

Comienzos

Un grito desgarrador seguido de un llanto persistente se escuchó en las inmediaciones del número veintisiete de la calle Savellà de la ciudad de Palma en la isla de  Mallorca. Eran las seis y diez de un atardecer apresurado de otoño. Hacía un frío húmedo en las calles estrechas del casco antiguo. Este día y a esta hora nací yo y empecé a vivir mi vida extrauterina.
Era un día cinco de Noviembre del año del Señor de mil novecientos cincuenta y cuatro. Esta tarde otoñal anticipada, fría y húmeda, quedé marcado por el signo del escorpión y por el caballo chino. No haría falta que dijera más. Eso quisieran muchos. Pero lo haré. Sin ánimo de ofender.
Llegué al mundo sin crear problemas. Diríamos que los justos. No soy de molestar porque sí. Yo era el damnificado. Llegué sin pan bajo el brazo porque éramos pobres. Tampoco me trajo ninguna cigüeña de Paris porque no tenía dinero para pagarla. Lo sé porque soy el protagonista y hay cosas que no se olvidan.
Cuando la comadrona me dijo de salir al mundo no lo tenía claro. Al principio me resistí y empezaron los tirones, los forcejeos y las contracciones. Luché en en desigualdad de condiciones. Comprendí que no podría resistir mucho tiempo y me rendí. Tuve que nacer. O me nacieron, que se ajusta más a la realidad de lo que pasó. No hizo falta que me dieran en las nalgas.
Ahí fue cuando empecé a llorar desconsoladamente. Impotencia, añoranza y ganas de que el vecindario se diera cuenta. Lo conseguí. Sesenta años después no he cambiado de opinión y volvería a hacer lo mismo. No vi nada en la oscuridad y no escuché nada en el silencio del momento. Recuerdo que toqué a mi madre y me impregné del sudor de su sufrimiento.
Ella se dio cuenta del mío porque me lo dijo. ¡Gracias donde estés! Después de unos minutos me callé afónico y me dormí exhausto.
Todo lo que había imaginado dentro del útero de mi madre no tenía nada que ver con la realidad. Nací, pues, muy confundido. Lo reconozco porque no soy de valentías. Se me nota a la primera. En unos días comprendí que mi futuro inmediato estaría en manos de los cuidados de mis padres y del Generalísimo (que en gloria esté por suerte de todos).
No puedo decir que naciera libre porque todo pasó de forma involuntaria. Era rebelde y apuntaba maneras, como se dice. Desde el primer minuto empecé a llenar mi vida de contenidos. Que de eso se trata cuando quieres forjar un futuro prometedor. El resultado está a la vista. Me imaginé el mar y me enamoré de él.
Me precedían dos hermanas. Ángeles y Francisca. Ya sabéis que es de educados ceder ante las damas. Yo fui, pues, el primer varón y, por lo tanto, aunque el tercero de la lista, me convertí en el heredero universal de todos los títulos y bienes inmateriales familiares. Esta realidad ayudó a que fuera un poco más feliz. A pesar de los días malos que uno tiene incluso en edades tempranas.
Efectivamente he heredado las formas y los modales de la gente de bien. Después de mi vinieron Ana María, Miguel y Bernardo. La leyenda dice que hubo alguno más que no llegó a término. Así pues.
El día nueve del mismo mes y año del Señor fui bautizado, cristianamente, y de forma solemne, en la parroquia de la Almudaina (la Seo o Catedral), en una ceremonia íntima y emotiva oficiada por el Padre Guillermo Font Lladó C.O. Estaban mis padres. Bernardo Negre Canals y Ana María Colmillo Prats. Ambos naturales y vecinos de Ciutat. Me pusieron por nombre Antonio. Más tarde, y desafiando el poder infinito del Generalísimo, lo cambié por Antoni.
El día del bautizo también estaban mis abuelos paternos Antonio Negre Simonet y Ángela Canals Rotger. Mis abuelos maternos Miguel Colmillo Munar y Francisca Prats Biendicho. Actuaron de padrinos mi abuelo materno y mi abuela paterna. Fui el protagonista pasivo porque no tuve nada que ver con todo esto. Mientras me bautizaron no lloré y lo digo para que quede constancia de que a mi no se me acojona con un poco de agua bendita.
En cuanto he podido me he convertido al ateísmo, he apostatado en la intimidad y ahora estoy en lista de espera para ser excomulgado y condenado por la gracia de Dios a pasar mi eternidad a la deriva entre las olas del mar.  O más allá del horizonte que asusta más porque nadie sabe lo que hay. Salud.


sábado, 7 de marzo de 2015

La mentira

Tengo un amigo que tiene un vecino que tiene un hijo. He hecho referencias a él en otras ocasiones, creo. Pues ese hijo se ha hecho mayor, aunque tuvo su infancia. Como casi todos.
El hijo en cuestión nunca conoció personalmente a su abuelo. Murió de una de esas enfermedades que te matan cuando aún eres joven. Era policía municipal. En la casa del vecino de mi amigo siempre tuvieron una fotografía suya sobre una mesita en el recibidor. Enmarcada en madera noble que la resaltaba de las demás. Una foto de estudio con uniforme de gala. Chaqueta con botones relucientes. Corbata impecablemente colocada. Gorra de plato. La cabeza ladeada ligeramente y mirando a la cámara. Adornos de gala de cuerda blanca trenzada entre el hombro y el pecho. Insignias y reconocimientos colocados de forma adecuada. 
El hijo del vecino de mi amigo siempre ha visto esta fotografía en su casa. La tiene sobradamente memorizada hasta tal punto que cuando le piden lo qué quiere ser de mayor -que son muchas veces- contesta que militar como su abuelo. Llegó a ser una obsesión que quería vestir de militar y hacer la guerra donde fuera. A menudo imitaba la pose seria.
Esta especie de veneración inicial le llevó a una normal curiosidad. Ahora importaba saber dónde estaba ese abuelo de la fotografía que nunca había conocido en persona. Porque las guerras tampoco duran tanto y algún día hay que volver. Su madre para salir del paso y medio zanjar el asunto le dijo que el abuelo estaba en el cielo. Así sin más. Porque el abuelo había sido una persona buena y las personas buenas van al cielo. No pueden ir a ningún otro sitio. Era un orgullo haber tenido un abuelo militar que había hecho la guerra y que ahora estaba en el cielo por los siglos de los siglos. Amén.
Otro día, en otra ocasión, pasaron por delante del cementerio. Su padre, contestando a ninguna pregunta, le dijo que su abuelo estaba allí descansando en paz hasta el día del juicio final. El hijo del vecino de mi amigo se medio trastornó. Entró en una depresión infantil y casi pierde la razón. Sus padres le habían mentido con respecto al paradero de su abuelo. La gran mentira que precede a la confusión. O estaba en el cielo o estaba en el cementerio. Pero no podía estar en los dos sitios a la vez porque esto es imposible. Además él lo ubicaba en el campo de batalla. Le tenía mucho apego porque, entre otras cosas, siempre le habían dicho que se parecía mucho a él.  
No se pueden contar mentiras piadosas a los niños en su primera razón. Cuando están construyendo sus ideales. Cuando empiezan a aproximarse a la verdad con la información que reciben. Estas informaciones distorsionan y confunden y la mentira piadosa se convierte en una mentira capital. Ahora exige una verdad que no entenderá. Que no fue militar y que no murió en el campo de batalla. Que está en el cementerio y su alma de creyente y buena persona, quizá, esté en algún sitio como pueda ser el cielo. Siempre que se tenga suficiente fe.  
Han consultado con un especialista en estas cosas para que les ayude. Personalmente creo que han hecho bien. Porque cuando hayan solucionado esto vendrán los reyes magos, el ratoncito Pérez y a saber qué. Eso no ha hecho más que empezar. Salud.

domingo, 1 de marzo de 2015

Cruzar

Cruzar la calle hasta el otro lado
cruzar la vida con sus horas y días
con sus miedos y sus valentías
cruzar el bosque y el mar.
 
Al otro lado la acera es igual
la vida es la misma
 pero puedes caminar de otra forma
o vivir de otra manera.
Después de cruzar
las pasiones de juventud
son dependencias de madurez.
 
Huir de no estar solo
ni desnudo ni ausente
si el primer rayo de sol me ciega
no podré ver el amanecer.
 
Busco por todas partes las horas vividas
y las noches que me quedan.
Me estarán esperando en el infierno
 o entre olas de un largo atardecer
quizás las encuentre al otro lado
después de cruzar.
 
Vivir con delicadeza conquistando el olvido
después de cruzar la calle y las horas de la vida.
Necesitaré la memoria para vivir con experiencia.
 
Envejecer de forma solemne igual que naces y vives
antes de cruzar la calle, antes de cruzar las horas
antes de cruzar la vida.


lunes, 23 de febrero de 2015

Hoy

Hoy ha amanecido nublado desde el horizonte hasta  el infinito. Con un viento moderado del sur que me envuelve. Llegan la barca y el pescador. Con la parsimonia que requiere cortar las olas hasta el puerto. He vuelto del sueño y de los sueños. Ha sido una noche fugaz. Como muchas. Hoy tengo muchas cosas que hacer.
Ahora mismo tengo la mirada puesta fijamente en ninguna parte y aprovecho para pensar. Creo que tuve una niñez bastante silenciosa. Tanto que casi la he olvidado. Seguramente pasé de la niñez a la juventud responsable prescindiendo de la adolescencia caótica. Con rapidez. Que las adolescencias suelen ser ruidosas y tontorronas. Lo digo porque mi edad adulta también resulta tranquila y sosegada. Como me la había imaginado. Es más fácil saborear el tiempo y los lugares.
Hoy, decía, mientras disfruto de mi madurez, pensaré en la adolescencia que no recuerdo haber tenido. Para compensar, simplemente. Cielo, nube, lluvia, bosque, sol, tierra, rio y mar. Todo en uno. Y el aire que respiro que me da libertad. Ayer llovió y luego salió el sol. Hoy huele a tierra mojada de primavera. A niño recién lavado. A cuadro de Sorolla. A música de Vivaldi. A escritura limpia. Huelo a sosiego cuando toco las sábanas blancas.
Porque dónde estoy empieza a salir el sol. A pesar de las nubes. Estoy compartiendo la ensaimada con los gorriones. Si no, se van. Son una compañía interesada. Me he preparado un libro de esos de experiencias de autor. De vivencias y reflexiones. Donde lo real, a veces, no es natural. De cuando el presente se complica y se vuelve amarillento. Casi sepia. Hoy es así. Además es lunes y la semana se presenta prometedora.
Espero que las nubes que hay desde el horizonte hasta el infinito no se acerquen. Necesito sol. Y que siga soplando el viento moderado del sur. He visto brillar unas lágrimas sobre una mejilla. El poeta, que viene conmigo, también las ha visto. Se ha puesto a escribir emocionado. Es sensible a estas cosas. Hoy resulta ser un día de certezas. Las dudas están donde las nubes. Y en la mente olvidada. Sólo puedes vivir la vida luchando. Si te rindes pierdes el alma. Luego vienen los responsos y los llantos. La pena de no haber luchado lo suficiente.
La tierra es un vivero rodeado de agua. Como una isla. Está amaneciendo y el cielo es azul porque no hay nubes. Sé que las lágrimas sobre una mejilla, si brillan, es porque son de alegría. Tienen su historia y sus motivos. Eso me dice el poeta que sigue escribiendo emocionado. Las olas no son una compañía interesada como los gorriones. Ya no habrá más lágrimas cuando te desahucien de la vida. 
Los jubilados que desayunan en el bar de Pepe saldrán a la terraza en verano. Y habrá más gorriones. Pero las mismas olas. 
Hoy me ha costado quitarme el pijama de pereza y de sueños. El gallo de Vicens no me ha despertado lo suficiente. Soy huésped de mi mente. O de mi cuerpo. Quizá de los dos. Cuando llegue la primavera lo sabré. Pero todavía queda una cuaresma de por medio. Creo que siempre he sido un niño inocente y silencioso. Será por eso que escribo los días como hoy. Salud.  

lunes, 16 de febrero de 2015

Cristal

Hoy es un domingo como otro cualquiera. Me he levantado de buena mañana y me he abandonado al día de domingo. He llegado a la plaza de España y me dispongo a desayunar en el Bar Cristal. Esquina con las avenidas. De las antiguas cafeterías con encanto que aún quedan en Palma. Apenas unos rayos de sol tímido de mes de Febrero que entran por un gran ventanal. Se quedan dentro y propician una atmósfera adecuada. Puedo observar el cine Avenida y la estación del tren de Soller. Pues, un café y una ensaimada. Por favor.
En la pared de enfrente hay un espejo enorme. De punta a punta con vista panorámica de toda la cafetería. Un reloj digital parado a las 08:53 del lunes 6 de Diciembre. A saber de qué año. Una emisora de radio y música a un volumen de susurro. La puerta está abierta y el camarero tiene facilidad para entrar y salir a servir a los fumadores. O a los que les gusta pasar frío. Como se quiera. Wifi Free Zone. Gente con móviles, tabletas y portátiles. Lecturas de prensa y libros. Y tertulias entretenidas de las de no tener prisa. Como he dicho, es domingo.
Los días también se reúnen en el Bar Cristal para pasar el tiempo. Sobre todo en los inviernos fríos. Y en los veranos calurosos buscando el fresco en la terraza. El tiempo está en el bar a disposición del cliente. No es el bar de Pepe. Aquí no se ve el mar ni el amanecer. Escucho susurros de palabras y música. Los que están fuera tienen la compañía de las palomas. Muchas menos que hace años. Es un punto de encuentro. Un referente en Palma. Te citas y luego te quedas a tomar algo y a consumir tiempo. No es un sitio de prisas.
Ya he dicho que es domingo. Eso significa que sólo estamos los madrugadores. Los que tenemos un vecino que tiene un gallo que nos despierta por las mañanas. Los que tienen un perro que sacar a pasear. Y los madrugadores por naturaleza. Los demás están desaparecidos. Escondidos en sus casas o en sus camas. Algunos ya habrán cogido coche rumbo a la montaña. Que tenemos nieve y hay que aprovechar. Hoy, para mi, es un día de interiores. De lectura y de calentarme al calor de unos rayos de sol. Para otros será un día de exteriores. Lo digo por lo de la nieve y porque es domingo. Un día completo de posibilidades por explorar.
Por cierto que vuelvo a mirar el reloj digital y son las 09:18 del mismo día de semana y mes. Nada coincide con la realidad. A lo mejor está hecho aposta por algún interiorista que se preocupa por lo que haces y no por el tiempo que tardas en hacerlo. Aunque el día pueda ser inmenso tengo la sensación de que es provisional. Un día sustituto de otro. A la espera de otro día que sea definitivo. El tiempo acorta la mañana de interior que llevo porque es domingo. Llegué temprano y ya no lo es. Luego me iré a un paseo lento junto al mar. Con las olas vagabundas.
Llegan unas señoras de edad adulta que vienen de misa. Dicen que el cura hoy no se ha lucido en la homilía. Las misas en latín eran más largas. Son conversaciones de domingo. Yo prefiero seguir escribiendo. No me fio del reloj y el tiempo se me echa encima. Salud.



domingo, 8 de febrero de 2015

Carme

Hemos subido la montaña. Hemos cruzado el bosque. Nos hemos sentado al borde del acantilado. El mar, en frente a nuestros pies. A la altura que estamos no podemos escucharlo. Lo vemos e intuimos lo que querrá decirnos.
Hoy he subido al recodo del camino, del que ya he hablado en otro momento, con una señora casi mayor. Es Carme. Ya con sus años y adicta al mar y a las aventuras. Ha vivido mucho, o lo suficiente, como para haber recopilado cientos de aventuras que contar. Su sabiduría es tan grande como el mar y fluye como las olas.
Observa el horizonte y lo señala con el dedo. Lo mira fijamente y me dice. Este horizonte que vemos no es el fin. Detrás de él hay otros. Con otras aguas otros bosques y otros vientos. Pero ahora no nos pertenecen. Sólo podremos llegar a ellos en forma de mente inteligente cuando hayamos cruzado la noche de nuestro tiempo. Nuestro cuerpo quedará aquí. Todo lo que sea capaz de abandonar el cuerpo físico llegará allí.
Así de contundente. El sol ya lleva unas horas amanecido y nosotros seguimos bajo la hipnosis del amanecer. Nubarrones a lo lejos que traerán lluvia y nieve. Viento y frío. Dice también Carme que ese lugar más allá del horizonte que vemos tiene música. Unos ritmos que nunca hemos escuchado y que van acompañados de buenas rimas. Donde la melancolía está domesticada y no te importa nada lo que ocurra aquí. Es bueno saberlo.
No hay hombres, ni mujeres ni niños. No hay edades ni sexos. Hay mentes inteligentes que interactúan. No hay normas porque hay respeto. Hay días y noches porque la mente también descansa. Gestos que valen más que las palabras. Las tormentas contribuyen a un estado de ánimo diferente. Positivo.
En este mundo que estamos no hay tiempo suficiente para hacer todo lo que quisiéramos. Carme ya tiene objetivos para luego. Me pilla escéptico y se nota. Pero le resta importancia. Vivimos una vida insuficiente. Adaptada. Por eso habrá más. Allí también hay animales que te cautivarán. La sabiduría precede a Carme y su madurez aventurera. Por cómo lo dice en su convencimiento.
Un lugar para mentes creativas y reposadas. Con la sola luz tenue que queda después de la puesta de sol. Ya no te lo podrás borrar de la mente. Es muy grande porque es otro mundo. Otra cosa no conocida. Pero ella ya lo sabe. No lo conoce pero se lo imagina perfectamente. Almas sin cuerpo. Árboles sin bosque. Olas sin mar. Vientos sin aire. Calles sin esquinas ni farolas. Sin niebla, sin sombras y sin penumbras. Miradas.
No caben esqueletos ni malas caras. Sonrisas que te salpican como la espuma de las olas al romperse. Ni bien ni mal. Que esto es cosa de aquí. Un continuo despertar de un continuo quedarse dormido. Piensa, me dice Carme. Lo hago y me confundo. Como si la infancia por fin se hubiera dormido en plena madurez. Es lo que hacen los poetas antes de escribir.
Quiero seguir aquí, a lo alto del acantilado, en el recodo, hasta que todo esté oscuro. Pero Carme quiere ver la puesta de sol a nivel del mar. Se ve distinto. Bajamos hasta la orilla. Me inquieta lo que me ha contado. Nos sentamos en las rocas. El sol está rojo y abatido. Todavía tiene otra historia que me asegura que es real.
Dice Carme, "... ella aprendió sola a leer porque nunca tuvo la posibilidad de ir a la escuela. Fue su pasión. Él la descubrió con sólo nueve años y desde entonces no pudo dejar de mirarla. Crecieron y dejaron atrás la niñez. Descubrieron la juventud con catorce años.
Iban juntos a un parque y se sentaban debajo de un árbol. Ella pasaba páginas y leía. Él, simplemente la miraba en silencio. El sonido corría a cargo del susurro del rio que cruzaba el pueblo y dividía el parque en dos.
Pasó el tiempo y ellos cumplieron años. Dejaron atrás la juventud y descubrieron la primera edad adulta a los veinticinco años. Él seguía como siempre. Cuando salía de trabajar iba al parque y ella estaba sentada debajo del árbol. Ella seguía leyendo y él mirando en silencio. Ese día el libro se iba a acabar.
Cuando lo hubo terminado cerró el libro. Se giró hacia él y lo miró por primera vez. Nunca antes había levantado la vista para mirarlo. Le sonrió. Le cogió una mano. Lo miró fijamente y le dijo que le quería. Se levantó poco a poco y se fue hacia el rio. Bajó por una pendiente y entró en el rio. No sabía nadar. Simplemente seguía andando hasta que el agua la superó en altura. Nunca salió. Él lo vio todo pero no pudo moverse porque estaba paralizado. Ella le había dicho que le quería ...".
Esta es la historia de Carme. Cuando terminó de contarla el sol se puso y se hizo la oscuridad y el silencio. Al principio no la entendía bien. Quizá una historia cualquiera. Pero no era así. Me costó mucho entender el significado y todavía ahora me estremece. Ya no se veía nada. Llamé a Carme para regresar a casa. No contestó. Carme no estaba. Nunca más la volví a ver ni a saber de ella. Tal cual pasó lo he contado. Salud.

domingo, 1 de febrero de 2015

Calma

La oscuridad me hace invisible hasta que amanece. Y amanece cuando el gallo de mi vecino Vicens lo kirikikea. Que siempre es un poco antes de lo que aparenta ser un amanecer. He llegado a la conclusión de que el gallo intuye la salida del sol pero Kikiriquea el alba. Yo, mientras, sigo desaparecido en la oscuridad de mi habitación y entre sábanas y penumbras que me dan cobijo. A estas horas tan tempranas las ideas no se están quietas y ya levantan polvaredas, tormentas y remolinos en mi mente. A estas horas, también, los gorriones se posan en la ventana. Pero advierto que sólo son siluetas recortadas sobre fondo azul.
Hace un tiempo que no piso trincheras y ahora tengo más tiempo para escribir. Me entretienen las tertulias tranquilas, los libros de tener que pensar, los paseos relajantes, la radio inteligente y todas aquellas cosas de andar por casa. Otro verano caluroso que ya nos advirtió en plena primavera. Los sembrados ya están segados y la paja recogida en rollos inmensos que descansan al sol hasta que los pongan bajo techo. Que luego vienen las lluvias de verano sin miramientos y mojan todo. 
Ejercito la memoria pensando en ti. En la intimidad. No tiene porqué enterarse nadie. Eres mi momento de quietud dentro de la actividad. Mi momento de calma en la vida. La naturaleza también regala sosiego, a veces. 
Días que pasan de puntillas. Noches quietas mientras duermo. Recuerdos recientes que me inquietan. La angustia que sólo el mar alivia. Esas ansias de vivir que tengo desde que amanece para poder ver la puesta de sol. O el amanecer dócil de cada día. La afonía del gallo desafiando el frescor del alba. Mis paseos con sombrero en la cabeza por si luce el sol y paraguas en la mano por si llueve. Pero no llueve porque hemos inaugurado el verano. Hoy, para pasear, me he puesto algunas elegancias que tenía en el armario. Me he cruzado con la mediocridad más absoluta, con la insensatez y con la indiferencia. También con la cordura, la humildad y la lucidez. No es la primera vez que esto pasa aunque no siempre es así ni por este orden. El sol del verano destiñe los sentimientos y los derrite por culpa del calor. A estas alturas uno ya está acostumbrado. 
El aleteo conjunto de mirlos y gorriones secan la escarcha del bosque antes de que lo hagan los rayos del sol. El bosque está humeante hasta que corre el aire. Pero no se llevará la calma que habita en él. A primeras horas también habita en el mar. Lo veo desde la ventana de casa, del porche o desde la terraza del bar de Pepe saboreando mi primer café. También escucho mi música favorita. Ya sabéis.
Están tristes los jubilados hoy. Biel se fue anoche hacia la oscuridad que hay después de la última luz. Un poco más allá del horizonte. Con los ojos cerrados y en silencio. Lloramos su ausencia. Esta noche las olas amainaran para que Biel encuentre un mar en calma. En la Isla la gente se va navegando. Cuando el sol esta noche entre en el agua del mar para descansar Biel ya estará en nuestras memorias. 
La calma ha venido a mi y me ha poseído. Puede que hoy sea un día distinto pero no indiferente. No le puedo prestar la misma atención a todos los días. Al cabo del año son muchos. Estar poseído por la calma y el sosiego proporciona muchas posibilidades. No me cansa convivir con la tranquilidad de la Isla.  Con nuevas sensaciones porque los versos siempre riman con la vida. Los sufrimientos vienen de la madurez, de la naturaleza y de otras personas pero sigo con mis responsabilidades. No todo es hostil. Por cierto, con vuestro permiso, me voy a tomar la libertad de seguir viviendo a mi manera. Intentad hacer lo mismo. Salud.

jueves, 22 de enero de 2015

Natalia

Un sábado seis de Marzo de mil novecientos noventa y tres nacía, al dolor de este mundo, Natalia Negre Sureda entre llantos y silencios como todo el mundo.
Pero llevaba uno de esos males del mundo de las personas que marcarían sus veintiún años de vida lúcida, razonable y adecuada. Envidia de muchos seguramente. De las que han sabido gestionar el tiempo porque es el que hay y ella conocía el suyo mejor que nadie.
Sin perezas en sus actividades que fueron muchas, variadas y exitosas. Una persona así no se merece el tipo de vida que le tocó. Como a muchos otros. Pero hoy toca hablar de ella. Lo digo ahora porque el dolor que tengo en el alma es demasiado.
Me quedo con la nostalgia a la tenue luz de unas velas y unas margaritas en la mente. Porque el sueño, hoy, es insomne. La ausencia que me deja es la suma de todas las distancias posibles. Demasiada.
El día veintiuno. Noche cerrada de invierno, cruzó la frontera y se fue a la luz que proyecta la eternidad. Lo hizo con las luces de los rayos, el ruido de los truenos y la abundancia del agua. También con mi llanto sosegado.
Llegué a casa y me puse a llorar desconsolado. Desolación impronunciable. El sol tardará días en volver a salir para  muchos de nosotros. Ahora paseo por las calles húmedas que no tienen farolas para que no vean que sigo triste y con el frío en el cuerpo.
Supo reconocer a las personas por su valía. Porque ella conocía bien esa palabra. Me he quedado con un nudo en la garganta y escupiendo la saliva que no puedo tragar. Decididamente no entiendo la vida  aunque le siga la corriente cada día.
Mi homenaje póstumo y el de mi pluma para Natalia Negre Sureda. Descansa en paz.

martes, 20 de enero de 2015

Viento

Perdidos en el bosque por culpa de un sueño.
Cuando la vida es una silueta,
un proyecto en el aire.
 
No encuentro el pasado que escribió el poeta.
El sol no alumbra y aparecen delirios
con sus melodías.
 
El día siempre termina con un atardecer tranquilo.
Ojos de vejez mirando la oscuridad.
Manos gastadas justificando las huellas.
 
Emociones de la vida agarrados de la mano.
Juegos de niños.
Escondites de adolescentes.
Tiempo escaso de madurez.
Y el viento, mientras, agita la ropa tendida.
 
La escalera que sube es la misma que baja.
Los días de niebla mirando a ningún sitio.
Sólo el sonido de las campanas
atraviesan la niebla y la oscuridad.
También pueden romper el silencio
que vuelve a recomponerse.
 
La emoción de un encuentro.
La costumbre del amanecer.
Asomarse a la vida.
Acostumbrado a esperar.
A que el viento me de en la cara.
Porque las borrascas se forman en el mar.
 


viernes, 16 de enero de 2015

Nubes

Hay nubes y luna llena. He buscado un camino nuevo entre todos los caminos. No me quiero desorientar o me voy a perder. Y si me pierdo pensaré en los momentos innecesarios de la vida. Que ya son bastantes, a estas alturas. Mientras, disfruto de los momentos adecuados porque el tiempo los devora. Que si la flor del almendro asoma es porque intuye la primavera. O se siente engañada por el invierno. No lo sé. Estoy desconcertado. Abrigo y bufanda por la noche y de madrugada. Manga corta al mediodía.
El perro duerme mejor a los pies del amo. Como el niño en la cama de sus padres. Un resfriado o una gripe se lleva mejor con medicamentos. Butaca de pereza, mantita sobre las piernas y un libro. El fuego de la chimenea me entretiene y no me deja escribir. Pero las ascuas se consumen en silencio para no molestar. Sólo un poco de humo para hacer ambiente de pueblo. Que estamos en invierno.
Ahora todo es literatura. El alivio de la noche da paso al alivio del amanecer. Porque la literatura no entiende de horas, de días o de noches. Una noche insomne es como un día cansado. El anochecer llega porque se marchita el día. Y la muerte llega cuando se marchita la vida. Pero la literatura clásica sobrevive a las noches indiferentes y a los días desvanecidos.
Si empiezo bien el día hay más posibilidades de terminarlo bien. Eso ha dicho la radio. No es útil llegar a la noche cabreado. A veces es mejor dejar la hoja en blanco que llena de letras indiferentes que no sirven. Dice el de la radio que es lo mismo morir en la cama que en el campo de batalla Si al final es la muerte. Pero el invierno es así. Nubes y lluvia. Humedad de bodega. Olores de andar por casa.
Las paredes de las bodegas babean humedad hasta el suelo. Tiene un eco la bodega y ese olor a moho rancio. Lo agradecen las botas y el vino. Y el resto de los mortales. Es la misma humedad que envuelve la Isla a todas horas. Que se mete en los huesos y te agrava la artrosis y el asma. Lo saben Chopin y Graves aunque ya no les sirve ahora. Esto me dice el marido de Doña Maruja. La portera. Ese que es profesor de universidad y escribe libros de filosofía. Complicados de entender. Pero cuando habla con una copa de vino en la mano se le suelta la lengua y se entiende todo. O se intuye.
Utiliza palabras de jeroglíficos. O puzzles a los que les faltan piezas. Pero Sebas y Eugeni le entienden porque han aprendido a leer con poca luz. Entre líneas y en penumbra. Han superado los sesenta y esto se nota. Han encontrado un hueco en la vida para vivirla al margen de las tormentas y de las olas embravecidas.
Invadir las hojas de un libro para consumir las letras y las palabras. Y dejar que la imaginación haga el resto. Tengo la necesidad de comparar mi mundo con el mundo del escritor. A veces parecido y a veces tanto por conocer. Salud.

domingo, 11 de enero de 2015

Niebla

La agonía del día, de la tarde, de la noche. Cuando llega la niebla. La agonía de la edad, de los sueños, del tiempo. El color del día es distinto a cada momento. El de la noche, no. Me acerco a la pared para que la sombra deje de arrastrarse. Nos miramos, la sombra y yo. Las tiendas de sueños tienen abierto las veinticuatro horas. Pero no hacen rebajas. Las tiendas de libros tampoco.
El escritor junta palabras en la intimidad. El librero coloca los libros en los escaparates en la intimidad. El lector lee libros de forma decidida en su intimidad. Cuanta importancia tiene la intimidad y cómo va ligada a la literatura. Todo lo que nos rodea reposa con la noche, con el sueño. También con la lectura. Es la niebla.
Maldad y ternura. El niño. El poeta. La escritura y la lectura. El pesimismo está en la niebla. Igual que el optimismo. Y el pensamiento, a veces. No se puede ver pero se siente. Resulta elegante el tiempo cuando lo disfrutas. Pero cuando el tiempo ha pasado deja melancolía. El acto literario consciente que supone la lectura deja sosiego. Como el aire cuando se está quieto.
Los sentimientos pueden herir. El tiempo los cura. Pero despacio. La realidad no tiene porqué ser saludable. Esa tarea íntima y delicada que supone dar un paseo. Como la ternura del alma en la infancia. Imaginar el mundo desde un rincón cálido del hogar. Imaginarte a ti en este mismo rincón. Puedo observar que la hierba del sembrado crece lentamente. Igual que los árboles en el bosque. Y otras cosas. Las olas llegan con parsimonia a la orilla. Cuando es invierno y hay niebla. Pero no pienso renunciar a un paseo despreocupado de atardecer. Bien abrigado. En las tertulias sale humo literario de la boca.
El color del lenguaje contrasta con los grises de las pausas. Los gorriones saben que los miras cuando buscan comida. Ellos miran de reojo. Temerosos porque no se fían. Las secuencias son cortas cuando esperas que el sol se ponga. Si la niebla te deja. Pero se pone. A pesar de la niebla. Me gusta la vida a pesar de la muerte. Cuando llega no puedes aplazarla. El rumor de la vida es silencioso pero nosotros nos empeñamos en ponerle ruido. Los mismos ruidos que se callan durante el paseo del atardecer. O al llegar la noche. Volverán al alba.
Hoy he visto los primeros almendros en flor. Preciosa y delicada. Esperanzada de sobrevivir las heladas nocturnas del invierno. Y con la flor te he leído el pensamiento. No es la primera vez que lo hago. Cualquier día de estos lo escribiré. Soy un lector y un escritor de necesidad. La parte del acantilado que llega hasta las profundidades es de los peces. La que se eleva hacia el firmamento es de los pájaros y del viento. Te oigo respirar. Lo haces igual que las encinas, los olivos y las higueras. De quien no tiene prisa.
Oigo la música que viene de todas partes. Del otro lado del horizonte donde habita la niebla y algunos pensamientos. Es melancólica la soledad. Y el silencio. Y la niebla. Y la agonía. Me escondo en ellos para escuchar y pensar. Más tarde vendrá la luz del amanecer. Sin niebla. Salud.

miércoles, 7 de enero de 2015

El silencio

Recuerdo cuando estrenamos este año y le damos la bienvenida porque sería el año de la salvación entre esperanzados y escépticos por aquello de que a veces los actos deseados no suelen venir inmediatamente después de desearlos. En la primera tertulia de las mañanas, las del café cortado descafeinado y con sacarina, se ha hablado un poco de todo sin abusar. Primero lo imprescindible y luego lo justo y necesario. También hemos callado para escuchar. El café con leche ha ido a cargo de la subida de este año. Hemos fundido un trimestre de subida y nos hemos quedado con hambre.
Sebas es de los que, a veces, para decir algo utiliza el silencio y una mirada. Es bueno callarse cuando esto sirve para expresarse mejor. Que no todo son palabras bonitas y agradables de pronunciar.  También hay silencios bonitos que se agradecen. Perderte en un largo silencio y que tu contertulio se ponga a reflexionar. Como un umbral que hay que cruzar o como un horizonte al que hay que llegar sin prisa. Un silencio y una mirada adecuada. El silencio que se pronuncia con unos ojos cerrados. Una vez dije algo y mi contertulio se sintió incómodo. Luego le dedique un silencio y se sintió aliviado.

A veces hay cartas y fotografías que sostienen la memoria. Lo malo es cuando la sustituyen. Y la rutina nuestra se rompe para adquirir la rutina de quien te cuida. Y nos tenemos que adaptar. Eugeni es de los que este año seguirá defendiéndose de la pobreza y de los malos bichos. Con dos euros y medio más cada mes porque la crisis es histórica. Pero sé de algunos que tendrán que acostumbrarse a vivir con muchísimo más dinero. Y lo harán sin problemas.
Año nuevo, si. Vida nueva, no porque la torpeza de unos han incendiado el estado de ánimo de otros. Por eso hay mucha gente pobre que aprovecha la noche para llorar sin ser vistos. Viven una vida desteñida y fría y con noches sin estrellas porque no hay para todos. Bienvenida la vida tal cual. Nos hemos deseado lo mejor aunque no siempre depende de nosotros. Lo ideal sería que dependiera más de nosotros y menos de otros. 
La mañana del día uno salí a dar un paseo temprano. Me sentí aislado por la calma de las calles del pueblo. Los pájaros, el aire y yo. La sombra sólo me acompaña cuando hay sol. Los gallos callados y los perros también. Que la noche fue larga de cohetes y música. Luego de todo esto, el concierto. No me lo perdería por nada. Este año será recordado porque no se pudo hacer palmas en directo con la Marcha Radetzky. La verdad es que no se notó.
Bienvenido el año junto al mar con un paseo relajado. Las olas estrenando año y una arena fina sin huellas. El sol pinta el mar de plateado que deslumbra. Las olas llegan alegres y salpican las rocas de espuma. Un rato en un banco para anotar algunas impresiones con letra pequeña y desenfadada. Con cierto descaro. Que la vida es silencio y el ruido lo ponemos nosotros. Salud.