domingo, 1 de febrero de 2015

Calma

La oscuridad me hace invisible hasta que amanece. Y amanece cuando el gallo de mi vecino Vicens lo kirikikea. Que siempre es un poco antes de lo que aparenta ser un amanecer. He llegado a la conclusión de que el gallo intuye la salida del sol pero Kikiriquea el alba. Yo, mientras, sigo desaparecido en la oscuridad de mi habitación y entre sábanas y penumbras que me dan cobijo. A estas horas tan tempranas las ideas no se están quietas y ya levantan polvaredas, tormentas y remolinos en mi mente. A estas horas, también, los gorriones se posan en la ventana. Pero advierto que sólo son siluetas recortadas sobre fondo azul.
Hace un tiempo que no piso trincheras y ahora tengo más tiempo para escribir. Me entretienen las tertulias tranquilas, los libros de tener que pensar, los paseos relajantes, la radio inteligente y todas aquellas cosas de andar por casa. Otro verano caluroso que ya nos advirtió en plena primavera. Los sembrados ya están segados y la paja recogida en rollos inmensos que descansan al sol hasta que los pongan bajo techo. Que luego vienen las lluvias de verano sin miramientos y mojan todo. 
Ejercito la memoria pensando en ti. En la intimidad. No tiene porqué enterarse nadie. Eres mi momento de quietud dentro de la actividad. Mi momento de calma en la vida. La naturaleza también regala sosiego, a veces. 
Días que pasan de puntillas. Noches quietas mientras duermo. Recuerdos recientes que me inquietan. La angustia que sólo el mar alivia. Esas ansias de vivir que tengo desde que amanece para poder ver la puesta de sol. O el amanecer dócil de cada día. La afonía del gallo desafiando el frescor del alba. Mis paseos con sombrero en la cabeza por si luce el sol y paraguas en la mano por si llueve. Pero no llueve porque hemos inaugurado el verano. Hoy, para pasear, me he puesto algunas elegancias que tenía en el armario. Me he cruzado con la mediocridad más absoluta, con la insensatez y con la indiferencia. También con la cordura, la humildad y la lucidez. No es la primera vez que esto pasa aunque no siempre es así ni por este orden. El sol del verano destiñe los sentimientos y los derrite por culpa del calor. A estas alturas uno ya está acostumbrado. 
El aleteo conjunto de mirlos y gorriones secan la escarcha del bosque antes de que lo hagan los rayos del sol. El bosque está humeante hasta que corre el aire. Pero no se llevará la calma que habita en él. A primeras horas también habita en el mar. Lo veo desde la ventana de casa, del porche o desde la terraza del bar de Pepe saboreando mi primer café. También escucho mi música favorita. Ya sabéis.
Están tristes los jubilados hoy. Biel se fue anoche hacia la oscuridad que hay después de la última luz. Un poco más allá del horizonte. Con los ojos cerrados y en silencio. Lloramos su ausencia. Esta noche las olas amainaran para que Biel encuentre un mar en calma. En la Isla la gente se va navegando. Cuando el sol esta noche entre en el agua del mar para descansar Biel ya estará en nuestras memorias. 
La calma ha venido a mi y me ha poseído. Puede que hoy sea un día distinto pero no indiferente. No le puedo prestar la misma atención a todos los días. Al cabo del año son muchos. Estar poseído por la calma y el sosiego proporciona muchas posibilidades. No me cansa convivir con la tranquilidad de la Isla.  Con nuevas sensaciones porque los versos siempre riman con la vida. Los sufrimientos vienen de la madurez, de la naturaleza y de otras personas pero sigo con mis responsabilidades. No todo es hostil. Por cierto, con vuestro permiso, me voy a tomar la libertad de seguir viviendo a mi manera. Intentad hacer lo mismo. Salud.