La ley de muerte digna, testamento vital y su aplicación han resultado mas complejas y complicadas de lo previsto en un principio por los conflictos éticos y morales que genera en algunos miembros de la sociedad. Demasiada gente quiere opinar y esto está muy bien pero es que demasiada gente cree estar en posesión de la verdad, que lo que dice es lo que vale y esto no es así. Todo el mundo alardea de conocer perfectamente el significado de las palabras ética y moral y cada uno lo interpreta según le va e incluso decide si una cosa es buena o mala bajo su punto de vista. Tampoco es así. Cada uno tiene sentimientos y según estos sentimientos la balanza se inclina hacia el lado del bien o hacia el lado del mal. Siendo así las cosas se me antoja que esta ley que se ha aprobado con un mínimo consenso dará mucho de qué hablar -de hecho ya está pasando- y será conflictiva a la hora de aplicarla. Nos movemos en un plano más metafísico y espiritual que científico y técnico o de sentido común. Cuando uno camina por el plano espiritual le salen ampollas en los pies y en la conciencia. Entonces es cuando empieza a andar mal y a pensar peor.
Hay sanitarios que por el simple hecho de tener un título y de llevar una bata blanca se creen estar en el camino correcto que Dios nos ha marcado. Hay familiares que por ser los más próximos del moribundo saben que la ley les ampara y toman decisiones -a menudo incorrectas y equivocadas por estar mal asesorados- pensando que lo hacen bien. Para evitar esto se ha desarrollado el texto de muerte digna dentro del marco de la ley de testamento vital. Curiosamente no está resultando ser muy efectiva, mas bien al contrario. Yo personalmente estoy confundido con la ley y no precisamente por falta de experiencia en este tipo de cuestiones y situaciones.
La opinión del médico no debería de prevalecer porque por sus principios éticos y morales hará todo cuanto esté en su mano y más para mantener a la persona con vida, a costa de lo que sea, que es lo que se ha venido en llamar ensañamiento terapéutico. La típica frase de "en mi turno, no". Tampoco debería de prevalecer más la opinión de los familiares que por su proximidad con la persona moribunda no podrán ser objetivos en sus opiniones y decisiones que aunque sean equivocadas estarán llenas de buenas intenciones. El médico está al servicio del paciente -nunca al contrario- pero muchos todavía no lo saben.
El otro día unos familiares han obligado por ley a los profesionales de la sanidad a retirar una sonda de alimentación a su madre de noventa y un años y moribunda de una patología irreversible. La mujer en cuestión había dado instrucciones de tener una muerte digna -o esto dice su hijo-. Reflexiono, pues. ¿Es más digno morir en la cama de un hospital a morir en tu cama de tu casa y rodeado de los tuyos? La sonda no porque ella no quería pero que se muera en el hospital que seguramente tampoco quería. Sus hijos, evidentemente, no la quisieron entender. No quieren sonda de alimentación pero permiten sonda urinaria y que lleve un suero. Eso no es muerte digna. Aquí hay que pensar mucho y no dejarse llevar por tonterías. En este caso concreto estaría indicado retirar todo y dejar una palomita subcutánea para control de dolor y sedación. El moribundo no sufre porque no se entera. La paciente, de todas formas, se morirá dignamente -o más dignamente si cabe- pero por su patología. A ver si esto nos sirve a todos para reflexionar y ponemos un punto de cordura a esta ley y dejamos el asunto en manos de un comité de ética nombrado por el propio hospital para que ningún profesional tenga que asumir toda la responsabilidad solo. Esta ley y quien la suscriba como beneficiario es para no tener que pisar el hospital en los supuestos marcados y que alguien acuda al domicilio a tratar esos últimos momentos de la vida de uno. Salud.