lunes, 5 de noviembre de 2012

Rio

En lo alto de la montaña. En un paraje árido e incluso bucólico en cierta manera. Aquí. Justo aquí viene a nacer el río. Es un pequeño manantial que más abajo se hará caudaloso y partirá por la mitad pueblos y ciudades. Otros quedarán bordeados. Se hará lento y manso, pero también será rápido y bravucón. Según la zona y lo que toque. Al final, el caudal del agua del río, llegará al mar y se mezclará con éste. El dulce y el salado en una misma cosa. A su llegada depositará todo lo que ha ido recogiendo por el camino con la única finalidad de alargar el cauce y ser río un poco más. El trayecto es largo pero a su llegada se ha hecho corto. Zonas de remanso que permiten descansar del descenso. Otras pedregosas y rocosas que hay que sortear y pasar rápido porque se hace molesto.
En su nacimiento el agua brota de la tierra babeando. Lentamente. Poco a poco. No hay prisa. A gran altura donde nadie puede verlo. Es el nacimiento de un río. Todo un acontecimiento estremecedor por su ternura y su belleza. Grandes rocas alrededor se preocupan y cuidan de que nada moleste. El agua va saliendo por los poros de la tierra. Por cientos de ellos. Como si la tierra sudara. Las gotas se juntan formando río y cauce y empieza su andadura con la sola presencia del aire. Algunos árboles, milenarios todos ellos, que protegen el nacimiento extendiendo su ramaje tanto como pueden. Que nada moleste, si es posible.
Esa nube que se acerca y pasa. Mira y ve. Tal belleza cautiva a la nube que observa cómo el agua que brota acaricia la tierra mientras inicia un descenso de río. La nube, entonces, se detiene a mirar. Llora gotas de alegría que se mezclan con la tierra y forman parte del mismo río. El sol quiere acompañar y proyecta sus rayos directamente al nacimiento. Esas gotas de agua que llora la nube se entrecruzan con los tímidos rayos del sol y provocan mil colores. Encinas, robles y olivos se mantienen quietos junto a las rocas. Beben de esa agua que los hace fuertes. Todo en su conjunto es pura armonía. Tonos azulados manchados de grises. Verdes. Rojizos derrotados en el horizonte que el sol provoca antes de acostarse. Sombras que los arboles dibujan en el suelo. Que se alargan y acarician las hojas húmedas que cubren el suelo. El cielo ya no es azul de mañana sino un gris de atardecer. Casi un negro de anochecer. El río sigue naciendo y haciendo cauce para bajar hacia el mar. Colores ocres y crudos aparecen entre olivos milenarios que están aquí desde siempre. Hay sufrimiento, pero también hay alegría como en cualquier nacimiento.
El agua sale alegre y divertida. La tierra suda o quizás llora. Al final todo es lo mismo. Nace el río en lo alto de la montaña. Para ser río y hacer cauce dónde discurrir ladera abajo. El agua mueve tierra, arbustos y hojas. Los recoge y los desplaza en su camino. Los lleva flotando o arrastrando tanto como puede. Incluso hasta el mar, si se dejan.
El agua acaricia la tierra del cauce y resbala hacia el mar. Algunas piedras se interponen pero las bordea. O les pasa por encima. Se rompe contra ellas y le duele. Pero sigue porque es río y su final está en el mar. Se esfuerza en bajar bien. Cuando se cansa se queda quieto y deja que las hojas floten y se muevan en algún remolino. Luego sigue rápido porque hay que llegar a tiempo. Hay que llegar al mar. Momento extraño. El dulce y el salado en uno. Sensación contradictoria pero necesaria. La bajada no se hace monótona. Es cambiante. Día y noche. Amanecer y atardecer. Sol. Nubes. Lluvia. Viento. Niebla. El río siempre acompañado. Niños y mayores apoyados en el puente para ver cómo desciende. El río lo sabe. Se da cuenta. Y baja majestuoso según la ocasión. Con crecidas y desniveles. Gente que viene a quererse a los lados del río. No lo miran. Están a otra cosa pero oyen el ruido cuando baja hacia el mar y se mezcla con los latidos, con los jadeos y las carícias. Por esto se colocan junto al río. Para escucharlo. Es un sonido tranquilizador. Que no molesta. Que acompaña. Otros, en la margen del río, se disponen a leer. A escribir. A descansar. A conversar. Entre palabras y frases callan para escuchar. Vienen en busca de compañía.
Este sonido casi monótono es el río. Que nace en lo alto de la montaña y se va a morir al mar. Salud.

jueves, 1 de noviembre de 2012

Escritura

Mi escritura es limpia. Sosegada y tranquila. Singular. No está subvencionada. No hay contaminación en ella. Es escritura para quién la quiera leer. Palpita y respira serena. Sin condimentos ni fecha de caducidad. Mi escritura no será superventas porque es gratuita.
Está escrita para mentes y pensamientos maduros. Refleja la vida y sus peripecias. Turbia y nítida. Fácil y difícil. Entera y troceada. Refleja luces y sombras apasionadas. Sueños hechos realidad y sueños imposibles. Destino. Azar. Complicidad. Felicidad y desdicha. Compañía y soledad.

Esta es mi escritura. Sin trampas. Sin información oculta. Ironía y humor suficiente pero en la penumbra. Verdad. El conocimiento de las cosas tamizado para evitar impurezas. Escritura limpia, sosegada y tranquila. La rutina de la vida es un arte menor. Pero es arte necesario.
Los complementos de la vida los ponemos nosotros. Es una decisión personal. Los detalles de la vida vienen con el aire y se quedan. A veces se diluyen con la lluvia. Pero yo escribo porque mi escritura es limpia. No le permito a ningún vocero que me dicte lo que debo de escribir o lo que debo de callar. Mis manos manejan mi pluma y mi mente le indica el camino. Un pueblo sobre una montaña al que se llega por un camino pedregoso y complicado. Peligroso a veces.
Personajes sencillos que la vida maltrata. No puedo ni debo cambiar su historia. Pero puedo cambiar el final. Esto es ficción y mi pluma escribe a mi dictado. Por eso mi escritura es limpia, sosegada y tranquila. Procuro una prosa impecable. Pero la piel tiene lunares, arrugas y pliegues. No siempre está tensa y lisa. Mi escritura es igual, pues.
El lector debe desplegar sus sentimientos. La escritura se ve. Se escucha. Se palpa. Se siente. Se olfatea. Se degusta. Se descubre. Es un proceso en el que invierte tiempo. Para escribir y para leer. Para reflexionar. Una obra creativa que se empieza de cero. De nada. Sensaciones agradables de poder escribir algo trascendente aunque luego no sea así. O sea menos. Evocar una historia sin imágenes. Una historia sencilla o complicada. Mi escritura es limpia y mis lectores tienen que implicarse. Somos dos que interactuamos, o somos uno. Desmontar tópicos y fortalecer otros. Temas que provoquen reflexión. Análisis. De esto se trata.
Pasión con delicadeza. Cualquier tema sirve si es capaz de generar ideas. Ensoñamientos en el lector. Es aconfesional. Segura. Abstracta y formal. Melódica. Es escritura limpia, sosegada y tranquila. Porque así percibo a mis lectores habituales. Ellos se lo merecen. Escribo para ellos. Sin duda alguna.
Las palabras se repiten. Pero no son las mismas. Son palabras recicladas.
Un lenguaje perseverante. Textos antiguos refundidos en escritura nueva y renovada. Las palabras recicladas ya tienen experiencia en decir cosas. Ahora lo dicen mejor y son más bonitas. No existe el miedo escénico. Ya estuvieron escritas en otros textos. Ahora se mezclan con palabras nuevas. Frases nuevas. La experiencia se mezcla con la inexperiencia de las palabras que debutan. Entre todas dicen cosas bonitas y auténticas. Pero en voz baja. Sin gritar. No hace falta.
Es escritura sencilla se lee en silencio. Como debe ser. Que penetra en cada lector igual que la lluvia persistente de otoño penetra en la tierra y la mantiene húmeda. El orgullo de ser letra y palabra escrita. Juntarse con otras en párrafos enteros. En relato corto. En entrada de blog. En libro. El oficio de saber decir cuando estás plasmada sobre el papel y adquirir significado. No cansarse de ser leída. Ya descansará cuando cierren el libro.
Y el que lee se emociona de leerlas. Las palabras nuevas aprenden de las más antíguas. Otro día formarán parte de otro texto y significarán una cosa distinta. Para no quedar viejas y perder el sentido. Todas quieren ser verso y poesía. Ahora llevan con orgullo ser prosa y narrativa. Y mientras escribo estas líneas la radio habla sola. La música se interpreta para nadie. No sé porqué lo hace. No le presto atención. Aunque reconozco que me hace compañía. La radio.
La pluma. El libro. El papel. El silencio. Tú. Guardo silencio un rato. La quietud se adueña de mí. Quiero escribir antes de que empiece a amanecer. Escritura límpia, sosegada y tranquila. Salud.

sábado, 27 de octubre de 2012

Día libre

El día libre es el día del amanecer cansado y tarde. El día de despojarte del cansancio acumulado. El día de andar entre ocioso y ocupado en cosas pendientes que no tienen importancia. El día de desconectar la rutina y averiguar la aventura. Descifrar lo nuevo. El día de reponer pilas. Reiniciar el sistema y actualizar todas las aplicaciones que tienes instaladas en el cuerpo. Familia. Amistades. Callejear. Holgazanear. Andar despreocupado. Mirar desconcentrado. El día de retomar la lectura y avanzar páginas o no termino nunca. De pensar en lo que has leído y darle vueltas al asunto porque tienes tiempo. El día de coger la libreta y la pluma y darle aire a la imaginación para que escriba lo que quiera. Sin prisas. Sin coacciones. Sin censura. Que imagine cuanto quiera porque la pluma sobre el papel, este día,  es libre de escribir lo que quiera. El día esperado.
El día que te acuerdas de que tienes un sofá y te acercas a él. Lo acarícias con el cuerpo. Con mil posturas extrañas y jamás vistas y le haces compañía. De escribir un verso o una poesía. En todo caso, una entrada digna en el blog. El día de utopías y realidades. El día de hacer de todo menos de lo de cada día. De no ser uno. De ser la paradoja de uno. El día que te desprendes de tu carrera y tu oficio y te dedicas a hacer de aprendiz de lo que sea. De disfrutar de las horas, los minutos y los segundos de otra manera. De no ver tele ni leer prensa porque este día la actualidad no te interesa.  La felicidad en estado puro. Disfrutar del tercer grado y de la libertad de movimientos. A ver venir. Lo que salga. Es el día libre. Pero sólo es un día.
El día de la independencia artística y creativa. Se escribe y se revisa. El día de la inconsciencia. De levantarte con un estupor laboral para concentrarte en lo demás. En lo que a diario te está prohibido. El día del paréntesis. De desarrollar funciones humanas y aventuras existenciales al margen de las laborales. Porque este día no se trabaja de lo de siempre. Se trabaja de todo lo demás. Es mucho porque sólo tienes un día para ponerte al día. Una holganza productiva. El día de funcionar de forma caótica y despreocupado. Sin guión. Ensayando. El día que haces de bohemio y te sale bien. El día de las locuras y las pasiones. De sumergirte en cosas inútiles porque este día tienes tiempo. De ser clásico. De practicar el ocio y el tapeo. De gastar las zapatillas de andar por casa, de tanto andar por casa descubriendo rincones perdidos. Estos que existen y no lo sabías. De hacer locuras y tonterías y todo lo contrario. Porque te apetece hacerlo y sólo tienes este día. De sacar a pasear las emociones y los sentimientos verdaderos porque los otros días no puedes. Este sí porque es el día libre. Es tu día. De quedar con alguien y conversar. De adaptarte a la silla del bar y encontrar nuevos aromas en el café.
El día de enrollarte entre las sábanas hasta que encuentres la salida. Que amanece cuando tú decides. Que las horas son las que tú quieres que sean no las que el reloj marca. El día de la vida solitaria, familiar, en pareja, comunitaria o yo qué sé. Y qué más da. Lo que decidas que para eso es tu día libre. El día de las peripecias y las cosas sin sentido. De no tener que dar explicaciones. De disfrutar del arte de una galería mientras catas una copa de vino. El día que no hay rigideces. Libertad consentida, razonada o intuitíva. El día de finalizar cosas y comenzar otras. Que te conviertes en un sujeto pasivo y te dejas llevar. De bostezar haciendo ruido mientras el café se está haciendo. De ir de un lugar a otro. De abrir y cerrar la nevera sin saber porqué. El día de practicar habilidades y destrezas en el arte de perder el tiempo porque éste te pertenece. No se lo debes a tu jefe ni a la empresa. De cubrir necesidades básicas porque te viene en gana. El día de descubrir misterios inquietantes. De ser egoísta sin remordimientos. De no evolucionar como persona. El día de ser un indigente doméstico sin domesticar. Un recrearse en el tiempo perdido. El día sin ataduras ni preocupaciones. El día de funcionar a base de instintos primarios.
Vivir sin razonar. Gastar alpargatas. Deambular sin rumbo. Ir despeinado incluso para salir a ninguna parte en concreto. De alimentarte de comida basura. De ser lo contrario de uno mismo. El día del sofá y de coleccionar latas de cerveza vacías. De cantar desafinando para molestar a los vecinos. El día de demostrar que perteneces al reino animal. Total es un día. El día libre.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Pluma y papel

 Pasajero de la vida entre paisajes.
Aventurero de las letras.
Pluma y papel.
 
La pluma en la mano. Ilusionada.
Dimensión perturbadora.  Pasión por las letras.
La pluma quieta. El papel en blanco. Se esperan.

Inician el cortejo. Empieza el baile. Son amantes.
Pluma y papel.
La pluma tantea. El papel se inquieta.
Ansiosos los dos. Tienen ganas. Se desean.
Derrama la tinta. Su voz. Sobre el papel.
 
La pluma dibuja letras. Sus preferidas.
 La pluma lo sabe. El papel se deja.
 La pluma escribe. Que se pare el tiempo.
Se emocionan las letras. Se emociona el papel.
 
La pluma se mueve. Pinta de letras el papel.
Se desliza con delicadeza. 
Con suavidad y con elegancia.
Deja huella. Deja palabras. Deja letras.
Calidad artística. Diseño. Significado.
 
Ya no hay timidez. Estremece lo que escribe.
Orgulloso el papel. Engalanado de letras. 
Expresiones sensibles y descarnadas.
Letras que llenan de luz el papel.

La pluma no sabe guardar un secreto.
Escribe sobre el papel lo que lleva dentro.
 
El viento celoso. Mueve las hojas.
Quiere saberlo todo y lee.
Se conmueve. El papel se ruboriza.
El viento difunde lo escrito. 
Letras. Historia escrita.
 Pluma y papel.
 
@antoninegre @marconpi66

domingo, 21 de octubre de 2012

Lluc

El amigo de mi amigo. El que vive dónde la portera Doña Maruja. La que está casada con el profesor de filosofía y que además escribe libros de éxito. Pues este amigo de mi amigo hoy ha desayunado conmigo. Hace tiempo que habíamos quedado para conversar. Hoy hemos compartido mesa y conversación en torno a un café descafeinado con un terrón de azúcar.
Hemos tocado temas en general. Cultura, en definitiva. Resulta que se llama Lluc. Es un nombre frecuente en mi tierra y más o menos documentado. Del latín me dice con toda seguridad. Resulta, además, que en la isla, tenemos un monasterio de culto en plena Sierra de  Tramuntana con el mismo nombre. Curiosidades o no. El monasterio fue posterior a la presencia romana en la isla. Pero el bosque que conforma la Sierra y que en Junio de 2011 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, ya estaba allí.
Está orgulloso de su nombre. Lluc. No es para menos. Del latín "Lucus". Significa "bosque sagrado". La naturaleza nos habla a través del bosque sagrado. Nos habla de la vida y de la muerte. Del crecimiento y la decadencia. De las personas. En el bosque sagrado de Mallorca las piedras y las rocas tienen formas caprichosas.
No pueden hablar pero nos mandan mensajes. Hay que saber interpretarlos. Con predisposición para escuchar y sensibilidad para comprender. El bosque, la luz, las estrellas, las nubes, la luna, la lluvia. Todo habla en silencio porque es sagrado. Encinas y olivos milenarios que conocen la historia porque la han vivido.
Te sientas a la sombra de uno de ellos y el aire que pasa entre las ramas te susurra. Habla en voz baja para decirte cosas. Te cuenta la historia del lugar y las historias de cada una de las personas que han estado en el lugar. Porque ellos escuchan las cosas que hablan las personas.
El paisaje del bosque sagrado transmite serenidad. Vida. Grandiosidad. Apertura. Vitalidad. Sosiego. Lucidez. Todos los que acuden al lugar encuentran lo que buscan. Eso dicen. Será verdad. Pero sólo ocurre si, en el bosque sagrado de Lluc, tienes el valor y la paciencia de escuchar y recibir el mensaje de la historia.
Lucus es el libro abierto de la naturaleza que nos invita a leer en sus páginas llenas de sabiduría. Yo he leído en el libro de la naturaleza. Es precioso lo que pone. Giras las páginas tanto como quieras. Todas están en blanco pero ninguna dice lo mismo. No se repiten. La historia es intensa. A la naturaleza la lees con el corazón y el alma.
Percibes las cosas con los sentidos. No es un bosque callado. No para de hablar. El aire se encarga de decir las cosas cuando pasa por entre las ramas de las encinas y los olivos milenarios. Escuchas los sonidos y los silencios. Ves la luz y la oscuridad. La piel percibe sensaciones, sentimientos y emociones.
Ahora entiendo porqué está contento el amigo Lluc de llevar el nombre que lleva. En cada experiencia de la vida sale fortalecido. Días siendo uno mismo y otros siendo un figurante. Según la ocasión. Según el momento. La historia de su vida -igual que la del bosque sagrado- es un cúmulo de sucedidos y de acontecimientos constructivos y destructivos. Un poco de todo. Como la condición humana que no siempre se explica ni siempre es coherente.
A veces, incluso, no se entiende. Momentos que parecen improvisados. El ser humano y la vida son el argumento de la historia. Una historia brillante y mediocre a la vez. Los recursos de la naturaleza están a disposición de aquellas personas con nobleza de sentimientos. De lo auténtico. Las falsedades se delatan solas. Pero la vida siempre es trascendente.
Así es Lluc. El amigo de mi amigo y con el que hoy he desayunado. El que vive dónde la portera Maruja que está casada con el filósofo profesor de universidad y que escribe libros de éxitos. El que está orgulloso de su nombre porque significa bosque sagrado. Naturaleza. Nobleza de sentimientos. Encinas, olivos, piedras y rocas milenarias. Susurros del viento que sólo hablan al que quiere escuchar. Salud.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Cada segundo

Cada uno tiene momentos y enredos en su vida. Ilusiones que satisfacer, posicionamientos que definir, comportamientos adaptados a la ocasión, identidades para cada caso, y cosas así. La vida de cada uno tiene sus tiempos y tiene sus ritmos que tendrá que cumplir según le convenga o le vengan dadas.
Dichas y desdichas en un mismo día y en una misma ocasión. Razones para cada cosa que piense, que diga o que haga. Pero sea lo que sea que uno tenga que hacer debe de hacerlo con elegancia. Con estilo. No vale de cualquier manera. Cada momento, cada segundo es extraordinario por lo que sea. Habrá que aprovecharlo. El tiempo vale lo que vale. Tiempo.
La elegancia de vivir la vida consiste en estimular la creatividad a cada segundo que pasa y hacernos responsables de que nuestro comportamiento sea administrado con libertad. Esto implica conocer sus límites de esa libertad. Son las normas de convivencia que están para cumplirlas.
He leído que alguien ha dicho que las normas están para ser violadas. Lo ha dicho un imbécil metido a político -no se explicaría de otra manera-. Hay otro, en la misma línea de pensamiento plano que ha llamado a otro: "pijo ácrata. Indecente. Impresentable e intolerante". Resulta que el tal "pijo" ha descubierto la decadencia de la clase política y lo ha proclamado en voz alta. Cuando una cosa molesta es porque suele ser verdad.
La fractura entre la sociedad y la clase política resulta evidente. Ya no representan al pueblo y lo saben. Sólo se representan a sí mismos. Ahora la soberanía radica en el Congreso que está en manos de sus señorías. Han abatido al pueblo. Nos muestran la espalda para esconder la cara. Pronto volverán a pedirnos el voto. Hablaremos del asunto.
La última parte de lo que estoy contando no es literatura. Ni arte, ni cultura. Es noticia de cloaca. Basura. Pero la quiero contar para explicar que esto no es estético ni elegante. Cada segundo que pasa se resta del total de la vida. Ya estamos en otoño. No es decadencia el otoño. Es el paso previo al invierno. Es un tiempo que hay que pasar. Como otro cualquiera. Tiene su belleza, su encanto, su elegancia.
Desde lo alto del monte veo el bosque. Cada árbol con su color característico. Un mosaico de colores. Las hojas que caen al suelo forman una alfombra de rojizos y ocres. La lluvia otoñal no cae en la tierra. Está sobre las hojas y se desliza sobre ellas. Llovizna persistente que no llega a molestar. Límpia el ambiente y crea sensaciones positivas. Hay hojas que se resisten a desprenderse pero el viento no lo consiente. Las arranca con elegante suavidad. Con delicadeza. En un vaivén interminable hasta el suelo. Las podrías coger al vuelo. Se turnan para caer. Parece una lluvia de hojas. Es el llanto de los árboles por quedarse desnudos.
Será hasta la primavera. Pues será pronto porque el tiempo pasa rápido. Cada segundo. Ahora que no quedan hojas en los árboles el aire pasa más ágil por entre las ramas y los troncos. Las hojas no frenan su avance. Ese silbido delicado que manda callar, sssssssssss. Puedo ver y oir el bosque que se prepara para la inactividad invernal. Pero su interior no para. Prepara sus decorados para la primavera. El bosque quiere estar elegante en primavera. Cada segundo de cada estación del año.
El mar hace lo propio. Todo el verano calmado. Ahora en otoño se vuelve revoltoso. Necesita ejercitarse. Saca su rabia. Se mueve tempestuoso para hacer alarde de su grandeza. Pone en peligro a las barcas que lo quieren surcar. De sus olas. De su espuma. Cambia el color -como el bosque-. Mas oscuro y menos transparente. Las barcas más valientes se arriesgan a salir de puerto. Hay que pescar aunque sea otoño. Navegan sorteando las olas o cortándolas si hace falta. Pero con elegancia porque así es cómo se hacen las cosas. Las bravuconadas son para los imbéciles. Ya lo dije. La naturaleza se comporta de otra manera. Aparecen las nubes, el viento, la lluvia y las tempestades. Cada segundo de otoño es otoño y no otra cosa.
Cada segundo es un momento distinto. La naturaleza se convierte en espectáculo. Natural. Cada segundo de otoño es propicio para la creatividad de los artistas. Hay que coger el punto. Sin forzar. Termina el café y ponte a escribir. Salud.

domingo, 14 de octubre de 2012

Cante

Silencio. Habla la música.
Sin orquesta. Música gitana. Es música también.
El público escucha. Aguanta la respiración.
Esto es Cante. 
 
Acordes de guitarra. Toque flamenco.
Ritmo de tacones. Ritmo de palmas.
Voz desgarradora. Sentimiento violento.
 
Palmas. Tacones. Voz que grita cosas.
Pentagrama sin notas dibujadas.
Sólo emociones y sentimientos escritos.
El cantaor los mira. Luego los canta.
 
Voz desgarrada de nicotina y destilado.
Se suelta apasionado. Con los ojos cerrados.
 
Versos cantados a ritmo de guitarra.
Palmas. Tacones. Eco en las tablas.
Tristeza de sentimientos. Melancolía de música.
Dedos marcando acordes.
Dedos acariciando cuerdas.
Con violencia. Con pasión 
 
Sonido seco de tacones sobre las tablas.
Retumban en la sala muda. Hay que escucharlos.
Pena con voz afónica. 
A ritmo de acordes, palmas y tacones.
 
Poetizar el Cante. La música. El ritmo.
El ambiente. El sentir. El público.
Melancolía triste con ojos cerrados.
La vida misma es un Cante. Hasta que te mueres.
Llega desde lo profundo. Se queda cuerpo adentro.
Revulsivo de nostalgia y lamento.
 
Los sonidos se recrean para que se oigan.
Se vean. Se respiren. Se aplaudan.
Cantaor y público. Un mismo sentir.
Sensaciones y momentos de otros tiempos.
En sus mismos cuerpos. Se repiten y se recrean.
Son la esencia de la vida misma. Es el Cante.
 
Se estrechan en un mismo sentimiento.
Sentimiento compartido. Cantado. Taconeado.
Traducido a palmas. Exagerado por el eco.
Piel. Sudor. Entre tablas y aplausos.
Y gritos de melancolía. De tristeza. De pasión.
Es el Cante, hasta que te mueres.
 
 
@antoninegre @marconpi66

jueves, 11 de octubre de 2012

Sin prisa

Escribir en el blog me relaja. No preciso la celeridad de la inmediatez. Que ya es mucho. No tengo necesidad de actualizar la actualidad. Esto de: Ahora mismo o ya no me sirve. No es mi caso. Ni mucho menos. Es un sentarse relajado delante de un papel en blanco -una libreta de bloguero- que la llamo yo. Desarrollar un tema o darle forma a una idea. Relatar un sentimiento con todo el tiempo del mundo por delante. El tiempo que haga falta. Lo necesario porque aquí no hay prisas. Luego de todo esto, lo que quede escrito, será leído tantas veces como haga falta para darle forma y consistencia. Corregirlo y pulirlo hasta que quede listo para ser publicado. Es así. Debe ser así para que funcione y yo esté satisfecho conmigo mismo. Es artesanía del arte y de lo artístico. De la plástica de la escritura y de la sintaxis. De lo que ves, oyes, piensas y luego escribes. Pero sin prisas. Lo dije antes. Esta es la pretensión del blog.
Quien lee hace lo propio. No encontrará noticias de actualidad que terminan de suceder. Tampoco se puede entrar con prisas y echar una ojeada. Esto no funciona así. Cada entrada se lee al ritmo que se toma un café. Se sorbe cada palabra y cada frase. Cada párrafo. Es una degustación. Una cata. Busca sabores, gustos, aromas, matices, colores, texturas, formas. Hay que entenderlo en su justa medida y en sus justos términos. Tampoco tiene que haber celeridad por parte del lector. Se lee a conciencia o no se lee. Hay que buscar el momento. La predisposición. El instante de la empatía literaria. O no se hace. Cada uno debe dibujar en su mente la idea que se quiere transmitir. Con lo que está escrito y con lo que se ha callado. Encontrar el punto de encuentro ideal entre lo escrito, lo que se lee y lo que se entiende de lo que se ha leído.
Todas las palabras tienen su propio significado en sí mismas. Estas mismas palabras deberán ser matizadas en el contexto y podrán adquirir otro significado. No hay otra forma de hacerlo. Insisto en que esto es un blog. Son relatos breves. Puro ensayo de ideas, de emociones y de sentimientos. Es un estilo de vida y una forma de entender la vida. No se confunda con un periódico, con una revista rosa, un tratado científico o una reseña histórica de la historia. Entendimiento literario entre dos personas que intercambian puntos de vista y sensibilidades. Pero ante todo tiene que producir satisfacción en todos. Un regusto agradable en la mente y en el alma. Decía que es un ensayo. Un explorar ideas sobre temas importantes, o menos. Es buscar puntos de encuentro entre lo que pienso y escribo y lo que piensa quien me lee. Tiene que haber una intencionalidad, a priori, de complementarse. Un intercambio cultural. Aunque luego no sea así. Que podría ser. Como no. Es la justificación de este blog. Se intenta la perfección aunque no se puede objetivar. Incluso voy a dar por buena una cierta imperfección casi perfecta. Se pretende intensidad en lo que se escribe. Siempre. Pero el umbral de lo aceptable puede variar de un lector a otro. Lo importante es que cada uno tenga su parcela. Su punto de encuentro lo más real posible.
Utilizo un estilo mixto que me resulta cómodo. Un conversar con el lector sobre temas diversos y buscar puntos de referencia y de encuentro. A veces reconozco que dejo deslizar la pluma sobre el papel en blanco y que escriba lo que quiera. Le doy libertad de movimientos y puedo llegar a asombrarme. Escribo descalzo para que el zapato no apriete y las ideas fluyan con más libertad. No me gusta utilizar palabras que precisen de diccionario de cabecera para ser entendidas. El vocabulario coloquial de andar por casa resulta. Es respetuoso y es agradecido. El vocabulario soez no hace falta. Este que utilizamos en la cola del super un día de cabreo y crispación y que además hay alguien que intenta colarse. Carallo.
No tengo que convencer a ningún agente literario ni a ningún empresario editorial. No tengo que escribir para privilagiados. Lo hago para mentes modestas y sensibles. En el fondo hay un cierto pánico encubierto y disimulado. Nos estamos acostumbrando a las prisas y a la inmediatez. Intentaré alejarme lo más que pueda de todo esto. Si cuando escribo estoy en el entorno adecuado se nota y si el que lo lee también está en el entorno adecuado, también se nota. Pues queda dicho. La construcción de cada entrada se seguirá haciendo así. Salud.

lunes, 8 de octubre de 2012

La galería

He visitado una galería de arte. Todo un reto para los artistas, para el galerista y para el espectador en busca de sensaciones nunca antes experimentadas. Un reto a la capacidad de asombrarte. De emocionarte. De no salir indiferente. Una grán fotografía en blanco y negro de un rayo saliendo de una nube negra. El rayo de la fotografía está quieto y desafiante. Me atrae. Me imagino el poder de la naturaleza . Es de una belleza infinita. Su densidad plástica no me deja indiferente. Justo dónde termina el rayo hay una casa. Es el objetivo. Una imagen agradable a los ojos de quien la contempla y desagradable para quién padece una tormenta de estas.
Sigo andando en busca de arte. Aparece en el fondo un sencillo marco en sepia. Me voy acercando. Una hoja de papel reciclado en rústico de color rojo. Bordes irregulares. En el inmenso papel hay marcadas unas rayas negras horizontales. Pequeños garabatos y otros tantos agujeros de distintos tamaños esparcidos. Como si las polillas hubieran estado antes. No acierto. No quiero pistas. Cierro los ojos un instante. Vuelvo a abrirlos y lo veo claro. Es un libro abierto con todas las páginas a la vista. Las líneas son subrayados del lector. Los bordes irregulares implican un libro leído y releído infinidad de veces. Tiene que ser bueno. Los garabatos son anotaciones al margen. Tiene que haber gustado mucho. Los trozos que faltan son párrafos que el lector ha memorizado y ha hecho suyos. Ya no le pertenecen al escritor. Ni al libro. Le pertenecen al lector. Es un libro precioso escrito con maestría. Color rojo indicativo de calidad literaria. Belleza literaria. Sintaxis perfecta. Historia de amor y desamor con final feliz. Pende de un hilo anclado en el techo. El poco aire que circula por la galería lo mueve de forma pausada y ordenada. Es una historia real. Personajes inquietos que se explican mientras los miras. No se el tiempo que he tardado en leerlo pero me ha gustado mucho.
En el otro pasillo hay un pedestal de madera sobre el cual descansa una escultura de tamaño medio. Simboliza una maternidad. Una madre con un bebe en brazos elaborado en terracota. No es una maternidad cualquiera. Es especial. Impresiona. Es una imagen desgarradora. El hijo que tiene en brazos está muerto. Ella no se desprende de él. Lo sujeta con fuerza. Madre e hijo se funden en una escultura de especial belleza. Por el significado. La sensibilidad del momento me eriza el vello. El gesto de la madre es natural dadas las circunstancias. De la madre se deducen los ojos más bonitos del mundo. Joven ella. Los ojos hundidos por el dolor. Las pupilas pequeñas porque están de luto. El artista ha comprendido y ha conseguido expresar la belleza del dolor. Empaticé con la madre. Rabia contenida por la crueldad del hecho. Fue un encuentro útil para mí. En esta galería no puedes practicar la indiferencia. El autor es un artista de las artes plásticas.
Otro cuadro de grandes dimensiones. Colocado deliberadamente en el suelo y apoyado a la pared con una suave inclinación. Es un papel que contiene un escrito. No puedo leerlo porque no conozco las letras. Me resultan atractivas pero no las distingo. Veo palabras que forman un texto. Son palabras dibujadas. Es geometría de las letras. Dibujo de las letras. No entiendo nada pero no pedo dejar de mirarlo. Es interesante lo que pone. Un tratado de filosofía escrito en alguna lengua muerta. Trazados casi perfectos. Al rato intuyo un mensaje. Es una metáfora de la vida que me obliga a reorganizar mis ideas.
Al final del recorrido me encuentro con una pared inmensa y un sólo cuadro en el centro. El cuadro de los relojes y del tiempo. Fondo azul. Un hombre con mil caras rodeado de cientos de relojes. Cada uno es distinto a los demás y marca una hora distinta de los demás. El tiempo existe porque existen los relojes y el tiempo pasa porque lo dicen los relojes. Este señor quiere huir del tiempo y de los relojes pero no puede. No quiere agobios. No quiere llegar antes ni tarde. Es esclavo del tiempo. Como todos.  Impresionante expresionismo. Lo miro y pienso en las horas, minutos y segundos que han pasado por mi vida y que no habré vivido. Ya no puedo recuperar nada de esto. El tiempo no es oro. El tiempo es tiempo y es valioso.
Salgo de mi asombro y me doy cuenta que estoy solo en la galería. El dueño, cuando entra alguien, cierra la puerta. Nada está en venta. La cultura y el arte es patrimonio de todos. Salud.

jueves, 4 de octubre de 2012

Port des Canonge

Las campanas sonaron a ocaso, a retiro, a descanso. 
A cerrar calles y plazas, hasta el día siguiente.
 
Yo en la playa. Acompañado por el mar y las estrellas.
El mar viene manso a morir a la orilla. Sin romperse. Sin espuma.
 Las sombras enmudecieron. En la oscuridad agobiante. Invisible.
Mientras, ando por la orilla. Descalzo, sobre la arena.
No he visto huellas. Miro hacia atrás pero no dejo huellas.
Extraña sensación. El mar me las borra en la oscuridad.
 
Sentado en la orilla. La inmensidad del firmamento.
Una estrella brilla más. Me enamoro de ella.
No quiero ir a descansar. Me quedaré aquí. Para mirarla.
En la oscuridad más absoluta. En el relajante silencio.
 
El universo, tú y yo. Irremediable paz interior.
La luna como testigo. Desde lo alto del firmamento.
Nada me sale. Quiero decirte. Nada digo. 
Tu brillo me confunde. Ese brillo de estrella. Que enamora.
 
No todo es leer ni todo es escribir.
Mirar. Sentado en la arena de la playa. Mirar y esperar.
Mejor si es noche cerrada. Que siga cerrada.
 
Nadie en la noche nos molestará. Noche de final de verano.
Te irás con las primeras luces. Yo también.
Nos iremos al mismo tiempo. Como hacen los enamorados.
Se que mañana volverás. Yo también volveré.
Me conocerás por el perfume de mar. Yo por tu brillo.
Con la mirada nos diremos cosas. Sólo con la mirada.
 
El sol se ha escondido detrás del horizonte del mar.
Han vuelto las sombras y el agobiante silencio.
El pescador que conoce las estrellas ha dicho que no existes.
Entiende de estrellas, por no de brillos de amor.
 
Hoy el mar viene revoltoso a la orilla, espoleado por el viento.
Ni siquiera la espuma que moja mis pies me molesta.
El pescador cree que estoy loco. No entiende de enamoramientos.
La cantidad de cosas que nos decimos. Sin abrir la boca.
Nos volveremos a ir juntos como hacen los enamorados.