He visitado una galería de arte. Todo un reto para los artistas, para el galerista y para el espectador en busca de sensaciones nunca antes experimentadas. Un reto a la capacidad de asombrarte. De emocionarte. De no salir indiferente. Una grán fotografía en blanco y negro de un rayo saliendo de una nube negra. El rayo de la fotografía está quieto y desafiante. Me atrae. Me imagino el poder de la naturaleza . Es de una belleza infinita. Su densidad plástica no me deja indiferente. Justo dónde termina el rayo hay una casa. Es el objetivo. Una imagen agradable a los ojos de quien la contempla y desagradable para quién padece una tormenta de estas.
Sigo andando en busca de arte. Aparece en el fondo un sencillo marco en sepia. Me voy acercando. Una hoja de papel reciclado en rústico de color rojo. Bordes irregulares. En el inmenso papel hay marcadas unas rayas negras horizontales. Pequeños garabatos y otros tantos agujeros de distintos tamaños esparcidos. Como si las polillas hubieran estado antes. No acierto. No quiero pistas. Cierro los ojos un instante. Vuelvo a abrirlos y lo veo claro. Es un libro abierto con todas las páginas a la vista. Las líneas son subrayados del lector. Los bordes irregulares implican un libro leído y releído infinidad de veces. Tiene que ser bueno. Los garabatos son anotaciones al margen. Tiene que haber gustado mucho. Los trozos que faltan son párrafos que el lector ha memorizado y ha hecho suyos. Ya no le pertenecen al escritor. Ni al libro. Le pertenecen al lector. Es un libro precioso escrito con maestría. Color rojo indicativo de calidad literaria. Belleza literaria. Sintaxis perfecta. Historia de amor y desamor con final feliz. Pende de un hilo anclado en el techo. El poco aire que circula por la galería lo mueve de forma pausada y ordenada. Es una historia real. Personajes inquietos que se explican mientras los miras. No se el tiempo que he tardado en leerlo pero me ha gustado mucho.
En el otro pasillo hay un pedestal de madera sobre el cual descansa una escultura de tamaño medio. Simboliza una maternidad. Una madre con un bebe en brazos elaborado en terracota. No es una maternidad cualquiera. Es especial. Impresiona. Es una imagen desgarradora. El hijo que tiene en brazos está muerto. Ella no se desprende de él. Lo sujeta con fuerza. Madre e hijo se funden en una escultura de especial belleza. Por el significado. La sensibilidad del momento me eriza el vello. El gesto de la madre es natural dadas las circunstancias. De la madre se deducen los ojos más bonitos del mundo. Joven ella. Los ojos hundidos por el dolor. Las pupilas pequeñas porque están de luto. El artista ha comprendido y ha conseguido expresar la belleza del dolor. Empaticé con la madre. Rabia contenida por la crueldad del hecho. Fue un encuentro útil para mí. En esta galería no puedes practicar la indiferencia. El autor es un artista de las artes plásticas.
Otro cuadro de grandes dimensiones. Colocado deliberadamente en el suelo y apoyado a la pared con una suave inclinación. Es un papel que contiene un escrito. No puedo leerlo porque no conozco las letras. Me resultan atractivas pero no las distingo. Veo palabras que forman un texto. Son palabras dibujadas. Es geometría de las letras. Dibujo de las letras. No entiendo nada pero no pedo dejar de mirarlo. Es interesante lo que pone. Un tratado de filosofía escrito en alguna lengua muerta. Trazados casi perfectos. Al rato intuyo un mensaje. Es una metáfora de la vida que me obliga a reorganizar mis ideas.
Al final del recorrido me encuentro con una pared inmensa y un sólo cuadro en el centro. El cuadro de los relojes y del tiempo. Fondo azul. Un hombre con mil caras rodeado de cientos de relojes. Cada uno es distinto a los demás y marca una hora distinta de los demás. El tiempo existe porque existen los relojes y el tiempo pasa porque lo dicen los relojes. Este señor quiere huir del tiempo y de los relojes pero no puede. No quiere agobios. No quiere llegar antes ni tarde. Es esclavo del tiempo. Como todos. Impresionante expresionismo. Lo miro y pienso en las horas, minutos y segundos que han pasado por mi vida y que no habré vivido. Ya no puedo recuperar nada de esto. El tiempo no es oro. El tiempo es tiempo y es valioso.
Al final del recorrido me encuentro con una pared inmensa y un sólo cuadro en el centro. El cuadro de los relojes y del tiempo. Fondo azul. Un hombre con mil caras rodeado de cientos de relojes. Cada uno es distinto a los demás y marca una hora distinta de los demás. El tiempo existe porque existen los relojes y el tiempo pasa porque lo dicen los relojes. Este señor quiere huir del tiempo y de los relojes pero no puede. No quiere agobios. No quiere llegar antes ni tarde. Es esclavo del tiempo. Como todos. Impresionante expresionismo. Lo miro y pienso en las horas, minutos y segundos que han pasado por mi vida y que no habré vivido. Ya no puedo recuperar nada de esto. El tiempo no es oro. El tiempo es tiempo y es valioso.
Salgo de mi asombro y me doy cuenta que estoy solo en la galería. El dueño, cuando entra alguien, cierra la puerta. Nada está en venta. La cultura y el arte es patrimonio de todos. Salud.