Los obispos, arzobispos, cardenales e incluso el mismísimo Papa, han apostado por temas de actualidad y muy alejados de sus competencias relativas a la religión que siempre suscitan controversia. Se diría que están para esto. Que lo hacen aposta, con saña y mala leche. Cada vez que hablan tienen una repercusión mediática nacional e internacional y un alcance popular difícil de igualar. Opinan sobre todo. Las bodas civiles alejadas de la fe cristiana les parecen mal. Los casamientos entre personas del mismo sexo que quieren compartir la vida en lo bueno y en lo malo -porque de por medio hay amor- e incluso quieren adoptar hijos y educarlos civilmente e incluso de forma cristiana les parece peor. Usar preservativos es pecado. Abortar te supone la excomunión y si la mujer aborta el hombre puede abusar de ella. Si eres funcionario público tienes una enfermedad social. Las farmacéuticas tienen la culpa de las enfermedades en general y del Sida en particular. El holocausto es un invento de los judíos. Se puede traspasar energía espiritual a los niños a través de las caricias por eso Dios nos obsequio con ellos. Los niños, a los trece años, a la que te descuidas te provocan. Eso no es ser homosexual. Es una sexualidad distinta. Los pobres de Haití para superar sus desgracias tienen que orar, pero primero deben rezar para ellos -los obispos- porque son más importantes que otra cosa. El mismo Papa ha afirmado que en los setenta la pedofília se entendía como algo completamente en conformidad con el hombre e incluso con los niños. Si te divorcias vives en pecado y si no hubiera maricones no habría sida ni otras enfermedades de transmisión sexual.
No se apoyan para nada en la sabiduría y en la inteligencia que su Dios creador supuestamente les ha otorgado. Fueron creados a la imagen y semejanza de Dios y ahora resulta que no hay Dios que los entienda. Su inteligencia debería ser creadora e integradora y no lo es porque no hay tal inteligencia. Son gente consagrada por su Dios y entregados a predicar las bondades del cristianismo. Pero están resentidos y se sienten ninguneados por la sociedad. La gente acude poco a las iglesias y no quieren clases de religión. Los seminarios están vacíos y tienen que cerrar y los conventos se han convertido en geriátricos de lujo porque el gobierno aconfesional cumple con el concordato firmado con la Santa Sede y paga a tiempo. Sólo encienden la pasión en unos pocos. La crisis ha conseguido más soldados que seminaristas. Desde que Don Francisco murió han perdido poder. Han dicho que en España hay demasiada cultura del subsidio y del desempleo. Ellos son subsidiarios y cada mes les ingresan la nómina por tener un empleo no productivo. Pero no se enteran. Para ser obispo o arzobispo hay que ser frívolo, deliberado, calculador, mezquino y despreciable. Todavía quedan, pero menos. Ni siquiera Dios, en su infinita bondad, puede con ellos. Sus biografías son oscuras y afrontan un futuro incierto. Enojan cuando hablan porque no hablan de sus cosas y el rebaño cada vez es más residual y desaparecerá. Y se hará la luz. Y los conventos, los seminarios y las iglesias se convertirán en casa de cultura. Salud.