viernes, 14 de febrero de 2014

Rimar en Febrero

Palabras regaladas de deleite inmenso
de la lumbre de la sabiduría
con la esperanza venida desde abajo
a consumarse en el presente
agonía de lágrimas y suspiros
gemidos de esperanza contenida
espinas de rosal ensangrentadas
dando palabras de belleza consentida
que llevan melodías de cantares.
 
Cortina oscura que trae la noche
derrama silencio en calles y casas
apagando los enojos que los ojos miran
quedando los aromas de la mañana fresca
que el aire trae al vuelo del alba
iluminando mar, montañas y valles.
 
Resplandecen los sentidos desde dentro
gloriosos de fuego los sentimientos
el poder de los sabios que no saben
socorrer al vencido sabiendo vida
ciego de tinieblas convertidas en ti
arrimadas al olvido polvoriento
que no sople el aire o vendrá el olvido.
 
Forma, figura y sombra
del dolor interior que desfallece
viviendo la esperanza entre borrascas
cansado de soledades y engaños
disfrutando la grandeza de la letra
escrita con sangre esperanzada
que tampoco rima en Febrero.
 


miércoles, 12 de febrero de 2014

Palabras

Las letras y las palabras despertaron. De su larga noche. Noche intemporal, pero despertaron. Volvieron al equilibrio del momento. Se situaron a dónde está el sentimiento. A la vida escrita. Volvieron a ser metáforas y eufemismos. Realidades y utopías. A decir cosas que son. Que no son. O decirlas de otra manera a lo que son o no son. Creo que me he liado pero sé que me has entendido. Pues eso quería decir. Despertaron y volvieron a ser palabras poéticas. Con un punto de melancolía. Románticas. Bonitas. Volvieron a ser cultura literaria.
Despertaron de su noche. De su sueño. De la pradera del olvido. De la casa donde viven en habitaciones separadas. Es el invierno de la literatura y a ratos hace frío. Las noches poéticas tienen luz propia. Como las estrellas. Con el significado de siempre. Porque nunca han dejado de ser. Simplemente dormían el sueño de las letras, las palabras, las ideas, las frases, los textos. El sueño de la prosa y de la poesía. Y esas cosas.  Se han insinuado al papel y se han aliado con la pluma. Ahora se han dejado plasmar con libertad y han vuelto a los libros y otros textos. A las historias bien escritas y bien contadas. Palabras que huelen a primavera porque lucen con todo su esplendor. La brisa del mar las perfuma. Y se nota. Cuentan su despertar y lo que ocurre a su alrededor.  Porque las letras y las palabras no tienen olvido. Somos nosotros si acaso. Ordenadas en líneas y cautivas entre hojas en espera de ser leídas.
Han despertado para ocupar el ocio y su tiempo. La necesidad. La curiosidad. Aligerar las penas y provocar tormentas.  Peleando para que el marcapáginas duerma entre sus hojas. Y siempre entre hojas distintas. Hojas que se dejan acariciar por los dedos. Para sujetarlas o girarlas. Palabras que se conforman con ser protagonistas de algún acontecido. Algún mensaje. Una biografía. Una historia, o lo que sea. También pequeños relatos en un blog.
Recuerdan haber soñado mientras dormían. Que formaban parte de grandes historias y bonitas. De batallas ganadas. De biografías excelentes. De libros con premio. Normal. Tienen asegurada su inmortalidad. Siempre habrá alguien que las escriba y las lea. No desaparecerá la escritura y los libros. Esto también lo han soñado. Se repiten en distintos textos para decir lo mismo. O cosas distintas. Que esta es la riqueza de las palabras y las letras. Y además de ser escritas también son habladas en conversaciones entretenidas. Tienen vida propia siempre a merced de una idea. De una pluma. De una hoja. De un lector en definitiva. De las últimas en despertar formarán parte de un discurso de un premio Cervantes. Qué grande.
Algunas son  más importantes que otras. Relevantes. Imprescindibles. De rellenar para alargar. Describen la condición humana. Tienen la obligación y la necesidad de relacionarse entre sí. Y lo hacen lo mejor que pueden. Se juntan para asegurar un significado. Sólo la pluma lo sabe hacer con maestría. Los labios que las pronuncian con diplomacia y entonación precisa. Han despertado las letras y las palabras. De su noche. Ahora han vuelto a llenar páginas. Con distintas ideas y estilos. Han vuelto a ser pronunciadas por bocas grandes y pequeñas. Otra vez a la rutina del día a día. Ejercerán la crítica sobre ellas mismas.
Ampliar horizontes literarios. Cada una en su libro o escrito. Siempre con dignidad. Tienen timbre. Tono. Matiz. Sensibilidad. Exquisitez. Empeño. Excelencia. Y otras cosas. Cualidades culturales y literarias propias de un despertar. Tuvieron un sueño. El sueño de los sabios. Y ahora, al despertar, lo escriben. Salud.

viernes, 7 de febrero de 2014

Reflejo

El lenguaje no sólo es texto. Eso ha dicho el poeta justo antes de empezar a escribir en una esquina de la boca del metro.  Enfrente del músico saxofonista. Amigos que son en las aventuras y desventuras.
Conoce muy bien el poeta que hay un recodo moral en un paraje del bosque. En un alto de la Serra de la Tramontana Mallorquina. Casi arriba del todo. Un lugar para perderse antes del anochecer. Es mirador de s'Archiduc.  Se puede ver un resplandor en el mar. Pero se resiste. No lo consigue escribir. Este resplandor es como un muro donde choca el eco y se rompe en miles de silencios. Porque el lenguaje no es sólo texto.
Hay un vacío de siglos. Reflejos de fantasmas del pasado que el viento agita desde el vértigo de la altura. El mar, ajeno a todo, contiene el reflejo y lo mueve con las olas hasta perderse en la orilla. Pero la dignidad del poeta no está vacía. Rebosa valores de escritura útil y serena. Que gusta porque dice y cuenta. El reflejo es silencioso y guarda secretos. Celoso de sí.
Es arte el reflejo. Y el mar. El eco roto en silencios y el vértigo de la altura. El lenguaje es arte porque no es sólo de texto. Escucha el poeta una música. O un canto. O el murmullo de las olas camino de la orilla. Quizá el roce del mar sobre la arena. Mira y escucha el poeta. Son los sonidos de tiempos pasados. De una historia silenciosa y silenciada. Que se intuye. Viven en este recodo moral que no se pervierte. Con el reflejo. La herida ya no está pero queda la cicatriz. La huella. Las ruinas. Los pinos y las encinas. El aire que es el mismo. Lo sabe el poeta y @Trampagos que lo respira. Suben a estos sitios con la facilidad de las cabras.
Da para mucho mientras se acomoda en la esquina de la boca del metro. Prepara lápices y papel. Pluma y tinta. El músico templa el saxo para que no desafine. Y el ruido del vaivén de la gente apresurada y falta de tiempo. Porque siempre corren y siempre dicen que llegan tarde. El temblor de la tierra cuando pasa el metro. El poeta no tiene prisa. Le ha ganado la batalla al tiempo. Pero tiene sus momentos de tristeza porque no puede ver el mar ni el bosque. Y ese reflejo que quiere escribir y no puede.  Es que el lenguaje no es sólo texto. Siente rareza porque un niño se acerca y se detiene delante. Escucha atento los versos que pronuncia. Cuando termina abre los ojos y levanta la mirada. Observa que el niño ha dejado la mochila al suelo y le aplaude. Y se va corriendo para no perder el metro.
Es compleja la vida pero el poeta hace tiempo que se propuso hacerla fácil. Sale fuera y ya no llueve. Hay un charco y en él un reflejo. Se mueve el reflejo porque se mueve el agua. Si no se está quieta no hay quien lo escriba. Parece un paisaje con fantasmas aunque estos últimos no se ven. Es la frustración del poeta  callejero que en todo ve el arte y lo quiere escribir con rima o sin ella. Pero no tiene mar. Ni barca. Ni acantilado de vértigo. Sólo un reflejo urbano. Sin algas marinas. Tampoco el olor acompaña. Le cuesta al poeta subir a la superficie urbana. Las escaleras han envejecido con él. Si cambiaran los escalones por unos nuevos seguramente sería distinto.
El poeta y el músico del saxo mantienen una relación de amor y odio con sus cuartillas y sus pentagramas. Curiosidad e indiferencia. De necesidad. Escribe sobre cosas marinas. Sobre los restos que los temporales arrastran hasta la orilla. Pero cuando piensa en el reflejo se para y queda pensativo. De qué estará hecho el reflejo que no lo puede escribir. Sólo ve unas aves marinas surcar el cielo mar adentro. Se tiran al mar y salen con un pez en el pico. Luego vuelan de regreso al acantilado donde tienen su nido inaccesible. El mar cuando se pone violento se llena de cadáveres. La tierra también. La gente les llora y se estremece el poeta. El mar es como lo han hecho no como querría ser.
Ahora el poeta se sienta y escribe. Maneja el tiempo poético de la rima. Pero no el de la prosa. A veces recita con voz marina de color turquesa y olor a sal. El músico le acompaña imitando la tempestad de las olas. Salud.  

miércoles, 5 de febrero de 2014

Restos de poesía

Paraje remoto.
Sin nada en la orilla.
De sueños y de horrores.
Con treguas de perdedores.
Con aguacero y viento.
Y nuestra voz con su memoria.
 
Cenizas de una pasión.
Restos de momentos poéticos.
Con el destino quemado.
Sobre la cuerda de la nada,
soportando la vida.
Con desmesuradas emociones.
A las luces de la ensoñación.
Dejando que pase el tiempo.
 
De la mano, mar adentro.
Soportando un fuerte oleaje.
Porque nos quisimos sin poder querernos.
Inseguridades que a nadie importan.
Momentos entre la niebla.
Sólo el faro alumbra el humo.
Que desaparece con el aire.
 
Mil razones para querernos.
 Atenazados a una vida imaginaria.
Que sortea el abismo con nostalgia.
Rodando como una piedra de rio.
 
Enterramos las cenizas.
Las regamos con lágrimas.
Las abonamos con miradas.
Cuando llegue la primavera.
Nacerá una pasión fortalecida.
Mimada por el sol y el aire.
Por la oscuridad y el silencio.
En un paraje remoto.
 
 
 


domingo, 2 de febrero de 2014

La casa

Anda escorado del lado izquierdo por una cojera. La guerra le había roto un tobillo. Además le había provocado un cansancio anatómico de brazos caídos con joroba desproporcionada.
Cuando llegó de hacer la guerra -en los bandos para no herir sensibilidades- se construyó una casa pequeña colindante con la de sus padres. En un solar compartido con un huerto y un corral de animales con una caseta. La casa tiene los muros gruesos de esos que insonorizan el ruido para darle espacio al silencio.  De esos que no dejan pasar el frío del invierno ni el calor del verano. De esos que no escuchas cuando el vecino tose o cierra la puerta. Está situada en un alto del pueblo y se accede por un camino de tierra. Más o menos en condiciones. En verano es un desierto de polvo. En invierno, cuando llueve, pisas un barro espeso que te dificulta la llegada. A cinco minutos a pie de las casas que conforman el núcleo antiguo del pueblo.
Desde este alto se puede ver un mar con genio. Que calmado casi nunca está. Casi dos años le duró construir la casa. Pero ha quedado bien y bonita. Los vecinos se acercan para verla. Es una copia casi exacta de otra que había visto en otro sitio donde había estado haciendo la guerra. Un día le enseñó un dibujo al alcalde. En uno de esos papeles arrugados de envolver. Al alcalde le gustó y le dio permiso para construirla. Así, de palabra. Sin más papeles ni planos. Como se hacían las cosas antes. Con honradez. La casa forma parte del entorno natural. Un anexo de unión entre el pueblo y el bosque. El mar está al otro lado. La separa del mar un terraplén de matorrales y chumberas peinadas tierra adentro. Es el viento que peina así.
Mientras duraron las obras vivió con sus padres. Se ganaba la vida arreglando bicicletas. Aprendió el oficio en el ejército en los ratos libres que no había guerra. Un pequeño taller céntrico. Para moverse por el pueblo es el mejor medio. Es alto, robusto y ágil. Habla tranquilo sin gritar. Tiene una sordera de los cañonazos de la guerra. Algunas noche se despierta pensando estas cosas. La conciencia tiene menoría. Hay cosas que no se olvidad. Yo personalmente creo que necesita un poquito ruido de ternura. Le ha ido bien construir la casa. Lo ha hecho solo. Alguna vez ha necesitado ayuda y se la han ofrecido.
Después de un día duro de trabajo se acerca al terraplén y mira al horizonte. Espera que el sol se ponga. Lo mira detenidamente. Y luego cuando la oscuridad empieza a rodearle se recoge en la casa de sus padres. Más pronto que tarde tendrá la suya. El alcalde se acerca, a veces, para ver cómo avanzan los trabajos. Toman una copa de licor de hierbas. O dos. Que tampoco es cuestión de contarlas. Templan los nervios, espantan las enfermedades y matan los microbios. Y si te pasas se te suelta la lengua y ya no puedes parar. Lo hizo un día y antes de que el alcalde se fuera ya había conseguido una subvención para las vigas de madera y las tejas árabes. Junta la pared con el techo y deja una ventana en medio. O una puerta.
Otro día deshizo la tierra para construir un pozo de agua fresca. Con la tierra que sacó allanó el huerto. Dos años acumulan mucho trabajo. Trabajo hecho en silencio porque necesitas oírlo mientras lo haces. Los golpes en la piedra te hablan de la piedra. La interesante conversación de un cincel o una gubia con la madera. Para conocer su calidad y sus cualidades. El sonido ambiental lo pone el aire y el mar cuando el viento lo maltrata. Ahora la casa está terminada. La satisfacción del trabajo hecho y bien hecho. Ha venido el párroco a bendecirla porque es la tradición. Sigue con su trabajo en el taller de bicicletas y cuando termina hace vida social. Frecuenta lugares buscando moza para compartir la casa y su vida. Le resulta más difícil de lo previsto porque le faltan horas de sociedad. Por cierto, no me he olvidado de poner su nombre. Me ha dicho que no lo ponga porque quiere vivir en el anonimato. Salud.

miércoles, 29 de enero de 2014

El desamor

He cremat les paraules.
Les que no vols escoltar.
I els sentiments que no vols sentir.
El vent ha llevat el fum i l'olor.
No vui guardar recorts.
Perque ja no em fan compañía.
I mentres tú, dormint,
 
No puc evitar el meu patiment.
Saps que t'estimava.
Aquest hivern han plogut llàgrimes.
Sent l'olor de la terra homida.
L'angoixa de no veure papallones
n'hi de sentir cantar els gorrions.
 
Horabaixa vora el mar.
Les muntanyes ocres al darrera.
El sol a punt de tocar l'aigua.
I l'enyorança que no em deixa alenar.
Ja ni el mar em dona condol.
 
Demà començarem de bell nou.
Ara mateix he bufat l'espelma.
Vull el silenci i la foscor de la nit.
Viuré com un viatjer solitari.
Caminant pel desert de la vida.
 


viernes, 24 de enero de 2014

El viento

Esos días de invierno el aire corta la cara aprovechándose del frío. El viento lucha con la morera del jardín y puede con ella porque no tiene hojas. En verano no podrá con la morera ni con los otros árboles de hoja espesa. Las noches de tormenta se pasan en la cama. Es distinto todo. Los truenos no se oyen igual y el frío pasa desapercibido debajo de las sábanas. A la mañana el cielo está nervioso. Descolorido y llorón. Algún trueno quejica. Pero al bosque esto no le importa porque en invierno duerme. Cuando llegue la primavera el cielo volverá a ser el de siempre. Y sólo habrá uno. Ahora hay varios y el más alto que casi nunca se ve es el de color azul. Y se comportará como siempre lo hace después de haber pasado el invierno.
Un poco más lejos hay una casa con un viejo tejado que el viento ha tirado. No tiene miramientos el viento. No vive nadie en esta casa de tejado viejo y derruido. Sólo se aprecian signos de abandono como únicos moradores. De día vive el aire y el silencio. Cuando el sol se pone la oscuridad se acerca a pasar la noche. Duerme en ella. Aquí nadie molesta a nadie. No hay persianas ni cristaleras en las ventanas. Tampoco hay puerta en la entrada. Por eso entra la niebla y el frío. El viento y la luz de la luna. Y el ruido del mar cuando se rompe contra las rocas. Hay unas gallinas, un gallo y otros animales que habitan los alrededores de la casa. Pero no entran. Duermen sobre las ramas de la morera. Hasta el alba. El gallo se despierta y nos despierta. Esta noche ha llovido mucho y la tierra se ha ablandado. El sol es tímido y quiere secarla. Pero es un sol de invierno y no puede. El viento también lo intenta pero la lluvia insiste. Así no se puede.
Hoy he entrado en la casa para oír y oler el pasado. Nadie quiere acompañarme. Estremecen las pisadas y el ruido de la madera vieja. Son crujidos de dolor. El eco no sale de la casa. No quiere que se sepa lo que allí paso. Yo paro un momento la lectura y pienso en la historia de la casa del tejado por los suelos. De esos ratos que ya estás encamado esperando que el sueño venga. Y no viene. Y sigo leyendo que hay un anciano muy mayor que vive muy cerca. En una casa con un faro justo sobre el acantilado. El mar de frente. Dice que vive en los confines de la tierra. Está orgulloso. Sabe que después de él nadie seguirá allí. Después del faro ya no hay tierra. Todo el mar a sus pies. Hasta dónde le alcanza la vista. Cuenta que el viento llega hasta el faro y se da la vuelta. Vuelve tierra adentro con más fuerza. Coge humedad y salobre y regresa sobre sus pasos.
El faro donde vive el anciano muy mayor y que se encuentra en los confines de la tierra está colindante con una ermita. Dicen los lugareños que los santos de la ermita están petrificados por el frío que el viento trae. Cada domingo el cura dice misa y la ermita se llena de gente que reza y canta. Cuando llega el sermón el cura libera su imaginación ante el silencio de los feligreses. En estas aguas fue dónde Noé soltó la paloma. Oh! Y que al rato volvió al arca con una rama de olivo en el pico. Ahora no hay olivos, pero antes, si. Desembarcaron todos los animales y se quedaron las gallinas, unas vacas, ovejas y poco más. Son las que cuida en anciano del faro y que se pasean por la casa derruida. Sin tejado. Todo cuadra. Es una señal inequívoca que manda Dios. Los parroquianos no parpadean. Viven en lugar sagrado.
No todos los pueblos costeros están en los confines de la tierra. Ni en toldos ellos hay un anciano que cuida un faro y algunos animales. Y mucho menos tienen un trozo de mar donde Noé dejó ir a los animales después de llover tanto. Por todo esto se levantó la ermita que llaman de Noé y que tiene los santos petrificados de frío. Es fácil de reconocer porque el viento aprovecha el faro para dar la vuelta. Acaba de llegar el sueño. Salud.  

domingo, 19 de enero de 2014

La ruta

Hoy he desayunado con Sampedro. Bueno, con un libro suyo y una historia. De esas de leer y pensar. Y darle vueltas para volver a pensar. Sampedro es así cuando escribe. Al final ha sido un desayuno ameno. Agradable. Tranquilo. Una historia que engancha y emociona desde el primer capítulo. Cuando lees: "Todo empezó cando yo nací". Y ya no lo dejas hasta que terminas. Sé que sabéis a qué me refiero.
Después he ido a caminar como cada día porque me lo ha dicho el médico. Yo estas cosas me las tomo muy en serio. Si me hubiera dicho de correr no le habría hecho caso. Pero caminar me gusta y me da tiempo para pensar. Que de eso se trata, además. Un paisano mío no le hace caso y va acumulando enfermedades. Ya está cansado de todo esto y de tomar pastillas. Que de cada vez son más. Llevaba una muleta en el lado derecho para curarse de una cojera. Ahora le han puesto un cabestrillo en este mismo brazo por una artrosis en el hombro. Resulta que ahora tiene que llevar la muleta en el lado izquierdo. Es casi gracioso. La pierna buena y la muleta contra la pierna mala. Así no se puede andar, dice. Tiene razón. Ha aborrecido las enfermedades, la cojera, la artrosis y las pastillas. Ha dicho a su familia que le lleven a urgencias a morirse. Todo por no hacerle caso al médico.
Decía, antes de que interrumpiera mi paisano. Me fui a caminar por el bosque. Para no repetirme demasiado en los lugares aunque los pasos son los mismos. Los pensamientos también van cambiando según el lugar, la hora y el día que hace. Casi cualquier cosa me influye. He seguido la ruta de las hojas caídas en otoño. Es la única ruta posible porque no hay camino. Y si lo hay las mismas hojas secas se encargan de taparlo. No es que me guste en exceso pero tampoco me desagrada. Las hojas secas crepitan y las mojadas, que las hay, me mojan los zapatos y los pies. Como para coger una pulmonía. El otro día llovió fuerte y no bastó ni el paraguas. Ni el chubasquero ni las botas. Las nubes se explayaron y se ensañaron conmigo. Tampoco había motivo, la verdad.
Casi a punto de llegar a casa y cruzo sin mirar. Una imprudencia que no hay que hacer. El susto monumental. Casi me atropella un coche fúnebre. De los de llevar los muertos de un sitio a otro. Un mercedes. Me ha entrado la risa de pensar los titulares. Creo haber visto a Kafka conduciendo. Que ya podría ser. Peatón despistado e imprudente atropellado por coche fúnebre. Se ha tenido que posponer el entierro. El susto de lo que no llegó a ser todavía lo llevo en el cuerpo. Bueno. Yo aquí largando con la pluma y tengo un montón de recados que hacer. Uno de ellos es ir a la plaza a comprar. Me encanta porque las señoras no se cortan. ¡Venga guapo llévate unas frutas que están buenas y son maduras! ¡Mira qué andares lleva desde que me compra la verdura! ¡Tengo pollo campero para caldo que espanta la gripe! Yo dando vueltas y mirando el género. Y rojo como un tomate. Eso son señoras. Con delantal y ganas. Atrevidas y educadas. Las miro y se me va la imaginación tanto como para pecar de pensamiento. A veces he comprado para verlas de cerca y hablar con ellas. Con los morros pintados del color de mis mejillas.
Esas compras las hago cuando llego de caminar. Con cara saludable y color subido. Esas caminatas por esas rutas inexistentes por culpa de las hojas caídas. Ahora en casa toca ponerse cómodo. Batín y calcetines gruesos. Descalzo. Butaca de mirar al jardín y pensar en Sampedro y el desayuno. El aire pasa rápido. Va y vuelve y mueve las ramas. Te dejas conquistar por el sosiego. Mañana seguiré otra ruta. Salud.

martes, 14 de enero de 2014

Poesia de Enero

En todo caso la palabra,
la mirada y los gestos.
Y la lluvia fina que acompaña.
Que moja los versos escritos en el aire.
 
Desahogándome de mi.
De los sentimientos importados.
Y de los exiliados.
Para que no me duelan.
 
Viento quieto de terciopelo.
Un caminar nocturno a tientas.
La calle mojada de lágrimas.
Conversar despacio para evitar la sombra.
Dejando que el tiempo se aleje.
Perseguir la luna sin que se entere.
 
Siempre la palabra y la mirada.
Sudor frio que se agota como la noche.
Cuando el espejo calla.
Y el libro habla por las páginas.
 
Asombros nuevos cada día.
Senderos de hojas caídas.
Intercambiando ideas con palabras y miradas.
Sobre la arena que el agua no cubre.
Sigue hablando, sigue.
Me emociona escucharte.
 
Esto siento en Enero y con viento del Este.
Con las nubes bajas y el frio en el cuerpo.
Mientras el tiempo se aleja.
Después de grabar su huella.
En todo caso la palabra.


domingo, 12 de enero de 2014

Con permiso

Con vuestro permiso. Voy a tomarme unas libertades. Es cada ocho horas y ahora toca. Vivo en un país delicado de estas cosas y necesita tratamiento. Ahora mismo está amaneciendo en sepia y con una densa niebla. Realmente no estoy muy seguro de que amanezca. Si no es así es que he madrugado mucho.  Pero lo han dicho por la radio y yo me fio. Ni siquiera hay paisaje porque está borrado. Las nubes han pintado un fondo color chatarra metalizada. El cielo ha colaborado. Es como una señora sin curvas y con exceso de maquillaje. O con mucha falta de cosmética. En este preciso momento no me atrevo a aventurar lo qué es. No es envidia de sol y moscas. Es lo que hay y nada más. La camarera que me sirve el desayuno tiene una mirada gótica. Yo le doy las gracias con mi voz barroca. Me doy cuenta de que hacen juego y ella también. Por todo lo escrito -que sólo es el comienzo- puedes hacerte una idea de que hoy intentaré parecerme lo más que pueda a mi. Sin llegar al peligro del plagio.
Antes de salir de casa he realizado unos estiramientos como de costumbre. Que dice un científico que es cosa buena para la circulación y las articulaciones. Unas muecas delante del espejo para colocar la cara de siempre. Seria. Y unos bofetones de broma para lucir colorete que demuestra salud. El espejo me ha dado permiso para salir de casa. Más que un espejo de cristal parece una fotografía envejecida de mi mismo. No se trata de hacer el ridículo que para eso están los frikis. Estrafalarios de la vida porque carecen del sentido del buen gusto. Gente sobre la que ningún opinador con pedigrí se ha pronunciado todavía.
Salgo de casa abrigado convenientemente para hacerle frente a la ciclogénesis de hoy. Es una mezcla de frío, niebla, humedad, viento quieto y humo tóxico de los coches. No sabría decir a qué huele la calle hoy. Tampoco estoy seguro de estar en la calle en estos momentos porque sólo adivino siluetas que quieren vivir dignamente el momento aunque el tiempo no acompaña en absoluto. Alguien ha plagiado mi cara porque alguien que no conozco de nada me ha saludado efusivamente. Ha estado un rato callado y al poco, el anónimo, me ha pedido disculpas porque se ha confundido. Y se ha confundido porque me ha dicho que soy alguien calcado a alguien que él conoce. O más o menos esto es lo que he querido entender. Y yo, mientras, haciendo recados pendientes. Si los hago todos tendrá su mérito.
Esta es la crónica de un día sin decorados. De gente sin maquillaje. De siluetas andantes y otras quietas. De confusiones de niebla. De humedad que empaña los cristales de las gafas y los del coche. De escaparates vacíos y echados a perder porque no se ve nada. Ojo que no me atropellen porque tengo todas las de perder y ellos las de ganar con sólo decir que no me han visto. Resulta obvio decir que no me gusta nada lo que no veo. No me gusta no ver. Esto es un vivir a tientas y no soy persona de tener los sentidos muy desarrollados.
Hoy con esta niebla leería o escribiría. Pero no se hacen olimpiadas de leer y escribir. Ni de pensar. Si lo hago no será por medallas sino por convicción. Que es lo bueno. La niebla es espesa y el frio entra por el escote del abrigo y hoy no llevo bufanda. Hoy mi carácter va con el día. Esta noche me acostaré sin una historia que contar. Porque hoy no la he visto. Un día no vivido o vivido entre tinieblas. Llego a casa. Pijama y batín. Música de canto gregoriano que pega con el día. Releer algún clásico. Termino con Umbral y algunas de sus ilustres groserías. Personajes que van de putas y fornican. Que son maricones porque ya tienen doce años y todavía no fuman. Señoras de tetas grandes y culo a juego. Que fuman, tosen y follan y mueren de tuberculosis. Señoras católicas que se benefician de lo que es obispo tiene debajo de la barriga. Después de misa y de un "ego te absolvo a peccatis tuis".  Y muchas cosas más. Que bien describe las guarrerías para estos días de niebla y frio. De esta no me salva nadie de ir al infierno. Salud.