domingo, 19 de enero de 2014

La ruta

Hoy he desayunado con Sampedro. Bueno, con un libro suyo y una historia. De esas de leer y pensar. Y darle vueltas para volver a pensar. Sampedro es así cuando escribe. Al final ha sido un desayuno ameno. Agradable. Tranquilo. Una historia que engancha y emociona desde el primer capítulo. Cuando lees: "Todo empezó cando yo nací". Y ya no lo dejas hasta que terminas. Sé que sabéis a qué me refiero.
Después he ido a caminar como cada día porque me lo ha dicho el médico. Yo estas cosas me las tomo muy en serio. Si me hubiera dicho de correr no le habría hecho caso. Pero caminar me gusta y me da tiempo para pensar. Que de eso se trata, además. Un paisano mío no le hace caso y va acumulando enfermedades. Ya está cansado de todo esto y de tomar pastillas. Que de cada vez son más. Llevaba una muleta en el lado derecho para curarse de una cojera. Ahora le han puesto un cabestrillo en este mismo brazo por una artrosis en el hombro. Resulta que ahora tiene que llevar la muleta en el lado izquierdo. Es casi gracioso. La pierna buena y la muleta contra la pierna mala. Así no se puede andar, dice. Tiene razón. Ha aborrecido las enfermedades, la cojera, la artrosis y las pastillas. Ha dicho a su familia que le lleven a urgencias a morirse. Todo por no hacerle caso al médico.
Decía, antes de que interrumpiera mi paisano. Me fui a caminar por el bosque. Para no repetirme demasiado en los lugares aunque los pasos son los mismos. Los pensamientos también van cambiando según el lugar, la hora y el día que hace. Casi cualquier cosa me influye. He seguido la ruta de las hojas caídas en otoño. Es la única ruta posible porque no hay camino. Y si lo hay las mismas hojas secas se encargan de taparlo. No es que me guste en exceso pero tampoco me desagrada. Las hojas secas crepitan y las mojadas, que las hay, me mojan los zapatos y los pies. Como para coger una pulmonía. El otro día llovió fuerte y no bastó ni el paraguas. Ni el chubasquero ni las botas. Las nubes se explayaron y se ensañaron conmigo. Tampoco había motivo, la verdad.
Casi a punto de llegar a casa y cruzo sin mirar. Una imprudencia que no hay que hacer. El susto monumental. Casi me atropella un coche fúnebre. De los de llevar los muertos de un sitio a otro. Un mercedes. Me ha entrado la risa de pensar los titulares. Creo haber visto a Kafka conduciendo. Que ya podría ser. Peatón despistado e imprudente atropellado por coche fúnebre. Se ha tenido que posponer el entierro. El susto de lo que no llegó a ser todavía lo llevo en el cuerpo. Bueno. Yo aquí largando con la pluma y tengo un montón de recados que hacer. Uno de ellos es ir a la plaza a comprar. Me encanta porque las señoras no se cortan. ¡Venga guapo llévate unas frutas que están buenas y son maduras! ¡Mira qué andares lleva desde que me compra la verdura! ¡Tengo pollo campero para caldo que espanta la gripe! Yo dando vueltas y mirando el género. Y rojo como un tomate. Eso son señoras. Con delantal y ganas. Atrevidas y educadas. Las miro y se me va la imaginación tanto como para pecar de pensamiento. A veces he comprado para verlas de cerca y hablar con ellas. Con los morros pintados del color de mis mejillas.
Esas compras las hago cuando llego de caminar. Con cara saludable y color subido. Esas caminatas por esas rutas inexistentes por culpa de las hojas caídas. Ahora en casa toca ponerse cómodo. Batín y calcetines gruesos. Descalzo. Butaca de mirar al jardín y pensar en Sampedro y el desayuno. El aire pasa rápido. Va y vuelve y mueve las ramas. Te dejas conquistar por el sosiego. Mañana seguiré otra ruta. Salud.

martes, 14 de enero de 2014

Poesia de Enero

En todo caso la palabra,
la mirada y los gestos.
Y la lluvia fina que acompaña.
Que moja los versos escritos en el aire.
 
Desahogándome de mi.
De los sentimientos importados.
Y de los exiliados.
Para que no me duelan.
 
Viento quieto de terciopelo.
Un caminar nocturno a tientas.
La calle mojada de lágrimas.
Conversar despacio para evitar la sombra.
Dejando que el tiempo se aleje.
Perseguir la luna sin que se entere.
 
Siempre la palabra y la mirada.
Sudor frio que se agota como la noche.
Cuando el espejo calla.
Y el libro habla por las páginas.
 
Asombros nuevos cada día.
Senderos de hojas caídas.
Intercambiando ideas con palabras y miradas.
Sobre la arena que el agua no cubre.
Sigue hablando, sigue.
Me emociona escucharte.
 
Esto siento en Enero y con viento del Este.
Con las nubes bajas y el frio en el cuerpo.
Mientras el tiempo se aleja.
Después de grabar su huella.
En todo caso la palabra.


domingo, 12 de enero de 2014

Con permiso

Con vuestro permiso. Voy a tomarme unas libertades. Es cada ocho horas y ahora toca. Vivo en un país delicado de estas cosas y necesita tratamiento. Ahora mismo está amaneciendo en sepia y con una densa niebla. Realmente no estoy muy seguro de que amanezca. Si no es así es que he madrugado mucho.  Pero lo han dicho por la radio y yo me fio. Ni siquiera hay paisaje porque está borrado. Las nubes han pintado un fondo color chatarra metalizada. El cielo ha colaborado. Es como una señora sin curvas y con exceso de maquillaje. O con mucha falta de cosmética. En este preciso momento no me atrevo a aventurar lo qué es. No es envidia de sol y moscas. Es lo que hay y nada más. La camarera que me sirve el desayuno tiene una mirada gótica. Yo le doy las gracias con mi voz barroca. Me doy cuenta de que hacen juego y ella también. Por todo lo escrito -que sólo es el comienzo- puedes hacerte una idea de que hoy intentaré parecerme lo más que pueda a mi. Sin llegar al peligro del plagio.
Antes de salir de casa he realizado unos estiramientos como de costumbre. Que dice un científico que es cosa buena para la circulación y las articulaciones. Unas muecas delante del espejo para colocar la cara de siempre. Seria. Y unos bofetones de broma para lucir colorete que demuestra salud. El espejo me ha dado permiso para salir de casa. Más que un espejo de cristal parece una fotografía envejecida de mi mismo. No se trata de hacer el ridículo que para eso están los frikis. Estrafalarios de la vida porque carecen del sentido del buen gusto. Gente sobre la que ningún opinador con pedigrí se ha pronunciado todavía.
Salgo de casa abrigado convenientemente para hacerle frente a la ciclogénesis de hoy. Es una mezcla de frío, niebla, humedad, viento quieto y humo tóxico de los coches. No sabría decir a qué huele la calle hoy. Tampoco estoy seguro de estar en la calle en estos momentos porque sólo adivino siluetas que quieren vivir dignamente el momento aunque el tiempo no acompaña en absoluto. Alguien ha plagiado mi cara porque alguien que no conozco de nada me ha saludado efusivamente. Ha estado un rato callado y al poco, el anónimo, me ha pedido disculpas porque se ha confundido. Y se ha confundido porque me ha dicho que soy alguien calcado a alguien que él conoce. O más o menos esto es lo que he querido entender. Y yo, mientras, haciendo recados pendientes. Si los hago todos tendrá su mérito.
Esta es la crónica de un día sin decorados. De gente sin maquillaje. De siluetas andantes y otras quietas. De confusiones de niebla. De humedad que empaña los cristales de las gafas y los del coche. De escaparates vacíos y echados a perder porque no se ve nada. Ojo que no me atropellen porque tengo todas las de perder y ellos las de ganar con sólo decir que no me han visto. Resulta obvio decir que no me gusta nada lo que no veo. No me gusta no ver. Esto es un vivir a tientas y no soy persona de tener los sentidos muy desarrollados.
Hoy con esta niebla leería o escribiría. Pero no se hacen olimpiadas de leer y escribir. Ni de pensar. Si lo hago no será por medallas sino por convicción. Que es lo bueno. La niebla es espesa y el frio entra por el escote del abrigo y hoy no llevo bufanda. Hoy mi carácter va con el día. Esta noche me acostaré sin una historia que contar. Porque hoy no la he visto. Un día no vivido o vivido entre tinieblas. Llego a casa. Pijama y batín. Música de canto gregoriano que pega con el día. Releer algún clásico. Termino con Umbral y algunas de sus ilustres groserías. Personajes que van de putas y fornican. Que son maricones porque ya tienen doce años y todavía no fuman. Señoras de tetas grandes y culo a juego. Que fuman, tosen y follan y mueren de tuberculosis. Señoras católicas que se benefician de lo que es obispo tiene debajo de la barriga. Después de misa y de un "ego te absolvo a peccatis tuis".  Y muchas cosas más. Que bien describe las guarrerías para estos días de niebla y frio. De esta no me salva nadie de ir al infierno. Salud.

miércoles, 8 de enero de 2014

A vueltas

Dice Rafael que en el fondo es un romántico. Dice bien. Todos pensamos igual. Es un adicto a la rutina. Ambas cosas vienen a ser connaturales a una persona que no ve. La familia. Los amigos. Los cupones. Sus limitaciones. Sus cosas. Tiene la ventaja de que no necesita cerrar los ojos para pensar e imaginar. Tampoco necesita la oscuridad de la noche ni la compañía del mar. Sólo necesita el silencio de la noche que ésta le presta cada noche. Y el susurro de las olas. A los demás nos resulta más difícil. Un algo complicado. Porque tenemos que cerrar los ojos y hacer un esfuerzo extra.
Pero ahora resulta que el silencio de la noche no basta. Ni la oscuridad teñida de negro. Que es cómo se viste la oscuridad más absoluta. Eso dice Eugeni. Se lo cuenta al filósofo, escritor y profesor de universidad casado con Doña Maruja. Hemos inaugurado año y hemos dado por terminadas las fiestas de navidad. Han resultado un poco estresantes para la mente , los estómagos y la cartera. Pues nos queda un año para reponernos. Cuando vuelva ya no nos acordaremos. Vale pues.
Ahora el campo ya no es el mismo. Queda invierno todavía pero la hierba crece fuerte y rápido y algunos almendros ya tienen flor. Muy hermosas ellas. Pero es un suicidio. Cualquier día hará un viento de los demonios o una lluvia pertinaz y serán arrebatadas del árbol. Ellas no lo saben y si lo saben les pueden las ganas de engalanar el almendro. Como si quisieran llamar la atención y llamar a la primavera. Que de todas formas llegará a su debido momento. Salvo que este año no tengamos por culpa de la crisis. Vete a saber. Pero sigue siendo invierno y lo que  queda todavía. El mar también es distinto aunque sea invierno. Frío y calculador. Con su temperamento. A veces hostil y otras amistoso y calmado. Aunque siempre se deja acompañar. Le gusta cambiar el color de sus aguas. Y de las olas. Según haya sol o nubes. Las noches de luna y estrellas o noches apagadas. Lo que no ha cambiado es su perfume. Ese olor a mar. Por mucho que pase el tiempo. Incluso a veces con prisas.
Los sembrados son grandes. Casi tanto como el mar. Verdes. Altos. Se mueven con el viento como si de olas se tratara. Relaja igual si lo miras mientras dejas que pase el tiempo. Y dónde termina el sembrado empieza el bosque. Con el suelo lleno de hojas secas y algunas ramas. El mismo viento que las tiró las cambia de lugar cuando sopla con fuerza. A veces la niebla las tapa y no las deja ver. Y los días de sol éste se cuela por entre las ramas desnudas y cambia el color de invierno por otro también de invierno. Pero el perfume también es el mismo. El sol seca las hojas del suelo que la noche vuelve a humedecer. Ni el mar, ni el sembrado ni el bosque entienden de fiestas. Qué suerte ellas.
A todo esto ya hemos desayunado un café con leche y una ensaimada. Una buena tertulia para alimentar la mente y pulir las ideas. Desintoxicarnos de fiestas, de ruidos, de villancicos y de comidas abundantes. Y la prensa viene como siempre. Las noticias no tienen vacaciones. Siempre las mismas y siempre diferentes según quien las escriba. A vueltas a la normalidad. Los que vinieron se van. Los que se fueron regresan. Los poetas ven gestos en la naturaleza y los escriben. Día. Noche. Sol. Sombra. Mar. Bosque. Sembrado. Acantilado. Olas. Hojas. Cada cosa con su aroma. No es la rutina. Es la normalidad. O no. Qué más me da. Esos gestos que me gustan y me hacen sentir cómodo. Libros que la Navidad ha traído. Hay que leerlos sin prisa. Con lápiz de anotar.
El viento de estos días ha ido acumulando letras en el horizonte. Donde descansan las nubes. Donde sólo se puede llegar en barca pintada de versos. Donde empiezan las mareas y habita el silencio. Donde no hay sombras ni tinieblas, ni penumbras. Donde la madrugada nunca se queda dormida. Donde no hay lluvia. Pero si muchos sentimientos. Donde el atardecer se junta con el anochecer. Porque debe ser lo mismo. El aire vuelve a pasar por entre las ramas de los árboles creando música ambiente. Para leer y escribir.  Para pensar y hacer acopio de consuelos para cuando los necesite. A vueltas a la normalidad. Decía. Salud.  

viernes, 3 de enero de 2014

Estas fiestas

Todo empezó con una misa de gallo concelebrada por muchos ensotanados. El coro de niños de primaria con sus canciones religiosas. Las señoras cantando los estribillos sincronizadas con los niños. En el primer banco las autoridades y el señor alcalde. Un alcalde entrado en años y que padece del corazón y toma medicamentos que le hacen orinar. Tuvo que ausentarse tres veces y una de ellas durante el sermón. Esta ausencia fue mal interpretada por el grupo de la oposición. Hay quien le saca punta a todo. Luego cantó la Sibila que lo hizo muy bien. Como casi siempre. Y luego de haber cantado la iglesia se quedó medio vacía. Esto no le gustó nada al párroco que se puso de muy mala hostia. Con perdón. Días después anunciaría que el año que viene la Sibila cantaría al final. Con permiso del obispo en funciones que dio su aprobación. Una vez más se ha puesto de relieve que la iglesia y el estado están obligados a entenderse. Por lo menos en apariencia.
Cuando terminó la misa ya era de noche. Noche cerrada. Con tanta oscuridad acumulada que ya no cabía más. Por esto lo de cerrada. Sólo rota por la luz de las farolas y las luces navideñas que son pequeñas y chispeantes. La gente salió casi en silencio aprovechando la noche. Sólo los susurros de conveniencia. En las casas había luz y música de villancicos. Y cena de Noche Buena. Sopa rellena y pavo y otras cosas que hacen tradición porque se repiten cada año. Ruido de tacones en  la acera y de palabras en el aire que se iban esparciendo y alejando. Y callando. El señor párroco se fue a su casa. Vive con su hermana y su madre. Ambas mayores pero la madre mucho más. Él es un ser oscuro -lo digo por la sotana- y escaso. Pequeño en todo. Paseando delgadez extrema. Su mente inescrutable como los caminos del Señor.  La lengua era lo más largo que tenía pero era inofensiva. Sus sermones podían durar más de media hora pero no creaban ningún problema. Cosa que aprovechaban algunos hombres para salir a fumar fuera. Pero era un hablar por hablar y repetirse sin mas. Una vez hubo apuestas en el bar de Pepe sobre qué era lo más escaso o menguado del cuerpo físico del párroco. No puedo decir de qué se trata. Ya podéis imaginar de qué hablan los hombres cuando están solos. Sólo puedo anticipar que hubo unanimidad en reconocer que nadie la había visto nunca. 
Y como quien no quiere la cosa nos plantamos a las puertas del Año Nuevo. A golpe de campanadas y uvas. Un pispas y lo estrenamos. Nuevecito, eso si. Recién llegado. Sin experiencia. Ya ves con la que está cayendo con la crisis. Hace unos días que el alcalde había unificado concejalías para ahorrar. Iba acompañado por el flamante concejal de bromas, despropósitos, festejos, tonterías, hacienda y cultura. Una cartera multidisciplinar en toda regla. Tiró diez cohetes justos. Unos petardos y una traca de rueda con más humo que fuego y ruido. Nos dio la tos con tanto humo. Y mientras también lanzó su ocurrencia a título personal que para esto se estrenaba en el cargo. Podríamos mandar el año que hemos terminado a los negritos de África que igual no tienen. Como si del Domund se tratara. A las señoras les gustó y cosechó algunos aplausos pequeñitos. Casi clandestinos. Apenas se escucharon. Cualquier cosa para allanar el camino a la alcaldía.
Poco más duró la fiesta. La gente se retiró haciendo un poco de ruido con juguetes y adornos comprados en una tienda que los chinos tienen montada en el pueblo. No faltó la tradición de tomarse un chocolate con ensaimada antes de acostarse. A los más pequeños se les subían a una silla para que recitaran la poesía navideña que habían aprendido en la escuela y escrita por la mismísima maestra. Nunca las entendimos porque se daban mucha prisa en recitar. Pero eran muy graciosos. Se hacían con unos euros que en días sucesivos iban a intercambiar por chuches en la papelería de Fran. Así se pasan las horas previas y los días posteriores al cambio de año en el pueblo.  El amanecer y la puesta de sol siguen igual porque no se dejan influir por los años. Igual que el mar y sus olas. Un beso de buenas intenciones que dura lo que un Sugus en la boca de un niño.  
A la mañana del día uno y antes del Concierto de Año Nuevo llegó la noticia triste. La jubilada más mayor de todas que se encargaba de la iglesia y de las misas se había atragantado con una uva. Prisas, risas y uvas a su edad no puede ser nada bueno. Dicen que dejó de respirar y se puso morada. Ni un estertor. Cuando llegó el médico y la examinó dijo que era éxitus. Nadie entendió nada y nunca supimos si esto era bueno o malo. Lo único cierto es que estaba muerta y ya con rigor. Para mi, y que no quede dicho, lo hizo adrede para joder. Mira que tiene días el año. Y noches. Y ocasiones. Y formas de morirse. Pues tuvo que hacerlo de esta manera (con una uva) y un día tan señalado. El párroco muy afectado propuso los funerales para pasado fiestas. La enterraron el primer día hábil que era el día dos. El sucesor en el cargo era un señor que declinó tanta responsabilidad. Estas cosas se llevan por rigurosa fecha de nacimiento. Fue otra mujer quien se hizo cargo de la iglesia, de las misas y de organizar las excursiones de los jubilados. Es una señora viuda con perrito que dispone de tiempo.
La remodelación de las concejalías y el fallecimiento de la señora más mayor salió publicado en "La hoja Municipal" que firma el alcalde. Algo parecido a "La hoja Dominical" que firma el obispo. Son dos estilos de entretener y distraer al pueblo. Así se funciona en democracia. Por lo demás el tiempo acompañó las fiestas. Ratos de sol. De nubes y lluvia. Alguna tormenta aislada y un poco de viento. Chimenea a media tarde y a esperar la noche. Ahora nos queda Reyes. El concejal correspondiente y del que ya he hablado antes lo está preparando. Ha ido a un pueblo cercano a buscar voluntarios. No quiere problemas con los niños. Aunque estos no se enteran. La verdad. Vendrán en coches engalanados para la ocasión. Con disfraces de profesional y bengalas de fuego y humo. Esperemos que todo vaya bien. Feliz Año Nuevo. Salud.

miércoles, 1 de enero de 2014

Dol mil catorce

Lo veo. Ya llega.
Un portazo y doce campanadas.
Yo mismo he abierto la puerta.
Con doce uvas en la mano.
 
Todo un año por delante.
Sin poder salir.
Estrenando tiempo.
Desde el primer momento.
El año ya acosa.
Desde el primer día.
 
Me levanto medio dormido.
Y torpeza de movimientos.
Que es pronto todavía.
Empezará con el concierto.
Como cada año.
 
Miro la luna y no está.
Sólo nubes de plumas y algodón.
Y fuegos de artificio.
El aire soplando las cortinas.
De las ventanas y del balcón.
 
Ruidos y suspiros.
Celebraciones anticipadas.
Sin saber cómo será el año.
Ojos abiertos. Turbados.
Llueve una lluvia fina.
De buenos propósitos.
De citas y reseñas.
De títulos de libros.
 
Tempestades que llegan.
Con ruidos de truenos.
Y silencios nocturnos.
Año atrevido que nos hace prisioneros.
Olor de Enero y pensamiento abstracto.
 
Zapatos del año pasado.
Cómodos y libres.
La pluma elige las palabras.
La mirada mar adentro.
Hasta que se pierde.
Que ya volverá.
 
Improvisa el día uno.
Unos cuantos versos.
Son los primeros del año.
Hoy tocan felicitaciones.
A partir de mañana, ya se verá.
 


martes, 24 de diciembre de 2013

Interpretando a Umbral

Finalizamos año y esta entrada se convierte en la última publicación hasta Enero. Umbral es mucho y grande y cada vez que lo lees lo interpretas o reinterpretas. Más o menos así.
Entiendo yo que Adalía era una rezadora de mucho oficio pero de pocas o nulas consecuencias. Porque los caminos del Señor son inescrutables a la vez que no tienen final. Son tortuosos y complicados como un laberinto. Que parece ser que Adalía vivía en un convento de clausura donde se comía mucha verdura y fruta, y algo de carne en contadas ocasiones y que cuando éstas se daban se bebía vino en vez de agua para ayudar a la digestión. Luego en la capilla, los rezos se acompañaban de sueños. Soñaban con Dios porque era lo único que tenían permitido.
Vino a decir Umbral. Más o menos. Aunque seguramente con otras palabras. Que Adalía fue confundida por la incultura de un pueblo y la mala leche de algún ensotanado de la Santa Inquisición. También la envidia de los gobernantes. La cuestión es que fue declarada bruja y decidieron quemarla en la hoguera porque era mujer y para deleite de todos. Incluso de los niños aunque no entendiesen nada. Pero eligieron un mal día sin saberlo. Eligieron el día que menstruaba y esto dificultó la combustión. Mil veces encendieron la hoguera y mil veces ésta se apagó. Al final murió quemada y su alma subió a los cielos mientras que su cuerpo se quedaba en la tierra. Los mismos que ordenaron su muerte ordenaron que la enterraran en el mismo convento donde practicaba los rezos y la clausura. Además de la brujería, supuestamente.
Dicen los lugareños  más ancianos que desde entonces -y han pasado siglos- huele a carne quemada en la Plaza Mayor del pueblo. Huele a Adalía y a injusticia. Huele a Santa que rezaba y quizá huele a bruja porque quienes la deseaban no la tuvieron. Esa es la condición humana que interpreto de Umbral. Su recuerdo está presente desde entonces. El olor la perpetúa y los ancianos cuentan su historia para que no se pierda por las neuronas del olvido. Esta historia está escrita y guardada en el convento donde rezaba con oficio pero sin consecuencias y que ahora es museo de la Santa. Interpreto el morbo que tiene la cosa esta para Umbral periodista y pecador. Después de tantos años. En una callejuela contigua hay una casa cerrada y medio en ruinas que dicen que fue un burdel. Que Adalía era la más hermosa de las que allí vendían su cuerpo. Pero no era furcia ni bruja, sino monja de clausura.
Me dice el anciano. Mientras sorbe una copa de orujo del bueno. En lo que llevo de mañana he escuchado tres historias distintas. La de la monja. La de la bruja. La de la furcia. Cualquiera de ellas podría ser. O ninguna, porque yo no huelo a carne quemada por mucho que se empeñe el anciano. No termina aquí la historia. Que es más completa. Dicen que por las mismas fechas había un Don Juan muy famoso por mujeriego y ladrón. Que fue condenado a morir en la horca porque era hombre. Tenía derecho a un último deseo porque así estaba escrito en el libro de las leyes. Su última voluntad fue que quería gozar con la más hermosa del burdel que era Adalía. Así le fue concedido por ley. Pero con la sola idea de que iba a ser ejecutado, el mujeriego más famoso la tuvo pendulona toda la noche a pesar de los esfuerzos de la joven que bien que lo intentó hasta el amanecer. Silencios, sollozos y otros ruidos del gozar se escucharon. Así se pusieron los guardias de sólo escuchar y de imaginar. Que con la imaginación te puedes perder. Nada ocurrió. Pasó la noche y llegó el amanecer. Tres días estuvo su cuerpo colgando de la horca para escarmiento del pueblo.
Así se interpreta a Umbral. Directo y sin tapujos. Sin censuras ni extrañezas. Que así escribe uno o se calla. La historia podría no ser cierta y ser otra o ninguna. Que los ancianos cuando beben orujo del bueno se ponen a contar sin miramientos y con imaginación. Son mayores y utilizan una voz fatigada y con síntomas de asfixia. Así, de esta manera, la historia de la santa, la bruja o la putona se hace más creíble. Las palabras tienen significado más o menos acertado y hay que usarlas. Que uno que escribe no debe abusar de eufemismos porque puede confundir. Umbral es un ángel convertido en demonio cabreado que se dedica a escribir y a presentar sus libros en televisión a pesar de la presentadora. Y sus historias se reinterpretan por ancianos que beben orujo del bueno en la Plaza Mayor. Salud.


viernes, 20 de diciembre de 2013

Navidad 2013

Llegados a este punto he pensado que debo felicitaros la Navidad. Como cada año, claro. No estaba muy seguro de lo que tenía que poner. Lo que sería más conveniente. Lo que os gustaría más. O quizá algo tradicional al más puro estilo de los villancicos. Ante la duda razonable y razonada he consultado con Eugeni y le he pedido si quería involucrarse. Ha hecho unas muecas que no pienso traducir y le ha parecido bien.
Necesito el "Jalluga" (es mi barca). Me adentraré en el mar. Dirección horizonte. Con las velas hinchadas. Y cuando encuentre una ola que sea capaz de inspirarme escribiré. Volveré al anochecer. Después de que el sol se haya puesto. Me ha gustado la idea. Que es cosa importante felicitar una Navidad a los amigos. La Noche Buena es noche sosegada. Compartiendo mesa con buena compañía. Que no falte el vino, las palabras y la risa. Las miradas y la ternura. Noche de fiesta y abundancias de mejores intenciones. Esa noche en la que el viento se cuela por las rendijas y deja villancicos oportunos. Reivindicando generosidad. Nada de abusos ni extravagancias. Ni demasías. Haremos coincidencia de la Navidad con el recién estrenado invierno y la finalización del año. Muchas cosas juntas. Recuerdos y balances. Cosas buenas que habrá que repetir y otras que habrá que olvidar.
Todo sobre una mesa para ordenar. Lo que se hizo y se hizo bien. El porqué de lo que no se hizo. Crepúsculos y entre lunas. Soledades inciertas y difusas. Los que ya no están. Los que están de camino. Los que acaban de llegar. Asomarse a la Navidad para ver el Año Nuevo. Desde la orilla o desde en medio del océano. Ideas en la mente que alargan su sombra hasta la memoria. Papeles por escribir. Felicitaciones que dar. Trayectos que hay que andar. Caminos invisibles que hay que intuir. Tiempos apasionados de magias y hechizos detrás de un Avatar. Algunas pesadillas que el día borrará. Navidad blanca o del color que cada uno quiera. Con su aroma de turrón y a reunirse todo el día. Esos días en que las dudas brillan más que otro día y las certezas también. Errores y aciertos. Ecos de todo un año que retumban sin cesar. Días indecisos de bellos decorados. Sol, lluvia, nubes, niebla.
Los balances para los de ciencias. Las letras para mi. La rutina convive con la evidencia de lo nuevo. Tardes de chimenea con libros y letras. El tiempo que nos devora. O nosotros a él. Que ya no sé lo qué pensar. Que de tanto pensar tengo nublado el entendimiento. A todo esto, y mientras Eugeni está entre olas pensando y escribiendo, nos hemos reunido todos. Estos personajes inventados de carne y hueso que son mis amigos. Ya los conocéis. No pensé que fuéramos tantos. Hemos quedado para tomar una copa y algo de picar. Nunca habíamos coincidido todos en una entrada de blog. Éramos más que en el entierro del conde de Orgaz y en menos espacio. Casi tantos como en la rendición de Breda o en la batalla de Bailén. O sea, muchos. En Navidad estas reuniones son bonitas. Desde que se inauguraron pantanos y cunetas a partes iguales no se había visto tal concentración de gente. Hemos hablado de la Navidad y de libros y de pensar la lectura. Es tanto el placer que provoca la lectura de ciertos libros que cualquier día de estos los ensotanados lo declararán pecado.
En la copa ha venido la señora más jubilada de todo el pueblo. Una que va enlutada desde el siglo pasado. Usa una muleta porque está un poco impedida de una rodilla y de una artrosis de una cadera. La que va a misa primera todos los días y los de guardar. Que reza de pie y en latín que es lo que toca. Además comulga sin gluten porque tiene alergias.
Vale pues, Feliz Navidad y buen Año Nuevo. De mi parte y de Eugeni que es el responsable de organizar estos eventos. Salud.  

domingo, 15 de diciembre de 2013

El Blog

He leído que dicen de Umbral que tenía un cerebro imaginario. Seguramente tenía un cerebro lleno de experiencias. Una mano que sabía escribir así de bien. Y una pluma que le obedecía. Todo ello en su conjunto explica su prosa. Seguramente es eso. Así lo creo yo. Un torbellino de ideas acomodadas en las páginas de los libros de escribió. Como el mar. Que los días que sopla el viento lo contiene el acantilado. De lo contrario se saldría. Sólo se desborda por la playa porque le gusta el contacto con la arena. Igual que la sombra. Siempre a resguardo del sol o de la luz de las estrellas. Por eso es sombra.
Este blog tiene rostro, color y aroma. Y lo contrario. Cada cual que lo lee aprecia su rostro. Su silueta. Su aroma y su color. El blog que te mira aunque no tiene ojos. El que te susurra silencios al oído para que nadie más los escuche. El que dice con letras porque no tiene boca y no habla. El que tiene relatos breves. Historias pequeñas que se dejan ver entre la niebla. El que cuenta cosas que parecen verdaderas y a lo mejor no lo son. O son historias parecidas a algunas que nunca existieron. Frases que parecen absurdas si no las piensas bien. Este no es un blog. Es el Blog. El que lleva todo tipo de géneros literarios. Esto es lo que quería decir. Como lo que he leído que dicen de Umbral. Porque me gusta. El blog tiene miradas. Tiene vistas al mar y a la montaña. Tiene recodos para el descanso. Camino para caminar. Ideas para pensar. El blog que tiene silencios y espacios en blanco. Y que también dicen. Abierto de día y de noche. Las veinticuatro horas. Porque siempre es de día o de noche en algún sitio donde habrá alguien que querrá entrar y ojear. Incluso leer. El blog tiene vida propia y de otros. De lectura agradable y sencilla. Debe ser leído desde la tranquilidad y desde la sensibilidad hacia la letra escrita.
Por aquí han pasado poetas, filósofos, escritores, científicos, payasos, profesores, marujas y otros. Ciegos, cojos, jubilados y sin papeles. Todos han dejado una huella en quien los ha leído. Que lo sé. Incluso mi sobrina María Antonia que el año pasado nos felicitó la navidad. Cada uno con su sonrisa y su expresión cultural. Vecinos que pintan. Amaneceres y atardeceres. El sol, la luna y las estrellas. El mar y la montaña. Las piedras mudas y los árboles centenarios que sólo hablan cuando los mueve el viento. El horizonte y sus nubes. Y las lluvias torrenciales con su fango. El arcoíris. Las farolas de la noche que luchan contra la oscuridad. El indigente, el poeta y el músico de la boca del metro. Los sueños y desvelos. Las noches en blanco y sus días estresantes.
Ahora mismo cuando escribo esto y miro por la ventana veo al anciano jubilado de casi el anochecer con andar torpe y desorientado. Calle abajo con su perro amigo que conoce sus costumbres. Entre la oscuridad de la noche que llega y la luz de las farolas que acaban de encenderse. El jubilado mal pagado por culpa de la crisis. A estas horas ninguno de los dos lleva la sombra arrastrándose por el suelo. Ni por las paredes de las casas. El perro preocupado de sus cosas. El anciano preocupado de los dos. Héroe de la vida. Retirado de todo lo vivido y de lo que le queda por vivir. Pero ahora mantiene la dignidad porque es el protagonista de esta entrada del Blog.
Tocan ocho campanadas. La hora de la última misa. Antes de la cena. Él no asiste a lo primero. Lo de la cena será algo fugaz porque se lo ha dicho el médico. Ya no tiene edad ni estómago para según qué cosas. Luego música nostálgica para alimentar el espíritu y las ganas. Como en los buenos tiempos. Un poco de lectura de Umbral. Rojillo y putero. Dueño de la noche. De pluma que se desmadra. El municipal termina la ronda y concluye el día. Sin novedad que es lo que importa. El cura termina la misa y despide al monaguillo y a unas señoras abrigadas. Umbral no está porque era ateo. A estas horas estaría pidiendo cama y placer en alguna casa de señoritas y señoras que te meten mano.
La noche viene cargada de sueños. Que cada uno coja el suyo. No vale repetir ni copiar. Los sueños son de cada uno. Si acaso compartir en el calor de entre sábanas. Salud.  

lunes, 9 de diciembre de 2013

Poesía libre

Esta es mi palabra.
Libre y sencilla.
De corazón generoso
y de alma en apetito.
De poeta enamorado
de un mar en calma
y espuma en la orilla.
 
Palabra que no es muda.
Que ni turba ni espanta.
Palabra de poeta
que gime al viento.
mientras mueve el aire.
Que busca fronteras
y las traspasa.
 
Palabra de buena mañana
tapada de escarcha
que anida en la soledad
porque se siente herida.
Que escucha y dice.
Una y otra vez con destreza
para que llegue
en forma de poesía.
 
Palabras sin tristeza ni llanto
de cuando la soledad es compañía.
Palabras esperanzadas
dichas con melodía.
Esta es mi palabra
libre y sencilla.
 
Palabras atormentadas
escritas en la niebla.
Palabras de ternura escritas
una noche sosegada.
Con espinas de rosas
para que nadie las toque
y simplemente las lea.
 
Palabras de gozo
acompañadas de vino.
Palabras que guardará el poeta
y que recitará cada día
hasta que se las lleve el olvido.

Se escribe la poesía
en primavera y otoño,
en verano y en invierno.
Versos y más versos
antes de que llegue el sueño
de la noche.
 
La poesía escrita
desde la memoria y el recuerdo.
Describe la bruma del horizonte
y las cenizas 
que el viento se lleva.
Que habla de nosotros mismos
de promesas quemadas
y de pasiones consumidas.
 
Pero fíjate
que aunque sea ceniza
permanece unida.
Que no sople el viento, pues.
 
El sol permanece oculto
por las nubes.
Los versos no riman.
Habrá que recoger las cenizas
y recomponer las promesas.
Devolvernos las miradas.
Cambiar silencio por palabras
y recuperar lo de antes.
 
Volver a encender el fuego
si hace falta.
El que no quema,
pero da calor.
El de la pasión y la ilusión.
Recogeremos estrellas
y nos diremos palabras adultas.
Mientras superamos el vértigo
del momento
De la poesía libre
porque dice la verdad.
Los versos escritos en la noche
antes de que llegue el sueño.
 
Cumpliremos las promesas
e iremos de la mano.
Dónde nos conduzca el sendero
o dónde nos lleve la marea
sin brumas ni susurros.
Que el tiempo es propicio
para que se escriba poesía.
Que los almendros
ya están en flor.

La percepción limitada
del lenguaje de la vista.
En la distancia y en el tiempo.
En los sentimientos.
En la oscuridad de la noche
cuando nos dice cosas calladas.
 
Aceptaremos el infinito
como punto de encuentro
cuando el sol se pone.
Nos haremos invisibles
cuando caiga la nieve
 sobre nosotros.
Quedará la silueta
sobre la nieve blanca.
También la niebla
marcará nuestra silueta
a la luz de la luna.
Aunque sea por un instante.
 
Lo que no comprendo
no existe y no lo escribo.
Por eso
quedan páginas en blanco
de instantes y de recuerdos.
Vamos a revivir sentimientos
para dejar de silenciarlos.
Y que vuelvan.
 
Atrapado en la ventisca
necesito compañía
que amaine la tormenta.
Recuperar el aliento
y ahuyentar miedos
que se van con el viento.

Desgarrador llanto
de silencios de la noche.
 
Palabras al viento
que caen al mar
y éste me las devuelve
con las olas.
Para poder escribirlas.
Dejando huellas de tinta
porque caminan descalzas.
Sobre el papel.
Que no se borren.
Que no se olviden.
 
Pisando caminos.
Nadando océanos.
Pensando lugares.
Imaginando personas.
Llenando espacios.
Descubriendo momentos
mientras acaricio tu cuerpo
con los ojos cerrados
para que parezca real.
 
Los silencios de la vida
son libres.