lunes, 18 de marzo de 2013

Aroma y textura

Te bebo en las tinieblas
mientras casi no te veo.
Controlas mis penas.
Comprendes mis carícias.
Destierras mis tristezas.
Recuperas mi memoria.
Acarícias mi desánimo.
 
Vino que entras en silencio,
que sabe expresarse
de forma callada
cuando entra en la boca.
 Estar cerca de lo lejano.
Estar lejos de lo cercano.
Porque el efecto del vino
me ciega la mente.
 
Ando el camino
siguiéndo tu aroma
en el regusto.
Hablarte como siempre.
Tú escuchando en la copa.
Respirando tus aromas.
Desnudando utopías
hasta hacerlas realidad.
Desnudando mi cionciencia
para ser libre a tu lado.
 
Eres criatura de deseo
en la soledad de la bota.
Arropando mis sentidos
en cuerpo y textura.
Soñar deseos
envueltos de pasión.
Olvidar sentimientos
que nunca serán.
Con la mente tocada
y el pensamiento nublado.

Guardo las cenizas
de lo que no fué.
Camino sobre ruínas
siguiendo tu aroma.
Te encontraré al final
entre silbidos del aire,
susurros de olas
y sorbos profundos.
 


viernes, 15 de marzo de 2013

Una mañana

Esta mañana la memoria no ha querido desayunar. Se ha notado a lo largo del día. No se pueden perder las buenas costumbres así de repente. Tengo encerrados bajo siete llaves mis miedos, mis errores y mis miserias. Para que no puedan salir. Que nadie las vea ni las conozca. A veces me dan mala vida, pero en la intimidad. Estas cosas hay que atarlas en corto para que no te den un disgusto. En todo esto he estado preocupado hoy bien de mañana. Cuando el sol manda esa luz antes de asomarse y ver qué pasa. Es orgulloso porque sabe que inaugura el día. No le tosas, aunque no tiene ni furia ni pena a esta hora. El viento, en cambio, no es así. Sopla con fuerza y levanta polvareda. Me ha metido algo en los ojos que me ha dejado ciego. Ese viento sin miramientos que incluso levanta las faldas a las mujeres. Unas lágrimas se han encargado de limpiar mis ojos y ahora veo bien. Tengo que estar alerta. Quienes no descansan son los pájaros. Juegan al pilla-pilla con gran escándalo. Van a lo suyo y presumen de libertad.
Me miro al espejo, como todas las mañanas, y me tranquiliza ver que soy yo mismo reflejado. No he cambiado nada desde la última vez que lo hice. Me dice una compañera que me ve más joven. No tengo esta sensación pero un piropo no se lo discuto a nadie. Yo no. He traicionado mis principios y le he dicho a Juan y a Sebas que me alegraba que los creyentes tuvieran un nuevo líder espiritual en activo, uno en el pasivo y muchos en la recámara. La verdad es que me mantengo al margen porque no va conmigo. No es mi pastor porque yo no soy una oveja. Ni como metáfora. Pero ellos sabrán.
He recibido los buenos días de mis amigos invisibles del otro lado de la pantalla. Mimos, besos, abrazos y algo virtual que llevarse a la boca. Se agradece. Está bien despertarse así. La radio, como siempre cada mañana, habla sola. Ella no lo sabe. Sólo la escucho cuando canta música de la buena. Luego viene el parte meteorológico que resulta ser publicidad engañosa. Es como leerte el horóscopo. A veces no se acierta y otras tampoco. Pero yo ya lo sé. A estas horas de la mañana ya no quedan estrellas en el firmamento. Se han ido a descansar. La última es la de Javi. La conozco porque el payaso me la enseñó cuando dejó de llorar y de tocar el saxo. Saludos Javi. 
A todo esto, y con lo que llevamos de mañana, me doy cuenta de que todavía no he utilizado la palabra. Tengo que afinar cuerdas igual que otros templan gaitas antes de salir de casa. Entro en la ducha y me pongo a cantar "Amores" de Mari Trini. No llueve, no. Mal pensados. Ese ruido que escuchas es el agua de la ducha. Mi vecino golpea la pared. Interpreto que no me oye bien y me pongo a cantar más alto. Oigo que golpea con fuerza la puerta de su casa y se va. Interpreto que no le gusta Mari Trini. Bueno. Cada uno con sus gustos.
Tengo un ramo de margaritas en el baño y empiezo a deshojar una de ellas. Meafeito-nomeafeito. Sale que me afeito. Pero no me afeito porque decido que una margarita no me marca mi agenda de cuidados faciales. Así me demuestro que tengo criterio, autoestima y que puedo ir por la vida con suficiencia. Destierro cualquier resto de la noche que ya es de día y no conviene mezclar los tiempos. Mientras le doy de comer al cuerpo alimento la mente con un poco de lectura y de pensamiento. A la noche escribiré que he quedado con la inspiración para tomar café.
El sol ya ha salido del agua y empieza a calentar cuando me toca. Yo ando con sombrero -ya lo he dicho-. Las calles se llenan de pisadas de gente que acude a su trabajo o en busca de él que ya son demasiados los que hacen lo segundo. Pero los del gobierno no lo saben. El cielo está quieto. Ni se inmuta. Quienes no se están quietas son las nubes que no paran ni un momento de dibujar extrañas formas a cada minuto que pasa. Entretiene mirarlas pero hoy no estoy ocioso y el reloj me hace la puñeta. Me quita un minuto cada sesenta segundos. Que lo tengo calculado. Se mueven rápidas las agujas. Pero a traición. Sólo se mueven cuando no las miras. 
Camino al lado del río y el agua cuando me ve me acompaña. Me habla con su monótono ruido. También apura el tiempo en busca del mar. Caminamos distancias. Cortas o largas. Estas que van de un lugar a otro. Si camino la distancia acompañado se me hace más corta. No ando distraído sino pensativo que la mente no para quieta ni un momento. ¿Has mirado qué hora es? Y qué pensabas. Has tardado menos en leer esto que yo en escribirlo. Te lo puedes creer. Es como la comida. Se tarda más en prepararla que en comerla. Y tantas cosas. Miro la agenda para ver los objetivos y los deseos para hoy. Madre mía. Se me fue la mano. Cierro la agenda. Se hará lo que se pueda. Es cuestión de disfrutar la vida no de tener el alma en pena, el corazón en un puño o el aliento con agujetas. Mira dónde pisas y no te pierdas. Salud.

miércoles, 13 de marzo de 2013

Llega el alba

Los instintos al alba
se duermen en el pensamiento,
desnudo y prohibido.
 
Son las seis.
Me lo dicen las campanas.
Se va la luna.
Despido la noche.
Saludo al alba.
Despierto la conciencia.
Se esconde el sueño.
Soledad inofensiva.
 
Veo el bosque de versos y poesías.
Con la luz del alba.
Y llega la mañana
animada y arrogante
ocupando espacios oscuros.
Ya sólo quedan recuerdos.
Pienso ausencias
que llevo en la memoria.
Navegando en el pensamiento
cuando llega el alba.
 
Miro al vacio y saludo al aire.
Desnudo la mente y la veo tal cual.
Huracán de ideas, torbellino de palabras.
 
Mojados por la lluvia
los tejados brillan.
La noche ya es recuerdo
en el vientre de la memoria.
Recupero la palabra y la sensación de vida.
El espejo me devuelve la mirada.
La luz me devuelve la sombra.
Cuando llega el alba.
 
La casa queda callada.
El ruído lo ponen los pájaros
que vuelan entre las ramas
desnudas de invierno.
La pasión se asusta
con la vuelta a la vida.
Recupero los sentidos.
 
Son las siete.
Me lo dicen las campanas.
El tiempo es nómada
porque nunca se está quieto.
La duda me hace lento
por eso la dejo en casa.
Cuando llega el alba

domingo, 10 de marzo de 2013

Estrategia

Hoy voy a interpretar mi papel. Tal cual. Sin máscara ni maquillaje ni seudónimo. Como de costumbre, a ver. El de blogero enamorado de las letras y del mar. Y de muchas otras cosas. El que escribe en una libreta con una pluma y sin zapatos. Con los pies descalzos se siente mejor la libertad. El que lleva puesta una armadura para protegerse de sentimientos inoportunos que entran por la piel, por los oídos y las miradas pero que luego llegan al corazón y al alma. El blogero que escribe lo que ve y lo que sueña siempre que sea bonito, romántico o poético. El que escribe descalzo y camina con sombrero. Entre ocioso y entretenido. Entre preocupado y pasota -cómo se dice ahora-. El que todas las mañanas afina su pluma antes de escribir. Hoy voy a interpretar, pues, mi papel como estrategia.
No vayas a seguir leyendo de pie. Siéntate, por favor y disfruta. Sólo son palabras de siempre pero colocadas de distinta forma para que signifiquen diferente. Estrategia sencilla pero complicada de ejecutar. Jugando con la inteligencia de la sensatez, el color del mar, la ironía de los sueños, la sencillez de la noche estrellada, el romanticismo de la luna, el brillo del sol, la fuerza del viento, el tesón de las olas, la pasión del silencio, la contundencia del trueno, la inquietud del viento, la quietud del bosque, la desazón de una mirada, la tranquilidad de la brisa, la molestia de la lluvia, la parsimonia de una nube, la transparencia del agua. La inspiración de hoy es un reflejo de mi semblante y mi nobleza. De las ideas que continuamente me rondan el pensamiento. Susurros comprometidos y cómplices silencios. Aromas de infusiones y café descafeinado endulzado con un terrón de azúcar. Esta mano que acaricia las hojas blancas de la libreta para que se estén quietas los días de viento. No quiero mancharlas con la tinta de mi pluma. Este sentirse querido por la brisa marina y acompañado por las olas que llegan cansadas a la orilla y se tiran sobre la arena después de cruzar el océano. Ese mar que sólo puede entrar en puerto si está tranquilo y manso porque las olas, de siempre, se quedan fuera. Los barcos en el muelle están para descansar.
Y me encuentro a Juan. Mi amigo contertulio, y me dice que la sabiduría la traen los años. También está enamorado del mar. Es isleño como yo y por las noches duerme con las ventanas abiertas. El mar trae noticias que decir y hay que escucharlas con ese silencio de la noche. Algunas noches las noticias no son buenas. Se enfurece y rompe las olas con fuerza contra las rocas provocando ruído y espuma. Sus motivos tendrá. Dice Juan que lo hace para sentirse libre. Juan es menos libre ahora porque anda con muletas. Anda cojo, preocupado y molesto. Pero es libre como el mar. En sus ideas, en su pensamiento y en su alma. Cada día que pasa reivindica vivir la vida de forma heroica y noble. No soporta la indignidad de la indiferencia. Comprometido con buscar el equilibrio mental y la serenidad antes de ponerse a escribir.
Leo de un científico que el funcionamiento del cerebro y de los procesos mentales constituye un misterio. No creo que siempre sea así. De algunos homínidos bípedos nunca se sabrá lo que piensan. De otros se tiene la certeza de que no piensan. Así les va. Así nos va. Otros científicos afirman que pensamos para defendernos. Otros dicen que pensamos para evolucionar. Algunos no saben porqué pensamos. Uno dice que pensar es un proceso perverso porque lo hacemos para mentir. Cuanto más pensamos mentimos más y mejor. No seré yo quien ponga en duda lo que afirma un científico. Que para eso están. Que yo pienso lo justo para vivir y escribir con honradez. A veces, cuando pienso, me vienen malos recuerdos. No puedo evitarlo pero les planto cara. No reniego de ninguno de los días que he vivido. Lo he hecho lo mejor que he sabido y me han dejado y ahora forman parte de mi historia personal. Y cuando llega la noche procuro descansar y soñar. Con la ventana abierta para ver la luna. Para que entre el viento y me arrope. Para escuchar lo que el mar y el silencio vienen a decirme. Este silencio que a veces es tan denso y asfixiante que tengo que toser para romperlo y seguir durmiendo y soñando.
Los días pasan, igual que las noches. Los minutos llegan igual que las olas. Y luego se van, igual que las olas. Yo a lo mio. Esta es mi estrategia. Porque sé que hay ojos y oídos que miran y escuchan. Por eso pienso bien lo que escribo. Hoy hace frío, lluvia y viento. He subido al desván de mi subconsciente. Cuantas cosas he visto que no sabía. Empiezo a quitar el polvo. Letras sueltas. Palabras pensadas pero no escritas ni dichas. Consecuencias de cosas hechas y olvidadas. Ese subconsciente desconocido para mi, pero coherente. Tendré que subir más a menudo al desván. Poner orden a tanto caos de mi vida interior. Cada cosa en su sitio para evitar sobresaltos. Hay recuerdos olvidados porque están tapados por el polvo. Se lo comentaré a Juan cuando lo vea que él entiende de esto. Hay una caja de conclusiones absurdas sin utilizar. De pensamientos inacabados que dejé escapar. De amores furtivos de verano. Hay tantas cosas porque el subconsciente es tan grande como un desván de la memoria y del olvido. No me da miedo lo que veo pero lo quiero ordenado. Ideas y actos de mi infancia mezclados con otros tantos de mi vida adulta y madura. Cartas que pensé escribir pero que nunca lo hice. Ideas inacabadas. Cicatrices de amores de adolescencia. De todo lo que hay sólo puedo aprovechar la experiencia acumulada. La guardaré hasta que ya no sepa dónde ponerla.
De vuelta a la vida consciente. He cruzado momentos de niebla, de frío intenso y de sol. Es la vida misma una mezcla de todo ello. De estrategias para desempeñar un papel digno del que ser recordado. Venga pues. Salud.

miércoles, 6 de marzo de 2013

Recuerda las palabras

Recuerda las palabras,
de la penumbra,
del sueño,
de lo incierto,
de lo venidero.
De la tierra,
del cielo
y del fuego.
 
Palabras de nosotros,
del comienzo,
del lugar,
de la nada
y de la vida.
 
Palabras de lo grande
 y lo pequeño.
De lo infinito,
de lo eterno.
De lo que la oscuridad atrae.
 
Palabras de memoria.
De lo escrito
y lo olvidado.
De larga espera,
de pisadas de final.
 
Palabras de huellas,
de actos,
de aciertos,
de errores,
de intentos,
de cuestiones
y pensamientos.
 
El sonido de la palabra,
y el cómplice silencio.
 
Del aire,
de la lluvia,
del viento
y del consuelo.
 
Recuerda las palabras
de aliento.
De la tierra
y del mar.
De nosotros mismos.
 

viernes, 1 de marzo de 2013

Javi. El payaso y el saxo.

A la hora en punto la megafonía empezó a gritar aquella famosa frase de, "que empiece la función". Luces de neón, bombillas de colores y focos moviéndose alocadamente jugando con las sombras al azar. Se encendían y apagaban. Por los laterales de la carpa del circo había grandes dibujos murales de trapecistas, animales salvajes peligrosos, payasos y demás motivos circenses. Banderitas de todos los países con vivos colores estaban dispuestas en círculos desde el palo central hasta los laterales engalanando todo el techo de la carpa. Los músicos atentos a la batuta que, después de tres golpecitos sobre el atril, dio la orden de comenzar a tocar una música de fiesta.
El presentador, con traje negro y bombín, dio paso al payaso. Éste entró en la pista con un caminar lento porque andaba con unos zapatos de punta muy larga y no quería tropezar. Llegó hasta el centro de la pista, extendió los brazos y giró sobre sí mismo para contemplar al respetable público que todas las noches abarrotaba el circo. Su sonrisa se quebró de golpe al tener la sensación de que no había nadie. Agitó las manos con fuerza para que los músicos volvieran a dar la entrada pero con más entusiasmo y contagiar al respetable. No estaba equivocado. Después de mirar de izquierda a derecha y viceversa tuvo la convicción de que no había nadie. Sólo escuchó un rabioso plas, plas, plas. Su semblante se mutó porque nadie le había advertido de este extremo. Gracias a uno de los focos individuales miró fijamente entre las gradas y vio a un espectador. En singular. Un niño satisfecho y rebosante de alegría que aplaudía a rabiar. Medio sentado y medio de pie por la emoción del momento. Llevaba una golosina en la boca.
El payaso quedó perplejo, agachó la cabeza y empezó a llorar de forma desconsolada. Estaba muy afectado por la situación. No daba crédito. El niño espectador aplaudía cada vez más al payaso por lo bien que lloraba. La mejor escena posible debajo de una carpa de circo. El payaso lo vio y se sintió turbado. Inmediatamente dejó de llorar. Se frotó las lágrimas con sus guantes blancos y esparció la pintura de su maquillaje por toda la cara. Esta situación le gustó aún más al niño espectador que vivía un momento inolvidable de su vida con la alegría y la inocencia requerida. Los músicos seguían tocando para darle al payaso un poco de tiempo. Tenía que comprender aquella complejidad tan simple. Este día y a esta hora, en el circo sólo había un espectador. Un niño desbordado por la alegría y la emoción.
El payaso levantó las manos y mandó callar a la orquesta. Un foco de luz le iluminaba mientras intentaba sortear los asientos primeros con sus zapatos de larga punta. Llegó al niño espectador y se sentó a su lado. Le pasó la mano por encima y le preguntó su nombre. Me llamo Javier. Pero todos me llaman Javi, y de mayor seré payaso como tú. El payaso nunca se imaginó una situación semejante por muchos años que viviera. ¿Con quién has venido Javi? Solo. ¿Alguien sabe que estás aquí? Espero que no. Las enfermeras han colgado tu fotografía en las paredes del hospital. Pedí permiso para venir a verte y me dijeron que no podía ser. Cosas del tratamiento, añadieron. El payaso forzó una sonrisa de preocupación y dijo con voz calmada. Explícate mejor Javi porque no logro entender nada. Estoy ingresado en un hospital porque estoy enfermo. Quería verte actuar y no me dejaron. Con la almohada simulé mi cuerpo en la cama, apagué la luz,  me puse la chaqueta sobre el pijama y he venido. Le enseñó una pulsera hospitalaria identificativa que llevaba en la muñeca derecha. Estaba su nombre, un número, un código de barras y un nombre escrito en mayúsculas que decía "ONCOLOGÍA PEDIATRICA".
El payaso quedó desarmado, derrotado y sin recursos. No estaba preparado para algo así. ¿Qué es lo que más te gusta Javi? Todo lo que haces me gusta. Así hablaba emocionado el espectador infantil Javi sorprendido por los mimos que recibía personalmente del payaso. La pista central se iluminó. Pintaron la cara de Javi de payaso y le pusieron una nariz roja de espuma. El payaso empezó a ejecutar con maestría sus mejores números. Magia. Gestos de mímica. Malabares, etc. La orquesta tocando alegres piezas de fiesta. Enfrente, sentado en una silla, Javi se lo pasaba de lo mejor. El único espectador miraba para no olvidar. El payaso actuaba con un nudo en la garganta. Un niño enfermo se había escapado del hospital para ir a verle. Le puso unos zapatos de punta larga y bailaron en círculo. Para no caerse se cogieron de la mano. El payaso estaba orgulloso de su mejor actuación. Mandó callar a la orquesta y con voz de terciopelo se dirigió a Javi para preguntarle si le gustaría escuchar una canción. La respuesta fue afirmativa. Se sentaron uno frente al otro. Cogió el saxo y empezó a tocar una desgarradora y tierna melodía de canción de cuna que el alma le pedía en este momento. El saxo interpretaba con su voz ronca. Como siempre hace. A media luz. El niño espectador se acomodó en la silla y se quedó dormido. El payaso tocaba y lloraba emocionado. Javi se quedó dormido. Inició su sueño eterno. En una carpa de circo y al lado de su payaso. Con el sonido afónico de un saxo. Salud.

sábado, 23 de febrero de 2013

Es invierno aún

Es invierno aún.
Frío y nieve.
Lluvia y viento.
Amanecer tardío.
Atardecer interminable.
Con libros y papeles.
Compañeros fieles
 del frío invierno.
Me acompaña la hierba
tapada por la nieve.
 
Escritos de aficionado.
Reflexiones al fín.
Arrastrando cada sílaba.
Componiendo cada verso.
Con un cielo de chatarra
que escribo de azul.
Con un mar de plomo
que escribo de verde.
Pero el agua está fría
y eso, no lo puedo pintar.
 
El sol está cobarde.
Preso del tiempo.
Anhelo de primavera.
De flores y vida nueva.
Resplandor ficticio.
Huella del frío.
Porque es invierno aún.
 
Los días se repiten
y el invierno agoniza.
Las olas se amansan.
La nieve se derrite.
Este frío invierno
es cuestión de tiempo.
 
El brillo de la memoria.
La agilidad de la pluma.
Las ganas del papel.
El influjo del frío.
 El aroma del café.
El calor de las brasas
que anticipan primavera.
 
Grita el invierno
con voz de trueno.
Cada relámpago
es espejismo de sol.
 El sendero lleva a la primavera.
Pero es invierno aún.
 
 
 

martes, 19 de febrero de 2013

El recodo

Hay un recodo en el camino. 
En la inmensidad del bosque. 
Subiendo al acantilado. 
El camino es empinado y exigente. Difícil y tortuoso. Complicado de andar y avanzar. Pero vale la pena cuando llegas al recodo. 
Es el momento de pensar y descansar. Hacer tiempo hasta la puesta de sol. Aquí se viene a estas  cosas. 
Hay una roca a la sombra de las encinas para sentarse. Una fuente de agua fresca para saciar la sed y poder seguir camino.
Es un momento atemporal de un estado de ánimo  infinito. Cabe de todo. Lo real, lo ficticio y lo imaginable. El recodo de las utopías y las verdades asumibles. El recodo de pensar. 
Quise hablarle a la naturaleza. Abrí la boca y de mi garganta salió un silencio muy elocuente que lo decía todo. Esa atracción invisible e inexplicable de mantener una conversación entre mi persona y la tranquila naturaleza que me acoge. 
Somos grandes amigos. Medité largamente y comprendí la libertad. La del árbol, la hierba, la flor silvestre, las piedras, las hojas secas del suelo, las nubes, y la lluvia. La luz, la oscuridad y el silencio. Del aire y el viento. Y el ruido de la vida que el bosque guarda. Que a veces enseña y a veces esconde.
Pero antes hay que andar este camino complejo. De subidas empinadas y bajadas deslizantes. Aún teniendo los ojos abiertos dejé de mirar. Para poder pensar. Luego los cerré para verte. Sabía qué decirte pero no sabía cómo decirte. El viento me daba palmadas de ánimo en la espalda. Sentí frío y calor a la vez. Me vi desnudo y no me importó porque tenía letras y palabras. Formaba parte de esta naturaleza que anda su camino. De día y de noche. 
Vi que el infinito llegó y se fusionó con el horizonte como dos amantes. El sol se pone en este punto y se hunde en el mar para dormir. Cada día, como todos.
El viento no para de agitar ramas y mover hojas. Las nubes empiezan a llorar sobre mi acompañadas de truenos que rompen el silencio y de relámpagos que rompen la oscuridad en mil pedazos. Yo, en el recodo  sentado sobre la piedra sin bienes materiales. Sólo la mente interactuando con lo salido de la nada. Atrapado en el vértigo de la vida. Esa que te domina y que al final te deja. 
Quiero que el instinto y la razón se pongan de acuerdo para encontrar la armonía. No lo consigo. No es posible. Pero encuentro la paz interior. Es evidente que estoy en el camino correcto. En el recodo adecuado.
Me llevo un trozo de pan a la boca con unas flores de romero que le den sabor. Lo ablandé con la saliva y la voluntad. El sabor es agridulce en la boca. Como el sabor de la vida y la naturaleza. Seguí con mi locura y lo normal se convirtió en especial. Lo especial se hizo normal. Llegué a certezas absolutas de la vida a pesar de que la ventisca helaba mis huesos pero no mis pensamientos. 
Un poco de sol después de la lluvia. Justo delante de mi se abrió una flor. Tranquila y sin miedos y me contagió. Su belleza me lo puso fácil.
Mis piernas entrecruzadas y con los pies descalzos sobre la tierra para no olvidar nunca de dónde vengo. Cogí los dedos con las manos para calentarlos. La espalda erguida y la mente audaz atreviéndose con pensamientos prohibidos pero deseados. Tuve la sensación, por un momento, que la naturaleza me hablaba. Escuché atento. Pero necesitaba tiempo para comprender. Falta de costumbre. Experiencia sublime este momento en pleno bosque. Querida soledad que acompaña. Sin intermediarios y sin interferencias. 
Un pájaro vino a posarse junto a la flor silvestre y a mirarla. Esbocé una sonrisa porque me di cuenta del valor de las cosas simples. Ese valor que le negamos a todo aquello que no vemos. Hay que ir al recodo del camino para darse cuenta. Lo escribo para que lo veáis con los ojos cerrados.
El día gastaba minutos hasta llegar al atardecer. El silencio llegó sin hacer ruido y se quedó a mi lado. No experimenté abatimiento sino todo lo contrario. El atardecer se adentró en el bosque, bajó por la ladera y llegó hasta el mar justo en el momento en que el sol lo tocaba. Ahora mi pensamiento se posó en ti y volví a sonreír. 
Encendí un fuego para calentarme. El humo pintó tu silueta y me levanté de la piedra para bailar contigo. Después de un rato te fuiste y del fuego sólo quedó el calor y las cenizas. Estaba envenenado de tanta belleza natural. Toqué la corteza de un pino. Era rugosa. Pero era su corteza natural y aún siendo rugosa lo hacía bello.
Mantuve una relación noble y sincera con mi entorno. Los segundos, minutos y horas pasaron sin darme cuenta. Es el recodo del camino. El momento grato que la vida te reserva si la cuidas. Es el recodo del "Camí de l'Archiduc". Justo en un punto llamado Es mirador. La mejor puesta de sol posible saliendo desde Valldemossa. Aquí y ahora vivo en libertad aunque el sol desaparezca. 
Me despedí de la piedra, las hojas, los árboles y sus ramas. Del aire y del viento. De la tormenta. Del pájaro y de la flor. De la lluvia y del frío. De los relámpagos y sus truenos. Cuando la ciudad me agobie y no me deje respirar. Cuando me sienta encarcelado por los acontecimientos, volveré al recodo. Salud.
 

viernes, 15 de febrero de 2013

Escritor

Este señor casi mayor. Disfrutando con sus años. Con un vestir elegante. Que saluda con madurez intelectual. Que se comporta con experiencia creadora. Sabio en el hablar. Hábil en el arte de la comunicación consciente. Asertivo y convincente en la pose y en la mirada. Que utiliza un lenguaje poético para una conversación normal. Este señor  experimentado de la vida. Buen conocedor de las personas. Explorador de textos que otros han escrito. En busca del significado adecuado a cada palabra. Escritor artesanal a tiempo completo porque ha hecho de la escritura su profesión. Que camina de forma sosegada. Semblante distraído. Constantemente pensativo. Este señor entró en el ascensor del hotel. El que baja al comedor. Se fijó en mi y me habló.

Es usted escritor, dijo convencido. No, respondí. -Ah! ¿Y cómo es que se pasea usted con un libro, unas revistas literarias un bloc y una pluma? El que sólo lee no necesita escribir nada. -Me gusta tomar notas al margen. Hacer subrayados de palabras o frases. Anotar reflexiones. Y cosas así. -Pues eso. De esta experiencia surgen nuevos textos que otros leerán. Yo soy escritor y es lo que hago habitualmente. No entendería que usted no hiciera lo mismo. Por eso se lo he comentado. Nos estuvimos mirando y dudé antes de contestar. Bueno, digamos que escribo algún relato breve en forma de entradas de un blog literario. Me relaja expresarme por escrito. -Lo supe enseguida que lo vi, dijo de forma contundente. Modestias aparte, usted es escritor. Ha sido un placer, añadió. Me estrechó la mano. En la planta menos uno salimos del ascensor. Mas tarde lo vi sentado en la cafetería con algunos libros y unas hojas en blanco que iba rellenando sin dudar con una pluma estilográfica de las caras.
Me sentí bien. Incluso  inspirado. Lo típico, supuse, cuando ocurren estas cosas. Estuve desayunando y pensando al mismo tiempo. Detrás de unos grandes ventanales que daban al jardín y a la piscina. También se veía el mar. El sol no se quiso perder la ocasión y entraba por el ventanal iluminando el momento. Al terminar y antes de levantarme, escribí un tuit que decía: "Más allá de lo que escribo está lo que pienso". Añadí una fotografía de la salida del sol. Una ola en la orilla o una roca en medio del mar cuando se deja acariciar por la marea. O algo así. Todo fue contestado de inmediato por mis amigos invisibles del otro lado de la pantalla. Esta gente que sólo existe de forma virtual. Pero que existe. Salí a la terraza y pedí un café para acompañar la lectura. Con el café se incluía una brisa marina. Un susurro de olas de mar casi en calma. Un sol primaveral que ya apuntaba maneras de verano. Era un día de estos de descansar. De pensar recuerdos y cosas nuevas. Mi voluntad estaba de acuerdo conmigo y me seguía la corriente. Hoy no era día para malos rollos. Las bofetadas de la vida se llevan con dignidad porque no las puedes evitar. Pero tampoco se trata de repetir. Casi sin darme cuenta, y totalmente abstraído, mi pluma empezó a deslizarse por las hojas en blanco de mi libreta. Empezó a teñirlas de tinta en forma de letras. Palabras y frases. Con seguridad experimentada. En algunos momentos dejaba la pluma. El puño cerrado para apoyar la barbilla. Fijar la vista en el mar. Ese mar inquieto que no para de traer olas a la playa. De esparcirlas por la arena. Que tal cual vienen se van. Dejando sitio para la siguiente. Justo dónde se juntan la arena y el mar y dónde aparece la espuma. Arena y mar obligados a entenderse en este punto. Yo contemplando para plasmar por escrito lo que estáis leyendo. O leeréis en otra ocasión.

El día me tenía otra sorpresa. Momento importante para este servidor que se las da de bloguero. El señor mayor, extranjero y escritor. Se levantó y se acercó hasta mi mesa. Me pidió la dirección electrónica del blog con la intención de leerme. A cambió me regaló uno de los libros que llevaba. Era una de sus novelas traducida al castellano. Tomó asiento a mi lado. Abrió la tapa del libro y con su pluma de las caras escribió: "No importa lo que escribas. Lo que importa es que te sientas bien con lo que hayas escrito. Porque te perdurará y siempre habrá alguien que lo leerá". Puso fecha y firmó. Fue el momento del día. La única vez que te dedican algo sin pedirlo. Sin tener que hacer cola. Estos detalles que la vida te regala muy de tarde en tarde. Un pico febril que no necesitó de medicina alguna. De repente me veo con un amigo más del que sólo conozco la cara y su pose impecable. Su caminar sosegado. Su voz segura porque domina la vida con suficiencia. Que viste elegante y habla con madurez intelectual. De quien escribe por necesidad. Igual que necesita el aire para vivir.
Un comunicador de historias literarias como tantos otros amigos de Twitter. Amigos con los que mantengo amistad y relación literaria. De los que no conozco su cara ni su voz. No he visto su mirada ni he escuchado su silencio. Desconozco sus siluetas, sus matices y sus sombras. No he visto sus pisadas. Pero sé cómo escriben y sé que están. Y me gusta. Salud.

miércoles, 13 de febrero de 2013

La lonja

Hoy es de esos días tranquilos en los que amanece bien. El sol sale puntual como de costumbre después de que la aurora vaya haciendo camino. Sin nubes. Ni lluvia ni viento. Un sol casi perezoso que va borrando estrellas a medida que amanece. Que se sacude el agua del mar donde ha pasado la noche. El mar despierta empujado por la luz. Pero sigue en calma. Es muy pronto y las primeras barcas empiezan a llegar a puerto con el pescado de la noche. Las golondrinas, como de costumbre, salen a su encuentro a ver si pillan algo. Algunos bípedos mortales como yo observamos el paso de los minutos detrás de un gran ventanal del bar del puerto. Las pocas luces que siguen encendidas se van apagando.
A esta hora el puerto mantiene una actividad casi estresante. Gente esperando las barcas y el pescado para descargar y llevarlo a la lonja. Todos se afanan a lo suyo que el tiempo en crisis vale mucho y se ha puesto por la nubes. Apuro el café -que por cierto es de los buenos- mientras tomo nota de todo lo que veo para que nada se quede sin explicar. Esta realidad que pasa desapercibida porque muchos no se fijan en la rutina. Cosas de las prisas. Cosas que pasan a diario y que vivimos en la subconsciencia por falta de tiempo o de concentración. El amanecer es tranquilo pero hace fresco fuera. La gente va abrigada. Botas de agua y algo de lana en la cabeza. Guantes de goma para no gastar las manos. Una vez amarrados los barcos empiezan a descargar cajas de pescado que son transportadas en carritos hasta la lonja. Entre los compradores hay conversación animada mientras se observa el género. Hoy es de esos días que hay mucho pescado porque la noche ha sido buena. Cuando termina la subasta la lonja se queda desierta. Sólo unos mozos con mangueras de agua y unos cepillos limpian los restos de la actividad.
Mientras, fuera, el sol ya brilla con intensidad y va calentando el ambiente. Pero la gente sigue sin fijarse y se muestra ajena. Ahora cargan las furgonetas y se van a sus destinos. No veo intención de vivir sentimientos nuevos por parte de nadie. Han apagado las farolas del puerto. Incluso el bar ya se ilumina con la luz del día. En el bar sólo quedan algunos marineros jubilados que disfrutan de buenas conversaciones y de una pensión de seiscientos euros. No saben en qué gastar tanto dinero. Hablar y recordar no cuesta.
De espaldas al puerto y al mar están las montañas que lo cercan. Una gran sombra avanza desde la montaña y se adentra en el mar apagando la luz del sol. Los hombres que trabajan en los barcos y en las redes lo notan. Miran al cielo y siguen a lo suyo para dejar listo el barco. Pasará en un momento. A media tarde hay que volver a faenar. Nadie se inquieta y el viento tampoco aparece. La nube se deshilacha y el sol aprovecha algunas rendijas para asomarse. El puerto, a esta hora, es territorio tranquilo. Mitad poético y mitad romántico. La lonja ha cerrado puertas y los mozos ponen a punto los últimos aparejos. Las gaviotas también se mantienen ociosas mientras hacen la digestión.
Termino el café y guardo el blog. Salgo a caminar por el muelle tranquilo saludando a los pocos que quedan y que me devuelven el saludo con un movimiento de cabeza. El tiempo no pasa. O si. No lo sé. Yo no he venido a ver pasar el tiempo. Estoy aquí para ver a las personas y observar cómo trabajan. Observar el mar y los barcos enjaulados en el muelle. No escribo retórica vacía. Escribo vida tranquila. Actitudes poéticas de la gente de mar. Esas grandes historias de mar en tormenta que los mayores del lugar recuerdan con pasión. El mar puede llegar a ser tan dócil como malvado. Ese mar que te seduce hasta la locura y que luego te mata para quedarse con tu cuerpo en sus profundidades.
Las olas te llaman. La brisa te relaja el rostro. La inmensidad del mar te hipnotiza. El vaivén de la marea que te mece. Te metes dentro porque quieres alcanzar el horizonte. Persiguiendo sirenas...ese mar...irresistible. A media tarde el muelle vuelve a ser un hervidero de gente que se prepara para zarpar. Hay que faenar una noche mas. Es la vida de esas gentes. Pescando a la luz de las estrellas. O con lluvia y viento. Hasta la madrugada. Un día y otro día. Preocuparse sólo de regresar. Salud.