A veces tengo la sensación de que esto de la escritura puede llegar a ser peligroso porque es muy absorbente. No es inocente ni pasajero. Es un continuo pensar y darle vueltas a las cosas y a más cosas por querer plasmar todo lo que veo y siento. Buscar palabras adecuadas y frases con sentido que me hagan pensar y os hagan reflexionar.
Me absorbe tanto la vida como si la vida misma fuera literatura. Me convierto en un libro abierto y giro páginas mientras los demás leen.
Aquí. A la orilla del mar de la zona norte de la isla. Mirando, pensando, imaginando y soñando con los ojos abiertos y cerrados y los pies en el agua. El mar es como una voz que habla desde dentro. Como un eco en la lejanía. Un mar que acumula mucha historia y que cuenta su experiencia de mar, de ola y de espuma. Cada ola nos trae un mensaje que sólo podemos entender con la espuma que provoca al romperse contra las rocas. Olas que vienen y van. Mareas que suben y bajan. Inquietante ese mar. La recompensa emocional del despertar de un sueño creativo. Un sueño denso de aguas color azul, turquesa y verde. Emociones turbulentas como el mar revuelto, bravo y bravucón.
Este relato prometido y necesario de este mar del norte que llevo dentro de mi y forma parte de mi vida. Que cada mañana entra en mi habitación para despertarme. Cada ola viene con un nombre de persona o de historia. Mientras lo miro desde el paseo marítimo me va mojando hasta dejarme empapado.
Luego camino abandonado a dónde me lleve el paseo o hasta que mis pies no soporten los zapatos. Cuando llego al final el viento que viene con el mar me despeina sin sentido mientras el mar me salpica el rostro.
Narrativa cuidada como el pueblo que me acoge. Ambición de tiempo que parece pasar más rápido de lo normal. Noto que está celoso. Pero sólo quiero respirar hondo la brisa marina de la mañana y mirar el mar fijamente para conocerlo mejor. Un mar que se comporta a su manera porque es mar. Busco y rebusco palabras en la mente para describirlo hasta convertirme en un arqueólogo de las letras. Tengo que describir este mar sin fin antes de irme. Me sumerjo en él como buzo experimentado para conocer su intimidad. Experiencias y aventuras que el mar del norte me va dando a cada momento, a cada ola, a cada mirada, a cada inmersión, a cada subida de la marea, a cada revolcón por la arena fina de la playa.
Isleño y bien conocedor de este mar. Pero este del norte es distinto. Coqueteamos. Nos decimos cosas mientras nos miramos. Pero sin perdernos el respeto. Aguas con historia y mucha literatura. Historias con final feliz y otras desafortunadas y trágicas. Historias reales y de cosas de ficción. Este mar que me trae mensajes de maderas, de troncos, de trozos de cuerda y de algas que no me dejan ver el fondo. No puedo vivir al margen del mar. El mar vive en mi. Estoy en el lado adecuado. A lo lejos parece tranquilo y manso. A medida que se acerca eleva las olas hasta lo más alto. Las dobla y las inclina hacia adelante para tirarlas con fuerza y romperlas en mil espumas que se deslizan hasta la orilla. Se recoge ella misma y vuelve mar adentro para volver otra vez. Sin parar. Porque así es el mar. Pero el mar del norte se lo toma más en serio. Este mar que acumula experiencia porque no envejece. Que se mantiene en forma. Sus olas laten con el sentido de la vida. Te atrae y te hipnotiza.
Por la noche, este mar del norte, esconde el sol en las profundidades hasta apagar el día y quedar a oscuras. A la mañana lo devuelve a la superficie y lo deja amanecer. Sale majestuoso y deslumbra con su luz. Cada día lo mismo y no se cansa. Cambia los colores según el lugar y la profundidad. Hace juego con el color del cielo porque quiere agradar. Hay que olerlo con los ojos cerrados. Huele a mar. A brisa. Te impregna y acompaña. El mar como metáfora de soledad me dijeron. Usted no conoce el mar, contesté. Es compañía porque estimula los sentidos y el espíritu. Te regala paz interior. Está forjado en grandes tormentas. En tempestades de alta mar y en bravuconadas costeras. Así forja su carácter. Golpeando con fuerza los muelles donde se ocultan las barcas. Así fortalece el carácter de los marineros y demás gente de costa. Muelles repletos de barcos. Algunos se niegan a ser desguazados porque quieren seguir meciéndose en las mareas. Aunque sea en puerto.
La literatura le exige historias de aventuras fantásticas. El mar tiene estas historias. Algunas con final trágico. Hablar del mar no es un logro literario menor. Los niños saben de sus historias porque los mayores las cuentan. Se acercan a la orilla y juegan con la arena. Hacen volar sus cometas aprovechando el viento que el mar les trae. Los niños se enamoran del mar. Cuando sean jóvenes vendrán a enamorarse en silencio tumbados en la arena y cogidos de la mano. Este mar que tiene un impresionismo natural con determinación cultural. Arte se mire como se mire. Columna vertebral de historias literarias. Nexo de unión entre pueblos y culturas. Lugar para navegar a placer y para las batallas más atroces. Es la nota de color de los pueblos pesqueros que se mantienen a resguardo de su furia. Poderosa presencia que impone. Es el mar del norte. Este que se adapta a ti cuando lo miras. Estuve, lo vi y es como lo he contado. Salud.