No hace falta leer a Kant ni a Kafka ni a Schopenhauer para inspirarte en algo bueno y luego escribirlo para deleite de todos. Basta que te levantes por la mañana y salgas a la calle y te fijes en las cosas y en la gente.
De repente te das cuenta de que ya vas sobrado de material para escribir. Sólo tienes que sentarte relajadamente, ordenar las ideas en un borrador, pulirlo, darle unos retoques para que su lectura sea atractiva y ya está.
El otro día entré en una tienda de las llamadas grandes superficies. Quinta planta. Sección informática. Cinco o seis personas esperando alrededor de la caja y punto de información, asesoramiento y venta esperando al vendedor que se supone es el entendido. Llega el tal vendedor. Obeso con cara de plasta y trajeado de uniforme de la empresa y con una chapita dorada en la que lleva escrito su nombre.
La primera de la lista era una señora de unos sesenta y tantos pocos. Bien vestida y decorada para la ocasión con bolsito a juego y un papelito en la mano. Necesito un aparatito para un ordenador que mejore la resolución de la pantalla. Así, todo seguido y sin respirar. El resto de nosotros escuchando con atención y expectantes. A ver. El vendedor plasta enseña sus garras a la primera. Se debe referir a un dispositivo para PC, seguramente. No, mi hijo tiene un ordenador. Bien, es lo mismo. Me tiene que decir si es de sobremesa o es un portátil. Mientras él manipula su ordenador en busca de lo que le están pidiendo. Si, lo tiene encima de la mesa. Sobremesa pues, a veeerrrrr. ¿Hardware normal o ampliado? La cara de la señora empieza a ponerse colorada tirando a roja y pide el comodín de la llamada.
Al rato, y solucionado esto, el plasta del vendedor se frota las manos mientras consulta su ordenador. ¿Qué sistema operativo tiene instalado? La mujer se queda muda y enrojece. Los brazos y las manos empiezan a sudar. Vuelve a pedir tiempo para el comodín de la segunda llamada. Ya está. Tiene Uindous 7. Bueno, bueno ya estamos encaminados. Ahora pregúntele si la placa de video está integrada con la de audio o van por separado. La señora llama por tercera vez y escribe mientras se apoya en el mostrador. Esta separada. El plasta consulta y saca la lengua para humedecer sus labios. Necesito saber el modelo de la placa base con su número de serie para conocer al fabricante. La señora ya está nerviosa tirando a muy nerviosa y al borde del brote con un sudor que le desplaza el colorete hacia abajo y parece que le hayan salido salpullidos. ¡Oiga! ¿Seguro que Ud. entiende de esto? ¡Por supuesto señora, soy el jefe de sección! A la señora le tiemblan las manos y con dificultad vuelve a coger el móvil para hacer la cuarta llamada. El plasta no da tregua. Pregunte si quiere el dispositivo normal o con doble núcleo. A la mujer se le escurre el móvil por el sudor de sus manos y cuando lo recoge también se le cae el bolsito al suelo. Lo coge y se le cae el papel detrás del mostrador. Ahora ya estamos todos nerviosos menos el plasta. El aire acondicionado está a tope de frío pero a la mujer se le marca el sudor en la espalda y un poco más. ¡Señora, antes de colgar pregunte si el microprocesador de la placa madre soporta una memoria RAM de 128 megabites! También necesito saber si la BIOS del sistema va en puerto paralelo o en la ranura AGP o en la IDE. Piense que una vez vendido el producto no se admiten devoluciones y no quisiera venderle una cosa por otra.
La señora coge aire. Pide tiempo, paciencia y compasión. Hace otra llamada. Escribe algo en el papelito y se lo entrega al vendedor del traje que es un plasta. ¡Ok, ok! ¡Bien! Una última cosa, para terminar, ¿quiere el dispositivo interno o externo? La mujer sufre un brote psicótico, da un grito y habla en tono amenazante. ¡Me he quedado sin batería y mi hijo ya no me coge el teléfono! Vendrá él a comprar el aparatito para su pecé que tiene en la mesa portátil. Es sargento de la guardia civil y jefe de sección de delitos informáticos. Y estas preguntas se las hace a él personalmente si tiene atributos.
La mujer se fue destemplada y con ella todos los que esperábamos turno menos un chaval que sólo quería pagar un videojuego que sostenía en la mano y que no se enteró de nada porque llevaba unos auriculares con música incalificable y a toda pastilla. Salud.