martes, 23 de julio de 2013

Alivio de mar

Hoy me he levantado pronto. Con las primeras luces, como se suele decir. Me he acercado hasta la playa. Allí, sentado sobre una roca, estaba el poeta.  Puesto el sombrero. Con los pies en el agua. Mira el mar y escribe.
Dicen que lo hace para aliviar sus penas. No lo sé. El día se va encendiendo poco a poco. El sol se dispone a salir. Me reconforta mucho esta imagen. Al poeta parece que también. Casi todas las mañanas viene el poeta hasta la orilla del mar y escribe. Y mira. Escribe versos a la persona que ama. Es lo único que apaga su tristeza. La mujer que ama está al otro lado del mar. En otra tierra después del horizonte. La marea le cuenta sobre ella y lo escribe para no olvidarla. Él le contesta cosas bonitas a través de las olas. Se lo dirán. El mar no guarda silencio en estas cosas.
A lo lejos veo moverse unas velas. Serán de alguna barca que está faenando. Luego traerá el pescado. Justo sobre la línea del horizonte hay un barco de carga que cruza hacia el oeste. Lo hace lento y parsimonioso. Se desliza. Y el poeta sigue escribiendo recuerdos que el mar le trae. Para unos segundos y se queda mirando el sol. Luego ya no lo podrá mirar. Nadie puede mirar el sol. Por eso dicen que pasea sus penas al mediodía.
Sólo puedes contemplarlo cuando amanece o cuando se acuesta. Se le ve rojo y mojado. Enseguida proyecta  nuestra sombra que aparece alargada en exceso. El mar cambia el color. Plateado, dorado y luego azul. Las olas despiertan y llegan a la orilla de la playa de otra manera. Al poeta, el mar ya le llega hasta las rodillas. Distinto a como lo hace de noche.
Desde que la persona que ama no está a su lado el mar le parece distinto. Así piensa el poeta. Él escribe para no olvidarla. Por eso viene todas las mañanas. A veces se oye el ruido de alguna lágrima que cae al agua. Las olas la recogen mientras el poeta mira. Se la llevarán mar adentro porque el mensaje está en la lágrima. Ella lo entenderá en cuanto la vea.
Cuando llega la noche el poeta sale a la terraza de su casa. En una tumbona de verano. Las luces apagadas. Mira las estrellas y sonríe. Le transmiten emociones y sentimientos ya vividos con ella. Eso dice y la gente le sigue la corriente. Tiene la costumbre de cenar algo de fruta. Luego, bien entrada la noche, encenderá una lámpara y escribirá para ella. El fresco de la noche y la brisa del mar ayudan a pensar. El poeta no se descalza como yo. Simplemente anda descalzo todo el día. Vaya dónde vaya. Haga lo que haga.
Cuando aparezca el sueño los párpados le avisarán. Entonces recogerá todo y se irá a dormir. Mañana con las primeras luces volverá a estar a la orilla del mar.
Perdonad mi despiste. Yo contando y no he presentado al poeta. Se llama Eugeni. Hombre cabal e inteligente. Aquí le conocen como "el profesor" porque da clases en la universidad. Para mi siempre será el poeta porque yo he leído los versos que escribe. Todos los veranos recala en una pequeña casita de su propiedad a escasos metros del mar. Este año está solo.
La mujer que ama se encuentra al otro lado del horizonte. Este verano toca trabajar. Alguna tarde su mente se rebela y no se inspira. Abandona la pluma y el papel y los mira de reojo desganado. Es el momento de ponerse a coquetear con los recuerdos. A ver si cuela. Son recuerdos de poeta enamorado. Habla con argumentos sólidos por lo que no precisa gritar ni levantar la voz.
Así vive Eugeni. Alguna tarde sale a pasear. Cuando la gente siestea y huye del calor. Sólo algunos niños juegan a sus cosas a la sombra de los portales. Y se acerca hasta el quiosco de Fran. Coge algunos libros ya leídos por otros. Son de segunda lectura y Fran los vende por cincuenta céntimos de euro. Si alguno le llama la atención se lo lleva. Hablan para ocupar el tiempo. Este es el poeta de un pueblecito costero de la Isla. Salud.

jueves, 18 de julio de 2013

Historias

Escribo historias para entretenerme y luego las cuento para entretener a los demás. Para distraer los problemas de cada día y así éste pasa de otra manera y con otras preocupaciones. 
Nos comportamos como indigentes y mendigos apostados en las esquinas o en los portales de grandes edificios con la mano extendida en espera de que algún buen samaritano nos deje una historia. Hay días que son malos de pasar. Mi pluma, que lo sabe, se pone a escribir un combinado de verdades mezcladas hábilmente con invenciones. Se trata de escribir sobre las personas y su comportamiento. El homo sapiens es bastante previsible.
Aprovechando que la cosa va de historias que entretienen o distraen voy a contar que en el jardín de mi casa hay un pequeño estanque, junto a un membrillo,  con una docena de peces de distintos colores y unas cuantas plantas de agua que se mueven según el aire. Junto al estanque he puesto un banco de madera de esos de sentarse cuando uno no quiere hacer nada y a lo más que aspiro es a que el tiempo pase sin molestar. Me siento en el banco, me descalzo, ya llevo el sombrero y mientras el tiempo pasa yo miro cómo nadan los peces que sería como mirar cómo caminan los humanos. Con total libertad y algunos con arte. Diría sin miedo a equivocarme que se comportan como peces en el agua. Pongo escamas de comida en la yema de mis dedos, los chapoteo en el agua y vienen a comerla. Uno detrás del otro y sin molestar. Son silenciosos los peces del estanque del jardín de mi casa. Sólo se escucha el agua que cae por una cascada que hay en una esquina. Constantemente. Sin parar. Y el ruido del agua nos habla a los peces y a mi aunque seguramente no interpretamos igual este sonido. A mi me relaja porque es poético. A ellos, seguramente también.
Tengo a mano unas hojas del suplemento cultural de un periódico. La oferta cultural es mucha y variada. Ahora en verano prima el teatro al aire libre, el cine mientras tomas el fresco o el recitado de poemas musicalizados, teatro al aire libre y conciertos. Todo esto pasa al anochecer y hasta las tantas. Un rato inexplicable sólo superado por la charla de después de la obra. Momento de ocupar una terraza, cenar de un pamboli y aprovechar el fresco que sale cuando el sol está durmiendo. Nosotros alargaremos la siesta porque estamos en verano.
Además del teatro clásico, hoy se oferta teatro post-moderno. Con tintes de vodevil y cuya actriz principal lleva hábito de monja. Comportamiento estilo "lolailo" porque Dios es infinitamente bueno y se lo permite. Ella hace de ella y está de gira en busca de ideas perdidas en la niñez. Es el otro teatro. El vanguardista de cada día. El que se ofrece en verano cuando el calor aprieta. Junto al mar. Chica revolucionaria que acata normas medievales. Anda el camino de un hámster hasta que terminen sus días dando vueltas sobre un rodillo porque su camino siempre es el mismo.
Este año, entretener el tiempo, cuesta tres euro cincuenta además de pauta completa de vacunación, PCR negativa, test de antígenos, distancia de seguridad, mascarilla y silla donde sentarte. Precio post-pandemia. Compro la prensa y me propongo leerla. No todo son artes escénicas. Entretener y distraer al personal a través de las noticias forma parte de las artes mediáticas. Todo son escándalos y toda la frutería de "Sálvame" para variar. Por todo ello me he convertido en un náufrago voluntario. Me he desconectado tanto como he podido. 
A primera hora de la mañana procuro distribuir la felicidad de todo el día para que no se acumule o falte en algunos momentos. Ni siquiera me molesta estar rodeado de mar. Y de noche, por estrellas. Las olas y la brisa también me entretienen cuando estoy en la playa. Igual que el amanecer o la puesta de sol que observo desde la primera fila. En calidad de náufrago sólo dispongo de una sombra que es la mía. Disfruto del mar en calma con intervalos de pequeñas borrascas con olas encrespadas. Tampoco tengo recuerdos que desandar. Es lo que es y hay lo que hay. La vida se vive según se presenta. Salud.

sábado, 13 de julio de 2013

Querida Concha

Noche clandestina.
Sin nada que soñar.
Mendigo de una idea.
En plena oscuridad.
Del silencio de tus ojos.
 
Distraer el alma.
En pleno desierto.
O en alta mar.
Avánzame una palabra.
Que borre la pena.
Y el olvido.
Coge mi mano.
Simplemente.
 
Duermen los sueños.
De inmortalidad.
Brillantes recuerdos.
De un amanecer.
Junto al mar.
 
Una lágrima.
Que grita desgarrada.
Para un recuerdo.
De una vida rota.
Queda la herida.
De la ciega muerte.
Absurda tristeza.
De profundo vacío.
 

martes, 9 de julio de 2013

Calor

Desperté y era verano. Con un calor fuerte y un bochorno potente que te pega la camisa a la piel. Abro las persianas de la habitación y la luz ahuyenta la penumbra. Mi mirada enseguida se ha extraviado ante la inmensidad del mar. Sólo una pequeña playa me separa de él.
Es este pequeño pueblo costero de la Isla donde habito y que ya he descrito con anterioridad en otras ocasiones y que habréis recorrido muchas veces con la imaginación. Este en el que convivimos los habituales y los ocasionales que están de vacaciones o de paso y que vienen en busca de la tranquilidad que, por cierto, también veranea aquí. El sol amanece y se eleva hasta lo alto antes de invadir las calles aunque las casas sean bajas y no se opongan. Casas pintadas de blanco con las persianas verdes y azules y algunas de las puertas marrones El olor a mar está en cada rincón de cada casa, de cada calle y entre las alcobas y las barcas. Es temprano y es verano, luego el pueblo duerme. Descansa la madrugada. Porque aquí también se vive de noche. Cada uno amanece cuando le da la gana.
Hay unos cuantos pescadores que ya están en alta mar desde primeras horas de la madrugada. Desde la costa sólo son pequeños puntos en ligero movimiento al compas de las olas. Los aparejos están echados mientras la barca se besuquea con el mar. Algunos pescadores están medio tumbados en la popa apoyados en el timón de su Llaüt y terminan el sueño pendiente mientras esperan que los peces se enreden. En verano el mar no lleva furia y nunca levanta una ola más que otra. El aire se mueve tranquilo y el viento aparecerá a partir del mediodía con el embate. 
Por todo esto sé que es verano. Porque el sol ha entrado por la ventana y se ha tumbado sobre la cama como si fuera su casa. Y este bochorno pegajoso al que te acostumbras y que te obliga a ponerte siempre debajo de los ventiladores que giran cansados horas y horas.
No aspiro a nada extravagante. Hoy precisamente no. Quiero pasar un día sosegado y tranquilo. Desapercibido de todos los que sólo aparecen en verano. Como de costumbre. Los momentos se hacen lentos y pasan poco a poco. El tiempo se vuelve perezoso y se impregna de este ambiente pegajoso y de bochorno. 
A la que te descuides llega el atardecer porque el sol tiene prisa de meterse en el agua. Es el momento en que las estrellas se encienden porque no quieren perderse las verbenas, las charlas y el frescor de la noche.
Dentro de un rato iré a mojarme un poco. Tengo preparada una toalla y una sombrilla. Sé lo que piensas. Que te conozco. El sombrero ya lo llevo puesto. Sólo me falta ponerme los zapatos que me los he quitado para escribir. Como siempre. Ya lo sabes. A esta hora todavía hay gente que no se ha borrado el sueño de la cara. Lo harán después de haber tomado café en el bar de Pepe.
Es el mejor momento para acercarse hasta el mar y refrescarse. En un par de horas no habrá sitio. Sombrillas, tumbonas y toallas extendidas invadirán la playa. Los niños jugando en la arena con su griterío. Otros chapoteando en la orilla. Y los pescadores estarán de regreso. Serán perseguidos por las señoras en  busca de pescado fresco a precio razonable. Lo enseñan orgullosos. Este pescado que cuando lo tocas expande las agallas porque está vivo. Los niños ajenos a todo esto moldean la arena en forma de pequeños castillos que las olas se encargan de tirar. Pero no se cansan ni unos ni otros y vuelta a empezar.
Por la noche hay fiesta. Música en vivo. Los jóvenes se mantienen al margen. Se besan entre las penumbras. Es el principio de apasionamientos y ternuras que llegarán con fuerza en la oscuridad de la noche, de su silencio y al amparo de las viejas embarcaciones. Sólo la luna está autorizada a moldear figuras unidas tumbadas sobre una toalla. Los mayores lo saben porque ellos lo hicieron antes. La música les llega atenuada pero es lo de menos. Ellos quieren escuchar palabras de amor. Secretos e intimidades. Se insinúan provocando deseos. Huele a mar dormido. Es de noche, es verano y hace calor. Salud.  

jueves, 4 de julio de 2013

De veraneo

Esta mañana me han invitado a desayunar. Es algo que tengo por costumbre hacer todas los días. Solo o acompañado. Pero hoy estoy invitado. Es igual. A cambio habrá que escuchar y dar conversación adecuada. No tengo problemas para esto. Es mi amigo Raúl. El pescador. Tiene una barca.
Me comenta que cada día es más complicado hacer una pesca en condiciones. En cantidad y en calidad. Se captura poco porque está sobre explotado y en la lonja se paga mal. Lo mismo dicen los ganaderos, los que tienen un huerto o lo que sea. Sin ir más lejos el capellán del pueblo me insinuó algo parecido. Entra menos gente en la iglesia. Y eso que se está fresquito dentro de ella.
Parece que se hayan puesto de acuerdo. En lo de quejarse. También el peluquero se ha sumado al coro. La gente se apaña. No lucen un bonito corte de pelo y no les importa. Nos estamos acostumbrando a la crisis y no creo que esto sea bueno. Nos conformamos y recibimos empujones sin protestar. Hay que salir a la calle y tirar piedras como antes.
Raúl me lleva a pescar bien de mañana. Sólo estamos nosotros dos y el aire que respiramos. De vez en cuando pasa alguna gaviota en vuelo rasante para mirar y regresa al muelle. De repente un sol grande y rojo sale del agua. La barca navega hacia el sol y corta las tímidas olas separándolas por las amuras.
Esa quietud a buena mañana seda el ánimo. Llevamos buenos aparejos y buena carnaza. Le tenemos ganas a una buena pesca. Llegamos y plegamos la vela. La barca se mece tranquila. El sedal al agua. El hilo tenso y la mano firme y atenta. Nada. Es pronto. Acabamos de llegar. Algunos tanteos de peces pequeños que burlan el anzuelo una y otra vez.

Antes de salir hemos desayunado en el bar de Pepe. Los de siempre. Los que nos gusta madrugar para no perder horas. El resto del pueblo todavía duerme. Pepe ha puesto una emisora con música de verano que casi no se escucha. El sol que amanezca cuando quiera que la gente se levanta cuando quiere. Cuando el sol les molesta en la cara.
Los gorriones están apostados en las ramas. Bajan a por comida y regresan. Alborotan tanto como pueden. Los gorriones en verano son así.
Ahora sí. Algún pez de tamaño considerable ha tragado la carnaza. El hilo se tensa demasiado y se clava en la mano. Intenta desquitarse y provoca tirones descontrolados. Hay que recoger con calma. Que parezca que viene solo. Si tira mucho sueltas un poco. Si viene, recoges. Pero intenta no perderlo. Raúl me dirige y yo me dejo llevar.
La maniobra dura un buen rato. Ya lo veo. A pocos metros de la superficie el sol hace brillar sus escamas. Anda nervioso, se resiste y no para de tirar. Llevo el corazón acelerado y respirando hondo. Un último tirón y el pez sube a la barca. Sigue con unos potentes aleteos que casi lo devuelven al mar. Le quito el anzuelo con dificultad. Es grande. Pero menos de lo que parecía. Comemos algo. Charlamos y regresamos a puerto sobre el mediodía.
Por la noche hay fiesta. Un grupo de música ameniza la velada. Han puesto muchas luces de colores y papelinas que forman un manto y que no dejan ver el cielo.
El aire las mueve a su paso y produce un ruido de fiesta mayor. Los mayores están sentados en primera línea y escuchan atentos canciones que no entienden. No es música de su tiempo pero les entretiene.
Los jóvenes quieren menos luz y más intimidad. Y se apartan. Parece que tengan un anzuelo en los labios. Cuando pueden hablan de intimidades. De secretos inconfesables.  Es lo que tiene el veraneo en un pequeño pueblo costero de la Isla. Salud.

lunes, 1 de julio de 2013

Noche silenciosa.

Una taza de café
 sobre la mesa.
Un libro.
Letras ordenadas
en palabras,
párrafos y páginas.
Sediento de versos
que hablen de ti.
 
Tus ojos y tu mirada.
Tu perfume a mar.
Tus labios ahora reposados.
Tu rostro
en mi tiempo.
En mi memoria.
En mi vida.
Nuestro tiempo,
nuestra memoria 
y nuestra vida.
 
Callas.
Entiendo tu silencio.
Ganas de noche
que borra las sombras.
Ganas de luna
de pasión y fuego.
Hasta el amanecer.
Ardiente mirada
de sueños desterrados.
Aquí, ahora, tú.
 
Amaneciendo sudado.
Sábanas blancas revueltas.
Sentimientos encontrados.
Furia apagada
de mar en calma.
Resplandor de sol.
Una taza de café
sobre la mesa.
Eres música y día.
Eres la prolongación de mi
y yo de ti.
Eres mi poesía.

sábado, 29 de junio de 2013

Como siempre

Esta mañana he quedado a la hora del desayuno. He quedado con el aire, con el sol, con los gorriones. Con el viento si quiere venir y con la sombra de la morera que luce preciosa. He quedado con un café con leche y una ensaimada. He quedado con muchas cosas. Con todos los que nos damos los buenos días. Como de costumbre. Igual somos demasiados. No me importa. A esto le llamo yo desayunar a lo grande.
Llego al bar de Pepe y empiezo a oír un susurro como de viento en estado salvaje. El viento de la montaña los días de tormenta o el de alta mar. Miro a mi alrededor. Es la vida de cada día y de cada uno que amanece. Es todo lo que he dicho al principio y las personas que van a lo suyo. Que a las seis y pico de la mañana ya son horas. Es todo junto que busca su sitio a empujones. Emociones y sentimientos en estado natural que se posan sobre las ramas junto a los gorriones. Aunque anidan en el alma. Este susurro también son las plantas, el sol y las sombras que crea. Este hilito humeante del café con leche que sube firme y que el aire rompe a cierta altura. Esa paloma que llega alborotada y se posa en el suelo para comer. Pero ninguna persona se sienta a mi lado para compartir mesa. Hoy toca mirar, pensar, reflexionar,  hablar conmigo mismo y escribir. Pues eso. Me quito los zapatos y cojo pluma y papel.
Hay reflexiones que perturban mis pensamientos y me restan tranquilidad. Hoy mi voz reposa callada. He entregado mi libertad al amanecer con la condición de que me deje mirar. El sol cambia las sombras de sitio. Estas sombras extrañas con sus siluetas que estimulan mi imaginación. Igual que las nubes en otoño. Pero ahora estamos en verano y no hay nubes. Alguna aparecerá al atardecer en las montañas y los bosques. Vienen a descansar y a dormir como los pájaros. Cuando llegue el cálido atardecer empezará a refrescar y el cielo cambiará de color. Como hace siempre. Como debe ser. Y aparecerán las ideas tintadas de romanticismo mientras el sol se deja caer suave y lentamente sobre el mar donde pasará la noche en sus profundidades. Estos atardeceres evocadores de juventud y primeros amores. En la arena de la playa y acompañado de olas mansas en retirada. Todo esto no ocurre a la hora del desayuno.
Cuando salga la luna y se encienda recuperaré la libertad que le di al amanecer. Cuando empiece a refrescar te esperaré donde siempre quedamos. Haré gestos intensos y apasionados. Y te desearé felices sueños hasta que el corazón se acelere y nos falte la respiración. Para eso están las primaveras y los veranos. Para vivir la vida de otra manera. Si quieres saber más pregúntame a mi. No preguntes a mi sombra porque no mentimos igual ni decimos la misma verdad.
Por la noche nos volvemos a juntar. Cuenta Sebas cosas de su juventud. Y dice que cuando el payaso salió a escena se hizo un griterío. Después un silencio. Dio dos golpecitos al micrófono con el dedo. Miró al público con la sonrisa pintada en el rostro pero borrada del alma. Dijo que él era la alternativa al suicidio. Hubo risas y caras largas. Había niños y no eran modos. A algunos les gustó la genialidad y otros pensaron que era de mal gusto. Tenía un físico desagradable que paseaba de lado a lado de la pista. Dijo algunas cosas más y arrancó risas, sonrisas y quejas con silbidos. Entonces se puso a tocar una canción triste con el saxo.
Hicimos un silencio en toda la calle. Menuda historia. En invierno las mejores tertulias se hacen al amanecer con el desayuno. En verano las mejores charlas se hacen al atardecer cuando refresca en el bar de Pepe y con música de estribillo pegadizo. Salud.

miércoles, 26 de junio de 2013

Control

Hoy me he levantado con la cara serena, el rostro despejado, despeinado, legañas en los ojos y una mente subversiva de esas de controlar la situación por muy complicada que parezca. Con la ventana abierta para que entre la luz de la luna y del sol mientras me arreglo y preparo cosas. El amanecer se impone y la luna se apaga y se queda quieta hasta la noche que vuelve a encenderse. Después de un buen descanso vendrá un día ajetreado pero yo me he levantado con la cara serena. Los días tranquilos ya no se ven porque quedan pocos. Hemos inventado demasiadas cosas para llevar una vida fácil y además nos hemos suscrito a todo lo que hemos inventado has el punto del agobio. La hemos complicado más y el móvil echa humo porque todo el mundo nos envía miles de tonteces a los grupos de WhatsApp que yo elimino al instante y sin contemplaciones antes de salir contaminado y me baje la media del Coeficiente Intelectual. Por fin salgo de casa con el traje de los buenos modales hasta que los pierda.
Por el camino hasta el bar de Pepe donde ya me esperan mis amigos para la tertulia de buena mañana no he parado de hacer prácticas. Vocalizaba palabras y frases de buen gusto y amabilidad para decirlas después cuando convenga según la conversación y su tema. Sentimientos afectuosos y en cantidad suficiente. Complementos de gratitud por si hiciera falta que nunca se sabe. Calderilla de palabras bonitas y esas cosas que te dan confianza porque te asegura estar en el camino correcto y en la actitud de empatizar. Incluso recuerdo haber soñado que alguien me ordenaba la vida mientras dormía y me la dejaba a punto de estrenar. Como salida de fábrica. Y pensar en la cantidad de horas que he dedicado a desordenarla dentro de un orden para que se parezca a mi. La he adaptado para que me resulte cómoda. Como los zapatos más viejos que tengo y que resultan ser los más cómodos de todos. Incluso se saben el camino de vuelta a casa.
Todavía le doy vueltas a la película de anoche. De las románticas y tristes que no paras de lloriquear, utilizar pañuelos y beber agua para no quedar deshidratado. La protagonista tiene una enfermedad terminal y decide donar los órganos antes de su partida definitiva hacia la oscuridad de los tiempos. Firma para donar todo lo que consideren útil y oportuno menos el corazón que se lo deja a su esposo para siempre porque es la persona que más ha querido en su vida y teme que ese corazón, en otra persona, pudiera amar a otro. El esposo no hace más que llorar y contagia. Al final, y como era de esperar, la mujer fallece y la entierran con el corazón parado y por tanto incapaz de amar. Será por eso que el marido, al poco de enviudar, queda libre de amar a quien quiera y conoce a otras personas pero decide que no habrá nadie más en su vida. Pierde el juicio, la razón y otras cosas. Visita el cementerio todos los días y  habla con ella a todas horas. Le reconforta mucho y dice que la siente y la ve. No tiene ojos ni tiempo para nadie. Vive a expensas de un corazón detenido en un tiempo anterior e incapaz de amar porque los corazones sólo aman cuando laten.  
Me comentan que la web de la primavera ha perdido muchos seguidores. No me extraña porque no se ha comportado como toca. Ha llovido. Ha hecho calor. Ha hecho frío. Viento. Bochorno. Etc. De seguir así habrá que inventar una nueva estación que se llame otra cosa. Primavera, desde luego no. Estoy seguro de que todo esto viene desde arriba. O desde más arriba que arriba. Para que consumamos. Las grandes multinacionales harían cualquier cosa para fomentar el consumo sin freno y sin necesidad. Quieren que sólo pensemos en gastar. No tengo la seguridad de que las cosas estén bajo control entre el 5G y el "chis" que nos han puesto con la vacuna. Salud. 
 

lunes, 24 de junio de 2013

Tierra alta

Acabo de abrir la libreta de todos los días para escribir algo. La que compagina literatura, imaginación, memoria, reflexiones, viajes e identidad personal. Esto dice el reverso de la libreta de una marca conocida y cara. Es muy funcional y versátil y te la puedes llevar a cualquier parte porque cabe en cualquier bolsillo con un lápiz incluido. Sólo de mirarla,  abrirla y olerla la pluma se pone a escribir instintivamente. Pero ahora mismo me coge a cierta altura. Más de setecientos metros. He venido a ver la montaña o la tierra alta. Le hago compañía y ella a mi mientras pasamos el día juntos. Pero creo que hoy no ha sido una buena idea. O quizá si. Un viento frío me empuja con fuerza y me quiere tirar. Resisto aunque me cuesta. Cuando el viento me da en la cara me cuesta respirar. Avanzo con pie sereno, seguro y casi a tientas. Al viento se le ha unido la lluvia y forman una ventisca exagerada para la época del año. Una lucha en las alturas y todo por querer visitar la montaña o tierra alta. La que tiene el aire limpio, el viento fresco y carece de ruido.  Aquí me desconecto de la otra vida de la tierra baja. La que estresa y crispa.
Es la tierra alta. La cima de la montaña. La de todos los que venimos cuando tenemos necesidad de quietud y perspectiva. La que cuando llegas te tiene preparada una sombra en un recodo y una piedra donde sentarte. Pero hoy toca ventisca de la fuerte. Veo cumbres, nubes y una cortina de agua de lluvia sin casi levantar la vista. La naturaleza a partir de cierta altura no te proporciona demasiadas comodidades ni te pone las cosas fáciles. Pero yo ya lo se de otras veces. Es el precio a pagar por huir de la tierra baja de los ruidos y las prisas. De los agobios y esas cosas. Bien vale una ventisca y que te de en plena cara.
Después de comer el sol se abre paso. La tierra alta tiene detalles. El cielo se despeja y el viento se lleva las nubes. La montaña se calienta en un momento y desprende una humedad que te hace sudar. Después de todo esto vuelvo a sacar la libreta y la pluma. Ahora quien me inspira es el olor a tierra mojada. Empiezo a escribir cosas pero noto que me cuesta. Enseguida me doy cuenta de dónde está el problema. Me quito las botas y la cosa cambia. No se puede escribir con los pies calzados. Unas letras para que experimentéis el sosiego. Un poco de fruta y un poco de agua. Antes de que el sol se ponga ya estaré de vuelta a la vida de la tierra baja. El tiempo pasa rápido y hay que aprovecharlo. 
Cuando llegue a casa revisaré lo que he escrito. Añadiré o quitaré y corregiré sin demasiado interés. Que me pongo a corregir tanto que a veces la realidad se convierte en ficción. Y no se trata de esto. Salud.

miércoles, 12 de junio de 2013

Convivir

La soledad es buena compañera cuando uno la desea. Es difícil de conseguir. Somos muchos y gregarios. Nos necesitamos. Pero hay días que quieres convivir con la soledad. Otras veces querrás compañía y la tendrás. Puedes llamar a Sebas o a Justino. Es posible que aparezca el cuponero. Quienes llegan volando, quieras o no, son los gorriones que se acercan con cautela a la mesa donde desayuno. No incomodan. Esbozas una sonrisa mientras los miras y te lo agradecen. Disfrutan de su despreocupada libertad. Hubiera podido omitir estas últimas frases, pero me gusta dar envidia sin más.
Llevo el sombrero puesto que me protege del sol. Y aunque no fuera así. Está bien el sol, pero no en la cara. Desde primeras horas del día el sol ya avisa. He cambiado de mesa para que no me proteja la sombrilla sino las ramas de un tilo. Queda mejor. Más natural. Sombrero ajustado pero sin apretar que si no molesta y da dolor de cabeza. No es cuestión de perder el tiempo templando gaitas. Aunque no es menos cierto que para que una gaita suene bien hay que templarla. Me quito los zapatos y pongo los pies descalzos sobre las patas de la mesa. Es que voy a escribir un rato. Ya sabes.
Justo enfrente del paseo hay un quiosco dónde venden prensa, revistas. Chucherías y bebidas. Loterías y tabacos. Y un sinfín de cosas de esas que ya sabes a las que me refiero y que hacen que el puesto de prensa y revistas se llame quiosco. La gente, como cada mañana, se para y hojea. Otros simplemente ojean mientras sus perros se huelen y se miran de reojo. Lo que más vende son libros de bolsillo. Estos que son buenos y nunca pasan de moda. Esos libros con personajes manipulados por el escritor para hacer las delicias del lector. No me refiero a Grey.
El café con leche se está enfriando. He mojado unas pastas que llenan el estómago y matan el hambre. De esas pocas veces que el asesino no es el mayordomo y no utiliza el atizador para cometer el crimen. Si estoy acompañado suelo escuchar y hablar. Se le llama mantener una conversación. Si es de los días en los que estoy solo, me dedico a escribir. A veces soy capaz de estar en babia mirando los gorriones. No hay ruido. Sólo sonidos lejanos y previsibles. Fáciles de identificar. Nada de ruidos motorizados y estridentes. Se agradece la tranquilidad. Es un bien inmaterial y escaso de la humanidad. La gente se cruza. Saludo de conveniencia. Apretón de manos de esos de quedar bien. Y a veces charla de actualidad en formato reducido. El penalti que se pitó injustamente porque no era y el que no se pitó aunque claramente si lo era. No acabo de entender el porqué nos complicamos la vida por cosas que ya no tienen vuelta atrás.
El gorrión se ha ido volando calle arriba hasta desaparecer de mi vista. A lo mejor ha entrado en un agujero negro de cuarto milenio. Ahora mismo no se que decir. Tengo la duda de si el gorrión ha entrado voluntariamente en él o éste le ha engullido en contra de su voluntad. Bueno. Tampoco tengo la certeza de que existan estos agujeros negros. Cuando termine el café me iré calle abajo. No fuera a meterme, queriendo o sin querer, en uno de esos agujeros y me quedara sin cobertura para pedir auxilio. La desazón me dura lo que tarda en volver el gorrión y posarse sobre la mesa. A lo mejor es otro y se parecen. Ya me dirás que falta nos hace tener agujeros negros si no los utilizamos. Salud

domingo, 9 de junio de 2013

Cosas

Mirar por el agujero de la cerradura y ver cómo pasa el tiempo sin que él me vea. Es un entretenimiento. La de cosas que he podido observar. En este mismo instante me he quitado los zapatos y me he puesto a escribir. Letras y palabras que quedan plasmadas en el papel cuando la pluma de desliza con la libertad que la caracteriza. Mi conciencia está inspirada mientras la de otros está imputada por fechorías. Camino por caminar. Para poder pensar. Caminar y pensar es compaginar el ejercicio físico con el mental. Pues eso quería decir. Me he parado en un quiosco y miro. Algo de cultura entre montones de basura escrita en revistas. Me llevo algo. Es una necesidad impulsiva.
En casa me siento frente al escritorio que da al jardín. La ventana abierta para que entre el aire y el susurro del agua de la fuente que brota sin parar. Los gorriones beben y se van en un alboroto primaveral. Y escribo que venía andando por la acera que no da el sol por no llevar la sombra pegada todo el rato. Quiero ser libre incluso de ella. Aunque sólo sea por unos instantes. Ya dije que las sombras son insensibles. Piso todas las que puedo como un niño que pisa el agua de un charco. La de un señor que andaba delante de mi. Con fuerza. No se ha enterado. Acumulo situaciones interesantes y las guardo. Sólo las que valen la pena. Cuando escribo las intercalo entre invenciones y resulta la literatura que lees. Que parezca que es lo mismo.
Matías no está bien de la cabeza. Él lo sabe y le da lo mismo. Vive al límite. Hace cosas malas pero con la ley en la mano. No quiere tener problemas con la justicia. Está más tiempo ingresado que en libertad. Toma la mitad de las pastillas para que no mermen su lucidez de loco y poder escribir su vida. Andará los cincuenta y va por la pubertad. Sin prisas. Duerme de día y escribe y lee de noche. Es lo bueno que tiene estar ingresado. Nadie le hace las cuentas y él dice que será la medicación. Seguramente será así. El otro día estuve visitándolo. Me contó que le querían dar el alta y empezó a chillar y a decir que había charcos de agua y barro en la habitación. Que había goteras y humedades en las paredes. Le han dado veinte días más. Aprovechará para un capítulo. Cuando mira al espejo llora porque dice que no se refleja. Que el del espejo es otro que quiere suplantarle. Es la pera.
Cuando el escritor Andrés Requena terminó el libro envió copias a las editoriales para que le publicaran. Recibió notificación de todas diciéndole que no se vendería. No tiene futuro. Que escriba otra cosa. Una se interesó y le solicitaron una entrevista. Le preguntaron de todo y sólo contestó cosas del libro. Le pagaron un dinero de subsistencia y sigue escribiendo en las entradas de metro o en la calle. Le han llamado diciendo que escriba más. Ahora su mente va a un ritmo superior al de la pluma. Un día perdió la inspiración y se acercó al mar. Volvió a recuperar la inspiración. Esas cosas pasan. Vale pues. Salud.

jueves, 6 de junio de 2013

Memoria histórica

Memoria histórica.
Memoria extensa
que vive en el exilio.
Pero vive.
Han silenciado las palabras.
Quieren borrar el recuerdo.
Guardamos el recuerdo
En nuestro silencio
y en nuestras miradas.
 
Hay pocos testigos.
Desmemoriados
de muertos y desaparecidos.
El olvidos inducido
y premeditado.
Despido improcedente
de quien busca.
Pero los cómplices no pueden.
Porque somos muchos
los que recordamos.
 
Sus huesos nos esperan
en sepulturas improvisadas,
en cunetas.
En busca de justicia.
Tenemos un mapa y ganas.
Sin prisa y con ilusión.
Memoria histórica
contra el olvido premeditado.
 
No nos dejan preguntar.
No quieren que sepamos.
Pero tenemos retina.
El viento tiene memoria.
La tierra sabe dónde están.
La luna se acuerda de todo.
Unos y otros
saben que estamos.
Seguiremos tirando piedras.
Conocemos lugar y nombres.
Sabemos quienes son.
Cogeremos sus huesos
y les daremos sepultura adecuada.


sábado, 1 de junio de 2013

Jubilados

En mi condición humana hay un poco de todo. Virtudes virtuosas sin demasía y algo de mala leche en cantidad suficiente. De cada una de ellas acostumbro sacar a relucir la que convenga en cada caso u ocasión para que todo quede muy claro y sin malentendidos.
Según me amanezca el día o según me haya acostado la noche anterior.
Pero también tengo la capacidad de atenazar y amordazar algunos de mis instintos más primarios. Qué si no. Soy un insumiso social por naturaleza y lo que me callo con la boca lo escribe mi pluma que para esto la tengo. Cuando digo que soy o tengo incluyo siempre la fecha de caducidad. Que otro día diré que ya no soy ni tengo.
He oído decir que el ensotanado de mi pueblo ha dicho -hace poco- en la homilía dominical para los jubilados concentrados que, "estamos en la tierra de paso". Como si esto fuera un albergue de estudiantes o el tercer turno de una colonia de verano.
Con las maletas preparadas para partir en cualquier momento. No estaban los ánimos para este tipo de citas porque uno de ellos había dejado la plaza y había devuelto el alma a quien se la prestara cuando nació. Los jubilados son muy vulnerables y sensibles con los amigos y les da por llorar cuando alguno se va. Son gente que le tiene apego a la vida y el capellán les ha pinchado la moral.
A todo esto, en el autocar que cada domingo les lleva de excursión, hoy no han cantado. Se han limitado a saltarse todo lo que el médico les tiene prohibido. Que es mucho o demasiado, según se mire. Para esto sirven las excursiones que los domingos hacen los jubilados después de misa.
Este día en cuestión el autocar parecía una unidad de cuidados paliativos. Se tomaron las biodraminas de noche y permanecieron sedados. Hasta que llegó la hora de comer. A esta hora, con hambre y bufet juntos, no hay sermones que valgan.
Con los años he perdido capacidades, virtudes y un poco de mala leche. Habré ganado en otras cosas que ahora no vienen al caso. Seguro. Ahora escucho menos y hablo más. Será que tengo más cosas de qué hablar y menos ganas de escuchar novedades, reposiciones o gilipolleces. Vete a saber, pero es así. La literatura me llena más que antes. Por lo menos el rato de recreo.
El momentazo de librarme de las cadenas laborales. Amansado como un perro rabioso que no ladra lo que quisiera porque está afónico. Y me suelta Martín que el párroco hubiera podido decir que Dios les ha dado una plaza interina en la tierra. Pero no lo ha dicho. Lo hubieran entendido mejor y hubieran cantado en el autocar. Hay que cuidar las palabras que se dicen desde un púlpito y más aún si van dirigidas a jubilados de la tercera edad avanzada.
A medio camino sube un fulano a venderles ropa de bebé para sus nietos porque sus hijos no tienen dinero para comprarla. Pero están sedados y no se enteran. No vende nada. Si hoy hubiera ofertado ataúdes hubiera hecho negocio.
Puestos a pensar creo que los días desgastan con la misma intensidad que llena el cuerpo de colesterol del malo y de recuerdos que construyen razonamientos absurdamente reales y acongojantes. Por eso creo que los domingos no es bueno escuchar a los que llevan sotana, casulla y bonete. Estrategias de supervivencia.
Los jubilados no paran de contar que yo voy anotando en mi libreta de bloguero. El olvido empuja y va abriendo paso en las mentes de los mayores. Es lo que les pasa a los afiliados a la tercera edad avanzada o adulta. Hay demasiado eco de tiempos pasados. Andan entre sombras y penumbras. Pero todos son iguales y por eso no se les nota.
Este paso fugaz por la tierra les ha convertido en peregrinos de andar caminos que conducen a ninguna parte. O al mismo sitio. Algunos piensan que esto es bueno y que lo mejor está por venir en otro sitio más grande dónde cabremos todos y seremos más felices que las perdices porque no habrá sufrimientos ni amenazas de tener que coger las maletas.
Estoy por ir un domingo a escuchar al capellán y luego salir de excursión a ponerme las botas con el bufet y dejar afónica la garganta.
Pero no escarmientan ni aunque lo diga el médico porque uno de ellos ha acumulado mucho colesterol del malo y la artrosis lo tiene postrado. Toma muchas pastillas para poder regresar a la actividad dominical habitual. El del bonete no pierde ocasión para darles caña y dice que lo que le pasa es que ya no tiene voluntad de vivir. Querer es poder ha dicho micrófono en mano dentro del autocar.
No se pueden permitir bajas. O se llena el autocar o se suspenden las excursiones. Vaya dilema les ha metido en el cuerpo. Este lunes el médico los castigará innecesariamente. Son expertos en librar batallas y contarlas después. Faltaba el guía para poner la guinda y lo ha bordado. Dice cuando ya están de regreso que el futuro es incierto. Se han reído a carcajadas porque les ha hecho gracia. A su edad lo más predecible es el futuro y para demostrarlo se han puesto a cantar para que el guía no pudiera seguir con su particular discurso.
Nadie quiere salir en prensa y se han hecho expertos en escaquearse de los obituarios. En los vergonzantes coches fúnebres sólo viajan los desertores. Ellos, no. Salud. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

Olvido


Rostro del olvido,
sereno y triste.
Con la furia apagada
y olvidado en las tinieblas.
 
Rostro de tormenta
sin ruido.
Vulnerable y solitario.
 
Como una fina nube de verano.
Como un pájaro
en un bosque nevado
de tonos grises.
 
Gritos interiores
 que no se oyen.
Insomnios de muerte.
Extrañezas al atardecer
de sus días inexistentes.

Melancolía en la cara.
Retrato sin  rostro.
Ojos que no miran
porque la mente
está en blanco.
 
Un mar sin color.
Una brisa sin aroma.
Bosque sin viento.
Atardecer sin sombras.
Crepúsculo de la nada.
Mirada que se pierde.

Sufrimiento en la sombra
y en el silencio.
Memoria desnuda.
Sentimientos clausurados.
Dolor equivocado.
Emociones de niebla
que no se pueden ver.
 
Monstruos de niñez.
Adolescencia no vivida.
Mundo inexistente
de días olvidados
en una mente vacía.

Luchar
por mantener las cenizas.
Porque ya no hay fuego
ni secretos que guardar.
Las palabras tachadas
que ya no se podrán leer.

El reloj es de arena
y no le han dado la vuelta.
El reloj no marca la hora
y nadie responde
a estos versos olvidados.
Ya no se ve la luna.


lunes, 27 de mayo de 2013

Alcantud

Hay mañanas me levanto con alguna idea fija que seguramente se ha ido formando en la oscuridad de la noche. A lo largo del sueño. El momento "salir de la cama" es como un volver a la vida cada mañana. El cuerpo entumecido. Un poco de sueño que se ha quedado sin dormir por falta de tiempo o porque últimamente duermo lentamente y tendría que hacerlo más rápido. Una oreja más plana que la otra -no siempre la misma-. Los pelos alborotados. Cara de pereza en puro contraste con las ganas. La agenda repleta de recados y buenas intenciones. El estribillo de una canción que ya no lo sueltas en todo el día. La sensación de que soy un pringado -incluso más que los demás- y, como decía al principio, una idea fija que te ronda la cabeza todo el santo día.
Camino del trabajo he seguido con el pensamiento que se ha formado en mi mente en la oscuridad de la noche mientras dormía. Es el siguiente. Para que mi trabajo resulte productivo, eficaz y éticamente impecable necesito de una supervisora de unidad, una coordinadora, un supervisor de área, una supervisora de recursos humanos, una subdirectora, un director, un gerente, un conseller y un president que hace lo que tiene que hacer porque sabe lo que tiene que hacer. No como otros. Seguramente habrá más personas en la sombra en calidad de asesores bien pagados pero no los quiero contar. Vistas así las cosas y después de una sosegada reflexión pienso que más que un pringado soy una especie de desagradecido con privilegios. No soy un pagafantas sino un importante e imprescindible eslabón de una inmensa cadena dentro de mi entorno laboral. Y de repente noto un subidón de autoestima. Definitivamente soy alguien importante. Si. Soy un ser agraciado que tendría que estar más agradecido.
Pero hay más. No sólo es la lista que acabo de enumerar sino lo que cada uno de la lista supone en sí mismo y en relación a mi trabajo. La supervisora de unidad y la coordinadora me recuerdan semanalmente mis obligaciones con respecto a firmar documentos de aparataje revisado. Lo hacen de la mejor manera posible que ni siquiera en párvulos se les ocurrió. Me incluyen en una lista de profesionales cualificados que no realizan lo que ellas han inventado como un protocolo. Esta lista está pinchada en un tablón de anuncios para conocimiento de todo el personal y así evitar errores de comprensión.
El supervisor de área se encarga de llenar folios describiendo detalladamente mi uniformidad y mi actividad con la pluma al jefe de los servicios jurídicos para que de curso de esta literatura a otros que están por encima en la cadena de mando hasta llegar al funcionario instructor que me cita para interesarse por mis relaciones con el entorno laboral y con la institución. No puedo dejar de citar a Alcantud. Sin ella no sería nada. Un trabajo abnegado de seguir mis pasos por Facebook y obtener información de forma fraudulenta de contenidos privados para propagarlos y que tengan el eco necesario a la calidad que mi categoría profesional requiere. El honor del supervisor de área es incuestionable y Alcantud es la fiel guardiana. No se cómo se mide este supuesto honor. Cuánto tiene. Cómo se pierde. Cómo se mide. Si es bueno o malo. Etc. Me conmueven estas cosas. Creo que es porque me estoy haciendo viejo y se acerca mi jubilación. Sin Alcantud andaría perdido y sin rumbo en la inmensidad del mar o del bosque con el viento en contra y terminaría difuminado en la luz del día. Pero soy agradecido. Que una cosa no quita la otra. Gracias Alcantud.
El resto de las personas creo que no se enteran. Bueno, voy a ser breve y directo. No se enteran. Seguramente porque desconocen que existo o porque Alcantud no les pasa información. Pero es igual porque la rueda gira si está bien engrasada. Y lo está. Estoy por afirmar que si sólo fuéramos el gerente que no se entera de nada y el resto de los trabajadores, la institución funcionaría muchísimo mejor. Pero esta es una afirmación que nunca me dejarán demostrar. Con lo que cuesta pillar un cargo, un despacho y un sillón. Cuento todo esto porque a veces pensamos de forma desordenada y mal. Pero a veces las cosas son distintas. Sin ir más lejos hay palmaditas en la espalda que se parecen más a una zancadilla. Pero yo se que no lo son.
Quiero aprovechar la ocasión que me brinda el editor de este blog para agradecer a los susodichos que he mencionado antes y a todos aquellos que se me hayan pasado por alto sin querer. Sin ellos sería un cualquiera sin historia. Ser imbécil hoy en día parece fácil pero es complicado.
Los excrementos, al principio, siempre huelen mal. Hasta que se secan. Luego huelen a compostaje y abono. Con tanto abono la vida profesional de uno sube como la espuma y el trabajo resultante es impecablemente bueno. La dimensión moral de todos ellos es como un mausoleo donde van a parar los huesos. Son el contrapunto de nuestros fallos y deslices. De nuestra mediocridad como personas. Son el faro en la noche que ilumina mi destino. Salud.

jueves, 23 de mayo de 2013

Así, NO

Momentos convulsos. Momentos de cambios. Jóvenes y no tanto, desencantados, inquietos y desubicados. Unos prevaricando en connivencia con la justicia y felices por ello y otros cabreados y revolucionados. Manifestaciones todos los días y a todas horas donde lo único que necesitas es una buena voz, buenas piernas y un botiquín en la mochila. De motivos vamos sobrados. El pánfilo que debiera regir nuestros destinos hace dejadez de sus funciones y oídos sordos. Es un rehén de Bruselas y de su mentor. El "ex". El de Irak y la foto. Así, no.
Vivimos en la post guerra. Apenas hay diferencias. Colas para suplicar un trabajo y colas para pedir un plato caliente. Y el que mal vive en la calle es multado por dar mala imagen. Hoy he visto como le abrían la cabeza a un chaval por pedir que le dejaran estudiar. Así, no. El agente que vigila por mi seguridad me para. ¡La mochila! -¿Esto qué es? -Un botiquín y un ejemplar de la constitución en formato bolsillo. ¿A dónde va? A casa. ¡Coge otra ruta. Por aquí no se puede pasar! Huele a adrenalina franquista y caducada. Pero muy machote. Que no se diga. Han cortado algunas calles y han puesto vallas. Cualquier día encontraremos un perímetro de seguridad con alambradas y minas antipersonas. El agente ha sido solidario y generoso. Hoy no me ha pegado por ir a casa. Gracias agente.
A mi alrededor hay muchas personas que gritan consignas prefabricadas contra los miserables que hay dentro del Congreso. Pero los trajeados no se enteran. He decidido que les escribiré lo que pienso en una papeleta en blanco cuando toque. Que tocará. Aquí si que se puede generalizar porque todos son iguales. Vaya. Desandamos camino y nos plantamos en plena post guerra como fórmula para salir de la crisis. Magnífica idea pues. Es un cumplido. No hay porqué dar las gracias. Tengo suerte y lo reconozco. Es una gran ventaja tener carrera y salud cuando te meten en una crisis. Ahora entiendo más que nunca aquello de que el lobo guarda las ovejas. No estoy para bromas. Un blog literario no debería usarse como campo de batalla para este tipo de guerras. A veces no hay otra salida. Disculpas.
Leo que los idiotas que representan las economías se reúnen este fin de semana en un balneario. Creo que van a consensuar un responso para la UE. Esto está bien. Y que le pongan música que la iluminación la ponemos nosotros que tenemos expertos y experiencia. Y dice el encargado de esto que la natalidad ha bajado y por eso se carga la ley del aborto. Otro de los encargados dice que hay mucho tonto-laba y se carga la ley de dependencia porque cuesta un pastón. Que el dinero está para sobresueldos y no para mindundis. Para despistar y para que la gente hable de otras cosas se deciden algunos indultos de asesinos. Son buenos estrategas. Pero la ciudadanía tiene memoria.
Uno llega a la conclusión de que el poder provoca ganas de joder y esto, a su vez, produce satisfacción. Porque de lo contrario no se entiende. Los grupos de presión no se ponen de acuerdo en elegir un representante o un líder. Pierden credibilidad. También están desubicados. Mucha palabra y poca acción productiva. Así, tampoco. Un compañero mío que se llama Justino ha aprovechado estas manifestaciones para ligarse a una moza que estudia periodismo. Escribe en el blog de la facultad. Justino terminará derecho este año. Cuando se han cansado de correr entran en un bar para tomar algo. Al final terminan hablando de sus cosas. Se combinan bien y son coincidentes. Toqueteos y alguna caricia. Enseguida se amansan y se olvidan que hace un rato chillaban porque estaban cabreados. Después cada uno sigue camino a su casa. Se citarán mañana enfrente de la casa de un político para un escrache. Salud.

martes, 21 de mayo de 2013

Caminar

Caminando solo
por la noche clandestina.
Atrevido en mis andares
por esas calles.
Pisando tristezas
para romperlas en pedazos.
Hasta que llegue la mañana.
Y la libertad del alba.
 
Con las primeras luces,
sentado en la arena.
Abro un libro de poesía
que habla del mar,
del viento y de la brisa,
de las mareas y las barcas.
Un mar incomprendido
porque habla por sus olas.
 
Victorias y derrotas,
sufrimientos y alegrías.
Compañeras de la luz.
Refugio de las tinieblas.
Miedos y valentías
escritas en verso y poesía.
 
Mar complicado.
Extravagante.
Género literario
que te moja y empapa.
Que desprende brisa
cuando lees en la playa.
Y te humedece los labios
de sal.
Ojos enrojecidos
con lágrimas de alegría.
Acantilados y playa.
Inquietud y sosiego
de una mañana.
 
Noche clandestina
de sombras y de muerte.
De sueños y pesadillas.
Rostro quieto e inquieto
y mirada astuta.
Si quieres saber más
pregúntale al mar
que te contesta con las olas.

Todos lo conocen
pero nadie sabe quién es.
Parece monótona
pero ha provocado naufragios.
Del mar habló Homero,
y de Ítaca y su viaje.
Se dicen tantas cosas
que nadie sabe
lo que es cierto o mentira.

Un abismo
que tú y yo amaestramos.
Lo pintamos de azul
en los ratos buenos.
Levantamos olas grandes
los días de tempestades.
Navegamos lugares lejanos
los días que nos quisimos. 

A veces se integra con la Isla
y otras, parece desaparecido.
Lo hemos navegado
pero no lo hemos conquistado.
Porque es libre.
Es el mar azul de Mayo. 
Desde el encinar primigenio
de la Sierra de Tramuntana
hasta la delgada línea
que forma, a lo lejos, el horizonte.

domingo, 19 de mayo de 2013

Las olas

Esta mañana amaneció sencilla y simple. Con matices, claro. El sol salió más temprano que otros días. El gallo de mi vecino -que ya todos conocéis- me dio aviso. Desde la iglesia del pueblo las campanas se encargaron de despertar al resto del vecindario. Hermoso día pues. Sencillo y simple. Como deben ser los amaneceres y los días de las personas sobre todo en primavera y otoño. 
Y con los primeros rayos de sol empezaron a llegar las primeras olas y las primeras barcas. Unas después de haber dormido toda la noche y las otras después de haber faenado toda la noche. En el muelle un impresionante trajinar de gentes que se afanan en lo suyo o simplemente esperan inquietos. Son cosas y ambientes que no te puedes perder por lo menos una vez en la vida. Como tantas cosas. Pero yo te lo cuento. Dentro del puerto el mar sigue en calma porque no le está permitido otra cosa. Fuera se mueve con libertad. Algunas de estas olas llegan a la orilla de la playa y se estiran tanto como pueden para desperezarse y quitarse el entumecimiento de la noche. Los pescadores son personajes de carne y hueso y con sentimientos. Saludo a todos los que llegan al bar para tomarse un café y quitarse el sueño acumulado.
Las maniobras que realizan las barcas para atracar a puerto parecen simples pero requieren de la pericia necesaria y de una paciencia atenta porque el mar no siempre colabora. Frotarse las manos con fuerza para entrar en calor que a estas horas la brisa es fresca. El aroma del café se mezcla con el olor a brisa de mar y pescado fresco. El resultado es un característico amanecer en el puerto. Sencillo y simple. Mis ojos están atentos a todo lo que acontece para memorizar y revivirlo en otro momento. Escribirlo y leerlo para vosotros. Cuando lo escriba dejará de pertenecerme para ser compartido con todos. El amanecer es luminoso porque es de primavera. Las olas siguen llegando a la playa a medida que van despertando. El trabajo sale sin prisas pero con esfuerzo. Yo también escribo sin prisas. Descalzo -como siempre-. La historia se escribe sola. Luego, siempre habrá alguien que la manipule para que parezca otra diferente. Ya sé cómo amanece el día y el sol y hoy he venido a contemplar cómo amanecen las olas. Ni siquiera es la verdad oculta de la historia. Es un amanecer sencillo y simple.
Acabo de tomar el café y de anotar algunas cuestiones que me han interesado porque son interesantes. Me ha emocionado ver cómo se despertaban las olas y acompañaban las barcas hasta el muelle y las gaviotas detrás. Cómo salía el sol del agua sin hacer ruido. Esa calma. Los hijos de los pescadores con sus libros y cuadernos camino del colegio. Esas gentes que aprenden un poco cada día de la vida y del mar. Aprenden que ni una cosa ni otra son fáciles y requieren esfuerzo. Se acercan algunos turistas con sus máquinas fotográficas para inmortalizar un amanecer de mar y de olas. De sol y de barcas. De gente marinera. Hablan en voz baja para no distraer ni molestar. Las olas lo saben y llegan de otra manera. Llegan con picardía para enamorar y lo consiguen. Nos vemos otro día en el puerto a primera hora de la mañana y tomamos café juntos. De una forma sencilla y simple. Os encantará. Salud. 

lunes, 13 de mayo de 2013

Algún libro

Aprendí, cuando estudiaba primaria, que los ríos nacen en lo alto de las montañas y descienden sin remedio hasta el mar que los engulle. Cruzando pueblos, bosques, paseos, campos y ciudades. Pues, pensaba yo, igual que hace el río hace el libro. Nace con un minucioso proceso creativo del escritor y termina en las manos del lector que lo lee. A su paso encuentra un borrador, documentación precisa, pasar de la escritura manual al ordenador, la editorial, imprenta, corrección y la librería donde quedará expuesto. Un símil que puede funcionar para un buen entendimiento de esto que decimos. He leído y me lo creo que cada día alguien empieza a escribir un libro, alguien lo sigue escribiendo o alguien lo termina. Cada día entran manuscritos en las editoriales y en las imprentas. Cada día, en definitiva, alguien entra en una librería para comprar un libro y leerlo. La mente humana no para de crear -con mayor o menor acierto-. Pero la literatura, con o sin crisis, se crea, se imprime, se distribuye, se vende y se lee. No sabéis el alivio que supone para mi poder decir esto.
Como cualquier obra de arte el libro puede gustar mucho, poco o nada. Esta es una de las grandezas de la literatura y hace que se considere un arte. La importancia no radica en que las obras literarias gusten más o menos. La importancia está en que quien las escribe y quien las lee lo hagan desde la libertad de pensamiento. Se trata de huir del pensamiento único al que están ancladas muchas personas para su desgracia. La fama es un capricho que sólo puede tener un escritor. El lector no se puede permitir este lujo. Un lector nunca se hará famoso por leer libros. De todas formas no resulta fácil juntar letras para construir palabras. Y juntar palabras de tal manera que gusten de ser leídas en párrafos, páginas y libros completos. Dependerá de la creatividad del autor, de la pluma que utilice, del pulso que tenga y de la libertad que disponga mientras realiza todo esto. La intencionalidad y la pasión del primero en contraste con el interés y el estado de ánimo del segundo.  Del uno y del otro. Dice un escritor que su éxito radica en describir un mundo paralelo a la realidad del lector. De eso se trata pues. Es un punto de vista de lo que vemos y de lo que pensamos. A partir de aquí se trata de contrastar.
Y estamos en primavera y tenemos día del libro. Fiesta del libro. Semana del libro. Libro de temporada, libro clásico, ofertas. Libros caros por su papel y sus tapas que pasan a libros de bolsillo con tapa blanda o de bolsillo y a un precio razonable. Buen momento para hacer acopio para el verano y el otoño. El tiempo de las novedades es ahora em primavera. Porque el libro no pasa de moda. Me refiero a los libros  de verdad. De ninguna manera compraría las memorias de nadie que alguien ha escrito para su lucimiento y con la historia más inventada. Estos famosillos venidos a menos que publican su historia inventada en forma de memorias y que sólo algún despistado podría comprar en un momento de debilidad mental. Me refiero a los políticos.
Toca el libro de primavera que habla de días más largos y noches más cortas. De la luna, el firmamento y las estrellas. Del mar que se va calmando a medida que avanzan los días. De gente que callejea en manga corta y toma café en las terrazas. Que pasean cogidos de un paraguas o de la mano por si acaso se pone a llover o te pierdes. Que se ponen sombrero para protegerse del sol en vez del frío. Días casi planos de temperatura y llenos de color. Agradables y apetecibles. Este es el libro de primavera. El que se lleva ahora. La historia de amor bien contada y con final feliz. Que los que terminan mal son los de otoño o de invierno. Amores adolescentes, de juventud, de madurez y de edad adulta inteligente. De casi vacaciones. Libros desenfadados y de media sonrisa. Páginas justas y letra grande que pueda leerse en cualquier sitio incluso al anochecer acompañado de una copa de vino. Que funciona porque hay predisposición. Es la fase del río que cruza manso por en medio del pueblo y lo divide en dos. Sombreado por grandes árboles y con algunas aves cruzándolo a nado. Estos jubilados sentados en los bancos con la mirada fija y las manos temblorosas apoyadas en el bastón. Es el libro de primavera. El que toca leer ahora y el escritor lo sabe. Trama sencilla que puede leerse sentado en las escalinatas que suben y bajan. En el descanso del mediodía con bocata y refresco. El libro que se lee desde la comodidad porque se ha escrito desde la inteligencia. Este que el estudiante ya ha comprado para cambiarlo por el libro de texto en cuanto terminen las clases. El libro de regalar a cambio de una rosa.
En primavera la gente se inventa momentos de soledad y horas de libertad como excusa para tomarse su tiempo en el libro. De pasear con el libro en las manos y mirando a ninguna parte porque la mente está dentro del libro. Dejarse atrapar por un relato o por unas palabras. Esta frase para subrayar y este comentario al margen para recordar. El invierno ya es historia y el frío y las tormentas también. Días anodinos con frescor mañanero, calor al mediodía y un refrescar nocturno. Que placer cuando tienes ocasión de pasear con un libro en las manos. Sentarte en cualquier sitio que te apetezca, abrir el libro por el punto que nos hemos fabricado aposta para hojear (con hache) y ojear (sin hache). Escritos con lucidez que no pasan desapercibidos porque están pensados para la primavera. La prosa y la poesía de primavera está escrita para enamorar, que para otras cosas están las otras estaciones. Alejarse de los libros más vendidos para centrarse en los de autor con pasajes escritos para recordar nosotros. Este es el libro que leo porque estamos en primavera. Algún libro habrá que te complazca. Salud.

sábado, 4 de mayo de 2013

Cuatrocientas

Con la publicación de esta entrada hemos llegado a la número cuatrocientas. Es mucha letra escrita a lo largo de tres años que se cumplirán el día siete de Mayo. Esta entrada lleva velita incorporada para soplarla entre todos los que habitualmente se asoman a este blog a leer, a escribir y a esparcir cultura. Mil gracias a todos. Quedo agradecido.
 
 
Letras salidas de un alma desnuda y una mente despejada.
De una pluma firme y un pulso fuerte.
Letras salidas desde el pensamiento en libertad.
 
Tres años de camino andado sin miedo.
Sentimientos encontrados junto a las piedras del camino.
Sorteando tormentas, saltando charcos y empujado por el viento.
Entradas sosegadas escritas junto al río.
Otras escritas sentado sobre la arena de la playa.
Con los pies en remojo escuchando las olas.
Días despejados con la luz del sol.
 Noches de densa niebla o en la penumbra de la luna.
Siempre acompañado de las estrellas.

Cuatrocientas entradas publicadas.
Han ido saliendo como un abrazo que se da y no se reclama.
Como lágrimas cautivas en el ojo
 y como agua encerrada en el estanque.
Han salido penas y alegrías encerradas en el alma.

Camino complicado, empinado y difícil de andar.
Acompañado por relámpagos y por la música de los truenos.
Días de frío y calor. Y la mirada puesta en el día siguiente.
Con la brisa en la cara y el destino en el horizonte.
Escribiendo la historia desde lo alto del acantilado.
En mi refugio del bosque entre los árboles.
Contertuliando bien de mañana al lado de un café.
Mirando la puesta de sol junto a un olivo.
Embobado en un amanecer junto a una mata de romero.
 
La poesía no es de hoy, ni de ayer, ni de mañana.
La cultura y la literatura son atemporales.
Y cuando sólo queden las cenizas el viento soplará con fuerza.
Para avivar el fuego de las letras y las palabras.
 
Mar de oro, cielo azul, aire húmedo, pies descalzos.
Mente clara, pulso firme, papel blanco y ganas de escribir.
Tú al otro lado degustando letras sin parar.
Letras vivas de pasión salidas de la pluma.
Que susurran al oído nuestras historias de siempre.
Alimentadas desde el abismo de la vivencia y la reflexión.
 
Gritos desde la Isla que cruzan el mar.
Letras que llegan al otro lado del horizonte
 pasando por debajo del arcoíris.
A veces en barca y otras con el plumaje de alguna ave.
Letras que llaman a la puerta y alivian la soledad.
Que llenan vacíos y que muerden la indiferencia.
Que se acomodan en cualquier rincón donde llegue el aire.

A ti amigo que gustas de la lectura
va dedicada esta entrada cuatrocientas.
Salud.

miércoles, 1 de mayo de 2013

Como siempre

"Es, pues, de saber, que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso (que eran los más del año) se daba a leer libros. Del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro y vino a perder el juicio por todo aquello que leía en los libros". 
Esto escribía el poeta y escritor, el sociólogo y humanista, el artesano de las letras, el conocedor del ser humano, de sus ilusiones y sus desdichas.
Esto lo escribiría entre las paredes de su habitación. En su mesa de madera sin pulir. Sentado en su silla sin comodidad. Con la tenue luz de unas velas o la poca luz natural que entraría por unas ventanas dirigidas al oeste. Con hambre acumulada en su estómago y sueño acumulado en sus pestañas. Cansancio en todo su cuerpo y la cama sin hacer. Algo de lumbre en la chimenea. Un poco de vino a medio fermentar en una jarra y su vaso ennegrecido.
Una gran imaginación mientras va deslizando su pluma sobre un papel rústico. Con elegancia en sus trazados y en lo que la tinta deja escrito que de otra forma no se escribía en aquellos tiempos. Escritos divertidos, poéticos, intensos, breves, densos en humanidades y esas cosas tan variadas que tienen los escritos de Don Miguel. La estética siempre por delante. Escritura sosegada y tranquila de rumiar mucho para entenderla y digerirla mejor.
Y escribía otro poeta en otra ocasión que no cae la hoja del árbol en otoño porque se rinda. Lo hace porque ha terminado su ciclo vital. Cae para posarse junto a la taza de café mientras escribo en la terraza o en el porche. Tanto tiempo oliendo su aroma que termina por enamorarse y al final busca su contacto. Bien podría ser. La naturaleza anda por unos derroteros difíciles de entender. 
Le pidieron al escritor que escribiera algo. No se lo pensó dos veces. Abrió el cajón de su mesa y empezó a buscar letras con las que formar palabras. Luego las ordenó en el papel para que fueran leídas. El libro, al final, está hecho de letras, de sílabas, de palabras, de frases, de párrafos. Sin letras no hay libro y sin ideas, tampoco. Lo peor, como siempre, la indiferencia del lector. Hay que generar inquietud, reflexión, pensamiento crítico, duda. Esto que ya hizo el escritor antes de coger la pluma y escribir.
Han invitado al escritor a una presentación. A un acto de promoción. Sala acogedora y tan grande como uno quiera pensarla porque siempre se queda pequeña. Gente inquieta con el libro en la mano. Silencio deseoso de escuchar al escritor. Hojeando al azar y ojeando algún párrafo que impulse su lectura o provoque una pregunta. El escritor dijo pocas palabras. Era más del escuchar y conversar. Tenemos que empezar a entender el lenguaje de los silencios de un escritor. Si no entendemos nuestros silencios nunca entenderemos nuestras palabras, añadió. Qué no pagaría por estar en una cola esperando que Don Miguel me dedicara y firmara su Quijote. Con una foto de móvil incluida. 
Pero era otra presentación y mientras esperaba se me fue la imaginación. Todo en unas horas de un día cualquiera. Luego de todo el barullo se sentó en una butaca de comodidad y se puso a conversar con los rezagados de siempre.
Un vaso de agua para aclarar la voz. Que la palabra de uno tiene tanta importancia como la letra escrita. Cuantas veces habría contestado que él había nacido escritor y poeta. Que escribía por necesidad. Que ya no es como antes. Tiene sus años y lo próximo llegará cuando toque. No sabe de qué tratará. Algo saldrá si pienso bien y reflexiono lo adecuado. Se hizo tarde y apareció el desasosiego en el autor y en el lector. Los años acumulan saber, ganas y pereza, necesidad y cansancio. Haremos noche aquí y mañana, con la tranquilidad de la luz llegaremos a casa. Un pueblecito con encanto que le inspira. Todas las mañanas le despierta el silencio que se produce entre una ola y la otra, entre una brisa y un viento y el contacto de su perro cuando lame su mano. La costumbre es una rutina que no se puede perder. A su edad es vulnerable y se emociona cuando escribe. Incluso cuando piensa. Y piensa mientras camina y camina para mantenerse a salvo y se mantiene a salvo porque piensa, duda y escribe.
Luego vienen las tertulias de la mañana. Aprovecha para conversar y expresar opinión. Siempre con otros jubilados dispuestos a escuchar y opinar. El mismo camino que ellos recorren el perro lo hace tres o cuatro veces. Es inquieto porque es joven. Le habla al perro y éste le escucha y le sigue la corriente. La cultura nos pertenece a todos. El que no quiera compartirla que no escriba. Que no pinte. Que no haga cine. Que no escriba partituras. Y todas esas cosas que forman parte de la intelectualidad. 
Mayo. Primavera acomodada. Desmadre de la naturaleza. Todo acompaña y nada sobra. Literatura poderosa y elegante. Flores y algún día de lluvia para dar de beber al campo y al bosque y limpiar el aire. La imaginación del que escribe se mezcla con la imaginación del que lee. Algunos días se camina junto al mar. La brisa te da en los ojos y hace que lloren. Ese día las lágrimas saben a sal. Sé que en estos momentos no puedes verme. Tengo la pluma entre los dedos de la mano derecha y juego con ella. Estoy pensando. Ten paciencia. Me mueve la conciencia de saber que lo hago lo mejor posible. Aunque el resultado, a veces, no es el esperado.
Terminaré como empecé. "La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo". Cosas de Don Miguel y cosas mías. Salud.   

domingo, 28 de abril de 2013

Tal vez

Debo advertir a quien en este preciso momento tenga a bien empezar a leer esto que no se trata de literatura. Ni mucho menos algo poético. Es un escrito que quedaría englobado en el subgrupo de cosas que me rondan la cabeza y que debo de escribir antes de que me estalle. Escritos barriobajeros o de cloaca. Una especie de experimento. Una forma de explayarme cuando mi órgano de pensar acumula tonteces varias y se satura.  Tal vez me equivoque. Sólo tal vez. Pero tampoco me importa demasiado. Diríamos que casi nada. Tengo que confesar en mi contra, y no lo digáis muy alto no vayamos a liarla, que desde hace algún tiempo estoy afianzando la idea de que la ñ es de izquierdas. Ssssss. Ya se que lo que acabo de afirmar roza la locura y el esperpento. Pero tal vez lleve razón. Podría ser que la ñ hubiera renegado de la derecha. Yo ya soy mayor y no creo en las utopías y ni siquiera en los Reyes Magos. Pero observo que la ñ, semana tras semana, se está escorando hacia la izquierda moderada, debilitada, ineficaz y pueril. A lo mejor es una simulación y yo me dejo engañar. Podría ser. Los golpistas que van de intelectuales no son de fiar. Estoy advertido y te advierto. Pues, ojo.
Es que últimamente no hace otra cosa que dar bofetadas a la mejilla cultural del presidente que, como todo el mundo sabe, la tiene dispuesta entre los dos glúteos. Le reprocha que mantenga a un intelectual de la tontería y los despropósitos al frente del chiringuito de la cultura, de las artes y de las revistas porno. O lo que quede de todo ello. De llevar un collar tan largo que llega hasta Bruselas. De los abusivos impuestos para entontecer más al pueblo soberano y esas cosas. De presentarse al mundo escondido en una pantalla plana de plasma para no tener que dar explicaciones aunque tenga la delicadeza de hacerlo en color. Insisto en que lo de la ñ no se explica pero tiene mi apoyo. Que siga.
Esta pasión que pone en desprestigiar al Presidente y al del chiringuito es sólo comparable a la pasión de un amor de juventud. De adolescencia e incluso casi de niñez. Esta pasión que te quita el sueño y te hace hacer tonterías mientras te comportas como un lolailo. Escandalosamente pasional y bello. Como la misma ñ dice, "es sincero incluso cuando miente". Un experimentar nuevas sensaciones. El debutar de emociones fuertes y de raíces profundas capaces de aguantar las peores tormentas. Esta pasión en ideas obsesivas de una imagen, un perfume, una mirada, una voz, un cogerse de la mano. ¡Qué recuerdos! Quedar para estar y hablar de cosas. Pero sobretodo para estar. Esa cosa química que ataca los sentimientos más puros y en el caso de la ñ los pervierte debido a la senectud. Voy a reconocer en privado que quizá sea uno de los mejores descubrimientos. Tal vez sea así y yo lleve razón.
Hay bases científicas para explicar todo esto. Se llama resentimiento. Afán desmesurado de cartera. Deseo descontrolado del poder de la cultura. Y del poder controlar la cultura y el arte. Ahora lo empiezo a ver claro. La ñ tiene sillón y quiere cartera. Vale pues. Leer la ñ no provoca pesadillas pero provoca náuseas y vómitos y el consiguiente malestar. Recojo escritos míos en forma de ideas, pensamientos y reflexiones. Los ordeno medianamente bien y empiezo a pasarlos a limpio de forma ordenada para que tengan sentido.
Pues nada. No alargo más porque esto, como he dicho al principio, no es literatura ni cultura. Es crítica de explayarse en domingo a mediodía cuando el sol te derrite el órgano de pensar. Habrá que abreviar y seguir la ñ de cerca para ver en qué termina todo este vendaval capaz de levantar las faldas a las mujeres. Aunque sé por experiencia que después vendrá la calma. Quedarán hojas esparcidas por el suelo y algunos charcos donde jugar. Salud

jueves, 25 de abril de 2013

El traductor

Es mayor. Está jubilado de su profesión. Toda su vida traduciendo libros que le ha permitido leer mucho y de gratis. De todos los géneros. De tanto leer ha acumulado conocimientos y otro tipo de experiencias. Ahora que es mayor y que se ha jubilado de su profesión por imperativo legal, ha decidido escribir. Demasiadas experiencias retenidas y muchas ganas de darles salida. En esto está y por mucho tiempo del que disponga, el día se queda corto. Las ideas se escriben a buen ritmo. Pero con la sensación de que no basta.
Resulta lógico que su primer libro se titule "Diario de un traductor". Tampoco ha tenido ningún problema para editar. Se ha movido en ese mundo y lo conoce. Ahora una llamada al contacto de referencia. Ha tocado muchos manuscritos con sus manos y los ha ojeado suficientemente. Ahora es el momento de dejar constancia por escrito de pensamientos e ideas que ha conservado con tantos años de profesión.
La primera historia se refiere a un prisionero de Auschwitz. Éste se entretuvo a escribir en la clandestinidad todo cuando acontecía en el campo de exterminio. Lo que veía, lo que pasaba, lo que le contaban. Todo quedo registrado como documentos valiosísimos. Estuvo meses haciendo este tipo de cosas y luego escondía los folios en un lugar seguro. Tendría unos treinta años y había publicado cosas.
La profesión anterior a su detención había sido criador de perros y adiestrador. Era buen conocedor del mejor amigo del hombre. En el campo de exterminio de Auschwitz se hizo amigo de ellos. Había muchos y llegó a conocerlos a todos. Un atardecer de niebla espesa se acercó a la alambrada y cortó un trozo de ella. Los perros no ladraron. Se fue tranquilamente. Incluso se llevo un perro para que le guiara y le hiciera compañía en su huida.
Tardó varias semanas en llegar a su casa. Una pequeña aldea en Austria donde permaneció escondido hasta el final de la guerra. Se reencontró con lo que quedaba de su familia. Contó todo lo sucedido y cómo lo había vivido. Las cosas se fueron normalizando y esperó la ocasión de volver al campo reconvertido en museo del horror. Su obsesión era recuperar  los papeles escritos años atrás. Eran importantes. Lista de nombres, fechas, cosas acontecidas, dibujos de planos, etc.
Fue acompañado por sus nietos y protegido con mucho valor. Volver a pisar Auschwits no sería fácil. Los recuerdos en los papeles no le dejaron pensar en otras cosas. Este traductor vio estos papeles y los tradujo por encargo de una editorial que quería darles máxima difusión para evitar que la historia se repitiera.
Ahora es mayor, está jubilado y tiene tiempo. Hace memoria y escribe todo con lujo de detalles de cuanto recuerda. Estaciones repletas de gente hacinada esperando un tren blindado que les conduciría al campo de exterminio. Algunos no bajarían con vida del tren. Los vagones repletos según sexo y edad. Niños, adolescentes, mujeres, adultos y ancianos. A veces meses esperando que llegara el tren. Al final todos hacia el mismo sitio y con el mismo final. La muerte de frente pero con distinta cara. Hambre, gas, experimentos, fusilados, causas naturales. Enterrados en fosas comunes o quemados. La consigna era acabar con ellos y que no se reproduzcan. Pero no se puede luchar contra la naturaleza.
Recuerda el traductor que quien escribió aquello llevaba tinta en las venas. Escritura impecable. La sensibilidad que usaba para hablar de los perros. Especialmente el que se llevó para que le guiara. La curiosidad pudo con el traductor que antes de publicar su primer libro de jubilado anduvo los mismos caminos. Quería comprender mejor la historia y darle la sensibilidad adecuada a la situación. Estuvo en las estaciones. Viajó en tren. Visitó el campo de exterminio de Auschwitz. Entró en sus barracones. Se sentó en las literas. Paseó por el campo y se acercó a las alambradas.
Escuchó ladrar los perros menos a uno. La tierra todavía con olor a humedad, a orina, a sudor de fiebre, a lágrimas, a adrenalina, a miedo y terror, a ilusiones, a derrota y a ganas de luchar, a incertidumbre y a certeza, a gas y a muerte. A odio, a horror. A carne quemada.
Detuvo el tiempo. La madera de las literas crujía. Cogió un puñado de tierra y se impregnó las manos. Grabó esta sensación para escribirla estremecido en su despacho. Este señor mayor jubilado y que ahora escribe lo hace sentado en un sillón de despacho. Delante de un ventanal amplio que da al jardín repleto de árboles que él mismo ha plantado. Defiende Erri y así lo deja escrito que alguien que se dedica a la escritura debe de restituir a la naturaleza la madera abatida que se ha utilizado para imprimir sus libros. Escribe a mano con su pluma de siempre y con la dignidad de la impotencia de lo que sucedió.
Tengo este libro en las manos, "Diario de un traductor". Voy a leerlo cómodamente. Como todos los días voy a procurarme una lectura nocturna facilona pero con contenido. Luego hay que dormir bien y sin pesadillas -a ser posible-. He abierto las cristaleras del salón de par en par. Hoy huele a tierra mojada porque ha llovido y a brisa marina porque tengo el mar enfrente. La luz de la luna llega hasta dónde empieza la luz de la lámpara. Acomodado en un sillón de estos con orejas y que por lo viejo que es sólo te permite una postura. La más cómoda de las posibles. Abro el libro y empiezo la lectura. Luego vendrán las reflexiones. Salud.