Esta mañana amaneció sencilla y simple. Con matices, claro. El sol salió más temprano que otros días. El gallo de mi vecino -que ya todos conocéis- me dio aviso. Desde la iglesia del pueblo las campanas se encargaron de despertar al resto del vecindario. Hermoso día pues. Sencillo y simple. Como deben ser los amaneceres y los días de las personas sobre todo en primavera y otoño.
Y con los primeros rayos de sol empezaron a llegar las primeras olas y las primeras barcas. Unas después de haber dormido toda la noche y las otras después de haber faenado toda la noche. En el muelle un impresionante trajinar de gentes que se afanan en lo suyo o simplemente esperan inquietos. Son cosas y ambientes que no te puedes perder por lo menos una vez en la vida. Como tantas cosas. Pero yo te lo cuento. Dentro del puerto el mar sigue en calma porque no le está permitido otra cosa. Fuera se mueve con libertad. Algunas de estas olas llegan a la orilla de la playa y se estiran tanto como pueden para desperezarse y quitarse el entumecimiento de la noche. Los pescadores son personajes de carne y hueso y con sentimientos. Saludo a todos los que llegan al bar para tomarse un café y quitarse el sueño acumulado.
Las maniobras que realizan las barcas para atracar a puerto parecen simples pero requieren de la pericia necesaria y de una paciencia atenta porque el mar no siempre colabora. Frotarse las manos con fuerza para entrar en calor que a estas horas la brisa es fresca. El aroma del café se mezcla con el olor a brisa de mar y pescado fresco. El resultado es un característico amanecer en el puerto. Sencillo y simple. Mis ojos están atentos a todo lo que acontece para memorizar y revivirlo en otro momento. Escribirlo y leerlo para vosotros. Cuando lo escriba dejará de pertenecerme para ser compartido con todos. El amanecer es luminoso porque es de primavera. Las olas siguen llegando a la playa a medida que van despertando. El trabajo sale sin prisas pero con esfuerzo. Yo también escribo sin prisas. Descalzo -como siempre-. La historia se escribe sola. Luego, siempre habrá alguien que la manipule para que parezca otra diferente. Ya sé cómo amanece el día y el sol y hoy he venido a contemplar cómo amanecen las olas. Ni siquiera es la verdad oculta de la historia. Es un amanecer sencillo y simple.
Acabo de tomar el café y de anotar algunas cuestiones que me han interesado porque son interesantes. Me ha emocionado ver cómo se despertaban las olas y acompañaban las barcas hasta el muelle y las gaviotas detrás. Cómo salía el sol del agua sin hacer ruido. Esa calma. Los hijos de los pescadores con sus libros y cuadernos camino del colegio. Esas gentes que aprenden un poco cada día de la vida y del mar. Aprenden que ni una cosa ni otra son fáciles y requieren esfuerzo. Se acercan algunos turistas con sus máquinas fotográficas para inmortalizar un amanecer de mar y de olas. De sol y de barcas. De gente marinera. Hablan en voz baja para no distraer ni molestar. Las olas lo saben y llegan de otra manera. Llegan con picardía para enamorar y lo consiguen. Nos vemos otro día en el puerto a primera hora de la mañana y tomamos café juntos. De una forma sencilla y simple. Os encantará. Salud.