jueves, 17 de enero de 2013

Color sepia

La comida estuvo muy bien. Una comida como tantas. Los invitados de casi siempre con algunos añadidos. Hay uno que destaca por su color sepia. Un personaje sin modales ni educación y en blanco y negro. Tal cual lo digo. Creyente y practicante habitual de la tontería de la cual es adicto. Me sulfura y puede con mi paciencia. Pero intento aguantarme y hago esfuerzos para que no se me note. Blandengue cuando está solo y sacando pecho cuando se esconde detrás de su mama. Señora casi hecha y atacada del tiroides que le provoca un comportamiento casi anormal. Ataviada con sus mejores galas depresivas que ningún especialista ni ningún medicamento han podido controlar. Su mejor virtud es la envidia.
A todo eso, el de color sepia, demostrando que no tiene autonomía. Ni siquiera estando emparejado y con un retoño en fase de crecimiento. No es un personaje singular. Es un drama singular. Pero bueno. Su falta de madurez le impide unas relaciones normales con su entorno. Pero en una comida la gente va a comer y no se fija en tonteces varias. Blanco y negro con tintes sepia tirando a oscuro. Tonterías todas las posibles porque en algo hay que destacar. Sus gracias, por suerte o por desgracia, no se las va a reír nadie.
Nunca asumirá una derrota porque no lucha. Se da por vencido a la primera y entrega las armas a su mama. No hay intriga en su vida porque es previsible. Cargado de frustraciones porque se sabe perdedor. Da mutis por respuesta sea cual sea la pregunta. La naturaleza no lo ha dotado y la historia no le exige. Vive desorientado buscando camino y destino. Cualquier resto encontrado en Atapuerca tiene más valor y le supera. Es un referente. Una alegoría a la estupidez humana. Es una idea en abstracto, una imagen del perder, un símbolo del fracaso. Mentalidad estéril y tontorrona. Si lo lee y se identifica se alegrará de los piropos.
La vida le ha sonreído con la sonrisa de la mala leche. Vive a ras del suelo. A su edad todavía no ha conseguido subir ni un puñetero escalón en el sistema evolutivo. Es un embrión de un ser unicelular. Convivir con este tipo de personajes es un castigo. Termino porque escribir semejante ensayo a la gilipollez no me ha producido ningún placer pero tenía necesidad de desahogo. Seguramente cualquiera de vosotros conoce un prototipo color sepia y con el que tiene que convivir. Pues, como dijo alguien, a quién Dios se la de, San Pedro se la bendiga. Ni siquiera vale la pena publicitar esta entrada. Salud.

martes, 15 de enero de 2013

El cuponero

No sé si es pronto o simplemente es temprano. Podéis llamarlo como queráis pero el sol todavía no ha salido aunque el alba lo intuye. Daremos por bueno que es de madrugada y que las farolas iluminan las calles. El bar de Pepe ya está abarrotado de gente que desayuna y conversa animadamente de sus cosas y de las cosas de los demás. 
Quien habla por hablar es un busto parlante que se asoma por la pantalla de una tele sin volumen. Algunos dicen que hace compañía pero al no tener volumen ni acompaña ni molesta. Esto tiene que decepcionar, pero el busto parlante no lo sabe. No podemos hablar todos a la vez como si se tratara de una tertulia de políticos o de intelectuales que firman manifiestos. Los jubilados respetamos el turno de palabra sin que nadie nos tenga que llamar al orden. Así todos nos enteramos porque además no andamos muy finos de oído. La cafetera no descansa y escupe café sin parar con espuma humeante. Los periódicos tampoco descansan y van de mesa en mesa para que sus titulares sean leídos y poco más porque se repiten día a día. La letra pequeña es para los ociosos que también los hay. Pero vienen más tarde. El Homo tiquismiquis no madruga porque sí.
Puntual como un reloj fabricado en Suiza y manipulado por un inglés entra Rafael. El cuponero. Viene caminando desde su casa. Es ciego. Camina casi pegado a las paredes de la calle con un bastón en la mano que a estas horas de la mañana se percibe como fluorescente para que le vean bien. La punta del bastón es una bola blanca que se arrastra un metro y pico por delante de él olfateando el terreno en zig zag como un sabueso. Hay que evitar accidentes y disgustos. Entra en el bar y se acerca a la barra. Se sienta en un taburete alto y reduce el bastón a un palmo. Le sirven un café con leche, pone el terrón de azúcar, lo mueve con calma y empieza a sorberlo. Entre sorbo y sorbo se van acercando los que tienen prisa a cambiar cupones o a comprarlos. Depende de la suerte del día anterior. Hemos llegado a la conclusión de que la gente no quiere hacerse rica, simplemente compra el cupón por inercia y, a lo sumo, aspira al reintegro.  Cuando termina se mete entre las mesas para seguir vendiendo. Sortea sillas, mesas y personas con la ayuda del mismo bastón que le guía por la calle. Llega hasta mi y se sienta. Mientras hablamos nos interrumpen mil veces pero no nos importa. Es el negocio. 
Me pregunta por las noticias porque él no lee la prensa porque es ciego. Lo de siempre, le digo. Nos siguen recortando lo que queda del estado del bienestar mientras la jefa de Merkeland sigue cortando el bacalao de todos. Algo de deportes. Columnas de opinión que se pueden leer y otras que no para mantener una buena salud mental. La página cultural es sólo media página. Fotos, sudoku, jeroglífico, crucigrama y una pequeña reseña de un libro. Algo de teatro, cine, música y una exposición de pintura. 
Rafael es inteligente y culto. Por la mañana vende cupones y se relaciona. Por las tardes está, mayormente, en su casa. Son tardes literarias con audiolibros o libros escritos en braille . No le molesta que le llamen ciego pero no acaba de asumir la palabra inclusiva de invidente. Él es ciego de nacimiento. 
Le digo que hay una mujer muy hermosa en otra mesa que no le quita ojo. Tendrías que verla. Me contesta convencido que él con la imaginación disfruta más que yo con la vista. Nunca me he llevado un desengaño y tú, seguramente, más de uno. Los sentidos a pleno rendimiento. Tocar delicadamente y formarte una idea. Oler el aroma de los perfumes y de la piel recién lavada. Las palabras, los suspiros, los latidos, el aliento y todo eso. Luego me paso el día buscando esos olores, esas voces y tocando manos y caras para reconocerlas. Imaginando sin ver nada es mucho más placentero que mirando. Prueba un día de vivir con los ojos vendados. La imaginación es muy poderosa y se alimenta de los sentidos de que dispongas. No veis más allá de lo que tenéis delante y éste no es mi caso. 
Me ha desarmado sin darme cuenta. Seguramente tiene razón. Ahora que dices esto pienso que a mi me pasa algo similar con el Twitter. A diario me comunico con personas a las que nunca he visto su cara ni he escuchado su voz. Desconozco su perfume y su forma de ser. Sólo me entero de lo que escriben y en muchos casos la foto del avatar no es la suya. Vienes a mi, me contesta. Tienes que ponerles una mirada, una voz, un olor, un color de ojos, unos gestos, una forma de hablar, etc. No sería lo mismo si los conocieras, añade Rafael. Cuando lees un buen libro pasa lo mismo. Juegas con la imaginación. No tienes otra cosa. Rafael, que hoy viene filosofando, me ha dado motivos para pensar en nuestras limitaciones y en el poder de la mente y la imaginación. Piensa que algunos de tus amigos de Twitter pueden ser mudos o tener alguna discapacidad. Y tu sin enterarte. Venga, confórmate con lo que tienes y cómprame este número que esta noche te puede tocar. Salud.
 

miércoles, 9 de enero de 2013

El borrador

El invierno se despidió con lluvia, nieve, frío y viento. Por todo lo alto. Como deben ser las grandes despedidas. La primavera se dejó influenciar un par de días y luego sacó su bandera de rayos de sol y torbellinos de brisa marina incluso para los que se encuentran lejos del mar. Un detalle de agradecer aunque estamos faltos de agua. 
Las letras y las palabras de esta primavera recién estrenada no están pensadas ni escritas para provocar nostalgia ni sufrimiento sino todo lo contrario. Están para ser leídas y para reconfortar a quién las escuche esté dónde esté. Como ahora, por poner un ejemplo. Para eso está la lectura. Para ser saboreada y disfrutada y máxime si los textos que se utilizan tienen el mar como metáfora de la vida. A veces agitado y a veces en calma. De frío invernal o de cálido estival. La vida misma que diría el poeta. Que cambia de color por momentos y que se rompe contra las rocas para hacer ruido y levantar espuma. Que te moja los pies en la arena de la playa y lo que haga falta.
Esta mañana temprano he cargado la pluma con tinta de letras para que de ella salgan bonitos textos que ahora os estoy leyendo. Que escriba sobre la vida y el amor. Sobre la naturaleza de las personas y la que nos rodea. Por eso utilizo esa tinta especial hecha de letras y cuando quien mueve la pluma es el corazón o el alma, la grandiosidad de la literatura aparece con todo su esplendor. Entonces, la mano que sostiene la pluma no tiembla porque lleva razón. Son textos de autor de cuando la ficción se hace realidad. 
Mi escritura sosegada y tranquila que otras veces ya os he mencionado provoca poesía narrada y reflexión meditada cuya lectura necesita tiempo. La energía de la conciencia que grita, a veces en silencio, a quién quiera escuchar. Los sentimientos y las emociones con las que convivimos todos los días y que nos hacen comprender la realidad.
No es un hablar por hablar. Es un decir con condiciones. Empezar el día con un café y unos buenos días. Una carga de energía positiva. Coger la pluma inquieta para que dibuje la vida sobre una hoja de papel. Los sentimientos y todo eso. Y luego se lee en la soledad de cada uno o se recita en público para todos. Cuando sirve para inspirar, recordar o pensar  más allá de lo que se ve o se tiene delante. Terreno arriesgado que hay que andar descalzo para asegurar el camino y el final.
Y a todo esto y sin que venga a cuento hemos empezado el año tan mal como terminamos el anterior. Políticamente de lo más incorrecto pero previsible. Donde los logros sociales se van aparcando o destruyendo uno a uno sin miramientos. Sin contemplaciones. Pero sólo para los débiles. Porque la política se ha convertido en el arte de manipular con la palabra y la estadística que es la forma más científica de mentir. Pero no puede con la letra impresa de narrativa y poesía. El libro y lo que en él está escrito nos servirán para sobrevivir a todo esto.
He vuelto a ver "Los Miserables" y me ha vuelto a gustar. Si pones las noticias los puedes ver saliendo del Congreso después de otro día perdido jugando con el iPad. La sombra de la ética es corta. La de la indiferencia es demasiado larga. Pues así nos va la época que nos ha tocado vivir. Tiraremos de dignidad hasta que se note y aunque seamos pocos.
Nos han presentado el año nuevo como de los más duros de la historia. Bien lo sabemos los que consumimos cultura y luchamos por la naturaleza.
Pero no todo es malo. Nunca antes se había publicado tanto. La gente se refugia en la literatura porque el confinamiento nos proporciona más tiempo. Leemos más por vocación, por necesidad o por evadirse de la realidad que nos maltrata. Ese maltrato que ha llegado sin esperarlo y que ya dura demasiado. Los autores consagrados no entienden que la gente tenga más ganas de escribir que de leerlos a ellos.
Seguiremos leyendo porque hay más diversidad de autores y temas. Hay muchos talentos noveles que escriben con la misma madurez que los consagrados. Dice uno,
"Me fascina tu talento para amar. 
Te reivindico mía.
Tú y tus virtudes.
Cuando estés conmigo 
dile a las paredes que cierren los ojos.
Dile a los ojos que no escuchen. 
Dile a tus oídos que no miren.
Dile a tu piel 
que no vaya diciendo por ahí 
cómo te toco y te acaricio.
Dile a las nubes que tapen el sol. 
Dile a la niebla que nos envuelva.
Quiero intimidad porque tengo celos. 
Dile a tus manos 
que no toquen nada. 
Sólo a mi.
Dile a tus ideas que no me sean infieles.
Dile a las sábanas que no se enfríen. 
Dilo alto. Que quede claro.
Quiero que me guardes en tu intimidad. 
No me hagas público todavía.
Quiero disfrutar más tiempo de ti 
sin distancias.
He pintado un mapa de tu cuerpo
y lo he memorizado".

Así escriben algunos escritores que no reúnen el perfil para publicar. Algunos lo hacen gratis en las redes sociales. Tweets con mensaje. Lectores que preguntan y autores que contestan. Así se escribe y luego se corrige. 
Después cada uno lo leerá mientras toma un café o lo escuchará descalzo y en la penumbra. Esto ha sido un borrador sin corregir. Un relato en bruto. Otro día lo corregiré. Salud.

jueves, 3 de enero de 2013

Relato fantástico

Quedé citado con ellos. No podría decir muy bien con quién. Las instrucciones estaban claras. Justo encima de la línea del horizonte del mar en calma y justo debajo del arcoíris. Allí estaba pues, según lo convenido. Se acercaron hacia mi. Algo así como fantasmas del pasado que no pude reconocer porque no tenían rostro y hablaban sin voz. Grandes gestos con unos brazos que no tenían. Yo con mi voz serena y ellos con voz muda o silenciada. Yo de carne y hueso y ellos de nada. Siluetas a medio terminar como hechos de una espesa niebla que cambia con el aire. Medias sombras. Querían conocer a los habitantes de la tierra firme. Dijeron venir de ningún sitio más allá del horizonte del mar en calma. Lejos de donde está mi casa. Cosas de fantasmas del pasado.
Se mostraron respetuosos, consecuentes, ilustrados, interesantes. Han conseguido, con el tiempo, acumular inteligencia en una especie de cerebro que no tienen. Es lo más parecido a una idea o a una forma de ser. No llevan una vida fácil de opulencia y despilfarro. No pueden. Sus esfuerzos se concentran en otras cosas. Nada de vida regalada. Pura dedicación para conseguir aumentar su memoria de historias y cuentos.
Son la nada del universo. Los que llenan los agujeros negros. Los que habitan en las mentes de las personas. Pueden traspasar el tiempo en cualquier sentido. También las paredes y las puertas cerradas. Son los protagonistas de una historia que no ha sido. Nadie los ha visto, pero están. Los percibo según ya he contado. No me pueden generar miedo porque no existen pero, puntuales a la cita. Vestidos sin ropa porque no tienen cuerpo. Con una agilidad de movimientos que impresiona. Yo inquieto e inmóvil en mi barco de papel justo encima del horizonte del mar en calma y debajo del arcoíris según lo acordado. Las mismas olas que me llevaron allí luego desaparecieron.
Nos comunicamos sin utilizar palabras. Sin prisas. Era importante para ellos y les vi con buenas intenciones. Me dijeron que llevan toda una vida sin dormir porque nadie les cuenta cuentos o historias antes de acostarse. Yo con los pelos de punta. Tanta cosa para pedirme un poco de memoria llena de cuentos. Por un momento me dieron lástima. Nosotros podemos recordar todas las etapas de nuestra vida y otras cosas. Incluso sin verlas. El sol, la tierra, la lluvia, el viento y el mar. Los sentimientos. La razón, la verdad y la libertad. La memoria no excluye ni pone condiciones. Recordamos nuestra existencia y nuestro significado. Ellos sin memoria. Seres hechos de niebla densa. Siluetas a medio hacer. Sombras de nada. Inteligentes pero sin memoria para recordar cuentos y por la cual cosa no pueden dormir.
Decidí cederles un trozo de mi memoria repleta de historias y cuentos para que puedan contarlos por las noches hasta quedar dormidos. Cuando sus ojos sin color y sin pupilas me miraron vi agradecimiento. Es un trastorno típico de estos fantasmas del pasado. Sin cuerpo. Sin voz. Sin rostro y sin mirada. Que habitan al otro lado del horizonte del mar en calma. Pasado el arcoíris. Quedaron agradecidos y nos citamos para otras ocasiones. La intención era intercambiar trozos de memoria con cuentos nuevos. Estaban emocionados. Ellos son todo y nada. Dependientes de la imaginación de cada uno. Son una idea. Fragmentos de una historia pasada. Ahora podrán reproducir textos literarios por las noches. Ahora, por las noches, podrán dormir.
Otra vez aparecieron las olas de debajo del mar en calma y llevaron el barquito de papel en el que me encontraba hasta la orilla. Ellos se dispersaron como hace la niebla al salir el sol. El arcoíris también desapareció. Volví a pisar la arena. A mi alrededor estaba la vida de siempre. La rutina reconfortante de cada día. No sabía si contarlo porque no me ibais a creer. Sólo podrán hacerlo aquellos que tengan imaginación. Todavía, cuando cierro los ojos, siento ese lenguaje diferente. Aquellas ideas, formas, sonidos de mar en calma que me trasmitían cosas interesantes. Movimientos de niebla cuando la quieres atrapar con las manos. Especie de dibujos al carboncillo. Confusos. Les entregué cuentos rescatados de mi subconsciente. Se los llevaron más allá de donde el azul del mar se confunde con el azul del cielo. Ellos no tienen horizonte. Son nómadas de la vida. Son formas donde el aire lleve sus nieblas. Son nobles como el oro. Se les intuye. Son intensos. Son de todas partes y de ninguna. Son proyecto de nada. Cenizas de lo que fueron. Ahora estas cenizas no tienen memoria. No se acuerdan de ningún cuento. Son simples en apariencia y complejos en su inteligencia. Ahora, con el trozo de memoria que les di, podrán volver a dormir en esa eternidad que les queda por vivir. Salud.

viernes, 28 de diciembre de 2012

Hechizo de mar.

Sueños que duermen en el bosque.
Sueños de silencio.
De niebla densa.
Sueños sin tiempo.
Sin puertas ni ventanas. Libres.
Luna que pinta las hojas de otoño.
Noche que pinta las hojas de invierno.
Con la luz, la escarcha y la nieve.

Universos distantes que se acercan.
Comparten gravedad y horizonte.
 Manto estelar y arcoiris.
Sueños que cambian la realidad.
Realidades que cambian los sueños.
Letras que dan rítmo al corazón.
Corazón que se acelera.
En la intimidad del silencio.
En la oscuridad de la noche.
Entre el ruído de la tempestad.

Amor que llega navegando.
Con revolución de carícias.
Sobre una hoja,
 o un barco de papel.
Momento romántico eterno.
Fuego que no se apaga,
 aunque lo cubra el hielo.

En un mar en calma. 
El silencio habla y comparte.
Las carícias hablan y callan.
Miradas hechizadas,
 por los sueños.
Fuego de pasión encendido.
Toda la noche.
Sobre el mar.

La música esconde el silencio. 
Respiración sosegada.
Latidos desbocados.
Instintos agitados,
 rompiendo ataduras.
Torbellino de sensaciones.
 Desenfreno de motivos.
Superados por las ganas.
Decididos a lo irreversible.
Tentados a lo salvaje.
Amor sin normas. 
Entrega sin condiciones.
Amor en el horizonte.
Amor en el mar.

@antoninegre  @CAMILAyelmar

viernes, 21 de diciembre de 2012

Feliz Navidad 2012

Tengo una sobrina que se llama María Antonia. Mi sobrina María Antonia tiene diez años, un buen nivel de estudios y una nota media de nueve con dos. No está mal, pues.
Tiene una maestra de Ciencias Naturales que les está enseñando el aparato reproductor de los animales y de las plantas. Resulta que el ovario de las plantas se convierte en fruto, ha dicho. Que este ovario, para llegar a ser fruto, ha tenido que ser polinizado. Hablamos. Ha dicho la maestra que son los insectos o el mismo viento quién poliniza este ovario que tienen las plantas para que se convierta en fruto. Nada menos.
Tiene otra maestra que le explica Religión. Es asignatura necesaria e imprescindible para alumnos que viven en un estado aconfesional. No es bueno que se adoctrine en las aulas. Para colmo de males estoy hablando de una escuela pública. En fin. A lo qué íbamos.
Parece ser que las maestras han preparado el temario de forma conjunta para evitar equívocos entre los alumnos y mosqueo entre los padres. Aunque no lo creáis algunos son ateos y republicanos. Me dice mi sobrina María Antonia, que tiene diez años, que ha dicho la maestra de Religión que con la maternidad empieza la vida. Hay que reconocerle el mérito a la maestra que tiene que explicar este tipo de cosas a sus alumnos de forma tan romántica, poética y a la vez científica y entendible.
Pues será así si lo dice la maestra. Yo, chitón.
Que la maternidad es exclusiva del cuerpo femenino porque así lo ha querido Dios que es quién lo ha creado. La naturaleza, aquí, no pinta nada. Parece ser que la Virgen María sólo se llamaba María a secas. Lo de virgen viene a cuento de que no fue polinizada por ningún hombre. Fue cosa de Dios que le introdujo la semilla de la vida a través del viento del Norte que un buen día la rodeó por la cintura. Lo hizo nueve meses antes de finales de Diciembre. Casualidad o no. Con la cosecha del trigo.
Queda clara la explicación y la damos por buena. María, a todo esto, se enteró porque se lo dijo un ángel. Quedó turbada con tal noticia. No era para menos, y más cuando pensó en decírselo a su esposo José. Pero Dios, en su grandeza, y para no comprometer a María, tuvo a bien ser él personalmente quien diera la noticia al carpintero. Pues así todos contentos. A buen seguro se evitaron malos entendidos.
Han dicho las maestras de Religión y de Ciencias Naturales, en una clase conjunta, que poco antes del parto María tuvo que desplazarse con su esposo a Belén para arreglar un asunto de papeles de esos de empadronarse. Fue un embarazo de riesgo. Estando a punto de parir -ya sabe mi sobrina María Antonia de diez años lo que es esto- tuvo que viajar a lomos de un burro por caminos difíciles y pedregosos con el consiguiente peligro.
Llegado el momento, el hijo de Dios, vino al mundo en un establo dónde sólo había el burro con el que se habían desplazado. No había buey porque nunca lo ha habido en un establo. Ni ningún otro tipo de animal. Tampoco estaba el carpintero porque no era costumbre que los hombres estuvieran al lado de sus esposas en momentos como este. 
Tienen mérito estas maestras cuando tienen que contestar preguntas comprometidas que alumnos de diez años como mi sobrina María Antonia hacen. ¿Porqué las mujeres tienen la exclusividad de la maternidad? Y me pregunta a mí. Yo no soy la maestra de Ciencias Naturales y mucho menos la de Religión. ¿No sería mejor algo compartido. Indistintamente el hombre o la mujer? Me gusta la idea pero no puedo contestar lo que pienso para no confundir a una mentalidad en periodo de formación.
María era una mujer prometida a su esposo José y comprometida con el matrimonio vitalicio. Por eso sus labios se quedaron mudos cuando se supo polinizada con la semilla que el viento del Norte le dejó al rodearla por la cintura. No menos inquieto estaba José cuando supo lo que pasaba. Se quedó con el rostro perdido o extraviado en busca de un refugio de calma. En estos momentos cualquier cosa hubiera servido para protegerse de la situación. Un coma inducido por algo destilado o fermentado, por ejemplo. Pero era hombre serio y responsable y cuidó de María durante todo el embarazo y después de él.
Ya en Belén, el carpintero se mostraba contracturado por las circunstancias. Preocupado en buscar un establo adecuado para el acontecimiento del año. Tuvo que ser un momento difícil para todos piensa mi sobrina María Antonia porque la maestra así lo ha dicho. Yo también lo pienso. Me mira muy atenta mi sobrina de diez años. Observa con cuidado mis reacciones, mis gestos y mis palabras. Yo mantengo la compostura con cara neutra o de esas de estar de acuerdo en todo. No se puede contradecir a una maestra cuando explica la historia verdadera.
Mientras he escrito esta entrada y mientras la he corregido no he parado de cantar villancicos. Doy mi palabra de que estoy afónico. Los he cantado para todos vosotros que leéis mi Blog. Digo pues que os deseo una MUY  FELIZ  NAVIDAD a todos. Salud.

martes, 18 de diciembre de 2012

Recuerdos

Este reencuentro no dejó de ser apasionado. Pero traicionero a la vez. Deseaba rescatar un trozo de mi vida. Formaba parte de mi pasado imperfecto. Volvimos a vernos después de haberlo dejado y la seguí con los ojos cerrados. Quizás fue por eso. Por hacer las cosas con los ojos cerrados. Antes una ausencia y una añoranza. Ahora un mundo interior en ruinas. Completamente destruido.
Después de eso me siento atrapado en un vendaval de ideas que tengo que organizar. Necesito poner orden en mi caos interior y plasmar en hojas blancas mis sentimientos o lo que quede de ellos. Hace tiempo se lo encomendé todo al olvido y éste lo aceptó. Ahora, un encuentro, la memoria, una fecha y un lugar me han jugado una mala pasada. Pero sé el camino de salida. Lo seguiré sin mirar atrás.
Como forma de terapia me encuentro sentado a la orilla del mar. En la misma playa. Llevo tiempo así. He mantenido una conversación con el mar, con el viento, con el sol, con la lluvia y las estrellas. Todos me hablan de lo mismo. Me hablan de ella. Pero yo no he venido a eso. He venido a calmar mi ánimo.
El mar se comunica con las olas cuando golpean mis pies descalzos. Comprendo lo que me dice. Quiero escribir el libro de mi vida. El libro de nuestra vida antes del desespero. Hay párrafos que los dejo en blanco porque son privados. Íntimos. Secretos. El resto lo dibuja la pluma de forma certera en la hoja. Así estoy. A cada duda pregunto al mar. Lo sabe todo. Nuestros mejores momentos han sido junto a él. También lo sabe el viento que me dice cosas a ráfagas en pleno rostro. El sol cuando me ilumina, la lluvia cuando me moja y las estrellas con su silencio. También fueron testigos.
Hablan y hablan guardando turno. Los escucho. Quieren que estemos juntos. Pero de lo nuestro sólo quedan recuerdos en forma de ceniza y humo. Me recuerdan... en las noches de insomnio... para que las escriba. Es privado, contesto. Me insisten todos ellos. Bueno... Es verano. Al resguardo de un acantilado, de unos romeros y chumberas mediterráneas. Abajo, la orilla del mar. Una música de baile que llega hasta nosotros en forma de eco desde una casa cercana.
Ameniza la noche y da ritmo a las caricias y a las cómplices miradas. La oscuridad, a menudo, borra nuestros rostros. Pero la brisa marina nos envuelve con nuestros propios aromas y el aroma salado del mar. Nuestras siluetas se dejan entrever con la luna llena. El calor del verano nos hace sudar y la proximidad nos aceleraba el corazón.
Nos miramos los brillos de los ojos como si fueran espejos. Más allá de ellos, en las retinas, estan escritos aquellos versos que no sabíamos decirnos. Cosas de jóvenes enamorados. Momentos de felicidad anteriores a la tristeza de las despedidas. Del hasta luego. El mar y el viento me lo recuerdan. Las olas mojan mis pies sin parar y me traen información. La gente no me creerá cuando diga que he hablado con el mar, con el viento, con el sol, con la lluvia y con las estrellas. Si no me creen es que no entienden de amor.
Ahora con los ojos cerrados pienso en ello y me produce desazón. Nos prometimos muchas cosas. Cumplimos muchas cosas. Pero no todas. Ahora quedan ruinas en mi interior. De tí, no sé. Tu ausencia ha sido añoranza. Ahora, pero, han vuelto a sangrar las heridas y a doler. Bendito dolor a cambio de unos momentos contigo en el acantilado. El mar abajo y nosotros escondidos entre chumberas mediterráneas. Recuerdo lo que te gustaba que te peinara con mis dedos.
Confidencias, confesiones, promesas. Queríamos darnos todo y recibir todo. El día que partiste se rompió nuestra vida de sueño y el sueño de nuestra vida. Ahora sólo me queda el mar. Me habla y me hace compañía. Me recuerda lo que quiero olvidar. Pero no me deja.
Pido disculpas por mi caligrafía pero el pulso me tiembla con tantos recuerdos. Podeis contemplar mi corazón y veréis que no miento. Quiero que termine el verano y que la noche llegue antes. Y el frío. Las gaviotas que ahora me sobrevuelan son las mismas.
Me gusta tocar el agua del mar pero no tiene la suavidad de su piel. El aire y el sol tampoco. La añoranza es más llevadera con el mar a mi lado y la brisa en mi cara. Seguramente volveré a recordarte el verano que viene. Seguramente. Salud.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Hoy

A ver si me explico. Que tiene su importancia. El día ha amanecido gris, frío y lluvioso. Ya casi de invierno aunque sin él. De esos que necesitas escribir algo porque el cuerpo te lo pide. Me refiero al corazón, la mano y el pensamiento. La pluma y el papel también porque ya forman parte de mí. Incluso llevan mi a-de-ene. Decía. Pijama y batín. Descalzo, como tiene que ser. Calcetines gruesos para no coger un resfriado con su pulmonía. Sentado en mi sufrida butaca de pereza. En este caso de desperezar. Con orejas, que hay que proteger las cervicales. El cuello es delicado contra un ataque repentino de somnolencia. No creo que sea el caso pero, prefiero prevenir. Un disimulado fuego en la chimenea con unos troncos que se queman a fuego lento. Delante de mí una mesa camilla redonda. Mis piernas escondidas debajo. Parece que no tenga piernas. Sobre la mesa camilla está mi pluma, papel, una taza de café descafeinado humeante con un terrón de azúcar disolviéndose en el fondo, una vela encendida aromatizada de cedro, unas revistas literarias y hojas sueltas de periódico de la sección de cultura. También el libro que ahora mismo estoy leyendo. En el aire se mueven difuminadas inquietudes culturales y literarias que trascienden la parte doméstica del salón con música evocadora de gratos recuerdos a cargo de Mari Trini con su vals de otoño -ahora mismo-.
Si ya estáis situados emprenderéis que con este decorado y en esta situación no puede haber entrada de blog que se resista. A mi izquierda un gran ventanal que se asoma al jardín. Unos árboles de hoja perenne que dan cobijo a algunos gorriones y otros de hoja caduca. Éstas últimas descansan reposadas en el suelo a modo de tapiz. A ratos unos rayos de sol tímido con ganas de calentar pero que le cuesta. La tierra está mojada de la persistente lluvia de la noche.
Antes que nada una última mirada al relato sobre los libreros de cabecera. El punto de encuentro entre el libro y el lector. Lugar de culto. Literatura en silencio reposando en estanterías. Fotografías de escritores en pose y la barbilla apoyada sobre una mano. Que las ideas pesan lo suyo. Una media sonrisa para cautivar al lector. Pues muy bien. Hago algunos retoques. Quito y pongo. Añado o elimino. Esas cosas que uno hace a menudo y que hoy quiero contar por aquello de aproximarse a esos viejos amigos que no conoces de nada pero que te leen. Tú mismo, por ejemplo. El aroma de cedro de la vela impregna el ambiente y el café hace lo propio. Es una pugna para ver quién puede más. Yo no digo nada y les dejo hacer. En esto de los aromas es mejor no meterse. Incluso mi perfume habitual también se mete en el ambiente. Pues eso.
El café se apura rápido y pronto te quedas con ganas de más. Debe ser así. Es el atractivo del café. Poquito pero intenso. Aprovecho para escribir el relato que estás leyendo y al que le he cambiado tres veces el título. Está corregido y a punto de darle a la tecla "publicar". El libro de ahora es "Claraboya" de José Saramago. Grande. Completo. Elegante. Trazos de autor consagrado en el primer libro. Extraordinaria belleza que no pasa inadvertida. Ideas que dan que pensar en otras ideas. Ideas que dan paso a otras ideas y que luego darán lugar a futuras entradas de blog.
Y como quién no quiere la cosa, el día transcurre en un pis-pas. Al atardecer toca paseo diario. Vestimenta para la ocasión. Abrigado. Sombrero y paraguas. Calles semidesnudas de gente. Ocaso del día. Luces de neón de escaparates que lucen perezosas por la hora que es. Conversar de personas con noticias de televisión y música de radio. Un poupurri de sensaciones y un aluvión de ideas que revolotean a mi alrededor y que intento retener hasta llegar a casa. La misma ruta de siempre con las rutas alternativas de siempre. Es mi espíritu aventurero. Llego a casa. Ducha y cena fugaz. Cuerpo descansado. Esto significa que antes lo he cansado y no sé de qué. Bombón de chocolate de caja etiqueta roja. Debe ser bueno porque el rojo es el color de los labios de una mujer. Bueno pues, "hoy" ha sido así. Ha sido lo que has leido. Mañana ya veremos. Salud.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Mi librero

Visito a mi librero de cabecera cada semana. Más o menos. Pido hora y me da cita. Algunos logros sociales que todavía no nos han quitado. La librería es bastante grande. Los libros están debidamente colocados y clasificados en sus estanterías. Un extraordinario trabajo que realiza en compañía de su hijo. Apasionado de las letras, también, y que quiere seguir la tradición familiar. Me parece elegante y eficaz la manera de catalogar y exponer los libros para la venta.
Mi librero me conoce desde que era pequeño. De cuando leía cuentos y tebeos. Son muchas horas. Conoce todo sobre mi vida literaria. Sabe qué autores me gustan y los que no. Cuales he leído o releído. Aquellos que no quiero leer porque escriben cosas que no me interesan. Conoce mis gustos literarios y me aconseja. Porque él es librero. Igual que fueron su padre y su abuelo y que será su hijo. Se conoce bien los autores y sus obras. De todas formas, antes de hablar, me deja que me pasee por entre las estanterías y coja algunos libros. Me deja que los toque. Los miro. Leo algunos párrafos. Nunca voy con prisa. A estos sitios se va con tiempo. Esto ya lo he comentado en otras ocasiones.
Llevo algún libro a una de las mesas que hay en la entrada. Mesas de forja y mármol redondas. Me sirve un café y se sienta a mi lado. Le comento cosas de las que he leído. Me explica cosas de los libros que he cogido y de sus autores. Siempre me sorprende. Hace tiempo que me ha prescrito lectura diaria y escritura en los momentos de inspirada lucidez. Ratos de pensar. La lectura, mayormente, de ensayo. Le hago caso porque es mi librero de cabecera y sabe de su profesión. A todo esto su hijo sigue manoseando libros cuidadosamente para colocarlos en los estantes o sobre las mesas expositoras. El tiempo pasa. Me siento cómodo hablando. Reconozco que salgo renovado. Hay más gente en la librería. Pero pasan inadvertidos. Cada uno a lo suyo. Hay pocas mesas y en un momento se han llenado.
Siempre he pensado y defendido la idea de la libre elección de librero de cabecera. Igual que haces con el médico. Que la salud mental es tan importante como la otra. Una librería en la que te sientas cómodo. Un librero que entienda de su oficio. Escucha. Habla. Asesora. Recomienda. Incluso prescribe. Me saca de apuros. Estas cosas entran dentro de lo que hemos bautizado como el estado del bienestar. Logros sociales a los que no tenemos que renunciar. Hay que luchar para mantenerlos. A pesar de Wert y de su 21% de IVA. Tengo derecho a tener mi librero de cabecera en una librería de mi barrio. Su filosofía de la vida literaria se basa en la idea de Umbral. Aquello de que la literatura va más allá de la propia palabra escrita. Motivos para vivir, leer y escribir. Para pensar. Para dormir sin tener que tomar pastillas que luego me producen resaca.
Me prescribe un libro. Llego a casa y empiezo a leer. No logro avanzar. Puro ensayo. A cada párrafo tengo que parar y pensar. Una joya de la literatura. Escribir conclusiones. No es que esté de acuerdo con todo lo que leo pero me da que pensar. Ideas al aire. Frases a medio terminar. Pinceladas sobre un pensamiento y, ahí queda. Sus finales no tienen porqué ser mis finales. Se lo comentaré a mi librero en la próxima visita de la semana que viene. Tengo momentos de aciertos y momentos de baches que supero. Sigo con la lectura con un pensamiento libre. Escribo sobre bases sólidas. Escritos de ficción. Escribo lo que realmente me gustaría que alguien hubiera escrito para mí. Mi librero me comenta. Uno lee para sí mismo pero escribe para los demás. Esto complica las cosas.
Hoy es un día especial para mi librero. Es el día de las librerías y tendrá abierto hasta tarde. La gente entra a mirar y a comentar mientras toma un café en compañía de otros que también les gusta leer. Se asesoran y compran. Hoy tiene un aprendiz de librero que le ayuda. Está espabilado el mozo. Se ha hecho tarde. Me llevo lo que mi librero de cabecera me ha recetado "La belleza convulsa" de Francisco Umbral. Salud.
 

martes, 11 de diciembre de 2012

Digo y no digo más.

El otro día intenté un experimento. Quise mezclar el agua con el fuego. El resultado fue nefasto. El agua se evaporó por el calor del fuego y éste último desapareció al entrar en contacto con el agua. Al final del experimento me quedé sin ninguno de los dos elementos. He concluido que hay experimentos que no se pueden hacer.
La naturaleza es la artífice del género humano. Dentro de éste existe la sabiduría que definiríamos como dejarse llevar por la razón y la necedad que vale tanto como dejarse llevar por las pasiones. En otro experimento podríamos intentar mezclar razón y necedad. Ocurriría como en el primero. Una cosa anularía la otra y nos quedaríamos sin ninguna de las dos que siempre será mejor que tener, por lo menos, sólo la segunda. ¿Puede un hombre sabio actuar sin razón? Se diría que sí siempre que renuncie a aquello que no domina porque lo desconoce. Entonces, si. O cuando abdica de sí mismo porque no tiene talento ni le acompaña el sentido común. La prudencia es fruto de la experiencia pero hay personas que nunca la consiguirán.
En el año mil quinientos once un importante filósofo y humanista, amén de muchas otras cosas, escribió: "Hay personajes opulentos y poderosos. Pero si les faltan los bienes del espíritu, y si nada sacia su codicia, entonces, son los más pobres. Y si además están dominados por una larga serie de vicios, entonces son unos esclavos miserables de sí mismos". Es como si el actor se quitara la máscara en plena función. Lo veríamos tal cual es y no a quién queremos ver o a quien tenemos que ver. Entonces surge una nueva situación. No es ninguna desgracia ser fiel a la propia capacidad que cada uno tiene dentro de la especie humana. No tenemos porqué lamentarnos de no poder volar como las aves ni nadar como los peces. La tontería resulta de querer hacerlo sin tener las capacidades adecuadas. Hay personas que sin tener aptitud para ciertas cosas se empeñan en querer hacerlas. El resultado no es bueno y se vuelve en contra de ellos mismos. Hay mortales que se esfuerzan en alcanzar la sabiduría al mismo ritmo que se alejan de la felicidad. Son estúpidos porque ignoran su condición de hombres y porque quieren emular a los dioses inmortales de las mitologías. 
No tengo ninguna seguridad de que estas personas sean tan dichosas y felices cómo quieren aparentar y hacernos creer. Nunca será así mientras se vean obligados a rodearse de aduladores en vez de amigos. Los primeros nunca les dirán la verdad y por tanto no se enteraran de nada. La gente no entiende de vulgares bobadas en manos de según quién. Abatir logros sociales los degenera y pierden adeptos porque también son abatidos desde el punto de mira del pueblo. Quizás alguien piense, de los que me conocéis, que estoy hablando en broma o de forma irónica. No me extraña, pero ya digo que no. Las personas a las que me refiero están satisfechos de sí mismas y se aplauden entre ellas. Necios son si piensan que los demás somos estúpidos. Tienen la seguridad de un cargo vitalicio y la convicción de que nunca se cuestionará su trabajo ni su sueldo como para que peligre. A lo mejor no es así y ha llegado el momento de pensar distinto. Estas personas seguramente debería someterse a otros dictados. De la voz del pueblo. De no tener plaza fija. De estar privatizados. Pensarían y actuarían distinto. No se puede hacer de un cargo una profesión y despreocuparse sin mas. Cualquier trabajo tiene que ser productivo y sometido a la transparencia.
Cuando la ironía es ingenua no hiere sino que provoca cosquillas. Este tipo de personas importantes están expuestas a las miradas de todos los que miden su integridad humana. Los vicios de otros hombres no son tan conocidos. Los suyos sí y en el mismo momento en que se apartan del camino de lo socialmente correcto y justo, su mal ejemplo se extiende como una plaga generando descontento. Ser persona importante no implica ignorancia sino cultura y libertad. Sobre todo responsabilidad. Termina el humanista "Para ellos la palabra trabajo carece de significado. Es una lástima porque son humanos".
Dicho todo lo cual y para quien sabe leer y entender la palabra escrita debe de haber quedado claro. Pienso que los cargos vitalicios o con mayorías se tendrían que acabar. Las personas elegidas por sufragio universal deben dar cuenta de sus actividades laborales y privadas porque son personas públicas. Repletas de vicios hasta el punto del bochorno. Digo y no digo mas. Si alguien no lo ha entendido se lo puedo traducir al latín que también lo sé. Salud.