viernes, 14 de diciembre de 2012

Hoy

A ver si me explico. Que tiene su importancia. El día ha amanecido gris, frío y lluvioso. Ya casi de invierno aunque sin él. De esos que necesitas escribir algo porque el cuerpo te lo pide. Me refiero al corazón, la mano y el pensamiento. La pluma y el papel también porque ya forman parte de mí. Incluso llevan mi a-de-ene. Decía. Pijama y batín. Descalzo, como tiene que ser. Calcetines gruesos para no coger un resfriado con su pulmonía. Sentado en mi sufrida butaca de pereza. En este caso de desperezar. Con orejas, que hay que proteger las cervicales. El cuello es delicado contra un ataque repentino de somnolencia. No creo que sea el caso pero, prefiero prevenir. Un disimulado fuego en la chimenea con unos troncos que se queman a fuego lento. Delante de mí una mesa camilla redonda. Mis piernas escondidas debajo. Parece que no tenga piernas. Sobre la mesa camilla está mi pluma, papel, una taza de café descafeinado humeante con un terrón de azúcar disolviéndose en el fondo, una vela encendida aromatizada de cedro, unas revistas literarias y hojas sueltas de periódico de la sección de cultura. También el libro que ahora mismo estoy leyendo. En el aire se mueven difuminadas inquietudes culturales y literarias que trascienden la parte doméstica del salón con música evocadora de gratos recuerdos a cargo de Mari Trini con su vals de otoño -ahora mismo-.
Si ya estáis situados emprenderéis que con este decorado y en esta situación no puede haber entrada de blog que se resista. A mi izquierda un gran ventanal que se asoma al jardín. Unos árboles de hoja perenne que dan cobijo a algunos gorriones y otros de hoja caduca. Éstas últimas descansan reposadas en el suelo a modo de tapiz. A ratos unos rayos de sol tímido con ganas de calentar pero que le cuesta. La tierra está mojada de la persistente lluvia de la noche.
Antes que nada una última mirada al relato sobre los libreros de cabecera. El punto de encuentro entre el libro y el lector. Lugar de culto. Literatura en silencio reposando en estanterías. Fotografías de escritores en pose y la barbilla apoyada sobre una mano. Que las ideas pesan lo suyo. Una media sonrisa para cautivar al lector. Pues muy bien. Hago algunos retoques. Quito y pongo. Añado o elimino. Esas cosas que uno hace a menudo y que hoy quiero contar por aquello de aproximarse a esos viejos amigos que no conoces de nada pero que te leen. Tú mismo, por ejemplo. El aroma de cedro de la vela impregna el ambiente y el café hace lo propio. Es una pugna para ver quién puede más. Yo no digo nada y les dejo hacer. En esto de los aromas es mejor no meterse. Incluso mi perfume habitual también se mete en el ambiente. Pues eso.
El café se apura rápido y pronto te quedas con ganas de más. Debe ser así. Es el atractivo del café. Poquito pero intenso. Aprovecho para escribir el relato que estás leyendo y al que le he cambiado tres veces el título. Está corregido y a punto de darle a la tecla "publicar". El libro de ahora es "Claraboya" de José Saramago. Grande. Completo. Elegante. Trazos de autor consagrado en el primer libro. Extraordinaria belleza que no pasa inadvertida. Ideas que dan que pensar en otras ideas. Ideas que dan paso a otras ideas y que luego darán lugar a futuras entradas de blog.
Y como quién no quiere la cosa, el día transcurre en un pis-pas. Al atardecer toca paseo diario. Vestimenta para la ocasión. Abrigado. Sombrero y paraguas. Calles semidesnudas de gente. Ocaso del día. Luces de neón de escaparates que lucen perezosas por la hora que es. Conversar de personas con noticias de televisión y música de radio. Un poupurri de sensaciones y un aluvión de ideas que revolotean a mi alrededor y que intento retener hasta llegar a casa. La misma ruta de siempre con las rutas alternativas de siempre. Es mi espíritu aventurero. Llego a casa. Ducha y cena fugaz. Cuerpo descansado. Esto significa que antes lo he cansado y no sé de qué. Bombón de chocolate de caja etiqueta roja. Debe ser bueno porque el rojo es el color de los labios de una mujer. Bueno pues, "hoy" ha sido así. Ha sido lo que has leido. Mañana ya veremos. Salud.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Mi librero

Visito a mi librero de cabecera cada semana. Más o menos. Pido hora y me da cita. Algunos logros sociales que todavía no nos han quitado. La librería es bastante grande. Los libros están debidamente colocados y clasificados en sus estanterías. Un extraordinario trabajo que realiza en compañía de su hijo. Apasionado de las letras, también, y que quiere seguir la tradición familiar. Me parece elegante y eficaz la manera de catalogar y exponer los libros para la venta.
Mi librero me conoce desde que era pequeño. De cuando leía cuentos y tebeos. Son muchas horas. Conoce todo sobre mi vida literaria. Sabe qué autores me gustan y los que no. Cuales he leído o releído. Aquellos que no quiero leer porque escriben cosas que no me interesan. Conoce mis gustos literarios y me aconseja. Porque él es librero. Igual que fueron su padre y su abuelo y que será su hijo. Se conoce bien los autores y sus obras. De todas formas, antes de hablar, me deja que me pasee por entre las estanterías y coja algunos libros. Me deja que los toque. Los miro. Leo algunos párrafos. Nunca voy con prisa. A estos sitios se va con tiempo. Esto ya lo he comentado en otras ocasiones.
Llevo algún libro a una de las mesas que hay en la entrada. Mesas de forja y mármol redondas. Me sirve un café y se sienta a mi lado. Le comento cosas de las que he leído. Me explica cosas de los libros que he cogido y de sus autores. Siempre me sorprende. Hace tiempo que me ha prescrito lectura diaria y escritura en los momentos de inspirada lucidez. Ratos de pensar. La lectura, mayormente, de ensayo. Le hago caso porque es mi librero de cabecera y sabe de su profesión. A todo esto su hijo sigue manoseando libros cuidadosamente para colocarlos en los estantes o sobre las mesas expositoras. El tiempo pasa. Me siento cómodo hablando. Reconozco que salgo renovado. Hay más gente en la librería. Pero pasan inadvertidos. Cada uno a lo suyo. Hay pocas mesas y en un momento se han llenado.
Siempre he pensado y defendido la idea de la libre elección de librero de cabecera. Igual que haces con el médico. Que la salud mental es tan importante como la otra. Una librería en la que te sientas cómodo. Un librero que entienda de su oficio. Escucha. Habla. Asesora. Recomienda. Incluso prescribe. Me saca de apuros. Estas cosas entran dentro de lo que hemos bautizado como el estado del bienestar. Logros sociales a los que no tenemos que renunciar. Hay que luchar para mantenerlos. A pesar de Wert y de su 21% de IVA. Tengo derecho a tener mi librero de cabecera en una librería de mi barrio. Su filosofía de la vida literaria se basa en la idea de Umbral. Aquello de que la literatura va más allá de la propia palabra escrita. Motivos para vivir, leer y escribir. Para pensar. Para dormir sin tener que tomar pastillas que luego me producen resaca.
Me prescribe un libro. Llego a casa y empiezo a leer. No logro avanzar. Puro ensayo. A cada párrafo tengo que parar y pensar. Una joya de la literatura. Escribir conclusiones. No es que esté de acuerdo con todo lo que leo pero me da que pensar. Ideas al aire. Frases a medio terminar. Pinceladas sobre un pensamiento y, ahí queda. Sus finales no tienen porqué ser mis finales. Se lo comentaré a mi librero en la próxima visita de la semana que viene. Tengo momentos de aciertos y momentos de baches que supero. Sigo con la lectura con un pensamiento libre. Escribo sobre bases sólidas. Escritos de ficción. Escribo lo que realmente me gustaría que alguien hubiera escrito para mí. Mi librero me comenta. Uno lee para sí mismo pero escribe para los demás. Esto complica las cosas.
Hoy es un día especial para mi librero. Es el día de las librerías y tendrá abierto hasta tarde. La gente entra a mirar y a comentar mientras toma un café en compañía de otros que también les gusta leer. Se asesoran y compran. Hoy tiene un aprendiz de librero que le ayuda. Está espabilado el mozo. Se ha hecho tarde. Me llevo lo que mi librero de cabecera me ha recetado "La belleza convulsa" de Francisco Umbral. Salud.
 

martes, 11 de diciembre de 2012

Digo y no digo más.

El otro día intenté un experimento. Quise mezclar el agua con el fuego. El resultado fue nefasto. El agua se evaporó por el calor del fuego y éste último desapareció al entrar en contacto con el agua. Al final del experimento me quedé sin ninguno de los dos elementos. He concluido que hay experimentos que no se pueden hacer.
La naturaleza es la artífice del género humano. Dentro de éste existe la sabiduría que definiríamos como dejarse llevar por la razón y la necedad que vale tanto como dejarse llevar por las pasiones. En otro experimento podríamos intentar mezclar razón y necedad. Ocurriría como en el primero. Una cosa anularía la otra y nos quedaríamos sin ninguna de las dos que siempre será mejor que tener, por lo menos, sólo la segunda. ¿Puede un hombre sabio actuar sin razón? Se diría que sí siempre que renuncie a aquello que no domina porque lo desconoce. Entonces, si. O cuando abdica de sí mismo porque no tiene talento ni le acompaña el sentido común. La prudencia es fruto de la experiencia pero hay personas que nunca la consiguirán.
En el año mil quinientos once un importante filósofo y humanista, amén de muchas otras cosas, escribió: "Hay personajes opulentos y poderosos. Pero si les faltan los bienes del espíritu, y si nada sacia su codicia, entonces, son los más pobres. Y si además están dominados por una larga serie de vicios, entonces son unos esclavos miserables de sí mismos". Es como si el actor se quitara la máscara en plena función. Lo veríamos tal cual es y no a quién queremos ver o a quien tenemos que ver. Entonces surge una nueva situación. No es ninguna desgracia ser fiel a la propia capacidad que cada uno tiene dentro de la especie humana. No tenemos porqué lamentarnos de no poder volar como las aves ni nadar como los peces. La tontería resulta de querer hacerlo sin tener las capacidades adecuadas. Hay personas que sin tener aptitud para ciertas cosas se empeñan en querer hacerlas. El resultado no es bueno y se vuelve en contra de ellos mismos. Hay mortales que se esfuerzan en alcanzar la sabiduría al mismo ritmo que se alejan de la felicidad. Son estúpidos porque ignoran su condición de hombres y porque quieren emular a los dioses inmortales de las mitologías. 
No tengo ninguna seguridad de que estas personas sean tan dichosas y felices cómo quieren aparentar y hacernos creer. Nunca será así mientras se vean obligados a rodearse de aduladores en vez de amigos. Los primeros nunca les dirán la verdad y por tanto no se enteraran de nada. La gente no entiende de vulgares bobadas en manos de según quién. Abatir logros sociales los degenera y pierden adeptos porque también son abatidos desde el punto de mira del pueblo. Quizás alguien piense, de los que me conocéis, que estoy hablando en broma o de forma irónica. No me extraña, pero ya digo que no. Las personas a las que me refiero están satisfechos de sí mismas y se aplauden entre ellas. Necios son si piensan que los demás somos estúpidos. Tienen la seguridad de un cargo vitalicio y la convicción de que nunca se cuestionará su trabajo ni su sueldo como para que peligre. A lo mejor no es así y ha llegado el momento de pensar distinto. Estas personas seguramente debería someterse a otros dictados. De la voz del pueblo. De no tener plaza fija. De estar privatizados. Pensarían y actuarían distinto. No se puede hacer de un cargo una profesión y despreocuparse sin mas. Cualquier trabajo tiene que ser productivo y sometido a la transparencia.
Cuando la ironía es ingenua no hiere sino que provoca cosquillas. Este tipo de personas importantes están expuestas a las miradas de todos los que miden su integridad humana. Los vicios de otros hombres no son tan conocidos. Los suyos sí y en el mismo momento en que se apartan del camino de lo socialmente correcto y justo, su mal ejemplo se extiende como una plaga generando descontento. Ser persona importante no implica ignorancia sino cultura y libertad. Sobre todo responsabilidad. Termina el humanista "Para ellos la palabra trabajo carece de significado. Es una lástima porque son humanos".
Dicho todo lo cual y para quien sabe leer y entender la palabra escrita debe de haber quedado claro. Pienso que los cargos vitalicios o con mayorías se tendrían que acabar. Las personas elegidas por sufragio universal deben dar cuenta de sus actividades laborales y privadas porque son personas públicas. Repletas de vicios hasta el punto del bochorno. Digo y no digo mas. Si alguien no lo ha entendido se lo puedo traducir al latín que también lo sé. Salud.

sábado, 8 de diciembre de 2012

Sueños

Durmieron en el bosque. Al abrigo de los árboles y al amparo de la oscuridad. En la intimidad del silencio. En la compañía de las hojas caídas. Sobre ellas. No estaban solos. Estaba el aire, la noche, la vida, el silencio y los sueños que también duermen en el bosque. Se levantaron bien de mañana para contemplar el amanecer y la salida del sol de detrás del horizonte. De dentro del mar. Porque el sol duerme dentro del mar. Eran dos cuerpos fundidos en uno para amarse en la proximidad. Sentados y apoyados en el tronco de una encina milenaria. Pronto aparecerán el horizonte y el mar que ha borrado la oscuridad.
Del fuego del deseo encendido en la noche sólo quedaban cenizas y un pequeño hilo humeante de pasión que se disipaba al subir y entrelazarse entre las ramas. Una luz tenue les devolvió el horizonte y el mar. Un azulado firmamento repleto de estrellas que iban enmudeciendo para dar paso a este amanecer que precede la salida del sol. Así fue. Éste apareció del agua. Majestuoso e impresionante. El mar quedó plateado por la fascinación. Con los primeros rayos del sol las gotas de escarcha que descansan sobre las hojas empezaron a brillar como diamantes. La sencillez de un momento destinado a hacerse eterno. Momento romántico de gratitud.
Sus miradas se cruzaron repetidamente. No se rehuían. Se buscaban. Se encontraban. Se mantenían en el tiempo mientras el sol seguía amaneciendo lentamente. Todo el bosque había vuelto a la vida y estaba pendiente de tal acontecimiento. Sus miradas transmitían deseos y ganas. No hace falta la noche para volver a encender el fuego de la pasión. Faltaban las palabras y recurrían a las miradas, a las caricias, a los gestos. Silencios comprometidos. Silencios que tanto hablan y tanto dicen. Cada uno seguía su ritual para agradar. Bastó una mirada silenciada para demostrarse amor. Mirada sublime de sueño real.
El sol no era ajeno y amanecía más lento de lo habitual. El tiempo se alargó y duró un poco más de lo normal. Era todo especial. Miradas de deseo cargadas de nerviosismo. El sol terminó de salir del agua para completar el amanecer. Con todo esto la piel estaba más sensible y también el corazón que latía rápido. Después de separar sus labios pudo hablar. Le dijo que había intentado penetrar en sus sueños y formar parte de ellos. Pero no lo consiguió. Soñó con ella en un sueño paralelo. Él tuvo la curiosidad de saber si los sueños de ella habían sido en color o en blanco y negro. Han sido en color. En todos los colores. Y en relieve -añadió-. Incluso he sudado mientras soñaba. Nada de colores planos y abstractos. De formas reales, coloreados y temperatura exagerada. Ha sido bonito y esta noche lo volveremos a repetir. Fantasías respetuosas y delicadas. Sensibles. Sueños de enamorados. Réplicas de la realidad. Relatos imaginativos que la naturaleza proyecta en las personas de vez en cuando.
El sol ya en lo alto y ellos sin moverse. El aire movía las ramas y la luz movía las sombras. Tiempo sin puertas ni ventanas. Tiempo compartido. Un bosque encantado en apariencia. Las ideas eran libres de moverse y de ser compartidas. Igual que los sueños. Que el tiempo. Que el sol. Que el aire. Que los sentimientos. El tiempo pasaba quieto sin hacer ruido con sus pasos. Un día mudo como tantos otros de esos que sólo existen para los enamorados. Porque antes han atado el ruido y han dejado libre al silencio. Miradas penetrantes que permiten leer en el brillo de sus ojos. En sus retinas sólo había versos de esos de enamorar.
Le pregunta ella si se querrán toda la vida. Él no sabe contestar. Te quiero convencido, dijo. Las dudas para otro momento. Lloró ella. Lágrimas de alegría que suplían las palabras. Hay momentos en los que uno se expresa mejor así. Salud.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Mercado

Es domingo. Con las primeras luces del día pero todavía sin amanecer empieza un impresionante bullicio en la Plaza Mayor de la villa y en otras calles aledañas. Es día de mercado. El mercado de las letras. Tenderetes, carromatos -que también son vivienda-, mesas con toldos de telas. Gente en los soportales con escribanías portátiles de madera. Papeles, tinta, plumas, plumines y lacra. Gentío y ajetreo para preparar el mercado más importante del mundo de las letras. Preparando mercancías para la compra y venta. Poetas, artesanos de la escritura, bachilleres, escribanos y mercaderes de todo tipo. Lugareños y foráneos empiezan a llenar la plaza y calles próximas.
Gente analfabeta en busca de lectores que les digan lo que está escrito en sus cartas porque ellos no saben. Apostados en los soportales. Sentados en los bancos de piedra y madera. Leen y releen estas cartas que tanto significan. El dueño las memoriza y piensa. Luego más tarde volverán para decirle a un escribano que plasme por escrito la contestación. Otros ya saben lo que quieren y vienen en busca del bachiller de confianza para que les ayude a redactar la carta. A veces un poeta que les venda unos versos ya escritos para enamorar a su dama. Necesitan que alguien conteste estas cartas. Con escritura bella. Es un mercado peculiar. Vienen escritores y poetas de otros pueblos. Escribanos de renombre. Mercaderes de palabras. Es el mercado de las letras.
Hay gran actividad en los tenderetes. Compran y venden letras. Intercambian palabras. Buscan significados. Palabras con sentido y otras de relleno que son más baratas. Los mercaderes están especializados. Vocales, consonantes, signos ortográficos, pausas, preposiciones, artículos y adverbios. Todo se compra y se vende en este mercado. O se intercambia. Un cura instruido busca unas palabras en latín para confeccionar unas oraciones para la patrona del pueblo. Es complicado pero las encontrará. Es cuestión de paciencia. Un alcalde en busca de un discurso. También hay librerías en las que se pueden comprar manuscritos de obras de caza, de religión y de versos de amor.
Durante toda la semana ha ido llegando gente instruida en espera del domingo. También en las tabernas hay escribanos y poetas que escriben cartas para enamorar a bellas damas. Se pagan bien y además el cliente paga el vino inspirador. Las palabras que se escriban tienen que tener un significado claro. No caben ambigüedades ni malos entendidos cuando concursas por una dama. Algunos se juegan estrenar una obra de teatro, que no es cosa menor. Pagarán lo que sea para terminar sus obras. Hay escasez de algunas letras. Estas se pagan caro.
Hay una oferta alternativa en las entradas a los mesones. Poetas principiantes que recitan sus versos y que reciben monedas por ello. Alguno tendrá suerte y venderá sus poesías a algún adinerado que regalará a su mujer para contentarla. Algunos poemas se aprecian mejor que una joya. Otros escritores jubilados se entretienen y entretienen a los niños recitando cuentos de aventuras. Incluso hay juegos malabares y hombres que escupen fuego. Todas las letras y palabras que se compren o vendan tienen la misma finalidad. Entrar en un contexto que quedará atrapado en una hoja de papel. Encerradas en un libro para ser más o menos leídas. Lectores compulsivos que compran suficiente para tener qué leer hasta el próximo mercado del mes que viene. Palabras extrañas, alegres, tristes, sencillas, rimbombantes, realistas, fictícias, bonitas, ocurrentes, desesperadas...De todo un poco. Pero no todas serán vendidas o intercambiadas. Es duro el oficio de letra y palabra. Siempre a merced del capricho del escritor y de su pluma.
Un día al mes es suficiente. Tiene gran acogida el mercado de las letras. Le temen a la lluvia cuando moja el género y lo diluye. Y al viento que se las lleva. Hay obras que terminan en un museo. Otras representadas sobre un escenario. Las que más, dichas en el altar de una iglesia. También sobre la mesa de algún lector que sabe apreciarlas. Hoy es el último día y voy buscando la palabra "Salud" para poder terminar esta entrada. Me la ha regalado un mercader enfermo porque ya no la necesita. Sin duda alguna pues...termino el relato. Salud.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Confidencias

Tiempo de frío.
De otoño y de inverno.
Intimidad de hogar.
En mi butaca de leer.
Confidencias de libro.
Que matan la soledad.
Placer saturado.
De tardes de libro.
Viciados de literatura.
De versos y de poesía.
La hoja de otoño,
todavía es el punto.
Quiero ser protagonista,
o autor del libro.

Pensando metáforas.
Bosques dormidos.
Insectos desaparecidos.
Sol débil de frío.
Paisaje descolorido.
El silencio de la nieve.
El ruído de la lluvia.
Momentos poéticos.
Sueños al natural.
 
Días para vivir.
Horas para dormir.
Tiempo para descansar.
Momentos para disfrutar.
 
Libros para leer.
Hojas para escribir.
 
 El vino en la bota.
Envejece y muere.
Que muera en mi cuerpo.
Con todo su aroma.
 
Chimenea encendída.
Tiempo de estar juntos.
Tiempo de compañía.
Intensidad de relación.
Relación de intimidad.
 Mientras llega el frío.
El frío del invierno.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Diego

Tengo un amigo que es argentino. Lo digo tal cual porque es así. Además hace ya muchos años. Es fácil ser su amigo y más si le dejas hablar. Habla mucho. No para. Es una persona cercana que transmite confianza. Se hace querer. Es un buenazo y no se molesta por nada. Vino a España hace algunos años con otros tantos amigos de la infancia. En Argentina no había nada que hacer, ¿sabés? Aquí recién he tenido oportunidades y las he aprovechado.
Es inteligente y un bien cultural inmaterial. Lo suyo no es genético. Se lo ha currado. Viene de familia muy pobre pero es consciente -y así lo cuenta- que su familia (su abuelo primero y después su padre) tenían el trabajo más alto de su pueblo natal. Un pueblo pequeño a algunos cientos de kilómetros de Buenos Aires. ¿Y qué es eso de tener el trabajo más alto del pueblo? Eeete, muy sencillo amigo Toni. Eran campaneros. ¿Campaneros? ¡Sí! Tocaban las campanas de la iglesia del pueblo. Algunas veces al día y muchas más al año. ¿Vos sabés? Tenían que subir a lo más alto del pueblo que es el campanario de la iglesia. Era todo un arte. Jugar con varias campanas para comunicarse con la gente. Existía una combinación para cada situación. Podrías haber seguido la tradición y perpetuarla en tu familia. No. No tenía futuro. Vos tampoco lo hubieras hecho. Además es una posibilidad que no cabe en mi entendimiento. Recibió una buena educación. Aquella que consiste en proporcionarle a uno recursos para desarrollar habilidades y crecer sin rigideces hasta llegar a pensar por uno mismo. Es original hasta en lo cotidiano. Lo esencial es todo.
Ahora se dedica a trabajar lo mejor que sabe y puede y a robar. Lo dice sin ningún pudor ni remordimiento. Soy un ladrón serio. Sólo le robo a quien quiere y a sabiendas. Esto es nuevo para mi y me resulta difícil de entender. Pues es fácil. Me dedico a la construcción aunque eso es circunstancial. Tu me pides algo y yo te hago un presupuesto de lo que te va a costar. Las cartas boca arriba. Sin trampas. Del presupuesto, un treinta por ciento cubre gastos y el setenta por cien restante es lo que te robo. Pero tu tienes el presupuesto y eres libre de desecharlo. Incluso puedes compararlo con otros. Regatearme una u otra cosa e incluso el IVA. Si al final me lo aceptas yo te robo porque tu me autorizas. Firmas el consentimiento en el mismísimo presupuesto. Soy honrado incluso robando. Jo no soy el único -comenta-. Vos pagás el litro de gasolina a un euro y pico y vos sabés que setenta céntimos son impuestos. Pero vos va en coche sabiendo que el estado te roba. Con el resto de los impuestos igual. Pues será. Mirá el panorama político. Corrupción por todas partes pero, ellos no avisan.
Ser pobre no implica ser ignorante. Ser inmigrante no implica ser tonto. Es feliz así. Además el cliente no le percibe como un ladrón sino como un trabajador serio y honrado. ¿Y sabés porqué? Porque robo menos que otros. No tiene el trabajo más alto como sus antepasados ni el sueldo más alto. Yo llego a fin de mes y me da para más porque se administrar. Sus necesidades están cubiertas y todo lo que roba está escrito, aceptado, firmado y sellado. Sin trampas. ¿Os quedó claro? Es una forma particular de ver las cosas y de vivir la vida. Así lo entiende y así lo dice. Es mi amigo argentino. El que gusta de hablar de negocios y de robar honradamente. Con papeles firmados que le autorizan. Ni siquiera defrauda a la hacienda pública. En sus contratos no hay letra pequeña. Lo único que hay que hacer es anotar un margen elevado de beneficios. Mi amigo argentino se llama Diego. Salud.

martes, 27 de noviembre de 2012

Sebas y Cicerón

Mi contertulio de esta mañana es una persona madura, pausada y con un oficio envidiable. Se gana la vida leyendo mucho. Luego de leer escribe crítica literaria. Sí pero, esto implica una vida casi sedentaria y unos cuantos achuchones que tiene que cuidar. El médico  ha tenido a bien enumerarlos y asustarlo. El café corto y descafeinado. Sacarina, media ensaimada y un montón de pastillas de distintos tamaños y colores. Los años no padecen del olvido y ahora se lo recuerdan. Se cuida porque le tiene apego a la vida, a sus amigos y a su rutina. Incluso al trabajo y al ocio. Cuando terminemos se irá a caminar una hora. Callejear sin rumbo. Qué más da. Es sólo una hora que el médico también le ha recetado. Viene acompañado de Cicerón. Es un perro pastor. Estatura media de perro. También tiene un andar pausado y un carácter tranquilo. Su única preocupación es cuidar  y lo hace bien. No toma pastillas pero también anda una hora cada día aunque su veterinario no se lo ha recetado. Es así. Se cuidan el uno al otro y se hacen compañía. Es lo que toca. Esos día de otoño son largos. Como todos los días del año, pero con muchos momentos de penumbra. Amanece tarde y anochece pronto. Él lee sin parar y luego escribe su crítica literaria. Cicerón anda ocioso por la casa y se acomoda a los pies de mi amigo contertulio. Por cierto que mi amigo se llama Sebas. Muchas mañanas compartimos desayuno y tertulia. Siempre hablamos de literatura porque es su oficio y mi pasión. El resto de temas de actualidad no se tocan porque carecen de interés. Por lo menos a nosotros no nos importan. Tampoco lee biografías, política, religión, economía y fantasmadas varias. Me dice que esto no es literatura. Son libros escritos con la intención de adoctrinar o influir en mentes poco hechas.
Se explaya conmigo. Vive con su madre. Señora mayor de salud envidiable y que se dedica a labores del hogar. Con ella no habla de su trabajo ni de literatura. A mi me da poco margen. No para. Es orador nato y convincente. Cicerón descansa a los pies cuando escucha su voz. Le da la mitad de la ensaimada porque no está a régimen. Bien que le gusta. Es un consentido. Es su perro. Es su mejor amigo, pues. El que le hace compañía. El que anda una hora cada día porque no consentiría que Sebas caminara solo. Le acaricio la cara y él me lame la mano. Es un perro agradecido.
Anda metido en la lectura de un drama ambientado en la post guerra civil española. Una comunidad de vecinos y sus familias. Vencedores y vencidos. Rencores y apariencias. Engreídos y agradecidos. Es la herencia de una guerra. Pobres. Pobreza material y de espíritu. Sin trabajo y sin poder mendigar. Al lado de la comunidad hay un bar. Coinciden y aparentan llevarse bien. No quieren más castigos de la vida. Estar porque sí. Porque no hay otra cosa. Demostrar una habilidad especial para hacer durar un café varias horas. Hablar por hablar. Un criticar disimulado y en voz baja. Personas abatidas, grises, descoloridas. No tienen estado de ánimo porque también lo perdieron en la guerra. La sonrisa y las ganas de lo que sea. Su trabajo diario es sobrevivir. Complicado en estas situaciones. Es lo que lee Sebas. La historia de un pasado imperfecto y reciente que supura por las muchas heridas que tiene.
Me cuenta Sebas que el escritor es el responsable del color que tienen las letras. De la conciencia de la palabra. Del sentimiento de una frase. De la ética del párrafo. Del propósito del relato. De su moral y su sensatez. Las palabras deben tener pocos instintos y mucha razón. El libro tiene que poder ser debatido con lógica y significación de conjunto. Se ha escrito que el tirano se propuso ser el último hombre. El superviviente al final de todo. Por eso fué tirano. Su historia está escrita y encerrada en las páginas del libro. Antes de escribir la crítica explora la conciencia de los personajes. Mide mucho sus palabras conocedor de la influencia que pueden tener en el potencial lector.
Me convence de que su trabajo es complicado. Le digo que quiero relajar el ambiente y leo unas líneas sobre un sueño. Lo ha escrito @pjdar. "Nada más cerrar mis ojos...mi mundo de fantasía se inició caminando por una senda en busca de un instante de emoción. Aquella piedra en el camino y la intensa niebla me hizo reaccionar. Estuve a punto de caer...pero una imagen salida de la sombra me sostuvo entre sus brazos. Un fuerte viento disipó la niebla. Eras tú y mi corazón latió con fuerza". Le gustó mucho a Sebas y lo anotó. Sensible. Transparente.
La palabra tiene la responsabilidad del significado. El escritor tiene la responsabilidad de poner la palabra adecuada. Es un trabajo laborioso escribir. Medio abstracto pero con los detalles a la vista. Se levanta y empieza su hora de andar por el pueblo. Cicerón a su lado. Después se sentará y escribirá la crítica literaria. Salud.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Hoja caída en otoño

Otoño en su esplendor.
Frío arcoiris rojizo.
Buen día para caer.
Queda una hoja.
Quiere caerse del árbol.
Del que la ha visto nacer.

Sobre la mesa del poeta.
Todo el verano esperando.
Todos los días leyendo.
Se enamora de las letras.
Y del aroma del café.
De los versos del poeta.
De la hoja de papel.

Aguanta la respiración.
Del aire se deja llevar.
Sobre los versos y el papel.
Entre versos se ha posado.
Se fija el poeta.
Sobre su piel escribe.
Poemas de amor.
Para que no tenga frío.
Para que no pierda el color.
 
Fue a morir entre versos.
Y aroma de café.
Que bello final.
Contraste de colores.
Contraste de emociones.

Lo mejor que pudo hacer.
 Caricias piel con piel.
Sobre los versos del poeta.
Le cautivaron las letras.
Y empezó a leer.

El otoño llega a su fin. 
Emociones a flor de piel.
El contacto con las letras.
Y el aroma del café.
La hizo estremecer.
 


martes, 20 de noviembre de 2012

Desayuno con letras

Esta mañana -café en mano- he visto la mesa de escribir. Llena de letras, palabras, ideas, espacios, signos, sentimientos, miradas del papel en blanco y de la pluma y todas esas cosas que suelen abundar en una mesa de escribir. Mi mesa está desordenadamente ordenada. Trozos, situaciones y momentos de mi vida y la de otros. Todo un mundo en mi mesa que espera impaciente para que lo describa ordenadamente. Un universo literario en su camerino en espera de que le llegue el momento. Fuera, una lluvia insistente con ganas de penetrar en la tierra y un aire con ganas de mover las hojas en remolinos. Lo consiguen. Cielo encapotado color gris metalizado. Nubes oscuras ociosas pasando calmadas sin rumbo y otras haciendo una pausa en su camino sudando gotas de agua. Entre ellas, algún tímido rayo de sol se cuela despistado y se proyecta en mi mesa de escribir. Si va con segundas lo ha conseguido. He visto el desorden. Pero sé todo lo que hay y dónde está. Pues vale.
Estoy vestido de pereza y sin saber muy bien por dónde empezar. En el fondo queda bonito un caos sobre una mesa de escribir. Termino el café mientras observo las mil historias que hay y que debo ordenar para que puedan ser leídas. La hoja en blanco me sigue mirando de forma atenta. Y la pluma que ya se impacienta. Ansiosa y con ganas de empezar. Ahora hay que ponerle imaginación a todo esto. Lo hago. Escribo. Dejo reposar. Corrijo lo que escribí. Publico la entrada en el blog.
Emociona definir y conectar los momentos. Historia real dentro de la ficción. Creíble y poética. Estética. Predisposición previa y concentración. Pijama, zapatillas, batín, café, pluma, papel y actitud. Así se hacen las cosas que yo hago. Cada cual tendrá su ritual. Mi universo y mis historias tienen momentos inquietantes y otros carentes de interés que los tendré que hacer interesantes. Resaltar rasgos. Aclarar sucesos. Pintar un fondo. Introducir detalles. Romper silencios. Callar asuntos. Y otras pequeñeces que componen el relato. La historia, al final, terminará siendo escrita sentado en la mesa de un bar entorno a un café. Es el momento de los últimos retoques y pinceladas.
En el bar se escuchan susurros de personas en su fase lúcida del día. La tertulia. Otros ruidos indescifrables. Bustos parlantes en la tele a los que no pongo atención. Música callada de una emisora de radio que se entremezcla con los demás sonidos. Situación inspiradora de creación artística. Momento mágico en que los sentidos captan sonidos confusos. No hace falta más. Bien de mañana es suficiente. Cada uno a lo suyo y todos a lo de siempre. Temas de a diario y temas de temporada. Todo en su conjunto me sirve para crear el ambiente propicio para la escritura. Alguna risotada o palabra más alta hace que pare de escribir y mire al horizonte de la cafetería para, luego, seguir de inmediato. Es la vida cuando empieza el día. Incluso antes de amanecer. Es el momento multicultural de cada día y de cada persona. Sin todo esto, no habría ambiente y no podría escribir.
Cada momento sigue a otro momento. Afanarse por vivirlo intensamente porque sólo es un momento. La vida es la suma de ellos. Situaciones con afinidades poéticas. Hoy toca un clásico con una línea de pensamiento meditativo y reflexivo. Toca leer, pensar y sacar conclusiones. Luego, escribir. Al final son todo hechos cotidianos expresados de forma natural y casi familiar. Lenguaje social cercano. Que se comprenda. Que guste. Una escritura que explique la orfandad de muchas cosas perdidas entre recortes. Correspondencia literaria con la vida. Un reto apasionante que me permite sortear el estrés diario. Por eso hay que empezar bien el día. Cada mañana empieza la vida. La importancia de inmortalizar este momento en un relato. Gorriones y palomas que bajan hasta las mesas y se alimentan de pequeños trozos de comida que buscan entre las mesas y entre la gente. Gran contenido tienen estos momentos. Muchas cosas que alguna mañana no caben en el momento café con leche y ensaimada. Los pulmones se llenan de aire y la mente de ideas. El corazón las etiqueta. Conclusiones positivas.
Las palabras están inmóviles. Quietas en la hoja cuando han sido escritas. Ni siquiera el viento se atreve a moverlas. Sólo la lluvia sobre el papel es capaz de diluirlas y borrarlas. No me fío pues de la lluvia para estas cosas. El viento mueve las hojas y seca las palabras. Cada palabra con su significado según dónde esté escrita. Bien lo sabe el escritor que se esmera en ponerlas. El amor es tema. El que corre por las venas y el que se encierra en el corazón. El que habita en la mente y en el alma. El que se proyecta con los sentidos y se siente con los sentidos. A veces el vértigo de lo que escribo agita mi estado de ánimo. Procuro estarme quieto y el vértigo desaparece. Es la hora del desayuno. De empezar la vida de este día. Filosofar la vida. Queda atrás la soledad de la noche y su compañía. El bullicio de la mañana. Antes de que amanezca. Mientras escribo esta entrada. Salud.