Quienes conocieron a Ricardo Piglia hablan de él. Todo son alabanzas. Como si ya estuviera muerto y necesitara un homenaje. Pero sólo está ausente. Con algún problema de salud que no afecta a su inteligencia.
El autor escribe. El editor edita. El librero vende y el lector lee. Entre todos está el agente literario que gestiona la obra del escritor y parte de su agenda. El de Piglia está y habla. Esto toca en las Converses Literàries a Formentor. Paro antes de llegar paro el coche y miro el mar bien de mañana. Y el cielo medio tapado. Las olas siempre llegan a la orilla.
El mar también trae susurros que a ver si serán verdad. Algunas higueras, entre pinos y matorrales, van perdiendo las hojas porque ya dije que estábamos en otoño. Ahora tocan castañas. Piglia no quiere escribir según le dicte su editor. Escribe según le vengan las ganas y la necesidad. Ahora, medio impedido, tiene más tiempo. Y corregir.
Dicen que está informado de todo. Le mandarán el premio y un resumen de lo acontecido. Le dirán que el aire venía del mediterráneo y era de fiar. Hemos gestionado bien el tiempo porque no nos ha faltado. Hoy he dejado el cansancio en casa. Sólo me lo pongo para dormir.
He llegado con la radio de la música. No pongo la de las noticias porque es complicado de llegar a Formentor tan de buena mañana. Un madrugón porque hay gente que necesita la carretera para montar en bicicleta. No sé para qué puñetas hicimos el Palma Arena con mangoneo incluido.
El salón Orfeo está lleno y callado. Escuchamos la maldad en la literatura. Hay malos para todos los gustos. Autores con maldad y protagonistas de libros que hacen el mal. Con tanta maldad literaria el aire queda viciado de letras. Hasta que llega la oscuridad del anochecer. Esas Converses son una especie de monstruo de muchas cabezas. Perfidia. Espanto. Crueldad. Infamia. Desprecio. Las maldades son muchas.
El poeta insiste en que en un mes las tumbas lucirán flores y el cementerio será camposanto por unos días. El anochecer es pura sabiduría porque tiene experiencia del día. El amanecer, en cambio, es un estrenarse constante. El día ha pasado rápido o ha sido breve. No sabría matizar. Ficción y realidad académica. Poca naturalidad o improvisación.
Realidades extravagantes sobre autores y actores. Que la maldad parece no tener límites. No se puede hablar de sueños. Son para los que duermen o escriben cosas románticas. Que bien suena el órgano del pueblo. Lo sé porque se oye desde fuera.
Protagonistas locos, extravagantes y estrafalarios. Como algún autor que se cita. Perdidos de la vida. Sin sentimentalismos que no hay que influir al lector. Uno no deja claro si empezó a escribir para hacerse escritor o se hizo escritor y empezó a escribir. Pero es igual para el caso.
En Formentor todos estamos bajo sospecha porque todos parecemos malos. No se habla de otra cosa esos días. Queda claro que no se escribe sobre lo que ocurre sino sobre la memoria y los recuerdos de lo que ha pasado. Finalizamos con un cóctel infinito de exquisiteces y en compañía de la gente de letras que en el fondo es buena gente. Salud.