jueves, 17 de febrero de 2011

Cuentista

Leo una crítica sobre un genio de la literatura. Dicen de él que domina la literatura y hace magia con ella. Es bonito este piropo y es verdad. Es provocador en su ensayo porque te hace pensar sobre cualquier cosa de la que escriba. Narrativa, novela, ensayo, columnista y demás géneros. El se define como un cuentista de la vida. Prefiere ser un artista de las letras que tener la responsabilidad de mantener la etiqueta de intelectual. Son palabras mayores para él. Pero lo es. El éxito radica en la veracidad de lo que escribe. Ha estado unos años viajando, pateando pueblos, calles y plazas y conviviendo con la gente. Tomaba notas de esas personas sabias pero sin títulos académicos que luchan por sobrevivir. Habla con ellos y recoge vivencias que plasma en el papel. Esquemas sin más que luego dará forma en su estudio de trabajar. Come cuando tiene hambre y oportunidad. Duerme cuando tiene sueño y lugar donde acostarse. Leerle ahora no tiene desperdicio.
Su estilo particular de escribir y de inspirarse ha puesto de moda el género histórico reciclado a novela. Plasma en sus libros lo que la gente le cuenta. Es pura historia. Esta historia que sólo conocen los lugareños y que desconoce el resto de la humanidad. Él moldea estas histórias y las convierte en novelas de éxito, incluso con premio. Es un hombre culto y un intelectual reconocido, pero él no quiere serlo. Huye de estos términos porque implican promocionarse en muchas cosas. Incluso en política. Opinar de muchas cosas a sabiendas de que todo el mundo estará pendiente de lo que dirás y cómo lo dirás. Esta es una responsabilidad que no le da la gana asumir y por tanto -como ya he mencionado- se define un cuentista o un artista. Cuenta cuentos y de forma ejemplar. Es así y no es el único.
Hoy, no se porque, ser artista lleva implícito ser intelectual. Nada más lejos de la realidad. Algún caso y poco más. Y al etiquetarse de intelectual hay que chupar cámara y decir cosas en forma de opinión. Ser embajador de algo de la ONU. Estar al lado de los oprimidos, de los que sufren, los necesitados y hacerse socio de la SGAE para chupar del bote con la excusa de que eres propietario intelectual de algo. En realidad, algunos de estos pseudointelectuales postmodernos sólo saben crear basura. Pero tienen el carné de la SGAE y esto da poder. Tanto como el que tiene la iglesia o más. Que ya es decir.
A estos últimos no los compra nadie porque no los lee nadie. Ni los piratean. Es difícil engañar a un buen lector. Me quedo con los primeros. Los que verdaderamente tienen histórias que contar y lo hacen con maestría, inteligencia, madurez, lucidez y polémica. Horas de lectura. Horas de escritura y horas de contrastar lo visto, oído y aprendido con el resto de los mortales. Luego de esto y desde la intimidad, se escribe lo que te sale de dentro. Como dije al principio, contar cuentos. De profesión cuentista. Salud.