Pronto estaremos en la semana santa o semana de pasión. Para unos, más santa y con más pasión que para otros. Demasiada pasión, diría yo, si no fuera porque está sazonada de un folclore exagerado que la hace más llevadera. Antes las procesiones empezaban el jueves santo y terminaban el día de pascua. Domingo de ramos, aparte. Ahora las procesiones empiezan incluso antes del domingo de ramos. Todos los días, a todas horas, en todas partes e incluso varias simultáneamente. Está demostrado que esto atrae al turismo de masas por lo que habrá que explotarlo todavía más y potenciarlo hasta la saciedad que en tiempos de crisis no se puede andar con pamplinas.
Las escuelas religiosas concertadas también se han apuntado al folclore mediocre o de andar por casa y organizan procesiones dentro del recinto escolar con niños y adolescentes flanqueados por el profesorado y ataviados con capirotes improvisados de cartulina y tuneados según cada cual en la clase de artes plásticas. Cirio de papel blanco con una generosa llama de papel rojo y amarillo y algún que otro cántico acorde con el momento y ensayados en la clase de música. El estandarte, con todo lujo de detalles bordados a mano con hilos de colores que las mamás han confeccionados al amparo de la asociación de padres y la dirección del centro, portado de forma solemne por la madre superiora. Estos incipientes nazarenos que no van a clase de religión, no están bautizados, no han hecho la primera comunión y no están confirmados porque sus padres son ateos. Desconocen de que va la cosa pero ya les va porque mientras no hay clase y sus papas les hacen fotos con bonitos smartphone de última generación 5G.
En otro orden de cosas, leo con atención un escrito de alguien que ha visto desfilar un paso y otro alguien le ha cantado una saeta. Pasa otro paso y se escucha otra saeta. Un tercer paso y otra saeta. Escribe ese otro alguien, yo no me atreví a pasar, no fuera que me cantaran una saeta. Resulta conmovedor ver a los cofrades y nazarenos llorar por no poder salir en procesión por la lluvia. Se contagia uno y también llora. Si salen lloran de alegría, si no salen lloran de pena. La cuestión es que lloren pero sin salir porque se llora más y mejor con la pena que con la alegría. Todo sirve para animar la fiesta. Pasos, trompetas y tambores, saetas y silencio, ritmos militares y sotanas, cristos y vírgenes, olor a cera y a flores, capirotes variopintos, costaleros y mirones, abuelos, padres y nietos, peinetas y medias negras, torrijas y huevos de chocolate.
Es la semana santa. Es la semana de pasión. Es la semana para iniciar un bronceado. Es la semana del bañador o del paraguas. Es la semana de descansar y reponer fuerzas. Es la semana del viaje de estudios. Es la semana del recogimiento o del desmadre. Decidid vuestra semana y disfrutadla como queráis y podáis. Yo ya he decidido la mía. Será mi segunda semana santa confinada. Ni os cuento cuando todo esto haya pasado. Salud.