lunes, 24 de junio de 2013

Tierra alta

Acabo de abrir la libreta de todos los días para escribir algo. La que compagina literatura, imaginación, memoria, reflexiones, viajes e identidad personal. Esto dice el reverso de la libreta de una marca conocida y cara. Es muy funcional y versátil y te la puedes llevar a cualquier parte porque cabe en cualquier bolsillo con un lápiz incluido. Sólo de mirarla,  abrirla y olerla la pluma se pone a escribir instintivamente. Pero ahora mismo me coge a cierta altura. Más de setecientos metros. He venido a ver la montaña o la tierra alta. Le hago compañía y ella a mi mientras pasamos el día juntos. Pero creo que hoy no ha sido una buena idea. O quizá si. Un viento frío me empuja con fuerza y me quiere tirar. Resisto aunque me cuesta. Cuando el viento me da en la cara me cuesta respirar. Avanzo con pie sereno, seguro y casi a tientas. Al viento se le ha unido la lluvia y forman una ventisca exagerada para la época del año. Una lucha en las alturas y todo por querer visitar la montaña o tierra alta. La que tiene el aire limpio, el viento fresco y carece de ruido.  Aquí me desconecto de la otra vida de la tierra baja. La que estresa y crispa.
Es la tierra alta. La cima de la montaña. La de todos los que venimos cuando tenemos necesidad de quietud y perspectiva. La que cuando llegas te tiene preparada una sombra en un recodo y una piedra donde sentarte. Pero hoy toca ventisca de la fuerte. Veo cumbres, nubes y una cortina de agua de lluvia sin casi levantar la vista. La naturaleza a partir de cierta altura no te proporciona demasiadas comodidades ni te pone las cosas fáciles. Pero yo ya lo se de otras veces. Es el precio a pagar por huir de la tierra baja de los ruidos y las prisas. De los agobios y esas cosas. Bien vale una ventisca y que te de en plena cara.
Después de comer el sol se abre paso. La tierra alta tiene detalles. El cielo se despeja y el viento se lleva las nubes. La montaña se calienta en un momento y desprende una humedad que te hace sudar. Después de todo esto vuelvo a sacar la libreta y la pluma. Ahora quien me inspira es el olor a tierra mojada. Empiezo a escribir cosas pero noto que me cuesta. Enseguida me doy cuenta de dónde está el problema. Me quito las botas y la cosa cambia. No se puede escribir con los pies calzados. Unas letras para que experimentéis el sosiego. Un poco de fruta y un poco de agua. Antes de que el sol se ponga ya estaré de vuelta a la vida de la tierra baja. El tiempo pasa rápido y hay que aprovecharlo. 
Cuando llegue a casa revisaré lo que he escrito. Añadiré o quitaré y corregiré sin demasiado interés. Que me pongo a corregir tanto que a veces la realidad se convierte en ficción. Y no se trata de esto. Salud.

miércoles, 12 de junio de 2013

Convivir

La soledad es buena compañera cuando uno la desea. Es difícil de conseguir. Somos muchos y gregarios. Nos necesitamos. Pero hay días que quieres convivir con la soledad. Otras veces querrás compañía y la tendrás. Puedes llamar a Sebas o a Justino. Es posible que aparezca el cuponero. Quienes llegan volando, quieras o no, son los gorriones que se acercan con cautela a la mesa donde desayuno. No incomodan. Esbozas una sonrisa mientras los miras y te lo agradecen. Disfrutan de su despreocupada libertad. Hubiera podido omitir estas últimas frases, pero me gusta dar envidia sin más.
Llevo el sombrero puesto que me protege del sol. Y aunque no fuera así. Está bien el sol, pero no en la cara. Desde primeras horas del día el sol ya avisa. He cambiado de mesa para que no me proteja la sombrilla sino las ramas de un tilo. Queda mejor. Más natural. Sombrero ajustado pero sin apretar que si no molesta y da dolor de cabeza. No es cuestión de perder el tiempo templando gaitas. Aunque no es menos cierto que para que una gaita suene bien hay que templarla. Me quito los zapatos y pongo los pies descalzos sobre las patas de la mesa. Es que voy a escribir un rato. Ya sabes.
Justo enfrente del paseo hay un quiosco dónde venden prensa, revistas. Chucherías y bebidas. Loterías y tabacos. Y un sinfín de cosas de esas que ya sabes a las que me refiero y que hacen que el puesto de prensa y revistas se llame quiosco. La gente, como cada mañana, se para y hojea. Otros simplemente ojean mientras sus perros se huelen y se miran de reojo. Lo que más vende son libros de bolsillo. Estos que son buenos y nunca pasan de moda. Esos libros con personajes manipulados por el escritor para hacer las delicias del lector. No me refiero a Grey.
El café con leche se está enfriando. He mojado unas pastas que llenan el estómago y matan el hambre. De esas pocas veces que el asesino no es el mayordomo y no utiliza el atizador para cometer el crimen. Si estoy acompañado suelo escuchar y hablar. Se le llama mantener una conversación. Si es de los días en los que estoy solo, me dedico a escribir. A veces soy capaz de estar en babia mirando los gorriones. No hay ruido. Sólo sonidos lejanos y previsibles. Fáciles de identificar. Nada de ruidos motorizados y estridentes. Se agradece la tranquilidad. Es un bien inmaterial y escaso de la humanidad. La gente se cruza. Saludo de conveniencia. Apretón de manos de esos de quedar bien. Y a veces charla de actualidad en formato reducido. El penalti que se pitó injustamente porque no era y el que no se pitó aunque claramente si lo era. No acabo de entender el porqué nos complicamos la vida por cosas que ya no tienen vuelta atrás.
El gorrión se ha ido volando calle arriba hasta desaparecer de mi vista. A lo mejor ha entrado en un agujero negro de cuarto milenio. Ahora mismo no se que decir. Tengo la duda de si el gorrión ha entrado voluntariamente en él o éste le ha engullido en contra de su voluntad. Bueno. Tampoco tengo la certeza de que existan estos agujeros negros. Cuando termine el café me iré calle abajo. No fuera a meterme, queriendo o sin querer, en uno de esos agujeros y me quedara sin cobertura para pedir auxilio. La desazón me dura lo que tarda en volver el gorrión y posarse sobre la mesa. A lo mejor es otro y se parecen. Ya me dirás que falta nos hace tener agujeros negros si no los utilizamos. Salud

domingo, 9 de junio de 2013

Cosas

Mirar por el agujero de la cerradura y ver cómo pasa el tiempo sin que él me vea. Es un entretenimiento. La de cosas que he podido observar. En este mismo instante me he quitado los zapatos y me he puesto a escribir. Letras y palabras que quedan plasmadas en el papel cuando la pluma de desliza con la libertad que la caracteriza. Mi conciencia está inspirada mientras la de otros está imputada por fechorías. Camino por caminar. Para poder pensar. Caminar y pensar es compaginar el ejercicio físico con el mental. Pues eso quería decir. Me he parado en un quiosco y miro. Algo de cultura entre montones de basura escrita en revistas. Me llevo algo. Es una necesidad impulsiva.
En casa me siento frente al escritorio que da al jardín. La ventana abierta para que entre el aire y el susurro del agua de la fuente que brota sin parar. Los gorriones beben y se van en un alboroto primaveral. Y escribo que venía andando por la acera que no da el sol por no llevar la sombra pegada todo el rato. Quiero ser libre incluso de ella. Aunque sólo sea por unos instantes. Ya dije que las sombras son insensibles. Piso todas las que puedo como un niño que pisa el agua de un charco. La de un señor que andaba delante de mi. Con fuerza. No se ha enterado. Acumulo situaciones interesantes y las guardo. Sólo las que valen la pena. Cuando escribo las intercalo entre invenciones y resulta la literatura que lees. Que parezca que es lo mismo.
Matías no está bien de la cabeza. Él lo sabe y le da lo mismo. Vive al límite. Hace cosas malas pero con la ley en la mano. No quiere tener problemas con la justicia. Está más tiempo ingresado que en libertad. Toma la mitad de las pastillas para que no mermen su lucidez de loco y poder escribir su vida. Andará los cincuenta y va por la pubertad. Sin prisas. Duerme de día y escribe y lee de noche. Es lo bueno que tiene estar ingresado. Nadie le hace las cuentas y él dice que será la medicación. Seguramente será así. El otro día estuve visitándolo. Me contó que le querían dar el alta y empezó a chillar y a decir que había charcos de agua y barro en la habitación. Que había goteras y humedades en las paredes. Le han dado veinte días más. Aprovechará para un capítulo. Cuando mira al espejo llora porque dice que no se refleja. Que el del espejo es otro que quiere suplantarle. Es la pera.
Cuando el escritor Andrés Requena terminó el libro envió copias a las editoriales para que le publicaran. Recibió notificación de todas diciéndole que no se vendería. No tiene futuro. Que escriba otra cosa. Una se interesó y le solicitaron una entrevista. Le preguntaron de todo y sólo contestó cosas del libro. Le pagaron un dinero de subsistencia y sigue escribiendo en las entradas de metro o en la calle. Le han llamado diciendo que escriba más. Ahora su mente va a un ritmo superior al de la pluma. Un día perdió la inspiración y se acercó al mar. Volvió a recuperar la inspiración. Esas cosas pasan. Vale pues. Salud.

jueves, 6 de junio de 2013

Memoria histórica

Memoria histórica.
Memoria extensa
que vive en el exilio.
Pero vive.
Han silenciado las palabras.
Quieren borrar el recuerdo.
Guardamos el recuerdo
En nuestro silencio
y en nuestras miradas.
 
Hay pocos testigos.
Desmemoriados
de muertos y desaparecidos.
El olvidos inducido
y premeditado.
Despido improcedente
de quien busca.
Pero los cómplices no pueden.
Porque somos muchos
los que recordamos.
 
Sus huesos nos esperan
en sepulturas improvisadas,
en cunetas.
En busca de justicia.
Tenemos un mapa y ganas.
Sin prisa y con ilusión.
Memoria histórica
contra el olvido premeditado.
 
No nos dejan preguntar.
No quieren que sepamos.
Pero tenemos retina.
El viento tiene memoria.
La tierra sabe dónde están.
La luna se acuerda de todo.
Unos y otros
saben que estamos.
Seguiremos tirando piedras.
Conocemos lugar y nombres.
Sabemos quienes son.
Cogeremos sus huesos
y les daremos sepultura adecuada.


sábado, 1 de junio de 2013

Jubilados

En mi condición humana hay un poco de todo. Virtudes virtuosas sin demasía y algo de mala leche en cantidad suficiente. De cada una de ellas acostumbro sacar a relucir la que convenga en cada caso u ocasión para que todo quede muy claro y sin malentendidos.
Según me amanezca el día o según me haya acostado la noche anterior.
Pero también tengo la capacidad de atenazar y amordazar algunos de mis instintos más primarios. Qué si no. Soy un insumiso social por naturaleza y lo que me callo con la boca lo escribe mi pluma que para esto la tengo. Cuando digo que soy o tengo incluyo siempre la fecha de caducidad. Que otro día diré que ya no soy ni tengo.
He oído decir que el ensotanado de mi pueblo ha dicho -hace poco- en la homilía dominical para los jubilados concentrados que, "estamos en la tierra de paso". Como si esto fuera un albergue de estudiantes o el tercer turno de una colonia de verano.
Con las maletas preparadas para partir en cualquier momento. No estaban los ánimos para este tipo de citas porque uno de ellos había dejado la plaza y había devuelto el alma a quien se la prestara cuando nació. Los jubilados son muy vulnerables y sensibles con los amigos y les da por llorar cuando alguno se va. Son gente que le tiene apego a la vida y el capellán les ha pinchado la moral.
A todo esto, en el autocar que cada domingo les lleva de excursión, hoy no han cantado. Se han limitado a saltarse todo lo que el médico les tiene prohibido. Que es mucho o demasiado, según se mire. Para esto sirven las excursiones que los domingos hacen los jubilados después de misa.
Este día en cuestión el autocar parecía una unidad de cuidados paliativos. Se tomaron las biodraminas de noche y permanecieron sedados. Hasta que llegó la hora de comer. A esta hora, con hambre y bufet juntos, no hay sermones que valgan.
Con los años he perdido capacidades, virtudes y un poco de mala leche. Habré ganado en otras cosas que ahora no vienen al caso. Seguro. Ahora escucho menos y hablo más. Será que tengo más cosas de qué hablar y menos ganas de escuchar novedades, reposiciones o gilipolleces. Vete a saber, pero es así. La literatura me llena más que antes. Por lo menos el rato de recreo.
El momentazo de librarme de las cadenas laborales. Amansado como un perro rabioso que no ladra lo que quisiera porque está afónico. Y me suelta Martín que el párroco hubiera podido decir que Dios les ha dado una plaza interina en la tierra. Pero no lo ha dicho. Lo hubieran entendido mejor y hubieran cantado en el autocar. Hay que cuidar las palabras que se dicen desde un púlpito y más aún si van dirigidas a jubilados de la tercera edad avanzada.
A medio camino sube un fulano a venderles ropa de bebé para sus nietos porque sus hijos no tienen dinero para comprarla. Pero están sedados y no se enteran. No vende nada. Si hoy hubiera ofertado ataúdes hubiera hecho negocio.
Puestos a pensar creo que los días desgastan con la misma intensidad que llena el cuerpo de colesterol del malo y de recuerdos que construyen razonamientos absurdamente reales y acongojantes. Por eso creo que los domingos no es bueno escuchar a los que llevan sotana, casulla y bonete. Estrategias de supervivencia.
Los jubilados no paran de contar que yo voy anotando en mi libreta de bloguero. El olvido empuja y va abriendo paso en las mentes de los mayores. Es lo que les pasa a los afiliados a la tercera edad avanzada o adulta. Hay demasiado eco de tiempos pasados. Andan entre sombras y penumbras. Pero todos son iguales y por eso no se les nota.
Este paso fugaz por la tierra les ha convertido en peregrinos de andar caminos que conducen a ninguna parte. O al mismo sitio. Algunos piensan que esto es bueno y que lo mejor está por venir en otro sitio más grande dónde cabremos todos y seremos más felices que las perdices porque no habrá sufrimientos ni amenazas de tener que coger las maletas.
Estoy por ir un domingo a escuchar al capellán y luego salir de excursión a ponerme las botas con el bufet y dejar afónica la garganta.
Pero no escarmientan ni aunque lo diga el médico porque uno de ellos ha acumulado mucho colesterol del malo y la artrosis lo tiene postrado. Toma muchas pastillas para poder regresar a la actividad dominical habitual. El del bonete no pierde ocasión para darles caña y dice que lo que le pasa es que ya no tiene voluntad de vivir. Querer es poder ha dicho micrófono en mano dentro del autocar.
No se pueden permitir bajas. O se llena el autocar o se suspenden las excursiones. Vaya dilema les ha metido en el cuerpo. Este lunes el médico los castigará innecesariamente. Son expertos en librar batallas y contarlas después. Faltaba el guía para poner la guinda y lo ha bordado. Dice cuando ya están de regreso que el futuro es incierto. Se han reído a carcajadas porque les ha hecho gracia. A su edad lo más predecible es el futuro y para demostrarlo se han puesto a cantar para que el guía no pudiera seguir con su particular discurso.
Nadie quiere salir en prensa y se han hecho expertos en escaquearse de los obituarios. En los vergonzantes coches fúnebres sólo viajan los desertores. Ellos, no. Salud. 

miércoles, 29 de mayo de 2013

Olvido


Rostro del olvido,
sereno y triste.
Con la furia apagada
y olvidado en las tinieblas.
 
Rostro de tormenta
sin ruido.
Vulnerable y solitario.
 
Como una fina nube de verano.
Como un pájaro
en un bosque nevado
de tonos grises.
 
Gritos interiores
 que no se oyen.
Insomnios de muerte.
Extrañezas al atardecer
de sus días inexistentes.

Melancolía en la cara.
Retrato sin  rostro.
Ojos que no miran
porque la mente
está en blanco.
 
Un mar sin color.
Una brisa sin aroma.
Bosque sin viento.
Atardecer sin sombras.
Crepúsculo de la nada.
Mirada que se pierde.

Sufrimiento en la sombra
y en el silencio.
Memoria desnuda.
Sentimientos clausurados.
Dolor equivocado.
Emociones de niebla
que no se pueden ver.
 
Monstruos de niñez.
Adolescencia no vivida.
Mundo inexistente
de días olvidados
en una mente vacía.

Luchar
por mantener las cenizas.
Porque ya no hay fuego
ni secretos que guardar.
Las palabras tachadas
que ya no se podrán leer.

El reloj es de arena
y no le han dado la vuelta.
El reloj no marca la hora
y nadie responde
a estos versos olvidados.
Ya no se ve la luna.


lunes, 27 de mayo de 2013

Alcantud

Hay mañanas me levanto con alguna idea fija que seguramente se ha ido formando en la oscuridad de la noche. A lo largo del sueño. El momento "salir de la cama" es como un volver a la vida cada mañana. El cuerpo entumecido. Un poco de sueño que se ha quedado sin dormir por falta de tiempo o porque últimamente duermo lentamente y tendría que hacerlo más rápido. Una oreja más plana que la otra -no siempre la misma-. Los pelos alborotados. Cara de pereza en puro contraste con las ganas. La agenda repleta de recados y buenas intenciones. El estribillo de una canción que ya no lo sueltas en todo el día. La sensación de que soy un pringado -incluso más que los demás- y, como decía al principio, una idea fija que te ronda la cabeza todo el santo día.
Camino del trabajo he seguido con el pensamiento que se ha formado en mi mente en la oscuridad de la noche mientras dormía. Es el siguiente. Para que mi trabajo resulte productivo, eficaz y éticamente impecable necesito de una supervisora de unidad, una coordinadora, un supervisor de área, una supervisora de recursos humanos, una subdirectora, un director, un gerente, un conseller y un president que hace lo que tiene que hacer porque sabe lo que tiene que hacer. No como otros. Seguramente habrá más personas en la sombra en calidad de asesores bien pagados pero no los quiero contar. Vistas así las cosas y después de una sosegada reflexión pienso que más que un pringado soy una especie de desagradecido con privilegios. No soy un pagafantas sino un importante e imprescindible eslabón de una inmensa cadena dentro de mi entorno laboral. Y de repente noto un subidón de autoestima. Definitivamente soy alguien importante. Si. Soy un ser agraciado que tendría que estar más agradecido.
Pero hay más. No sólo es la lista que acabo de enumerar sino lo que cada uno de la lista supone en sí mismo y en relación a mi trabajo. La supervisora de unidad y la coordinadora me recuerdan semanalmente mis obligaciones con respecto a firmar documentos de aparataje revisado. Lo hacen de la mejor manera posible que ni siquiera en párvulos se les ocurrió. Me incluyen en una lista de profesionales cualificados que no realizan lo que ellas han inventado como un protocolo. Esta lista está pinchada en un tablón de anuncios para conocimiento de todo el personal y así evitar errores de comprensión.
El supervisor de área se encarga de llenar folios describiendo detalladamente mi uniformidad y mi actividad con la pluma al jefe de los servicios jurídicos para que de curso de esta literatura a otros que están por encima en la cadena de mando hasta llegar al funcionario instructor que me cita para interesarse por mis relaciones con el entorno laboral y con la institución. No puedo dejar de citar a Alcantud. Sin ella no sería nada. Un trabajo abnegado de seguir mis pasos por Facebook y obtener información de forma fraudulenta de contenidos privados para propagarlos y que tengan el eco necesario a la calidad que mi categoría profesional requiere. El honor del supervisor de área es incuestionable y Alcantud es la fiel guardiana. No se cómo se mide este supuesto honor. Cuánto tiene. Cómo se pierde. Cómo se mide. Si es bueno o malo. Etc. Me conmueven estas cosas. Creo que es porque me estoy haciendo viejo y se acerca mi jubilación. Sin Alcantud andaría perdido y sin rumbo en la inmensidad del mar o del bosque con el viento en contra y terminaría difuminado en la luz del día. Pero soy agradecido. Que una cosa no quita la otra. Gracias Alcantud.
El resto de las personas creo que no se enteran. Bueno, voy a ser breve y directo. No se enteran. Seguramente porque desconocen que existo o porque Alcantud no les pasa información. Pero es igual porque la rueda gira si está bien engrasada. Y lo está. Estoy por afirmar que si sólo fuéramos el gerente que no se entera de nada y el resto de los trabajadores, la institución funcionaría muchísimo mejor. Pero esta es una afirmación que nunca me dejarán demostrar. Con lo que cuesta pillar un cargo, un despacho y un sillón. Cuento todo esto porque a veces pensamos de forma desordenada y mal. Pero a veces las cosas son distintas. Sin ir más lejos hay palmaditas en la espalda que se parecen más a una zancadilla. Pero yo se que no lo son.
Quiero aprovechar la ocasión que me brinda el editor de este blog para agradecer a los susodichos que he mencionado antes y a todos aquellos que se me hayan pasado por alto sin querer. Sin ellos sería un cualquiera sin historia. Ser imbécil hoy en día parece fácil pero es complicado.
Los excrementos, al principio, siempre huelen mal. Hasta que se secan. Luego huelen a compostaje y abono. Con tanto abono la vida profesional de uno sube como la espuma y el trabajo resultante es impecablemente bueno. La dimensión moral de todos ellos es como un mausoleo donde van a parar los huesos. Son el contrapunto de nuestros fallos y deslices. De nuestra mediocridad como personas. Son el faro en la noche que ilumina mi destino. Salud.

jueves, 23 de mayo de 2013

Así, NO

Momentos convulsos. Momentos de cambios. Jóvenes y no tanto, desencantados, inquietos y desubicados. Unos prevaricando en connivencia con la justicia y felices por ello y otros cabreados y revolucionados. Manifestaciones todos los días y a todas horas donde lo único que necesitas es una buena voz, buenas piernas y un botiquín en la mochila. De motivos vamos sobrados. El pánfilo que debiera regir nuestros destinos hace dejadez de sus funciones y oídos sordos. Es un rehén de Bruselas y de su mentor. El "ex". El de Irak y la foto. Así, no.
Vivimos en la post guerra. Apenas hay diferencias. Colas para suplicar un trabajo y colas para pedir un plato caliente. Y el que mal vive en la calle es multado por dar mala imagen. Hoy he visto como le abrían la cabeza a un chaval por pedir que le dejaran estudiar. Así, no. El agente que vigila por mi seguridad me para. ¡La mochila! -¿Esto qué es? -Un botiquín y un ejemplar de la constitución en formato bolsillo. ¿A dónde va? A casa. ¡Coge otra ruta. Por aquí no se puede pasar! Huele a adrenalina franquista y caducada. Pero muy machote. Que no se diga. Han cortado algunas calles y han puesto vallas. Cualquier día encontraremos un perímetro de seguridad con alambradas y minas antipersonas. El agente ha sido solidario y generoso. Hoy no me ha pegado por ir a casa. Gracias agente.
A mi alrededor hay muchas personas que gritan consignas prefabricadas contra los miserables que hay dentro del Congreso. Pero los trajeados no se enteran. He decidido que les escribiré lo que pienso en una papeleta en blanco cuando toque. Que tocará. Aquí si que se puede generalizar porque todos son iguales. Vaya. Desandamos camino y nos plantamos en plena post guerra como fórmula para salir de la crisis. Magnífica idea pues. Es un cumplido. No hay porqué dar las gracias. Tengo suerte y lo reconozco. Es una gran ventaja tener carrera y salud cuando te meten en una crisis. Ahora entiendo más que nunca aquello de que el lobo guarda las ovejas. No estoy para bromas. Un blog literario no debería usarse como campo de batalla para este tipo de guerras. A veces no hay otra salida. Disculpas.
Leo que los idiotas que representan las economías se reúnen este fin de semana en un balneario. Creo que van a consensuar un responso para la UE. Esto está bien. Y que le pongan música que la iluminación la ponemos nosotros que tenemos expertos y experiencia. Y dice el encargado de esto que la natalidad ha bajado y por eso se carga la ley del aborto. Otro de los encargados dice que hay mucho tonto-laba y se carga la ley de dependencia porque cuesta un pastón. Que el dinero está para sobresueldos y no para mindundis. Para despistar y para que la gente hable de otras cosas se deciden algunos indultos de asesinos. Son buenos estrategas. Pero la ciudadanía tiene memoria.
Uno llega a la conclusión de que el poder provoca ganas de joder y esto, a su vez, produce satisfacción. Porque de lo contrario no se entiende. Los grupos de presión no se ponen de acuerdo en elegir un representante o un líder. Pierden credibilidad. También están desubicados. Mucha palabra y poca acción productiva. Así, tampoco. Un compañero mío que se llama Justino ha aprovechado estas manifestaciones para ligarse a una moza que estudia periodismo. Escribe en el blog de la facultad. Justino terminará derecho este año. Cuando se han cansado de correr entran en un bar para tomar algo. Al final terminan hablando de sus cosas. Se combinan bien y son coincidentes. Toqueteos y alguna caricia. Enseguida se amansan y se olvidan que hace un rato chillaban porque estaban cabreados. Después cada uno sigue camino a su casa. Se citarán mañana enfrente de la casa de un político para un escrache. Salud.

martes, 21 de mayo de 2013

Caminar

Caminando solo
por la noche clandestina.
Atrevido en mis andares
por esas calles.
Pisando tristezas
para romperlas en pedazos.
Hasta que llegue la mañana.
Y la libertad del alba.
 
Con las primeras luces,
sentado en la arena.
Abro un libro de poesía
que habla del mar,
del viento y de la brisa,
de las mareas y las barcas.
Un mar incomprendido
porque habla por sus olas.
 
Victorias y derrotas,
sufrimientos y alegrías.
Compañeras de la luz.
Refugio de las tinieblas.
Miedos y valentías
escritas en verso y poesía.
 
Mar complicado.
Extravagante.
Género literario
que te moja y empapa.
Que desprende brisa
cuando lees en la playa.
Y te humedece los labios
de sal.
Ojos enrojecidos
con lágrimas de alegría.
Acantilados y playa.
Inquietud y sosiego
de una mañana.
 
Noche clandestina
de sombras y de muerte.
De sueños y pesadillas.
Rostro quieto e inquieto
y mirada astuta.
Si quieres saber más
pregúntale al mar
que te contesta con las olas.

Todos lo conocen
pero nadie sabe quién es.
Parece monótona
pero ha provocado naufragios.
Del mar habló Homero,
y de Ítaca y su viaje.
Se dicen tantas cosas
que nadie sabe
lo que es cierto o mentira.

Un abismo
que tú y yo amaestramos.
Lo pintamos de azul
en los ratos buenos.
Levantamos olas grandes
los días de tempestades.
Navegamos lugares lejanos
los días que nos quisimos. 

A veces se integra con la Isla
y otras, parece desaparecido.
Lo hemos navegado
pero no lo hemos conquistado.
Porque es libre.
Es el mar azul de Mayo. 
Desde el encinar primigenio
de la Sierra de Tramuntana
hasta la delgada línea
que forma, a lo lejos, el horizonte.

domingo, 19 de mayo de 2013

Las olas

Esta mañana amaneció sencilla y simple. Con matices, claro. El sol salió más temprano que otros días. El gallo de mi vecino -que ya todos conocéis- me dio aviso. Desde la iglesia del pueblo las campanas se encargaron de despertar al resto del vecindario. Hermoso día pues. Sencillo y simple. Como deben ser los amaneceres y los días de las personas sobre todo en primavera y otoño. 
Y con los primeros rayos de sol empezaron a llegar las primeras olas y las primeras barcas. Unas después de haber dormido toda la noche y las otras después de haber faenado toda la noche. En el muelle un impresionante trajinar de gentes que se afanan en lo suyo o simplemente esperan inquietos. Son cosas y ambientes que no te puedes perder por lo menos una vez en la vida. Como tantas cosas. Pero yo te lo cuento. Dentro del puerto el mar sigue en calma porque no le está permitido otra cosa. Fuera se mueve con libertad. Algunas de estas olas llegan a la orilla de la playa y se estiran tanto como pueden para desperezarse y quitarse el entumecimiento de la noche. Los pescadores son personajes de carne y hueso y con sentimientos. Saludo a todos los que llegan al bar para tomarse un café y quitarse el sueño acumulado.
Las maniobras que realizan las barcas para atracar a puerto parecen simples pero requieren de la pericia necesaria y de una paciencia atenta porque el mar no siempre colabora. Frotarse las manos con fuerza para entrar en calor que a estas horas la brisa es fresca. El aroma del café se mezcla con el olor a brisa de mar y pescado fresco. El resultado es un característico amanecer en el puerto. Sencillo y simple. Mis ojos están atentos a todo lo que acontece para memorizar y revivirlo en otro momento. Escribirlo y leerlo para vosotros. Cuando lo escriba dejará de pertenecerme para ser compartido con todos. El amanecer es luminoso porque es de primavera. Las olas siguen llegando a la playa a medida que van despertando. El trabajo sale sin prisas pero con esfuerzo. Yo también escribo sin prisas. Descalzo -como siempre-. La historia se escribe sola. Luego, siempre habrá alguien que la manipule para que parezca otra diferente. Ya sé cómo amanece el día y el sol y hoy he venido a contemplar cómo amanecen las olas. Ni siquiera es la verdad oculta de la historia. Es un amanecer sencillo y simple.
Acabo de tomar el café y de anotar algunas cuestiones que me han interesado porque son interesantes. Me ha emocionado ver cómo se despertaban las olas y acompañaban las barcas hasta el muelle y las gaviotas detrás. Cómo salía el sol del agua sin hacer ruido. Esa calma. Los hijos de los pescadores con sus libros y cuadernos camino del colegio. Esas gentes que aprenden un poco cada día de la vida y del mar. Aprenden que ni una cosa ni otra son fáciles y requieren esfuerzo. Se acercan algunos turistas con sus máquinas fotográficas para inmortalizar un amanecer de mar y de olas. De sol y de barcas. De gente marinera. Hablan en voz baja para no distraer ni molestar. Las olas lo saben y llegan de otra manera. Llegan con picardía para enamorar y lo consiguen. Nos vemos otro día en el puerto a primera hora de la mañana y tomamos café juntos. De una forma sencilla y simple. Os encantará. Salud.