El auditorio estaba lleno a rebosar. No cabía nadie más. Ni un alfiler -como se dice-. En los instantes previos a que apareciera el conferenciante apenas se oía un susurro generalizado por la sala y entre los asistentes que la abarrotaban. La cuestión era si el conferenciante estaba cuerdo o padecía algún tipo de trastorno mental o locura pasajera que lo había encumbrado en lo más alto de los elegidos como referentes pensadores del sarcasmo, la ironía y el ingenio que este año iba a recibir El Premio Cervantes. Estaba en lo más alto y nadie se perdía sus escritos. La gente gustaba de escuchar su oratoria incisiva. Salió y se hizo el silencio.
"Se muy bien lo que dice de mi la gente, pues no se me oculta la fama que tengo, aún entre los más necios. Pero soy la única persona que, cuando quiero, hago reír por igual a los dioses y a los hombres. La prueba evidente de ello es que tan pronto he comenzado a hablar ante esta numerosa audiencia vuestros ojos se han iluminado de alegría como lo hubieran hecho los de los hombres. Apenas me habéis visto aparecer se os ha dibujado un nuevo semblante y vuestros espíritus se han relajado. No es una alabanza a mi persona sino una realidad. Es como si hubiera salido el sol y hubiera llegado la primavera ahora mismo. Ponedme la misma atención que le pondríais a un charlatán de feria porque esto es lo que soy y lo soy porque esto es lo que buscáis y lo buscáis porque es lo que queréis y lo queréis porque siempre dicen la verdad sin ataduras. Vosotros queréis escuchar la verdad. Utilizaré, por tanto, el estilo antiguo del bufón real porque se que es lo que esperáis de mi. Sois mis dioses y por esto estáis hoy aquí".
El público estaba ruborizado, se sentía halagado y actuaba con timidez. Una mezcla indescriptible de sensaciones que los atenazaba y les impedía reír, aplaudir o silbar. Lo que ha dicho parecía halagador pero el genio de la ironía igual les había tomado el pelo. El público era consciente de ello. La locura es una de las caras de la moneda. La lucidez y la genialidad son la otra cara.
"De un tiempo a esta parte se me está rindiendo un culto que creo exagerado y que ha culminado con la entrega de este reconocimiento a las letras y que me beneficia a corto plazo. No se que ocurrirá pasado algún tiempo. Tenéis que creer que mi discurso ha sido preparado con esmero y con ingenio como hacen los buenos oradores cuando tienen que hablar delante de un público inteligente como sois vosotros. Hoy quiero deciros con la palabra que estoy loco y que la locura me ha convertido en sabio. Ríanse y aplaudan si quieren. Entenderé que mueven las orejas como lo hacen los asnos cuando están contentos. Volvamos al tema. ¿En qué momento me volví loco y sabio? He meditado mucho en ello y he llegado a la conclusión de que esto ocurrió el día que empecé a ser un poco más feliz. Y esto ocurrió el día que dejé de interesarme por la política".
Hizo una pausa para beber agua y humedecerse los labios que la adrenalina le habían secado. Deslizó una servilleta por la boca mientras miraba fijamente las caras de los asistentes que estaban sentados en el auditorio como si buscara algo o alguien. El público mantenía la respiración contenida como quien teme que le pregunten una cosa indiscreta en público.
"Desde este momento la vida me parece más placentera. Ha sido como volver a la infancia. A día de hoy la sociedad se ha vuelto desagradable y las relaciones humanas no son cordiales. Os habréis dado cuenta. Debéis prescindir de los políticos y de sus majaderías. No hacen política pues esto es otra cosa. Buscan su divertimento y su enriquecimiento mientras se despreocupan de nosotros porque no les importamos. Como veréis no estamos en sus objetivos y lo digo así de claro. Tenemos que hacer un esfuerzo para ver la verdad. Es mucha responsabilidad la que hemos depositado en estos irresponsables. No podemos dejar por más tiempo la gestión pública en manos de políticos. No ahora ni en estos. La naturaleza tiene que asegurarse de que la sabiduría se extiende y para esto estoy yo y otros locos como yo. Si ignoráis estas cosas tan elementales nuestra labor será inútil y al final seréis desgraciados. Incluso más que ahora".
Siguió el discurso con la oratoria impecable que se le suponía y no defraudó. Dijo lo que pensaba de los presentes y de los ausentes sin el mas mínimo pudor sabedor de que cuanto más castigas más te siguen. Al final la gente aplaudió.
"Veo que aplaudís. Sabía yo que ninguno de vosotros era tan sensato. Ya os parecéis a los hombres. Cuanto más me elogiáis más infelices os hacéis. Fijaos en la naturaleza y haced lo mismo. Nada manda sobre nada. La armonía se encarga de poner orden. Sois pura ficción".
Se retiró sin recoger el galardón al que había sido propuesto. El Premio Cervantes es demasiado importante como para recogerlo de manos de según quién. Sólo se recoje si te lo entrega el mismo Don Miguel. Y esto ya no es posible. La gente entendió y abandonó la sala en silencio y sin aplaudir. Salud.