25 abril 2012

Declamación

El otro día intenté un experimento. Quise mezclar el agua con el fuego. El resultado fue nefasto. El agua se evaporó por el calor del fuego y éste desapareció al entrar en contacto con el agua. Al final del experimento me quedé sin ninguno de los dos elementos. He concluido que hay experimentos que no se pueden hacer.
La naturaleza es la artífice del género humano. Dentro de éste existe la sabiduría que definiríamos como dejarse llevar por la razón y la necedad que vale tanto como dejarse llevar por las pasiones. 
En otro experimento podríamos intentar mezclar razón y necedad. Ocurriría como en el primero. Una cosa anularía la otra y nos quedaríamos sin ninguna de las dos que siempre será mejor que tener, por lo menos, sólo la segunda. Un hombre sabio no puede actuar sin razón salvo que renuncie a opinar sobre todo aquello que no domina porque lo desconoce. Entonces, si. O cuando abdica de un cargo porque no tiene talento ni le acompaña el sentido común. 
La prudencia es fruto de la experiencia pero hay personas que nunca  conseguirán experiencia por mucho esmero que pongan y por tanto siempre les faltará la prudencia.
En el año mil quinientos once un importante filósofo y humanista, amén de muchas otras cosas, ya escribió -de forma casi premonitoria- lo siguiente, "todos reconocen que un rey es un personaje opulento y poderoso. Pero si le faltan los bienes del espíritu, y si nada sacia su codicia, entonces, es el más pobre. Y si además está dominado por una larga serie de vicios, entonces es un esclavo miserable de sí mismo". 
Es como si el actor se quitara la máscara en plena función. Lo veríamos tal cual es y no a quién queremos ver o a quien tenemos que ver. Entonces surge una nueva situación. No es ninguna desgracia ser fiel a la propia capacidad que cada uno tiene dentro de la especie humana. No tenemos porqué lamentarnos de no poder volar como las aves ni nadar como los peces. La tontería resulta de querer hacerlo sin tener las capacidades adecuadas. Hay personas que sin tener aptitud para ciertas cosas se empeñan en querer hacerlas. El resultado no es bueno y se vuelve en contra de ellos mismos. Hay mortales que se esfuerzan en alcanzar la felicidad al mismo ritmo que se alejan de la sabiduría. Son estúpidos porque ignoran su condición de hombres y porque quieren emular a los dioses inmortales a los que todo se les está permitido. Al final tienen que reconocer el error y pedir disculpas mientras hacen equilibrios entre dos muletas saliendo de la habitación de un hospital.
No tengo ninguna seguridad de que infantes, príncipes y reyes sean tan dichosos y felices cómo quieren aparentar y hacernos creer. Nunca será así mientras se vean obligados a rodearse de aduladores en vez de amigos. Los primeros nunca les dirán la verdad y por tanto no se enteraran de nada y cuando lo hagan será demasiado tarde. Sigue diciendo este humanista que he mencionado antes, "a la misma categoría pertenecen los que dejan sus obligaciones por la caza mayor, diciendo que encuentran un placer indecible cuando oyen el desagradable retumbar de un tiro y el desagradable ruido de un gran cuerpo inerte caer al suelo". 
Por muy justos que sean estos hechos la gente no entiende estas vulgares bobadas en manos de un jefe de estado. Abatir estas piezas los degenera y la institución pierde adeptos porque el pueblo llano que los sustenta también es abatido.  Quizás alguien piense, de los que me conocéis, que estoy hablando en broma o de forma irónica. No me extraña, pero ya digo que no. Los miembros de cierta institución están satisfechos de sí mismos y se aplauden entre ellos. Necios son si piensan que los demás somos estúpidos. Tienen la seguridad del cargo vitalicio y la convicción de que nunca se cuestionará su trabajo como para que peligre. A lo mejor no es así y ha llegado el momento de pensar distinto. 
La máxima autoridad de un pueblo seguramente debería someterse a los dictados de unas urnas. De la voz del pueblo. De no tener plaza fija. Pensarían y actuarían distinto. No se puede hacer de un cargo una profesión y despreocuparse sin mas. Cualquier trabajo tiene que ser productivo y sometido al control y a la transparencia.
Una gran mayoría no se atreve a plantear esta cuestión y quien lo hace es minoría y por tanto carece de poder de decisión. Incluso es despreciado por ello. Cuando la ironía es ingenua no hiere sino que provoca cosquillas. Esto que digo es serio porque algunos personajes de la vida pública están expuesto a las miradas de todos los que miden su integridad humana. Los vicios de otros hombres no son tan conocidos. Los del soberano si y en el mismo momento en que se apartan del camino de lo socialmente correcto su mal ejemplo se extiende como una plaga y genera descontento. Esto les obliga a tener que esforzarse y a tomar precauciones para dar el ejemplo obligado y así evitar tener que dar explicaciones comprometidas y a tener que pedir disculpas de forma pública. Llevar corona no implica opulencia e ignorancia sino cultura y libertad. Sobre todo responsabilidad. Hace ya mucho tiempo -termina el humanista- que algunos ensotanados con cargo, uniformados condecorados, gente poderosa, príncipes y reyes se vienen rodeando de íntegros asesores para promocionar el ejemplo. Para muchos de ellos la palabra trabajo carece de significado igual que la palabra honestidad. Es una lástima porque son humanos".
Dicho todo todo esto y para quien sabe entender la palabra debe de haber quedado claro. Pienso que los cargos vitalicios sin control ni transparencia por parte del pueblo se tienen que acabar. El asunto, pues, queda zanjado. Las personas deben ser elegidas para un cargo importante por sufragio universal y dando cuenta de sus actividades públicas y privadas porque es persona. Digo una persona y no toda una familia repleta de vicios y desestructurada hasta el punto del bochorno y del descontrol mas absoluto. 
El dilema no está en el elefante o en la cadera. Son granos de arena fina de una playa virgen que hay que preservar antes de que construyan un Resort. Digo y no digo mas. Salud.

22 abril 2012

Desiderius

El auditorio estaba lleno a rebosar. No cabía nadie más. Ni un alfiler -como se dice-. En los instantes previos a que apareciera el conferenciante apenas se oía un susurro generalizado por la sala y entre los asistentes que la abarrotaban. La cuestión era si el conferenciante estaba cuerdo o padecía algún tipo de trastorno mental o locura pasajera que lo había encumbrado en lo más alto de los elegidos como referentes pensadores del sarcasmo, la ironía y el ingenio que este año iba a recibir El Premio Cervantes. Estaba en lo más alto y nadie se perdía sus escritos. La gente gustaba de escuchar su oratoria incisiva. Salió y se hizo el silencio.
"Se muy bien lo que dice de mi la gente, pues no se me oculta la fama que tengo, aún entre los más necios. Pero soy la única persona que, cuando quiero, hago reír por igual a los dioses y a los hombres. La prueba evidente de ello es que tan pronto he comenzado a hablar ante esta numerosa audiencia vuestros ojos se han iluminado de alegría como lo hubieran hecho los de los hombres. Apenas me habéis visto aparecer se os ha dibujado un nuevo semblante y vuestros espíritus se han relajado. No es una alabanza a mi persona sino una realidad. Es como si hubiera salido el sol y hubiera llegado la primavera ahora mismo. Ponedme la misma atención que le pondríais a un charlatán de feria porque esto es lo que soy y lo soy porque esto es lo que buscáis y lo buscáis porque es lo que queréis y lo queréis porque siempre dicen la verdad sin ataduras. Vosotros queréis escuchar la verdad. Utilizaré, por tanto, el estilo antiguo del bufón real porque se que es lo que esperáis de mi. Sois mis dioses y por esto estáis hoy aquí".
El público estaba ruborizado, se sentía halagado y actuaba con timidez. Una mezcla indescriptible de sensaciones que los atenazaba y les impedía reír, aplaudir o silbar. Lo que ha dicho parecía halagador pero el genio de la ironía igual les había tomado el pelo. El público era consciente de ello. La locura es una de las caras de la moneda. La lucidez y la genialidad son la otra cara.
"De un tiempo a esta parte se me está rindiendo un culto que creo exagerado y que ha culminado con la entrega de este reconocimiento a las letras y que me beneficia a corto plazo. No se que ocurrirá pasado algún tiempo. Tenéis que creer que mi discurso ha sido preparado con esmero y con ingenio como hacen los buenos oradores cuando tienen que hablar delante de un público inteligente como sois vosotros. Hoy quiero deciros con la palabra que estoy loco y que la locura me ha convertido en sabio. Ríanse y aplaudan si quieren. Entenderé que mueven las orejas como lo hacen los asnos cuando están contentos. Volvamos al tema. ¿En qué momento me volví loco y sabio? He meditado mucho en ello y he llegado a la conclusión de que esto ocurrió el día que empecé a ser un poco más feliz. Y esto ocurrió el día que dejé de interesarme por la política".
Hizo una pausa para beber agua y humedecerse los labios que la adrenalina le habían secado. Deslizó una servilleta por la boca mientras miraba fijamente las caras de los asistentes que estaban sentados en el auditorio como si buscara algo o alguien. El público mantenía la respiración contenida como quien teme que le pregunten una cosa indiscreta en público.
"Desde este momento la vida me parece más placentera. Ha sido como volver a la infancia. A día de hoy la sociedad se ha vuelto desagradable y las relaciones humanas no son cordiales. Os habréis dado cuenta. Debéis prescindir de los políticos y de sus majaderías. No hacen política pues esto es otra cosa. Buscan su divertimento y su enriquecimiento mientras se despreocupan de nosotros porque no les importamos. Como veréis no estamos en sus objetivos y lo digo así de claro. Tenemos que hacer un esfuerzo para ver la verdad. Es mucha responsabilidad la que hemos depositado en estos irresponsables. No podemos dejar por más tiempo la gestión pública en manos de políticos. No ahora ni en estos. La naturaleza tiene que asegurarse de que la sabiduría se extiende y para esto estoy yo y otros locos como yo. Si ignoráis estas cosas tan elementales nuestra labor será inútil y al final seréis desgraciados. Incluso más que ahora".
Siguió el discurso con la oratoria impecable que se le suponía y no defraudó. Dijo lo que pensaba de los presentes y de los ausentes sin el mas mínimo pudor sabedor de que cuanto más castigas más te siguen. Al final la gente aplaudió.
"Veo que aplaudís. Sabía yo que ninguno de vosotros era tan sensato. Ya os parecéis a los hombres. Cuanto más me elogiáis más infelices os hacéis. Fijaos en la naturaleza y haced lo mismo. Nada manda sobre nada. La armonía se encarga de poner orden. Sois pura ficción".
Se retiró sin recoger el galardón al que había sido propuesto. El Premio Cervantes es demasiado importante como para recogerlo de manos de según quién. Sólo se recoje si te lo entrega el mismo Don Miguel. Y esto ya no es posible. La gente entendió y abandonó la sala en silencio y sin aplaudir. Salud.

21 abril 2012

Día del libro II

Anoto, a continuación, el ensayo íntegro de José María Gonzalez de Mendoza sobre la fecha y hora de la muerte, sepelio y enterramiento de Cervantes y Shakespeare. Es de interés. Fuera la verdad que fuera el veintitres de Abril se celebra el día del libro por declaración universal de la Unesco.
El incesante fluir del tiempo ha sumado un año más a los tres siglos y un tercio bien corridos que nos separan del fallecimiento de Cervantes. En la biografía del "manco sano, el famoso todo, el escritor alegre y, finalmente, el regocijo de las Musas" -como le llamó cierto estudiante pardal, según lo refiere el propio Cervantes en el prólogo del Persiles- son innumerables las lagunas, y hormiguean los errores en los libros que nos describen su movida existencia. teníase, no obstante, por seguro que murió en Madrid el 23 de abril de 1616, conforme a lo asentado "en uno de los libros de difuntos" de la iglesia parroquial de San Sebastián, "al folio doscientos y setenta". El texto fue dado a conocer en 1749 por don Blas Nasarre. Reza así: "En 23 de abril de 1616 años murió Miguel Cervantes Saavedra, casado con doña Catalina de Salazar, Calle de León. Recibió los Santos Sacramentos de mano del Licenciado Francisco López. Mandóse enterrar en las Monjas Trinitarias. Mandó dos Misas del alma, y lo demás a voluntad de su mujer, que es Testamentaria, y al Licenciado Francisco Núñez, que vive allí". Error hay en ese último apellido: ha de leerse Martínez Marcilla, clérigo en cuya casa hospedábase el genial escritor; así lo han aclarado los investigadores. Huelga añadir que también el Licenciado López era sacerdote. Tanto la iglesia de San Sebastián como el Convento de las Monjas Trinitarias se encuentran en el barrio de las letras del Madrid de hoy.
La fecha del deceso parecía, pues, establecida sin lugar a dudas. Pero los eruditos rara vez se ponen de acuerdo, salvo cuando se copian unos a otros. Antes de mencionar los argumentos aducidos contra la exactitud de esa fecha, y a fin de ligar tales argumentos con los probatorios de un error del que más lejos hablaremos, convendrá presentar algunas referencias adicionales acerca de la fecha y hora de la defunción y del sepelio.
En sus Efemérides cervantinas don Emilio Cotarelo y Mori recoge datos concretos: Cervantes muere el 23 de abril; es sepultado el 24 en el convento de las monjas trinitarias. Lo mismo sostiene el docto historiador inglés de la literatura española don Jaime Fitzmaurice Kelly: en su "reseña documentada" menciona el primero de esos datos, y añade: "Al día siguiente, vestido el hábito de San Francisco y con la cara descubierta, fue llevado por sus hermanos en religión de la calle del León al convento de las monjas trinitarias descalzas en la calle de Cantarranas. Allí le enterraron y allí descansa aún". Conviene recordar, para la completa claridad del párrafo, que el día 2 anterior había profesado en la Orden Tercera de San Francisco. También el Marqués de Molina, en su libro La sepultura de Miguel de Cervantes, deja entender que el 23 fue conducido el ataúd al convento y asienta que "a día siguiente, domingo 24", después de rezado el oficio de difuntos, se enterró.
Veamos otras precisiones. En su Cervantes, don Antonio Espina dice: "Amanecía el día 23 de abril"; y en cuanto a la hora del sepelio: "Brillaba el sol en lo alto". De análoga manera, en sus Jornadas de Miguel de Cervantes don Vicente Escrivá escribió: "Fue el tránsito en la madrugada del 23 de abril"; y dos líneas más lejos: "Entierro de pobre, sin pompas ni ceremonia alguna; con el sol amigo batiendo sobre el rostro descubierto".
Don Miguel Herrero García en su Vida de Cervantes refiere: "Durante la noche del día 22 fue agravándose. Amaneció el día 23 de abril". Bosqueja la agonía y agrega: "Cuando el primer rayo de luz hirió los cristales de la ventana, el moribundo abrió desmesuradamente los ojos y perdió la vidriosa mirada en el espacio. La mano de doña Catalina se estremeció. Su marido había partido para la eternidad".
Algún biógrafo retrasa la patética escena. Don Rafael Martí Orberá en Cervantes, caballero andante, la sitúa un poco después de las diez de la mañana del 23, y el sepelio "al atardecer de aquel día de abril".
Disiente don Mariano Tomás en su Vida y desventuras de Miguel de Cervantes, al decir: "El sacerdote Marcilla se habrá llegado a la estancia triste, y verá el cuerpo inmóvil de su viejo amigo con la cabeza dolorosamente inclinada sobre el pecho y la desnuda frente marfileña nimbada de luz de atardecer".
Como se ve, hay donde escoger, aparte lo mucho que omitimos "por no hacer el cuento largo": fallecimiento al amanecer: al salir el sol: horas después, mediada la mañana: incluso al atardecer; sepelio durante la tarde del 23 de abril, o bien al día siguiente.
Por añadidura, un combativo cervantista impugnó la interpretación dada a la partida mortuoria. Don Luis Astrana Marín, en su artículo titulado Las verdaderas fechas del nacimiento y muerte de Cervantes, inserto en A.B.C. de Madrid, número del 22 de junio de 1936, y en el denominado Supercherías y errores cervantinos, que el Diario de Yucatán, de Mérida, reprodujo en su página literaria el domingo 9 de mayo de 1948, sostuvo que es equivocación tener el 23 de abril por la fecha del fallecimiento, pues ese día es el de la inhumación. Siempre ha sido costumbre, en efecto, dejar pasar bastantes horas entre la del tránsito y la del sepelio, lo que conduce a velar el cadáver durante la noche y a posponer el entierro hasta el día siguiente. La lógica, por tanto, ya no los documentos, mueve a suponer que Cervantes, sepultado el 23 de abril, falleció la víspera. No por otra razón varios historiadores que, según hemos visto, aceptan el 23 de abril como fecha del fallecimiento, retrasan hasta el 24 la fúnebre ceremonia.
Pasemos al extendido error de creer que Cervantes y Shakespeare murieron el mismo día. Lo cometió el Dr. John Bowle, primer comentarista del Quijote, pero su difusión se debe a Víctor Hugo, que asentó esa aparente coincidencia al final de su William Shakespeare, donde dice: "Murió el 23 de abril. Tenía ese día cincuenta y dos años justos, pues había nacido el 23 de abril de 1564. Este mismo día, 23 de abril de 1616, murió Cervantes, genio de la misma altura". Olvidaba el poeta un pormenor que falsea el aserto: en 1616, en España regía ya la corrección del calendario establecida en 1582 por S. S. el Papa Gregorio XIII, en tanto que en Inglaterra continuaba vigente el antiguo calendario Juliano, atrasado entonces en cerca de once días respecto del tiempo real. En una de las aleccionadoras cartas de Lord Chesterfield a su hijo, fechada el 20 de marzo de 1751, le refiere que presentó en la Cámara de los Pares una proposición para que Inglaterra adoptase la corrección gregoriana del calendario. Así se hizo en 1752: el mes de septiembre de ese año sólo tuvo 19 días en los dominios británicos.
Con apego al calendario corregido, Shakespeare falleció el 4 de mayo de 1616. Todo eso lo puso en claro don Manuel Miranda y Marrón en un folleto que sacó a luz con el título de Cervantes y Shakespeare no murieron el mismo día (México, Talleres Tipográficos de "El Tiempo", 1904). Justo es añadir que ya lo había dicho en España el competente filólogo don Eduardo Benot -y el señor Miranda y Barrón cita esa referencia-, en el estudio preliminar que puso a la traducción castellana de las obras dramáticas de Shakespeare hecha por el cónsul de la Gran Bretaña en Madrid, don Guillermo Macpherson.
En la biografía que de Shakespeare publicó en 1930, don Luis Astrana Marín, fidelísimo traductor de su obra dramática, escribe: "Y muere el martes 23 de abril de 1616 (3 de mayo de nuestro calendario), diez días después de bajar a la tumba otro ingenio de su misma talla, nuestro inmortal Cervantes". La discrepancia con Miranda y Barrón estriba, sin duda, en que éste ajusta los casi once días en que entonces divergían los dos calendarios, en tanto que Astrana Marín se atiene a los diez días completos y no acabala uno más con las horas sobrantes.
Señalaremos, de paso, el aserto de que aquel 23 de abril fue martes, Don Martín Fernández de Navarrete en la biografía de Cervantes que publicó en 1809 afirma que fue sábado. Ya hemos indicado antes esa misma opinión del Marqués de Molíns. "Sábado" dice también el biógrafo francés M. Jean Babelon. Pero no hay tal discrepancia: martes según el sistema juliano, sábado el gregoriano. Cabe añadir que es fácil comprobarlo mediante el empleo de cualquiera de los llamados "calendarios perpetuos".
El error de Bowle y de Víctor Hugo encontró eco en la ceremonia solemne con que hace dos años, el 23 de abril de 1951, se inauguró en nuestro Palacio de las Bellas Artes el primer Congreso de Academias de la Lengua Española. Se acordó asociar el nombre de Shakespeare al de Cervantes en el homenaje que la inauguración en tal fecha constituía, y comunicarlo así a la Royal Society de Londres. Cúpole a quien esto escribe el honor de redactar la comunicación y cuidó de asentar que si bien la coincidencia es sólo aparente, el sentimiento de los pueblos recuerda a los dos insuperados escritores en el mismo día.
La cordura aconseja atenerse a la partida parroquial, hasta que algún otro documento la invalide. Acaso figure tal documento en el millar de los que el señor Astrana Marín está dando a conocer en su magnífica Vida ejemplar y heroica de Miguel Cervantes de Saavedra, cuyos cuatro primeros volúmenes in-folio, de apasionante lectura, han aparecido entre 1948 y 1952, y que aún comprenderá otros cuatro. Como el dato -si nuevo dato hubiere- figuraría al final del octavo y último tomo, cabe suponer que la espera será de un lustro. Lo cual carece de importancia, pues la gloria del "Príncipe de los Ingenios Españoles" tiene ante sí toda la eternidad. Salud.

19 abril 2012

Día del libro I

"Jorge de Capadocia es el nombre de un hipotético soldado romano de Capadocia (en la actual Turquía), mártir y más tarde santo cristiano. Se le atribuye haber vivido entre el 275 ó 280 y el 23 de abril de 303. Su popularidad en la Edad Media le ha llevado a ser uno de los santos más venerados en las diferentes creencias cristianas e incluso —en un fenómeno de sincretismo— en el mundo musulmán y en las religiones afroamericanas.
La layenda de San Jorge, forjada en Oriente y difundida en Occidente de forma amplia a raíz de las Cruzadas, aúna la descripción del martirio del santo y el mito pagano de la victoria sobre el dragón, cristianizado a su vez por las fuentes medievales. La versión más antigua de la pasión del mártir es la de Pasícrates, tachada de extravagante por la Iglesia. Incluye sin embargo un dato de importancia: el martirio de San Jorge tuvo lugar el octavo día antes de las calendas de mayo a la hora sexta; es decir el 23 de abril al mediodía.
La Iglesia prefirió las denominadas Actas Griega de San Jorge, conservadas en la edición de Lipomano y Surio, según un manuscrito vaticano en latín. No obstante la popularización de San Jorge vino definitivamente con la difusión de La Leyenda Dorada de Santiago de La Vorágine en el siglo XIII.
San Jorge parece ser el trasunto de un personaje histórico poco conocido, no obstante. La reinterpretación legendaria mezcla dichas reminiscencias con mitos. San Jorge habría nacido en Capadocia y habría sido instruido en la piedad cristiana por su madre, con la que marchó a Palestina, tras la muerte del padre. Por su origen noble fue nombrado tribuno militar. Rico heredero, al morir su madre, entró al servicio del emperador romano. Pero cuando ve las crueldades a que son sometidos los cristianos, reparte su riqueza y se enfrenta a las autoridades y al propio emperador.
Las fuentes hagiográficas recogen con variantes los terribles martirios a que San Jorge es sometido por defender su fe: atado a una rueda de cuchillos, arrojado a cal viva, sumergido en plomo ardiente, obligado a beber veneno, y finalmente, tras provocar conversiones y resurrecciones, es decapitado.
La leyenda del dragón convirtió a San Jorge en un caballero vencedor de la tiranía. La ciudad libia de Silca estaba domeñada por un terrible dragón que se ocultaba en un gran lago. El monstruo despedía un terrible hedor que infestaba todos los alrededores. Había que alimentarlo para que no fuese a reclamar su comida a la ciudad.
Llegó un momento que no hubo más alimento para el dragón que los propios habitantes de Silca, quienes debían sortearse el sacrificio.
Un día la mala suerte recayó en la hija del rey. La princesa, resignada a su destino, se disponía ya a cumplir su terrible deber, cuando apareció San Jorge. La doncella le contó la terrorífica historia y el santo caballero se enfrentó al dragón al que doblegó y entrego prisionero y moribundo a la princesa para que lo condujera a la ciudad. Cuando todos los habitantes de Silca se hubieron convertido, San Jorge mató al dragón.
Este episodio del dragón llega a Occidente desde Siria en el siglo XI por medio de los cruzados. Simbólicamente el dragón enlaza con la idea oriental, especialmente sumerial, del gran adversario, y del caos primigenio de la cosmología mesopotámica. En el texto de la Leyenda Dorada alude a la peste, a las frecuentes y mortíferas plagas medievales.
La idea de enemigo primordial, y de la lucha heróica desplegada contra él, está además en relación con todos los mitos solares del Mediterráneo oriental, y es por extensión la representación del enemigo de Cristo y su pueblo. Enlaza por tanto con la lucha de la reconquista en territorio penínsular y con el milagro de la Batalla de Alcoraz en tierras aragonesas
El 23 de abril fue declarado "día internacional del libro" por la Unesco en 1996". 

17 abril 2012

Historia oculta

A mi contertulio de los Martes le gusta la historia pero no soporta que la manipulen. Es consciente que cada cual la interpreta o explica según le convenga y esto le cabrea. Le consulto si es bueno buscar un trasfondo histórico para ubicar una novela. Quizás sería mejor realizar la narración de forma intemporal donde no haya referentes históricos que desvíen la atención del lector y que sea éste el que ponga el decorado del tiempo. Como dicen algunos, "en la actualidad". Cualquier cosa puede servir. Una base histórica, incluso, puede hacer que le de mas lucimiento a una novela. Realmente no sabría decir. Prefiero no pronunciarme. El problema radica en que los que no conocen la historia podrían fácilmente confundir la realidad con la ficción que se cuenta.
Es que últimamente he introducido dos entradas en un tiempo concreto de la historia. La "doscientos cincuenta" y la de "Chebourg". Lo único cierto de lo que hay escrito es una pequeña referencia histórica que todos conocemos por los libros pero que no tenemos la certeza de que sean ciertos tal cual la cuentan los historiadores. El resto es pura ficción. Yo no se si Gaspar de Guzmán tenía buen o mal genio. O un carácter déspota. Si le gustaba la música y el baile, o no. Tampoco se si tuvo desavenencias con Velázquez a propósito de cuando éste último pintaba los caballos. Desconozco cómo hacía para despachar con el rey. Por otra parte nunca, nadie, podrá decirnos lo que realmente sucedió en el Titanic cuando todos los supervivientes ya se encontraban en sus barcas de salvamento y lejos del buque para no ser engullidos cuando éste se hundiera. Lo que allí ocurriera formará parte de la historia oculta y oscura y que nunca verá la luz porque no hay testimonios ni los habrá. Así y todo considero que fueron buenas entradas precisamente por esto y además bien documentadas en lo que se refiere a la parte histórica que se conoce.
Yo que vivo la actualidad y su historia o acontecimientos que pasan puedo observar de forma pasiva cómo cambian las noticias según le venga a quien las dice o las comenta. Las cosas que ocurren se ven distintas según sea el periódico, la radio o el canal de televisión. Cada uno lo explica como quiere sin dar opción a los demás a que interpretemos nada. Esto ocurre ahora que tenemos ocasión de cotejar lo contado con lo vivido. Lo que alguien nos cuente de hace muchísimo tiempo y de lo cual tenemos pocas referencias o ninguna pues será poco creíble. Quiero pensar. A todo esto mi contertulio de los Martes cree que no hay que mezclar las cosas para evitar precisamente lo que digo. Que se confunda la ficción con la realidad histórica sobre todo en gente poco versada. La historia es lo que realmente ocurrió se cuente cómo se cuente y lo cuente quién lo cuente. La realidad no la podemos variar pero la podemos matizar o disfrazar o manipular o interpretar o yo qué se lo que podríamos llegar a hacer con la historia. La ficción es otra cosa.
Pero los historiadores no se ponen de acuerdo al contar la historia verdadera. Incluso teniendo recopilación escrita o pintada. Pistas sobre registros a los que simplemente hay que seguirlos de forma adecuada y saber interpretarlos de forma seria sin contravenir ninguna norma. Si ellos no se ponen de acuerdo que son los expertos a ver nosotros que no entendemos y nos dejamos guiar por ellos. Mal andamos. Se cuentan muchas cosas de acontecimientos importantes y de personajes famosos que con el tiempo van cambiando porque alguien se dedica a investigar más que otros o se encuentra alguna documentación que antes no se tenía. La cuestión es que no hay día que alguien no nos cambie la historia de la historia. Sobre esto hay una entrada titulada "Día del libro II" en la que queda patente las desavenencias sobre la agonía, muerte, sepelio, enterramiento y demás de Don Miguel de Cervantes y Shakespeare. Lo dicho. Los mismos historiadores no se ponen de acuerdo en algo sencillo y que no ocurrió hace demasiado tiempo y sobre lo cual tenemos abundante documentación escrita.
Al final y después de mucho hablar no llegamos a ninguna conclusión. Quedamos en que una buena idea es narrar una historia actual sin referencias históricas para no perdernos. Otra es escribir una buena novela con referencias hostóricas pero que se diferencien claramente para no confundir. Lo importante es que lo que se escriba sea interesante y ameno. Es duro de pelar el contertulio de los Martes. Si, bueno, pero quizás no, no se, tendría que pensarlo. La verdad es que no se que decir. Lo tengo liado porque, habitualmente, distinguir la realidad de la ficción es complicado. Pues si se confunde paciencia. No pasa nada. Disfruta de la lectura. Es lo que hay. Leeremos, pues, a quién escriba algo quer nos interese. 

15 abril 2012

Lo que importa

Es que dice el contertulio con el que me cito todos los lunes que los protagonistas de una narración no son lo principal ni en lo que uno deba dedicar demasiado tiempo. El justo. Son un medio. Son el complemento que el escritor utiliza para explicar el tema que desarrolla cuando escribe una novela. El actor principal de la novela no tiene autonomía propia. Tiene muy poca importancia o ninguna. Es lo mismo si es bajito o alto. Gordo o flaco. Tiene pelo o es calvo. El rubio o moreno. O lo que sea que pueda caracterizar al sujeto principal de una narración. ¿Y cómo es eso? Lo importante, cuando lees un libro, es la trama o el argumento. De qué va la cosa. Lo importante es la idea que el autor quiere transmitir y que te quede. Cuando comentas sobre un libro hablas del argumento y lo comentas con quien sea. Están los protagonistas pero hablas del argumento. Para conseguir esto el que escribe utiliza a los personajes, momentos, situaciones, contextos, lugares y demás complementos que ayudan. Pero lo verdaderamente importante para el autor es la idea que tiene y que moldea para transmitirla lo mejor posible para un buen entendimiento. Esto es novedoso para mi y no pienso darle la razón a mi contertulio de buenas a primeras. He leído una entrada reciente que se titula Chebourg y me han impactado las cosas que el autor habla de los protagonistas. El trasfondo, para mi, ha sido lo de menos.
Tu has leído el Quijote. Vale. No me dirás que lo que hace Quijano, Sancho o Rocinante es primordial para ti y que se anteponga a la historia que Don Miguel quiere contarnos de forma exclusiva. Lo importante son las enseñanzas que aprendemos con su lectura. O sea, el argumento. Porque si Rocinante es un caballo o un asno no es relevante. Si Quijano estuviera gordo y no llevara barba con bigote a nosotros, como lectores, nos daría igual. Si Sancho estuviera casado con Dulcinea, pues que más da. ¿No lo crees así? No. Verdaderamente, no. Lo único importante no es el trasfondo humanista y sociológico que Don Miguel de Cervantes quería transmitir con la narración. Esto es lo único que importa. Los personajes no tienen sustancia en sí mismos. Son un recurso literario más que utiliza el escritor para ofrecer una idea o una trama. Lo verdaderamente importante es la historia narrada. Está bien. No había pensado en ello, pero no creo que sea del todo cierto.
Creo que los personajes tienen su importancia porque si el autor no acierta con ellos la historia se queda en nada porque nada se entiende. La historia de Don Miguel nunca hubiera podido tener como protagonista a Peter Pan. Pero quizás sí a Robin Hood. ¿Entiendes lo que quiero decirte?
Por definición la narrativa es una historia escrita. Es una idea que el autor tiene y que la escribe para que sea leía y entendida por los lectores. Pensada y reflexionada. Para que esto sea así debe de buscar unos actores que den vida a la idea inicial y la desarrollen de la mejor forma. Cualquier personaje no sirve a la idea principal. Los actores  tienen que tener la misma importancia y estar al mismo nivel que la trama. Es un conjunto que no puede descomponerse ni verse de forma aislada. Son un todo indivisible. Si un escritor no tiene una buena idea que transmitir pero consigue lograr unos buenos personajes la novela no valdrá nada. Si por el contrario tiene una brillante idea y la sabe hilvanar en una trama impecable pero no acierta con los protagonistas la novela está abocada al fracaso y cosechar un ridículo estrepitoso. Ni siquiera una novela mediocre puede salvarse de la quema con buenos personajes.
Al final de la tertulia de los lunes nos ponemos de acuerdo en que la importancia de una buena novela y que ésta tenga éxito es que el autor tenga una buena idea o trama que sea interesante y que además consiga el perfil de los personajes más adecuados para desarrollar la novela. El autor que triunfa con un libro es el que tiene una buena idea que contar, que dispone de unos buenos personajes para contarlo y que estén a la altura de las circunstancias. Que sea interesante, amena, inteligente, con ciertas dosis de ingenio. Entonces el lector disfruta de su lectura que es lo que importa. Salud.

13 abril 2012

Qué Dios

"Ante las informaciones aparecidas y la expectación suscitada pido disculpas si no he sabido atender correctamente a los medios. Quisiera hacer saber que: Me repugna en lo más hondo de mi ser, considero inadmisible e injustificable en ninguna circunstancia y jamás he tenido conocimiento de la separación de un recién nacido de su madre biológica, realizada bajo coacciones y amenazas.
He dedicado toda mi ya larga vida a ayudar a los más necesitados de manera desinteresada, como forma de hacer realidad mis profundas convicciones religiosas.
Quiero dar públicamente las gracias de corazón a todas las personas e instituciones de todo el mundo que me han apoyado, dándome muestras de afecto, respeto y consideración."
Esta nota de prensa podría haber sido escrita por mí. Pero yo no la he escrito. La suscribo completamente. A mi, como padre, También me repugna desde lo más hondo de mi entendimiento que a unos padres se les prive de tener, disfrutar y educar a sus hijos según sus convicciones y creencias -religiosas o no. Insisto en que yo no tengo nada de que arrepentirme porque no entra en mis pensamientos hacer el mal a nadie y robarle su hijo para venderlo a otro. Es del todo inhumano y no encuentro palabras para describir la actitud miserable de Sor María Gómez Valbuena. Hermana de la Caridad, ni más ni menos, y con profundas creencias religiosas.
Tuvo su oportunidad de explicarle al juez toda la verdad de lo ocurrido y de lo que se le imputa. No es libre. La verdad nos hace libres. Ella no ha dicho la verdad. Ella no ha dicho nada porque la ley se lo permite y ha callado delante del juez. Ante tal pifia se ha justificado con una nota que reproduzco al principio. Ya no vale. A mi no me tiene que dar explicaciones. Las cosas se dicen dónde toca. La justicia hará el resto.
Esta funcionaria de la Iglesia ha demostrado que va por libre y habla o calla según le convenga generando confusión y aumentando la creencia que tenemos la mayoría de la gente de bien de que lo que se le imputa es verdad. De todo lo cual el editor de este blog no es ajeno y piensa que tal cual acontecen las cosas el Dios de esta monja no existe y si existe no es bueno seguirle. Salud.

12 abril 2012

Chebourg

El muelle norte del puerto de Queenstown era un hervidero de gente. Una multitud impresionante que se movía de un lado a otro con cierto orden dentro de un gran caos. Pasajeros que iban a embarcar junto a sus doncellas y criadas, señoritas de compañía y maleteros cargados con pesados equipajes. Gritos y palabras altas para no perderse entre tanta gente que se desplazaba hacia alguna de las pasarelas de embarque.
Una gran mayoría del infernal gentío que abarrotaba el muelle eran simples curiosos que ese once de Abril de mil nueve cientos  doce habían venido hasta aquí para admirar esta maravilla de la tecnología y la industria naval. El barco transatlántico más grande jamás construido hasta la fecha. El Titanic.
Era temprano y un cielo plomizo cubría todo. Desde el horizonte de levante amanecían unos tímidos rayos que cegaban a quienes miraban a lo alto del buque. Ese sol se fue imponiendo en el ambiente al tiempo que el cielo se despajaba perezosamente. Con este escenario y a modo de contraluz la silueta del Titanic se alzaba majestuoso.
Bartolomé Herrero se encontraba en la cubierta tres de estribor. Apoyados los codos en la barandilla y mirando lo que acontecía con el trasegar de las gentes que iban llenando el muelle. Hipnotizante. A su lado estaba Mercedes Martín. Ambos españoles. Habían embarcado el día anterior en el puerto francés de Chebourg al que habían llegado desde España en tren con un viaje de tres días. Sus expectativas de futuro con Alfonso XIII y su Presidente del Gobierno Don José Canalejas, por muy izquierdista que fuera, no eran prometedoras.
Sus nombres eran verdaderos y así constaba en las listas oficiales de la compañía White Star Line que gestionaba el Titanic. Su secreto era la mentira de su matrimonio. No eran marido y mujer sino jefe y secretaria. Bueno, lo habían sido hasta hace poco. Llevaban meses preparando una vida juntos lejos de sus lugares de origen. Bartolomé había vendido una próspera granja de ovejas y cochinos en un pueblo de Segovia y que había heredado de su padre. Había conseguido hacerla más grande y próspera.
Ganó mucho dinero pero perdió felicidad. Esta última la encontró al lado de su secretaria con la que había tomado la decisión de emprender una nueva vida. La esperanza de Bartolomé y Mercedes estaba puesta en Nueva York. Todos los preparativos se habían hecho con la máxima discreción. Su esposa no sabía nada y posiblemente nunca debió de saber la verdad de lo ocurrido tal cual pasaron las cosas. Se miraron en silencio cogidos de la mano. Una mirada cómplice de quién se siente en manos del destino.
El espectáculo que observaban desde la cubierta tres era indescriptible e impresionante. Los de primera clase, como ellos, subían por una pasarela montada hacia el lado de proa. Era ancha y permitía el paso con cierta holgura tanto para pasajeros como por los maleteros con sus equipajes llevados en pequeñas carretas. Los de segunda y tercera clase lo hacían por una especie de escotilla ancha situada más a la popa del barco siempre por la parte de estribor. Los de primera presentaban los billetes que eran cotejados por unas listas en manos de los oficiales de puerta. En las clases inferiores no había listas. Se entraba con el simple hecho de enseñar el billete expedido y sellado por la compañía White Star Line.
Las gentes de primera iban engalanados con sus mejores vestidos y trajes, pamelas y sombreros y con el servicio uniformado con cofias y manguitos blancos almidonados dando la mano a los niños. Desde lo alto del puente de mando el capitán John Edward Smith se sentía orgulloso y miraba compulsivamente su reloj de bolsillo. El reloj llevaba una foto en miniatura de su esposa en la parte interna de la tapa y estaba sujeto al pantalón por una cadena de oro. Desde la compañía le habían advertido de la importancia de la puntualidad.
Era un día especial en el muelle norte del puerto de Queenstown al sureste de la República de Irlanda. El capitán Edward Smith advirtió a su segundo de a bordo que ordenara rapidez y eficacia en las tareas de embarque y que los nuevecientos y pico de tripulantes estuvieran preparados para zarpar de forma inminente. Era mediodía y faltaba poco menos de hora y media para iniciar la travesía que los llevaría hasta la ciudad de Nueva York. Al otro lado del Atlántico.
Bartolomé Herrero se sentía orgulloso de haber disfrutado ya del lujo que se respiraba en todas las dependencias y en todas las cosas del buque. Había sentido el atractivo que proporciona el disfrute de todo tipo de lujos que nunca antes había tenido ni en su casa ni en su tierra natal. Sentía cierto nerviosismo por la doble aventura que empezaba. Viajar en el barco más grande del mundo para cruzar el Atlántico y la no menos arriesgada aventura de tener que empezar una nueva vida  junto a Mercedes Martín.
A la una y treinta minutos de la tarde y a la orden del ruidoso pitido de las sirenas empezaron a levar anclas. El griterío ensordecedor de la gente que abarrotaba las cubiertas de estribor agitando pañuelos envolvió todo despidiéndose de los que se quedaban en tierra. Los de tierra hacían lo propio aunque muchos de ellos eran simples curiosos que se habían acercado a contemplar el espectáculo. El Titanic se fue alejando lentamente y majestuosamente del muelle gracias al ingente trabajo de la marinería de la cubierta y de los fogoneros que mantenían las calderas en su punto de presión. Fue una maniobra arriesgada que el capitán Edward Smith asumió con responsabilidad.
El día catorce y en plena noche un desafortunado roce con un iceberg abrió una brecha en el lado de estribor por debajo de la línea de flotación que alcanzó cinco compartimientos. Los justos como para que el daño fuera irreversible. Uno menos y no hubiera pasado nada. El capitán  y los responsables de la compañía White Star Line se afanaron en aplicar el protocolo de emergencia con diligencia sabedores de que la avería sufrida por el Titanic conduciría irremediablemente a su hundimiento.
La cuestión, ahora, era salvar el mayor número posible de pasajeros a sabiendas de que sólo había botes salvavidas para el pasaje de primera clase. Bartolomé y Mercedes se dirigieron hacia la cubierta que les indicaron los oficiales. Sus chalecos estaban puestos y sujetos correctamente. El capricho del destino o una mala plantificación de los protocolos de emergencia en este tipo de casos sólo dejaban subir a los botes a mujeres y niños de forma prioritaria y luego a los hombres. Esa absurda política de salvamento hizo que Mercedes Martín pudiera encontrar sitio casi al instante por su condición de mujer.
Gritos, empujones, malas palabras y peores modales. La típica vileza de la condición humana cuando se ve en peligro. Visto lo que había, Bartolomé Herrero cogió la mano de Mercedes con fuerza como si no quisiera dejarla. Era un adiós más que un hasta luego. Sus ojos estaban humedecidos y su semblante abatido. Se despidió más con la vista que con las palabras ya que el griterío no daba para mas. Uno de los oficiales le hizo señas para que retrocediera por seguridad y el bote salvavidas fue arriado al mar casi con delicadeza. En este preciso instante se dio cuenta de que por mucho que lo intentara nunca podría acceder a ningún tipo de bote y que si se tiraba al agua moriría de frío.
Las barcazas se alejaban rápido para evitar ser engullidas cuando el Titanic se hundiera. No había salvación posible. Permaneció un rato y se rindió ante la evidencia. Se quitó allí mismo el chaleco y entró dentro del barco. Cruzó el salón central y bajó por las escaleras principales enmoquetadas  asido a una de las barandillas centrales. Sorteó gente con evidentes signos de nerviosismo. En la parte de proa del comedor principal estaba la orquesta al completo que seguía amenizando el hundimiento como si no les importara o como si no fuera con ellos.
Entró en la biblioteca inspirada en el estilo Louis XV y se sirvió un brandy. Cogió un libro al hazar de los más de treinta mil títulos que allí estaban reposando en los estantes. La Odisea de Homero. Abrió el libro por cualquier página mientras sorbía de la copa. La muerte le encontraría leyendo.
El nombre de Mercedes Martín salió en la lista oficial de los pasajeros supervivientes. El suyo, Bartolomé Herrero, no estaba ni en la de desaparecidos. Salud  

11 abril 2012

Jubilación a los 67

Mi compromiso con el blog es verdadero y desde todas las perspectivas posibles. Desde la idea o inspiración inicial pasando por todos los añadidos y complementos que aparecen. Cada entrada se hace y rehace las veces que haga falta. Se corrige y se cambian palabras y modifican frases. Al final, la entrada, debe quedar conformada como yo quiero al margen de que guste más o menos a los que habitualmente estáis en esto.
Esta vez tengo un aliado importante que es la historia y los secretos que entraña al margen de lo que todo el mundo conoce porque es de dominio público. La verdad de lo que realmente ocurre no siempre se corresponde con la verdad que todo el mundo maneja como cierta. Todo esto tiene su qué y se llama Agapito Fuentes. Estuvo trabajando de policía local toda su vida laboral en un pequeño pueblo de tierra adentro en los confines de la Mancha. Entró con un contrato verbal cuando apenas tenía veintiún años, estudios primarios y una mili recién finalizada de casi dos años de duración por tierras africanas pero en territorio español. Conocido por todos y querido por casi todos. Un policía local no tiene porqué caer bien a todo el mundo ni mucho menos. Le llamaban, simplemente, Agapito. No había otro pero si dudabas bastaba con añadir que era el hijo de José Fuentes, el sacristán. Durante mucho tiempo fue el único policía local del municipio de El Recodo de Calatrava. Con el tiempo y por necesidades, la plantilla se aumento en tres y un coche todoterreno. Era el más antiguo porque fue el primero y aunque oficialmente no tenía ningún reconocimiento ni llevaba ningún distintivo de mando era el que organizaba el trabajo y el que realmente mandaba según directrices del señor alcalde.
Cuando cumplió sesenta y cinco años lo jubilaron según la ley vigente o por imperativo legal como se dice hoy en día. Le organizaron una cena de despedida donde acudieron todos. Autoridades civiles, militares y religiosas -a saber, el alcalde y concejales, el sargento de la guardia civil y el cura del pueblo-. Le regalaron un reloj Seiko con calendario perpetuo y un ramo de flores. Tuvo que tragar con una misa de las de domingo -sermón incluido sobre las bienaventuranzas- concelebrada y cantada. La iglesia a rebosar igual que en el polideportivo donde ofrecieron la cena. Lijera y fugaz que no estaban las cosas para dispendios de estos. Casi un tentempié. Enhorabuenas y parabienes y todos a casa. Al día siguiente ya era historia que este tipo de cosas pasan rápido y se olvidan pronto. Quiso el destino que por aquellas fechas pasaran dos acontecimientos que podrían considerarse intrascendentes pero de primer orden en un pueblo pequeño. Falleció de vejez el responsables de pompas fúnebres y enterrador del pueblo y que el tal Agapito enfermara de depresión por no saber controlar su tiempo de ocio o jubilación que era mucho. Me atrevo a afirmar que era todo y demasiado. El alcalde independiente que en estos momentos estaba lo llamó para tener una charla mientras tomaban un café y un anís para matar el gusto. Le ofreció encargarse del servicio funerario a cambio de un poco de dinero para gastos corrientes de a diario -tabaco y algo más- que ya es porque él ya tenía su pensión de jubilado. Dicho y hecho. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, ya estaba en el bar de la plaza mayor explicando su nuevo quehacer a los conciudadanos que también gustaban de madrugar.
El cementerio limpio como una patena y vigilado como mandaba la normativa vigente. Abrir por la mañana y cerrar al ponerse el sol. Dar cristiana sepultura a quien le tocara en suerte y poco mas. De esta forma volvió a ocupar el tiempo y se curo de la depresión. Manejaba un poco de dinero y su mujer administraba la paga de la jubilación. El día de Todos los Santos de este mismo año de su jubilación y porque era costumbre el señor cura fue a decir misa al cementerio. Una pequeña capilla que daba cabida a los feligreses que se congregaban. Prácticamente todas las mujeres del pueblo. Cuando entraron hubo un asombro y un lamento general que les puso la carne de gallina. Agapito permanecía inmóvil en el centro de la capilla ahorcado de una biga de madera. Descansa en paz Agapito. Salud.

08 abril 2012

Can Savellà, 27 y 29

El otro día vi un reportaje en televisión que me gustó por muchos motivos. El programa en sí mismo no tenía nada del otro mundo. Un personaje conocido o de renombre -aunque a éste yo no le conocía de nada- paseaba por las calles de una barriada y mientras explicaba las cosas que allí se encontraban así como la historia del lugar. Acompañado de una periodista y un cámara recorrían el lugar mientras recogían todo tipo de testimonios que pudieran interesar. Mi barrio. Palabra mágica. Este lugar tan especial en la vida de cada uno y de cada cual porque es dónde se desarrolla como persona. Este lugar dónde naces y creces. Dónde juegas con tus amigos que son tus vecinos y a la vez compañeros de clase. Este lugar dónde se encuentra la casa dónde te han concebido, dónde has nacido, dónde has crecido, dónde has jugado, dónde se encuentran la mayoría de tus familiares más allegados y aquellos vecinos que ya son casi de la familia porque has compartido casi de todo con sus hijos. El colegio dónde aprendes a leer, a escribir y a contar. El centro social, cultural y religioso. El barrio dónde vives los momentos de tu vida más importantes de la infancia y adolescencia. Despertarse por la mañana con la única preocupación de pasarlo bien. De estudiar y de comportarse adecuadamente según te indican los mayores porque así está escrito en los libros de cortesía, decoro y educación. Te enseñan lo que ellos aprendieron. Ninguna preocupación mas. Esas cosas de preocuparse son para los mayores. Los padres, los abuelos, los vecinos, los maestros, los curas y algunos más.
En esto estaba este personaje famoso que yo no conocía de nada pero que salía en televisión para dar buena cuenta de su barrio que a la vez  también era el mio. Digo mejor, que fue el mio. Se trataba del barrio dónde nací y crecí. Dónde aprendí lo que se. Donde pase los mejores mejores momentos de mi infancia rodeado de los mios -con penurias incluidas- que fueron las que más y a las que sobrevivimos. Lo reconocí enseguida que empezaron a emitir las primeras imágenes. Antes de que una voz en off fuera indicando las primeras cosas que aperecían y mucho antes de que apareciera el señor famoso o de renombre que yo no conocía pero que al final resultó que lo hizo bien dando explicaciones detalladas de cada cosa. Poco a poco iban saliendo las bondades del lugar y el señor famoso resultó ser un empresario que trabaja en el primer piso de un despacho de la Plaza de San Francisco. Tan sólo a unos cien metros de la calle de Can Savellà que es dónde yo nací.
Todo esto me daba igual. Es como si la voz del señor y de la periodista fueran desapareciendo y tomaran fuerza las nuestras. Las mias, las de mi familia, las de mis amigos, las de mis vecinos, las de la escuela, etc. Vecinos humildes y grandes de España en un mismo lugar. Una humilde barriada del casco antíguo de Palma de Mallorca y cuyo programa gravitaba en el mismo Convento y Basílica de San Francisco. De su claustro gótico. Lo conocía bien porque además de lo contado y de lo que contaré yo fuí monaguillo y estuve escolarizado allí. A mi me trajeron al mundo a escasos metros de la Basílica. En una humilde habitación del semisotano de un palacete de una familia bien e importante. A la casa se accedía bajando unos cinco escalones. Era y es la calle de Can Savellà y con los números veintisiete y veintinueve por si no bastara uno, esquina con la calle de Samaritana.
Así se contaba en el programa y así lo cuento yo porque estuve antes que ellos en este lugar. Hace cincuenta y bastantes años. Calle silenciosa. Sin tráfico si exceptuamos algún carromato de reparto de mercancías y alguna calesa tirada por un caballo y que llevaba de paseo turístico a los primeros turistas que aparecían por allí y que nos fueron invadiendo. Justo enfrente de mi casa estaba aparcada la Lambretta de mi padre con un sidecar a la derecha. Al lado mismo de la Lambretta una zapatería con un señor mayor de dueño que cada mañana sacaba una silla de barbero en medio de la tienda y dejaba afeitarse. Cada cuanto tocaba, también se dejaba cortar el pelo. Recogía todo y a vender para prosperidad del negocio que terminó cerrando. Un poco a la derecha se enfilaba la calle de Can Malla cuya característica principal era una tienda y taller de máquinas de escribir. Al final de ésta empezaba la calle Campana donde vivían mis abuelos maternos y otros tantos amigos de familias importantes con los que compartíamos juegos y amistad. Si se seguía llegabas a la Iglesia de Santa Eulalia con su plaza y demás. Pero esta es otra historia. Que cada barrio tiene sus puntos y sus momentos y que éstos los he de detallar en distintas entradas. Con esta es suficiente por lo que no digo mas. Salud