Hace dos años, por estas fechas, felicité la navidad con ayuda de mi sobrina María Antonia. Tenía diez años entonces, un buen nivel de estudios y una nota
media de nueve con dos. Su maestra de Ciencias
Naturales les estaba enseñando el aparato reproductor de los animales y de las
plantas. Resulta que el ovario de las plantas se convierte en fruto cuando ha sido polinizado. La maestra les dijo que es el mismo viento el que poliniza este ovario que
tienen las plantas para que se convierta en fruto.
Tenía otra maestra que le explicaba religión. Asignatura necesaria e imprescindible para alumnos que viven en un estado
aconfesional. No es bueno que se adoctrine en las aulas y menos si son públicas. Parece
ser que las maestras prepararon el temario de forma conjunta para evitar
equívocos entre los alumnos y mosqueo entre los padres. Mi sobrina María Antonia dijo que la maestra de religión aseguró que con la maternidad
empieza la vida. Resultaba romántico y poético.
Que la maternidad es exclusiva del cuerpo
femenino porque así lo ha querido Dios que es quién lo ha creado. La naturaleza,
aquí, no pinta nada. Parece ser que la Virgen María sólo se llamaba María a
secas. Lo de virgen viene a cuento de que no fue polinizada por ningún hombre.
Fue cosa de Dios que le introdujo la semilla de la vida a través del viento del
Norte que un buen día la rodeó por la cintura. Lo hizo nueve meses antes de
finales de Diciembre. Los malos
entendidos los tuvo María con un carpintero.
Llegado el momento, el hijo de Dios, vino al mundo en un establo dónde
sólo había el burro con el que se habían desplazado. No había buey porque nunca
lo ha habido en un establo. Ni ningún otro tipo de animal. Tampoco estaba el
carpintero porque no era costumbre que los hombres estuvieran al lado de sus
esposas en momentos como este. Luego sí se puso de moda. María era una mujer prometida a su esposo José y comprometida con el matrimonio
vitalicio. Por eso sus labios se quedaron mudos cuando se supo polinizada con la
semilla que el viento del Norte le dejó al rodearla por la cintura. El carpintero se quedó con el rostro perdido o
extraviado en busca de un refugio de calma. En estos momentos cualquier cosa
hubiera servido para protegerse de la situación. Algo
destilado o fermentado, por ejemplo. Pero era hombre serio y responsable y cuidó
de María.
El año pasado felicité la navidad con ayuda de Eugeni. Fuimos mar adentro.
Dirección horizonte. Con las velas hinchadas. Esperamos una ola que nos inspirara. Volvimos al anochecer. Después de que el sol se
hubiera puesto. Que es cosa importante felicitar una Navidad
a los amigos. La Noche Buena es noche sosegada. Compartiendo mesa con buena
compañía. Que no falte el vino, las palabras y la risa. Las miradas y la
ternura. Noche de fiesta y buenas intenciones. Esa noche en la
que el viento se cuela por las rendijas y deja villancicos oportunos.
Reivindicando generosidad. Recuerdos y balances. Cosas buenas
que habrá que repetir y otras que habrá que olvidar.
Soledades
inciertas y difusas. Los que ya no están. Los que están de camino. Los que
acaban de llegar. Asomarse a la Navidad para ver el Año Nuevo. Desde la orilla o
desde el bosque. Ideas en la mente que alargan su sombra hasta la
memoria. Papeles por escribir. Felicitaciones que dar. Trayectos que hay que
andar. Caminos invisibles que hay que intuir. Tiempos apasionados de magias y
hechizos. Pesadillas que el día borrará. Navidad
blanca o del color que cada uno quiera. Con su aroma de turrón y villancicos. Ecos de todo un año que retumban sin cesar. Días de bellos decorados. Sol, lluvia, nubes, niebla y nieve.
Los balances para los de ciencias. Las letras para mi. Tardes de chimenea con libros y
letras. El tiempo que nos devora. Este año me he citado con Pedro de Alcántara Peña. Amigos de siempre. Dice que Dios nació de noche. En plena oscuridad. Que recibieron regalos de pastores y reyes. En el establo había una chimenea con lecha de un árbol caído en el último vendaval. Buen calor que daba a todos los concentrados. Y una estrella en el firmamento que brillaba más que ninguna. Cada año se repite desde que el hombre habita la tierra.
Vale pues, Feliz Navidad y buen Año Nuevo. Salud.