12 abril 2012

Chebourg

El muelle norte del puerto de Queenstown era un hervidero de gente. Una multitud impresionante que se movía de un lado a otro con cierto orden dentro de un gran caos. Pasajeros que iban a embarcar junto a sus doncellas y criadas, señoritas de compañía y maleteros cargados con pesados equipajes. Gritos y palabras altas para no perderse entre tanta gente que se desplazaba hacia alguna de las pasarelas de embarque.
Una gran mayoría del infernal gentío que abarrotaba el muelle eran simples curiosos que ese once de Abril de mil nueve cientos  doce habían venido hasta aquí para admirar esta maravilla de la tecnología y la industria naval. El barco transatlántico más grande jamás construido hasta la fecha. El Titanic.
Era temprano y un cielo plomizo cubría todo. Desde el horizonte de levante amanecían unos tímidos rayos que cegaban a quienes miraban a lo alto del buque. Ese sol se fue imponiendo en el ambiente al tiempo que el cielo se despajaba perezosamente. Con este escenario y a modo de contraluz la silueta del Titanic se alzaba majestuoso.
Bartolomé Herrero se encontraba en la cubierta tres de estribor. Apoyados los codos en la barandilla y mirando lo que acontecía con el trasegar de las gentes que iban llenando el muelle. Hipnotizante. A su lado estaba Mercedes Martín. Ambos españoles. Habían embarcado el día anterior en el puerto francés de Chebourg al que habían llegado desde España en tren con un viaje de tres días. Sus expectativas de futuro con Alfonso XIII y su Presidente del Gobierno Don José Canalejas, por muy izquierdista que fuera, no eran prometedoras.
Sus nombres eran verdaderos y así constaba en las listas oficiales de la compañía White Star Line que gestionaba el Titanic. Su secreto era la mentira de su matrimonio. No eran marido y mujer sino jefe y secretaria. Bueno, lo habían sido hasta hace poco. Llevaban meses preparando una vida juntos lejos de sus lugares de origen. Bartolomé había vendido una próspera granja de ovejas y cochinos en un pueblo de Segovia y que había heredado de su padre. Había conseguido hacerla más grande y próspera.
Ganó mucho dinero pero perdió felicidad. Esta última la encontró al lado de su secretaria con la que había tomado la decisión de emprender una nueva vida. La esperanza de Bartolomé y Mercedes estaba puesta en Nueva York. Todos los preparativos se habían hecho con la máxima discreción. Su esposa no sabía nada y posiblemente nunca debió de saber la verdad de lo ocurrido tal cual pasaron las cosas. Se miraron en silencio cogidos de la mano. Una mirada cómplice de quién se siente en manos del destino.
El espectáculo que observaban desde la cubierta tres era indescriptible e impresionante. Los de primera clase, como ellos, subían por una pasarela montada hacia el lado de proa. Era ancha y permitía el paso con cierta holgura tanto para pasajeros como por los maleteros con sus equipajes llevados en pequeñas carretas. Los de segunda y tercera clase lo hacían por una especie de escotilla ancha situada más a la popa del barco siempre por la parte de estribor. Los de primera presentaban los billetes que eran cotejados por unas listas en manos de los oficiales de puerta. En las clases inferiores no había listas. Se entraba con el simple hecho de enseñar el billete expedido y sellado por la compañía White Star Line.
Las gentes de primera iban engalanados con sus mejores vestidos y trajes, pamelas y sombreros y con el servicio uniformado con cofias y manguitos blancos almidonados dando la mano a los niños. Desde lo alto del puente de mando el capitán John Edward Smith se sentía orgulloso y miraba compulsivamente su reloj de bolsillo. El reloj llevaba una foto en miniatura de su esposa en la parte interna de la tapa y estaba sujeto al pantalón por una cadena de oro. Desde la compañía le habían advertido de la importancia de la puntualidad.
Era un día especial en el muelle norte del puerto de Queenstown al sureste de la República de Irlanda. El capitán Edward Smith advirtió a su segundo de a bordo que ordenara rapidez y eficacia en las tareas de embarque y que los nuevecientos y pico de tripulantes estuvieran preparados para zarpar de forma inminente. Era mediodía y faltaba poco menos de hora y media para iniciar la travesía que los llevaría hasta la ciudad de Nueva York. Al otro lado del Atlántico.
Bartolomé Herrero se sentía orgulloso de haber disfrutado ya del lujo que se respiraba en todas las dependencias y en todas las cosas del buque. Había sentido el atractivo que proporciona el disfrute de todo tipo de lujos que nunca antes había tenido ni en su casa ni en su tierra natal. Sentía cierto nerviosismo por la doble aventura que empezaba. Viajar en el barco más grande del mundo para cruzar el Atlántico y la no menos arriesgada aventura de tener que empezar una nueva vida  junto a Mercedes Martín.
A la una y treinta minutos de la tarde y a la orden del ruidoso pitido de las sirenas empezaron a levar anclas. El griterío ensordecedor de la gente que abarrotaba las cubiertas de estribor agitando pañuelos envolvió todo despidiéndose de los que se quedaban en tierra. Los de tierra hacían lo propio aunque muchos de ellos eran simples curiosos que se habían acercado a contemplar el espectáculo. El Titanic se fue alejando lentamente y majestuosamente del muelle gracias al ingente trabajo de la marinería de la cubierta y de los fogoneros que mantenían las calderas en su punto de presión. Fue una maniobra arriesgada que el capitán Edward Smith asumió con responsabilidad.
El día catorce y en plena noche un desafortunado roce con un iceberg abrió una brecha en el lado de estribor por debajo de la línea de flotación que alcanzó cinco compartimientos. Los justos como para que el daño fuera irreversible. Uno menos y no hubiera pasado nada. El capitán  y los responsables de la compañía White Star Line se afanaron en aplicar el protocolo de emergencia con diligencia sabedores de que la avería sufrida por el Titanic conduciría irremediablemente a su hundimiento.
La cuestión, ahora, era salvar el mayor número posible de pasajeros a sabiendas de que sólo había botes salvavidas para el pasaje de primera clase. Bartolomé y Mercedes se dirigieron hacia la cubierta que les indicaron los oficiales. Sus chalecos estaban puestos y sujetos correctamente. El capricho del destino o una mala plantificación de los protocolos de emergencia en este tipo de casos sólo dejaban subir a los botes a mujeres y niños de forma prioritaria y luego a los hombres. Esa absurda política de salvamento hizo que Mercedes Martín pudiera encontrar sitio casi al instante por su condición de mujer.
Gritos, empujones, malas palabras y peores modales. La típica vileza de la condición humana cuando se ve en peligro. Visto lo que había, Bartolomé Herrero cogió la mano de Mercedes con fuerza como si no quisiera dejarla. Era un adiós más que un hasta luego. Sus ojos estaban humedecidos y su semblante abatido. Se despidió más con la vista que con las palabras ya que el griterío no daba para mas. Uno de los oficiales le hizo señas para que retrocediera por seguridad y el bote salvavidas fue arriado al mar casi con delicadeza. En este preciso instante se dio cuenta de que por mucho que lo intentara nunca podría acceder a ningún tipo de bote y que si se tiraba al agua moriría de frío.
Las barcazas se alejaban rápido para evitar ser engullidas cuando el Titanic se hundiera. No había salvación posible. Permaneció un rato y se rindió ante la evidencia. Se quitó allí mismo el chaleco y entró dentro del barco. Cruzó el salón central y bajó por las escaleras principales enmoquetadas  asido a una de las barandillas centrales. Sorteó gente con evidentes signos de nerviosismo. En la parte de proa del comedor principal estaba la orquesta al completo que seguía amenizando el hundimiento como si no les importara o como si no fuera con ellos.
Entró en la biblioteca inspirada en el estilo Louis XV y se sirvió un brandy. Cogió un libro al hazar de los más de treinta mil títulos que allí estaban reposando en los estantes. La Odisea de Homero. Abrió el libro por cualquier página mientras sorbía de la copa. La muerte le encontraría leyendo.
El nombre de Mercedes Martín salió en la lista oficial de los pasajeros supervivientes. El suyo, Bartolomé Herrero, no estaba ni en la de desaparecidos. Salud  

11 abril 2012

Jubilación a los 67

Mi compromiso con el blog es verdadero y desde todas las perspectivas posibles. Desde la idea o inspiración inicial pasando por todos los añadidos y complementos que aparecen. Cada entrada se hace y rehace las veces que haga falta. Se corrige y se cambian palabras y modifican frases. Al final, la entrada, debe quedar conformada como yo quiero al margen de que guste más o menos a los que habitualmente estáis en esto.
Esta vez tengo un aliado importante que es la historia y los secretos que entraña al margen de lo que todo el mundo conoce porque es de dominio público. La verdad de lo que realmente ocurre no siempre se corresponde con la verdad que todo el mundo maneja como cierta. Todo esto tiene su qué y se llama Agapito Fuentes. Estuvo trabajando de policía local toda su vida laboral en un pequeño pueblo de tierra adentro en los confines de la Mancha. Entró con un contrato verbal cuando apenas tenía veintiún años, estudios primarios y una mili recién finalizada de casi dos años de duración por tierras africanas pero en territorio español. Conocido por todos y querido por casi todos. Un policía local no tiene porqué caer bien a todo el mundo ni mucho menos. Le llamaban, simplemente, Agapito. No había otro pero si dudabas bastaba con añadir que era el hijo de José Fuentes, el sacristán. Durante mucho tiempo fue el único policía local del municipio de El Recodo de Calatrava. Con el tiempo y por necesidades, la plantilla se aumento en tres y un coche todoterreno. Era el más antiguo porque fue el primero y aunque oficialmente no tenía ningún reconocimiento ni llevaba ningún distintivo de mando era el que organizaba el trabajo y el que realmente mandaba según directrices del señor alcalde.
Cuando cumplió sesenta y cinco años lo jubilaron según la ley vigente o por imperativo legal como se dice hoy en día. Le organizaron una cena de despedida donde acudieron todos. Autoridades civiles, militares y religiosas -a saber, el alcalde y concejales, el sargento de la guardia civil y el cura del pueblo-. Le regalaron un reloj Seiko con calendario perpetuo y un ramo de flores. Tuvo que tragar con una misa de las de domingo -sermón incluido sobre las bienaventuranzas- concelebrada y cantada. La iglesia a rebosar igual que en el polideportivo donde ofrecieron la cena. Lijera y fugaz que no estaban las cosas para dispendios de estos. Casi un tentempié. Enhorabuenas y parabienes y todos a casa. Al día siguiente ya era historia que este tipo de cosas pasan rápido y se olvidan pronto. Quiso el destino que por aquellas fechas pasaran dos acontecimientos que podrían considerarse intrascendentes pero de primer orden en un pueblo pequeño. Falleció de vejez el responsables de pompas fúnebres y enterrador del pueblo y que el tal Agapito enfermara de depresión por no saber controlar su tiempo de ocio o jubilación que era mucho. Me atrevo a afirmar que era todo y demasiado. El alcalde independiente que en estos momentos estaba lo llamó para tener una charla mientras tomaban un café y un anís para matar el gusto. Le ofreció encargarse del servicio funerario a cambio de un poco de dinero para gastos corrientes de a diario -tabaco y algo más- que ya es porque él ya tenía su pensión de jubilado. Dicho y hecho. Al día siguiente, a primera hora de la mañana, ya estaba en el bar de la plaza mayor explicando su nuevo quehacer a los conciudadanos que también gustaban de madrugar.
El cementerio limpio como una patena y vigilado como mandaba la normativa vigente. Abrir por la mañana y cerrar al ponerse el sol. Dar cristiana sepultura a quien le tocara en suerte y poco mas. De esta forma volvió a ocupar el tiempo y se curo de la depresión. Manejaba un poco de dinero y su mujer administraba la paga de la jubilación. El día de Todos los Santos de este mismo año de su jubilación y porque era costumbre el señor cura fue a decir misa al cementerio. Una pequeña capilla que daba cabida a los feligreses que se congregaban. Prácticamente todas las mujeres del pueblo. Cuando entraron hubo un asombro y un lamento general que les puso la carne de gallina. Agapito permanecía inmóvil en el centro de la capilla ahorcado de una biga de madera. Descansa en paz Agapito. Salud.

08 abril 2012

Can Savellà, 27 y 29

El otro día vi un reportaje en televisión que me gustó por muchos motivos. El programa en sí mismo no tenía nada del otro mundo. Un personaje conocido o de renombre -aunque a éste yo no le conocía de nada- paseaba por las calles de una barriada y mientras explicaba las cosas que allí se encontraban así como la historia del lugar. Acompañado de una periodista y un cámara recorrían el lugar mientras recogían todo tipo de testimonios que pudieran interesar. Mi barrio. Palabra mágica. Este lugar tan especial en la vida de cada uno y de cada cual porque es dónde se desarrolla como persona. Este lugar dónde naces y creces. Dónde juegas con tus amigos que son tus vecinos y a la vez compañeros de clase. Este lugar dónde se encuentra la casa dónde te han concebido, dónde has nacido, dónde has crecido, dónde has jugado, dónde se encuentran la mayoría de tus familiares más allegados y aquellos vecinos que ya son casi de la familia porque has compartido casi de todo con sus hijos. El colegio dónde aprendes a leer, a escribir y a contar. El centro social, cultural y religioso. El barrio dónde vives los momentos de tu vida más importantes de la infancia y adolescencia. Despertarse por la mañana con la única preocupación de pasarlo bien. De estudiar y de comportarse adecuadamente según te indican los mayores porque así está escrito en los libros de cortesía, decoro y educación. Te enseñan lo que ellos aprendieron. Ninguna preocupación mas. Esas cosas de preocuparse son para los mayores. Los padres, los abuelos, los vecinos, los maestros, los curas y algunos más.
En esto estaba este personaje famoso que yo no conocía de nada pero que salía en televisión para dar buena cuenta de su barrio que a la vez  también era el mio. Digo mejor, que fue el mio. Se trataba del barrio dónde nací y crecí. Dónde aprendí lo que se. Donde pase los mejores mejores momentos de mi infancia rodeado de los mios -con penurias incluidas- que fueron las que más y a las que sobrevivimos. Lo reconocí enseguida que empezaron a emitir las primeras imágenes. Antes de que una voz en off fuera indicando las primeras cosas que aperecían y mucho antes de que apareciera el señor famoso o de renombre que yo no conocía pero que al final resultó que lo hizo bien dando explicaciones detalladas de cada cosa. Poco a poco iban saliendo las bondades del lugar y el señor famoso resultó ser un empresario que trabaja en el primer piso de un despacho de la Plaza de San Francisco. Tan sólo a unos cien metros de la calle de Can Savellà que es dónde yo nací.
Todo esto me daba igual. Es como si la voz del señor y de la periodista fueran desapareciendo y tomaran fuerza las nuestras. Las mias, las de mi familia, las de mis amigos, las de mis vecinos, las de la escuela, etc. Vecinos humildes y grandes de España en un mismo lugar. Una humilde barriada del casco antíguo de Palma de Mallorca y cuyo programa gravitaba en el mismo Convento y Basílica de San Francisco. De su claustro gótico. Lo conocía bien porque además de lo contado y de lo que contaré yo fuí monaguillo y estuve escolarizado allí. A mi me trajeron al mundo a escasos metros de la Basílica. En una humilde habitación del semisotano de un palacete de una familia bien e importante. A la casa se accedía bajando unos cinco escalones. Era y es la calle de Can Savellà y con los números veintisiete y veintinueve por si no bastara uno, esquina con la calle de Samaritana.
Así se contaba en el programa y así lo cuento yo porque estuve antes que ellos en este lugar. Hace cincuenta y bastantes años. Calle silenciosa. Sin tráfico si exceptuamos algún carromato de reparto de mercancías y alguna calesa tirada por un caballo y que llevaba de paseo turístico a los primeros turistas que aparecían por allí y que nos fueron invadiendo. Justo enfrente de mi casa estaba aparcada la Lambretta de mi padre con un sidecar a la derecha. Al lado mismo de la Lambretta una zapatería con un señor mayor de dueño que cada mañana sacaba una silla de barbero en medio de la tienda y dejaba afeitarse. Cada cuanto tocaba, también se dejaba cortar el pelo. Recogía todo y a vender para prosperidad del negocio que terminó cerrando. Un poco a la derecha se enfilaba la calle de Can Malla cuya característica principal era una tienda y taller de máquinas de escribir. Al final de ésta empezaba la calle Campana donde vivían mis abuelos maternos y otros tantos amigos de familias importantes con los que compartíamos juegos y amistad. Si se seguía llegabas a la Iglesia de Santa Eulalia con su plaza y demás. Pero esta es otra historia. Que cada barrio tiene sus puntos y sus momentos y que éstos los he de detallar en distintas entradas. Con esta es suficiente por lo que no digo mas. Salud

06 abril 2012

Semana de pasión

Becker y Espronceda ya no venden. En el siglo veintiuno no interesa su cursilería porque no tiene cabida entre los jóvenes. Ahora, si alguien quiere dar a entender lo que no quiere decir abiertamente pero utilizando otras palabras para que se entienda lo que no quiere que se entienda del todo, ordena las palabras de forma desordenada para que más o menos rimen y, dice que escribe poesía. Los textos que tuvimos que aprender en el colegio sobre Adolfo y compañía -y de lo que no me arrepiento- ahora no molan. A los jóvenes no les gusta porque están en otra onda y a los mayores les cansó cuando estuvieron en bachillerato.
Hay un concurso de relato breve muy conocido y que se celebra en las escuelas bajo el patrocinio de una multinacional de refrescos. Los relatos finalistas se han publicado -el otro día- en la prensa local y los he leído por curiosidad y porque me gustan estas cosas. Además quiero saber cómo respiran nuestros jóvenes talentos en temas literarios. Llámame triquismiquis pero, no me han gustado para nada. Será un problema generacional han dicho algunos de mis contertulios. Puede ser pero no me han motivado en absoluto. Mas bien me he sentido maltratado. Es evidente que estos jóvenes no han leído a los clásicos y seguramente leen poquito y siempre de lo mismo. Mucho Potter y poco mas. Se sienten escritores consagrados. Cogen la varita mágica y la ponen sobre el pupitre como fuente de inspiración. Luego cogen papel y bolígrafo y ponen azul sobre blanco. Una construcción literaria sin orden que resulta insultante. Quieren expresar ideas pero no tienen ideas que expresar y lo que podrían expresar no saben cómo hacerlo. Amontonan palabras y frases que no se tienen en pie y ahí te las apañes. Han intentado ganarse al jurado escribiendo penitas de lloriqueo fácil y sensiblerías varias. "Mi mama ha muerto y en el velatorio había mucha gente que no conozco de nada que me daban ánimos". Qué bonito. La que quedó en segundo lugar escribía "mi padre es un borracho que cuando llega a casa ya se ha gastado todo el dinero y pega a mi madre y a mi y mis hermanos nos insulta y maltrata". Pobrecita. Bien le vale un segundo puesto sólo por el maltrato sufrido en la infancia. ¿A quién le importan estas sangrantes biografías? A ellas para poder beberse de gratis el refresco que las promociona. La ganadora escribió una espeluznante historia de perversiones morales y sexuales de quinceañeros emocionalmente inestables y con la auto estima muy debilitada. Fue una experiencia que no volveré a repetir. Fue agónico, pero lo leí todo. Quería saber qué escribe nuestra juventud. Los grandes escritores del mañana. Otra habla de un empleado de banca que a ratos libres se dedica a la política para pillar un sobresueldo y poder curar a un hijo suyo que padece una enfermedad muy grave que no saben curar en nuestro país y tiene que llevarlo lejos. El problema es tan gordo que también tiene desordenes emocionales con su esposa como consecuencia de las experiencias traumáticas que tienen con el hijo minusválido. Una putita caprichosa lo despluma una noche de barra libre y se lleva todo el dinero con el que iban a curar a su hijo enfermo. Joder con la historia breve. Llegados a este punto ya me he quedado sin pañuelos de papel y empiezo con las toallitas mojadas.
Me resulta humillante tener que leer esto y más cuando se que esto se escribe para que una multinacional se haga propaganda gratuita a costa de estos jóvenes -supuestamente talentos- al que le darán un premio de seis mil euros al ganador. Cuando yo era pequeño había dos redacciones en clase que eran obligatorias. El lunes teníamos que escribir sobre cómo habíamos pasado el fin de semana. Luego se exponía en público para deleite de unos poquitos y mofa de muchos mas. El jueves había otra redacción cuyo tema lo elegía el profesor de literatura al hazar. Otra vez exposición pública y divertimento para todos y sufrimiento para uno. Ahora la interpretación de las cosas es decepcionante a la vez que preocupante. Se resumen en conflictos interiores de los personajes para dar penita al jurado y que te den el premio. Pues será esto porque no veo otra interpretación de lo que sucede. La experiencia me resulta traumática y desconcertante y decido no volver a leer cosas de esas. Que se lean entre ellos. Que apechuguen sus papas y demás familiares con lo escrito. Fantasear a lo peliculero y nada mas. No aportan nada a la literatura ni al relato. Escriben como si del Facebook se tratara.
Pero no hay dinero para cultura y así nos va. Los profesores ya no obligan a escribir redacciones y a exponerlas en público que en el fondo estaba bien. Siempre nos quedará algún libro bueno que leer o releer de los clásicos o modernos pero cuyos escritores saben escribir y tienen cosas interesantes que decir. Todo lo demás es basura y este tipo de certámenes debería estar prohibido o sus premios quedar desiertos. Antes de escribir y a dedicarse a ir por la vida de literato consumado uno tendría que tener un certificado auténtico de que lee asiduamente y bien. Si no se lee no se puede escribir y si uno escribe sin tener una base de lectura bien afirmada resulta que transmite tonterías. Aquí lo dejo porque ya no me quedan ni empapadores de cocina. He avisado para que no se diga que no cuido a mis seguidores. Salud. 

04 abril 2012

Doscientos cincuenta

Al rey Felipe IV le gustaba la música y más que ésta, el baile. Cualquier ocasión era buena y con sus años mozos el disfrute de la danza era aún mayor. La música barroca se estaba imponiendo por aquellas fechas y llegó a tener gran esplendor, en parte, gracias a su mecenazgo. Alguna sonata alternada con concerto grosso en forma de danzas populares. Oratorios y otras cosas similares. Era el barroco medio que se estaba poniendo de moda. El Conde Duque de Olivares también era un gran aficionado -casi un profesional, diría yo- de la música y de la danza. Del baile, en general. Cualquier cosa que fuera un referente allá por mil seiscientos cuarenta menos el ballet francés que Olivares no soportaba. La corpulencia de Gaspar de Guzmán contrastaba con la figura enclenque del rey Felipe IV que hacía que se moviera con patanería y torpeza. Incluso bailando sin gracia recibía elogios y cómplices miradas de admiración de señores, caballeros, nobles y grandes.
Era una noche complicada que devenía de un día complicado. El valido del rey quería concentrarse en las piezas compuestas por Francesco Cavalli y Luigi Rossi pero su mente estaba en otra parte. El valido del rey tenía muchas cosas en que preocuparse. Los sonidos de los violines, violas, chelos, oboes, fagot y flauta travesera como instrumento principal retumbaban en el salón de baile de palacio que se fundían con las habladurías de los invitados que abarrotaban el lugar. Uno de los criados fue a decirle algo al oído del Conde Duque que seguía moviéndose. Como quiera que no se entendieron tuvieron que acomodarse en una estancia contigua al salón de baile que hacía las veces de despacho. Aquí tuvo que escuchar lo de casi siempre y un poco más. Don Diego de Silva y Velázquez se quejaba -con razón- de que no le dejaban trabajar a gusto. Cada día de desplazaba a las caballerizas para pintar algunos caballos que luego le servirían de monturas para los cuadros del rey Felipe IV y del mismo Conde Duque de Olivares. El problema es que nunca le sacan los mismos y esto le irrita sobremanera hasta tal punto que ha amenazado de no seguir pintando. Gaspar de Guzmán tomo nota. Cogió papel y pluma. Mojó en el tintero y escribió una nota al responsable de las caballerizas para que tuvieran preparados los caballos que Don Diego eligiera y que fueran siempre los mismos. Firmó y mandó llevar la nota con la orden de que semejante torpeza no volviera a repetirse.
Pidió comida y bebida para él y algunos de sus asesores y allegados que le acompañaban. De tanto comer su corpulencia era notable y su salud estaba resentida. Incluso el grosor de su cintura quedaba resaltada. Todo esto le procuraba un andar dificultoso y doloroso y un tener que cambiar -a menudo- de sastrería por problemas de estrecheces. No era tarea fácil la que tenía encomendada el Conde Duque de Olivares porque tampoco podía despachar con el rey lo que quisiera debido a su temprana edad y al desconocimiento de muchas de las cosas. Demasiadas reformas internas y externas. Demasiado territorio en que mandar, organizar y comprobar el cumplimiento de leyes y normas. Era temido en la corte y fuera de ella por su empecinamiento en hacer ciertas cosas y en llevar a cabo ciertas reformas. Su obsesión era conservar y ampliar lo heredado. Sus métodos no gustaban a todos por igual y provocaron algunos descontentos, revoluciones y guerras.
Faltaban recursos financieros y el endeudamiento era creciente lo que provocó la decadencia del poderío español en Europa. Olivares no tuvo otra que recurrir a la vía autoritaria como única posibilidad para la salvación de su puesto y el de la monarquía. Su prestigio quedó minado. Se escuchaba la música de fondo. La maldición le perseguía. Después de lo de Don Diego de Velázquez le quedaba otro hueso más duro de roer. Los catalanes. A la sociedad catalana le generaba malestar la presencia estratégica de tropas castellanas en su territorio. El Conde Duque de Olivares, aquella noche, fue informado de que un grupo de unos quinientos segadores catalanes se habían amotinado y entraron en Barcelona para dar muerte al Conde de Santa Coloma -virrey de Cataluña- y habían asesinado a funcionarios y jueces reales así como al virrey Dalmau. En un arrebato de cólera tiró papeles, documentos, el tintero, un candelabro y otros enseres que fueron rápidamente recogidos por el servicio. Gaspar de Guzmán no se esperaba tal cosa y no salía de su asombro. No podía entender que por la fiesta del Corpus Christi pasaran estas tropelías en contra de la monarquía del rey Felipe IV de todas las Españas.
Que el rey no se entere, de momento, grito a sus allegados que estaban reunidos con él esta noche. Mañana despacharé con él. Salió al salón de baile del palacio del Buen Retiro donde se encontraban otros ilustres. El grupo de cámara interpretaba una pieza escrita por Don Antonio Negre titulada "entrada doscientos cincuenta" y compuesta por Don Antonio de Almeda que estaba a la batuta. Olivares se puso a bailar junto al joven rey. Salud.

02 abril 2012

Extraterrestre

El coche dio un quiebro en la misma entrada y perdió el control. Quedó literalmente empotrado en el pilón que sujeta la barrera de apertura automática de entrada que se rompió al instante. El ruido fue grande y provocador y desde el mismo momento acudieron asistencias para ayudar al conductor que fue sacado de su asiento medio aturdido y conmocionado. No recordaba muy bien lo que había pasado por lo que a duras penas se explicaba de forma coherente sobre el particular.
Cuando llegó la policía local para realizar el correspondiente atestado de lo ocurrido empezaron a recabar información de los presentes y ausentes. Los primeros relataban de forma pormenorizada lo que habían visto y los segundos se limitaban a contar lo que habían oído. La policía local hizo un croquis conforme a los testimonios con mas o menos acierto. Hicieron fotos y tomaron medidas. La cuestión es que todo en su conjunto no cuadraba. Faltaba algo. No se entendía lo que había ocurrido. Era, simplemente, inverosímil. Toda la información de lo ocurrido no explicaba nada por mucho que se esmeraron y lo intentaron.
Ángel observaba a cierta distancia. Ya sabéis. El amigo de mi amigo que está internado en el psiquiátrico. Estaba quieto y pensativo. Se decidió y se acercó a dar su versión. Quería hablar con los locales pero el director creyó que no era oportuno. ¡Déjelo, no se preocupe. Cualquier cosa que pueda aportar nos puede servir! Es que no está bien de las entendederas. Es un interno desde hace muchos años y lo único que podría aportar es más confusión. Deje que hable le dijo uno de los locales de forma enérgica. Ángel, por una de esas casualidades estaba en una muy buena posición para observar lo que había ocurrido. Como si hubiera previsto lo que iba a ocurrir y había cogido sitio en la mejor situación posible. Empezó a relatar todo lo ocurrido sin conjeturas, ni suposiciones, ni sospechas. Con total seguridad. De aspecto frágil y delicado pero con una fuerza mental que llamó la atención a la policía. El coche ha tomado la curva de entrada a una velocidad prudente y adecuada. Pongamos a unos trece kilómetros por hora. Entrando en la curva se ha escuchado un chasquido seguido de un golpe seco debido a la rotura del eje transversal justo en el punto de unión con el pivote que sujeta y une la amortiguación con la rueda delantera izquierda lo que ha provocado que el conductor haya perdido el control. Cuando ha intentado girar el volante para esquivar el pilón de la barrera, la rueda delantera izquierda ya estaba suelta y ha arrastrado el coche de forma lateral hasta que ha parado. Esta es la marca de la goma. Señalaba con precisión. No hay marcas de frenado porque no ha frenado. No le ha dado tiempo. Estas marcas de goma, repetía, son del derrape de la rueda cuyo eje se ha roto y ha dejado suelto el amortiguador. Tal como está roto y abollado el capó y estas piezas sueltas del pilón se corresponden con la versión que acabo de darles. Si tenéis un programa informático adecuado lo podréis comprobar fácilmente.
No era normal ni frecuente encontrar un testigo que relatara lo que ha visto y oído con tal precisión. Los policías locales se acercaron y se agacharon con las linternas encendidas enfocando debajo del coche. Lo que Ángel ha dicho es completamente cierto, comentó un policía a otro. Comentaron con el director del centro que lo relatado era rigurosamente cierto y quedaba aclarado. El director insistió de que no le dieran más importancia a la versión de un interno que lleva desde joven  en tratamiento y que no demuestra mejoría en su estado mental sino estancamiento. ¿Seguro que este señor necesita estar ingresado? Conozco muchos que podrían ocupar su lugar. El director insistía. Dice que es de otro planeta y está esperando que vengan a buscarlo. Pues muy bien podría esperar fuera con total libertad y menos pastillas y dejar sitio para otros con más necesidad. Mire que le digo, espetó el policía de más rango. Conozco demasiados que podrían sustituirle aquí dentro. De todas formas estará a disposición del juzgado de guardia por si se requiere su testimonio.
Pese a todo Ángel sigue internado y tomando pastillas. Deambula por el centro jugando al despiste con las cámaras de seguridad. Mi amigo el de seguridad que este día estaba de guardia y presenció todo sigue con sus dudas de su verdadera identidad y la de su pasado. Esas cosas que pasan a veces y nos desconciertan. Piensa lo que quieras pero lo que acabas de leer es verdad. Salud

30 marzo 2012

La maquina

Tengo un amigo que ha comprado una máquina del tiempo en un mercadillo de cosas de ocasión. Siempre había pensado que esto sólo pasaban en las películas, pero no. Es real. La tiene instalada en el garaje de su casa. Me ha mandado un whatsApp para que vaya a verla. Bueno, esta tarde iré. Nada del otro mundo. Parece una nevera con un motor lateral que funciona con electricidad y tiene una especie de tubo de escape que sobresale casi un metro. En el frontal hay una pequeña puerta que más bien parece una escotilla de un submarino. Tanto dentro como fuera tiene algo parecido a un teclado con unos símbolos que no acertamos a descifrar. Dice que le han dicho que funciona y como muestra le han dado un papel firmado a modo de garantía. Todo un detalle. Me dice, alguien tiene que meterse a ver qué pasa. ¿Cómo que a ver que pasa? Pues eso. Alguien tiene que meterse dentro y estar diez minutos que es lo que dura cada prueba del tiempo. Lo jugamos a los chinos y me toca a mí. Para una vez que me toca algo y es una aventura modelo incógnita. Voy a entrar y que Dios reparta suerte.
¡Cristo bendito que susto! El panel o teclado se enciende y empieza la cuenta atrás de diez minutos. Todavía cuando lo recuerdo me entran escalofríos. ¡Copón consagrado de la última cena! Me he convertido en un adolescente apijotado. Católico, creyente y practicante. Estoy vestido con unos pantalones azul oscuro de Tommy Hilfiger. Calcetines finolis modelo executive hasta las rodillas de Louis Vuitton y zapatos mocasines marrón oscuro con dos borlitas anudadas. Todo en piel de la marca Calvin Klein. Un polo manga corta de la casa Polo -con su estampado sobre el pectoral derecho- y la solapa del cuello subida que me molesta la parte posterior del cuello y me levanta un poco el pelo engominado. Reloj a juego de D&G grande y correa de piel de cocodrilo. ¡Tíos, que pinta! Tengo los dedos de las manos metidas en los bolsillos con los pulgares fuera lo que hace que tenga los hombros subidos que realzan mi espalda. En el bolsillo trasero izquierdo esta mi iPhone 5 S Exclusive Plus Pro y en el derecho la cartera Lacoste con los documentos. La curiosidad me embarga y la abro para mirar el contenido. Que nadie se ría que no es coña. Resulta que mi papa es miembro del Consejo de Estado -hay una foto- carné de NNGGPP. Carné de socio del Real Madrid C.F. Otro de un Club Exclusivo de Padel en la Moraleja. Una tarjeta de crédito Gold Infinyti y bastante pasta.
Hay que joderse la eternidad que pueden suponerme esos diez minutos del demonio que me han tocado en suerte. Misa concelebrada en la Almudena oficiada por Monseñor Rouco con sermón sobre el asesinato del aborto y la familia convencional como propuesta de futuro única posible. Luego de esto tenemos presentación del libro de Mayor Oreja sobre ETA y el 11M. y que presentará el director de El Mundo. Me está pasando, lo estoy contando. Luego comida en el club con mi padre y un amigo suyo que preside FAES. Mantengo la imagen apijotada que se espera de mí y mi papa está todo orgulloso. Las apariencias importan mucho. El año que viene empiezo derecho y económicas. Me he convertido en la contradicción de mi mismo. En el momento café tengo que poner los pies encima de la mesa para no desentonar. Todos lo hacen. Ellos fuman puros habanos pero yo no porque no toca. El camarero me ofrece La Razón para que lea algo. Estoy oculto bajo una máscara social de la que no me puedo escapar. Me quedan cinco eternos e interminables minutos. El presidente del Supremo se ha unido al grupo que luego también jugara la partida de pádel. Noto que tengo la sangre muy caliente y espesa y necesito aclararla pero no puedo. Todos opinan que estoy muy crecido y que apunto maneras de hombre de provecho. La condición humana en la que me he convertido me da naúseas pero dentro de la máquina no se puede vomitar así que me aguanto.
Quedan tres minutos pero la máquina no se puede parar ni interrumpir el proceso. Empiezo a sentirme violento y mantengo una mirada chulesca que no me reconozco. ¡Qué pasa! Ahora soy un capricho en manos del destino y un disparate que tendréis que aguantar hasta el final. Esta noche tenemos cena en Moncloa con el Presi y mi padre quiere que vaya para ir entrando en sociedad. Soy consciente de que soy un insulto que solo aparenta y se lo digo a papi que le resta importancia. Soy el futuro y me da ánimos y palmaditas en la espalda. Me queda un minuto para volver a ser ateo, de izquierdas, culto e inteligente. Se hace largo. De momento soy elitista y me cago en todos los que reivindicáis igualdad. ¡No te jode! Sois unos pancarteros vestidos de pana y sois el hazmerreir de España. ¡Puto proletariado! Los nuevos ricos me dan asco porque se han hecho a sí mismos. Tontería pura. Aburridos. Donde haya un buen enchufe o un buen soborno que se dejen de majaderías de hacerse a si mismos. ¡Ostias!
Contador a cero. Soy yo. Salgo de la máquina infernal en la que nunca tuve que haber entrado. Estoy con resaca. Me dirijo hacia mi amigo con paso firme. Sin mediar palabra le meto un puñetazo en todos los morros y la nariz. Todavía estoy sudado. Nunca más experimentos. Voy a tomarme un café como Dios manda y a leer un buen libro de ensayo. Me vendrá bien. Salud. 

28 marzo 2012

La Gioconda

Es un programa del tipo magazín. Esto significa que es una composición de varios momentos. Uno de ellos bueno o muy bueno y el resto soporífero y de pesadilla. El momento bueno es una entrevista. Señor trajeado. Pelo largo y canoso recogido. Gafas de intelectual consumado estilo Valle Inclán y modelo Richard Gere. No son ni antiguas ni modernas. Simplemente llevarlas implica que cuando hablas sabes lo que dices.
Se sobreimpresiona un rótulo con el nombre del invitado que es experto en cuadros y conocedor de Leonardo. Toca hablar de la Gioconda y la Gioconde. Sobretodo la primera. La que tenemos en España. La entrevista es amena e interesante y sobre todo en el preciso momento en que el entrevistado se sale del guión y empieza con insinuaciones y fundadas dudas sobre el particular. ¿Quién puede asegurar que la Gioconda de París es la auténtica?
Se refiere a la que supuestamente pintara Leonardo Da Vinci. Podría ser que la que tenemos en España fuera la auténtica y la de París una copia. ¿Porqué no? Eso, porqué no. No creo que nadie pueda afirmar nada. Todo se mueve en el plano de las conjeturas. ¿Quién es la modelo?
Hay versiones para todos los gustos. Una vecina de Leonardo. Una amiga que vivía enfrente de su casa. La esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo. Vaya usted a saber. Parece ser que ha sido retocado por el pintor en varias ocasiones y otras tantas en restauraciones. No tiene cejas ni párpados porque no los pintó o para  poder realzar la figura redondeada de la cara. Se borraron en una restauración. Nunca las llegó a pintar porque la obra está inconclusa.
Hay demasiadas incógnitas que quizá nunca sepamos con seguridad. No se sabe quién la compró. Cuánto costó. En qué momento se compró. En cuantos lugares ha estado. Se habla de Versalles, las Tullerías, Fontaineblau, Paris, Residencia de Napoleón, el Louvre.
Según se mira unos dicen que está sentada. Otros prefieren afirmar que se encuentra de pie. Incluso los hay que afirman con rotundidad que está embarazada. Que estaba entrada en carnes resulta evidente.
Incluso los más atrevidos dicen que se trata de un autorretrato de Leonardo con tintes femeninos imitando a Lisa Gherardini. Todo el mundo tiene su teoría y el que no la tenga que formule una y la incluya en el catálogo que seguro que tendrá cabida.
Con la aparición de una replica exacta en España se ha añadido más morbo a la obra. ¿Es acaso la de París más auténtica que la española porque se encontró antes o porque fue la primera? Podría ser la que tenemos en España fuera la auténtica y la de París una replica realizada por un alumno aventajado de Leonardo. Las similitudes de ambas es evidente y podemos comparar. ¿No podría ser que el maestro Leonardo hubiera pintado las dos para mejorar en algo la técnica del sfumato? ¿Porqué un alumno pintaría una obra tal igual a la original que incluso podrían confundirse? El tal alumno aventajado sólo pintó un cuadro que además no está identificado. Nadie pinta sólo un cuadro teniendo esta maestría con los pinceles. Si es así el tal alumno habría pintado algo más y ahora se atribuye a Da Vinci dada su similitud. O no. Vaya Ud. a saber.
El experto en pinturas y copias da por hecho que se trata del mismo autor pero no se atreve con la cuestión de cuál fue primera. Ahí queda eso para jodienda de los franchutes que tenían a la Gioconde y ahora resulta que hay otra tan igual -La Gioconda- que no podemos afirmar con rotundidad cual es la auténtica.
El público español no es ajeno y aplaude con ganas. ¿Porqué un alumno pintaría una obra exactamente igual a la del maestro? Si realmente era una modelo habría varios alumnos por lo que en algún momento aparecerán más Giocondas. El experto dice que todo esto no tiene sentido. Es cuestión de estudiar primero el asunto pormenorizado y con un rigor absoluto y luego hablar.
Es como si un alumno de Vivaldi compusiera las cuatro estaciones con tanta similitud que no pudiéramos distinguir cuál es de Vivaldi y cual es del alumno. ¿Qué sentido tiene? Ningún sentido. Se dirije al presentador. ¿Usted escribiría un Quijote tan parecido al original que tuviéramos fundadas dudas de cuál de los dos fue escrito por Cervantes y cual no? 
La duda ya está sembrada y ahora recogemos conjeturas, suposiciones, artículos de opinión de expertos, dimes y diretes. Esto va camino de convertirse en un problema de estado. Estaremos expectantes. Lo que tiene que hacer nuestro ministro de Deportes es un decreto ley diciendo que la Gioconda es la auténtica y sacarle un copyright. Salud.

27 marzo 2012

Sito Gran

Dicen malas lenguas que nunca segundas partes fueron buenas. Si esto es cierto o no, no lo se. Pero si cuando leas esto eres de los que piensan que es cierto, puedes seguir leyendo tranquilamente porque no se trata de una segunda parte sino de un añadido -míralo como quieras-. El personaje es conocido y ya ha sido descrito en este blog con buena fortuna. Últimamente anda perdido. Está reestructurando sus actividades. Se está reciclando a sí mismo. A saber si esto es bueno o malo. Las virtudes de su vida y de sus cosas son las mismas y se mantienen invariables. El tiempo que dedica al ocio o al trabajo no remunerado ha cambiado. Antes era un colaborador habitual de este blog. Leía y escribía con asiduidad y era seguido con interés por el resto. Ahora no tengo la seguridad de que nos lea pero tengo la seguridad de que no escribe. Se ha quedado en punto muerto, en stand-by, en dique seco.
Resulta que le mola más la tortura que la escritura y ha cambiado la pluma por unos alicates y atenaza a unos arbolitos para que no crezcan o crezcan pequeños y además de forma caprichosa. A mi me gusta y considero que está bien pero le tengo que poner un negativo porque no cumple con el blog que es cosa buena y hábito que no hay que perder. Lo de los árboles en miniatura está bien y, visto lo que hace, lo hace bien y a gusto tiene que estar porque el jardín de su casa parece un trocito de Japón. Pero descuidar el blog no se puede perdonar y ya son muchas las voces que claman pidiendo que vuelva. No es debilidad ideológica porque es escritor versado y lo ha demostrado. Preocupa su falta de interés o su demasía en el interés que pone con los bonsáis. Se de buena tinta que ha montado un artilugio que modifica el clima en una zona apartada del huerto de su padre. Por si no bastara lo del cambio climático. Allí tiene metidos a esos bonsáis que crecen rápidos para ser menguados por sus eficaces manos. Se ha vuelto naturalista y modela bellísimos árboles en miniatura de forma caprichosa pero bonita de ver.
Ya sabréis a estas alturas de lo que llevo escrito que me refiero a Sito de Joferma o Sito Gran. El que ha dejado el ejercicio de la narrativa bloguera amateur por la poda. Corta ramas y raíces y mete alambres y puntales para que el árbol bonsái consiga la forma caprichosa que él tiene en su mente. Cuando termina, que creo que esto no termina nunca, quedan como Dios para deleite de expertos, aficionados y profesionales. No es tarea fácil lo que hace. Exige dedicación, entrega, tiempo y capacidades. Él lo tiene todo. Pero no le vamos a permitir que descuide sus comentarios aquí.
Sito de Joferma estás advertido. Tus dilemas existenciales son compartidos por el editor de este blog y también por los seguidores habituales. Pero no puedes dejar de prosar aquí tus ideas porque tu "Antoñito" se puede cabrear y dará rienda suelta a su pluma que escribirá sin compasión. El trabajo no se puede descuidar y el tiempo de ocio debe de trocearse de forma que todo pueda tener cabida. Semejante planteamiento debe de suponer un vuelco radical de tus actividades. Es pertinente recordarlo y así lo hago públicamente para que no haya malos entendidos. No puedes dejarnos así por las buenas porque tienes una obligación contraída con nosotros que fuimos antes que los bonsáis. Tu reflexión de las cosas de la vida nos interesa. Tu lúcida percepción de las cosas y tu sencillez y eficaz narrativa de las mismas suponen un soplo de aire fresco a lo que aquí se escribe y se comenta. No digo mas. Aquí lo dejo. A buen entendedor, ya sabes. La próxima vez no seré yo quien te recuerde tus obligaciones. Lo dejaré en manos de la pluma de Don Miguel o la lanza de Quijano que a los efectos finales será lo mismo. Salud.

26 marzo 2012

Nota de interés

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