lunes, 10 de marzo de 2014

Hablar

La boca habla igual que besa. O besa igual que habla. O debería ser así. Si lo hace bien, claro. No creo que una boca pueda hacer las dos cosas mal. O si. No sé.
La boca dice verdades igual que miente. Habla fuerte para luego susurrar. Puede insultar igual de bien que luego recitar un precioso verso. La boca incontinente que no para de hablar. Porque no sabe callar. Razona cuando puede y reivindica a gritos cuando no le queda otra. Habla alto o bajo y calla cuando toca. Aunque la boca está hecha para hablar y no para callar. O también.
Pero cuando calla a veces también dice. Cosas del lenguaje. Propaga rumores. Grita verdades. Calla secretos. Susurra intimidades. Sonríe miradas. A veces, antes de hablar, se humedece los labios. Sus movimientos se interpretan. Sus muecas se entienden. Se le invita a callar a las buenas, "mejor no digas nada". Y a las malas, "cierra el pico". A veces las invitaciones son reales, "porqué no te callas". O también, "tiene la palabra".
Cuando muchos hablan al mismo tiempo se produce un griterío. No se entiende. En las tertulias todas las bocas quieren hablar y se interrumpen. Es para molestar. Como en el congreso. Pero está la vicepresidenta que también tiene boca, "no tiene usted la palabra, señoría". Lo repite mucho la vicepresidenta del congreso porque no tiene otra cosa que decir. Tiene una boca tonta y no da para más.
La boca infanta o infantil que ha aprendido a hablar para ocultar a sabiendas. "No me acuerdo". "No lo sé". "No tengo constancia". Una boca no debería de abusar de estas cosas porque se nota que son para mentir. Luego está la boca que habla para agradecer un premio. Elegante siempre. Una boca debería tener estudios de oratoria. Pero no es así.
Cuando nace sólo babea. Luego balbucea. Pasa a decir sus primeras palabras que todos sabemos cuales son. Porque nos esmeramos en enseñarlas. Con el tiempo se va independizando y ya no repite. Improvisa. Recita. Habla tranquilamente. Insulta con toda libertad y con ganas. Y esas cosas.
Es cuestión de que lo que haga, lo haga bien. La boca de quien reconforta y la de quien te desespera. La que se despide para siempre cuando es el último día. La que dice buenos días venga como venga la mañana. La que dice buenas noches incluso cuando hay tormenta.
La que es agradable y la que es odiosa. Que a veces es la misma. La que recita versos en voz alta para que el eco y el viendo los difundan. La que habla educadamente los domingos y las fiestas de guardar. Las bocas que susurran piropos en la intimidad. Son bocas clandestinas que luego besan.
Las bocas que hablan de los recuerdos porque tienen memoria. Las bocas que hablan inspiradas en horas mágicas. Las horas que van desde el búho al gorrión. Las horas primeras de la mañana. Las que están reservadas para el amanecer. La boca del profesor que explica y pregunta. La del sacerdote que sermonea. O la del militar que sólo sabe dar órdenes.
La más peligrosa es la que sube a la tribuna y se pone a mentir. Aunque no lo parezca. La boca no tiene piel y por eso es más sensible a todo. La boca que se siente libre y molesta cuando habla. Pero yo formo parte de la libertad y lo siento si molesto. La boca callada cuando corríamos delante de los grises. No se fueran las fuerzas. Luego fuimos buenos corredores de Sanfermines. Correr y callar. Como el libro que es libro y se acostumbra a vivir cerrado entre otros.  En un estante. 
No tiene culpa la boca de ser así. Habla lo que sabe o lo que le indican. Aunque a veces se le escapa alguna espontaneidad, "parece que va a llover". Hay que armarse de palabras para la oratoria. Porque hay que hablar bien. Ser formal y educado que insultar no tiene futuro. Si tienes boca habla. Y si no tienes prisa, piensa antes de hablar. Salud.

jueves, 6 de marzo de 2014

Flores secas

El anciano era mayor, o viejo,
le vi los años en un descuido
de un negro descolorido oxidado
le vi la memoria en su hablar
de azul turquesa de mar
le vi sus ideas en su mirar
de vida caducada y objetivos cumplidos.
 
De corazón caliente que vive
escondido en vísceras y sangre
que piensa y escribe libre, siempre.
Con la cabeza perdida y la mente en penumbra
una voz negra con estertores de agonía
ajeno a su futuro por culpa de Morfeo
y por fin la luz blanca que hay al final.
 
La prosa de los muertos que huelen a nada
letras escritas sin tinta y sin rima
agradeciendo las flores secas
de su jardín en calma cubierto de hojas
agradecidos al viento por su compañía
con sonidos de flauta y susurros afónicos
en su memoria.
 
La escritura no es indiferente
siempre comprometida y quieta
como las nubes y su lluvia
como las noches de insomnio protegido.
Escritura que huele a calle estrecha
a tierra húmeda y a pino
a incienso y a oraciones de penitencia.
 
Estuve en la calle blanca
donde las losas se despegan
y los epitafios hablan por los que allí moran
donde la noche releva a la noche
porque ya nunca será de día
 el frío y el moho pasan desapercibidos
entre flores secas, llantos y oraciones.

sábado, 1 de marzo de 2014

Benito

Es mi momento relaxing cup of café con leche y ensaimada. Como cada mañana en el bar de Pepe. Junto al mar. Faltaría. Es de todos sabido que me gusta Umbral, y otros. Su estilo, y también otros. Por todo ello digo que estoy en uno de los pasajes del libro cuya lectura me ocupa. Uno que Manuel Rivas escribió en "las voces bajas".
No cito textualmente aunque entrecomille porque me lo he adaptado y hay añadidos y desmentidos y parecidos y esas cosas pero viene a decir que "su padre, ya mayor, fue a examinarse para obtener el certificado de Estudios Primarios. Se preparó con ayuda y estudió mucho. Uno de los ejercicios fue escribir una redacción. El tema era Mis vacaciones. Sigue diciendo que su padre dejó el bolígrafo y se levantó de la mesa para irse del examen. La profesora al verlo lo llamó y se dirigió hacia él para pedirle alguna explicación. ¿Porqué abandona ahora? Y él respondió: Nunca fui de vacaciones. La maestra se quedó pensativa y le dijo: Siéntese y escriba lo que quiera, hombre. Escribió las aventuras de su tío Benito. Toda una leyenda. Empleado de la compañía de electricidad que iba leyendo contadores a falta de libros y cobrando kilovatios. Educado y con voz de tenor. A su padre le gustaba mucho Sevilla aunque nunca fue". Bonito fragmento que he querido reproducir, más o menos, para deleite de todos. Porque el andar de Benito se hizo famoso por las calles de Sevilla. "Sobre todo en verano cuando el suelo era de brasas que le quemaban los pies".
Hoy mucha gente tampoco sabría qué decir sobre las vacaciones. Tendría que recurrir al recuerdo o a la improvisación. El lucimiento vendría de escribir sobre penurias de crisis. Sobre papeleo en la era digital. O sobre temas de conversación en las interminables colas del paro. Por citar algunas cosas. Y aprovechando el momento y la ocasión digo que yo también tuve un tío cobrador. También se llamaba Benito. Mágicas coincidencias. Estaba empleado en una empresa funeraria. Iba recorriendo calles. Subiendo pisos. Tocando timbres. Y hablando sobre las bondades de morirse con su empresa. Esquela en blanco y negro y recordatorios con fotografía en color. Las esquelas en periódico de papel. Que a los muertos no les gusta publicitarse en internet. Caja de pino lacada con guata en el fondo forrada con tela de raso. Seis cirios de cuarenta centímetros en el velatorio. Una corona y un ramo de flores con cinta morada y frase a elegir. Todos los medios de transporte utilizables de la marca Mercedes Benz. Como los ricos. Y otros detalles. Mi tío también se pagó el entierro y funeral a plazos y por adelantado. Arriesgando a que el fin del mundo llegara antes de morirse.

Pero la memoria se le fue oscureciendo poco a poco. Como llega el atardecer. Y en su mente se hizo la noche con oscuridad y silencio. No recordaba los nombres de los clientes ni sus direcciones. No reconocía sus caras. La funeraria lo jubiló del trabajo activo y responsable. El paisaje desapareció de su mente y se quedó sola en un desierto sin oasis. Con tormentas de arena. Llevaba una vida sin sentido. El tiempo dejó de avanzar en un invierno permanente. Frío y lluvioso. Siempre tenía un libro en la mano. Como antes. Pero ahora, al final, ya no leía. Sólo lo miraba y lo volvía a cerrar. Sería la costumbre. La vida le envolvió la memoria con papel de olvido. Para siempre. Un día regresó a la funeraria, se paseó en mercedes, y no volvió a casa. Se fue a un territorio artístico por descubrir.
Todo esto viene a cuento porque mi tío Benito siempre quiso ser escritor. Pero nunca escribió una frase. Eso me decía y así lo cuento. Su madre -mi abuela- quedó afectada y le quisieron comprar un regalo. Un detalle. Pensaron en regalarle un artilugio doméstico del que ella hubiera sido depositaria solamente. Dijo que no. Que quería ser como el tío Benito. Quería un libro, y de poesía, que fuera suyo. Y poder leerlo cuando quisiera. Y llevarlo de la mano donde fuese. Y memorizar versos para recitar con las amigas. No como hasta ahora que lo hacía en la clandestinidad. Como si fuera algo malo. Así las cosas. Descansa en paz tío Benito que la abuela ya tiene su libro de poesía. Salud.   
 

martes, 25 de febrero de 2014

Operación Palacete

     Yo estuve en el Palacete. Sé la verdad y os la voy a documentar. El primer amor es el que vale pero la primera verdad no tiene porqué ser la que cuenta. Quien no esté preparado que no siga leyendo. Las cosas no siempre son como han dicho que son. Vamos a afrontar la verdad de una puñetera vez.
El mundo de la cultura y la literatura anda revuelto estos días y con sobrados motivos. No es para menos. En el Convento de las Trinitarias situado en el Barrio de las Letras de Madrid se están llevando a cabo unas obras de remodelación y adecuación de espacios. Los obreros, en unas dependencias no habitadas desde no se sabe cuánto tiempo, han encontrado unos folios antiguos manuscritos. Expertos y estudiosos contratados por el ministerio de cultura se han puesto a analizar el material encontrado. Se trata de unos cincuenta folios de papel bien conservado pero muy antiguo escritos a pluma. Estaban bien colocados y bien guardados en un arcón. A primera vista y después de leerlos detenidamente parece que hay pocas dudas. Este manuscrito podría ser obra del mismísimo Cervantes. Los intelectuales piensan que esto podría desvelar algo más sobre nuestro insigne escritor, pensador y humanista. Ahora es el turno de los que restauran, copian, fotografían, microfilman, estudian detenidamente y luego de todo esto nos dirán. Hay buenas vibraciones y mejores perspectivas.
     Se desprende que Don Miguel de Cervantes vendría de hacer un crucero por el mediterráneo. Digo que vendría en muy buen estado de salud después de doce días por el mar y con paradas en dos puntos del norte de África. Aunque no queda claro y mucho menos después de haber empezado a analizar estos escritos a los que hago alusión. Antes de partir hacia el crucero habría mandado un wassapp a su hija que por aquel entonces era la madre superiora del Convento de la Santísima Trinidad en Madrid. Como quiera que se trataba de un convento de clausura y no teniendo Don Miguel a dónde ir cuando llegara a Madrid y dado que su hija era la madre superiora del convento, habría pedido licencia al arzobispado -que tenía y sigue teniendo potestad en estas cosas- para que su padre pudiera albergarse en el convento al cuidado de las monjas y de su hija lo que le quedara de vida. Estamos hablando de una persona mayor con una salud de hierro que viene de un crucero y de un viaje en AVE. Sabemos, no obstante, que está aquejado de una hemiplejia izquierda que le obliga a andar con muletas y que habla con dificultad. El arzobispado en cuestión habría accedido y convenido en que así fuera y que estuviera atendido por su hija y es resto de las monjas hasta su muerte. Queda claro -por lo leído- que no era manco ni que sufriera heridas de guerra. Padeció de una embolia que le provocó una hemiplejia izquierda y de la que ya estaba recuperada la movilidad de la mano aunque no tanto de la pierna. Queda medianamente claro que desembarcó en algún punto del levante español y que viajó en AVE hasta Atocha. 
     Los primeros expertos en hablar han dicho que la escritura está hecha con mano temblorosa y que habría escrito estos folios poco antes de morir y después de haber sido confesado y haber recibido la extrema unción. Era de izquierdas pero se hizo católico en la vejez. Es una especie de ensayo autobiográfico escueto en el que resalta sus ideas y sus pensamientos con momentos de gran lucidez y brillante en el fondo y en la forma y otros pasajes algo confusos producto de su avanzada edad que contaría según estimaciones los noventa y tres años.  Estaría Don Miguel en su mundo y su universo atemporal donde la necesidad le obligaría a coger la pluma y plasmar sus vivencias y sus creencias. El escrito es asombroso y versiona los últimos momentos de su vida.
 
     Mantiene su creatividad habitual y sugiere anécdotas inéditas de su vida que los historiadores datarán y pondrán en su sitio. Un documento de enorme importancia y trascendencia para las letras españolas y para conocer un poco más sobre su vida y sus padecimientos; "pronto ha de llegar la noche que borre mi memoria y se haga la oscuridad más absoluta. Tengo la  certeza porque la presiento y porque es ley de vida y mientras pueda ver mi sombra seguiré escribiendo lo que piense. Estoy preparado para partir. Tengo ya, un pie en el estribo". Podría parecer impreciso pero puntualiza algunos pasajes de su vida de forma breve pero intensa. Da gracias a Dios -al que blasfemó tanto como pudo- porque le ha procurado este final y no otro peor. El crucero han trasformado sus sufrimientos y su angustia vital en reconfortante vitalidad y ganas de escribir un bonito final para su carrera. Es un escrito muy personal y apasionado. El momento lo requiere. Es un biografiado a modo de ensayo o viceversa. No escribe para un público. Escribe para él como si de una confesión se tratara.
     Esta construcción literaria se restaurará y se guardará celosamente en algún sitio donde cualquiera de nosotros podamos contemplarla. Será lectura obligada y los críticos harán versiones para todos los gustos. Sin duda alguna se trata de un gran hallazgo después de que las mismas monjas perdieran sus huesos en otra remodelación anterior del convento. No siempre las cosas son lo que parecen y alguien debe proporcionar luz. Esta vez me ha tocado a mi. Basta de mentiras y de manipular la historia.  Salud.  


Tweets

Estaré al lado del mar
quiero perder la noción del tiempo.
 
Palabras con música
para los días de fiesta.
Individuos sin palabras.
Palabras en blanco y negro
sólo palabras.
Palabras con memoria
palabras olvidadas.
Palabras ahogadas
en la amargura de la vida.
Palabras plañideras
que sólo hablan de penas
y te hacen llorar.
 
Amor a primera sombra
encontrado por casualidad
cuando seguía una silueta
silenciosa y sin sombra.
Hemos quedado
con las últimas luces
estaremos juntos
hasta las primeras luces.
Mirar el mar y esperar
no todo es leer y escribir.
 
Ajeno a santos, héroes y mitos
y a alguien más.
Pasión que grita con voz afónica
melancolía triste de ojos cerrados.
Acordes de guitarra, toque flamenco
ritmo de tacones y voz desgarradora.
Silencio que habla la música
sin orquesta de cante gitano.
 
En la noche cerrada
reconozco tu perfume de mar
espoleado por el viento.
Me enamoro de una estrella
no habrá descanso esta noche.
Sombras mudas de la oscuridad
que hace invisibles las huellas.
 
El mar viene manso, sin romperse y sin espuma.
Las campanas suenan a ocaso y a retiro.
 
 
 
 


martes, 18 de febrero de 2014

Mirada

Me quedé con su mirada. Con sus ojos desnudos que permiten ver los secretos que encierran. Esos ojos de esa mirada. Maravilla de la creación. Que dejan pasar la luz de la mañana y le dan color. Color de cielo y mar. De música y viento. De ganas. De esperanza. Mirada de aire fresco. De fantasía. De mar y de olas.
Esos ojos y esa mirada puestos en un rostro serio. De brillo melancólico. Mirada pensativa, a ratos. Mirada profunda que se pasea solitaria por los caminos solitarios. Para dejar huellas distintas. Y las deja. Ojos que insinúan.
De persona divertida, ocurrente y atrevida. Mirada con imaginación de otros tiempos. Muchas veces incomprendidos porque no son de este tiempo. Que hacen que la normalidad esté en la diferencia. O que la diferencia sea normal.
Ojos que miran a todas partes. Mirada acomodada a los caminos alternativos. Mirada de discurrir y darle vueltas a las cosas sencillas. Para descomplicarlas.  La estética de los ojos y de la mirada puesta en la vida. Momentos y hechos que quedan. 
Y pienso cuando de pequeño te espetan esta maldita frase, "a ver si eres lo bastante hombre". Que error. Porque tu decides seguir siendo niño porque te va bien. Y porque no sabrías ser otra cosa, todavía. La niñez y su mirada. Porque la niñez tiene su mirada. Distinta a la de cuando eres adulto.
Se nota enseguida en cuanto ves unos ojos. Los ojos. La mirada de las personas que emigran es distinta. Se nota la necesidad aunque no siempre las ganas. Los ojos alegres del que se va por primera vez. O eso parece. En contraste con los ojos y la mirada del que se queda. Porque no le queda otra. Huérfano y desatendido.
Mi amigo Eugeni escribió un libro titulado "El emigrante". Trata del que regresa y no del que se va. Tardó meses en poner el título. Quería reivindicar el emigrar desde cualquier sitio para volver a tus orígenes. Cuando las cosas te han ido bien. Y cuando no ha sido así. Porque cuando las cosas te van mal, vuelves.
Benito cuando regresó tenía poco dinero. No lo dijo y pensaron lo contrario. Compró un televisor y lo puso en lo alto de una estantería en un sitio privilegiado del bar. Empezó a ir más gente por el bar para ver la televisión. A ratos apagada y otros en niebla de puntitos inquietos y ruido monótono. No llegaba señal en el pueblo. Pero a la gente no le importaba. El bar siempre lleno y la gente consumiendo mientras hablaban del televisor. Aunque nunca se vio nada.
El simbolismo del emigrante cuando vuelve fracasado y disimula. La prosperidad del que vuelve sin nada. Expectativas insatisfechas. Todavía está el televisor de la niebla y los puntitos inquietos con su ruido monótono. Pero no hay otro televisor en el pueblo. La gente no tiene tanto dinero. Benito emigró y no le fue bien. Pero compró una tele. Ahora tiene clientela. Miran y se dejan hipnotizar.
No es lo único que hipnotiza. Hay una sombra que se ha instalado en el pueblo en forma de ironía de la vida. En el aula de la clase de primaria había dos cuadros sobre la pizarra y al lado del maestro. Uno representaba a Jesucristo agónico y moribundo. Daba lástima. El otro era Don Francisco y también daba lástima por su aspecto agónico y sin futuro. Ahora no están ninguno de los dos. Ya dije que no tenían futuro. Lo supe por su mirada.
Las clases de gimnasia y deporte eran más propias de un campamento militar que de un centro educativo. El maestro tenía los ojos hundidos y mirada penetrante. Como todos los maestros. Mirada de las que imponen. Un hablar bíblico y determinante. Incuestionable como por mandato divino.
Espero un detalle de la vida. El único detalle que tiene la vida y que todos conocemos es la muerte como requisito para darte una mejor vida. Es lo que dicen, pero ya veremos.
Nos decía el maestro que cada mañana nos miráramos al espejo. Que cambiásemos lo que hiciera falta hasta que estuviéramos satisfechos con nosotros mismos. Era complicado hacer eso cada mañana. Él también emigró cuando era joven. Encontró algo mejor cuando volvió. Emigrar no ha resultado ser un buen atajo para encontrar algo mejor.
Me asustaba el maestro cuando me miraba fijamente. Y más aún cuando espetaba, "sé en lo que está pensando, Sr. Negre". Nos habían dicho que los pensamientos eran secretos. Pero el maestro los sabía. Por lo menos sabía los míos. El ciprés también mira. Su mirada dura lo que su sombra. La sombra del ciprés, al ser éste delgado, dura ocho minutos. En verano jugábamos debajo de la encina. Su sombra duraba todo el día. Salud.
 
 

 

viernes, 14 de febrero de 2014

Rimar en Febrero

Palabras regaladas de deleite inmenso
de la lumbre de la sabiduría
con la esperanza venida desde abajo
a consumarse en el presente
agonía de lágrimas y suspiros
gemidos de esperanza contenida
espinas de rosal ensangrentadas
dando palabras de belleza consentida
que llevan melodías de cantares.
 
Cortina oscura que trae la noche
derrama silencio en calles y casas
apagando los enojos que los ojos miran
quedando los aromas de la mañana fresca
que el aire trae al vuelo del alba
iluminando mar, montañas y valles.
 
Resplandecen los sentidos desde dentro
gloriosos de fuego los sentimientos
el poder de los sabios que no saben
socorrer al vencido sabiendo vida
ciego de tinieblas convertidas en ti
arrimadas al olvido polvoriento
que no sople el aire o vendrá el olvido.
 
Forma, figura y sombra
del dolor interior que desfallece
viviendo la esperanza entre borrascas
cansado de soledades y engaños
disfrutando la grandeza de la letra
escrita con sangre esperanzada
que tampoco rima en Febrero.
 


miércoles, 12 de febrero de 2014

Palabras

Las letras y las palabras despertaron. De su larga noche. Noche intemporal, pero despertaron. Volvieron al equilibrio del momento. Se situaron a dónde está el sentimiento. A la vida escrita. Volvieron a ser metáforas y eufemismos. Realidades y utopías. A decir cosas que son. Que no son. O decirlas de otra manera a lo que son o no son. Creo que me he liado pero sé que me has entendido. Pues eso quería decir. Despertaron y volvieron a ser palabras poéticas. Con un punto de melancolía. Románticas. Bonitas. Volvieron a ser cultura literaria.
Despertaron de su noche. De su sueño. De la pradera del olvido. De la casa donde viven en habitaciones separadas. Es el invierno de la literatura y a ratos hace frío. Las noches poéticas tienen luz propia. Como las estrellas. Con el significado de siempre. Porque nunca han dejado de ser. Simplemente dormían el sueño de las letras, las palabras, las ideas, las frases, los textos. El sueño de la prosa y de la poesía. Y esas cosas.  Se han insinuado al papel y se han aliado con la pluma. Ahora se han dejado plasmar con libertad y han vuelto a los libros y otros textos. A las historias bien escritas y bien contadas. Palabras que huelen a primavera porque lucen con todo su esplendor. La brisa del mar las perfuma. Y se nota. Cuentan su despertar y lo que ocurre a su alrededor.  Porque las letras y las palabras no tienen olvido. Somos nosotros si acaso. Ordenadas en líneas y cautivas entre hojas en espera de ser leídas.
Han despertado para ocupar el ocio y su tiempo. La necesidad. La curiosidad. Aligerar las penas y provocar tormentas.  Peleando para que el marcapáginas duerma entre sus hojas. Y siempre entre hojas distintas. Hojas que se dejan acariciar por los dedos. Para sujetarlas o girarlas. Palabras que se conforman con ser protagonistas de algún acontecido. Algún mensaje. Una biografía. Una historia, o lo que sea. También pequeños relatos en un blog.
Recuerdan haber soñado mientras dormían. Que formaban parte de grandes historias y bonitas. De batallas ganadas. De biografías excelentes. De libros con premio. Normal. Tienen asegurada su inmortalidad. Siempre habrá alguien que las escriba y las lea. No desaparecerá la escritura y los libros. Esto también lo han soñado. Se repiten en distintos textos para decir lo mismo. O cosas distintas. Que esta es la riqueza de las palabras y las letras. Y además de ser escritas también son habladas en conversaciones entretenidas. Tienen vida propia siempre a merced de una idea. De una pluma. De una hoja. De un lector en definitiva. De las últimas en despertar formarán parte de un discurso de un premio Cervantes. Qué grande.
Algunas son  más importantes que otras. Relevantes. Imprescindibles. De rellenar para alargar. Describen la condición humana. Tienen la obligación y la necesidad de relacionarse entre sí. Y lo hacen lo mejor que pueden. Se juntan para asegurar un significado. Sólo la pluma lo sabe hacer con maestría. Los labios que las pronuncian con diplomacia y entonación precisa. Han despertado las letras y las palabras. De su noche. Ahora han vuelto a llenar páginas. Con distintas ideas y estilos. Han vuelto a ser pronunciadas por bocas grandes y pequeñas. Otra vez a la rutina del día a día. Ejercerán la crítica sobre ellas mismas.
Ampliar horizontes literarios. Cada una en su libro o escrito. Siempre con dignidad. Tienen timbre. Tono. Matiz. Sensibilidad. Exquisitez. Empeño. Excelencia. Y otras cosas. Cualidades culturales y literarias propias de un despertar. Tuvieron un sueño. El sueño de los sabios. Y ahora, al despertar, lo escriben. Salud.

viernes, 7 de febrero de 2014

Reflejo

El lenguaje no sólo es texto. Eso ha dicho el poeta justo antes de empezar a escribir en una esquina de la boca del metro.  Enfrente del músico saxofonista. Amigos que son en las aventuras y desventuras.
Conoce muy bien el poeta que hay un recodo moral en un paraje del bosque. En un alto de la Serra de la Tramontana Mallorquina. Casi arriba del todo. Un lugar para perderse antes del anochecer. Es mirador de s'Archiduc.  Se puede ver un resplandor en el mar. Pero se resiste. No lo consigue escribir. Este resplandor es como un muro donde choca el eco y se rompe en miles de silencios. Porque el lenguaje no es sólo texto.
Hay un vacío de siglos. Reflejos de fantasmas del pasado que el viento agita desde el vértigo de la altura. El mar, ajeno a todo, contiene el reflejo y lo mueve con las olas hasta perderse en la orilla. Pero la dignidad del poeta no está vacía. Rebosa valores de escritura útil y serena. Que gusta porque dice y cuenta. El reflejo es silencioso y guarda secretos. Celoso de sí.
Es arte el reflejo. Y el mar. El eco roto en silencios y el vértigo de la altura. El lenguaje es arte porque no es sólo de texto. Escucha el poeta una música. O un canto. O el murmullo de las olas camino de la orilla. Quizá el roce del mar sobre la arena. Mira y escucha el poeta. Son los sonidos de tiempos pasados. De una historia silenciosa y silenciada. Que se intuye. Viven en este recodo moral que no se pervierte. Con el reflejo. La herida ya no está pero queda la cicatriz. La huella. Las ruinas. Los pinos y las encinas. El aire que es el mismo. Lo sabe el poeta y @Trampagos que lo respira. Suben a estos sitios con la facilidad de las cabras.
Da para mucho mientras se acomoda en la esquina de la boca del metro. Prepara lápices y papel. Pluma y tinta. El músico templa el saxo para que no desafine. Y el ruido del vaivén de la gente apresurada y falta de tiempo. Porque siempre corren y siempre dicen que llegan tarde. El temblor de la tierra cuando pasa el metro. El poeta no tiene prisa. Le ha ganado la batalla al tiempo. Pero tiene sus momentos de tristeza porque no puede ver el mar ni el bosque. Y ese reflejo que quiere escribir y no puede.  Es que el lenguaje no es sólo texto. Siente rareza porque un niño se acerca y se detiene delante. Escucha atento los versos que pronuncia. Cuando termina abre los ojos y levanta la mirada. Observa que el niño ha dejado la mochila al suelo y le aplaude. Y se va corriendo para no perder el metro.
Es compleja la vida pero el poeta hace tiempo que se propuso hacerla fácil. Sale fuera y ya no llueve. Hay un charco y en él un reflejo. Se mueve el reflejo porque se mueve el agua. Si no se está quieta no hay quien lo escriba. Parece un paisaje con fantasmas aunque estos últimos no se ven. Es la frustración del poeta  callejero que en todo ve el arte y lo quiere escribir con rima o sin ella. Pero no tiene mar. Ni barca. Ni acantilado de vértigo. Sólo un reflejo urbano. Sin algas marinas. Tampoco el olor acompaña. Le cuesta al poeta subir a la superficie urbana. Las escaleras han envejecido con él. Si cambiaran los escalones por unos nuevos seguramente sería distinto.
El poeta y el músico del saxo mantienen una relación de amor y odio con sus cuartillas y sus pentagramas. Curiosidad e indiferencia. De necesidad. Escribe sobre cosas marinas. Sobre los restos que los temporales arrastran hasta la orilla. Pero cuando piensa en el reflejo se para y queda pensativo. De qué estará hecho el reflejo que no lo puede escribir. Sólo ve unas aves marinas surcar el cielo mar adentro. Se tiran al mar y salen con un pez en el pico. Luego vuelan de regreso al acantilado donde tienen su nido inaccesible. El mar cuando se pone violento se llena de cadáveres. La tierra también. La gente les llora y se estremece el poeta. El mar es como lo han hecho no como querría ser.
Ahora el poeta se sienta y escribe. Maneja el tiempo poético de la rima. Pero no el de la prosa. A veces recita con voz marina de color turquesa y olor a sal. El músico le acompaña imitando la tempestad de las olas. Salud.  

miércoles, 5 de febrero de 2014

Restos de poesía

Paraje remoto.
Sin nada en la orilla.
De sueños y de horrores.
Con treguas de perdedores.
Con aguacero y viento.
Y nuestra voz con su memoria.
 
Cenizas de una pasión.
Restos de momentos poéticos.
Con el destino quemado.
Sobre la cuerda de la nada,
soportando la vida.
Con desmesuradas emociones.
A las luces de la ensoñación.
Dejando que pase el tiempo.
 
De la mano, mar adentro.
Soportando un fuerte oleaje.
Porque nos quisimos sin poder querernos.
Inseguridades que a nadie importan.
Momentos entre la niebla.
Sólo el faro alumbra el humo.
Que desaparece con el aire.
 
Mil razones para querernos.
 Atenazados a una vida imaginaria.
Que sortea el abismo con nostalgia.
Rodando como una piedra de rio.
 
Enterramos las cenizas.
Las regamos con lágrimas.
Las abonamos con miradas.
Cuando llegue la primavera.
Nacerá una pasión fortalecida.
Mimada por el sol y el aire.
Por la oscuridad y el silencio.
En un paraje remoto.