En unos meses he visto dos veces la obra de teatro "Pigmalió". Función teatral de estilo comedia cuya trama plantea a un profesor de fonética (Dr. Higgins) que se reencuentra casualmente con un colega suyo (Sr. Pickering). De este encuentro, y a propósito de una indigente mal vestida, sucia, mal hablada, inteligente pero sin compostura que pretendía venderles unas flores, sale una apuesta. El primero en cuestión conseguirá que el comportamiento y la ordinariez propias de una mujer que mal vive en la calle sin ningún tipo de cultura pase por ser alguien perteneciente a la aristocracia e incluso por marquesa en un baile que celebrará la alta sociedad mallorquina. Esto supone un esfuerzo para todos, tiempo de aprendizaje en el habla, en costumbres, en comportamiento social adecuado, etc. Todo esto amenizado con conflictos interpersonales que surgen normalmente cuando dos personas conviven y trabajan duramente y durante mucho tiempo.
09 febrero 2025
La primera vez que la vi fue en un teatro convencional. A saber, actores y actrices sobre el entarimado del teatro y una platea a rebosar de un público entregado y con ganas. Todo un reto profesional para una obra con un poco de luz, algo de vestuario, una butaca, una silla, una mesa y un anillo. La segunda vez que la vi, la obra parecía otra. Parecía menos de ficción y más real. Se representaba en un café teatro, por lo que el escenario se confundía con lo que sería la platea, que eran mesas y sillas. Cada cosa era una prolongación de la otra. Por tal motivo los actores y actrices actuaban entre el público. Venían de allí, pasaban por tu lado, te explicaban algo, tu asentías o no y se iban por el otro lado y así todo el tiempo. El público estaba en el epicentro del espectáculo. Formábamos parte de la obra y esto nos promocionó. Por unos momentos no fuimos sujetos pasivos.
Otra de las novedades fue que la obra en cuestión quedo bastante abreviada por la supresión de actores y actrices innecesarios para entender la trama. El truco estuvo en sustituir los primeros por el público asistente en el acto. Al final te quedas con ganas porque no paras de disfrutar.
Estaba el profesor Higgins que se propone a sí mismo el cambio radical de la Sta. Doolittle, que ya he explicado como era. Pearce que actúa de contrapunto frente a la hiperactividad manifiesta del profesor, moderada, sosegada, reflexiva, etc. Y por último el Sr. Doolittle cuya vida cambia radicalmente en la misma manera que cambia la vida de la protagonista como es fácilmente entendible. Todos los actores y actrices que actuaron la primera vez son suprimidos al pasar de un teatro convencional a un café teatro. Al final hay un gran baile en el Círculo, donde todos los presentes del público que lo quisieron pudieron salir a bailar e interactuar con los profesionales y donde te queda el haber participado activamente en la obra representada.
Un café teatro da para mucho. Hay que explorar más sus posibilidades. No es la primera vez que esto me ocurre y es un paso cualitativo en el arte de la interpretación. No se trata de acumular gente en un escenario. Se trata de buscar una buena obra e interactuarla con el público.