Dice Caballero Bonald en un escrito que ha visto el reverso del aire. Que detrás del aire hay más aire y seguramente lo ha dicho porque se ha fijado. Conviene fijarse en los días y en su reverso. Luego se comenta con los allegados y entendidos y se escribe. Porque después de lo dicho y escrito habrá consecuencias. Siempre es así.
El otro, mientras amanecía me levanté y salí de casa para ir a otras cosas. Era una hora temprana por lo que el día era reciente, casi ni de día, casi ni de noche. Las otras cosas es una forma de decir que me dirigí a esta casa que está situada en un pueblecito costero y pintoresco y de la que ya he hablado en otras ocasiones. Le tenía ganas y el tiempo acompañaba con unas temperaturas vacilantes de primavera y nubes y claros de temporada.
Lo encontré casi todo igual como debe ser en estos casos pero en el apartado de mobiliario urbano y otros adornos había novedades. Cada cuatro años cambiamos al alcalde y este que tenemos ahora parece que quiere repetir y ha renovado cosas del alumbrado y ha instalado bancos en la acera. He abierto la puerta y las ventanas y, como de costumbre, el aire ha entrado por las ventanas y ha salido por la puerta porque hace lo que quiere y yo se lo permito porque le doy margen. Los aposentos, pues, se han ventilado. Esa noche hubo temporal y el mar estaba revuelto por lo que dormí con la ventana abierta para no sentirme solo y me identifiqué con la libertad del viento.
He sacado la tumbona al porche y me he sentado. He cerrado los ojos. He notado la brisa en la cara. He escuchado con atención el susurro de las olas y el silencio que hay entre ellas. He oído sonidos lejanos de otras casas, otras cosas y otros sitios. Han pasado gaviotas hacia sus nidos en los acantilados del fondo. Me he fijado que detrás de las casas hay más casas. Detrás de las cosas hay más cosas. Pero detrás del pueblo está el bosque y el reverso es el mar. Me he alegrado sobremanera ver a mis vecinos de siempre y de casi siempre. Entre una ola y otra ola aguardaba el silencio. Igual que entre una palabra y la otra. Después de lo que se diga queda el silencio de pensar que tiene su importancia o una pausa para escuchar. Pero el reverso de una ola es la misma ola. Igual que la palabra.
El mar tiene un bonito color que es el más adecuado de todos los posibles y que puede cambiar muchas veces en un mismo día. Por eso siempre me sorprende. También por su aroma, por su calma, incluso por su brusquedad. El día ha pasado rápido y el tiempo se ha hecho insuficiente. El café con leche de la mañana con tertulia incluida se ha alargado hasta el mediodía. El momento café con brandy del almuerzo se ha alargado hasta la siesta. La siesta ha durado hasta el atardecer. Me pregunto cual será el reverso del horizonte o qué hay detrás del infinito. Pero ahora mismo no estoy para pensar lo que hay detrás de todo esto ni en el reverso.
El bosque y el mar son como la prosa y la poesía. Se complementan en las cosas que tiene la naturaleza y la vida. Que después del tiempo hay más tiempo, seguramente. Después de los días vienen más días y luego la muerte. Lo han dicho los obispos en su hoja dominical. Y además, por si no nos bastara todo lo dicho, tendremos que afrontar un juicio final. Pues habrá que espabilar mientras dejamos pasar el tiempo. Lo sabe bien el poeta que continuamente coquetea con la historia.
Después de la memoria vienen los recuerdos aunque el reverso de la memoria es el olvido. Dicho esto me he planteado vivir de forma espontánea y de forma muy seria. La rutina suple la planificación y la fantasía pero solo me iré cuando sea noche cerrada porque el reverso del día es la noche. Me marcharé cuando haya visto ponerse el sol. Detrás de la puesta de sol viene la oscuridad y los ladridos de perros anónimos. Quiero asegurarme de que las cosas siguen como siempre. La improvisación genera inseguridad. Detrás de mi está la sombra que me sigue y las huellas que se quedan. El reverso de la lectura debe ser la reflexión y muchas cosas más. Una página colinda con otra y ésta tiene un reverso lleno de palabras.